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 PAISAJES DE LAS CAVERNAS (3)
 Exposición colectiva de fotografía espeleológica
Paisajes de las cavernas 3   
   Quienes se adentren en esta exposición van a tener el privilegio de contemplar los más extraños y maravillosos paisajes que nunca una mente sería capaz de concebir: los que se ocultan en la noche eterna de las profundidades de la Tierra. Pasen y vean: escenarios propios de otros mundos, lagos subterráneos, catedrales naturales, parajes insólitos de una belleza fantasmagórica que pocos seres humanos tienen la posibilidad de conocer a causa de las dificultades y peligros que conlleva su acceso. Es la tercera parte de la exposición colectiva de fotografía espeleológica de fotoAleph, con 62 fotos inéditas de Luis Moreno, Fidel Moreno y Agustín Gil.
  
62 fotografías on line

Indice de textos
Cuevas. La última terra incognita
Incidentes cavernícolas
Cómo fotografiar una cueva y sobrevivir al intento
Cuevas con historia
Una exposición colectiva y abierta
   
Amaya o las cuevas en el siglo XIX
   
Enlaces a webs de espeleología
Bibliografía
Indices de fotos
Indice 1   Cueva de Akuandi
Indice 2   Cuevas de Noriturri, Los Cristinos, Zugarramurdi y Sara
Indice 3   Cuevas de Astiz y Alli
Indice 4   Cuevas de Sorogain, Irati, Vidangoz, Learza, Aizpun y Aralar
Indice 5   Cuevas de Agiñekolezia, La Leze, Soria, Marruecos y Melilla


  
1.  Cuevas. La última terra incognita
  
  
   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...

                                                                             (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)




   Vi una laberíntica red de pasadizos y galerías que parecía expandirse ilimitadamente perforando lo profundo de la Tierra, sin llegar nunca a su fin.
   Al internarme por aquel dédalo, pude ver por el trayecto parajes inusitados que pocos ojos humanos han tenido el placer de contemplar. Vi asombrosas catedrales construidas por la sola acción de la naturaleza, vi lagos subterráneos rodeados de bosques de columnas. Vi dragones y guerreros, vi mazmorras y dinosaurios.
   Vi en todo su esplendor la fantástica belleza del universo que se esconde debajo de nuestros pies.
   Vi otros mundos que están en éste: los paisajes de las cavernas.

  
  
   Tenemos el placer de presentar al público la tercera parte de la exposición colectiva de fotografías espeleológicas que viene exhibiéndose en fotoAleph bajo el epígrafe de 'Paisajes de las cavernas', donde mostramos una selección de 62 imágenes tomadas a lo largo del último año en cuevas y simas de Navarra, Álava, Lapurdi, Soria y Marruecos. 
   Lejos de haber agotado el tema, comprobamos perplejos que esto no ha hecho más que empezar. Cuantas más cuevas vamos sumando a nuestro currículo, más noticias nos llegan de la existencia de otras cuevas y simas bajo el suelo que pisamos. La última edición del Catálogo Espeleológico de Navarra (1992) registra más de dos mil cavidades naturales sólo en esta provincia y estima en otro millar las todavía por detectar entre los intrincados macizos kársticos que salpican su geografía. 
Cueva de El Carlista (Sorogain, Navarra)   Son cuevas en su mayoría de una belleza extraña y salvaje, decoradas por la acción del tiempo y de las aguas con las más insólitas formaciones calcáreas, inundadas de extensos lagos, recorridas por caudalosos ríos, cortadas por simas que se hunden en la negrura de los abismos. Cavernas inmensas, que no terminamos nunca de explorar por más incursiones que realicemos a su interior, como si se fueran estirando y haciendo cada vez más profundas. Paisajes soterrados, ocultos a los ojos humanos, de irreales formas y colores, en todo disímiles a los que acostumbramos a ver en la superficie, semejantes más bien a los escenarios evanescentes en que transcurren nuestros sueños y pesadillas. 
   Es otro mundo, paralelo al nuestro. Un mundo secreto y escondido, pero que posee múltiples puertas de entrada, que estamos comenzando a franquear. Un universo prodigioso que nos espera aquí al lado, ahí debajo, invitándonos permanentemente a la exploración. Que de vez en cuando, sí, nos depara buenos sustos y peligros, pero que constituye también un filón inagotable de satisfacciones para cualquier amante de la naturaleza. En una sociedad progresivamente mediatizada por la realidad virtual, el mundo de las cuevas, además de formar parte de la estricta realidad real, es, junto a las fosas marinas abisales, la última terra incognita, el postrero de los espacios terrestres aún por descubrir. Un ámbito donde aún puede surgir eso que se conoce como aventura. 
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   Poco a poco, cueva a cueva, nuestra afición se va convirtiendo en pasión. Localizamos nuevas cavidades, y vamos confirmando que todas son muy diferentes entre sí, y a cada cual más hermosa e impresionante. Al emerger a la superficie, regresamos siempre como deslumbrados, y no es tanto por volver a ver el sol como por las maravillas sin cuento que han recreado nuestros ojos en el viaje subterráneo. Salimos también un tanto descolocados debido a la absoluta imposibilidad de predecir el trayecto y los accidentes orográficos con que nos toparemos en cada cueva, que nunca resulta ser como nos la habíamos imaginado. 
   Bueno, al menos salimos. Tal vez sea por lo clara que tenemos la importancia de ir bien asegurados a la hora de visitar estos peligrosos parajes, y de evitar a ser posible todo riesgo innecesario. Conforme nos vamos metiendo (literalmente) más en profundidades vamos reforzando la seguridad de nuestros movimientos. La inmensa mayoría de las oquedades de nuestro entorno o son simas, o son cuevas que terminan en simas. Las hay a miles, y pueden tener desde unos pocos metros de desnivel a los mil cuatrocientos metros de algunas simas del macizo de Larra. Ante este panorama, no es cuestión de andarse con chiquitas, y por sistema vamos ya a las cuevas equipados con los materiales imprescindibles: casco para los coscorrones, cuerdas, arneses de cintura y pecho, mosquetones, un 'ocho', 'spits' para los anclajes, un artilugio llamado 'descendedor con stop' para bajar los abismos, unos 'yumar' para remontarlos, un 'croll' para asegurar todavía más el proceso, e incluso a veces alguna cuerda de más y algún nudo de más para apoyo psicológico (alguno de nosotros ha tenido que aprender por las bravas las técnicas elementales de escalada a sus cincuenta años y padeciendo de vértigo; o eso, o se quedaba sin ver un montón de cuevas, y en este caso ha podido más la curiosidad). 
   Si alguien piensa que son muchos aparatos a cargar, recordaremos que no hemos mencionado la iluminación: añádanse al equipo frontales y lámparas de carburo y, cuando vamos de sesión fotográfica, cámaras, trípodes y focos. Y no es eso todo: a veces hay que navegar por un río subterráneo o atravesar algún lago, con lo que hay que acarrear también barcas hinchables con sus correspondientes remos. Piénsese además que tamaño equipaje ha de ser arrastrado por interminables y claustrofóbicas gateras, tan angostas que ni a gatas se pueden recorrer, como no sea barriendo el suelo con la tripa y restregando la espalda contra el techo; da resultado para ello montar un tinglado a base de una cuerda con los extremos atados formando una especie de correa de transmisión, a la que enganchar las mochilas para su transporte por el túnel. 
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   De vez en cuando hacemos entrenamientos al aire libre, bajando cañones. En Navarra estamos bien provistos de ellos, desde barrancos de pequeña dificultad, con caídas de unos 20 ó 30 metros, hasta foces y cañones descomunales sólo aptos para expertos escaladores. En algunos de estos cañones (los fáciles) practicamos a la luz del día lo que luego vamos a repetir en la oscuridad de las simas, en condiciones mucho más adversas. Aprendemos a fijar los anclajes, a montar fraccionamientos para impedir el roce de las cuerdas contra la piedra, a descender en 'rappel' por paredes y extraplomos en caída libre, a recuperar las sogas en caso necesario, a trepar a pulso con ayuda de unos pedales sujetos a los puños de los 'yumar'. 
   Todo es poco a la hora de enfrentarnos a los mil imponderables con que nos vamos a encontrar en lo profundo de las simas. En alguna ocasión, como en la travesía de la sima de La Leze (sierra de Altzania, Álava, fotos 50, 51 y 52), hemos tenido que embutirnos en trajes de neopreno para poder descender entre las cascadas de agua y nadar a través de la sucesión de lagunas de agua helada que jalonan esta especie de cañón subterráneo que atraviesa de lado a lado una montaña, con el fin de no terminar congelados cual carámbanos. Otras veces hay que progresar a cuatro patas, o deslizándonos por toboganes, o haciendo contorsiones y malabarismos circenses para poder sortear los inverosímiles obstáculos con que nos tropezamos a cada paso en el avance. Ríase usted de los aquaparks y portaventuras: aquí están los auténticos parques temáticos. El tema es que se ponen en funcionamiento todas las posturas que el cuerpo humano puede adoptar, se queman grasas a litros, y cada lunes amanecemos con unas agujetas que nos hacen descubrir músculos de nuestro cuerpo que ignorábamos tener. Dudamos de que exista otro deporte que proporcione un ejercicio físico tan completo. Ni tan extenuante. 

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2.  Incidentes cavernícolas
 
   Pese a que tomamos todas las precauciones necesarias, no nos libramos de los accidentes. Ya hemos sufrido unos cuantos en nuestro grupo, afortunadamente de poca monta. Cuando menos se lo espera uno, un resbalón nos lanza vuelta al aire y nos hace aterrizar sobre el trasero con un formidable batacazo, saliendo disparados los focos y linternas en todas direcciones con enorme estrépito. La paradoja está en que por lo general estas cosas ocurren en lugares sin ninguna dificultad aparente, y a veces tras haber ya superado los más peligrosos obstáculos de la caverna, y es que los suelos de las cuevas son accidentados y resbaladizos hasta el extremo. Uno de nosotros ha tenido ya así una rotura de maléolo (un hueso del tobillo) que le supuso una operación quirúrgica y varios meses de baja; otro, una fisura en una costilla producida por un golpe al bascular descendiendo una sima, y otro se ha librado de milagro de una pedrada en el cráneo gracias al casco, aunque se torció un dedo al atravesar nadando una poza. Eso ha sido todo por ahora, y tocamos madera, sabiéndonos afortunados por no haber sufrido mayores contratiempos; por otra parte, la experiencia nos va reafirmando en el convencimiento de que lo más peligroso de las cuevas es el tráfico de las carreteras de ida y vuelta a las mismas. 
Cueva de Los Cristinos (Urbasa, Navarra)   Ante tales contingencias, tenemos bien presente que la verdadera seguridad no reside en abonar primas a no se sabe qué compañía de seguros, sino en conformar el adecuado equipo humano para un eventual rescate. La solidaridad y el compañerismo lo son todo en las cuevas. Instintivamente evitamos entrar en juegos del tipo 'a ver quién es el más valiente' o 'a ver quién llega más lejos': la única competición admisible en estas actividades subterráneas es la competición con uno mismo. 
   Acordarse de la mujer e hijos al asomarse a las simas contribuye también mucho a extremar la prudencia en la operación de bajada. Pero nuestro más eficaz sistema de seguridad suele ser la siguiente admonición: "Acuérdate de que puedes acabar con un guardia civil haciéndote el boca a boca", y sólo pensar en tal eventualidad nos impele a ser muy estrictos en cuestiones de aseguramiento, no vaya a ser que nos pase como al individuo de más de cien kilos que –según nos contaron en la venta de Lizarraga– bajó a la sima de Usaide (sierra de Andía, Navarra) una nochebuena, y no pudiendo subir de vuelta, al haber agotado sus fuerzas trepando por la cuerda, hubo de ser sacado de allí por la guardia civil y los bomberos, en una complicada operación rescate que involucró a todas las gentes de los alrededores. 
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   Sabemos escarmentar en cabeza ajena y tomamos buena nota de todos estos posibles percances. Descender 'rapelando' una sima es relativamente fácil, pero no se puede olvidar la segunda parte: que tras bajar hay que subir; y que cuanto más hayamos descendido, más dura será la subida. Por eso vamos avanzando escalonadamente en nuestras prácticas espeleológicas, probando a bajar simas cada vez un poco más profundas y un poco más complicadas, conscientes de que en este terreno no pasaremos nunca de ser unos eternos aprendices. Sin embargo, con cada nuevo escalón que superamos, se nos va ampliando nuestro abanico de posibilidades, se nos abren cien nuevas puertas de acceso a prometedoras cuevas que antes nos estaban técnicamente vedadas. Y cuantas más cavidades conocemos, más se acrecienta el espacio de lo que desconocemos, mayor es el margen de terra incognita a explorar dentro de este universo subterráneo que parece expandirse y no tener fin. 
   Tenemos la costumbre de dejar en casa una nota con el nombre de la cueva a la que entramos cada vez, para que sepan dónde habrían de rescatarnos si se diera el caso, aunque solemos recomendar a la familia que no empiece a preocuparse hasta que pasen por lo menos tres días sin recibir noticias nuestras. La gente nos hace con frecuencia esta desconcertante pregunta: "¿Lleváis móvil a las cuevas?", y debemos entonces recordar que el siglo XXI lo dejamos atrás cada vez que nos metemos en un agujero, y que en esos parques jurásicos y cretácicos por donde transitamos no hay por ahora cobertura. 
   Un amigo suele preguntarnos siempre por el número de expedicionarios que vamos a cada cueva: "Es para saber qué tamaño de lápida encargar", apostilla con un humor negro muy suyo. Este mismo colega, miembro esporádico de nuestro grupo, habla con conocimiento de causa: una vez nos acompañó a una cueva de La Rioja, y tuvo la mala suerte de no sólo perderse dentro de una sima, sino de quedarse además atascado en una grieta de un caos rocoso extremadamente inestable, tumbado y sin poder avanzar ni retroceder, mientras que el forcejeo para liberarse provocaba que cayeran sobre él (y sobre otro coexpedicionario que circulaba en esos momentos por otra galería a un nivel inferior) chorros de polvo seco y piedrecillas, como preludiando un derrumbamiento inminente de los tremendos bloques que pendían sobre su cuerpo. Al final logró escaparse, reptando marcha atrás por el agujero más inverosímil del pedrusquerío, pero se puede decir que éste es el mayor susto (o casi) que hemos tenido hasta ahora en nuestro historial troglodita; el protagonista, por su parte, dice que en aquel trance le pareció ver una guadaña brillando por allí, a pesar de la total oscuridad del sitio. 
Cueva de Akelar (Alli, Navarra)   Indice de textos 
   Por suerte, este tipo de sobresaltos constituyen la excepción. La regla es que nos lo pasamos en grande metiéndonos en los agujeros. Una vez, un miembro de nuestro grupo perdió la cartera en el interior de una cueva (la de Akelar, Alli, en el Aralar navarro, fotos 34, 35 y 36), con lo que tuvimos que organizar una segunda excursión de rescate. Acudimos a los quince días, y allá estaba esperando intacta, en el suelo de una galería del fondo. Como no hay mal que por bien no venga, tuvimos la suerte de encontrarnos además un carrete de fotos que también habíamos perdido el día de marras al arrastrarnos por los tubos y toboganes, pero sobre todo de descubrir, tras franquear dos de nosotros una encharcada gatera, que la cueva continuaba varios kilómetros más y era muchísimo más grande de lo que habíamos supuesto hasta entonces. Con lo cual, la dejamos pendiente para una tercera exploración. A este paso, nos harán falta varias vidas si queremos visitar a fondo sólo las cuevas que tenemos en los alrededores; ganas nos dan de hacernos hindúes o budistas. 
   Aquel día, para celebrarlo, montamos en la sala principal de la cueva un espectáculo de luz y sonido. El sonido lo emitía un gran radiocassette portátil que ocupaba toda una mochila, y la luz, los focos que solemos llevar para hacer fotografías. Pusimos a todo volumen la Tocata y fuga en re menor de Bach, interpretada al órgano de la parroquia de San Nicolás de Pamplona por nuestro paisano José Ignacio Martínez Zabaleta, y juramos que nunca tan archiconocida pieza había sonado en nuestros oídos con un sentido tan intenso y profundo, ni en un escenario más adecuado. En una grandiosa sala decorada de estalagmitas gigantes con formas de hongos, y columnas y coladas calcáreas configurando el tipo de formaciones que –precisamente– denominan 'tubos de órgano', los barrocos acordes de Bach retumbaban en las bóvedas y reverberaban por los rincones, transfigurando la negra caverna hasta crear un extraño clima de misterio, un ambiente casi numinoso. Los rayos de luz, barriendo con sus haces en todas direcciones, al iluminar las esbeltas estalactitas del techo parecían seguir el compás de las notas más agudas del órgano mientras las estalagmitas hacían el contrapunto. Cuando la melodía descendía a sus registros más graves, parecía describir con sus densos armónicos las tenebrosas profundidades de la caverna, envueltas en perpetuas tinieblas, haciéndonos sentir escalofríos. Gracias, Juan Sebastián. Fue un momento mágico. 
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3.  Cómo fotografiar una cueva y sobrevivir al intento
 
   Como puede verse, no nos faltan motivos de entretenimiento en el interior de la Tierra. Nuestro campo de exploración es doble. Por un lado, las cuevas. Por el otro, y de forma simultánea, la fotografía espeleológica. Y pasa que a medida que vamos profundizando en ambos terrenos, vamos siendo cada vez más conscientes de lo mucho que nos queda aún por recorrer. Creemos que poco a poco va mejorando la calidad técnica de nuestras fotos cavernarias, y esa evolución se aprecia a simple vista con sólo contemplar cronológicamente nuestras exposiciones, pero al mismo tiempo sabemos que todavía se pueden mejorar mucho, y que el aprendizaje no terminará nunca, pues cuantas más técnicas y trucos incorporamos a nuestro bagaje, más opciones se nos plantean y, por consiguiente, más dudas. 
   ¿Cómo fotografiar una cueva de forma que la imagen logre transmitir algo de su rara e inquietante belleza? Hay que advertir que quien se ponga a la tarea, lo primero que va a ver por el visor es esto: 
 
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   En esas condiciones, el fotógrafo deberá encuadrar y enfocar sus motivos casi a tientas y medio adivinándolos. Al sacar la cámara de su estuche, la diferencia de temperaturas provocará para empezar que el vidrio del objetivo se empañe. A ciertas alturas de la cueva lo normal es que el fotógrafo esté ya hecho una croqueta, pringado de barro hasta las cejas, con lo que se las puede ver y desear para desempañar la lente sin que se le llene a la vez de polvo. Si el suelo es un pedregal caótico, como ocurre de continuo, el trípode andará tambaleándose en un equilibrio inestable. Luego hay que calcular diafragmas y velocidades, lo que no es fácil, pues las variables que intervienen en la iluminación son infinitas: dependen del tamaño de la sala o galería a fotografiar, de la potencia lumínica de los focos, del color de las luces, de las trayectorias de sus barridos, de las distancias y posiciones, de que sean luces directas, laterales, contraluces o flashes, y de todas las posibles combinaciones entre estos factores. A la hora de disparar, deberá cuidar hasta de contener la respiración, ya que si no, el vaho que se forma por la condensación de la humedad hará aparecer un espeso banco de niebla delante del objetivo, arruinando la foto. 
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Cueva de Akuandi (Urbasa, Navarra)   La presencia de lagos subterráneos en las cavernas permite la posibilidad de jugar con otro tipo de efectos visuales. Si las aguas están inmóviles, como ocurre en el hermoso lago de la cueva de Akuandi (sierra de Urbasa, Navarra, fotos 01 a 12), e iluminamos sólo los techos y bóvedas de la sala, se producirá un efecto espejo, reflejándose el techo en la superficie del lago, invertido como si fuera el suelo, y las estalactitas colgantes parecerán estar saliendo del agua, superponiéndose su imagen con la de las estalagmitas que realmente emergen: lo real y lo virtual mezclados en una misma instantánea (foto09). 
   Con la práctica, hemos aprendido que el negro tiene también un papel en la fotografía de cuevas. No por inundar de luz una sala hasta el último de sus rincones va a ser la foto necesariamente mejor. A veces interesa dejar partes del encuadre sin iluminar, zonas de sombra, ángulos oscuros, espacios en negro puro y duro, pues ello aumenta visualmente la profundidad de los paisajes subterráneos, y les presta un aura añadida de misterio. Pensamos que es también conveniente colocar de vez en cuando elementos humanos, estratégicamente situados dentro del encuadre, con el fin de dar una idea de las inmensas proporciones de las salas, por referencia al tamaño de las personas. 
   Esto implica cierto grado de organización dentro del grupo, ya que los largos tiempos de exposición de las fotos (15, 30 ó 40 segundos) exigen la inmovilidad total del modelo durante esos intervalos, si se desea que no salga borroso o con pintas de espectro (lo cual tampoco está tan mal). La verdad es que pocas veces conseguimos poner en nuestras incursiones cueviles el mínimo de disciplina necesario para poder hacer las fotos como mandan las canons. Componemos un grupo un tanto atrabiliario y un mucho anarquizante, de todo punto imposible de controlar, con lo que a menudo aparecerán sinuosas estelas de luz atravesando de parte a parte las fotos, producidas por el frontal de alguien que se pasea por delante del objetivo en el momento del disparo, y las superficies de los lagos aparecerán movidas o enturbiadas por algún otro elemento que no ha podido esperar sin meter los pies en el agua para proseguir el camino. Si alguien se echa un cigarrillo (pese a que pedimos al personal abstenerse de fumar al menos hasta haber acabado con las fotos, en esta cuestión se nos hace el mismo caso que al gobierno con sus advertencias anti-tabaco), el humo, debido a que en el interior de las cuevas no corre el aire, se instalará sobre la superficie de las aguas como una espesa niebla y nos parecerá estar fotografiando algo así como el lago Ness. El monstruo no andará lejos: abundan las estalagmitas con forma de dinosaurio, de dragón, o de simple bicharraco inclasificable. 
   Con todos estos condicionantes hay que contar, y más, por lo que no queda otro remedio que hacer de la necesidad virtud, y tirar para adelante como se pueda; hemos de confesar que nosotros mismos somos los primeros sorprendidos por el hecho de que a pesar del trajín que nos llevamos salga alguna foto aceptable. Muchas veces son las que menos nos esperábamos. El azar, o la suerte, interfiere también en la fotografía, como en la vida. Y a la postre, no tiene mayor importancia que la foto salga mejor o peor. Lo importante es que nos divertimos. 
   –¿Hay algún otro grupo espeleológico como el vuestro? –nos preguntó una vez un expedicionario invitado a una de nuestras excursiones. 
   –No. Como el nuestro, ninguno. Te lo podemos asegurar. 
 
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4.  Cuevas con historia
 
   Unos pocos comentarios más sobre algunas de las cuevas que aparecen en nuestra exposición. 

  
Cueva de Mendukilo (Astiz, sierra de Aralar, Navarra). 
Cueva de Mendukilo (Astiz, Navarra)   Fotos 25 a 33 
    Esta preciosa cueva, que permanecía cerrada al público desde hace décadas a fin de impedir la depredación de sus frágiles formaciones, ha sido parcialmente habilitada para su visita turística.
   Los visitantes pueden realizar un circuito que incluye la Sala del Dragón (o 'Herensugearen Gela', de herensuge, un monstruo de la mitología vasca, en referencia a una extraordinaria colada calcárea con forma de dragón de dos cabezas; ver foto) y la Sala de los Lagos. Pero debido a las dificultades técnicas que comporta el acceso, no podrán aproximarse a otras salas situadas a niveles inferiores, como la del Guerrero y la del Caballo, que están vedadas al público. 
   Ofrecemos, entre otras, unas imágenes de la inaccesible Sala del Guerrero (foto31), donde destaca la curiosa estalagmita (foto32) que le da su nombre: una especie de gran cabeza humana cubierta por un casco. Para encaminarse hacia la Sala del Guerrero hace falta descolgarse por una estrecha y complicada sima que se abre justo debajo del dragón, como si este bicho fuera centinela de la entrada. En este mundo-al-revés que son las cuevas, donde nada funciona como en el mundo exterior, se da la casualidad de que el dragón custodia en su mazmorra al guerrero, en lugar de a la doncella. ¿'Dragones y mazmorras'? Para qué recurrir a videojuegos, cuando los tenemos en la realidad. 
 
   Otras 9 fotos de la cueva de Mendukilo en Paisajes de las Cavernas (2): fotos 28 a 36
 
   Aprovechamos desde aquí para expresar nuestro agradecimiento al Consorcio Turístico del Plazaola por habernos facilitado la entrada a la cueva. 
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Cueva de la Peña del Cuarto (Learza) 
   Fotos 43 y 44
   Pequeña covacha abierta en un curioso peñasco de rocas estratificadas, que parece como construido con sillares gigantes, cuyo principal interés radica sobre todo en la presencia de grabados rupestres en sus paredes. 
   Se han datado en el neolítico, y consisten en cuatro pequeñas figuras de caballos, en el estilo llamado esquemático, incisas mediante un instrumento punzante en una pared lateral a la entrada de la cueva. Uno de ellos, un poco más grande y de trazo más naturalista que los otros (foto44) tiene dibujada la crin y una larga cola. Este équido aparece atravesado por un par de líneas rectas paralelas verticales, que serían una tosca representación antropomorfa y se podrían interpretar como un jinete. Según Alberto Monreal Jimeno ('Carta arqueológica del Señorío de Learza', 1977), el antropomorfo fue añadido más tarde, como lo delata su estilo más rígido y su incisión más fina. El caballo habría sido dibujado independientemente por su autor, sin intención de incluirlo en una escena de equitación. Posteriormente otro autor superpuso al caballo el estilizado jinete, que presenta dos largos brazos confundidos con las riendas. Los demás équidos, muy esquemáticos, han sido identificados como tales por su semejanza al primero descrito, pero su determinación como especie es mucho más insegura (Gonfran Cháfer Reig, Tipología del Arte Prehistórico en Navarra, 1995-96). 
   La relevancia de estos grabados se acentúa por el hecho de que son muy escasas las muestras de pintura rupestre prehistórica que se han hallado hasta hoy en Navarra. De hecho son los únicos ejemplares, que se conozcan en esta provincia, realizados con técnica de incisión. 
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Valle del Irati 
   El valle navarro por donde discurre el río Irati está encajonado en diversos tramos (sobre todo entre Oroz-Betelu y la presa de Itoiz) por los gigantescos paredones rocosos de las sierras circundantes, cortados aquí y allá por escarpados barrancos con arroyos que afluyen torrenciales al Irati para aumentar su caudal. En muchos de estos acantilados se abren imponentes cavidades, colgadas a media altura de las paredes, que por lo general son cuevas de corto desarrollo, cuando no covachas o simples abrigos roqueros. 
   La foto45 que presentamos en nuestra exposición no pertenece, aunque lo parezca, a una cueva. Se trata de un detalle de concreciones calcáreas en forma de estalactitas, pero su peculiaridad consiste en que se dan al aire libre. En un recóndito barranco boscoso cercano al pueblo de Oroz-Betelu se abre otro barranco lateral, por donde corre en temporada de lluvias un arroyo entre un bosque de arbustos de boj crecidos hasta el tamaño de árboles de grueso tronco. Las aguas de este riachuelo tienen la propiedad de arrastrar una disolución calcárea que se deposita y sedimenta por todo su cauce, tropezando con las ramas caídas de los bojes y envolviéndolas literalmente de una gruesa capa calcárea color crema que se va solidificando con el tiempo. Los matojos de hierbas quedan también solidificados por los sedimentos, con las hojas blanquecinas, rígidas y quebradizas. En las zonas donde se acumulan troncos y ramas caídos, la calcificación llega a formar pequeñas presas que obstruyen el recorrido de las aguas y las embalsan en pozas, muy semejantes a los 'gours' o bañeras naturales que se forman en el interior de las cuevas. Bajo las paredes de estos gours se van creando estalactitas, coladas, medusas y las típicas formaciones que acostumbramos a ver en el mundo subterráneo. Pero aquí están al exterior, como si estuviéramos en una cueva a luz del día. Llamamos 'el bosque petrificado' a este desconocido y mágico paraje . 
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AMAYA O LAS CUEVAS EN EL SIGLO XIX 
   Varias cuevas y abrigos rocosos que mostramos en nuestra exposición evocan los escenarios donde transcurren algunos episodios de la novela 'Amaya o los vascos en el siglo VIII' (1877), del escritor navarro Francisco Navarro Villoslada (1818-1895). 
   Para más información sobre las cuevas en 'Amaya', el tesoro de Aitor, la gruta del dragón de Aralar y la leyenda de Teodosio de Goñi, consultar el estudio titulado 
   Amaya o las cuevas en el siglo XIX. 

  
Cueva de Itxitxoa II (barranco de Arteta, cerca de Aizpun, Navarra). 
   Foto 46 
   Cavidad situada en el cañón que partiendo de cerca de Aizpun baja con bruscas caídas hacia Arteta. Se accede a ella con precaución por fuertes pendientes de hierba. Tiene una gran boca triangular de entrada que da acceso a una galería, cortada ésta a cierta altura por otra transversal, formando ambas una planta en cruz. El extremo de la otra galería da a una gran ventana natural que se asoma a un precipicio justo enfrente de una de las paredes verticales del cañón. 

  
Cueva de San Miguel de Aralar (Navarra). 
   Foto 48 
   El célebre santuario románico de San Miguel de Aralar es uno de los altos lugares espirituales de Navarra. En un agreste paraje de la sierra, dominando la Barranca y las sierras de Urbasa y Andía, constituye un destino de peregrinaciones y romerías, y un centro de devoción muy metido en el alma del pueblo. 
   La tradición sitúa debajo del santuario la gruta habitada por un dragón al que dio muerte el arcángel San Miguel. La iglesia se habría construido en conmemoración del sobrenatural suceso. A falta de indicios que permitan confirmar la existencia de la legendaria gruta, presentamos en nuestra exposición la foto de otra cueva de Aralar, que es la más próxima al monumento, del cual toma su nombre. El vapor de agua que surge del fondo nos trae reminiscencias de las vaharadas que exhalaría en su guarida el terrible dragón. 
   Más información en Amaya o las cuevas en el siglo XIX. 
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CUEVAS DE MARRUECOS 
  
Sima de Friouato (Marruecos)  
Sima de Friouato 
   Fotos 54, 55 y 56 
   A orillas del 'daia' Chikker, en el macizo del Tazzeka, a 30 km al suroeste de la ciudad de  Taza (Marruecos). 
   Clasificada como una de las cuevas más grandes de África del Norte, la espectacular sima de Friouato (la 'Sima del Viento') abre sus fauces como una enorme torca de 30 m de diámetro y 180 m de profundidad que cae en vertical sobre un gran cono de derrubios, para continuar en horizontal durante kilómetros de galerías, con salas abundantes en concreciones calcáreas, y aún no terminadas de explorar. 
   En palabras de Norbert Casteret, maestro de espeleólogos, que bajó por primera vez a la cueva: "La Sima de Friouato nos revela la sorpresa de un descenso relativamente fácil a un abismo que es, creemos, el más bello que se pueda contemplar, pues tiene un considerable diámetro y reina hasta esta profundidad una extraña semi-luz diurna de un efecto sorprendente. La impresión de profundidad es de hecho aplastante y uno se siente infinitamente pequeño al pie de estas murallas ciclópeas." 
   Actualmente se puede visitar la cueva, contratando un guía a la entrada. La bajada a la sima se hace por medio de una exigua escalera volada en extraplomo que zigzaguea pegada a la pared, construida Alá sabe cuándo, y con los escalones y pasamanos en condiciones más que precarias. Toda una aventura, en la que se pasa más miedo que si bajáramos directamente 'rapelando' con una cuerda. 
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Cuevas del daia Chikker 
   Fotos 57 y 58 
Cuevas del daia Chikker   No lejos del djebel Tazzeka (1.980 m) y en el mismo macizo del que forma parte, se abre una gran depresión rodeada de peñascos calizos por todo su perímetro: se trata de un poljé o dolina, a modo de lago de montaña (formado, al igual que se crean las cuevas, por la descomposición de la roca calcárea con la acción de las aguas cargadas de carbonato cálcico) que, alimentado por una red de aguas subterráneas, varía de extensión con las estaciones según el nivel de la capa freática. Las fotos lo muestran en septiembre, durante el estiaje, con su fondo llano, seco y cultivado. 
   Estamos en el daia (lago) Chikker, y son famosas sus simas, que fueron exploradas por Casteret y se consideran sólo aptas para espeleólogos. Dos pozos de unos 70 m de caída dan acceso a las galerías por donde corre un río subterráneo de al menos 5 km. Todos los acantilados que rodean el lago Chikker están acribillados de cuevas y abrigos rocosos, cuyas gigantescas bocas se abren a la depresión. 
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Cueva del Camello 
   Foto 59 
   En los montes de los Beni-Snassen, un macizo calcáreo próximo a la región costera marroquí comprendida entre la Muluya y la frontera de Argelia, a través de terrazas cultivadas con cereales, olivos, naranjos y árboles frutales, se abren paso las gargantas del uadi Zegzel. En sus paredes rojizas y cubiertas de árboles que brotan por las grietas abundan las cavidades naturales, entre las que destaca la llamada cueva del Camello (o de Tghasrut). 
   Se trata del cauce subterráneo de un río que resurgía por la boca de la cueva y alimentaba el caudal del Zegzel. Su nombre le viene de una estalagmita que recuerda la forma de un camello. Una tradición le atribuía el poder de curar la esterilidad. Actualmente la cueva se halla cerrada al público. 
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Cuevas del Conventico (Melilla) 
   Foto 60 
   En los acantilados costeros del promontorio donde se asienta la ciudad antigua de Melilla, se localizan un conjunto de cuevas comunicadas entre sí, de origen marino algunas y otras excavadas artificialmente, al parecer en tiempos de los fenicios, llamadas cuevas del Conventico. Olvidadas y abandonadas durante siglos, han sido reconstruidas y abiertas al público en los años 80, e incluidas dentro de los itinerarios de visitas turísticas a la parte vieja melillense. Una gran cueva marina a nivel de playa ha sido reforzada con una enorme estructura parabólica. 
 
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5.  Una exposición colectiva y abierta
 
   La fotografía de Naturaleza tiene un sitio en esta web. Hemos empezado por temas espeleológicos, y en un futuro se irán incorporando otras secciones con temática de fotografía de montaña. 
   La muestra de fotos que exponemos virtualmente en fotoAleph no es sino una mínima selección de imágenes de cuevas en su mayor parte ubicadas en Navarra, obtenidas por varios fotógrafos. Las cuevas exhibidas no son ni las más importantes ni las más representativas de sus respectivas zonas. Algunas son más conocidas, otras menos, pero todas tienen sin duda su duende, su encanto único e intransferible. 
   Como no queremos fomentar la visita indiscriminada y masiva a las cuevas, sino sólo dar una ligera idea de los tesoros que tenemos cerca y poca gente conoce, hemos eludido conscientemente proporcionar información sobre los emplazamientos exactos de las cavidades, limitándonos a mencionar de forma genérica los macizos kársticos en que se hallan ubicadas, sin más referencias para su localización. Los verdaderos aficionados a la espeleología ya sabrán dónde preguntar para encontrarlas. 
   Como criterio de selección de las fotos primamos siempre los aspectos visuales, el intento de captar la singular belleza de los criptopaisajes, por encima de otros aspectos de tipo científico o didáctico, que serían más propios de otro lugar. 
   Se trata de una colección incipiente, pero con ánimo de crecer. Está abierta a otras colaboraciones. Nuestra intención es que esta página sea el germen de una exposición colectiva permanente, que se vaya poco a poco enriqueciendo con aportaciones de más fotógrafos, incorporando imágenes de otras cuevas de no importa qué lugares o qué países, ya que el mundo subterráneo no tiene fronteras. 
   Animamos desde aquí a todos los fotógrafos con temas semejantes (sean o no espeleólogos profesionales) que deseen exhibir sus trabajos en internet, a sumarse a la idea. Usted pone las fotos, nosotros la plataforma técnica para poder enseñarlas al mundo. Para conocer las condiciones, consulte en esta misma web nuestra Propuesta de colaboración con fotógrafos
   O infórmese directamente, enviando un e-mail a fotoAleph: info@fotoaleph.com 
 
Reconocimientos 
   Deseamos desde aquí expresar nuestro agradecimiento al Consorcio Turístico del Plazaola (Navarra), por haber facilitado a nuestro equipo la llave y el permiso para visitar la cueva de Mendukilo, en Astiz. 
 
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Enlaces a webs de espeleología
  

CAVERNARIUM
   Portal de exposiciones de fotografía espeleológica en fotoAleph

fotoAleph: Paisajes de las cavernas (1)
   Otras 36 fotos, de la primera entrega de esta exposición colectiva de fotografía espeleológica.

fotoAleph: Paisajes de las cavernas (2)
   48 fotos más, de la segunda entrega de esta exposición colectiva de fotografía espeleológica.

fotoAleph: Viajes dentro de la Tierra
   60 fotos más, de la cuarta entrega de esta exposición colectiva de fotografía espeleológica.

fotoAleph: De Profundis
   36 fotos del fotógrafo y espeleólogo italiano Cesare Mangiagalli, tomadas en cuevas de Suiza, Italia y México.
  
fotoAleph: Cavernas de Colombia
   Las cuevas 'El Edén' y 'Los Guácharos'. Fotografías: Iván Camilo González.
  
fotoAleph: Cuevas de Bhimbetka
   Prehistoria del arte en la India.

Don Quijote, pionero de la espeleología
   De cómo bajó Don Quijote a la sima de Montesinos. De lo que vio Don Quijote allí dentro. Sancho Panza, espeleólogo por accidente. En fotoAleph.

Las lecciones de abismo del profesor Verne
   La novela 'Viaje al centro de la Tierra', a la luz de la espeleología, en fotoAleph.

Las Cavernas Fantásticas
   Breve antología de las cuevas, grutas y simas que perforan con sus negros agujeros las páginas de la literatura universal.
Un catálogo de las cavernas fantásticas salidas de la imaginación de escritores de todos los tiempos. En fotoAleph.
  
Espeleofoto
   Fotografías del mundo subterráneo.

The Virtual Cave
   Selección de fotografías de cuevas de todo el mundo (cuevas de disolución, de lava, de erosión y marinas) alojada en la web Good Earth Graphics.

Speleo-foto
   Web alemana de espeleología, con galerías de fotos.

Speleogenesis
   Publicación científica virtual sobre la génesis de las cuevas y la evolución de los acuíferos kársticos.
  

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PAISAJES DE LAS CAVERNAS (3) 
Exposición colectiva 

Bibliografía consultada: 

- Cháfer Reig, Gonfran. Tipología del Arte Prehistórico en Navarra (Trabajos de arqueología navarra / 12. Años 1995-1996. Gobierno de Navarra. Departamento de Educación y Cultura. Pamplona, 1995-96) 
- Navarro Villoslada, Francisco. Amaya o los vascos en el siglo VIII (Obras completas, Ediciones Fax, Madrid, 1947) 
- V.V.A.A. Catálogo espeleológico de Navarra. Trabajos del Grupo de la 'Institución Príncipe de Viana', 1953-1979. (Diputación Foral de Navarra. Institución Príncipe de Viana. Pamplona, 1980) 
- V.V.A.A. El Mundo Subterráneo en Euskal Herria. Geografía del karst. Cultura. Criptopaisajes (Editor: Txomin Ugalde, Editorial Ostoa, S.A., Lasarte-Oria, 1997) 
 
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FotoCDA3

PAISAJES DE LAS CAVERNAS (3)
Exposición colectiva

Indice de textos
Cuevas. La última terra incognita
Incidentes cavernícolas
Cómo fotografiar una cueva y sobrevivir al intento
Cuevas con historia
Una exposición colectiva y abierta
   
Amaya o las cuevas en el siglo XIX
   
Enlaces a webs de espeleología
Bibliografía
Indices de fotos
Indice 1   Cueva de Akuandi
Indice 2   Cuevas de Noriturri, Los Cristinos, Zugarramurdi y Sara
Indice 3   Cuevas de Astiz y Alli
Indice 4   Cuevas de Sorogain, Irati, Vidangoz, Learza, Aizpun y Aralar
Indice 5   Cuevas de Agiñekolezia, La Leze, Soria, Marruecos y Melilla


 
 




  
FotoCDA3

PAISAJES DE LAS CAVERNAS (3)
Exposición colectiva

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www.fotoaleph.com
  
Fotografías:
© Luis Moreno
© Fidel Moreno
© Agustín Gil
Realizadas en diversas cuevas de Navarra, Álava, Lapurdi, Soria y Marruecos

 


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