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  EL MISTERIO DE TIAHUANACO
Tiahuanaco

   Muchos siglos antes de la llegada de los españoles a América, floreció en las inhóspitas altiplanicies de lo que hoy es Bolivia una avanzada civilización urbana que llegó a convertirse en un poderoso imperio, anterior al de los incas del Perú, para luego desvanecerse por causas que se desconocen.
   Su capital era Tiahuanaco, un centro político y ceremonial del que podemos intuir su importancia por las extraordinarias ruinas que nos han llegado, que, aunque meros rescoldos de su pasado fulgor, dan fe del elevado nivel que alcanzaron el arte y la arquitectura en este lugar. Quiénes construyeron estos templos, y cómo lo hicieron, son preguntas que están todavía por responder.
   55 fotografías on line de Eneko Pastor y Agustín Gil
Indice de textos
Un centro político y espiritual
Un esbozo de la historia de Tiahuanaco
Arquitectura y escultura
Bibliografía
Indices de fotos
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Indice 3
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   "Nosotras, las civilizaciones, sabemos ahora que somos mortales."
  
   Louis Pauwels y Jacques Bergier

   
  

   
Un centro político y espiritual
 
   Tiahuanaco (o Tiwanaku) fue la capital político-religiosa de la antigua cultura precolombina conocida como Tiwanaku, un imperio de carácter teocrático que dominó durante más de mil años una vasta zona de los Andes centrales y meridionales, y que desempeñó un importante papel en el desarrollo de la civilización andina prehispánica. Sus restos monumentales ponen de manifiesto la relevancia política y cultural de esta civilización, diferente de los restantes imperios prehispánicos de América.
Tiahuanaco   En la frontera entre Perú y Bolivia, a 3.800 metros sobre el nivel del mar, el gran lago Titicaca está considerado como el lago navegable más alto del mundo (ver foto en la exposición de fotoAleph 'Bolivia. Entre la tierra y el cielo'). La zona estaba densamente poblada desde hacía milenios. Para los incas, era el lugar de origen de su dinastía de reyes. Los numerosos vestigios arqueológicos que se hallan en las islas y las orillas del lago Titicaca dan testimonio no solo de la presencia de los incas en la región, sino también de la existencia previa de una de las civilizaciones más antiguas de América. El principal enclave lo constituyen las grandiosas ruinas de Tiahuanaco, a 20 km de la punta sudeste del lago y a 3.885 m de altitud, en territorio de la actual Bolivia.
   La civilización de Tiahuanaco, que algunos investigadores consideran como la cultura madre de las civilizaciones americanas, tuvo sus comienzos hacia el año 1500 a C, alcanzó su apogeo entre 500 y 900 d C, y desapareció alrededor del año 1200 d C, siendo sustituida por pequeños poderes regionales.
   Los recursos económicos de esta floreciente cultura preincaica se basaban en la agricultura (auxiliada por avanzadas técnicas de irrigación), la ganadería (sobre todo de llamas y alpacas) y el intercambio comercial, así como en la extracción minera de oro, plata y estaño. Este último metal, muy abundante en la zona, es imprescindible, en aleación con el cobre, para producir bronce. El dominio de esta metalurgia permitió a los tiahuanacotas fabricar herramientas y armas de bronce, y este puede ser uno de los factores que contribuyó a la supremacía de Tiahuanaco sobre otros pueblos de la región andina.
  
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   En aquella época el lago Titicaca era más extenso que en la actualidad, y sus aguas llegaban hasta la misma ciudad de Tiahuanaco, que poseía un puerto en sus orillas. Favorecido por esta ubicación, el sitio devino en un centro de mercado accesible por vía terrestre y acuática, donde se intercambiaban productos agrícolas cosechados a distintas altitudes, propios de diferentes ecosistemas.
Tiahuanaco   Pero Tiahuanaco era ante todo un importante santuario religioso, regido por sacerdotes y visitado por peregrinos de los valles y montañas de la región andina. Su expansión territorial tuvo una base más religiosa que militar. Forjó la cosmovisión dominante entre los pueblos preincaicos de los Andes e influyó posteriormente en la religión de los incas. Aunque se sabe poco de los rituales que se llevaban a cabo allí, por las ruinas se puede deducir que se rendía culto a un dios muy común en los Andes, representado sosteniendo en las manos dos báculos, motivo iconográfico que aparece tanto en las tierras altas como en la costa.
   Según la experta en mitología andina María Scholten, Tiahuanaco se ubica en el punto central (taypi) de la línea virtual que representa la ruta de Viracocha (el dios creador en la cosmovisión andina). Se da la circunstancia de que este recorrido mítico une en línea recta los sitios históricos de Tumbes, Vitos, Cuzco, Pucará, la Isla del Sol en el lago Titicaca, Tiahuanaco, Oruro y Potosí.
   Sorprende que en una región tan fría e inhóspita, una desolada llanura esteparia sin aparentes condiciones para sustentar una población numerosa, pudiera surgir en medio de la nada una ciudad tan grandiosa y compleja. Nadie sabe con certeza quién mandó erigir estos templos y estatuas de piedra. No se conoce el nombre de ni uno solo de los dirigentes o personalidades que contribuyeron a hacer de Tiahuanaco la capital de un próspero imperio. A diferencia de sus coetáneos los mayas, los tiahuanacotas no conocían la escritura –a no ser que se considere como tal los quipus, un medio de comunicación a base de cuerdas con nudos, que todavía no ha sido descifrado–, por lo que no existe ninguna inscripción o registro epigráfico que pueda arrojar alguna luz sobre las muchas sombras de la historia de Tiahuanaco. Los cronistas españoles llegaron demasiado tarde, cuando aquella civilización estaba ya sumida en el olvido. Lo poco que se sabe de Tiahuanaco se ha deducido directa o indirectamente de la arquitectura, las realizaciones artísticas y los restos materiales hallados en el sitio y su área de influencia.
   Se considera muy probable que los pueblos que construyeron Tiahuanaco fueran los antecesores de los actuales nativos de etnia aimara del Altiplano de Bolivia. En el lago Titicaca, los actuales pescadores y comerciantes aimaras utilizan las mismas canoas de totora (una especie de juncos) que fabricaban los tiahuanacotas en tiempos precolombinos.
   Son tantas y tan grandes las lagunas de conocimiento en torno al origen, esplendor y caída del imperio de Tiahuanaco, que la oscuridad ha dado pábulo a toda clase de leyendas y elucubraciones del tipo que podríamos llamar de arqueología-ficción. Se dice así que Tiahuanaco fue construida en una sola noche por gigantes. Que sus artífices fueron instruidos en sus avanzadas técnicas por extraterrestres. Que, con 150.000 años, sería la ciudad más antigua del mundo, anterior al Diluvio Universal. Que es un vestigio de la Atlántida. Que se ha encontrado en el planeta Marte una roca tallada con los mismos motivos geométricos que una estela de Tiahuanaco. Etcétera.
   Veamos lo que dicen los arqueólogos e investigadores científicos.

  
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Un esbozo de la historia de Tiahuanaco
  
  
Cronología
(según Ponce Sanginés)

Epoca I
Epoca II
Epoca III
Epoca IV
Epoca V
1580 - 150 a C
150 a C - 133 d C
133 - 374 d C
374 - 724 d C
724 - 1172 d C
(Datación absoluta por el método de radiación de carbono 14)
  
Periodo Aldeano
Periodo Urbano
Periodo Expansivo
Epocas I y II  (1500 a C - 45 d C)
Epocas III y IV  (45 - 700 d C)
Epoca V  (700 - 1200 d C)


   
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Tiahuanaco   
   El origen y la historia de Tiahuanaco no son todavía conocidos con exactitud, aunque se sabe que su cultura llegó a ejercer una profunda influencia, sobre todo entre los años 250 y 750 d C, en vastas áreas de América del Sur, incluyendo el Altiplano de lo que hoy es Bolivia y llegando por el norte hasta cerca de Lima.
   Tiahuanaco empezó siendo un pequeño asentamiento en la etapa histórica conocida como 'periodo aldeano'. Era autosuficiente, con un modo de agricultura no irrigable basado en productos resistentes a las heladas, esenciales en esta gran altitud: tubérculos como la patata y la oca, y cereales como la quinúa. En lugares con condiciones climáticas más favorables, como las cercanías del lago Titicaca, se cultivaban también maíz y árboles frutales. Los habitantes vivían en casas rectangulares de adobe.
   Durante el siglo I d C, Tiahuanaco creció hasta convertirse en una pequeña ciudad. Es el calificado como 'periodo urbano'. La causa de esta prosperidad puede atribuirse a la introducción de la metalurgia de cobre con la consiguiente mejora en las herramientas de trabajo, a la implantación de sistemas de regadío, y al productivo comercio de lana suministrada por los grandes rebaños de alpacas de la región. En esta época se construyeron también aterrazamientos escalonados de huertas irrigadas por canales para una mejor explotación agrícola, sistema que el posterior imperio inca iba a desarrollar hasta la perfección (ver fotos de ingeniería agrícola en la colección de fotoAleph 'Los incas'). Todo ello propició la configuración de una estructura social fuertemente jerarquizada y la aparición de artesanos especializados. Las clases altas pudieron así financiar la construcción a escala monumental de edificios públicos de piedra, así como el trazado de calzadas pavimentadas que conectaban Tiahuanaco con otros asentamientos de la región y que eran aprovechadas para exportar sus productos utilizando llamas como animal de carga.
   Hacia 550 d C Tiahuanaco se había convertido en la capital de un vasto imperio, como lo demuestran los artefactos de cobre, piedra, cerámica y textiles provenientes de los talleres tiahuanacotas hallados en un área que abarca el sur de Perú, el norte de Chile, la mayor parte de Bolivia y partes de Argentina.
   El imperio de Tiahuanaco llegó a su apogeo en el siglo VIII d C, en el denominado 'periodo expansivo', cuando su dominio del bronce le permitió una notable superioridad militar sobre los otros pueblos preincaicos vecinos. Se calcula que la ciudad pudo albergar entre 70.000 y 125.000 habitantes. En sus territorios se fundaron un gran número de ciudades subsidiarias o colonias, sometidas al gobierno central. La más importante fue Huari, en el actual Perú, cuyo poderío creció hasta convertirse en rival de Tiahuanaco.
   El dominio político de Tiahuanaco empezó a declinar en el siglo XI, hasta que a principios del siglo XII el imperio se desintegró. No se conocen con seguridad las causas de este colapso: los investigadores rechazan actualmente la hipótesis de una conquista o invasión, y se inclinan más a pensar que se produjo un cambio climático que acarreó malas cosechas y un progresivo debilitamiento del poder central. Cuando los incas llegaron al poder y expandieron su imperio conquistando la región del lago Titicaca, la monumental Tiahuanaco ya solo era un campo de ruinas.
   Es curioso comprobar cómo la cronología de Tiahuanaco se sincroniza a grandes rasgos con el nacimiento, crecimiento, auge y decadencia de los mayas, una civilización situada en Mesoamérica, a miles de kilómetros de distancia, y con la que difícilmente pudo tener contactos.
   El primer cronista español que hizo una descripción detallada de las ruinas de Tiahuanaco fue Pedro Cieza de León, quien quedó impresionado al visitarlas en 1549. El primer arqueólogo que investigó científicamente el lugar fue el alemán Federico Max Uhle, a comienzos del siglo XX. Estudiosos posteriores de esta cultura han sido el boliviano Carlos Ponce Sanginés y el estadounidense Wendell Bennett.
  
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Arquitectura y escultura
  
   La peculiar arquitectura de Tiahuanaco se caracteriza por sus estructuras monolíticas y por su decoración a base de relieves sobre estelas. Comprende siete construcciones importantes: la Pirámide Escalonada, el Templo de las Piedras Paradas, el Templete Semisubterráneo, la Puerta del Sol, el Palacio de los Sarcófagos, y Puma Punku, además de varios monolitos y piedras esculpidas.
   Los restos más antiguos encontrados en las excavaciones arqueológicas datan del periodo comprendido entre 200 a C y 200 d C, y muestran similitud estilística con la cultura Pucará, que se desarrolló en las cercanías del lago Titicaca, considerada por lo general como la primera sociedad urbana andina. Probablemente la mayor parte del sitio, incluyendo sus mayores edificios, datan del periodo 200-600 d C. Algunas construcciones, sin embargo, deben haber continuado erigiéndose hasta 600-1000 d C, ya que durante esta época se ven influencias de Tiahuanaco en la cultura Huari y en diversos lugares de los Andes centrales y meridionales.
Tiahuanaco   El aspecto más distintivo –y en su momento innovador– de la arquitectura de Tiahuanaco es el uso de la piedra (en lugar del acostumbrado adobe con que se construían las viviendas) en las principales edificaciones de su centro ceremonial, que disponían de puertas monolíticas decoradas con paneles esculpidos y suelos pavimentados con grandes losas. Su trazado urbano es de tipo ortogonal, con edificios de planta rectangular orientados en su mayoría en la misma dirección. Los rasgos estilísticos del arte de Tiahuanaco propenden a las formas cúbicas, prismáticas y escalonadas, con motivos repetitivos y marcada preferencia por la simetría (foto41).
   El mayor edificio de Tiahuanaco es el Akapana, una gran plataforma de 200 x 200 m originariamente en forma de pirámide escalonada de siete niveles que, aunque hoy muy arruinada por la intervención de saqueadores en busca de tesoros, aún alcanza los 18 m de altura (foto34). Su núcleo de adobe está revestido en todo su exterior por muros de contención compuestos de losas talladas de andesita y arenisca, algunas de 200 toneladas de peso (foto35), extraídas de canteras lejanas y trasladadas en almadías y por tierra. Una rampa de acceso conduce a un patio semihundido en forma de U. En la cumbre se detectan basamentos de edificios que indican que en su momento la plataforma estaría coronada por un templo, como era común en las pirámides contemporáneas de Mesoamérica (véanse unos ejemplos de los mayas). Podría tratarse de un templo de la Tierra o de una especie de acrópolis. La pirámide está rodeada por bien conservados canales de evacuación de aguas.
   El Kalasasaya (o 'Templo de las Piedras Paradas') es un doble recinto rectangular de 130 x 135 m escalonado a dos niveles, y abierto al aire libre (foto13), cuyos muros alternan grandes losas megalíticas con sillares de menor tamaño (foto14). Se accedía a su interior por una escalinata de siete peldaños en el centro del muro oriental. Se cree que esta estructura era un templo que a la vez servía de observatorio celeste para determinar el calendario agrícola. En el interior se yerguen exentas dos estelas monolíticas talladas en forma de figuras humanas de 3 m de altura, que datan probablemente de la segunda mitad del siglo VII: las llamadas monolito 'Ponce' (foto03, apodado así por el nombre del arqueólogo boliviano Carlos Ponce Sanginés, que estudió las ruinas de Tiahuanaco) y monolito 'Fraile' (foto06, como tal bautizado por los primeros misioneros españoles). Ambas representan a personajes no identificados, tal vez divinidades. Están ataviados con una banda cefálica y un faldellín con faja ventral (foto05), y portan en su mano derecha un báculo y en la izquierda un kero o vaso ritual (foto04). Este kero es del tipo que usaban los indígenas precolombinos como recipiente de cal, sustancia que mezclada con las hojas de coca incentiva sus efectos al ser mascadas. Esculpidos a base de bajorrelieves incisos, sus rostros semejan máscaras de ojos cuadrados y rasgos rectilíneos. Su estilo es a primera vista rígido y esquemático, pero una mirada más atenta permite apreciar una gran riqueza de detalles en las vestimentas y aperos de las estatuas, con finos grabados de hombres alados, cóndores, peces, cabezas de puma o de camélidos.
Tiahuanaco   En el sitio han aparecido otras estatuas exentas, también esculpidas con formas humanas. La más grande es el monolito 'Bennett', llamado así en honor del arqueólogo Wendell Bennett. Mide más de 7 m de alto y se custodia en el Museo Lítico de Tiahuanaco.
  
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   En una esquina del Kalasasaya se levanta (aunque no es su emplazamiento original) la Puerta del Sol, el elemento arquitectónico más emblemático de Tiahuanaco, un portón monolítico tallado en un bloque de andesita, con el dintel y las jambas constituyendo una sola pieza (foto08). Esta puerta, de 3 m de alto, 4 m de ancho y un peso aproximado de 10 toneladas, aunque se ve hoy aislada, estaría integrada en su tiempo en una edificación. Su dintel está ornado con un panel en bajorrelieve presidido en el centro por una figura antropomorfa en posición frontal (foto09), de pie sobre una plataforma de tres escalones, tocada con un halo radiante rematado de cabezas de puma, portando en sus manos dos báculos adornados con cabezas de cóndor, que podrían simbolizar rayos (foto10). Este Dios de los Báculos, que tiene antecedentes iconográficos en la cultura Chavín, es identificado por algunos estudiosos como el dios creador Viracocha; para otros es una personificación del Sol. Está flanqueado por 48 figuras más pequeñas de perfil dispuestas en tres filas, mitad hombres mitad aves, a veces llamadas mensajeros alados, que parecen dirigirse hacia la figura central (foto11). En la base del dintel se ve una serie de cabezas humanas frontales, enmarcadas en una especie de greca con cabezas de cóndor (foto12). Por todo Tiahuanaco pueden verse dispersas otras puertas monolíticas (como la llamada 'de la Luna', foto36) y otras versiones del bajorrelieve del Dios de los Báculos con sus acompañantes (foto37). Estas puertas tenían sin duda un valor simbólico, que no ha sido plausiblemente interpretado.
    Adosado al Kalasasaya por su lado oriental está el llamado Templete Semisubterráneo, un patio rectangular hundido por debajo del nivel del suelo, que es la construcción más antigua del centro ceremonial (foto16). Existen precedentes de esta disposición de 'plaza hundida' en diversos yacimientos del Perú, como el de Pucará y el antiquísimo de Caral. Las paredes interiores del patio, compuestas de 48 pilares megalíticos de arenisca roja alternados con sillares más pequeños, están ornamentadas con un gran número de cabezas salientes de toba volcánica encastradas a intervalos regulares entre los sillares, llamadas 'cabezas clavas' (foto18). Simbolizan la antigua práctica de exhibir en el templo las cabezas cortadas de los enemigos vencidos. Un claro precedente lo constituyen las cabezas clavas de Chavín de Huántar, Perú, del siglo I d C. Se puede ver algo parecido en el Tzompantli o Muro de Cráneos de las ruinas mayas-toltecas de Chichen Itzá, en el Yucatán mexicano. En el centro del patio se levantan tres estelas, la mayor de ellas esculpida con rasgos antropomorfos (foto15).
Tiahuanaco   Un poco más al este se encuentran los muy arruinados restos del Kantatayita ('Luz del amanecer'), una estructura de planta rectangular pavimentada con enormes losas de piedra (foto28), donde se puede ver yaciendo en tierra un curioso dintel de andesita que luce un esmerado trabajo de bajorrelieves con el motivo recurrente de las filas de mensajeros alados. El dintel está tallado con formas curvilíneas, tanto por su cara exterior como por la interior, lo que demuestra que en la arquitectura de Tiahuanaco también se empleaban elementos curvos (foto32). Detalles como pequeños orificios y ranuras dan a entender que esta pieza pudo estar recubierta de planchas metálicas, probablemente de oro, posteriormente arrancadas por saqueadores.
  
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   Al oeste del Kalasasaya se levanta el Putuni (o 'Palacio de los Sarcófagos'). Se cree que fue el lugar de enterramiento de las altas personalidades de Tiahuanaco. De planta rectangular, contiene en su interior una serie de cámaras funerarias que dan acceso a un patio central. Es notable en estas cámaras el sistema de cerramiento, consistente en puertas corredizas de piedra que se deslizan sobre el piso previamente humedecido. El edificio disponía de un sistema de alcantarillado subterráneo para la evacuación de aguas residuales.
   A cierta distancia, separadas de este grupo de construcciones, se ven sobre un montículo a medio desenterrar las ruinas de otro complejo ceremonial, conocido como Puma Punku (o 'Puerta del Puma', nombre que nunca se perdió y que permaneció vivo en la memoria del hombre andino). Con un área aproximada de dos hectáreas, Puma Punku es una estructura piramidal formada por tres plataformas revestidas de sillares labrados, con 5 m de altura y muros de 150 m de longitud. Era una construcción cívica, ceremonial y administrativa, dedicada a la Luna y custodiada por los chachapumas ('caballeros-pumas'), guerreros de elite del ejército tiahuanacota. Erigido a finales del periodo clásico de Tiahuanaco, llama la atención el depurado trabajo de talla y pulido de la piedra, con decoraciones a base de nichos, prismas, escalonamientos y retranqueos, que revelan el profundo conocimiento de matemáticas y geometría que poseían sus artífices (foto38). Hay puertas monolíticas de andesita ornadas con relieves (foto40), enormes bloques de piedra de 100 toneladas de peso labrados con nichos trapezoidales, inspiradores de las formas análogas de la posterior arquitectura inca (ver foto en la colección de fotoAleph 'Los incas'), y canales de drenaje. Se ha comprobado el uso de grapas o abrazaderas de cobre en forma de T para la unión de los bloques, insertadas en ranuras de sus caras internas, una técnica de consolidación similar a la de la arquitectura clásica grecorromana.
   Entre Puma Punku y el Kalasasaya subsisten los basamentos de algunas construcciones que pudieron ser lugares de residencia para los miembros de la elite gobernante. Las bases eran de sillería de piedra y los muros de adobe, una técnica mixta de construcción que más tarde emplearon los incas en su arquitectura.
   En el año 2000 las ruinas de Tiahuanaco fueron incluidas en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, bajo la denominación de 'Centro Político y Espiritual de la Cultura de Tiwanaku'.
  
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Cerámica y tejidos
  
   Los objetos de cerámica típicos de Tiahuanaco, entre los que abunda el kero, un vaso o jarro cilíndrico usado en las ceremonias, están pintados con representaciones de felinos, rostros con forma de halcón, triángulos y escaleras, en colores blanco, gris oscuro, rojo claro y rojo oscuro, y tienen la superficie finamente pulimentada. Aparece con frecuencia el motivo del puma, y en general la decoración es muy estilizada y marcadamente geométrica. No posee, sin embargo, la originalidad y perfección técnica que pueden apreciarse en los objetos cerámicos de los nazcas o los mochicas.
   La manufactura textil alcanzó un gran virtuosismo artístico, como ocurrió en otras culturas prehispánicas de la región. Los artesanos tiahuanacotas tejían ponchos, gorros, zurrones y otros tipos de prendas, de un estilo fácilmente reconocible y que todavía suscita la admiración por su variedad, fantasía y riqueza de colores.
  
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EL MISTERIO DE TIAHUANACO
 
Bibliografía consultada:
   
- Cáceres Macedo, Justo. Culturas prehispánicas del Perú (Grimanesa Enriquez Lovatón, Lima, 2009)
- UNESCO. El Patrimonio Mundial (Ediciones San Marcos)
- VV.AA. América Antigua. Civilizaciones precolombinas (Vol. II. Folio / Ediciones del Prado, Madrid, 1992)
- VV.AA. Arqueología de las ciudades perdidas (Vol. 8. América precolombina. Salvat de Ediciones, Pamplona, 1989)
  
  
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