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 PAISAJES DE LAS CAVERNAS (1)
 Exposición colectiva de fotografía espeleológica
Paisajes de las cavernas 1   
   Hay paisajes en nuestro planeta que pocos ojos humanos tienen el privilegio de poder contemplar: los paisajes que albergan las cuevas y simas en las profundidades de la corteza terrestre. El mundo subterráneo esconde maravillas difíciles de imaginar e imposibles de describir con palabras, que sólo un espeleólogo, si está provisto de cámara, luces y suficiente voluntad, puede llegar a captar y mostrarnos, para recreo de nuestra vista.
   fotoAleph tiene el placer de presentar esta exposición de fotos de espeleología, dentro de la temática de fotografía de la Naturaleza, que también tiene su lugar en esta web. Una exposición colectiva con ánimos de ir creciendo con el tiempo, pues está abierta a nuevas colaboraciones.
 
Fotografías: Luis Moreno, Fidel Moreno y Agustín Sancha
36 fotografías on line
Indice de textos
El producto de una doble afición
Otros mundos que están en éste
El tiempo, gran escultor
Laberinto de tinieblas
Escenarios mitológicos
Cuidemos las cuevas
Una exposición colectiva y abierta
 
Enlaces a webs de espeleología
Bibliografía
Indices de fotos
Indice 1   Cuevas de Basaura, Espoz, Iribas, Akuandi, Los Cristinos
Indice 2   Cuevas de Los Cristinos, Diablozulo, Lanz
Indice 3   Cuevas de Lanz, Los Candelones, Orillares, Contrebia Leukade
  

1.  El producto de una doble afición
  

   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...

                                                                             (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)




   Vi un laberinto roto, cortado por simas y precipicios, compuesto de túneles que se bifurcan en otros túneles, que a su vez se ramifican y entrelazan hasta conformar un caos inextricable.
   Vi en medio de la oscuridad reinante minotauros y seres fantásticos, zoomorfos y antropomorfos, que aparecían a la luz de nuestras linternas y se transmutaban unos en otros al igual que hacen las nubes cuando fijamos en ellas nuestros ojos.
   Vi que esos laberintos y esas figuras eran creaciones de la tierra, el agua y el aire interactuando en las entrañas de la corteza terrestre bajo la batuta del mayor de los escultores: el tiempo.
   Vi al murciélago, ubicuo habitante de las profundidades, revoloteando sobre nuestras cabezas.
   Vi otros mundos que están en éste: los paisajes de las cavernas.

  
   A partir de la unión casual de un grupo de amigos de varias edades, algunos jóvenes y otros de los de 'a la vejez viruelas', pero viejos amantes de la Naturaleza todos ellos, ha surgido una pequeña peña a la que nos ha dado por explorar cuevas. No sabemos cuántos somos; el número de miembros suele oscilar entre dos y nueve personas por excursión, y ello suele depender de vicisitudes como la crianza de los hijos de algunos, el calendario laboral de los más, y los múltiples compromisos de la vida diaria, que nos deparan con menos asiduidad de la que quisiéramos el placer de poder juntarnos, encasquetarnos el frontal y sumergirnos en las profundidades de una nueva caverna. Sabemos, sin embargo, que cada vez que lo hagamos vamos a vivir una experiencia nueva e inolvidable, pues no hay dos cuevas iguales y todas nos reservan sorpresas. Lo sabemos y lo sentimos con un intenso estremecimiento cada vez que cruzamos el umbral de la oscura boca de otra cueva, cuando pasamos de la luz del día a la completa negrura de la eterna noche de los interiores de la tierra. 
Cueva de Los Candelones (Soria)   Además de la afición a los montes y las cuevas, algunos del grupo compartimos otra afición: la fotografía. Creíamos que fotografiar paisajes, animales, flores, ya era difícil, hasta que descubrimos lo que es fotografiar cuevas. ¿Cómo demonios se retrata una inmensa sala cuya altísima bóveda no llegan a alcanzar ni el flash ni nuestros haces de luz? ¿Cómo fotografiar el negro de las tinieblas? ¿Cómo reflejar en diapositivas o negativos la inmensa variedad de espeleotemas, formaciones litogénicas, estalactitas y estalagmitas, columnas, coladas, tubos de órgano, de todas las formas, tamaños y colores que va descubriendo asombrado quien se adentra en estos escondidos paisajes? Obviamente, la fotografía especializada tiene aquí su papel, tal es el caso de diversos miembros de clubs espeleológicos que se encargan de este cometido en las exploraciones. Existen también grupos de veteranos profesionales como Espeleoimagen, dedicados desde hace años a la fotografía subterránea y espeleológica. Ya admirábamos sus trabajos, pero mucho más ahora que vamos conociendo lo intrincado del terreno. 
   A medida que exploramos nuevas cuevas experimentamos nuevas técnicas y triquiñuelas para intentar fotografiar los paisajes cavernícolas. Hacemos pruebas con los tiempos de exposición. Colocamos puntos de luz indirectos en diversas zonas de la cueva para resaltar el claroscuro de las estalactitas o para aumentar el efecto de profundidad. Nada en el mundo subterráneo funciona como en el mundo exterior. Tampoco la fotografía. Nuestras dudas en la práctica de esta disciplina las suplimos con grandes dosis de entusiasmo. Y es que hay que tenerlo ya sólo para atreverse a arrastrar la cámara y los restantes aparatos del equipo por una larga gatera llena de barro, tras haberlos bajado rapelando por una resbaladiza sima, y cuando ya el fotógrafo está rebozado de lodo como una croqueta, tener el humor de sacar de la mochila los delicados trastos, colocar el trípode en una posición inestable y enmarcar con la cámara un encuadre imposible, para fotografiar un túnel infotografiable. El mérito de la foto ya no está sólo en su contenido visual intrínseco, el mérito está en haber llegado hasta allí. Y que le quede a uno resuello para dispararla. 
    Nos gustan las cuevas. Nos gustan las fotos. Del amor mutuo entre estos dos hobbies ha nacido una pequeña colección de imágenes del mundo subterráneo que fotoAleph nos invita a exhibir en esta exposición virtual. Un fondo documental que irá aumentando, estamos convencidos, porque éstas son de esas actividades que no se dejan; bien al contrario, cada cueva que descubrimos nos parece siempre más bella e impresionante que la anterior, y nuestra capacidad de admiración es permanentemente renovada por los sobrecogedores ambientes, los increíbles y siempre inesperados escondrijos que alberga la corteza terrestre bajo sus entrañas. 
   Indice de textos 
 

  

  
2.  Otros mundos que están en éste
 
Cueva de Basaura (Navarra)   Tenemos la suerte de vivir en un lugar como Navarra, con un entorno natural pródigo en cuevas. En nuestra comunidad y en todo Euskal-Herria abundan las formaciones kársticas. No lejos de nuestras casas se abren algunas de las simas y cuevas más largas y profundas, y algunas de las salas más grandes del mundo. Espeleólogos y científicos de Europa acuden todos los años al macizo de Larra a investigar kilométricas simas, dentro de las cuales estos experimentados especialistas viven durante semanas enteras, con el fin de cartografiar la red de corrientes subterráneas del karst, remontando escarpadas paredes, descendiendo abismos y superando obstáculos sin cuento, con un tesón físico y psíquico que se nos antojan sobrehumanos. 
   Sólo en Navarra hay más de un millar de cuevas, simas y oquedades identificadas, y se calcula que otras tantas por clasificar. De habitual sus entradas no son fáciles de encontrar, pero el esfuerzo invertido en hallarlas tiene su recompensa. Los agujeros están ahí, oscuros, misteriosos, atrayentes como un imán, invitando a la aventura, esperando con sus fauces abiertas de par en par a quien se atreva a dar el paso y penetrar. Aquél que supere esa fobia a la oscuridad, ese innato temor a lo desconocido, obtendrá como premio el descubrimiento, prodigioso y a la vez inquietante, de un mundo paralelo que nada tiene que ver con el de la superficie. Sin siquiera pronunciar 'ábrete, sésamo', se nos abre la cueva de Alí Babá, con todos sus tesoros dentro, y uno se siente como el protagonista de aquel cuento de las Mil y Una Noches que, tras recorrer el mundo entero en busca de un tesoro, terminó por encontrarlo en el sótano de su propia casa. 
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3.  El tiempo, gran escultor
 
   Puede que la Naturaleza imite al arte, pero el arte que la Naturaleza produce en las cavernas es anterior a todas las artes. Y no nos referimos en este caso a las pinturas rupestres que los hombres del auriñaciense o magdaleniense dejaron inmortalizadas en los abrigos rocosos de Altamira o Lascaux, de Santimamiñe, Altxerri o Ekain, sino al arte que han ido creando los milenios con elementos como la tierra, el agua y el aire interactuando en el mundo perdido del subsuelo. Allí estaban ya las formas orgánicas de la arquitectura de Gaudí millones de años antes que Gaudí. Las texturas de Tapies, las estudiadas variaciones cromáticas de Kandinsky, las aleatorias manchas de Pollock y todas las combinaciones que la pintura abstracta o el informalismo puedan plasmar en papel, lienzo o mural, están ahí dentro, invisibles en su mayor parte para el ojo humano. 
Cueva de Espoz (Navarra)   El arte de la escultura tiene en las cuevas un rival poderoso: el arte de las estalactitas, que es abstracto y es figurativo a la vez. Todos los caprichos de la imaginación plástica tienen aquí cabida para promover una orgía de formas escultóricas, más barrocas que el barroco cuando las concreciones calcáreas modeladas por el agua durante siglos se retuercen, funden y entrelazan hasta el paroxismo; más góticas que el gótico, cuando las estalagmitas lanzan sus formas ojivales hacia un techo oscuro como la más negra de las noches y las estilizadas columnas parecen sustentar las bóvedas inalcanzables de una catedral construida por gigantes. Pero en estas galerías el arte no es estático sino, al contrario, dinámico y evanescente. La percepción de las formas por parte del explorador/espectador es gradual, progresiva y cambiante, sin terminar nunca de desvelarse por completo el espeso manto de tinieblas, sin alcanzarse en ningún momento la visión de conjunto. A este mágico proceso de indagación visual ayuda también el juego de las luces en movimiento. Según los ángulos en que la luz rasante de linternas y focos incida sobre las formaciones minerales, va haciendo su fantasmagórica aparición en medio de la oscuridad reinante una multitud de nuevas figuras, extrañas, inquietantes y bellas, recortadas contra sombras que se deslizan dibujando a su vez otras siluetas mutantes. Al igual que cuando contemplamos las nubes, en las estalactitas distinguimos rostros, formas humanas y animales, seres fantásticos que se transmutan unos en otros y luego se desvanecen. En este estado semialucinatorio, tan pronto vemos un guerrero como un dragón, un pelícano, un rinoceronte, una medusa o la serpiente Kaa del 'Libro de la Selva': una fauna subterránea variopinta y virtual, que cohabita en singular simbiosis con el simpático murciélago, ubicuo inquilino de las profundidades, 'el Espíritu Santo del diablo', según Gómez de la Serna. 
   Los destellos titilantes de la superficie granulada de las calcitas, las irisaciones que desprenden los rayos luminosos al atravesar las rocas translúcidas, las insólitas coloraciones producidas por los óxidos metálicos al filtrarse y tintar las coladas, que a su vez multiplican sus reflejos en lagunas y gours de aguas cristalinas, componen un escenario feérico, inverosímil, por el que el explorador transita con el ánimo inmerso en una especie de sortilegio. Sumemos a esto el fondo sonoro: el tenaz repiqueteo de las gotas de agua que caen de los techos; las distintas notas musicales, de distintos tonos y timbres, que emiten al ser golpeadas como un instrumento de percusión esas estalactitas planas y onduladas en forma de telas, cortinas o banderas, cuando nos da por improvisar una jam-session de 'música de las cavernas'; los silencios ominosos de los más profundos túneles, en los que la ausencia de sonido es sólo equiparable a la total ausencia de luz, el negror impenetrable de la oscuridad absoluta (sensación que experimentamos en cada visita de una forma ritual cuando alguien propone: 'apaguemos todas las linternas'); la cavernosa acústica de las bóvedas, en las que el menor rumor choca, resuena y se amplifica, convirtiendo el sonido de una pequeña caída de agua de un arroyo subterráneo en el pavoroso rugido de una gigantesca catarata. No, esto no es una exposición; es más bien una performance. 
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4.  Laberinto de tinieblas
 
   La visita a una cueva tiene mucho de psicológico. La primera impresión es la de un inmenso salto atrás en el tiempo, un brusco flashback a eras geológicas primigenias, anteriores a la aparición del hombre en la Tierra. No es improbable que estemos sintiendo lo que sentían los primitivos hombres de las cavernas, nuestros ancestros, cuando penetraban en esos espacios tenebrosos que para algunos eran santuarios, un territorio mágico y sagrado, y, para otros, bocas de acceso al inframundo. La sensación de peligro se magnifica con la oscuridad y con lo Cueva-mina de Lanz (Navarra)desacostumbrado del territorio, en el que de nada nos sirven nuestros habituales parámetros de referencia. Es frecuente que nos vengan a la cabeza en el momento más inoportuno -por ejemplo cuando estamos arrastrándonos por un tubo largo y angosto- esos comentarios del tipo '¿qué ocurriría si se hunde la cueva y os quedáis encerrados?' o '¿y si hay tormenta y se inunda con una crecida?' o bien '¿y si os quedáis sin luces?'. Ante esto, no nos queda otro remedio que sacudirnos del cerebro todo pensamiento agorero, seguir adelante y comprobar una vez más lo infundado (en la mayoría de los casos) de este tipo de temores. 
   Son miedos a ir superando, pues los peligros verdaderos suelen ser de otra índole. Por ejemplo, la posibilidad de desorientarse y perderse en los intrincadísimos laberintos que horadan el mundo subterráneo, de una complejidad que Dédalo no pudo llegar a soñar en sus peores pesadillas. Las galerías no sólo se bifurcan y se ramifican, sino que suben y bajan y se cruzan y se entrelazan en un caos multidimensional inextricable. A veces se cortan por un precipicio que hay que bajar con cuerdas o que simplemente nos impide el avance. A veces el agujero por el que continuar se abre en el techo o en el rincón más inesperado de una cascajera. Aquí nuestro hilo de Ariadna está en la extremada atención que hay que poner en ir tomando referencias de los diversos accidentes del recorrido y memorizarlos para después poder encontrar el camino de regreso. En estos hondos parajes con frecuencia nos vienen a la mente las aventuras subterráneas de los personajes de la novela de Verne 'Viaje al centro de la Tierra', y solemos bromear al respecto con que cualquier día encontraremos en lo más profundo de una cueva el esqueleto tumbado de un explorador pionero señalándonos con el dedo el rumbo a seguir para hallar la salida. 
   La salida a la luz del día, tras varias horas inmersos en las tinieblas, es siempre un momento cegador y glorioso, que llena nuestros pechos de júbilo y suprime de un manotazo nuestras inquietudes, como el sol disipa las neblinas matinales. Salimos magullados, sudorosos y cubiertos de barro, pero a la vez tan contentos, tan alborozados de volver a ver el cielo, que el gozo nos revienta por las cinchas de los arneses. Mañana notaremos las agujetas, pero de momento lo que sentimos es un hambre voraz. Fuera nos esperan un buen almuerzo y un reconfortante café, que hemos dejado preparados en el coche para la vuelta. 
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5.  Escenarios mitológicos
 
   En el País Vasco, como en otras partes, las cuevas han sido históricamente escenario y caldo de cultivo para toda clase de mitos y leyendas. Los cavernamientos están asociados al mito primordial de la Madre-Tierra, a la fecundidad, a la generación de tormentas. Con frecuencia son residencia de genios y seres fantásticos como la diosa Mari o Basajaun, el señor de los bosques. Los mismos nombres de algunas cuevas lo anuncian: Maritxulo, Basajaunetxea, Diablozulo... Es célebre la 'Cueva de las Brujas' de Zugarramurdi (ver foto21 en Paisajes de las Cavernas 3), lugar donde se dice se reunían los brujos y brujas de la comarca para celebrar sus akelarres. Escuchemos al aita Barandiaran: 
Cueva de Diablozulo (Navarra) 
   "En el interior de la Tierra existen comarcas inmensas, donde corren ríos de leche; pero son inaccesibles al hombre, mientras éste viva en la superficie. Con ellas comunican ciertos pozos, simas y cavernas, como el pozo Urbión, las simas de Okina y de Albi y las Cuevas de Amboto, de Muru y de Txindoki. De tales regiones subterráneas proceden ciertos fenómenos atmosféricos, principalmente las nubes tempestuosas y los vientos huracanados (...)' 
   'En el interior de la Tierra tienen su morada muchos genios de la mitología vasca, sobre todo los que adoptan figuras de animales y antropomórficas (...) En la gruta de Zelharburu (Bidarray), Mari se halla representada como una columna estalagmítica que semeja un torso humano (...) La morada ordinaria de Mari son las regiones situadas en el interior de la Tierra. Pero estas regiones comunican con la superficie terrestre por diversos conductos, que son ciertas cavernas y simas. Por eso Mari hace sus apariciones en tales lugares con más frecuencia que en otros. A este propósito se señalan varios antros donde el numen se ha dejado ver en ocasiones que todavía se recuerda (...) Créese, en general, que las habitaciones de Mari se hallan ricamente adornadas y que en ellas abundan el oro y piedras preciosas. En la cueva de Aketegui las camas son de oro (...) Según refieren en Zarauz, en la cueva de Amboto, donde aparece Mari muchas veces, existen objetos que parecen oro; pero que, al sacarlos fuera, se convierten en palos podridos (...) El que penetra sin ser invitado en las cavernas de Mari y el que se apodera indebidamente de algún objeto que pertenece a ella, es luego castigado o amenazado con castigo. Un muchacho que robó una cantimplora de oro que había junto a la cueva de Amboto, fue arrebatado de su casa en aquella misma noche, desapareciendo para siempre. Unos cazadores que lanzaron piedras a la sima de Gaiztozulo, que es una de las guaridas de Mari en la región de Oñate, fueron derribados luego por un viento y una nube que salieron de ella. Una mujer robó un peine de oro en la cueva de Otsibarre (Camou) y en aquella misma noche una heredad o pieza de labrantío perteneciente a ella fue totalmente cubierta de piedras (...)' 
   'En la época romana debía estar tan extendida como hoy esta mitología subterránea en nuestro país, pues hemos hallado en las cuevas de Isturitz, de Santimamiñe, de Sagastigorri y de Covairada monedas romanas que, de acuerdo con la costumbre de aquel tiempo, habían sido lanzadas a tales lugares para lograr la protección de los genios cavernarios (...) Además la Tierra contiene tesoros, según creencia muy extendida. Se señalan las montañas y las cuevas en las que está guardado un pellejo lleno de oro; pero las coordenadas del lugar exacto donde se halla tal depósito no se precisan nunca. ¡Cuántas veces los campesinos excavaron inútilmente en Urrezulo de Atáun, en la cueva de Mairulegorreta, en el alto de Maruelexa (Navarniz) y en la cima de Larrune! Y en las cuevas de Balzola (Dima), de Iruaxpe (Goronaeta) y de Putterri! (...)" 

   (Extractos de 'Mitología Vasca', de José M. de Barandiaran). 
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   Fuera del País Vasco también surgen de las cavernas este tipo de mitos recurrentes. No hace mucho visitamos la sima-cueva de Los Candelones, en la provincia de Soria, que también posee su leyenda de tesoros ocultos. La puso en versos Pausilipo Oteo, un pastor de Santa María de las Hoyas que había explorado la sima en su juventud: 

 
   "No hay noticia de persona 
que halla llegado al final; 
ni ver la puerta de bronce 
que dicen que dentro hay. 
   Desde tiempos de Viriato 
pasando por el Islam, 
de boca en boca ha llegado: 
-la puerta que hay que pasar, 
tiene un letrero que dice: 
'Entrarás, entrarás, pero no saldrás'. 
   La cerda con sus cerditos 
que tanto ha dado que hablar, 
dicen que es de oro macizo 
como no se vio jamás; 
y que dichos animales, 
dentro de la sala están 
esperando que alguien llegue 
que se los quiera llevar. 
   Así las generaciones 
van pasando sin cesar 
transmitiéndose la voz 
como si fuera un cantar: 
   'Para llegar al tesoro 
el letrero hay que cruzar, 
ése que dicen que dice: 
'¡Entrarás, entrarás... 
pero no saldrás!'"
 
   (Pausilipo Oteo Gómez, 'Las bellezas de mi pueblo', extracto).
 
   Hemos de confesar que no pudimos confirmar la veracidad de la leyenda en nuestra incursión a Los Candelones, pues tampoco nosotros llegamos al final. Al menos pudimos salir. 
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6.  Cuidemos las cuevas
 
   Como siempre hay que estar peleando por lo que debería ser obvio, no podemos concluir este escrito sin repetir una vez más que las cuevas constituyen un patrimonio de todos, un tesoro geológico que nos ha legado la Naturaleza y que, por tanto, tenemos la obligación de Cueva-mina de Lanz (Navarra)respetar y dejar intocado. ¿Qué derecho tenemos a destrozar en cinco minutos una estalactita que los elementos naturales han tardado millones de años en esculpir? 'Estalactita' y 'estalagmita' no significan, como algunos parecen creer, 'esta-la-quito' y 'esta-la-meto en la mochila para llevármela a casa'. Además de un estropicio ecológico, no deja de suponer un total sinsentido, pues la belleza de estas formaciones líticas sólo es apreciable in situ y se pierde totalmente al sacarlas de contexto, pongamos para usarlas, en un alarde de horterismo, como pisapapeles en un despacho. Ocurre lo mismo que en la leyenda de los objetos de oro, que al sacarlos de la cueva se convierten en palos podridos. 
   Duele en lo más hondo visitar una cueva y comprobar las masacres perpetradas por estos depredadores de nula conciencia ecológica, que han llegado a arrasar verdaderos bosques de columnas, dejando sólo en suelos y techos los arranques de las formaciones, como tocones de árboles talados. El destrozo es aún más sangrante cuando podemos contrastarlo con la increíble variedad, la onírica belleza y la frágil delicadeza de los conjuntos líticos que han podido conservarse intactos en cuevas que –por su difícil acceso o por estar cerradas al público (pagando en este caso justos por pecadores)– se han salvado de la irrupción de los vándalos. Añadamos que deberían también abstenerse de penetrar en las cavernas esos cavernícolas mentales que gustan de inmortalizar su visita pintarrajeando graffiti en las paredes, del tipo 'Abundio estuvo aquí' o del tipo 'Bartolo ama a Pepita' (mensaje urgente de nuestra parte a la susodicha: 'Pepita, piénsate si te conviene un novio tan burro'). La única inscripción que nos ha hecho gracia en una cueva (pero ni aún así la justificamos) es una que encontramos en lo más al fondo del fondo de una estrecha y profunda grieta de una de las cuevas-mina de Lanz, por la que nuestros cuerpos a duras penas podían avanzar en posturas imposibles, reptando tumbados y de lado, y que decía: 'Acojona, ¿eh?'. 

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7.  Una exposición colectiva y abierta
 
Cueva de Akuandi (Navarra)    La fotografía de Naturaleza tiene un sitio en esta web. Hemos empezado por temas espeleológicos, y en un futuro próximo se irán incorporando otras secciones con temática de fotografía de montaña. 
   La pequeña muestra de fotos que exponemos virtualmente en fotoAleph no es sino una mínima selección de imágenes de cuevas en su mayor parte ubicadas en Navarra, y algunas de Soria y la Rioja, obtenidas por varios fotógrafos. Las cuevas exhibidas no son ni las más importantes ni las más representativas de sus respectivas zonas. Algunas son más conocidas, otras menos, pero todas tienen sin duda su duende, su encanto único e intransferible. Como no queremos fomentar la visita indiscriminada y masiva a las cuevas, sino sólo dar una ligera idea de los tesoros que tenemos cerca y poca gente conoce, hemos eludido conscientemente proporcionar información sobre los emplazamientos exactos de las cavidades, limitándonos a mencionar de forma genérica los macizos kársticos en que se hallan ubicadas, sin más referencias para su localización. Los verdaderos aficionados a la espeleología ya sabrán dónde preguntar para encontrarlas. 
   Como criterio de selección de las fotos hemos primado los aspectos visuales, el intento de captar la singular belleza de los criptopaisajes, por encima de otros aspectos de tipo científico o didáctico, que serían más propios de otro lugar. 
   Se trata de una colección incipiente, pero con ánimo de crecer. Está abierta a otras colaboraciones. Nuestra intención es que esta página sea el germen de una exposición colectiva permanente, que se vaya poco a poco enriqueciendo con aportaciones de más fotógrafos, incorporando imágenes de otras cuevas de no importa qué lugares o qué países, ya que el mundo subterráneo no tiene fronteras. 
   Animamos desde aquí a todos los fotógrafos con temas semejantes (sean o no espeleólogos profesionales) que deseen exhibir sus trabajos en internet, a sumarse a la idea. Usted pone las fotos, nosotros la plataforma técnica para poder enseñarlas al mundo. Para conocer las condiciones, consulte en esta misma web nuestra Propuesta de colaboración con fotógrafos. 
   O infórmese directamente, enviando un e-mail a fotoAleph: info@fotoaleph.com 
 
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Paisajes de las cavernas (2). Exposición colectiva
   Otras 48 fotografías de motivos espeleológicos.

Paisajes de las cavernas (3). Exposición colectiva
   Otras 62 fotografías de motivos espeleológicos.

Viajes dentro de la Tierra. Fotografía espeleológica
   Otras 60 fotografías de motivos espeleológicos.

De Profundis. Fotografía espeleológica
   36 fotografías del fotógrafo y espeleólogo italiano Cesare Mangiagalli, de cuevas de Italia, Suiza y México.
  
fotoAleph: Cavernas de Colombia
   Las cuevas 'El Edén' y 'Los Guácharos'. Fotografías: Iván Camilo González.
  
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   Prehistoria del arte en la India.

Don Quijote, pionero de la espeleología
   De cómo bajó Don Quijote a la sima de Montesinos. De lo que vio Don Quijote allí dentro. Sancho Panza, espeleólogo por accidente. En fotoAleph.

Amaya o las cuevas en el siglo XIX
   La cueva del dragón de Aralar, la leyenda de Teodosio de Goñi, la búsqueda del tesoro de Aitor, y los orígenes de la raza vasca, rastreados a través de la novela 'Amaya o los vascos en el siglo VIII', en fotoAleph.

Las lecciones de abismo del profesor Verne
   La novela 'Viaje al centro de la Tierra' a la luz de la espeleología. En fotoAleph.

Las Cavernas Fantásticas
  
Antología de las cuevas, grutas y simas que perforan con sus negros agujeros las páginas de la literatura universal. En fotoAleph.

Mineralizaciones de las cuevas de Lanz (Navarra)
   Fotografías de cristalizaciones y estalactitas excéntricas y aciculares, en la cueva de Basajaunetxea, en Lanz, Navarra (Reserva Natural). Fotos: María Victoria López Acevedo (1976).

Cueva de Los Cristinos (Navarra)
   Fotografías de la cueva de Los Cristinos (Sierra de Urbasa, Navarra).
  
Espeleofoto
   Fotografías del mundo subterráneo.

The Virtual Cave
   Selección de fotografías de cuevas de todo el mundo (cuevas de disolución, de lava, de erosión y marinas) alojada en la web Good Earth Graphics.

Speleo-foto
   Web alemana de espeleología, con galerías de fotos.

Speleogenesis
   Publicación científica virtual sobre la génesis de las cuevas y la evolución de los acuíferos kársticos.

 
 




  
PAISAJES DE LAS CAVERNAS
Exposición colectiva

Bibliografía consultada:

   - Barandiaran, José M. Mitología Vasca (Biblioteca Vasca, Ediciones Minotauro, Madrid, 1960)
   - V.V.A.A. El Mundo Subterráneo en Euskal Herria. Geografía del karst. Cultura. Criptopaisajes (Editor: Txomin Ugalde, Editorial Ostoa, S.A., Lasarte-Oria, 1997)

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Fotografías:
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Realizadas en diversas cuevas de Navarra, Soria y La Rioja (2001-2002)

 


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