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  VIAJES DENTRO DE LA TIERRA
   Fotografía espeleológica
Viajes dentro de la Tierra   
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eserve su plaza. Dispóngase a embarcar en la más fantástica odisea que un ser humano puede llevar a cabo a comienzos del siglo XXI. Apúntese a un viaje a lo desconocido, en el que todos los prodigios son posibles, en el que la aventura está siempre presente, en el que nos está dado descubrir las increíbles maravillas que la naturaleza esconde en sus profundidades. Es el viaje por antonomasia. El viaje al mundo intraterrestre. Abra bien los ojos y prepárese a disfrutar contemplando la cuarta entrega de la exposición colectiva de fotografía espeleológica de fotoAleph, con 60 fotos inéditas de Luis Moreno, Fidel Moreno, Agustín Gil y Carlos Cardesa.
  
Indice de textos
La llamada de las profundidades
Quince viajes por el mundo intraterrestre
Una exposición colectiva y abierta

Indices de fotos
Indice 1   Sima de Tximua, cueva de Usede
Indice 2   Cuevas de Basaura, Labayen, Iribas y Lanz
Indice 3   Cuevas de Aribe, Cárcar, Valle del Irati, Harpea
Indice 4   Sala de La Verna, minas de Arditurri, cueva del Jabino
Indice 5   Cuevas de la Galiana Alta y Los Candelones
Las lecciones de abismo del profesor Verne
 
Enlaces a webs de espeleología
Bibliografía


1.  La llamada de las profundidades
 

   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...

                                                                             (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)




   Vi a los pioneros de la exploración subterránea, descubridores de un Nuevo Mundo que yace escondido debajo del nuestro.
   Les vi  descender por pavorosas simas, trepar por caos de rocas, reptar por apretadas rendijas, navegar por ríos subterráneos.
   Y su objetivo era ir siempre más adelante, más adentro, más abajo. Y su dirección enfilaba rumbo al centro de la Tierra.
   Vi los laberínticos parajes que atravesaban en su camino, abrumado por su inmensidad, fascinado por su extraña belleza.
   Vi cuevas y simas cuyas negras bocas son las puertas de embarque a un viaje a lo desconocido: el viaje al mundo intraterrestre.
 
  

  
   He aquí una nueva muestra de fotografías de motivos espeleológicos tomadas a lo largo del último año en las profundidades de varias cuevas y simas de Navarra, Guipúzcoa, País Vasco-Francés y Soria, reunidas en una exposición colectiva de 60 imágenes realizadas por varios autores, que tenemos el honor de presentar en fotoAleph con el título de 'Viajes dentro de la Tierra'. 
   La alusión a la novela de Julio Verne no es casual. Pretendemos con este epígrafe no tanto rendir un modesto homenaje al autor de 'Viaje al centro de la Tierra', como sugerir que este libro, a sus ciento cuarenta años, sigue tan vivo como el primer día, y puede aún hoy servir de inspiración y guía a todo cuevero que se precie. Pues se trata de la novela espeleológica por excelencia, la que más a fondo ha sabido captar el espíritu de las cavernas y retratar el alma del espeleólogo: su arrojo, su tesón rayano con la testarudez, su curiosidad, su afán explorador, su voluntad de llegar hasta el final contra todo obstáculo. 
Cueva de Usede (sierra de Andia, Navarra)   En una época donde el viaje se ha trivializado hasta convertirse en un 'paquete' que vender a los turistas, como cualquier otro artículo de consumo, los 'viajes dentro de la Tierra' rompen esa dinámica mercantil. El viaje al mundo subterráneo es hoy el verdadero viaje: el viaje a lo desconocido, el viaje de exploración y descubrimiento, el que más esfuerzos y mejor forma física exige del viajero, el que más aventuras propicia, el que más peligros obliga a desafiar. Y en esto no hay agencias de viaje que valgan, pues las cuevas no tienen billete de entrada. Ni cicerone que guíe. Ni programas de visita (de hecho, todo intento de programación será desbaratado por los siempre imprevisibles accidentes de la cueva). Ni hay en los aledaños hoteles, restaurantes o tiendas de souvenirs. Por no tener, no tienen ni siquiera garantías de retorno. 
   Pero están ahí cerca, tentadoras, con sus negras bocas abiertas de par y par diciendo "entra y explórame". Quien se atreva a hacerlo, descubrirá maravillas. Se verá inmerso en un mundo irreal donde todos los prodigios son posibles. Y para lograr tamaña recompensa lo único que hay que tener es un poco de valor, algo de equipo y, sobre todo, una mochila llena de abundante curiosidad y espíritu de exploración. 

   ¡Ah! ¡Qué viaje! ¡Qué maravilloso viaje! 
   (Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, cap. 44) 

   Es un viaje de la luz a la oscuridad y de la oscuridad a la luz. Un viaje a través del espacio subterráneo, pero también hacia atrás en el tiempo, hacia el pasado más remoto del planeta, cuando en él habitaban animales y plantas hoy extintos, y el ser humano no había hecho aún su aparición. Y cuanto más profundos son los estratos que atravesamos, mayor es su antigüedad y más lejos nos remontamos en las eras geológicas. Es un viaje cuya meta es inalcanzable. Pues aunque su dirección sea siempre rumbo al centro de la Tierra, todos sabemos que nadie llegará hasta allí. 
   Es el viaje hacia abajo, según lo define Fernando Savater: "Bajar es abismarse en lo que nos sustenta, es desfondar el fundamento que nos subyace. Peligrosa misión, incluso enloquecedora (...); al bajar radicalmente –es decir, no al bajar de una escalera, que es algo elevado, sino al bajar a lo que realmente está abajo– perdemos nuestras más estables coordenadas y debemos invertir extrañamente nuestros puntos de referencia" (F. Savater, 'La infancia recuperada', cap. III, 'El viaje hacia abajo'). 
 
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   Lo que estaba debajo pasa a estar encima. El suelo de los demás humanos es nuestro techo. La división día/noche desaparece, y uno se sumerge en una noche más oscura que todas las noches, una noche que dura por la eternidad. Se pierde la noción del tiempo. La temperatura apenas varía con las estaciones: en verano será fresca; en invierno hará menos frío dentro que fuera. La fauna nada tiene que ver con la de la superficie. El agua construye arquitecturas tan fantásticas que ni el más visionario de los arquitectos sería capaz de concebir, ni un ejército de hombres levantar. Las naves de las catedrales, las cúpulas de los santuarios, se quedan pequeñas por comparación. De las colosales bóvedas cuelgan inverosímiles formaciones pétreas que parecen desdeñar toda ley de gravedad. Además de caer en vertical, algunas estalactitas (las llamadas 'excéntricas') se desarrollan con frecuencia ramificándose en todas las direcciones del espacio tridimensional, como arrecifes de coral. Los paisajes interiores de la caverna son tan fuera de lo conocido, el ambiente tan fantasmagórico, que se diría estamos perdidos en un planeta lejano. Un planeta literalmente fuera del sistema solar. Como Alicia, que al caer por una sima oculta dentro de una madriguera de conejo llega al País de las Maravillas, un mundo-al-revés de atmósfera pesadillesca donde la lógica está desterrada, nada funciona como en la superficie, y todos están locos, incluida la protagonista, así parece ocurrir a quienes se internan en el extraño mundo de las cuevas, donde hasta las estalactitas se vuelven excéntricas. 

   –Pero yo no quiero andar entre locos –comentó Alicia.  
   –¡Ah, eso es algo que no puedes evitar! –dijo el Gato (de Cheshire)–; aquí estamos todos locos. Yo estoy loco. Y tú estás loca. 
   –¿Cómo sabes que yo estoy loca? –dijo Alicia. 
   –Tienes que estarlo –dijo el Gato–; de lo contrario no habrías venido aquí. 
   (Lewis Carroll, 'Alicia en el País de las Maravillas', cap. VI. Recordemos de paso que el título primitivo del cuento de Carroll era Alice’s Adventures Underground). 

   Reproducimos otro párrafo ilustrativo, esta vez extraído del libro '20 años de Espeleología en Navarra' (pág. 69). Un parte de Francisco Alzugaray, en torno a la campaña de exploración de la Sima de San Martín, que era entonces (1960) la sima más profunda del mundo, consigna los comentarios de un pastor de la zona, que observaba las maniobras de los espeleólogos: "el pastor (...) me pregunta: de dónde somos, qué vamos a hacer tanta gente, cuántos estamos y para qué fin es la espeleología. Contesto una a una estas preguntas gustoso. Una y otra vez me dice que estamos locos, locos." 
 
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   Al final van a tener razón quienes nos suelen comentar que les han comentado que "si todo montañero tiene una pedrada, los cueveros tenéis dos pedradas". Y es que hace falta tener cierto gramo de locura para embarcarse en un viaje intraterrestre al país de las perpetuas tinieblas. Es el tipo de locura del que estaba imbuído el profesor Lidenbrock, que le empuja a emprender la más fabulosa expedición que espeleólogo alguno pudiera soñar: viajar hasta el centro de la Tierra (y porque no se puede llegar más adentro). Es una locura que arrastra a otros, quieran o no, en la aventura, como ocurre con su sobrino Axel y con Hans. Y que se contagia al final hasta a los expedicionarios más reticentes. 

   ¡Ir al centro de la Tierra! ¡Qué locura! 
   (Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, cap. 6) 

   Obsesión (o determinación) parecida a la que podían tener el capitán Hatteras por alcanzar el Polo Norte, o Phileas Fogg por ganar su apuesta de dar en ochenta días la vuelta al Globo. Y parecida también, saltando de Verne a Melville, a la fijación del capitán Ahab por dar caza a la ballena blanca, contra viento y marea y tempestades, aunque para ello tenga que arrastrar consigo a toda su tripulación hasta el mismísimo fondo del océano. En nuestras incursiones a las cuevas a veces resuenan ecos de Moby Dick: 
   –¡Por allí resopla! 
   Así suele exclamar un compañero del grupo cuando localiza un agujero, grieta o gatera por donde salga una fuerte corriente de aire, señal ésta inequívoca de que por allí se entra a una gran cavidad, y el viaje dentro de la Tierra puede continuar, con gran satisfacción de todos los miembros de la cordada. 
   Es un viaje interminable y un destino inalcanzable, pero no importa. Una vida entera no da ni para conocer siquiera las cuevas de nuestro más inmediato entorno. Pero no importa. Como en todo viaje, lo importante no es la meta sino el camino. Y estos caminos dentro de la Tierra forman un jardín oculto de senderos que se bifurcan en múltiples ramales. La espeleología es una ciencia de carácter poliédrico que implica conocimientos en disciplinas tan diversas como la geología, la mineralogía, la paleontología, la hidrología, la biología de fauna troglobia, la arqueología y un montón de materias más acabadas en logía. Entrar a una cueva acarrea absorber de golpe una ingente cantidad de nuevas informaciones, extrañas, insólitas, que el cerebro apenas puede asimilar y que, sin una base firme de conocimientos científicos, es difícil encajar en los sistemas de referencias que nos formamos en el mundo de la superficie sublunar. 
 
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Cueva de Los Candelones (Soria)    No es pretensión de esta muestra fotográfica entrar en esas profundidades, ni de hecho podríamos. Llevamos en nuestro grupo poco más de tres años viajando sistemáticamente a las cavernas, y a algunos nos ha pillado la afición algo mayores, por lo que nuestras limitaciones son aún muchas. Pero es indudable que con cada incursión descubrimos algo nuevo, algún sorprendente hecho físico, geológico o faunístico, que nos da que pensar y hablar, y nos obliga a recabar información en los libros pertinentes. Nos sentimos como los párvulos de la escuela cavernaria, dispuestos a recibir, como Axel de su tío el profesor Lidenbrock, nuestras 'lecciones de abismo'. De momento nos conformamos con aprender lo mejor posible cómo usar las cuerdas y los artilugios de escalada para destrepar y trepar simas sin sufrir accidentes, que es lección primera y previa a todas. Comprendemos muy bien a Axel cuando afirma: 

   No sé si el más fanático geólogo hubiera tratado de estudiar, durante ese descenso, la naturaleza de los terrenos que íbamos atravesando. Por mi parte, me preocupé muy poco de saber si eran pliocenos, miocenos, eocenos, cretáceos, jurásicos, triásicos, perminianos, carboníferos, devónicos, silúricos o primitivos. 
   (Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, cap. 17) 

   Por nuestra parte, contrariamente a Axel, éstas son cuestiones que nos preocupan cada vez más, pues unas nociones de geología nos ayudarán a interpretar mejor los intrigantes fenómenos que de continuo presenciamos en nuestros viajes intraterrestres, y sustentar en una base más firme nuestra afición cuevil. Una afición que, por cierto, va en aumento. ¿Cómo podría ser de otra manera, si nos sentimos como exploradores en un nuevo mundo? ¿Si experimentamos la misma emoción del que pisa por primera vez un paraje y siente que le asiste el derecho a bautizarlo? Cierto es que, por lo general, otros nos han precedido en el camino, concretamente los veteranos de la espeleología en nuestras tierras, a quienes admiramos sin reservas por la labor que vienen realizando desde hace décadas en este campo, pero la sensación de descubrimiento de una tierra incógnita sigue para nosotros ahí. La impresión de estar explorando territorios de otro universo. Un universo lleno de sorpresas y de peligros, pero también de tesoros ocultos y maravillas sin cuento. Y nos sentimos como arrobados, hechizados por ese mundo mágico y misterioso de inconmensurable belleza, al que viajamos una y otra vez, felices de tener el gran privilegio de conocerlo, de poseer la llave que nos permite franquear sus puertas. 
   Poco a poco, sin apenas darnos cuenta, nuestro vocabulario se va llenando de palabros pertenecientes al idioma intraterrestre, como 'diaclasas', 'buzamientos', 'gours', 'colmatación', 'sifonar', 'zonas vadosas', 'suelos clásticos', 'colémbolos', 'fauna guanobia', et altri, que es la única nomenclatura utilizable para poder referirse a los fenómenos extraños y difíciles de describir de este mundo extra-ordinario. Como bien dice Axel: 

   La palabra 'caverna' no traduce, evidentemente, lo que yo querría expresar para pintar ese mundo. Pero las palabras de las lenguas humanas no pueden bastar al que se aventura por los abismos del Globo. 
   (...) 
   Falto de palabras para expresar mis sensaciones ante tales maravillas, las contemplaba en silencio. Creía hallarme en un planeta lejano, en Urano o en Neptuno, asistiendo a fenómenos que mi naturaleza 'terrícola' no podía comprender. 
   (Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, cap. 30) 

   La afición a las cuevas no se practica sin tener que luchar en paralelo contra prejuicios e incomprensiones de las personas a las que nunca se les pasaría por la imaginación penetrar en una caverna, que son el 99,99% de los terrícolas. En este sentido, la percepción que se tiene de nuestra actividad desde nuestros respectivos entornos de familares/amistades va pasando por distintas fases. Al principio, pensaban simplemente que estábamos zumbados. "Ya se les pasará", era el vaticinio común. Luego, al ver que la cosa no remite, llega la segunda fase: "Pues sí que os ha dado fuerte". La tercera fase es de sorpresa: "Pero ¿aún os quedan cuevas por ver?", y aquí hay que explicar que sólo en Navarra hay más de dos mil cavernas y simas, y se siguen descubriendo nuevas, y nos harían falta varias reencarnaciones para conocerlas todas. El desconcierto va dando paso a un moderado interés por nuestras actividades al escuchar nuestros relatos, anécdotas y aventurillas. Es entonces cuando les llega la onda de las noticias de la prensa y la tele que se refieren a accidentes y rescates en cuevas del mundo, y se percatan del grado de peligro que éstas encierran. 
   Aquí se entra en la cuarta fase, que es la agorera: "¿Os habéis enterado lo que les ha pasado a unos en una cueva de...? Ha salido en el telediario. ¿Ya sois conscientes de dónde os metéis?". Viene a continuación la etapa de los comentarios socarrones, y tenemos que padecer teorías psicoanalíticas de andar por casa, que barajan conceptos como 'los agujeros', 'las penetraciones', 'el retorno al útero materno', etc. La siguiente fase es la de protestar porque "No habláis más que de cuevas. Sois más cansinos que un soldado hablando de la mili". La última fase, en la que ahora estamos, es volver a pensar que estamos 'colgados' (que no es mal adjetivo para definir lo que hacemos en las simas), con lo que el proceso recomienza a partir de cero. Pero no hay problema. Hay que recordar que la perseverancia es cualidad congénita de todo buen cuevero. 
   Parafraseando a Kipling: "quien ha oído la llamada de las profundidades, ya no oirá otra cosa". Y en ello estamos. Felices de estar descubriendo un nuevo mundo. Y sabedores de que ésta es una actividad que nos tendrá entretenidos y fascinados por el resto de nuestras vidas. Como Axel dice del profesor Lidenbrock: 

   Su único pensamiento era continuar avanzando. 
   (Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, cap. 19) 
 
 
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2.  Quince viajes por el mundo intraterrestre
 
   Reseñamos a continuación unos breves comentarios sobre las quince cuevas que aparecen en nuestra exposición fotográfica. 

  
Sima de Tximua (sierra de Urbasa-Andía, Navarra)
Fotos 01-08 
  
   Se abre cerca de una bien conservada calzada romana que conectaba Bakaikoa con Estella atravesando el raso de Zalbide, en la falla de Lizarraga, que marca el límite entre las sierras de Urbasa y de Andía. La calzada salva una gran hondonada, y alcanza una considerable altura con sus muros laterales de sillares dispuestos en talud, justo antes de pasar junto a la boca de la sima, hoy en día cercada con dos muretes de piedra concéntricos para evitar caídas accidentales. 
Sima de Tximua (sierra de Urbasa, Navarra)   La entrada es una chimenea vertical de 22 metros, cuyos 10 últimos, tras pasar una ventana abierta en las rocas, caen volando dentro de una enorme sala abovedada sobre un gran cono de derrubios. En esta sala han sido descubiertos restos de osos cavernarios, y otros animales del cuaternario, aunque se halla pendiente de excavación y estudio. 
   A partir de allí se entra en una galería que baja en fuerte pendiente, estrechándose a unos cien metros de profundidad. Atravesando como buenamente se puede un caos de bloques por las rendijas que han quedado entre las rocas se llega a una sala aún mayor que la de entrada, cuyo suelo en pendiente está formado por inmensas coladas de calcitas de un blanco deslumbrante, que caen creando panzas, recodos y terrazas como si fueran las faldas de una montaña. Las coladas están jalonadas por estalagmitas de un tamaño gigantesco, algunas con formas antropomorfas, dando la sensación de hallarnos en medio de una congregación de gigantes. El fondo de la sala está cubierto por las aguas de un hermoso lago, de tres metros de profundidad, en el que se reflejan las tres montañas blancas de coladas estalagmíticas que lo rodean. Lago y montes forman en conjunto un escenario de una belleza inverosímil, que parece sacado de un cuento de hadas o de brujas. 
   Atravesado el lago se trepa con dificultad por una de estas colinas de más de 35 metros de alto, para llegar a una explanada donde se yerguen majestuosas estalagmitas gigantes que casi tocan el techo, y sobre la que cuelgan estalactitas de las más caprichosas formas, como una en todo idéntica a una chimenea de hogar central. La cueva aún continúa. Por un estrecho pozo de varios tramos muy accidentados se baja con ayuda de cuerdas a una última sala, todavía más grande que las anteriores, con una pendiente fortísima que obliga al uso de nuevas cuerdas para llegar a su final a 165 metros de profundidad. 
   La travesía es larga y fatigosa (casi se nos acaba la provisión de piedras de carburo para la iluminación), pero estamos sólo a mitad del viaje, pues queda el camino de regreso, que es aún más agotador. Y como remate a la ascensión no queda otra posibilidad que remontar los 22 metros de sima vertical, para lo que hay que ascender en vacío por la sala hasta lo más alto de su bóveda, y atraversarla por la abertura roquera que hace de claraboya natural. Este paso es complicado: la cuerda roza en los labios de la abertura, y los aparatos de trepar (dos 'yumar' con pedales y un 'croll') se nos atrancan en ese punto, no pudiendo impulsar nuestro cuerpo hacia arriba a causa de que no hay ningún punto de apoyo para los pies. La maniobra en tal caso consiste en bascular el cuerpo hacia atrás y hacia abajo lanzando los pies por encima de la cabeza para posarlos en el techo de la bóveda, cual murciélagos, y así poder impulsarnos hacia un lado a fin de separar la cuerda de la zona de fricción y, despejado el obstáculo, seguir remontando. Un número circense digno de trapecistas, pero sin red. 
 
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Cueva-sima de Usede (sierra de Urbasa-Andía, Navarra)
Fotos 09-12 
  
   La cueva de Usaide o Usede se abre en los farallones septentrionales de la sierra de Andía (Navarra), y penetra en el macizo por una galería de un centenar de metros con concreciones calcáreas, hasta desembocar en una sima que, tras una rampa de 12 metros, cae en vertical 30 metros más. A partir de entonces la cueva se bifurca en dos galerías en fuerte pendiente, llegando en los niveles inferiores hasta una laguna hundida en una alberca natural, y en los niveles superiores a una zona laberíntica con bellas formaciones estalactíticas y nuevas simas en el suelo, que hemos dejado pendientes para futuras incursiones. 
   Se han encontrado en esta cueva huellas de osos cavernarios (ursus speleus), y se sabe que por su posición estratégica (dominando la carretera que conduce al túnel del puerto de Lizarraga) esta caverna fue escenario de las guerras carlistas. 
 
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Cueva de Basaura (sierra de Lokiz, Navarra)
Fotos 13-14 
  
   La cueva de Basaura nos sigue procurando sorpresas. Serán del orden de quince o dieciséis las veces que hemos organizado expediciones a su interior, y todavía no hemos terminado de explorar sus inacabables laberintos (seis kilómetros de túneles, amén de un río y cinco lagos subterráneos). Pero lo que menos nos esperábamos es que a sus maravillas naturales se sumara una galería con pinturas rupestres, una de las escasas muestras del 'arte' de nuestros antepasados prehistóricos que se conservan en territorio navarro. 
   Descubiertas en 1965 por miembros de la sección de espeleología de la Institución Príncipe de Viana, y parcialmente estudiadas e interpretadas, las pinturas se hallan en proceso de deterioro, debido a la descomposición química de las superficies parietales de toda la galería, cuyas calizas se van transformando en arcillas blandas. 
   A lo largo y a ambos lados de las paredes de esta galería, escondida en los niveles superiores de la caverna, y de difícil acceso, se pueden ver trazos pintados con pigmentos negros de perfiles inidentificables en su mayoría, a excepción de una figura zoomorfa a media altura del muro lateral norte. 
   Esta insólita figura, medio borrada por el paso de los milenios, representa un animal que parece ser un felino caído en una trampa de caza. Se aprecia claramente la cabeza y parte del cuerpo. Plasmado de perfil, con una longitud de 70 cm, en su parte media puede distinguirse lo que sería un arma curva y puntiaguda que le atraviesa el cuerpo en sentido vertical. El animal levanta la cabeza y abre sus fauces con desesperación, como si estuviera emitiendo un rugido de agonía provocado por el dolor de sus heridas. 
   Desconocemos si estas pinturas han sido datadas o clasificadas, pero nos intrigan varios aspectos: lo inusual del tema; el estilo realista del dibujo, que posee hasta expresión y movimiento; la técnica monocroma, que no parece casar con dicho estilo; lo escondido de su emplazamiento (que implica que no podían ser vistas por el común de los mortales); su situación geográfica general (en la sierra de Lokiz, lejos de las zonas donde se han hallado otras pinturas rupestres paleolíticas o neolíticas). Y el hecho de que a lo largo de la galería, sus negras paredes están cruzadas por infinidad de trazos blancos, que son los arañazos producidos por diversos tipos de animales al restregar sus garras contra los muros. Estas huellas pueden estar motivadas por las visitas transitorias o la estancia más o menos prolongada de animales a lo largo del cuaternario, para refugiarse del frío, como podrían ser los osos de las cavernas o algunas especies extinguidas de felinos, de los que se han encontrado vestigios en Basaura. 
   El veterano espeleólogo Isaac Santesteban publicó en 1971 un estudio en la revista 'Príncipe de Viana' ("Pinturas rupestres en Navarra") en la que dejó constancia del grado de abandono y progresivo deterioro de la 'Galería de Pinturas' de Basaura. Reproducimos el último párrafo: 
   "Es conveniente dar un toque de atención para que puedan conservarse este tipo de manifestaciones culturales-artísticas, que forman un verdadero patrimonio en nuestra provincia y que por desgracia bien sean debidos a la ignorancia o la desaprensión van destruyéndose a lo largo de nuestra geografía." 
    Más de tres décadas después el desinterés y el olvido continúan, y uno de los escasísimos ejemplos de los preludios del arte pictórico en nuestras tierras terminará por desvanecerse para siempre, como ya han desaparecido otros (cabras pintadas de la cueva del Cantero, en Echauri). 
 
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Cueva de Beintza-Labayen (Navarra)
Fotos 15-18
Cueva de Labayen (Navarra)  
    Las paredes estaban revestidas de magníficos especímenes de mármoles, unos de un gris ágata con venas blancas caprichosamente acusadas, otros de color encarnado o de un amarillo veteado de placas rojas. Más allá, trozos de jaspe de color oscuro, en los que resaltaban los vivos matices de las calizas. 
   (Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, cap. 20)
  
   La cueva de Lezealde, en el término navarro de Beintza-Labayen, es sin duda una de la más bellas de la zona. Una gran boca de entrada lleva a una bifurcación de dos galerías que más tarde se conectan entre sí, para desembocar, tras trepar una alargada chimenea, en una hermosa sala de 30 metros de diámetro, tapizada de concreciones en techo, suelo y paredes. Las estalactitas, estalagmitas, columnas, banderas y coladas son de una belleza inigualable, de un intenso color blanco y una tersura marmórea. 
   El fondo blanco dominante realza aún más los colores rosados, cremas y naranjas de algunas formaciones, que titilan con destellos intermitentes al acariciarlas con los haces de luz. Por todas partes aparecen caprichosas formas que semejan rostros humanos, o animales, desde elefantes hasta pulpos gigantes. Al fondo de la sala predominan las estalactitas excéntricas, que lanzan sus erizadas puntas en todas las direcciones del espacio, desafiando la gravedad. 
 
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Cueva de Iribas (sierra de Aralar, Navarra)
Fotos 19-21 
  
   La cueva-sima de Lezegalde, que por su dificultad media ha constituido tradicionalmente una escuela de espeleo en Navarra, abre su boca en el fondo de una amplia hondonada en forma de pozo de diez metros de profundidad, a medio kilómetro del pequeño pueblo de Iribas, en las faldas nororientales de la sierra de Aralar. 
Cueva de Lezegalde (Iribas, Navarra)   Unos kilómetros más arriba nace el río Ercilla, afluente del Larraun. Sus aguas surgen del fondo de una gran cueva, horadada como una gigantesca grieta en los acantilados de un circo rocoso, en el paraje conocido como Aitzarreta. El recorrido subterráneo del río está en fase de exploración por especialistas en espeleobuceo. Al mismo tiempo se están realizando prospecciones en las zonas altas con el fin de descubrir la conexión de posibles cuevas con el sistema fluvial subterráneo. En el transcurso de estas pesquisas fue descubierta en 1989, por el grupo espeleológico Satorrak, la cueva de Amutxate, que esconde en su interior una gran sala con su suelo tapizado por un vasto yacimiento de esqueletos fósiles de osos cavernarios (ursus speleus), de entre cuarenta y sesenta mil años de antigüedad. Este osario está desde hace varios años siendo objeto de cuidadosas campañas de excavación, que, a falta de subvenciones institucionales, son llevadas a cabo por la iniciativa privada de diversos expertos, los cuales han dictaminado hallarnos ante uno de los más importantes y mejor conservados yacimientos de fauna cuaternaria de Europa. 
   A partir del nacedero, el río se comporta de forma caprichosa. Tras bajar unos kilómetros por el valle, el cauce forma de pronto un amplio meandro que da un giro de 180 grados, para ser tragado por un sumidero obstruido por un amasijo de troncos y ramas, y desaparecer de la faz de la Tierra. El río sigue hacia su destino por ignotas galerías subterráneas, pero ello no impide que tengamos ocasión de contemplar un tramo de ese itinerario intraterrestre, ya que su caudal irrumpe por una grieta en lo profundo de la cueva de Iribas, alimentando el gran lago que inunda el fondo de la caverna. Este lago o embalse natural, en medio de una inmensa sala, actúa de regulador del caudal del río y es a su vez otro sumidero. Sigue el río aún su curso secreto y vuelve a tener otra surgencia unos kilómetros más abajo, para ya continuar su cauce de forma normal. 
   En época de crecidas, el río rebosa y se sale de su itinerario habitual para correr por la superficie del valle, por lo que las aguas llegan a la cueva de Lezegalde por su boca, se vierten por el pozo de entrada e inundan todas las galerías superiores de la caverna. La existencia de grandes troncos de árbol incrustados a gran altura en las rocas dan fe de ello.
 
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Cuevas y minas de Lanz (Navarra)
Fotos 22-24 
  
   Una nueva visita a las cuevas y minas romanas del monte Ayerdi nos ha permitido explorar nuevas galerías de este fascinante complejo, a la vez natural y artificial. Concretamente, en la llamada Cueva-Mina, que es una enorme cavidad natural prolongada en tiempos de los romanos por un gran número de pasadizos artificiales, que se horadaron en suelo, paredes y techo a la búsqueda de vetas minerales de hierro y cobre. Los vestigios hallados en estos túneles no dejan lugar a dudas: monedas romanas, camafeos, cinceles de hierro y otros instrumentos son testigos de la intensa actividad minera que tuvo lugar en este bello paraje camuflado bajo un bosque de hayas. Cada cierto tramo y en lugares clave se pueden ver pequeños nichos tallados en la pared que serían utilizados para colocar lámparas con las que disipar un poco las densas tinieblas de las profundidades. 
Cueva de Lanz (Navarra)   El sistema forma un intrincado laberinto de galerías que se yuxtaponen a distintos niveles, adentrándose en el seno de la Tierra cada vez a mayor profundidad hasta llegar a no se sabe dónde. El estado ruinoso de los pasillos, los constantes derrumbamientos de cascotes que los taponan, la escasa altura de las bóvedas, que nos fuerzan a avanzar todo el rato agachados, las estrechas gateras que hay que atravesar reptando por el polvo, los hundimientos del suelo de las galerías, que llegan a crear verdaderas simas perforando en vertical varios niveles de túneles horizontales, dificultan en grado extremo su exploración, que puede llegar a ser angustiosa en algunos puntos. No es por ello de extrañar que aún no se haya realizado una cartografía completa de estas importantes minas, agotadas, abandonadas y olvidadas de los hombres desde hace siglos. 
   Esta vez conseguimos penetrar en otra red de túneles del complejo, paralela a las galerías principales, cuya boca se abre a cierta altura en el techo inclinado del gran vestíbulo de la cueva. La colocación providencial de un tronco de árbol a modo de puente entre el suelo y la boca nos dio la oportunidad de acceder a la misma haciendo equilibrios de funambulista. Una vez dentro, nos encontramos con otro gran sistema de galerías superpuestas a distintos niveles, con sus correspondientes derrumbes, obstrucciones y pavorosas simas provocadas por los desfondamientos del firme. La estructura es sumamente inestable, el suelo de los túneles suena a hueco con nuestros pisadas, por todas partes se desprende tierrilla, como presagiando un inminente hundimiento de la ingente masa rocosa que se cierne sobre nuestras cabezas, y el conjunto de esta zona lateral resulta tan inquietante como el resto de la mina. Así lo expresaba una chica que nos acompañó de invitada a la exploración, cuando le vimos mostrar síntomas de no encontrarse bien: 
   –¿Qué? ¿Tienes claustrofobia? 
   –No. Lo que tengo es miedo. 
   Retrocediendo por la galería en sentido ascendente, nos encontramos con una laguna colgada a bastante altura de la mina, al fondo de la cual se abre un túnel inundado que dan ganas de explorar navegando. Como esta vez no habíamos previsto el uso de barcas hinchables, lo dejamos para una futura exploración. Los óxidos de cobre que rezuman las rocas tintan las paredes de colores azul-verdosos, que a su vez se reflejan en las límpidas aguas de la laguna, creando un escenario sugestivo y teñido de irrealidad. 
   Tan irreal como la laguna que se oculta en lo más recóndito de otra de las cuevas de Lanz, y que hemos dado en llamar el 'Lago Azul' debido a los increíbles colores azulados que impregnan las columnas de aragonito allá existentes, que se sumergen y duplican en el espejo de las aguas. Abundan en esta cueva las estalactitas excéntricas, que desparraman sus afilados cristales en todas direcciones como si fueran pólipos o corales. Si añadimos los insólitos colores de los óxidos metálicos que se filtran por las rocas, el resultado es lo más parecido que hay a los fondos de los arrecifes marinos. No conocemos por el momento otra cueva con semejantes características.
  
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Cueva de Aribe (Navarra)Cueva de Aribe (Navarra)
Fotos 25-30 
  
   Para llegar a la boca de esta cueva hay que empezar escalando una pared de rocas, que sirve de precalentamiento para la exploración. La gran entrada da acceso a una red de galerías que hacen circuito, pudiéndose entrar por un agujero y salir por otro. 
   Un escondido hoyo en el fondo de una sala permite descender por una estrecha chimenea de 10 metros a un nivel inferior de galerías, repletas de columnas y estalactitas de una belleza fantasmagórica. Abundan los murciélagos, que pueden armar un gran revuelo al salir volando todos a la vez en grandes desbandadas, rozándonos las cabezas con sus alas.
    
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Cueva del Recuenco  (Cárcar, Navarra) 
Fotos 31-32 
  
   Exhibimos esta cueva en nuestra exposición, pese a sus pequeñas dimensiones, por el hecho de tratarse de una oquedad de características muy distintas a las habituales en las cavernas navarras, debido a estar compuesta principalmente no por rocas calizas, sino por estratos de yesos y arcillas, lo que le confiere un aspecto morfológico totalmente inusual. 
   Situada en la orilla derecha del río Ega, cerca del pueblo, su boca de un metro de altura, abierta en un acantilado terroso, da paso a una espaciosa sala con la bóveda a cuatro metros de alto y un desarrollo de unos cincuenta metros, donde se aprecia perfectamente el juego de estratificaciones de la masa de tierra en que se perfora. Los rellenos arcillosos se alternan con delgados estratos de yesos de tonos claros y reflejos vítreos, como si fueran capas de un inmenso hojaldre. La sala da una amplia curva para terminar en otra pequeña boca de salida. Cuando el río crece, las aguas inundan la cueva y lamen sus paredes, deshaciendo sus minerales y cincelando un cada vez más amplio meandro subterráneo.
  
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Valle del Irati (Navarra)
Fotos 33-35 
  
   El valle navarro por donde discurre el río Irati está encajonado en diversos tramos (sobre todo entre Oroz-Betelu y la presa de Itoiz) por los abruptos paredones rocosos de las sierras circundantes, cortados aquí y allá por escarpados barrancos con arroyos que afluyen torrenciales al Irati para aumentar su caudal. En muchos de estos acantilados se abren imponentes cavidades, colgadas a media altura de las paredes, que por lo general son cuevas de corto desarrollo, cuando no covachas o simples abrigos roqueros. 
   Las fotos que presentamos en nuestra exposición no pertenecen a ninguna cueva, aunque tengan cierta relación. Pues se trata de concreciones calcáreas en forma de estalactitas, aunque su peculiaridad consiste en que se dan al aire libre. En un recóndito barranco boscoso cercano al pueblo de Oroz-Betelu se abre otro barranco lateral, por donde corre en temporada de lluvias un arroyo entre un bosque de arbustos de boj crecidos hasta el tamaño de árboles de grueso tronco. Las aguas de este riachuelo tienen la propiedad de arrastrar una disolución calcárea que se deposita y sedimenta por todo su cauce, tropezando con las ramas caídas de los bojes y envolviéndolas literalmente de una gruesa capa calcárea color crema que se va solidificando con el tiempo. Los matojos de hierbas quedan también solidificados por los sedimentos, con las hojas blanquecinas, rígidas y quebradizas. En las zonas donde se acumulan troncos y ramas caídos, la calcificación llega a formar pequeñas presas que obstruyen el recorrido de las aguas y las embalsan en pozas, muy semejantes a los 'gours' o bañeras naturales que se forman en el interior de las cuevas. Bajo las paredes de estos gours se van creando estalactitas, coladas, medusas y las típicas formaciones que acostumbramos a ver en el mundo subterráneo. Pero aquí están al exterior, como si estuviéramos en una cueva a luz del día. Llamamos 'el bosque petrificado' a este desconocido y mágico paraje .   
  
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Cueva de Harpea (Baja Navarra, País Vasco-Francés)
Foto 36 
Cueva de Harpea (Baja Navarra, Pais Vasco-frances)  
   Aunque se trata de una cueva de pequeño desarrollo, la incluimos en nuestra exposición por la extraordinaria belleza de su boca, y del entorno paisajístico donde se integra. 
   A 975 metros de altitud, no lejos del collado de Organbide, donde se eleva un gran dolmen prehistórico y pasa la frontera invisible entre Navarra y Baja Navarra, que es la de España-Francia, en un perdido rincón entre los montes Errozate y Sayarre, se encuentran la majada y la cueva de Harpea (en vascuence, 'harpea' = 'la cueva'). 
   Un espectacular plegamiento de estratos en sinclinal y anticlinal ha creado esta cavidad en forma de V invertida, que los pastores usan como refugio para el ganado. Se puede ver claramente la prolongación de los estratos trepando monte arriba. 
   En palabras de Luis Pedro Peña Santiago: "El paraje de Arpea, sus txabolas, puente, eskortias, regatas, muga '217', paisaje y cueva, constituye uno de los lugares más singulares de nuestra geografía. Arpea no lleva a ningún sitio, ni coge de paso para nada. Hasta Arpea sólo llegan quienes aman el silencio, la soledad, la belleza, y el viento sobre la cabeza. La leyenda dice que en los atardeceres cálidos del estío las lamias solían salir a la entrada de la cueva, y sentadas en la roca alisaban su larga cabellera con un peine de oro que resplandecía cegadoramente entre los últimos rayos del sol." 
   Sirva esta cita de sentido recuerdo a un maestro y amigo, que amaba como nadie las 'montañas azules y mágicas' de Euskal Herria, y que en ya lejanos días nos mostró caminos olvidados, nos guió por recónditas veredas, y nos descubrió buen número de los tesoros naturales, arqueológicos, etnográficos y artísticos que se ocultan en los rincones más insospechados de nuestro país.
  
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Sala de La Verna (Zuberoa, País Vasco-Francés)
Fotos 37-39 
 
   Por los relatos de los viajeros, tenía conocimiento de algunas cavernas célebres, pero ninguna de ellas ofrecía tales dimensiones. 
   (Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, cap. 30) 

   La grandiosa Sala de La Verna es una de las cavidades abovedadas que se integran dentro de la red subterránea del río San Martín, en el macizo kárstico de Larra (Zuberoa, País Vasco-Francés). De 150 metros de alto en su parte central, y 250 x 200 metros de superficie, se trata de una de las salas cavernarias más grandes del mundo. 
   En 1950 se descubrió por casualidad una profunda sima abierta en los roquedales calizos del lugar conocido como Pierre Saint-Martin, en la frontera entre Francia y España, cerca del collado de Ernaz, donde cada año tiene lugar el ancestral 'Tributo de las Tres Vacas'. Esta sima es un pozo vertical de 317 metros de profundidad, bautizado como sima Lepineux, en homenaje al primer espeleólogo que descendió hasta su fondo. En su momento era la sima más honda del mundo. Posteriormente se han descubierto otras aún más profundas en distintos puntos del planeta, una de ellas en el mismo macizo de Larra, no lejos del complejo de San Martín, concretamente la conocida como BU-56 o Ilaminako Ateak. 
   Los primeros exploradores del sistema descubrieron un río subterráneo que corría durante decenas de kilómetros bajo tierra, salvando un desnivel de más de 1.400 metros (el cuarto mayor del mundo), y formado por un laberinto de interminables galerías que atravesaban un rosario de salas gigantescas, la más monumental de las cuales es la Sala de La Verna, descubierta en 1954. 
   La existencia en su interior de una potente cascada de 80 metros de caída indujo a la E.D.F. (la compañía estatal francesa de electricidad) a perforar en los años sesenta un túnel artificial de 830 metros para acceder horizontalmente a la sala, con el fin de explotar los recursos hidroeléctricos de la caída de agua. Se emplearon varios años en construir una presa en lo alto de la cascada, y se instalaron aparatos de medición del caudal, para concluir que el proyecto no era rentable debido a los periodos de estiaje anuales del río. Finalmente la empresa fue abandonada. 
   La perforación del túnel fue bastante accidentada, realizándose varias intentonas en direcciones fallidas, una de las cuales logró conectar con el sistema cavernario de Arphidia, una angosta y tenebrosa galería en diaclasa que no tiene conexiones con la red principal de San Martín, ni salidas naturales al exterior. El túnel facilitó las exploraciones espeleológicas, y pronto se descubrió a partir de la Sala de La Verna la continuación río abajo de la corriente subterránea del San Martín (galería Aranzadi), que desciende más de 1.400 metros de desnivel. Cartografiados más de 50 kilómetros de desarrollo, las exploraciones continúan. Hoy sabemos que el río San Martín forma parte de un ingente complejo de cinco río subterráneos, con numerosos afluentes, ramales y galerías fósiles, que terminan por emerger en diversas surgencias en los lados francés y español del macizo de Larra. 
   La Verna contiene en su interior un monte de 80 metros de alto, formado por la acumulación de grandes bloques clásticos caídos del techo. Por un lateral de la sala cae la cascada despeñándose por entre el caos rocoso en numerosas colas de caballo, hasta terminar por desaparecer en un sumidero rodeado de una amplia playa de arena y cantos rodados. 

   En aquella playa ligeramente inclinada, (...) terminaban los contrafuertes de las enormes rocas que se elevaban, ensanchándose, a una inconmensurable altura.  
   (Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, cap. 30) 

   Cuando paseamos por la Sala de La Verna, no tenemos la sensación de estar dentro de una cueva, sino de estar haciendo una excursión por un monte rocoso en una noche muy cerrada, sin luna ni estrellas. Todo a nuestro derredor son impenetrables tinieblas, y nuestros focos de luz a duras penas llegan a la bóveda del techo. Los sistemas de iluminación que llevamos, que en otras grutas son suficientes, aquí se nos quedan cortos, por lo que resulta muy difícil hacerse una idea cabal de las gigantescas dimensiones de la sala, de la que sólo vemos en cada momento una muy pequeña porción, y nunca el conjunto. Solemos bromear con que el nombre de La Verna le viene de que no se puede "ver ná". 

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Minas de Arditurri (Peñas de Aya, Guipúzcoa)
Fotos 40-44 

   Veinte minutos más tarde hallábamos una excavación tan vasta que hube de reconocer que la mano del hombre le era ajena, pues las bóvedas hubieran debido ser apuntaladas, ya que se mantenían en equilibrio por milagro. 
   (Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, cap. 20) 

   Desde el punto de vista geológico, las Peñas de Aya en Guipúzcoa son excepcionales. Mientras la mayoría de los montes del País Vasco son el resultado de la elevación orogénica de suelos compuestos por rocas sedimentarias, los escarpados espolones de estas peñas están originados por un empuje de magma que más tarde se transformó en granito. La incrustación de los bloques graníticos en las capas sedimentarias ocasionó la aparición de vetas metalíferas a ras de suelo. 
   Fueron los romanos los primeros en detectar y explotar estos filones de galena, plomo, cobre y cinc, perforando numerosas minas a todo lo largo del flanco sur de las peñas. Los materiales extraídos eran transportados al cercano puerto de Oiasso (actual Irún), y de allí embarcados a distintos puntos del imperio. Muchos de los filones quedaron agotados, y las minas fueron abandonadas en su mayor parte, aunque algunas han seguido siendo explotadas hasta épocas recientes, como lo prueban los numerosos restos de raíles e instrumental minero que se ven diseminados en sus profundidades. 
   Algunas de estas minas son de proporciones gigantescas. Una sucesión de aberturas da acceso a una red de galerías paralelas superpuestas a distintos niveles, que se comunican entre sí por hundimientos del terreno. Las galerías más profundas están inundadas por el agua, formando un extenso lago. Los cinco pisos superiores se abren en lo que parece una enorme falla o diaclasa natural, cuyo paredón lateral, de fuerte inclinación, es apuntalado por una serie de potentes arcos de piedra dispuestos de forma ritmada a modo de arbotantes. La luz natural penetra desde las aberturas externas como por altísimas claraboyas, se refleja y brilla en las paredes húmedas, y se difumina en una tenue penumbra al llegar al fondo. 
   La iluminación y el ambiente de conjunto son absolutamente fantásticos. Hay que hacer un esfuerzo de imaginación para comprender que este grandioso paraje es un enclave artificial, y no natural. Si Peter Jackson hubiera sabido de estas minas, no hubiera dudado en utilizarlas como escenario para las secuencias de las Minas de Moria en 'El señor de los anillos'. 

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Cueva del Jabino (Soria)
Fotos 45-48 
  
   Pequeña cueva situada en la parte baja del puerto de la Galiana, en el cañón del Río Lobos, casi a la misma altura que la extraordinaria cueva de La Galiana (ver fotos en Paisajes de las cavernas-2). La boca se halla oculta entre matorrales. 
   Una galería en rampa con bellas formaciones estalactíticas, abierta entre las juntas de estratificación del terreno, da paso a dos salas sucesivas, una con grandes bloques, y otra, a nivel superior, con un promontorio de arcilla en el centro de su suelo horizontal, que ha sido utilizado como peana para una estatuilla de la Virgen. 
  
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Cueva de la Galiana Alta I (Soria)Cuevas de la Galiana Alta (Soria)
Fotos 49-56 
  
   No por ser muy conocida y visitada tiene menos interés la cueva de la Galiana Alta I. Su gran boca de 8 x 10 metros se abre en lo alto del puerto de la Galiana, dominando el agreste paisaje del Cañón del Río Lobos. Justo debajo de esta entrada se abre otra pequeña gruta con una cerca, que se utilizaba para guardar ganado. 
   La depredación de las estalactitas y los numerosos graffiti llevados a cabo por visitantes desaprensivos no restan un ápice de belleza a la caverna, que posee en sus zonas más inaccesibles magníficas columnas y formaciones litogénicas que, aunque en proceso de descalcificación, están a la altura de las más hermosas cuevas. Casi al fondo se accede a una amplia sala circular iluminada por un lucernario natural perforado en lo alto de la cúpula. Bajo este agujero se levanta un gran cono de derrubios. 
   La cueva de la Galiana Alta II se encuentra adyacente a la anterior, con una entrada en forma de balcón al que hay que acceder trepando. Esta cueva no es tan fácil de visitar, debido a la sima que se hunde en medio de la galería principal a pocos metros de la boca.
  
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Cueva-sima de Los Candelones (Soria)
Fotos 57-60 
  
   En el término soriano de Santa María de las Hoyas existe un paraje llamado el Montecillo que está literalmente horadado por un sinnúmero de simas que abren sus negras bocas en el mismo suelo del terreno boscoso, haciendo honor al topónimo de 'las Hoyas' que ostenta el pueblo. 
   Uno de estos pozos es la cueva-sima de Los Candelones I. Cae ocho metros en vertical, y en un lateral de su fondo se abre una enorme sala que es el vestíbulo de una cueva en su mayor parte horizontal. Siguiendo la galería, ornada de curiosas concreciones rojizas que recuerdan a grandes cirios o 'candelones', se pasa bordeando un pozo de 14 metros para llegar a una gran sala con fuerte pendiente entre un caos de grandes bloques, que forman un falso piso debajo de ellos. Al final de esta gran sala nos encontramos con una sima de gran diámetro y unos 30 metros de profundidad, que constituye el fondo de la caverna. Existen leyendas asociadas a esta cueva (ver Paisajes de las cavernas-1). 

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3.  Una exposición colectiva y abierta
 
   Esta muestra de fotos espeleológicas que exponemos virtualmente en fotoAleph no es sino una mínima selección de imágenes de cuevas en su mayor parte ubicadas en Navarra y Soria, obtenidas por varios fotógrafos. Las cuevas exhibidas no son ni las más importantes ni las más representativas de sus respectivas zonas. Algunas son más conocidas, otras menos, pero todas tienen sin duda su duende, su encanto único e intransferible. 
   Como no queremos fomentar la visita indiscriminada y masiva a las cuevas, sino sólo dar una ligera idea de los tesoros que tenemos cerca y poca gente conoce, hemos eludido conscientemente proporcionar información sobre los emplazamientos exactos de las cavidades, limitándonos a mencionar de forma genérica los macizos montañosos en que se hallan ubicadas, sin más referencias para su localización. Los verdaderos aficionados a la espeleología ya sabrán dónde preguntar para encontrarlas. 
   Como criterio de selección de las fotos primamos siempre los aspectos visuales, el intento de captar la singular belleza de los criptopaisajes, por encima de otros aspectos de tipo científico o didáctico, que serían más propios de otro lugar. 
   Se trata de una colección con ánimo de crecer. Está abierta a otras colaboraciones. Nuestra intención es que esta página sea el germen de una exposición colectiva permanente, que se vaya poco a poco enriqueciendo con aportaciones de más fotógrafos, incorporando imágenes de otras cuevas de no importa qué lugares o qué países, ya que el mundo subterráneo no tiene fronteras. 
   Animamos desde aquí a todos los fotógrafos con temas semejantes que deseen exhibir sus trabajos en internet, a sumarse a la idea. Usted pone las fotos, nosotros la plataforma técnica para poder enseñarlas al mundo. Para conocer las condiciones, consulte en esta misma web nuestra Propuesta de colaboración con fotógrafos
   O infórmese directamente, enviando un e-mail a fotoAleph: info@fotoaleph.com 
 
 
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Las lecciones de abismo del profesor Verne
 
   La novela 'Viaje al centro de la Tierra' a la luz de la espeleología.   Entrar
 
 
 
 
 
 
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Enlaces a webs de espeleología
  

CAVERNARIUM
   Portal de exposiciones de fotografía espeleológica en fotoAleph

fotoAleph: Paisajes de las cavernas (1)
   Otras 36 fotos, de la primera entrega de esta exposición colectiva de fotografía espeleológica.

fotoAleph: Paisajes de las cavernas (2)
   48 fotos más, de la segunda entrega de esta exposición colectiva de fotografía espeleológica.

fotoAleph: Paisajes de las cavernas (3)
   62 fotos más, de la tercera entrega de esta exposición colectiva de fotografía espeleológica.

fotoAleph: De Profundis
   36 fotos del fotógrafo y espeleólogo italiano Cesare Mangiagalli, tomadas en cuevas de Suiza, Italia y México.
  
fotoAleph: Cavernas de Colombia
   Las cuevas 'El Edén' y 'Los Guácharos'. Fotografías: Iván Camilo González.
  
fotoAleph: Cuevas de Bhimbetka
   Prehistoria del arte en la India.

Don Quijote, pionero de la espeleología
   De cómo bajó Don Quijote a la sima de Montesinos. De lo que vio Don Quijote allí dentro. Sancho Panza, espeleólogo por accidente. En fotoAleph.

Amaya o las cuevas en el siglo XIX
   La cueva del dragón de Aralar, la leyenda de Teodosio de Goñi, la búsqueda del tesoro de Aitor, y los orígenes de la raza vasca, rastreados a través de la novela 'Amaya o los vascos en el siglo VIII', en fotoAleph.

Las Cavernas Fantásticas
   Breve antología de las cuevas, grutas y simas que perforan con sus negros agujeros las páginas de la literatura universal.
Un catálogo de las cavernas fantásticas salidas de la imaginación de escritores de todos los tiempos. En fotoAleph.
  
El dinosaurio estaba allí
   36 fotos de las huellas y rastros que los dinosaurios del Cretácico dejaron en las tierras de Soria y La Rioja. En fotoAleph.

Mineralizaciones de las cuevas de Lanz (Navarra)
   Fotografías de cristalizaciones y estalactitas excéntricas y aciculares, en la cueva de Basajaunetxea, en Lanz, Navarra (Reserva Natural). Fotos: María Victoria López Acevedo (1976).

Cueva de Los Cristinos (Navarra)
   Fotografías de la cueva de Los Cristinos (Sierra de Urbasa, Navarra).
  
Espeleofoto
   Fotografías del mundo subterráneo.

The Virtual Cave
   Selección de fotografías de cuevas de todo el mundo (cuevas de disolución, de lava, de erosión y marinas) alojada en la web Good Earth Graphics.

Speleo-foto
   Web alemana de espeleología, con galerías de fotos.

Speleogenesis
   Publicación científica virtual sobre la génesis de las cuevas y la evolución de los acuíferos kársticos.

Webs de clubs de espeleología españoles:
   AER. Agrupación Espeleológica Ramaliega (Cantabria)
   Grupu d'Espeleoloxía Gorfolí (Asturias)

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VIAJES DENTRO DE LA TIERRA
Fotografía espeleológica

Bibliografía consultada:

- Angulo, Miguel. Parajes secretos del País Vasco (Elkar, Donostia-San Sebastián, 1987)
- Peña Santiago, L. P. 100 cumbres y rincones de la montaña vasca (Elkar, Donostia-San Sebastián, 1990)
- Santesteban, Isaac. Pinturas rupestres en Navarra (Revista 'Príncipe de Viana', Institución Príncipe de Viana. Editorial Aranzadi, Pamplona, 1971)
- Verne, Jules. Viaje al centro de la Tierra (traducción y prólogo de Miguel Salabert Criado, Alianza Editorial, Madrid, 1975)
- V.V.A.A. Catálogo espeleológico de Navarra (Trabajos del Grupo de la 'Institución Príncipe de Viana', 1953-1979. Diputación Foral de Navarra. Institución Príncipe de Viana. Pamplona, 1980)
- V.V.A.A. El Mundo Subterráneo en Euskal Herria. Geografía del karst. Cultura. Criptopaisajes (Editor: Txomin Ugalde, Editorial Ostoa, S.A., Lasarte-Oria, 1997)
- V.V.A.A. Las cavidades del Cañón del Río Lobos (Soria-Burgos). (Agrupación Espeleológica GET, Madrid, 1997)
- V.V.A.A. 20 años de Espeleología en Navarra (Trabajos del Grupo de Espeleología de la Institución 'Príncipe de Viana' 1953-1974. Diputación Foral de Navarra. Institución Príncipe de Viana. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Pamplona, 1976)
 
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VIAJES DENTRO DE LA TIERRA
Fotografía espeleológica

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La llamada de las profundidades
Quince viajes por el mundo intraterrestre
Una exposición colectiva y abierta
Las lecciones de abismo del profesor Verne
 
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Bibliografía
Indices de fotos
Indice 1   Sima de Tximua, cueva de Usede
Indice 2   Cuevas de Basaura, Labayen, Iribas y Lanz
Indice 3   Cuevas de Aribe, Cárcar, Valle del Irati, Harpea
Indice 4   Sala de La Verna, minas de Arditurri, cueva del Jabino
Indice 5   Cuevas de la Galiana Alta y Los Candelones
   
  



  
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VIAJES DENTRO DE LA TIERRA
Fotografía espeleológica

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www.fotoaleph.com
  
Fotografías:
© Luis Moreno
© Fidel Moreno
© Agustín Gil
© Carlos Cardesa
Realizadas en diversas cuevas de Navarra, Guipúzcoa, Baja Navarra, Zuberoa y Soria  (2004)

 


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