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Quienes se adentren en esta exposición van a tener el privilegio de contemplar los más extraños y maravillosos paisajes que nunca una mente sería capaz de concebir: los que se ocultan en la noche eterna de las profundidades de la Tierra. Pasen y vean: escenarios propios de otros mundos, lagos subterráneos, catedrales naturales, parajes insólitos de una belleza fantasmagórica que pocos seres humanos tienen la posibilidad de conocer a causa de las dificultades y peligros que conlleva su acceso. Es la tercera parte de la exposición colectiva de fotografía espeleológica de fotoAleph, con 62 fotos inéditas de Luis Moreno, Fidel Moreno y Agustín Gil. 62 fotografías on line |
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Indice
de textos 1 Cuevas. La última terra incognita 2 Incidentes cavernícolas 3 Cómo fotografiar una cueva y sobrevivir al intento 4 Cuevas con historia 5 Una exposición colectiva y abierta Enlaces a webs de espeleología Bibliografía |
Indices
de fotos Indice 1 Cueva de Akuandi Indice 2 Cuevas de Noriturri, Los Cristinos, Zugarramurdi y Sara Indice 3 Cuevas de Astiz y Alli Indice 4 Cuevas de Sorogain, Irati, Vidangoz, Learza, Aizpun y Aralar Indice 5 Cuevas de Agiñekolezia, La Leze, Soria, Marruecos y Melilla |
Varias
cuevas y abrigos
rocosos que mostramos en nuestra exposición fotográfica
(como
las de Itxitxoa II, foto46,
o San Miguel de Aralar, foto48)
evocan los escenarios donde transcurren algunos episodios de la novela Amaya
o los vascos en el siglo VIII (1877), del escritor
navarro
Francisco Navarro Villoslada (1818-1895).
Indice |
1. Las montañas de los vascones |
El
célebre santuario románico de
San Miguel
de Aralar es uno de los altos lugares espirituales de Navarra. En un
agreste
paraje de la sierra, dominando la Barranca y las sierras de Urbasa y
Andía,
constituye un destino de peregrinaciones y romerías, y un centro
de devoción muy metido en el alma del pueblo. La tradición sitúa debajo del santuario la gruta habitada por un dragón al que dio muerte el arcángel San Miguel. La iglesia se habría construido en conmemoración del sobrenatural suceso. El santuario de San Miguel de Aralar está también asociado con la trágica leyenda de Teodosio de Goñi, que, narrada en la novela 'Amaya o los vascos del siglo VIII', vamos a comentar aquí con cierta extensión. Lejos de intentar resumir en este estudio la prolija trama y la muchedumbre de personajes del libro, nos hemos limitado a extractar los episodios donde las cuevas cobran protagonismo como escenario, y los que relatan las desventuras de Teodosio de Goñi, que dieron pie a la leyenda de San Miguel de Aralar, acompañados de los incisos pertinentes para que, pese a la criba de textos, el lector pueda seguir el hilo de la historia. No vamos a ahorrarnos tampoco algunos comentarios críticos a los que los muchos aspectos trasnochados de la novela nos obligan. Ya desde el capítulo I de la primera parte de este novelón histórico-legendario de 750 páginas se mencionan las cuevas (lo hemos resaltado con negritas; en todas las transcripciones respetaremos la ortografía de Navarro Villoslada, aunque en los términos vascos no se corresponda con la del actual batua, o vascuence unificado), como anticipando la importancia que van a tener en la narración, al tiempo que se sintetiza la situación política del momento: "A principios del siglo
VIII, el
Imperio visigodo, cuya capital era Toledo, se extendía desde la
Galia Narbonense hasta más allá de Tánger, sin que
los Pirineos de Aragón y Cataluña, ni el estrecho de
Gibraltar,
sirviesen de límites al dominio hispano. Navarro Villoslada trata de demostrar la base
documental
de dicha supuesta independencia de los vascones respecto al reino
visigodo
de Toledo, que, dominando la Península Ibérica, no
llegaba
a controlar del todo la tierra de los vascos, en particular las zonas
de
sus montañas, donde vivían orgullosos de su
independencia,
indómitos e irredentos. Aduce que en las actas de
coronación
de cada nuevo rey visigodo siempre aparece al final la coletilla 'et
domuit vascones', aseveración que si se repite
machaconamente
es porque, por lógica, nunca se habría cumplido en la
realidad.
El dominio a medias de Vasconia por los godos les forzó a fundar
en tierras llanas ciudades como Victoriaco (Vitoria) u Oligitum
(Olite),
y a ocupar y restaurar Iruña ('la ciudad' por antonomasia, es
decir,
Pamplona). ¿No hay aquí un resabio de la división
ya establecida en tiempos de los romanos entre el ager vasconum
(las tierras bajas y llanas, más civilizadas) y el saltus
vasconum
(la selva, las boscosas y agrestes montañas, a las que apenas
llegaba
la romanización)? "dominando torrentes y barrancos, y anonadada a su vez por los inaccesibles riscos, bosques impenetrables y sierras de primera magnitud que le servían de antemural" (...) "El valle de Goñi es uno de los más pobres de Navarra; pero en las majestuosas y pintorescas sierras de Andía y Urbasa, que lo defienden de vendavales y vientos del Norte y del Poniente, Miguel (el venerable padre de Teodosio de Goñi) mantenía numerosísimos rebaños, que le suministraban pingüe riqueza." (...) "De allí, en efecto, la vista abarca todo el valle que le ciñe, con sus crestas de rocas cenicientas y sus fragosos bosques de verdes hayas, parduscos robles y espinosas carrascas. Cinco pueblos humildes aparecen como engarzados en ese magnífico fondo de selvas y peñascos (...) a la falda de la sierra de Sárbil, que separa a Goñi del Larraun y el Arga, muéstranse Aizpun y Azanza, resbalándose al parecer por la pendiente de pedregosa montaña, que, a falta de lozanía, ostenta gallardos y vigorosos contornos; y cuando las miradas, estrellándose en desnudos peñascos de arrogantes estratificaciones, que descuellan pintorescos entre hayas, robles y siempre verdes tejos, dan por terminado el valle, no hay más que volver los ojos hacia el Norte y ocaso para descubrir otro paisaje que llamará la atención por el recuerdo del drama, vivo aún en la memoria de aquellas gentes, al cabo de once siglos, terrible episodio de la historia que hemos principiado a narrar." El paisaje a que se refiere es la sierra de
Aralar, y el
drama, como veremos más adelante, el de Teodosio de Goñi.
Pintados el telón paisajístico de fondo y el ambiente
donde
va a desarrollarse la historia, la novela sitúa la acción
en una encrucijada clave del espacio y del tiempo. El lugar es Navarra
y el momento es la invasión musulmana de la Península
Ibérica. |
2. De Armenia a Vasconia. Orígenes bíblicos de la 'misteriosa raza éuscara' |
El
escritor navarro se atreve más
adelante a disertar
sobre los orígenes míticos de la raza vasca, cuyos
miembros
serían los descendientes del patriarca Aitor, uno de los
supervivientes
del Diluvio, emigrados a estas montañas desde las lejanas
montañas
de Ararat, donde encalló el Arca de Noé tras bajar las
aguas
de la inundación universal. No duda para ello en entrar en
disquisiciones
bíblicas y usar las Sagradas Escrituras como sustento
epigráfico;
son curiosas las coincidencias que señala entre los
topónimos
de uno y otro país (Ararat = Aralar), que podrá verificar
quienquiera se tome la molestia de consultar un atlas:
"Si la montaña de
Aralar,
magnífico eslabón de la cadena pirenaica que se alza
soberbio
hasta enfrente de las sierras de Urbasa y Andía, y al lado de
las
de San Adrián y Gorbea, tiene suma importancia en el orden
geográfico,
no menos le corresponde en el orden histórico y tradicional.
En su viaje desde Armenia a Vasconia, el patriarca Aitor trajo consigo un rico tesoro de joyas y piedras preciosas orientales, que en secreto escondió bajo tierra en algún lugar ignoto de las montañas vascas, con la finalidad de que algún día tales riquezas se recuperaran y pusieran al servicio del pueblo vasco, y más en concreto cuando los vascos llegaran a instaurar una monarquía propia y proclamar un rey. "Las riquezas que he
traído,
sepultadas quedan en las entrañas de la tierra. Os dejo la
pobreza
por prenda de ventura y las rocas por herencia. No seáis
conquistadores
y no temáis ser conquistados." (...) El lugar donde se oculta el tesoro de Aitor es un
secreto
que se irá transmitiendo de generación en
generación,
pero por vía materna, de madres a hijas (¿una
alusión
al ancestral matriarcado vasco?). La cuestión es que en la
época
en que comienza la novela sobreviven tres hermanas, descendientes
directas
de Aitor: Lorea, Amagoya y Usua. Y la depositaria del secreto es la
hija
de Lorea, Amaya. |
3. De los pasos que dió Teodosio en busca del brazalete de Amaya |
El
capítulo VI del libro segundo de la
primera
parte sigue las andanzas de Teodosio por la montaña de Aralar, a
la búsqueda del brazalete que contiene los datos para encontrar
el oculto tesoro de Aitor. Teodosio se tropieza con la pastorcilla
Olalla,
hija de Petronila y Lope de Echeverria, y le sonsaca acerca de su
paradero:
"si ha escondido esa joya
en la inmensa
montaña de Aralar, echarnos a buscarla sería tiempo
perdido... Entra en escena Petronila, que baja del monte, y topándose con Teodosio, mantiene con él una conversación en la que, conociéndole como le conoce desde tiempo ha, adivina sus intenciones y hasta sus ambiciones. Sobre el brazalete no suelta prenda, antes bien, usando sus dotes de bertsolari (que comparte con su rival, la pagana Amagoya), espeta a Teodosio un cántico de rima improvisada: "En somo, somo la sierra,
Teodosio pregunta: "(...) si Amaya reclama, no el secreto, que no es suyo, porque es goda, sino el recuerdo, la memoria, la joya de su madre, ¿dónde le diré que puede recobrarla?" Pero Petronila, desconfiada, le proporciona las señas de una forma oscura, cual oráculo de pitonisa. "--¡Pobre infeliz! A
ti te
lo digo, Teodosio, no a ella. ¡Pobre infeliz que quieres esconder
tu ambición, tu codicia y tu infidelidad detrás de mi
cariño!
Dile que esa joya queda en Aralar, el rey de los montes en esta
cordillera. (Aclaremos, para quienes lo desconozcan, que el lauburu
--las 'cuatro cabezas'-- es una especie de cruz a modo de
esvástica
con los brazos y las puntas redondeados, que simboliza a las cuatro
provincias
vascas al sur de la frontera pirenaica --Guipúzcoa, Vizcaya,
Álava
y Navarra-- y pasa por ser enseña ancestral de los
vascos). "Cuando se vió fuera
del camino
y entre los bosques y asperezas de aquellas breñas, (...)
habiéndose
encontrado con un carbonero, le preguntó si por casualidad
había
visto aquella tarde a la loca de Echeverria, que de esta manera
antonomástica
era, aún más que por su nombre, conocida en la comarca.
Contestóle
afirmativamente el tiznado montañés, añadiendo que
le dejó asombrado verla trepar a la cueva y sepultarse en ella.
|
4. De cómo la cueva no era empresa para Teodosio de Goñi |
"La peña de San
Miguel de
Excelsis, último escalón de la más empinada
cumbre,
que se eleva hacia el Norte a distancia de cinco minutos, era entonces
fragosísimo desierto. De día, rarísima vez
trepaban
hasta la mesa de la cueva cabras desmandadas, que los pastores con la
honda
y los mastines a fuerza de carreras y ladridos, solían hacer
tornar
al rebaño; de noche, los osos, lobos, jabalíes y otras
fieras
quedaban dueños del campo. Teodosio no se asustaba de alimañas ni de hombres; no se acordaba siquiera del peligro, no conocía el miedo (...); no le asaltaba la superstición, no temía al descomunal vestigio, al nunca visto dragón de la sima" "Y el hijo de Miguel se
atrevió
entonces a dirigirse a la boca del pozo. "Y semejantes
contradicciones, misterios
tan profundos y fuera del alcance de la mente de Teodosio, eran lo
único
que le daba miedo en aquella soledad, en aquella cumbre, donde se
agarraban
tradiciones, fábulas y leyendas, como nieblas que subían
de los valles y nubes que cruzaban de monte a monte. "La luna, casi redonda, que
había
aparecido en el horizonte una hora antes de ponerse el sol,
salía
en aquel momento de entre las nubes que cruzaban como fantasmas desde
los
picos del Pirineo a la cresta de Aralar, y dió de lleno en el
fondo
de la cueva, dejando en descubierto sus rocas cortadas a pico,
verticales
y en hiladas de diversas estratificaciones rojas, parduscas,
amarillentas
y azuladas, sólo interrumpidas por zarzas o matorrales de
espinos,
avellanos y manzanos silvestres que brotaban en las grietas, o por
algún
lagarto a quien el resplandor de la tea y los pasos de Teodosio
habían
despertado. Petronila parece tener el don de la ubicuidad. Desaparece y aparece en los sitios más inesperados, bien para ayudar a quien lo necesite, bien para frustrar los planes de quien no lleve buenas intenciones. En el diálogo que sigue, podemos constatar cómo también tiene afición a la espeleología. Petronila acaba de soltar una furibunda regañina a Teodosio, recriminándole por su codicia: "Lo comprendí todo.
Conocí
que, con pretexto de investigar si yo, que estuve esta tarde en la
cueva,
me había sepultado en el pozo, querías descender al fondo
para apoderarte del brazalete. Petronila pone a Teodosio al corriente del
significado
profundo del tesoro de Aitor, pieza vital para el buen porvenir de los
vascos y la expansión de la cristiandad. En su elocuente
alegato,
desenmascara las intenciones ocultas de Teodosio, sus ansias de
caudillismo. "--Los hombres como
tú (...)
no cejan en su propósito; siguen adelante, adelante siempre en
su
camino (...); y no pararás hasta arrancármelo (el secreto
de Aitor), no para ti, sino para presentarte con él y reclamar
albricias.
Vas a tu fin, y nada te distrae de él; quieres llegar a un
término,
y no hay obstáculos que te arredren. Estos argumentos son los que más escuecen a Teodosio. La discusión prosigue, y el héroe mete la pata al mencionar a la pagana Amagoya, a la que desea pedir consejo en sus planes matrimoniales para con su sobrina Constanza ("¿Quién como Amagoya?"), lo que provoca en Petronila un arrebato de indignación que le hace poner el grito en el cielo. "Entonces Petronila
alzóse
súbitamente, y puesta en pie sobre el abismo, levantó el
brazo y el índice, y exclamó con voz robusta, y como
inspirada
por espíritu celestial: El capítulo, que se titula 'El eco de los montes de Navarra', concluye así: "irguió la frente, y
con aquella
poderosa voz estentórea y aquella sobrenatural
inspiración
que conmovía las rocas, tornó a exclamar: El capítulo III del libro tercero de la
primera
parte se titula 'En que el autor hace dormir a los personajes, y
quizá
también a sus lectores', y a fe que lo consigue varias
veces
a lo largo del interminable folletón. Sepa el lector que, por
largos
que le parezcan los presentes textos, son el resultado de una
drástica
poda, que quizá no recoja ni la centésima parte de las
páginas
de la novela. Basándonos en el criterio de seleccionar los
párrafos
que hacen referencia a las cuevas y grutas, de rebote ha surgido casi
completa
la leyenda de Teodosio de Goñi, cuyas aventuras, además
de
ser la parte a nuestro juicio más entretenida del libro,
constituyen
la columna dorsal de una trama que se bifurca a cada página por
cien vericuetos argumentales. |
5. En que se dice quién era el Basajaun y qué significa su nombre |
Damos
ahora un gran salto en la narración
y pasamos
al capítulo IV del libro tercero de la segunda parte. Teodosio
de
Goñi, recién casado con Constanza de Butron, hija de
Usua,
una de las tres herederas del secreto de Aitor, cae víctima de
los
celos ante las intrigas de su rival Eudon, anterior pretendiente de la
dama, y se aleja una vez más hacia las montañas, la misma
noche de su boda, abandonado al furioso vaivén de las
pasiones. Se desencadena una violenta tormenta "tronchando los árboles de las cumbres y arrancando las rocas de su eterno asiento, lanzando al hondo troncos y peñascos, que descendían saltando de precipicio en precipicio". "Tras un rayo como cien
rayos, seguido
de un estampido como de cañones de artillería, viva
claridad
inundó la atmósfera, rojo resplandor, que cada vez se iba
haciendo mayor y más siniestro, iluminó las nubes. Estaba
ardiendo la selva. Detúvose un momento el caminante, y dijo en
alta
voz, como si quisiera a gritos ensordecer la de su miedo: No, no hay necesidad de recurrir a tan remotos tiempos para oír hablar del Basajaun, señor de la selva o señor salvaje, en traducción literal. ¿No tenemos acaso en los bosques cercanos a Lanz una cueva, declarada reserva natural y cerrada a cal y canto por el Gobierno de Navarra para evitar el expolio de sus raras y delicadas concreciones, que precisamente se llama Basajaunetxea, 'la casa del Basajaun'? "Allí estaba el
Basajaun en
pie, en el fondo de la selva, fornido, robusto, cubierto de vello, con
la maquilla en la mano; allí estaba quien le habia dicho:
'¡Atrás!'
con voz que retumbaba como los truenos. El supuesto Basajaun da de comer a Teodosio, y luego le hace beber un vaso de vino. Teodosio obedece. "Teodosio tiró el
vaso de
cuerno y miró al señor de los bosques, no sabemos si con
la osadía que le daba el mosto o con el recelo de que aquel
extraño
gusto le inspiraba. (...) El caudillo vasco, que empezaba a sentir
cierta
turbación, como si el vino se le hubiese subido a la cabeza, no
le contestó. Quiso levantarse, pero se sentía pegado a la
losa que le servía de asiento. Teodosio, entre los vapores del narcótico que le nublan el cerebro, identifica la verdadera personalidad que se oculta bajo el disfraz del Basajaun: es Eudon, duque de Cantabria, máximo enemigo de Teodosio, que tiene todas sus energías enfocadas a llegar a ser rey, para lo cual persigue el tesoro de Aitor, usando de toda clase de artimañas. Judío camuflado, aspira como fin último a emancipar a los judíos de la Península, y convertirse en soberano de un nuevo reino de Israel. Antiguo pretendiente de Constanza, al haberse hecho antaño pasar por el vasco Asier, hijo adoptivo de Amagoya (que, obnubilada, cree ver en él la encarnación de la profecía 'Amaya dá asierá'), no duda en aprovechar aquella circunstancia para encender las sospechas y celos de su rival Teodosio, y abocarlo así a la autodestrucción. Eudon es también hijo del perverso rabino judío Abraham Aben Hezra, practicante de la astrología, que pulula por los escenarios del libro disfrazado de anacoreta, bajo el nombre de Pacomio, con el fin de descubrir la cueva de Aralar donde se oculta el tesoro. "El desdichado quiso hacer
el supremo
esfuerzo para ponerse en pie y sacar la ezpata; pero no pudo, y
cayó
cuan largo era, murmurando: Con esta truculenta escena de suspense termina el capítulo, y se prosigue la historia en el siguiente: "Ni en extensión ni
en magnificencia
podía compararse aquella gruta con la famosa de Iturburu, donde
creía Eudon que se guardaba el tesoro de Aitor; pero
tenía
con ella cierta relación y semejanza. Era, si el neologismo se
me
permite, sucursal de la casa de Pacomio. Petronila, que aparece siempre cual dea ex-machina en los momentos y lugares clave para resolver los conflictos, vuelve a echar otra feroz bronca a Teodosio reprochándole su egoísmo y ambición por querer llegar a ser rey sin merecerlo, y habida cuenta de que otro pretendiente, como García Jiménez, señor de Abarzuza y de las Amezkoas, al unirse a los godos para guerrear contra la invasión musulmana, ha reunido más méritos que él para erigirse en caudillo de los vascos. Hace mutis Teodosio despechado, y Petronila "...lo siguió con la
vista
hasta que desapareció, y mirando entonces muy atentamente a
todos
lados pareciéndole que estaba sola, completamente sola, se
dirigió
con precaución hacia la gruta, y se hundió en ella
haciendo
la señal de la cruz. Teodosio en tanto se topa por los montes con un ermitaño que, 'inspirado por el Espíritu Santo', le pone en guardia acerca de la fidelidad de su recién consorte Constanza y desgranando lo que el lector sabe que no es sino una sarta de mentiras, le azuza el demonio de los celos: "(...) por virtuosa la has
tomado;
a título de santa y bautizada poco ha te acabas de casar con
ella,
y ella, en cambio, te arma tal maldad, que hoy, hoy mismo te
está
engañando y te vende. Comentarios machistas y antisemitas en un solo
diálogo,
pero Navarro Villoslada pretende autentificar su fidelidad
histórica
en una nota a pie de página: "El fondo, y
con frecuencia las frases mismas de este relato, están tomadas
de
una antiquísima Memoria del suceso, a la cual siguen el P. Fray
Tomás Burgui y los demás historiadores. El novelista ha
puesto
aquí muy poco de su cosecha." "--¿Dónde os
volveré
a ver, padre mío? ¿Dónde tenéis la vivienda?
|
6. En que la historia obliga a decir más de lo que quisiera |
En el
capítulo VI, se consuma la
tragedia, como
consecuencia de las intrigas urdidas por los villanos de la novela: el
falso ermitaño, cuya diabólica identidad no se dice, pero
se insinúa; Eudon, rival de Teodosio en su persecución
del
tesoro de Aitor y en su disputa del trono de Vasconia; y el padre de
Eudon,
el astrólogo y rabino judío Abraham Aben Hezra, alias
Pacomio. Teodosio acude a su Goñi natal, presa de sus pasiones y cegado por los celos. "Allí perdía a un tiempo el honor y el trono; allí de un golpe podía alcanzar los dos. Con tales ideas y propósitos, no vaciló un momento siquiera en tornar a casa para sorprender a Eudon y Constanza y lavar con sangre la mancha con que le estaban infamando." Un escudero aquitano, que es en realidad un judío camuflado, anda espiando a Teodosio, y enterado de lo que sucede, se entrevista en el mismo monte Aralar con Pacomio (en realidad el rabino Aben Hezra, uno de los mayores malvados de esta historia): "--Maestro, tenéis a
Teodosio
en Val-de-Goñi, y a Petronila dentro de vuestra cueva (...)
Parece colegirse de este diálogo que el rabino Aben Hezra poseía datos precisos (obtenidos a través de su red de espías) del emplazamiento del tesoro de Aitor en la cueva de Aralar, pero que había estado buscando en la dirección equivocada a causa de un malentendido (su lengua madre era el hebreo): había confundido la cueva de Iturburu (en vascuence 'manantial'; literalmente 'cabeza de fuente') con la de Iturguru (la 'cruz de la fuente'). Y es en este momento cuando se da cuenta de su grave error. "–¿Cuánto
tiempo ha
que Petronila entró en la cueva? Las acciones corren paralelas en este tramo de la
novela
y volvemos a Teodosio, calificado de loco por el rabino y que a la
sazón
era digno de ese nombre, pues "corría
desalado
hacia su valle, como si le faltara tiempo de llegar y sorprender a la
pérfida
que tan miserablemente lo engañaba". "¿Seguiremos la
relación,
a que la pluma se niega horrorizada? Lo exige la historia (...).
Acercóse
a tientas, apoyándose en las paredes, porque temblaba de pies a
cabeza. Delante ya de la puerta, algo había sentido que disipaba
las dudas o temores que a cada paso le asaltaban. Estaba escuchando con
el alma entera clavada en el oído. "Por nefando y horrible que
parezca
este hecho –apostilla el autor en nota a pie de página–,
es innegable y no puede prescindirse de él en la historia de los
vascos en el siglo VIII. Constante y perpetuamente tradicional,
referido
por todos los autores que tratan de la aparición de San Miguel
de
Excelsis en Navarra, apoyado en manuscritos de la Edad Media, tiene
además
en su favor el irrecusable testimonio de monumentos y restos
arqueológicos
completamente auténticos. Ha dado origen a la fundación
de
monasterios, basílicas y ermitas; está consignado en
libros,
cuadros y estampas (...). |
7. De cómo principió la reconquista de España |
Saltamos
al capítulo primero del Libro
Cuarto.
En un diálogo entre Ranimiro, noble visigodo padre de Amaya, y
García
Jiménez, el héroe vascón aspirante a rey y
pretendiente
de Amaya, que ha batallado en la Bética contra el moro invasor,
Ranimiro da fe de los primeros pasos en la llamada 'Reconquista',
refiriendo
las ayudas que los príncipes cristianos de la Península
Ibérica
ofrecen a Teodomiro, el último godo, en la 'santa
empresa':
"--Uno de ellos se lo
prometió
y cumple heroica, milagrosamente la promesa: mi sobrino Pelayo.
Retírase
a los terribles montes asturianos, y allí reúne un
ejército
compuesto de todos los hombres aptos para las armas, los cuales
principian
por aclamarlo rey. Reino de selvas, rocas y desfiladeros, pero no
importa;
es reino de cristianos. Rey de España se llama Pelayo, y ese
nombre
suena con terror en el oído del musulmán, que a toda
prisa
manda contra los salvajes astures al africano Otsman ben Abn Nicah, el
caudillo que más confianza inspira a Tárik. Lleva consigo
numeroso escuadrón de godos traidores, mandados por Opas, el
obcecado
obispo de Sevilla. Pelayo los espera detrás del monte Auseba, en
valle profundo, al último del cual se divisa la negra boca de
una
gruta llamada Covadonga. |
8. De la visita que tuvo el solitario de Aralar |
En el
capítulo siguiente ha pasado el
tiempo y
volvemos a tener noticia de Teodosio de Goñi, que está
cumpliendo
penitencia por su parricidio, vagando durante años por las
soledades
de la sierra, con unas gruesas cadenas de hierro ceñidas a su
cintura,
y viviendo dentro de la gruta. La penitencia dictada por el Papa de
Roma
ha de durar hasta que las cadenas se le caigan por sí solas de
viejas. Marciano, santo obispo de Pamplona, y García Jiménez se disponen a subir desde la iglesia de Santa María de Zamarce a los altos de Aralar para entrevistarse con el penitente, llevando como guía a Petronila, que se conoce la sierra palmo a palmo. Antes de ascender, el párroco informa al obispo: "-- (...) nadie se arrima
ya a la
peña ni para guarecerse de nublados. Hasta los cabreros huyen de
la gruta de algunos meses a esta parte. Aparece Petronila, que es la única que, sin temer a fantasmas, visita de vez en cuando a Teodosio en su gruta, y puede ofrecer información de primera mano: "Ayer tarde, por vez primera, entré en la gruta, y le dirigí la palabra. Quedé espantada de su rostro y conmovida y edificada al propio tiempo. ¡Qué desnudez de vivienda! ¡Qué falta de todo humano recurso! ¿Cómo pueden vivir así terrenales criaturas? En el verano, cuando hay hierbas en abundancia, sólo de ellas se sustenta. Cuando escasean, en una próxima roca le dejo mendrugos de pan áspero y moreno, porque si es entero y blanco no lo prueba (...). Los fríos y hielos del invierno hienden allí las rocas, que crujen resquebrajadas; con nieve se ciñe la peña la mayor parte del año, y, sin embargo, allí no se ve el humo, ni allí señal de fuego. Hambre, frío y soledad." Suben los tres a Aralar al encuentro de Teodosio. "Cuando Marciano, al llegar a la verde y aterciopelada planicie del peñón, pasó delante del solitario, éste se prosternó hasta besar el suelo, y al caer se sintió el crujir de la cadena de hierro que llevaba sujeta, con pretina también de hierro, a la cintura. Aquella cadena, que aun hoy día se conserva, pesaba más de dieciocho libras." Se refiere el novelista a las cadenas que
actualmente se
exhiben colgadas de una pared en el interior de la iglesia de San
Miguel
de Aralar. "(...) los infieles son dueños de toda la Península española, excepto de algunos montes de Asturias, donde Pelayo levanta la enseña de la Cruz, y del ducado de Aurariola, en que Teodomiro se ha declarado independiente. Dejando a entrambos a la espalda, vienen los musulmanes, se apoderan de Cesaraugusta, y desde la orilla derecha del Ebro van a caer sobre nosotros (...). No hay ya en Vasconia vascos ni godos; todos somos cristianos." "El prelado le dijo
entonces: |
9. El dragón sale de la cueva |
El
capítulo III y último de la
cuarta parte
(titulado 'Que no yerra quien obedece al superior') relata el
desenlace.
"Por insignificantes que los sucesos de la gruta nos hayan parecido, formaban época en la vida del solitario de Aralar, émulo de sus predecesores en la Tebaida." Por una de esas casualidades que se dan en las novelas decimonónicas, hace su aparición en esas alturas un personaje clave. "(...) llamó su
atención
la carrera velocísima de un jinete godo, que montaba caballo
árabe
de pura sangre. (...) A cierta distancia aparecían como
persiguiéndole
jinetes vascos. (...) El godo estaba perdido; y (...) saliéndose
del camino llano y ribereño, enderezó la carrera del
impetuoso
corcel hacia la falda del monte para perderse en lo fragoso de la
sierra,
por entre selvas y peñascos. Teodosio da agua al moribundo. Aparecen los perseguidores a la entrada de la cueva y el héroe los contiene: "--Hombre soy, aunque
miserable pecador
(...); pero esta cueva es mi casa y este infeliz mi huésped.
Los perseguidores retroceden y se alejan. Teodosio vuelve a atender al caballero y entonces el autor nos descubre la identidad del personaje: "era el antiguo duque de Cantabria, el vencido rival de Teodosio y García Jiménez; era Eudon, que venía a poner el sello a su venganza." Era otra vez Eudon, el máximo villano de la historia, el hijo del taimado rabino Abraham Aben Hezra. El mismo que, disfrazado de Basajaun, sepultó a Teodosio en la cueva del incendio. El que propagó los infundios sobre la infidelidad de la esposa de Teodosio, que desembocaron en tragedia. "Amigo de los árabes
por despecho
(...), misteriosamente reverenciado por los judíos (...),
traía
el encargo de sublevar la aljama iruniense (barrio
judío de Pamplona) desde el momento
que viese a las cristianas huestes comprometidas a rechazar la
próxima
invasión. (...) Y en esta gruta de Aralar, Eudon sufre, como Saulo, su caída en la ruta de Damasco, al ver el trato que recibe de su máximo enemigo. "¿Cómo un
hombre entregado
a (tantas y tan insensatas pasiones) y a los vaivenes del mundo, y
ensordecido
al eco de los combates, había de comprender ni explicarse la
vida
santa, espiritual y milagrosamente sostenida del solitario de Aralar?
Al
antiguo conde de los Notarios, duque de Vasconia y presunto libertador
del pueblo israelita, por cuya mente cruzaban fantásticos
pensamientos
de un reino en Jerusalén, aquella austeridad, aquel apartamiento
del mundo, unido a tanta caridad y amor al prójimo,
debían
semejarle visiones de cerebro enfermizo y trastornado. Ensueño y
delirio febril le parecía todo, hasta que las últimas
palabras
de Teodosio: 'La cruz os salvará', le hicieron volver los ojos a
la cruz que perseguía, al signo aborrecido bajo el cual se
amparaban
sus mortales enemigos. Teodosio le trae provisiones, 'debidas a la caridad de Petronila'. Eudon le suplica que no se aparte de su lado, pues tiene miedo de morir abandonado. Teodosio le replica: "Miradme a mí (...), he sido el más odioso criminal; he llegado adonde no llegan las criaturas más abyectas de la tierra, adonde las fieras mismas se detienen por instinto. (...) despreciadme, pues soy indigno de vuestro agradecimiento. He sido un malvado, mis manos están teñidas de sangre, en sangre de mis padres: ¡soy un parricida!" Eudon le contesta que mayores son sus crímenes, afirma haber sido convertido, conmovido por lo que ha visto en la gruta, desea confesarse, y revela por fin su personalidad a Teodosio: "--Y ahora oíd otra
confesión
más dolorosa para mí y más terrible para vos
todavía.
Teodosio, si vos involuntariamente y creyendo matarme a mí y a
una
esposa culpable, fuisteis parricida, aquí tenéis al
miserable
que os indujo al crimen. Teodosio recibe la confesión de Eudon, el cual abjura de sus anteriores creencias y declara su adhesión a la fe cristiana. Constatado su sincero arrepentimiento por las fechorías cometidas, Teodosio rocía con agua la cabeza del agonizante, para bautizarle. "Entonces Eudon, con
entrambas manos
estremecidas de júbilo, tomó la diestra del solitario, y
llevándola a sus labios, exclamó: Con la conversión y muerte de Eudon, llega la novela al momento culminante hacia el que conducen todas las tensiones de la trama: "¿Qué
pasó entonces
en aquella gruta? Llama la atención, tras la prolijidad de
detalles
de que hace gala el libro, que Navarro Villoslada despache con estas
pocas
y escuetas líneas lo que debería ser el clímax, la
escena cumbre de 'Amaya o los vascos en el siglo VIII' (calificada de
'epopeya
de los vascos'), el prodigioso enfrentamiento entre las fuerzas del
Bien
y del Mal que constituye el núcleo de la leyenda de San Miguel
de
Aralar, momento por el que el autor parece pasar de puntillas. |
10. De los orígenes del reino de Pamplona |
"La repentina
aparición de
Teodosio en la Burunda, con el inmenso prestigio de santo penitente y
la
fama del milagro de Aralar, acabó de sublimar el entusiasmo en
las
huestes, cada vez más numerosas de García."
El ejército de García Jiménez entra en batalla y repele la invasión de Tárik y Muza, que no llegan a alcanzar Pamplona. "Los árabes y berberiscos huyeron espantados, precipitándose en desorden por los valles y puentes de barcas, que se hundían al paso de los fugitivos." Es hecho prisionero, sin embargo, el obispo
Marciano, que
acaba siendo decapitado y por ello convertido en mártir. "--No la he recibido de
vosotros,
sino de quien me ha dado la victoria; y así quede establecido
para
mí y para mis sucesores. Amaya, la descendiente de Aitor, termina desposándose con el rey García Jiménez, y en el transcurso de una solemne ceremonia proclama: "Ese es el tesoro que Aitor ha legado a los reyes: la tradición y la cruz." Con lo que el Mac Guffin hitchcockiano
que mueve
a los personajes de 'Amaya o los vascos...' --el secreto del tesoro de
Aitor, oculto en una cueva de Euskal Herria-- se transforma en el
símbolo
de la perpetuación del cristianismo en el pueblo vasco. Del
objeto
material (el tesoro, o más bien el brazalete que cifra su
paradero)
no se sabe más, y su contenido se desvanece en la nada, pues,
como
buen Mac Guffin, no consiste más que en un
pretexto
para catalizar la acción, y no posee en sí mayor
importancia. "Es un rodeo, un truco, una complicidad, lo que
se llama
un 'gimmick'. Recordemos que en "39 escalones" (The
Thirty-nine Steps)
el Mac Guffin no era sino una fórmula matemática;
en "Alarma en el expreso" (The Lady Vanishes), una cancioncilla
que memorizaba la anciana que desaparece misteriosamente; en
"Extraños
en un tren" (Strangers on a train), un encendedor; en "Cortina
rasgada"
(Torn curtain), una fórmula de física nuclear,
etc.
etc. Pretextos para mover la acción, sin verdadera importancia
intrínseca. "Cuando empezamos a escribir Notorious e
inicié
mi trabajo con Ben Hecht, buscamos el 'Mac Guffin' y, como ocurre a
menudo,
comenzamos de una manera titubeante y emprendimos caminos demasiado
complicados.
El principio del film estaba ya establecido: la heroína, Ingrid
Bergman, debía dirigirse a América Latina
acompañada
por el hombre del F.B.I., Cary Grant, y debía penetrar en la
casa
que utilizaba como cuartel general un grupo de nazis, para descubrir su
actividad. |
11. San Miguel de Excelsis. El santuario sobre la gruta |
Volvamos
al último capítulo (la
'Conclusión')
de 'Amaya':
"Teodosio de Goñi se
reunió
con su mujer, que había llevado vida no menos santa y admirable
que la suya. (...) la hacienda de Goñi se acrecentó
sobremanera. Merece la pena que consultemos algunos libros para contrastar lo afirmado en este último párrafo. En 'Mitología Vasca', el padre José M. de Barandiaran, sacerdote y pionero de la paleontología y antropología vascas, hablando de Lur, el Genio de la Tierra, toca uno de los temas recurrentes en 'Amaya' el de la búsqueda de tesoros en cuevas (práctica que por lo que se ve continúa hoy día), y se refiere también a la transformación de grutas en ermitas: "La Tierra contiene tesoros, según
creencia muy
extendida. Se señalan las montañas y las cuevas en las
que
está guardado un pellejo lleno de oro; pero las coordenadas del
lugar exacto donde se halla tal depósito no se precisan nunca.
¡Cuántas
veces los campesinos excavaron inútilmente en Urrezulo de
Atáun,
en la cueva de Mairulegorreta, en el alto de Maruelexa (Narvaniz) y en
la cima de Larrune! Y en las cuevas de Balzola (Dima), de Iruaxpe
(Goronaeta)
y de Putterri! En 'El arte románico en Navarra' (1936), D. Tomás de Biurrun y Sotil, "doctor en Sagrada Teología y cura párroco de Peralta", preguntándose si existe arte prerrománico en Navarra, desmiente a Madrazo y otros estudiosos anteriores, que creen distinguir restos carolingios en los muros de San Miguel de Aralar, fechables en siglo tan temprano como el IX: "(...) se ha pretendido añadir la iglesia interior de San Miguel de Excelsis, a los edificios latino-bizantinos o visigóticos, y un tiempo anterior al arte románico que campea en la iglesia de tres naves del Santuario, construída en el siglo XI. Es igualmente inexacto; aquella especie de 'cella' o Sancta Santorum, encerrada como reliquia en su relicario, en el templo construído en tiempo del rey de Navarra y de Aragón D. Pedro Sánchez, es otro edificio románico en un siglo posterior a la iglesia costeada por este monarca. Hubiera sido de extraordinario interés el poder contemplar la iglesia primitiva levantada en los tiempos a que se remonta la tradición acerca del caballero D. Teodosio de Goñi, pero esta iglesia, sencilla y pequeña, desapareció con el transcurso del tiempo, y en su lugar se levantó la que hoy contemplamos, obra de hacia 1200, de puro sabor románico, en sus puertas, bóveda y exterior, y testimonio fehaciente de que antes hubo allí otra iglesia, conmemorando el suceso acaecido, y que hubo de ser reemplazada, cuando lo deleznable de su construcción, la hizo inservible para el culto." Más adelante, Biurrun se centra en analizar esta pequeña iglesia construída en el interior de la gran iglesia de tres naves "como reliquia en su relicario", y que se supone sustituye a la que edificó Teodosio de Goñi sobre su gruta: "La forma rectangular, (...) y una puerta
rústica
y sin carácter en la parte meridional, dió margen durante
mucho tiempo, a la creencia de que se trataba de un templo
visigótico
de principios del siglo IX, el mismo que levantó D. Teodosio,
bien
sea por mandato del Romano Pontífice o bien por
indicación
del Arcangel protector. No son bastantes esos títulos para
atribuirle
estilo y procedencia visigótica. El conjunto del edificio acusa
otro estilo, pero no por eso pierde fundamento la interesante
tradición
del Caballero de Goñi; antes bien, la existencia de este templo
la robustece y avalora. Es una curiosa iglesita o capilla, colocada
allí
a manera de Sancta Santorum, indicando existir en aquel paraje alguna
cosa
digna de especial mención. "El templo de San Miguel in excelsis sin
ser, al
menos en su estado actual, de gran calidad artística, encierra
muy
curiosos problemas arqueológicos. (...) También este tratado, más actual y
se supone
por ello más exacto, menciona la famosa gruta de Teodosio. Pero,
¿quién ha visto esa gruta? ¿Se halla realmente
debajo
de la iglesia? "(...) es sobresaliente la existencia de un pequeño santuario interior de planta rectangular, con cubierta a dos aguas, situado en el tercer tramo de la nave central. Se levanta sobre la gruta en la que según la tradición, se apareció San Miguel. Su cronología es posterior a la del templo, y atendiendo a la decoración (...), puede ser fechado a finales del siglo XII." Pero sí aporta un dato significativo: "El 'Libro de los milagros' recoge la leyenda del noble García Arnaut, penitente solitario fundador del primer templo en tiempo de Sancho Ramírez, y del dragón que habitaba en una sima próxima, alimentándose con animales y hombres. Estos y otros elementos contribuirán a recrear el relato de la aparición del Arcángel a Teodosio de Goñi, parricida y penitente." (Mercedes Jover Hernando). Más explícito es el "Catálogo Monumental de Navarra": "Este santuario, situado en lo alto 'in excelsis' del
monte Aralar,
término de Huarte Araquil, tiene sus orígenes envueltos
en
leyendas y tradiciones mas, en contrapartida, los datos
históricos
conocidos, son más bien escasos y de difícil
interpretación.
(...) sería Íñiguez Almech quien, después
de
una restauración, reconociera restos prerrománicos,
carolingios,
en la parte inferior del ábside mayor y ventanas de herradura
del
mismo. Estos problemáticos hallazgos le hicieron pensar en un
origen
remoto del santuario, que fija en el siglo IX. No obstante la primera
mención
documental de San Miguel de Excelsis no aparece hasta 1032, año
en el que Sancho el Mayor otorga el tercer privilegio en el que se
delimita
la diócesis de Pamplona. (...) También debe de resultar difícil
encontrar
la famosa gruta, de la que no aparece el menor trazo ni
indicación
en plano alguno del santuario, ni siquiera en el más antiguo que
se conserva, el del padre Burgui (1774), fielmente diseñado por
el arquitecto pamplonés Silvestre Soria. |
12. Amaya (o 'el fin') |
La novela
'Amaya o los vascos en el siglo
VIII'
concluye definitivamente con los siguientes párrafos:
"Cuidando del templo, y de
los piadosos
y peregrinos que acudían a venerar el sitio y los instrumentos
del
milagro, Teodosio y Constanza, después de haber hecho votos
monásticos,
vivieron largo tiempo. Así se escribe la historia. O al menos
así
se escribían algunas novelas 'históricas' hace ciento y
pico
años. Pero la práctica de reinventarse los hechos
históricos
a conveniencia y mezclarlos alegremente con doctrinas religiosas, mitos
y leyendas, con la excusa de la 'novela histórica', tuvo
seguidores
en las postrimerías del siglo XIX, con el auge de los
nacionalismos. "en 1892 publicaba su primera e inequívoca obra Bizcaya por su independencia, pequeño libro-manifiesto con el relato legendario de cuatro victorias de los vizcaínos sobre los invasores castellanos a lo largo del medievo. Los antepasados habían cumplido con sus deberes nacionales hasta morir (y sobre todo matar) por la patria mientras que los vizcaínos de finales de siglo faltaban vergonzosamente a ellos. Arana cree con fe ciega en lo que escribe y no juzga necesario verificar documentalmente los episodios descritos, a pesar de lo difícil que resulta exhumar conflicto alguno entre vascos y castellanos, dada la colaboración de ambos grupos en el desarrollo histórico de Castilla." (Fernando García de Cortázar, 'El inventor de un mito', cuadernillo 'Documentos. Sabino Arana 1865 / 1903' en 'El Mundo', 25 noviembre 2003). Para responder a este tipo de objeciones los
defensores
del nacionalismo suelen alegar que es necesario 'contextualizar' a sus
autores, cuyas ideas ya superadas serían producto de la
época.
Ocurre que estos ideólogos, por uno de esos típicos
deslizamientos
semánticos provocados por el double-speak, el 'doble
lenguaje'
orwelliano característico de la política, confunden con
demasiada
frecuencia 'contextualizar' con 'justificar'. AMAYA O LAS CUEVAS EN EL SIGLO XIX PAISAJES DE LAS CAVERNAS (3) Bibliografía consultada: - Barandiaran, José M. de. Mitología Vasca
(Ediciones
Minotauro, Madrid, 1960) AMAYA O LAS CUEVAS EN EL SIGLO XIX PAISAJES DE LAS CAVERNAS (3) Indice |
Una exposición colectiva y abierta |
La fotografía de Naturaleza tiene un
sitio en esta
web. Hemos empezado por temas espeleológicos, y en un futuro se
irán incorporando otras secciones con temática de
fotografía
de montaña. La muestra de fotos que exponemos virtualmente en fotoAleph no es sino una mínima selección de imágenes de cuevas en su mayor parte ubicadas en Navarra, obtenidas por varios fotógrafos. Las cuevas exhibidas no son ni las más importantes ni las más representativas de sus respectivas zonas. Algunas son más conocidas, otras menos, pero todas tienen sin duda su duende, su encanto único e intransferible. Como no queremos fomentar la visita indiscriminada y masiva a las cuevas, sino sólo dar una ligera idea de los tesoros que tenemos cerca y poca gente conoce, hemos eludido conscientemente proporcionar información sobre los emplazamientos exactos de las cavidades, limitándonos a mencionar de forma genérica los macizos kársticos en que se hallan ubicadas, sin más referencias para su localización. Los verdaderos aficionados a la espeleología ya sabrán dónde preguntar para encontrarlas. Como criterio de selección de las fotos primamos siempre los aspectos visuales, el intento de captar la singular belleza de los criptopaisajes, por encima de otros aspectos de tipo científico o didáctico, que serían más propios de otro lugar. Se trata de una colección incipiente, pero con ánimo de crecer. Está abierta a otras colaboraciones. Nuestra intención es que esta página sea el germen de una exposición colectiva permanente, que se vaya poco a poco enriqueciendo con aportaciones de más fotógrafos, incorporando imágenes de otras cuevas de no importa qué lugares o qué países, ya que el mundo subterráneo no tiene fronteras. Animamos desde aquí a todos los fotógrafos con temas semejantes (sean o no espeleólogos profesionales) que deseen exhibir sus trabajos en internet, a sumarse a la idea. Usted pone las fotos, nosotros la plataforma técnica para poder enseñarlas al mundo. Para conocer las condiciones, consulte en esta misma web nuestra Propuesta de colaboración con fotógrafos. O infórmese directamente, enviando un e-mail a fotoAleph: info@fotoaleph.com Indice de textos Enlaces a webs de espeleología CAVERNARIUM Portal de exposiciones de fotografía espeleológica en fotoAleph fotoAleph:
Paisajes de las cavernas (1) fotoAleph:
Paisajes de las cavernas (2) fotoAleph:
Viajes dentro de la Tierra fotoAleph: De Profundis Don
Quijote, pionero de la espeleología Las
lecciones de abismo del profesor Verne Breve antología de las cuevas, grutas y simas que perforan con sus negros agujeros las páginas de la literatura universal. Un catálogo de las cavernas fantásticas salidas de la imaginación de escritores de todos los tiempos. En fotoAleph. Espeleofoto Fotografías del mundo subterráneo.
The
Virtual Cave Speleo-foto Publicación científica virtual sobre la génesis de las cuevas y la evolución de los acuíferos kársticos. |
PAISAJES DE LAS CAVERNAS (3)
Exposición colectiva
Indice
de textos 1 Cuevas. La última terra incognita 2 Incidentes cavernícolas 3 Cómo fotografiar una cueva y sobrevivir al intento 4 Cuevas con historia 5 Una exposición colectiva y abierta Enlaces a webs de espeleología Bibliografía |
Indices
de fotos Indice 1 Cueva de Akuandi Indice 2 Cuevas de Noriturri, Los Cristinos, Zugarramurdi y Sara Indice 3 Cuevas de Astiz y Alli Indice 4 Cuevas de Sorogain, Irati, Vidangoz, Learza, Aizpun y Aralar Indice 5 Cuevas de Agiñekolezia, La Leze, Soria, Marruecos y Melilla |
PAISAJES DE LAS CAVERNAS (3)
Exposición colectiva
fotoAleph