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Indice de textos Don Quijote, pionero de la espeleología 1. De cómo bajó Don Quijote a la sima de Montesinos 2. De lo que vio Don Quijote allí dentro 3. Sancho Panza, espeleólogo por accidente Enlaces a webs de espeleología Bibliografía |
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Exposición de tema
relacionado en fotoAleph LUGARES DE LA MANCHA de cuyo nombre quiero acordarme |
No
es por
casualidad que mentemos
al Quijote en una exposición de fotografía
espeleológica,
pues hemos de recordar que el insigne hidalgo manchego fue en
época
muy temprana pionero en la exploración de cuevas, tal y como se
relata en los capítulos 22 y 23 de la segunda parte de la
inmortal
novela de Cervantes. Todo un espeleólogo avant-la-lettre, Don Quijote tiene escasos predecesores en la historia de la espeleología, como podrían considerarse a los integrantes de la exploración de la gruta de La Balme, realizada en 1516 (en la Cova del Salnitre, Barcelona, hay inscripciones incluso anteriores: de 1511), pues la mayoría de datos que poseemos referentes a exploraciones antiguas de cavernas son posteriores a las fechas (1605-1615) en que Cervantes publicó su obra: en 1683 se realiza la primera bajada a la sima de la Cabra, Córdoba; en 1689, Valvasor descubre el proteo (proteus anguinus, una especie de salamandra ciega) en las grutas de Carniole; en 1748, Nagel emprende la exploración de la garganta de la Macocha, al sur de Moravia, por orden del emperador de Austria; en 1770, el británico Lloyd explora Eldon Hole. No son sino casos aislados que no tuvieron mayor trascendencia, por lo que se ha dado en convenir que la verdadera espeleología, una de las ciencias más jóvenes, no comienza hasta finales del siglo XVIII o principios del XIX, al amparo de las nuevas ideas enciclopedistas que trajo la Ilustración, cuando la curiosidad de los científicos estimuló la prospección de las cuevas europeas a la búsqueda de restos fósiles. Hasta entonces, las cuevas habían sido objeto de toda clase de supersticiones, tenidas como antros donde habitaban monstruos, seres fantásticos o maléficos, o como puertas de entrada a las regiones infernales, y estos temores sólo eran desafiados ocasionalmente por intrépidos mineros a la busca de metales. Es en este contexto donde hay que situar la hazaña de Don Quijote, para poder valorar en toda su dimensión la audacia y valentía desplegadas por el caballero al atreverse a descender solo por la sima de Montesinos, cueva que realmente existe en la región de la Mancha. Aunque lo sabemos ficción, no nos deja de sorprender en el relato la gran similitud, el continuo paralelismo, en todos los detalles, de las peripecias relatadas en el libro con las que habitualmente pasamos los que hoy en día exploramos cuevas, y ello nos da pie a elucubrar acerca de si el mismo don Miguel de Cervantes habría visitado en persona una gruta, o al menos hablado con alguien que lo había hecho. Veamos algunos extractos:
Cap.XXII de la 2ª parte Donde se da cuenta de la grande aventura de la cueva de Montesinos, que está en el corazón de La Mancha, a quien dió felice cima el valeroso Don Quijote "Pidió Don Quijote al diestro licenciado le diese una guía que le encaminase á la cueva de Montesinos, porque tenía gran deseo de entrar en ella, y ver á ojos vistas si eran verdaderas las maravillas que de ella se decian por todos aquellos contornos. El licenciado le dijo que le daria á un primo suyo, famoso estudiante, y muy aficionado á leer libros de caballerías, el cual con mucha voluntad le pondria á la boca de la misma cueva, y le enseñaria las lagunas de Ruidera, famosas asimismo en toda la Mancha, y aun en toda España; (...) Ensilló Sancho á Rocinante y aderezó al rucio, proveyó sus alforjas, á las cuales acompañaron las del primo, asimismo bien proveidas, y encomendándose á Dios y despidiéndose de todos, se pusieron en camino, tomando la derrota de la famosa cueva de Montesinos. (...) á la noche se albergaron en una pequeña aldea, á donde el primo dijo á Don Quijote, que desde allí á la cueva de Montesinos no habia más de dos leguas, y que si llevaba determinado de entrar en ella, era menester proveerse de sogas para atarse y descolgarse en su profundidad. Don Quijote dijo que aunque llegase al abismo, habia de ver dónde paraba; y así, compraron casi cien brazas de soga, y otro dia, á las dos de la tarde, llegaron á la cueva, cuya boca es espaciosa y ancha, pero llena de cambroneras y cabrahigos, de zarzas y malezas, tan espesas y intricadas, que de todo en todo la ciegan y encubren. En viéndola, se apearon el primo, Sancho y Don Quijote, al cual los dos le ataron luego fortísimamente con las sogas, y en tanto que le fajaban y ceñian, le dijo Sancho: –Mire vuesa merced, señor mio, lo que hace; no se quiera sepultar en vida, ni se ponga adonde parezca frasco que le ponen á enfriar en algun pozo. Sí, que á vuesa merced no le toca ni atañe ser el escudriñador desta, que debe de ser peor que mazmorra. –Ata y calla, respondió Don Quijote; que tal empresa como aquesta, Sancho amigo, para mí estaba guardada." Indice de textos "(...) acabada la ligadura de Don Quijote (que no fue sobre el arnes, sino sobre el jubon de armar), dijo Don Quijote: –Inadvertidos hemos andado en no habernos proveido de algun esquilon pequeño, que fuera atado junto á mí en esta mesma soga, con cuyo sonido se entendiera que todavía bajaba y estaba vivo; pero pues ya no es posible, á la mano de Dios, que me guie. Y luego se hincó de rodillas y hizo una oracion en voz baja al cielo, pidiendo á Dios le ayudase y le diese buen suceso en aquella, al parecer, peligrosa y nueva aventura, y en voz alta dijo luego: –¡Oh señora de mis acciones y movimientos, clarísima y sin par Dulcinea del Toboso! si es posible que lleguen á tus oidos las plegarias y rogaciones deste tu aventurero amante, por tu inaudita belleza te ruego las escuches, que no son otras que rogarte no me niegues tu favor y amparo, ahora que tanto le he menester. Yo voy á despeñarme, á empozarme y a hundirme en el abismo que aquí se me representa, sólo porque conozca el mundo que, si tú me favoreces, no habrá imposible á quien yo no acometa y acabe; y en diciendo esto, se acercó a la sima. Vió no ser posible descolgarse ni hacer lugar á la entrada, si no era á fuerza de brazos ó á cuchilladas; y así, poniendo mano á la espada, comenzó á derribar y á cortar de aquellas malezas que á la boca de la cueva estaban, por cuyo ruido y estruendo salieron por ella una infinidad de grandísimos cuervos ó grajos, tan espesos y con tanta priesa, que dieron con Don Quijote en el suelo; y si él fuera tan agorero como católico cristiano, lo tuviera á mala señal, y excusara de encerrarse en lugar semejante. Finalmente se levantó; y viendo que no salian más cuervos ni otras aves noturnas, como fueron murciélagos (que asimismo entre los cuervos salieron), dándole soga el primo y Sancho, se dejó calar al fondo de la caverna espantosa;" No podemos evitar, al leer este episodio, que nos venga a la mente otra sima que conocemos (aunque a diferencia de Don Quijote no nos atrevemos a bajar): la Torca de Fuencaliente, cuya boca descomunal se abre en una pedregosa loma salpicada de sabinas en un silvestre paraje de la provincia de Soria, y que tiene más de ochenta metros de caída vertical, sólo apta para expertos. Todos los días, a la puesta del sol, puede contemplarse el hermoso espectáculo de bandadas de chovas (especie de córvidos de pequeño tamaño) que se acercan a la sima volando, y tras realizar varias maniobras de aproximación, enfilan y se zambullen en picado sincronizadamente hacia el interior del gigantesco pozo, en cuyas paredes cuelgan ocultos sus nidos, en medio de una ensordecedora algarabía de graznidos que sube de las profundidades. Se da también en esta sima una nutrida presencia de murciélagos que salen revoloteando hacia el exterior a esas mismas horas. De nuevo resuenan en nuestras neuronas, al leer
estos párrafos,
pequeñas observaciones que nos retrotraen a vivencias
experimentadas
en nuestras propias carnes. Cuántas veces no habremos gritado
que
nos den 'soga y más soga' cuando descendemos haciendo rappel
a esos tenebrosos abismos, y pasada una distancia comprobamos que
nuestras
voces retumban y reverberan en mil ecos al chocar contra las
bóvedas
de la caverna, haciendo nuestras palabras ininteligibles. Qué
parecido
a un brusco despertar es el regreso al mundo exterior tras haber pasado
varias horas en un inframundo que, lejos de revestir caracteres
infernales,
como los tópicos o prejuicios de los habitantes de la superficie
pudieran hacer creer, encierra por el contrario 'sabrosas
y agradables vistas que ningún humano ha visto ni pasado'.
Cómo no identificarnos con la escena en que el explorador,
agotado
tras la aventura, recupera fuerzas con una copiosa merienda-cena antes
de rememorar y narrar a los contertulios todo lo visto y ocurrido en el
fondo de los abismos terrestres.
Capítulo XXIII De las admirables cosas que el extremado Don Quijote contó que había visto en la profunda cueva de Montesinos, cuya imposibilidad y grandeza hace que se tenga esta aventura por apócrifa "Las cuatro de la tarde serían cuando el sol, entre nubes cubierto, con luz escasa y templados rayos dió lugar á Don Quijote para que sin calor y pesadumbre contase a sus dos carísimos oyentes lo que en la cueva de Montesinos había visto, y comenzó en el modo siguiente: –Á obra de doce ó catorce estados de la profundidad de esta mazmorra, á la derecha mano, se hace una concavidad y espacio, capaz de poder caber en ella un gran carro con sus mulas. Éntrale una pequeña luz por unos resquicios ó agujeros, que lejos le responden, abiertos en la superficie de la tierra. Esta concavidad y espacio ví yo á tiempo cuando ya iba cansado y mohino de verme, pendiente y colgado de la soga, caminar por aquella escura región abajo, sin llevar cierto ni determinado camino; y así, determiné entrarme en ella y descansar un poco. Dí voces, pidiéndoos que no descolgásedes más soga hasta que yo os lo dijese; pero no debistes de oirme. Fui recogiendo la soga que enviábades; y haciendo de ella una rosca ó rimero, me senté sobre él pensativo ademas, considerando lo que hacer debia para calar al fondo, no teniendo quien me sustentase; y estando en este pensamiento y confusion, de repente y sin procurarlo me asaltó un sueño profundísimo, y cuando ménos lo pensaba, sin saber cómo ni cómo no, desperté dél y me hallé en la mitad del más bello, ameno y deleitoso prado que puede criar la naturaleza ni imaginar la más discreta imaginación humana. Despabilé los ojos, limpiémelos, y vi que no dormía, sino que realmente estaba despierto (...) Ofrecióseme luego á la vista un real y suntuoso palacio ó alcázar, cuyos muros y paredes parecian de transparente y claro cristal fabricados; del cual, abriéndose dos grandes puertas, ví que por ellas salia, y hacia mí se venia un venerable anciano, (...) Llegóse a mí, y lo primero que hizo fue abrazarme estrechamente, y luego decirme: –Luengos tiempos há, valeroso caballero Don Quijote de la Mancha, que los que estamos en estas soledades encantados esperamos verte, para que dés noticia al mundo de lo que encierra y cubre la profunda cueva por donde has entrado, llamada la cueva de Montesinos: hazaña sólo guardada para ser acometida de tu invencible corazon y de tu ánimo estupendo. Ven conmigo, señor clarísimo; que te quiero mostrar las maravillas que este transparente alcázar solapa, de quien yo soy alcaide y guarda mayor perpétua, porque soy el mismo Montesinos, de quien la cueva toma nombre. (...) nos tiene aquí encantados el sabio Merlin, há muchos años; y aunque pasan de quinientos, no se ha muerto ninguno de nosotros; solamente faltan Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando, por compasion que debió tener Merlin dellas, las convirtió en otras y tantas lagunas, que ahora en el mundo de los vivos y en la provincia de la Mancha las llaman las lagunas de Ruidera; Guadiana (...) fue convertido en un rio llamado de su mesmo nombre, el cual, cuando llegó á la superficie de la tierra y vió el sol del otro cielo, fue tanto el pesar que sintió de ver que os dejaba, que se sumergió en las entrañas de la tierra; pero, como no es posible dejar de acudir á su natural corriente, de cuando en cuando sale y se muestra donde el sol y las gentes le vean. Vanle administrando de sus aguas las referidas lagunas, con las cuales, y con otras muchas que se le llegan, entra pomposo y grande en Portugal." Indice de textos Además de instruirle sobre el origen de
las lagunas
de Ruidera y del intermitente Guadiana, el anciano Montesinos presenta
a Don Quijote otros seres que, encantados por el mago Merlín,
viven
en el alcázar subterráneo, como el caballero Durandarte,
su esposa Belerma, y un nutrido séquito de sirvientas,
personajes
todos ellos salidos de los libros de caballerías a los que tan
aficionado
era el hidalgo, que se lleva un gran disgusto cuando Montesinos osa
comparar
la belleza de Belerma con la de su señora la sin par Dulcinea
del
Toboso. 'Aun me maravillo yo, dijo Sancho, de
cómo
vuesa merced no se subió sobre el vejote, y le molió a
coces
todos los huesos, y le peló las barbas, sin dejarle pelo en
ellas'. "Á esta sazon dijo
el primo: Está también el tema de la
credibilidad en
entredicho de Don Quijote, que coleará a lo largo del resto de
la
novela. Sancho no se ha atrevido a bajar a la sima, pero tampoco puede
dar crédito al relato de lo visto y oído por su
señor
Don Quijote en el interior de la misma, y así se lo manifiesta
en
repetidas ocasiones, y se lo discute en ingeniosos diálogos
donde
el autor juega una vez más con los planos intercambiables de lo
real y de lo imaginario, con la deliberada confusión entre lo
verdadero
y lo ficticio que se da constantemente en el libro: "(...) perdóneme
vuesa merced,
señor mio, si le digo que de todo cuanto aquí ha dicho,
lléveme
Dios (que iba á decir el diablo) si le creo cosa alguna
(...) Creamos o no a Don Quijote, hay que dejar
constancia de
que nuestro valeroso caballero andante exageró un tanto el
relato
de sus aventuras subterráneas, pues ocurre que la célebre
cueva de Montesinos existe en la vida real (o al menos como tal es
identificada
una cavidad cercana a las lagunas de Ruidera) y, como cualquier
visitante
puede comprobar, no se trata sino de una pequeña cueva de entre
cinco y siete metros de profundidad. Con razón le sobraba cuerda
a Don Quijote cuando descendía a la sima. No cabe reprochar,
empero,
intención de engaño al caballero de la Triste Figura,
enderezador
de tuertos, socorredor de menesterosos y espejo de espeleólogos,
tenida en cuenta su desaforada imaginación, que tomaba a las
ventas
por castillos, los rebaños de ovejas por ejércitos
guerreros,
y los molinos por gigantes. "(...) llegándose
Don Quijote
á Sancho al oido, le dijo: No terminan aquí las aventuras
espeleológicas
que la novela describe. Pero esta vez, el protagonista será muy
a su pesar Sancho Panza, tal y como se relata en el capítulo 55
de la segunda parte. Sancho ha salido escaldado y descalabrado de su
cargo
de gobernador de la ínsula Barataria y vuelve al castillo de los
duques donde está su señor alojado.
Capítulo LV De cosas sucedidas á Sancho en el camino, y otras, que no hay más que ver "El haberse detenido Sancho con Ricote no le dió lugar á que aquel día llegase al castillo del duque; puesto que llegó media legua dél, donde le tomó la noche, algo escura y cerrada; pero, como era verano, no le dió mucha pesadumbre; y así, se apartó del camino con intencion de esperar la mañana; y quiso su corta y desventurada suerte que, buscando lugar donde mejor acomodarse, cayeron él y el rucio en una honda y escurísima sima que entre unos edificios muy antiguos estaba. Y al tiempo del caer, se encomendó á Dios de todo corazon, pensando que no había de parar hasta el profundo de los abismos; y no fue así, porque, á poco más de tres estados, dió fondo el rucio, y él se halló encima dél, sin haber recebido lision ni daño alguno. Tentóse todo el cuerpo y recogió el aliento, por ver si estaba sano ó agujereado por alguna parte; y viéndose bueno, entero, y católico de salud, no se hartaba de dar gracias á Dios, nuestro Señor, de la merced que le habia hecho, porque sin duda pensó que estaba hecho mil pedazos. Tentó asimismo con las manos las paredes de la sima, por ver si seria posible salir della sin ayuda de nadie; pero todas las halló rasas y sin asidero alguno, de lo que Sancho se congojó mucho, (...) –¡Ay! dijo entónces Sancho Panza, y ¡cuán no pensados sucesos suelen suceder á cada paso á los que viven en este miserable mundo! ¿Quién dijera que el que ayer se vió entronizado, gobernador de una ínsula, mandando á sus sirvientes y á sus vasallos, hoy se había de ver sepultado en una sima, sin haber persona alguna que le remedie, ni criado ni vasallo que acuda a su socorro? Aquí habrémos de perecer de hambre yo y mi jumento, si ya no nos morimos ántes, él de molido y quebrantado, y yo de pesaroso; á lo ménos no seré yo tan venturoso como lo fue mi señor Don Quijote de la Mancha cuando descendió y bajó á la cueva de aquel encantado Montesinos, donde halló quien le regalase mejor que en su casa; que no parece sino que se fué á mesa puesta y á cama hecha. Allí vió él visiones hermosas y apacibles, y yo veré aquí, á lo que creo, sapos y culebras. ¡Desdichado de mí, y en qué han parado mis locuras y fantasías! De aquí sacarán mis huesos, cuando el cielo sea servido que me descubran, mondos, blancos y raidos, y los de mi buen rucio con ellos, por donde quizá se echará de ver quién somos, á lo menos de los que tuvieren noticias que nunca Sancho Panza se apartó de su asno, ni su asno de Sancho Panza." Indice de textos Sancho Panza pasa toda la noche lamentando su
desgracia,
y al llegar la claridad del día comprende que es de toda suerte
imposible salir de aquel pozo sin ayuda. Da voces sin que nadie pueda
escucharle,
recoge las alforjas, da de comer un pedazo de pan a su jumento, 'que
no le supo mal'. "En esto descubrió
á
un lado de la sima un agujero, capaz de caber por él una
persona,
si se agobiaba y encogia. Acudió á él Sancho
Panza,
y agazapándose, se entró por él, y vió que
por de dentro era espacioso y largo; y púdolo ver porque, por lo
que se podía llamar techo, entraba un rayo de sol, que lo
descubria
todo. Vió tambien que se dilataba y alargaba por otra concavidad
espaciosa; viendo lo cual, volvió á salir adonde estaba
el
jumento, y con una piedra comenzó á desmoronar la tierra
del agujero, de modo que en poco espacio hizo lugar donde con facilidad
pudiese entrar el asno, como lo hizo; y cogiéndole del cabestro,
comenzó á caminar por aquella gruta adelante, por ver si
hallaba alguna salida por otra parte; á veces iba á
escuras
y á veces sin luz, pero ninguna vez sin miedo.
Salta ahora el narrador de punto de vista y
vuelve a centrarse
en Don Quijote, que está en un campo cercano al castillo de los
duques, de donde es huésped de honor, entrenándose para
un
duelo contra el lacayo Tosilos, con el propósito de reparar la
honra
de la hija de doña Rodríguez. "(...) dando un repelon
ó
arremetida á Rocinante, llegó á poner los
piés
tan junto á una cueva, que á no tirarle fuertemente las
riendas,
fuera imposible no caer en ella. En fin, le detuvo, y no cayó; y
llegándose algo más cerca, sin apearse, miró
aquella
hondura, y estándola mirando, oyó grandes voces dentro, y
escuchando atentamente, pudo percebir y entender que el que las daba
decía: Acude Don Quijote a pedir rescate al castillo de
los duques,
que 'no poco se maravillaron' al escuchar
el suceso. Cervantes Saavedra, Miguel
de. 'El
ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha'
|
fotoAleph:
Paisajes de las cavernas (1)
Otras 36 fotos, de la primera entrega de esta
exposición
colectiva de fotografía espeleológica.
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Paisajes de las cavernas (3)
62 fotos más, de la tercera entrega de esta
exposición
colectiva de fotografía espeleológica.
fotoAleph:
Viajes dentro de la Tierra
60 fotos más, de la cuarta entrega de esta
exposición
colectiva de fotografía espeleológica.
Las
lecciones de abismo del profesor Verne
La novela 'Viaje al centro de la Tierra', a la luz de la
espeleología, en fotoAleph.
Bibliografía consultada:
- Cervantes Saavedra, Miguel de. El ingenioso hidalgo Don
Quijote
de la Mancha (grabados de Gustave Doré. J. Pérez del
Hoyo, Madrid, 1967)
- Martínez Hernández, José. Manual de
espeleología
(Ediciones Desnivel, 1997)
- V.V.A.A. Catálogo espeleológico de Navarra.
Trabajos del Grupo de la 'Institución Príncipe de Viana',
1953-1979. (Diputación Foral de Navarra. Institución
Príncipe
de Viana. Pamplona, 1980)
- V.V.A.A. El Mundo Subterráneo en Euskal Herria.
Geografía
del karst. Cultura. Criptopaisajes (Editor: Txomin Ugalde,
Editorial
Ostoa, S.A., Lasarte-Oria, 1997)
PAISAJES DE LAS CAVERNAS (2)
Exposición colectiva
Indice de textos
Don Quijote, pionero de la espeleología
1. De cómo
bajó
Don Quijote a la sima de Montesinos
2. De lo que vio Don
Quijote allí dentro
3. Sancho Panza,
espeleólogo
por accidente
Enlaces a webs de espeleología
Bibliografía
Indices
de fotos
Indice 1
Cueva de Arrarats
Indice 2
Cuevas de Arrarats, Basaura, Los Cristinos
Indice 3
Cuevas de Arleze, Astiz
Indice 4
Cuevas de la Galiana Baja, Orillares
PAISAJES DE LAS CAVERNAS (2)
Exposición colectiva
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