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He aquí una nueva selección de fotografías espeleológicas que, realizadas en las profundidades de diversas cuevas y simas por varios exploradores, armados de cámaras y grandes dosis de curiosidad y entusiasmo, salen aquí a la luz del día bajo el título de 'Paisajes de las Cavernas (2)', en una segunda entrega que fotoAleph tiene el placer de exhibir en su galería virtual, encuadrable en la temática de fotografía de la Naturaleza. Las fotos que aquí mostramos han sido escogidas con el criterio de que los internautas puedan disfrutar contemplando en estas imágenes la belleza visual intrínseca de los paisajes del mundo subterráneo, independientemente de que sean o no aficionados a la espeleología. Fotografías: Luis Moreno, Fidel Moreno y Agustín Gil 48 fotografías on line |
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Indice de textos 1 El mundo de la fotografía espeleológica 2 Anécdotas y peripecias subterráneas 3 Don Quijote, pionero de la espeleología De cómo bajó Don Quijote a la sima de Montesinos De lo que vio Don Quijote allí dentro Sancho Panza, espeleólogo por accidente 4 Una exposición colectiva y abierta Enlaces a webs de espeleología Bibliografía |
Indices
de fotos Indice 1 Cueva de Arrarats Indice 2 Cuevas de Arrarats, Basaura, Los Cristinos Indice 3 Cuevas de Arleze, Astiz Indice 4 Cuevas de la Galiana Baja, Orillares |
1. El mundo de la fotografía espeleológica |
Vi una
pequeña esfera tornasolada, de casi
intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego
comprendí que ese movimiento era una ilusión producida
por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El
diámetro del Aleph
sería de dos o tres centímetros, pero el espacio
cósmico estaba ahí, sin disminución de
tamaño. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto... (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph) Vi los paisajes de los insólitos mundos que se esconden bajo la superficie de la Tierra. Parajes extraños y fantasmagóricos, jamás acariciados por el sol, sólo a medias entrevistos al rasgar con luces el espeso manto de aquellas tinieblas perpetuas; escenarios irreales, soterrados en profundos laberintos que nadie podrá nunca explorar en su totalidad. Vi una red de túneles y galerías sin fin, vi suntuosas salas, altísimas columnas y gigantescas bóvedas, mayores que las de cualquier catedral, pero esta maravillosa arquitectura no estaba hecha por las manos de los hombres. Vi otros mundos que están en éste: los paisajes de las cavernas. |
Aquí
seguimos. Poniendo
en práctica simultánea dos de nuestras actividades
favoritas:
la exploración de cuevas y la fotografía. El resultado es
esta nueva exposición virtual de 'Paisajes de las Cavernas
2', que viene a sumarse a la anterior, exhibida en fotoAleph, y
que seguirá teniendo nuevas entregas en el futuro. A base de experimentar, equivocarnos, corregir, vamos aprendiendo nuevas técnicas de fotografía espeleológica, y en verdad que si las cuevas son un mundo dentro de éste, esta especialidad es otro mundo dentro de la fotografía. Requiere una dedicación que pocos están dispuestos a prestar cuando se hallan enfrascados en lo que por lógica es más perentorio: poner toda la atención en el dificultoso avance por los tortuosos y accidentados senderos de las profundidades de la Tierra. No está uno para fotos cuando anda remontando con cuerdas una sima, salvando un caos de derrubios, reptando por una gatera o atravesando una charca con el agua hasta la cintura. ![]() Cuando vemos reveladas las fotos, nos da muchas veces la sensación de que vemos las cuevas primera vez. Apreciamos sutiles gamas de colores que no habíamos captado al natural, bajo la mortecina y sesgada luz de los frontales. Nos cuesta incluso reconocer los parajes que hemos contemplado pocos días antes, transfigurados como están por la magia del arte fotográfico: '¿De verdad que hemos estado aquí?', nos solemos preguntar. Se trata de un proceso permanente de experimentación, de exploración de técnicas fotográficas paralelo a la exploración de la cueva, un proceso creativo que va penetrando en las áreas de lo desconocido para desembocar en nuevos e inesperados descubrimientos. Indice de textos |
2. Anécdotas y peripecias subterráneas |
No hay nada como
visitar una
cueva sin guía, abriendo camino, explorando. Sí, es
cierto:
daremos palos de ciego, entraremos en callejones sin salida, en
pasillos
obstruidos por sifones o por simas. Nos internaremos por angostos
agujeros
por los que apenas cabe una persona y que conducen a ninguna parte.
Cada
cierto tiempo se impondrá retroceder y tantear nuevas
vías.
Una cueva que podría ser recorrida en tres horas por alguien que
la conociera, nos llevará quizá tres días de
intentonas
en su exploración. Pero es así como, paso a paso, iremos
conociendo la caverna a fondo, en ![]() Conforme vamos visitando más y más cuevas, vamos sumando a nuestro currículo espeleológico -además de experiencia- nuevas aventurillas y divertidas anécdotas, algunas dignas de ser relatadas. Entre todas las cuevas, la de Basaura (en la sierra de Lokiz, Navarra) es la que hasta ahora nos ha deparado más sobresaltos, quizá por la inmensa variedad de accidentes geológicos que alberga su kilométrico desarrollo (más de seis kilómetros de galerías, y todavía sin terminar de explorar), incluida la existencia de ríos y lagos aptos para la navegación subterránea y el espeleobuceo. Cierta mañana en que habíamos organizado una expedición a la cueva, nada más llegar a la entrada, escondida en un barranco tras un bosque, algunos compañeros que la veían por primera vez no pudieron menos que prorrumpir en exclamaciones de admiración ante la belleza e inmensidad de la boca de acceso, que se abría como unas enormes fauces a punto de tragarnos y deglutirnos hasta las tripas de la tierra. En ese momento, de las tenebrosas negruras del interior de la caverna surgió una voz no menos cavernosa: '¡Silencio! ¡Que hay gente durmiendo!' Con lo que todos enmudecimos de golpe por la sorpresa. Efectivamente, había gente durmiendo: dos parejas de jóvenes espeleólogos (acompañados de un perro) que habían pasado la noche en el interior del túnel de entrada, con la intención de visitar la cueva a la mañana siguiente. Y es que es grande la afición a la espeleología en Tierra Estella, zona abundante en cavidades y simas. Volver al índice de textos ![]() Habíamos pinchado. La pared estaba erizada de rocas afiladas como pinchos. En menos de una fracción de segundo nos percatamos de lo desesperado de nuestra situación: nos hundíamos en el agua helada, al borde de una supuesta catarata que se abismaba en una fosa, al final de un negrísimo túnel y a más de cuarenta metros del único punto desde donde se podía embarcar o desembarcar en aquel tramo del río. La reacción fue fulminante: '¡Media vuelta!'. Y creemos que aquí batimos un récord de velocidad en navegación a mano sobre piraucho, si tal modalidad deportiva existe, pues retrocedimos por el túnel como si lleváramos un motor fueraborda a toda potencia, hasta alcanzar el embarcadero con la barca desinflada, arrugada como una pasa y a un segundo de zozobrar. Desde entonces llamamos a este enclave de la cueva 'Playa Naufragio'. Cuando al verano siguiente preparamos otra expedición más equipada a Basaura para intentar llegar un poco más allá en la navegación, pudimos comprobar con asombro que el río había desaparecido por completo a consecuencia del estiaje. La suerte había querido que no hubiéramos podido adentrarnos la vez anterior en barca por el río, pues en tal caso hubiéramos tenido que enfrentarnos no con una sino con varias caídas de agua consecutivas, a cada cual más profunda, que nos esperaban en la ruta, y podemos dar fe de ello porque no tuvimos más remedio que trepar y destrepar por los altibajos de los sucesivos caos de rocas que entorpecían el curso del río, bajando hasta el fondo de las fosas, ahora secas, y escalando a duras ![]() Indice de textos No es éste el único susto que hemos tenido en la cueva de Basaura. En otra incursión que hicimos a la misma, cuando regresábamos rumbo a la salida, tras haber pasado unas seis horas explorando sus honduras, al penetrar en una amplia sala casi colmatada por un cono de derrubios, uno de nosotros vio de pronto, en medio de la impenetrable oscuridad del antro, dos ojos brillantes, como ascuas refulgentes, que se iban acercando hacia nuestro grupo. Podemos afirmar que estamos acostumbrados a los murciélagos y a la diminuta fauna troglobia que pulula escondida -sin conocer nunca el sol e ignorada por el común de los humanos- por estas negras espeluncas, consistente por lo general en coleópteros, arácnidos o colémbolos, no mayores que un insecto. Hemos visto hasta una rana bermeja en lo más profundo de una cueva. Pero lo que nunca hubiéramos sospechado es que nos íbamos a topar con algo o alguien (¿un animal, un duende, un diablo, un orco?) que nos mirara desde la oscuridad con dos grandes ojos y que avanzara hacia nosotros con pasos decididos y con quién sabe qué propósito. A nuestro compañero, según su posterior testimonio, se le erizaron los vellos desde los dedos de los pies hasta la punta de la coronilla, y su instinto innato de cazador le hizo echar raudo mano de un pedrusco de los que tapizaban el suelo, con el fin de defenderse propinando un contundente cantazo entre ceja y ceja al espeluznante ser que se nos aproximaba. He aquí un ejemplo de los curiosos efectos ópticos que se producen con los juegos de luces de las linternas en medio del negror envolvente de las cuevas. Cuando entró en el campo visual de nuestras frontales, pudimos ver al fin que el orco no era sino un simpático perro 'husky' que se acercaba a saludarnos agitando alegremente el rabo. Iba de avanzadilla de otra expedición con la que al poco nos cruzamos: precisamente los mismos jóvenes antes mencionados que habían pernoctando a la entrada de la cueva. Debemos añadir que el pobre perro se libró de milagro, por cuestión de segundos, de recibir una buena pedrada en aquel trance. Sirvan estas pocas anécdotas para ilustrar acerca del cúmulo de sobresaltos y peligros que acarrea consigo una actividad aparentemente tan inocua como la fotografía espeleológica, y es por eso por lo que pedimos al espectador tenga en cuenta estas circunstancias a la hora de juzgar la calidad de las fotos de nuestra exposición. Serán mejores o peores técnicamente, pero podemos asegurar sin ningún género de dudas que todas y cada una de ellas han sido sudadas y trajinadas, que han sido fruto de un gran esfuerzo por parte del explorador-fotógrafo, donde a veces ha puesto en riesgo hasta su integridad física para lograr los resultados deseados, en un ejercicio creativo/deportivo que tiene mucho de quijotesco. Indice de textos |
Don Quijote, pionero de la espeleología |
No es por
casualidad que mentemos
aquí al Quijote, pues hemos de recordar que el insigne hidalgo
manchego
fue en época muy temprana pionero en la exploración de
cuevas,
tal y como se relata en los capítulos 22 y 23 de la segunda
parte
de la inmortal novela de Cervantes. Todo un espeleólogo avant-la-lettre, Don Quijote tiene escasos predecesores en la historia de la espeleología, como podría considerarse a los integrantes de la exploración de la gruta de La Balme, realizada en 1516 (en la Cova del Salnitre, Barcelona, hay inscripciones incluso anteriores: de 1511), pues la mayoría de datos que poseemos referentes a exploraciones antiguas de cavernas son posteriores a las fechas (1605-1615) en que Cervantes publicó su obra: en 1683 se realiza la primera bajada a la sima de la Cabra, Córdoba; en 1689, Valvasor descubre el proteo (proteus anguinus, una especie de salamandra ciega) en las grutas de Carniole; en 1748, Nagel emprende la exploración de la garganta de la Macocha, al sur de Moravia, por orden del emperador de Austria; en 1770, el británico Lloyd explora Eldon Hole. No son sino casos aislados que no tuvieron mayor trascendencia, por lo que se ha dado en convenir que la verdadera espeleología, una de las ciencias más jóvenes, no comienza hasta finales del siglo XVIII o principios del XIX, al amparo de las nuevas ideas enciclopedistas que trajo la Ilustración, cuando la curiosidad de los científicos estimuló la prospección de las cuevas europeas a la búsqueda de restos fósiles. Hasta entonces, las cuevas habían sido objeto de toda clase de supersticiones, tenidas como antros donde habitaban monstruos, seres fantásticos o maléficos, o como puertas de entrada a las regiones infernales, y estos temores sólo eran desafiados ocasionalmente por intrépidos mineros a la busca de metales. Es en este contexto donde hay que situar la hazaña de Don Quijote, para poder valorar en toda su dimensión la audacia y valentía desplegadas por el caballero al atreverse a descender solo por la sima de Montesinos, cueva que realmente existe en la región de la Mancha. Aunque lo sabemos ficción, no nos deja de sorprender en el relato la gran similitud, el continuo paralelismo, en todos los detalles, de las peripecias relatadas en el libro con las que habitualmente pasamos los que hoy en día exploramos cuevas, y ello nos da pie a elucubrar acerca de si el mismo don Miguel de Cervantes habría visitado en persona una gruta, o al menos hablado con alguien que lo había hecho. Veamos algunos extractos: De cómo bajó Don Quijote a la sima de Montesinos Cap.XXII 2ª
parte
No podemos evitar, al leer este episodio, que nos venga a la mente otra sima que conocemos (aunque a diferencia de Don Quijote no nos atrevemos a bajar): la Torca de Fuencaliente, cuya boca descomunal se abre en una pedregosa loma salpicada de sabinas en un silvestre paraje de la provincia de Soria, y que tiene más de ochenta metros de caída vertical, sólo apta para expertos. Todos los días, a la puesta del sol, puede contemplarse el hermoso espectáculo de bandadas de chovas (especie de córvidos de pequeño tamaño) que se acercan a la sima volando, y tras realizar varias maniobras de aproximación, enfilan y se zambullen en picado sincronizadamente hacia el interior del gigantesco pozo, en cuyas paredes cuelgan ocultos sus nidos, en medio de una ensordecedora algarabía de graznidos que sube de las profundidades. Se da también en esta sima una nutrida presencia de murciélagos que salen revoloteando hacia el exterior a esas mismas horas. De lo que vio Don Quijote allí dentro Capítulo XXIII
Además de instruirle sobre el origen de
las lagunas
de Ruidera y del intermitente Guadiana, el anciano Montesinos presenta
a Don Quijote otros seres que, encantados por el mago Merlín,
viven
en el alcázar subterráneo, como el caballero Durandarte,
su esposa Belerma, y un nutrido séquito de sirvientas,
personajes
todos ellos salidos de los libros de caballerías a los que tan
aficionado
era el hidalgo, que se lleva un gran disgusto cuando Montesinos osa
comparar
la belleza de Belerma con la de su señora la sin par Dulcinea
del
Toboso. 'Aun me maravillo yo, dijo Sancho, de
cómo
vuesa merced no se subió sobre el vejote, y le molió a
coces
todos los huesos, y le peló las barbas, sin dejarle pelo en
ellas'. "Á esta sazon dijo
el primo: Está también el tema de la
credibilidad en
entredicho de Don Quijote, que coleará a lo largo del resto de
la
novela. Sancho no se ha atrevido a bajar a la sima, pero tampoco puede
dar crédito al relato de lo visto y oído por su
señor
Don Quijote en el interior de la misma, y así se lo manifiesta
en
repetidas ocasiones, y se lo discute en ingeniosos diálogos
donde
el autor juega una vez más con los planos intercambiables de lo
real y de lo imaginario, con la deliberada confusión entre lo
verdadero
y lo ficticio que se da constantemente en el libro: "(...) perdóneme
vuesa merced,
señor mio, si le digo que de todo cuanto aquí ha dicho,
lléveme
Dios (que iba á decir el diablo) si le creo cosa alguna
(...) Creamos o no a Don Quijote, hay que dejar
constancia de
que nuestro valeroso caballero andante exageró un tanto el
relato
de sus aventuras subterráneas, pues ocurre que la célebre
cueva de Montesinos existe en la vida real (o al menos como tal es
identificada
una cavidad cercana a las lagunas de Ruidera) y, como cualquier
visitante
puede comprobar, no se trata sino de una pequeña cueva de entre
cinco y siete metros de profundidad. Con razón le sobraba cuerda
a Don Quijote cuando descendía a la sima. No cabe reprochar,
empero,
intención de engaño al caballero de la Triste Figura,
enderezador
de tuertos, socorredor de menesterosos y espejo de espeleólogos,
tenida en cuenta su desaforada imaginación, que tomaba a las
ventas
por castillos, los rebaños de ovejas por ejércitos
guerreros,
y los molinos por gigantes. "(...) llegándose
Don Quijote
á Sancho al oido, le dijo: Sancho Panza, espeleólogo por accidente Capítulo LV
Sancho Panza pasa toda la noche lamentando su
desgracia,
y al llegar la claridad del día comprende que es de toda suerte
imposible salir de aquel pozo sin ayuda. Da voces sin que nadie pueda
escucharle,
recoge las alforjas, da de comer un pedazo de pan a su jumento, 'que
no le supo mal'. "En esto descubrió
á
un lado de la sima un agujero, capaz de caber por él una
persona,
si se agobiaba y encogia. Acudió á él Sancho
Panza,
y agazapándose, se entró por él, y vió que
por de dentro era espacioso y largo; y púdolo ver porque, por lo
que se podía llamar techo, entraba un rayo de sol, que lo
descubria
todo. Vió tambien que se dilataba y alargaba por otra concavidad
espaciosa; viendo lo cual, volvió á salir adonde estaba
el
jumento, y con una piedra comenzó á desmoronar la tierra
del agujero, de modo que en poco espacio hizo lugar donde con facilidad
pudiese entrar el asno, como lo hizo; y cogiéndole del cabestro,
comenzó á caminar por aquella gruta adelante, por ver si
hallaba alguna salida por otra parte; á veces iba á
escuras
y á veces sin luz, pero ninguna vez sin miedo.
Salta ahora el narrador de punto de vista y
vuelve a centrarse
en Don Quijote, que está en un campo cercano al castillo de los
duques, de donde es huésped de honor, entrenándose para
un
duelo contra el lacayo Tosilos, con el propósito de reparar la
honra
de la hija de doña Rodríguez. "(...) dando un repelon
ó
arremetida á Rocinante, llegó á poner los
piés
tan junto á una cueva, que á no tirarle fuertemente las
riendas,
fuera imposible no caer en ella. En fin, le detuvo, y no cayó; y
llegándose algo más cerca, sin apearse, miró
aquella
hondura, y estándola mirando, oyó grandes voces dentro, y
escuchando atentamente, pudo percebir y entender que el que las daba
decía: Acude Don Quijote a pedir rescate al castillo de
los duques,
que 'no poco se maravillaron' al escuchar
el suceso. Cervantes Saavedra, Miguel de. 'El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha' |
4. Una exposición colectiva y abierta |
La
fotografía de Naturaleza
tiene un sitio en esta web. Hemos empezado por temas
espeleológicos,
y en un futuro próximo se irán incorporando otras
secciones
con temática de fotografía de montaña. La pequeña muestra de fotos que exponemos virtualmente en fotoAleph no es sino una mínima selección de imágenes de cuevas en su mayor parte ubicadas en Navarra y Soria, obtenidas por varios fotógrafos. Las cuevas exhibidas no son ni las más importantes ni las más representativas de sus respectivas zonas. Algunas son más conocidas, otras menos, pero todas tienen sin duda su duende, su encanto único e intransferible. Como no queremos fomentar la visita indiscriminada y masiva a las cuevas, sino sólo dar una ligera idea de los tesoros que tenemos cerca y poca gente conoce, hemos eludido conscientemente proporcionar información sobre los emplazamientos exactos de las cavidades, limitándonos a mencionar de forma genérica los macizos kársticos en que se hallan ubicadas, sin más referencias para su localización. Los verdaderos aficionados a la espeleología ya sabrán dónde preguntar para encontrarlas. Como criterio de selección de las fotos primamos siempre los aspectos visuales, el intento de captar la singular belleza de los criptopaisajes, por encima de otros aspectos de tipo científico o didáctico, que serían más propios de otro lugar. Se trata de una colección incipiente, pero con ánimo de crecer. Está abierta a otras colaboraciones. Nuestra intención es que esta página sea el germen de una exposición colectiva permanente, que se vaya poco a poco enriqueciendo con aportaciones de más fotógrafos, incorporando imágenes de otras cuevas de no importa qué lugares o qué países, ya que el mundo subterráneo no tiene fronteras. Animamos desde aquí a todos los fotógrafos con temas semejantes (sean o no espeleólogos profesionales) que deseen exhibir sus trabajos en internet, a sumarse a la idea. Usted pone las fotos, nosotros la plataforma técnica para poder enseñarlas al mundo. Para conocer las condiciones, consulte en esta misma web nuestra Propuesta de colaboración con fotógrafos. O infórmese directamente, enviando un e-mail a fotoAleph: info@fotoaleph.com Reconocimientos Deseamos desde aquí expresar nuestro agradecimiento al Servicio de Medio Ambiente de la Delegación Territorial en Soria de la Junta de Castilla y León, por el permiso concedido a nuestro equipo para visitar la cueva de la Galiana Baja, en el Parque Natural del Cañón del Río Lobos. |
fotoAleph:
Paisajes de las cavernas (1)
Otras 36 fotos, de la primera entrega de esta
exposición
colectiva de fotografía espeleológica.
fotoAleph:
Paisajes de las cavernas (3)
Otras 62 fotos, de la tercera entrega de esta
exposición
colectiva de fotografía espeleológica.
fotoAleph:
Viajes dentro de la Tierra
Otras 60 fotos de motivos espeleológicos.
fotoAleph: De Profundis
36 fotos del fotógrafo y espeleólogo
italiano Cesare Mangiagalli,
tomadas en cuevas de Suiza, Italia y México.
fotoAleph:
Cavernas de Colombia
Las cuevas 'El Edén' y 'Los Guácharos'.
Fotografías: Iván
Camilo González.
fotoAleph:
Cuevas de Bhimbetka
Prehistoria del arte en la India.
Amaya
o las cuevas en el siglo XIX
La cueva del dragón de Aralar, la leyenda de
Teodosio
de Goñi, la búsqueda del tesoro de Aitor, y los
orígenes
de la raza vasca, rastreados a través de la novela 'Amaya o los
vascos en el siglo VIII', en fotoAleph.
Las
lecciones de abismo del profesor Verne
La novela 'Viaje al centro de la Tierra' a la luz de la
espeleología. En fotoAleph.
The
Virtual Cave
Selección de fotografías de cuevas de todo
el mundo (cuevas de disolución, de lava, de erosión y
marinas)
alojada en la web Good Earth Graphics.
Speleo-foto
Web alemana de espeleología, con galerías
de fotos.
Speleogenesis
Publicación científica virtual sobre la
génesis de las cuevas y la evolución de los
acuíferos
kársticos.
Bibliografía consultada:
- Cervantes Saavedra, Miguel de. El ingenioso hidalgo Don
Quijote
de la Mancha (grabados de Gustave Doré. J. Pérez del
Hoyo, Madrid, 1967)
- Martínez Hernández, José. Manual de
espeleología
(Ediciones Desnivel, 1997)
- V.V.A.A. Catálogo espeleológico de Navarra.
Trabajos del Grupo de la 'Institución Príncipe de Viana',
1953-1979. (Diputación Foral de Navarra. Institución
Príncipe
de Viana. Pamplona, 1980)
- V.V.A.A. El Mundo Subterráneo en Euskal Herria.
Geografía
del karst. Cultura. Criptopaisajes (Editor: Txomin Ugalde,
Editorial
Ostoa, S.A., Lasarte-Oria, 1997)
PAISAJES DE LAS CAVERNAS (2)
Exposición colectiva
Indice de textos
1 El
mundo de la fotografía
espeleológica
2 Anécdotas
y peripecias
subterráneas
3 Don
Quijote, pionero
de la espeleología
De cómo
bajó
Don Quijote a la sima de Montesinos
De lo que vio
Don
Quijote
allí dentro
Sancho
Panza,
espeleólogo
por accidente
4 Una
exposición colectiva
y abierta
Enlaces a webs de
espeleología
Bibliografía
Indices
de fotos
Indice 1
Cueva de Arrarats
Indice 2
Cuevas de Arrarats, Basaura, Los Cristinos
Indice 3
Cuevas de Arleze, Astiz
Indice 4
Cuevas de la Galiana Baja, Orillares
PAISAJES DE LAS CAVERNAS (2)
Exposición colectiva
fotoAleph