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  TURQUIA CLASICA
  Arte grecorromano en Oriente
  
TURQUIA CLASICA. Arte grecorromano en Oriente   
   La península de Anatolia esconde en sus costas, valles y montañas un abrumador patrimonio de arquitectura y escultura de la antigüedad, que permite a quien lo estudia ser consciente de la poderosa influencia que ejerció la cultura griega en tierras de Oriente y hacerse a la vez una verdadera idea de la magnitud y esplendor que llegó a alcanzar la civilización romana.
   Dos de las Siete Maravillas del Mundo estaban en actual territorio turco: el Templo de Artemisa y el Mausoleo de Halicarnaso. Poco queda hoy de ellas. A cambio podemos admirar allí otras maravillas menos conocidas, pero no menos grandiosas, perdidas en agrestes parajes de cautivadora belleza. O pasearnos, recreando la vista en cada esquina, por ruinas de ciudades muertas que nunca han sido excavadas por los arqueólogos.
   Para conocer el arte clásico no basta con visitar Grecia e Italia. Hay que viajar a Turquía.
  
   333 fotografías on line
 
Indice de textos 
¿Oriente vs Occidente?
Troya. No era literatura, era historia
Las gorgonas de Constantinopla
Las murallas de Nicea
Las murallas de Assos
El glorioso reino de Pérgamo
El Templo de Roma en Ankara
Aizanoi, la desconocida
El río de oro de Sardes
Esmirna, cuna de Homero
Efeso y el culto de Artemisa
  
El Artemision
Priene, la ciudad que perdió la gracia del mar
Mileto. Modelo de urbanismo
El oráculo de Didima
Halicarnaso y el Mausoleo
El pequeño mausoleo de Milasa
El Templo de Zeus en Euromos
Heracleia en el monte Latmos
Iasos dejó de ser una isla
Labranda, oculta en las montañas
Alinda y la reina Ada
  
Hierapolis y el 'Castillo de Algodón'
Aphrodisias, bajo el signo de Venus
La Escuela de Escultura de Aphrodisias
Xanthos, capital de la Licia
Pinara trepó por los montes
Patara, ruinas bajo las dunas
Antiphellos, el mar como escenario
El teatro de Myra
Phasellis, entre dos bahías
El gran teatro de Aspendos
Sidé, puerto de la Panfilia
  
Olba. La ciudad feliz
La necrópolis de Anemurium
Adamkayalar. La Roca de los Hombres
Korykos, campo de sepulcros
Kanytele, la ciudad de la sangre
Las tumbas monumentales de Demircili
El acueducto de Ura
Romanos en la Capadocia
Urfa, en los límites del imperio
Arsameia en el río Nymphaios
Nemrut Dagi. La montaña de los gigantes


Indices de fotos
Indice general
Indice 01   Troya. Constantinopla. Pérgamo
Indice 02   Aizanoi
Indice 03   Sardes
Indice 04   Esmirna. Efeso
Indice 05   Priene. Mileto
Indice 06   Didima
  
  
Indice 07   Halicarnaso. Milasa. Euromos
Indice 08   Heracleia. Iasos. Labranda. Alinda
Indice 09   Hierapolis-Pamukkale
Indice 10   Aphrodisias
Indice 11   La Escuela de Escultura de Aphrodisias
Indice 12   Xanthos. Letoon. Pinara. Patara
  
  
Indice 13   Phasellis. Aspendos. Sidé. Olba
Indice 14   Cilicia. Capadocia. Urfa
Indice 15   Máscaras y hemiciclos
Indice 16   Estatuas y relieves
Indice 17   Fustes y capiteles
Indice 18   Restos y fragmentos
  
  
Otras colecciones de fotos de Turquía en fotoAleph
  

TURQUIA RUPESTRE. El arte de los acantilados

CAPADOCIA. La tierra de los prodigios
NEMRUT DAGI. La montaña de los gigantes
ESTAMBUL. Exposición colectiva


     
Hierapolis y el 'Castillo de Algodón'
 
Fotos 097-108
  
   Existen dos ciudades antiguas con el nombre de 'Hierapolis'. Una en Siria y la otra en lo que fue la Frigia, en Asia Menor.
   Las ruinas de la Hierapolis frigia, hoy día en la provincia de Denizli, Turquía, están situadas a una decena de kilómetros del emplazamiento de Laodicea. Allí existía desde tiempos remotos un lugar sagrado o hieron, y la ciudad que creció en torno al mismo se convirtió, aunque sin adquirir relevancia política, en uno de los grandes centros de Frigia.
Pamukkale   El sitio se llama hoy Pamukkale, que en turco significa 'Castillo de Algodón'. Este nombre hace referencia a un extraordinario fenómeno natural que tiene aquí lugar. Debido a una falla de la terraza donde se asienta la ciudad, a la vera de los montes Gékelez, en varios puntos surgen fuentes de aguas termales a 35º C de temperatura. Esas aguas subterráneas renacidas al mundo arrastran soluciones de calcita que se van depositando en el terreno y solidificando con el tiempo. Al caer en cascadas por los barrancos, los sedimentos se petrifican poco a poco creando a la luz del día formaciones muy similares a las que se esconden en la oscuridad de las cuevas: estalactitas, coladas, piscinas naturales, cataratas pétreas, todo ello de un deslumbrante color blanco.
   El irreal paisaje adquiere el aspecto de una inmensa fortaleza hecha de algodón. Desde otros ángulos puede parecer una meseta cubierta por un manto de nieve (foto 097). Ilusiones ópticas, pues el algodón o la nieve no son otra cosa que mármol. Blanco mármol travertino de gran calidad, que es exportado a todo el mundo por las industrias canteras locales. Las límpidas pozas de agua azul turquesa que quedan suspendidas a distintos niveles del acantilado reciben el nombre de 'travertinas'.
   Los antiguos habitantes de la zona atribuyeron a estas aguas calientes virtudes curativas, y a fines del siglo II a C instalaron allí una estación termal. Las fuentes termales promovieron también una destacada industria textil, ya que el agua caliente permitía desengrasar la lana y fijar mejor el tinte. Los reyes atálidas de Pérgamo urbanizaron el sitio siguiendo las pautas hipodámicas (trazado urbano ortogonal) de las ciudades helenísticas. Los romanos, hábiles ingenieros hidráulicos, explotaron a fondo estas aguas termales, y reconstruyeron Hierapolis, dotándola de fastuosos monumentos civiles y religiosos. Las ruinas de sus templos, teatros, termas, avenidas y necrópolis todavía causan admiración y permiten entrever lo afamada que fue en su tiempo esta urbe sacra, a cuyas instalaciones balnearias acudían peregrinos de todo el mundo clásico, griegos, macedonios, romanos, judíos y anatolios.
  
   Indice de textos
  
   El teatro romano es uno de los monumentos más grandiosos y mejor conservados de Hierapolis. Una inscripción en la escena registra que fue construido en tiempos de Septimio Severo (193-211 d C) y dedicado al emperador. Así parece corroborarlo un friso que muestra a los familiares de Severo entremezclados con los dioses.
   Son impresionantes los arcos de entrada y los corredores deambulatorios internos (foto 098), todavía cubiertos con sus bóvedas de medio cañón, cortadas en aristas cuando quiebran en ángulo.
   La cavea comporta 26 filas de gradas de mármol (foto 099), y en el centro de las primeras filas hay encastrado un lujoso asiento de forma semicircular, reservado a personalidades principales (foto 100).
   El edificio de escena se ha podido relevantar en parte, aprovechando los materiales originales esparcidos por las ruinas. Entre su refinada decoración escultórica destaca un friso que describe una procesión ritual dionisíaca, así como escenas mitológicas protagonizadas por Apolo y Artemisa, como el sacrificio de los hijos de Niobe. Todos estos relieves han sido sustituidos por réplicas realizadas con moldes, exhibiéndose los originales en el museo de las termas. Es muy bella la afiligranada decoración del hiposcenio, el espacio subyacente a la escena, con su fachada de columnillas corintias de estrías helicoidales, y nichos coronados con bóvedas de concha en los intercolumnios (foto 101).
   Los campos que se extienden frente a la fachada del teatro están plagados de restos arquitectónicos y escultóricos procedentes de construcciones desaparecidas. Columnas, nichos, cornisas, frisos, pilastras, pedestales..., tirados, amontonados y revueltos por la hierba, que esperan la restitución a sus emplazamientos originales en un indefinido futuro.
  
   El templo de Apolo era el principal centro religioso de Hierapolis, consagrado al santo patrón de la ciudad. Su cimentación se remonta al helenístico tardío, aunque sus partes hoy visibles entre la maleza no son anteriores al siglo III d C. Se accedía a su fachada por una amplia escalinata (foto 102).
   El santuario está construido sobre una falla de la que escapan vapores tóxicos. Adosada al lado derecho de la escalinata, hay una puerta abovedada que permitía bajar al Plutonium. Hoy esta puerta está cerrada, y un cartel prohibe la visita advirtiendo de un posible peligro de muerte ('Danger. Poisonous Gaz'). El arco de entrada daba a un corredor descendente que conducía a una cámara subterránea, conectada a una grieta del terreno por donde manaba una fuente. La estancia se cargaba de gases nocivos. No ha de extrañar, pues, el nombre de 'Plutonium', que alude a Plutón, Hades para los griegos, dios del inframundo y del Averno. Dion Cassius, historiador griego del III d C, relata que los vapores venenosos mataban a todos los seres vivos que se internaban en el Plutonium, excepto a los eunucos.
   Por los alrededores quedan vestigios de grandes estanques que servían de depósitos de agua para la ciudad.
  
   Una magnífica vía columnada extramuros parte de la muralla bizantina y se dirige en línea recta hacia el norte, rumbo a la necrópolis septentrional. Fue abierta en tiempos de Domiciano, y todavía se pueden pisar al recorrerla las grandes losas de mármol de su pavimento. Hileras de cipreses hacen el contrapunto a las hileras de columnas (foto 103).
   La vía desemboca en la monumental Puerta de Domiciano, compuesta de tres arcos flanqueados por dos gruesos torreones cilíndricos (foto 104). Fue levantada en 82-83 d C por el procónsul de Asia Julius Frontinus, en homenaje al emperador.
  
   Indice de textos
  
   Las dos necrópolis de Hierapolis se extienden varios kilómetros hacia el norte y otros tantos hacia el sur, ambas extramuros, en las afueras de la ciudad, y sus más de 1.200 sepulturas, de todas las formas y tamaños, proporcionan gran cantidad de información sobre los cultos funerarios de la era grecorromana. Los sarcófagos están tallados en mármol con numerosos relieves, y las tumbas adoptan a veces la forma de un templo en miniatura (foto 107). Algunas tumbas han sido invadidas por las concreciones calcáreas del 'Castillo de Algodón', y parecen levantarse en medio de un paisaje nevado (foto 105).
   Son de destacar las sepulturas en forma de túmulo, de planta circular y base cilíndrica en aparejo de piedra, que serían las más antiguas del cementerio (foto 106), y cuya estructura revela reminiscencias de las tumbas tumulares de los reyes lidios y frigios que todavía pueden verse en las cercanías de Sardes (Bin Tepe) y en Gordion.
  
   Hierapolis fue evangelizada, según la tradición, por Felipe, uno de los doce apóstoles, crucificado en 87 d C. Las imponentes ruinas del Martirion de San Felipe se elevan sobre una colina desde la que se abarca el panorama completo de la ciudad. La atribución de este monumento a San Felipe es sólo conjetural, pues nunca se halló su tumba.
  
   El museo arqueológico de Hierapolis-Pamukkale está acondicionado en las antiguas termas romanas, que han sido restauradas, y varias de cuyas salas están todavía cubiertas por las enormes bóvedas de piedra originales. Además de las consabidas estancias fría, templada y caliente, con las paredes revestidas de mármol blanco, las termas comprendían una amplia palestra y una cámara con tejado para ejercicios deportivos.
   Hoy estas vastas salas cobijan una soberbia colección de esculturas clásicas, rescatadas de los alrededores de Hierapolis (principalmente del teatro), en las que resulta perceptible la influencia estilística de la escuela de escultura de Aphrodisias. Los motivos hacen sobre todo alusión a los dioses y leyendas de la mitología clásica grecorromana. Seleccionamos como muestra dos piezas procedentes de la vecina ciudad de Laodicea, que aunque tienen una misma pareja de personajes como protagonistas –Dioniso (Baco para los romanos), dios de las vides y del vino, y el sátiro Pan (Fauno para los romanos), dios de la fertilidad–, son muy distintas entre sí (foto 108):
   - Grupo escultórico de Dioniso y Pan (romano, siglo II d C).
   - Sarcófago romano con relieves de Dioniso y Pan, este último amamantándose de la ubre de una cabra.
  
   El sitio de Hierapolis-Pamukkale fue incluido como bien natural-cultural en el catálogo del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1988.
  
  
  
 

Aphrodisias, bajo el signo de Venus
 
Fotos 109-120
  
   Su nombre ya lo sugiere: Aphrodisias, un paraje por donde campa Afrodita, la diosa del amor y de la belleza. Y es que estamos hablando de uno de los sitios arqueológicos más bellos de Turquía, cuyas ruinas tienen la capacidad de transportarnos mentalmente a épocas legendarias y felices, a una especie de arcadia pastoril con faunos y ninfas retozando por prados, bosques y arroyos.
   En este verde lugar sombreado por esbeltos álamos creció una ciudad clásica en toda su opulencia. Una ciudad que constituyó un foco de irradiación cultural en la Anatolia de la época romana.
Aphrodisias   El sitio estaba ya habitado en el III milenio a C, emplazado sobre una pequeña colina, que luego sería ocupada por la acrópolis clásica. Uno de sus nombres fue Ninoe, que hace referencia a la diosa babilónica Nino (= Ishtar). La consagración de la ciudad a Afrodita no habría hecho sino sustituir el antiguo culto a Ishtar por el de la divinidad griega (asimilada por los romanos a Venus).
   Marco Antonio y Tiberio favorecieron a Aphrodisias concediendo el derecho de asilo al santuario de Afrodita, hecho que contribuyó al florecimiento de la ciudad. La popularidad del culto a la diosa retardó la entrada del cristianismo en el lugar, aunque finalmente, en la era bizantina, el templo fue transformado en iglesia, y la ciudad en obispado, con el nombre de Caria.
   Entre los siglos XI y XIII fue atacada por selyúcidas y turcomanos, para ser finalmente arrasada por Timur (Tamerlán) en el siglo XV.
  
   Las excavaciones sistemáticas de las ruinas de Aphrodisias fueron emprendidas en una fecha tan tardía como 1961, por la Universidad de Nueva York, y todavía prosiguen. Cada ciertos años se producen nuevos descubrimientos, y la puesta en valor de nuevos edificios, y se puede apostar sin temor a dudas que las ruinas de Aphrodisias todavía depararán sorpresas en el futuro. De momento se discute sobre la existencia en el lugar de lo que podría considerarse una escuela de escultura, cuya influencia debió expandirse por toda la Anatolia clásica, dada la enorme cantidad y la extraordinaria calidad de las estatuas y fragmentos escultóricos que van saliendo a la luz.
  
   Indice de textos
  
   El teatro, apoyado sobre la colina de la acrópolis, que fue el núcleo originario de la ciudad, fue erigido en la época helenística y restaurado en la imperial romana, bajo Marco Aurelio (161-180 d C). Los bizantinos lo transformaron totalmente al edificar en el lugar una gran torre para defender la acrópolis.
   Tenía una capacidad para 10.000 espectadores. Su cavea está muy bien conservada (foto 109). Los asientos corridos de la primera fila, reservados a las personalidades (proedrio), destacan por sus formas esculpidas en fino mármol y exquisitamente decoradas, con patas en forma de garras de león y con respaldo (foto 110).
   Las cámaras bajo la escena, que servían de vestuarios para los actores, han sido reconstruidas. Contigua al teatro y detrás del edificio de escena se abría una gran plaza porticada rectangular, pavimentada de mármol. Más allá se extienden los campos de olivos y los pastizales, silueteado el horizonte por una sucesión de suaves colinas: un bucólico panorama que hacía las veces de fondo del escenario.
  
   El ágora norte es una vasta plaza de 120 x 205 m, delimitada en sus cuatro lados por pórticos de columnas de orden dórico, y el ágora sur es otra plaza adyacente, de 69 x 212 m, cuyas columnatas son en este caso de orden jónico (foto 111), y han sido relevantadas en gran parte.
  
   Las termas de Adriano, construidas bajo su mandato (117-138 d C), se componen de una serie de grandes salas paralelas, construidas en sólidos bloques de sillar y separadas entre sí por arcadas (foto 112), cuyos suelos todavía conservan la pavimentación de losas de mármol, muchas veces dispuestas alternando los blancos y negros en un motivo ajedrezado (foto 113). Estas salas estaban precedidas de una palestra y un patio con peristilo, y dotadas de piscinas e hipocaustos (espacios en el subsuelo por donde corría el agua caliente, con el fin de caldear algunas estancias). Aún se pueden distinguir el caldarium, el tepidarium y el frigidarium (salas fría, templada y caliente), así como los vestuarios.
  
   El odeón de Aphrodisias es un bello teatro en miniatura, erigido a finales del II d C y reconstruido en el IV. Singularmente bien preservado, poseía antaño un techo de cubierta. Su cavea se componía de diez gradas de mármol. No sólo la escena estaba ricamente decorada, sino también el graderío, con las típicas garras de león talladas en los extremos de las gradas, a modo de patas de banco (foto 114). Los odeones eran utilizados para organizar eventos de aforo reducido, como conciertos de música. La acústica de estos auditorios, así como la de los teatros y las salas de asambleas (o bouleuterion), continúa siendo, hoy como ayer, impecable.
  
   Indice de textos
  
   El templo de Afrodita levanta sus esbeltas columnas al norte del odeón, en la zona central de la ciudad. Este era el principal santuario de Aphrodisias, que gozó de privilegios como el derecho de asilo, y al que la ciudad debía su opulencia.
   Fue construido en el siglo I a C sobre el emplazamiento de templos más arcaicos, que podrían remontarse al VII a C. Estaba rodeado de un temenos o recinto sacro delimitado por un muro. Su peristilo se componía de 40 columnas jónicas, de las que sólo 14 quedan en pie (foto 115). En el siglo V fue transformado en iglesia, y luego, añadiéndole un ábside, en basílica.
   Contigua al templo, las excavaciones han descubierto recientemente la existencia de una Escuela de Filosofía, datable en el siglo IV d C. La importancia de Aphrodisias como centro de irradiación cultural atraía a gentes de todo el mundo clásico, que venían aquí a estudiar astronomía, medicina o filosofía.
  
   El Tetrapylon es un hermoso edificio recientemente relevantado (foto 118), al este del templo de Afrodita. En su día fue un propileo monumental que marcaba el cruce de dos vías transversales de la ciudad, una de las cuales conducía al gran templo. Por la exuberancia y calidad de la decoración escultórica de los tímpanos (foto 120), así como por el tipo de estriado de los fustes, se puede fechar en el siglo II d C.
  
   El estadio de Aphrodisias es el mejor conservado de todo el Asia Menor, y uno de los más grandes del mundo clásico (foto 116). Situado al norte de la ciudad, se halla casi intacto y permite apreciar las titánicas dimensiones que tenían estas estructuras, dedicadas a espectáculos de carreras y competiciones deportivas, así como a ejercicios de atletismo, boxeo, lucha libre, lanzamiento de disco, etc.
   Sus 22 filas de graderíos (foto 117) podían dar acogida a 30.000 espectadores. La pista tiene una longitud de 250 m, y una anchura de 34 m. Si añadimos las gradas, el edificio completo mide 270 x 54 m, más de un cuarto de kilómetro de largo. Las subestructuras ocultas bajo los graderíos se mantienen también notablemente preservadas, aunque hoy medio rellenas de tierra y escombros.
   Su fecha de construcción se señala hacia el siglo II d C. En épocas posteriores tuvo funciones de arena, organizándose luchas de gladiadores.
  
   Indice de textos
  
  
La Escuela de Escultura de Aphrodisias
Fotos 121-132
  
   La gran influencia cultural que tuvo Aphrodisias en toda la Anatolia ha sido puesta de manifiesto en las sucesivas excavaciones arqueológicas, todavía en curso, que están sacando a la luz infinidad de estatuas, relieves y fragmentos de decoración escultórica de los edificios. El alto nivel de calidad artística de que hacen gala la mayoría de las piezas ha permitido a los estudiosos confirmar la tesis de que existió una Escuela de Escultura de Aphrodisias, en activo desde el siglo I a C hasta el V d C.
Escuela de Escultura de Aphrodisias   Ayudó a este florecimiento la proximidad de unas canteras de mármol blanco de excelente textura, que se hallaban a un par de kilómetros de Aphrodisias, y la llegada a la ciudad de artistas de otras provincias del imperio romano.
   Los escultores de Aphrodisias demostraron poseer, además de pericia técnica, una notable sensibilidad en la captación de la figura humana y la psicología del retrato, y una imaginación desbordante en la plasmación de detalles, vestidos, pliegues, movimientos, que llegaron a conformar un estilo propio e identificable, de una prolijidad cercana al barroco.
   Aphrodisias exportó su arte a otros lugares del imperio. Se han hallado obras firmadas por los artistas de la Escuela de Aphrodisias en gran número de antiguas ciudades de Anatolia, Grecia, Italia y el Mediterráneo en general.
  
   El museo de Aphrodisias va acogiendo el fondo creciente de esculturas exhumadas en las excavaciones. Encontraremos aquí una de las más hermosas colecciones estatuarias de los museos de Turquía, además de piezas de cerámica y numismática. Nos limitaremos a mencionar una mínima selección de las obras maestras que aquí se exhiben:
   - El Friso de Zoilo. Un fragmento de friso monumental, con diez figuras en altorrelieve de tamaño mayor que el natural (foto 121), formaría parte de un monumento dedicado a Zoilo, un ciudadano prominente de Aphrodisias, que mantenía buenas relaciones con César Augusto, y estaba considerado como uno de los grandes benefactores de la ciudad. Entre los personajes del relieve aparecen, junto a los dioses y diosas, el mismo Zoilo, y una elegante figura femenina, llamada 'Polis', con corona y vestidos flameando al viento (fotos 122 y 123), que representa a la misma polis o ciudad de Aphrodisias. Es también notable la figura de Aión (la Eternidad), representado como un anciano sentado (fotos 124 y 125).
   - Cabeza de Apolo del siglo II d C, con un complicado peinado que aún conserva restos de policromía (foto 126).
   - Cabeza de filósofo, una buena muestra del arte del retrato en la Escuela de Aphrodisias (foto 128).
   - Sarcófago de alma hermana de Afrodita, del siglo II d C (foto 129). Perteneciente a una mujer seguidora del culto de Afrodita, presenta en una de sus caras siete personajes en relieve: Hades, dios del inframundo, sentado; Hermes, mensajero de los dioses, con un kerykeron en su mano izquierda y una antorcha en la derecha que vuelca boca abajo para anunciar la muerte; a continuación aparece la difunta, portando unos frutos de opio, que simbolizan su fallecimiento; a su lado el marido, un sumo sacerdote; la diosa de la tierra Deméter y su hija Perséfone; y por fin Hypnos, el dios del sueño, también con una antorcha invertida en la mano.
  
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Xanthos, capital de la Licia
  
Fotos 133-137
  
   La antigua Licia comprendía la comarca marítima en la costa sudoeste de Anatolia entre la Caria y la Panfilia, conocida como península de Teke, extendiéndose tierra adentro hasta la cordillera de los montes Taurus. La línea costera está hoy delimitada entre las ruinas de Caunus al oeste y la ciudad de Antalya al este.
   Región bella y misteriosa, cuna de leyendas clásicas, Licia está volcada al mar por el empuje de sus montañas calcáreas, que caen en vertical hasta las aguas. El litoral es una sinuosa sucesión de abruptos acantilados boscosos contra los que chocan las olas del Mediterráneo, interceptado a intervalos por hermosas playas de arena o rocas, caletas, radas, puertos pesqueros y ruinas antiguas, a veces sumergidas en el mar.
   Las ruinas de las ciudades de la antigua Licia figuran entre las más fascinantes de Turquía, país de abrumador legado arqueológico. Son ruinas griegas, romanas, paleocristianas, bizantinas... pero también ruinas licias, perfectamente distinguibles por sus rasgos estilísticos únicos. Los lugares donde duermen sus piedras son salvajes, a veces recónditos, casi inaccesibles. Rocosas montañas, entre cuyas grietas luchan por crecer los árboles, mordidas por pequeñas bahías en las que se bañan los sillares de las urbes muertas.
   En la mitología griega, Licia era el país donde tenía su guarida la Quimera, monstruo con cabeza de león y cuerpo de cabra y dragón, que lanzaba llamaradas de fuego por la boca. Un recóndito yacimiento cerca de la costa se llama Chimæra, en referencia a esta bestia mítica, que devastó Caria y Licia. La leyenda narra que fue muerta por el héroe Belerofonte, hijo de Glauco y nieto de Sísifo, montado sobre el corcel alado Pegaso. Una vez más la realidad parece abonar el mito cuando en la remota Chimaera actual se alcanza un paraje desolado y sin vegetación, de cuyas grietas sale constantemente metano ardiente, cerca de los restos del templo de Hefesto, dios griego del fuego y la fragua.
  
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Xanthos
   "Los licios proceden originariamente de Creta (...) Por el nombre de Lico se llaman licios." (Herodoto, Historia, I, 173)
  
   Los licios, citados por Homero en la Iliada como aliados de los troyanos en la guerra de Troya, se asentaron en el litoral sur de Anatolia probablemente hacia el siglo XIII a C, fijando su capital en Xanthos. Son mencionados asimismo con el nombre de lukka en textos egipcios, hititas y ugaríticos como un pueblo independiente encajonado entre el Imperio Hitita al norte y los griegos aqueos de la costa. Poseían una lengua indoeuropea única, habiendo sido registrado un gran número de textos epigráficos licios en Xanthos y Letoon, grabados en su mayoría en rocas o sobre monolitos funerarios.
   Hacia el siglo VIII a C, los licios empiezan a sonar en la Historia como un pujante pueblo de gentes marineras, organizadas en una confederación de ciudades-estado llamada Liga Licia. Los licios conservaron su independencia durante las sucesivas hegemonías de Frigia y de Lidia, a la vez que mantenían intercambios comerciales y culturales con los griegos, pero a finales del siglo VI a C cayeron bajo el poder de los persas, tras oponer una numantina resistencia a las fuerzas armadas de Hárpago, general del ejército de Ciro.
  
   "Cuando Hárpago condujo sus tropas a la llanura de Xanthos, salieron los licios, y peleando pocos contra muchos, demostraron su valor, pero derrotados y encerrados en la ciudad, reunieron en la acrópolis a sus mujeres, hijos, dinero y esclavos, y luego prendieron fuego y quemaron toda la acrópolis. Tras esto, después de obligarse con terribles juramentos, dieron un rebato, y todos murieron peleando."
   (Herodoto, ibid, I, 176)

   Xanthos fue arrebatada a los persas por Alejandro Magno en 333 a C, y más tarde, bajo los seléucidas y los romanos, Licia pudo disfrutar de una cierta autonomía, reteniendo su antiguo sistema confederal hasta tiempos de Augusto. Luego fue anexionada a Panfilia, y a partir del siglo IV d C vuelve a ser una provincia separada. La capital vivió su epílogo bajo el imperio bizantino. Las invasiones árabes del XII d C la fueron sumiendo en la ruina y el olvido.
  
   Indice de textos

   La capital de Licia creció en torno a un promontorio que domina el río Xanthos, sobre el que se había ubicado la primitiva acrópolis licia. Un colosal muro helenístico de aparejo ciclópeo poligonal reforzaba las defensas.
   Con la romanización aparecieron en Xanthos los usuales monumentos del urbanismo clásico: ágora, calzadas, templos, arco triunfal, ninfeo y un teatro, muy bien conservado (foto 133). Más tarde las basílicas cristianas bizantinas. Todas estas ruinas se mezclan entre sí y mezclan sus estilos y épocas en un totum revolutum, en un irresoluble rompecabezas de cascotes sobre el que se yerguen, enhiestos, extraños monumentos funerarios en forma de altos pilares prismáticos monolíticos en pie sobre plintos escalonados macizos (foto 134).
  
    El Pilar de las Arpías era un monumento de este tipo, constituido por un monolito de 5,43 m de alto soportando en su extremo superior una cámara sepulcral. Las paredes exteriores de la cámara estaban recubiertas con unos sugestivos frisos de bajorrelieves describiendo escenas de ofrendas (foto 136). Los frisos originales fueron trasladados a Londres en el siglo XIX por Charles Fellows, y aún se exhiben en el Museo Británico, junto con otras obras expoliadas de Xanthos. Por su estilo artístico, que deja traslucir un claro toque arcaico, y por los peinados y atuendos de sus personajes, se pueden fechar a principios del siglo V a C. Fueron ejecutados con toda probabilidad por escultores milesios.
   Aunque lo llaman 'de las Arpías', las curiosas figuras híbridas con busto de mujer y cuerpo de ave que aparecen en los relieves (foto 135) portando en sus brazos diminutas figuras femeninas son en realidad sirenas psicopompas, o conductoras de almas.
   (Véase otra representación de sirenas en Mosaicos de Tunicia: mosaico romano de 'Ulises y las sirenas').
  
   En Xanthos, las sepulturas rupestres de su necrópolis licia han quedado englobadas en la ciudad romana, y se pueden visitar a pie de calle, por las cercanías del teatro. La arquitectura licia despliega aquí su más depurado estilo en unos diseños de fachada con sobrias composiciones a base de ventanas ciegas y prismas escalonados, que se acercan a una suerte de minimalismo geométrico.
  
   Del Monumento a las Nereidas, reputada obra maestra del arte griego, sólo se pueden ver los cimientos de su plataforma base. Había sido erigido en las afueras de Xanthos hacia 400 a C. El edificio fue transportado piedra a piedra y reconstruido en una sala del Museo Británico de Londres, donde puede hoy contemplarse (foto 137).
   Se trata de un heroon monumental, compuesto por un podio sobre el que se alza una estructura funeraria en forma de templo jónico, con frisos corridos externos e internos, frontón triangular, y estatuas de nereidas colocadas entre las columnas. Las paredes del podio están también recubiertas con un doble rango de relieves describiendo batallas.
  
   Indice de textos
  
Letoon  
El santuario de Letoon
Fotos 138-140
  
   Las ruinas de Xanthos, la capital de Licia, son indisociables de las del vecino santuario de Letoon, con las que forma un conjunto arqueológico-monumental unitario.
   El complejo de Letoon, a 5 km de Xanthos (ambos sitios antaño conectados entre sí por un canal), estaba consagrado a la diosa griega Leto, madre de Apolo y Artemisa.
   En un terreno llano de campos de algodón, no lejos de la costa y frecuentemente inundado por el mar, emergen ruinas de tres templos, un pórtico, un enorme teatro (foto 139) con frontones clásicos en las entradas... de las épocas helenística y romana, mezcladas con elementos licios. Las edificaciones, por lo general a nivel de cimientos, suelen estar cubiertas por las aguas de las marismas (foto 138), y pobladas de tortugas acuáticas.
   Existe un Ninfeo de tiempos de Adriano construido sobre una fuente sagrada.
   Cerca del Templo de Artemisa, cuyo suelo invadido por la arena esconde un mosaico (foto 140) con los emblemas de Apolo y Artemisa (una lira y un arco), se descubrió una importante inscripción trilingüe en licio, arameo y griego, de 358 a C.
  
   El doble conjunto de ruinas de Xanthos-Letoon fue catalogado en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1988.
  
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Pinara trepó por los montes
  
Foto 141
  
   Las ruinas de Pinara no han sido nunca excavadas, a pesar de pertenecer a una de las más desarrolladas urbes de la antigua Licia. Su importancia fue comentada por Estrabón y Stefanus.
   La ciudad existía ya en el siglo V a C, y el historiador Menecrates atribuye su nacimiento a la llegada de un grupo de población excedentaria secesionada de Xanthos, que había sido dividida en tres núcleos debido a su alta densidad demográfica. Pinara era, junto a Xanthos, Tlos, Patara, Myra y Olympos, una de las grandes ciudades de Licia, y siguió siendo próspera hasta el siglo I a C, cuando los piratas arrasaron la vecina Olympos y la ciudad fue abandonada. En tiempos romanos Pinara se recuperó en parte, sin alcanzar su pasado esplendor, hasta que los terremotos de 141 y 240 d C la destruyeron, al igual que las restantes ciudades licias.
  
   Los vestigios de la antigua Pinara se reparten en tres colinas que rodean dos valles elevados a gran altura sobre el nivel del mar. Llegar allí desde Minare, el pueblo más próximo, requiere una buena caminata por pistas y empinados senderos.
   Sobre la colina oeste se levantaba una acrópolis a más de 700 m de desnivel. En la pared rocosa oriental, de 300 m de alto, en un lugar de difícil acceso, se ven esculpidas centenares de tumbas de estilo licio, semejantes a las de Telmessos y Myra. Reproducen en piedra formas arquitectónicas de madera propias de edificios religiosos y civiles de los que no quedan otros restos (ver colección Turquía rupestre. El arte de los acantilados).
  
   El teatro, embutido en una colina en la parte opuesta del valle (foto 141), data del período helenístico pero fue reacondicionado por los romanos. Sólo la cavea se conserva bien, y su hemiciclo se integra perfectamente en el terreno natural circundante. Podía acoger entre 3.000 y 4.000 espectadores. Existen también en el fondo del valle trazas de un estadio, un odeón, un bouleuterion y varios templos.
  
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Patara, ruinas bajo las dunas
  
Fotos 142-144
Patara  
   En Patara, cuna (hacia 300 d C) de San Nicolás, obispo de Myra, las dunas de arena van trasladándose impulsadas por los vientos, hasta casi cubrir las ruinas de los edificios públicos romanos.
   En esta aislada y soñolienta playa de la costa licia, a la que sólo se puede llegar por una pista de tierra, se elevaba antaño una ciudad, famosa por su oráculo, próspera por ser el puerto principal de la Licia, de la que apenas quedan restos dispersos escondidos entre las dunas, las marismas y la maleza (foto 142).
   El nombre de Patara deriva de la fundación mítica de la ciudad por Pataros, hijo del dios Apolo y de una ninfa. La ciudad existía ya en el siglo VI a C, y su florecimiento se produjo gracias al prestigio de su oráculo de Apolo, que funcionaba los seis meses de invierno, alternando con el oráculo de la isla egea de Delos, que ejercía los seis meses de verano.
   Patara fue uno de los centros de la confederación de ciudades-estado conocida como Liga Licia. Sirvió de base naval a generales de Alejandro que se disputaron, a la muerte de éste, el efímero imperio macedonio: Antígono, Demetrio, Ptolomeo y Antioco III. Tras su conquista por Brutus, fue anexionada junto con Xanthos al imperio romano.
  
   El Arco de Triunfo, a la entrada de la ciudad, fue construido hacia 100 d C por Mettius Modestus, gobernador de la Licia romana, que hizo instalar su estatua y las de sus familiares sobre las seis ménsulas que sobresalen entre las arquerías. Cerca yacen algunas tumbas romanas, y un sarcófago de inconfundible estilo licio, con su forma de carena de barco invertida, colocada a modo de cubierta sobre la cámara sepulcral (foto 144).
  
   El teatro, invadido por las dunas de arena, reventado por las raíces de los árboles, puede fecharse, para sus últimas fases constructivas, en el siglo II d C. El graderío se apoya sobre una boscosa colina salpicada de gruesas rocas (foto 143).
  
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Antiphellos, el mar como escenario
  
Foto 145
  
   Cerca del apacible puerto pesquero de Kas, en la costa licia de Turquía, se tuestan a orillas del mar las pocas ruinas que han sobrevivido de la ciudad antepasada del actual pueblo. Se llamaba Antiphellos.
   Además de unas cuantas tumbas licias y clásicas, el único monumento antiguo medianamente entero de Antiphellos es el teatro, de tipo griego, que adosado a una colina, tiene como telón de fondo el hermoso escenario de la bahía de Kas, inundada por el mar Mediterráneo (foto 145).
   La cavea está muy bien conservada. La ausencia de subestructuras abovedadas y de edificio de escena revela que el teatro fue construido en época helenística.
  
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El teatro de Myra
  
Fotos 174 y 180
  
   La actual ciudad turca de Demre se levanta sobre el emplazamiento de la antigua Myra, una de las poblaciones con más peso en la confederación licia, que existía al menos desde el siglo V a C.
   Según Plinio el Viejo, había allí un templo de Apolo. Fue visitada en el año 18 d C por el emperador Germánico y su esposa. Pablo de Tarso pasó por Myra en el 60, en su camino a Roma. La urbe alcanzó el cénit de su crecimiento en el siglo II d C, enriquecida por las donaciones de ciudadanos pudientes.
   En la época bizantina, conoció gran fama gracias a San Nicolás, nacido en la vecina Patara, que tras viajar por Palestina, regresó a Licia para ocupar la sede del obispado de Myra a principios del IV d C, convirtiéndose a su muerte la ciudad en meta de peregrinación para gentes de toda Europa, y en el centro económico-político de Licia. Hoy se puede visitar en Demre la iglesia paleocristiana de San Nicolás, conocida también como de 'Baba-Noel', fundada en el IV, donde fue enterrado el obispo, cuya legendaria vida inspiró en la imaginación popular el personaje de San Nicolás o Sant Nikolaus, o sea, el Santa Claus de las navidades.
  
   La necrópolis rupestre licia trepa por el escarpado monte donde se elevaba la acrópolis de Myra, y data del siglo V a C. Las tumbas esculpidas en la roca recrean en piedra una tipología arquitectónica que en su origen era de madera. Reproducen en su mayoría frontispicios de templos y viviendas (ver colección Turquía rupestre, el arte de los acantilados).
  
   El teatro de Myra en su estado actual es de época romana (foto 180). Tras el terremoto de 141 d C, fue reconstruido por Opramoas, un mecenas de Rhodiapolis. Su cavea consta de 38 rangos de gradas, y las grandes galerías abovedadas que la sostienen está muy bien conservadas, constituyendo el conjunto uno de los más completos teatros romanos entre los centenares que sobreviven en Asia Menor.
  
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Phasellis, entre dos bahías
  
Fotos 146-148
  
   Uno de los parajes más cautivadores de la costa licia es el sitio arqueológico de Phasellis, asentado sobre el istmo de una pequeña península entre dos hermosas bahías, con playas circundadas de pinares (foto 146), al pie del monte Tahtali, el 'Olimpo' de la Licia, de 2.300 m de altura.
   El puerto de Phasellis era una buena etapa en la ruta marítima entre Grecia y Fenicia. Es probable que los marinos fenicios llegaran allí antes que los colonos griegos, como parece sugerir el origen semítico del topónimo Phasellis, aunque lo más seguro es que la ciudad fuera fundada por colonos de Rodas hacia el siglo VI a C. La prosperidad de la ciudad fue impulsada, además de por su  buena situación geográfica, por la explotación forestal de la región y por el comercio de rosas para la fabricación de perfumes.
Phasellis   Phasellis participó, junto a otras ocho ciudades del Asia Menor, en la fundación del emporio griego de Naucratis, en el Delta del Nilo. En el siglo IV a C tomó partido por Mausolo, sátrapa de Caria, contra Pericles, soberano de Licia. Acogió como libertadores a los ejércitos de Alejandro Magno. Tras la muerte de éste, y la consiguiente desmembración de su imperio, Phasellis formó parte de las posesiones de Antígono, luego de los Ptolomeos de Egipto, y por fin de Antioco III, quien conquistó la Licia en 197 a C. Las legiones romanas, aliadas a los rodios, derrotaron a Antioco III en la batalla de Magnesia del Meandro.
   Hacia el 150 a C Phasellis se adhirió a la Confederación Licia, cayendo más tarde bajo las incursiones de los piratas cilicios. Estos a su vez fueron vencidos en 78 a C por el general romano Servilius Vatia. Según Lucano, Pompeyo se refugió aquí tras su derrota a manos de Julio César en la batalla de Farsalia. A los pocos años Phasellis fue anexionada al recién fundado imperio romano, disfrutando a partir de entonces de un periodo de crecimiento económico.
   En la época bizantina Phasellis continuó siendo un importante puerto del Mediterráneo. Su declive sobrevino tras su toma por los turcos selyúcidas en 1150.
  
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   Phasellis poseía tres puertos naturales, al norte, noroeste y sudoeste de la península. Una gran calzada de losas, bien pavimentada, atraviesa el centro de la ciudad, emplazado sobre el istmo, conectando los puertos norte y sudoeste. Hoy parte de la calzada se adentra bajo las aguas de la playa para alcanzar otros edificios sumergidos en la bahía.
  
   A un lado de esta arteria se levantaban las termas del norte, un gran complejo termal dotado de las habituales dependencias, piscinas y zonas de servicios, con los suelos decorados de mosaicos, de los que todavía quedan dispersos fragmentos. El caldarium, o sala cálida, es fácilmente distinguible por los restos del hipocausto: un bosquecillo de pequeñas columnas de ladrillos circulares sostenían un falso suelo, bajo el cual podía correr el agua caliente (foto 147). El agua era suministrada por un acueducto.
  
   En Phasellis, el teatro va siendo devorado por la vegetación, las raíces revientan sus graderíos (foto 148). Es de origen helenístico, y no ha sido aún excavado. La cavea se apoya sobre la colina en lo alto de la cual se asentaba la acrópolis, y donde muchos notables de la ciudad habían construido sus mansiones, hoy totalmente arruinadas y ocultas muy adentro en la espesura.
  
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El gran teatro de Aspendos
  
Foto 149
  
   No lejos de Sidé, en el moderno pueblo de Belkis, se hallan las ruinas romanas de Aspendus, o Aspendos, una antigua ciudad de la Panfilia, en lo que ahora es la provincia de Antalya, al sur de Turquía.
   Se ha descubierto en el lugar gran cantidad de monedas acuñadas desde el siglo V a C, lo que da pistas sobre la prosperidad económica de Aspendos, obtenida con el comercio de lana, aceite y sal.
   La población fue tomada por Alejandro Magno en 333 a C, entrando luego en el habitual proceso de helenización y romanización que siguieron la mayoría de las ciudades de Anatolia. En la época romana fue gobernada desde Pérgamo.
   Las ruinas de la ciudad, en lo alto de una colina, incluyen un ágora, una basílica, un acueducto y algunas tumbas rupestres de estilo frigio.
  
   El teatro, uno de los más grandes, más hermosos y mejor conservados de Anatolia –y de toda la antigüedad, según el arqueólogo turco Ekrem Akurgal–, está parcialmente excavado en la ladera nororiental de la colina. Fue proyectado por el arquitecto Zenón, nacido en Aspendos, en honor del emperador Marco Aurelio (161-180 d C). Estaba dedicado a las deidades locales y a la familia imperial.
   Este coloso constituye el modelo y la culminación de lo que era un teatro romano, con el auditorio y el escenario ensamblados en una perfecta unidad de conjunto, y, a diferencia de los griegos, cerrado al exterior por el altísimo muro de escena. La parte trasera de este muro hace las veces de fachada. El graderío podía dar cabida a 15.000 personas.
   El excepcional estado de conservación de este teatro lo hace apto para su uso en el presente (foto 149). En él se celebran todavía hoy, como en tiempos de los romanos, espectáculos con gran afluencia de público. Las fotografías fueron hechas coincidiendo con el 'Festival de la Canción Mediterránea'.
  
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Sidé, puerto de la Panfilia
  
Fotos 150, 151, 177, 178 y 188
  
   Sidé fue en su tiempo la ciudad y el puerto más importante de la antigua región de Panfilia. Sus ruinas se encuentran en un cabo de la costa mediterránea, junto a la desembocadura del río Manavgat, en la actual población de Selimiye, provincia de Antalya, Turquía.
   Sidé fue fundada por colonos de la Eolia (región al norte de la Jonia). Estaba dotada de un buen puerto natural, más dos embarcaderos artificiales para los grandes bajeles.
   Alejandro Magno la ocupó en 333 a C. Más tarde, en 190 a C, una armada de la isla de Rodas arrebató la ciudad al rey seléucida Antioco III. En el siglo I a C, los piratas de la Cilicia hicieron de Sidé un centro de comercio de esclavos. Cleopatra y Marco Antonio visitaron el lugar.
   Con el paso de los años el puerto fue cegándose debido al retroceso de la línea de costa provocado por la sedimentación fluvial, y Sidé acabó sumiéndose en la decadencia.
Side  
   Las ruinas de la antigua Sidé se entremezclan hoy con las viviendas y tenderetes de un moderno pueblo turístico veraniego, desperdigadas sobre un amplio promontorio amurallado que se adentra en el mar entre dos playas.
   Aunque se reconstruyen, con dudoso criterio, algunos edificios antiguos, por todas partes se pueden ver abandonados restos de templos sin excavar, fragmentos de frisos, cornisas, capiteles invadidos por los matojos, termas con mármoles y suelos de mosaicos ocultos bajo las zarzas, habitadas por los lagartos y alguna culebra.
  
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   Uno de los monumentos que despunta en Sidé es el inmenso teatro, considerado como uno de los más bellos de Anatolia, que rivaliza en magnificencia con el de la vecina Aspendos. Desde lo alto de la cavea se disfruta de un amplio panorama de los arenales cercanos (foto 150).
   El teatro en su presente forma se puede fechar hacia mediados del II d C. Al estar asentado sobre un terreno llano, hubo que edificar una enorme subestructura con varios niveles de arcadas y pasajes abovedados para soportar el hemiciclo del graderío. El muro de escena está desmoronado sobre la orquesta. Entre los apilamientos de bloques y cascotes se pueden distinguir tallas del proscenio con máscaras de teatro trágicas y cómicas (fotos 177 y 178).
  
   El ágora de Estado era una plaza rectangular porticada, cuyo lado oriental limitaba con un edificio que pudo ser una biblioteca. Su salón central, de muros ricamente decorados con columnas corintias adosadas, nichos y exedras (foto 151), estaba dividido en dos pisos. El ágora era un espacio de mercado, y el edificio de la biblioteca se reservaba para uso del emperador en ceremonias ocasionales. Los arqueólogos han hallado en este lugar magníficas estatuas, que en su tiempo estaban instaladas en los edículos, aunque hoy se exhiben en el museo.
     
   El Museo de Sidé está acondicionado en el interior de unas termas romanas. Custodia una buena colección de esculturas, estatuillas, joyas y monedas de época romana. Seleccionamos como ejemplo del arte del retrato una magnífica cabeza de joven, romana, tallada en mármol y con restos de policromía (foto 188).
  
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Olba. La ciudad feliz
  
Fotos 152-156
Cilicia  
   Cilicia es el nombre antiguo de la región sudoriental de la península anatólica comprendida entre la Panfilia al oeste, la cadena de los montes Taurus al norte, los Antitaurus al este y el mar Mediterráneo al sur. La mitad oriental de Cilicia es una extensa llanura fértil, mientras que la occidental es silvestre y muy accidentada orográficamente. La planicie costera ha ganado terreno al mar debido a la sedimentación aluvial de varios ríos (los antiguos Calicadnos, Cydnos, Sarus y Pyramos) que, procedentes del Taurus, se abren paso por las sierras cavando impresionantes barrancos y cañones. En la costa crecen cultivos propios del benigno clima mediterráneo: naranjos, limoneros, plátanos, legumbres, y sobre todo algodón. 
   Se han encontrado en Cilicia vestigios de asentamientos humanos que se remontan al VII milenio a C. Pasillo de tránsito obligado entre Anatolia y los países de Oriente Próximo, la única ruta entre la península y Siria atravesaba Cilicia, que cayó dentro del área de influencia hitita con el nombre de Kizzuwatna. Hacia el año 1000 a C empezaron a llegar a su costa colonizadores de Micenas. El país fue anexionado al Imperio Asirio en 715 a C.
   Tras la invasión y ocupación persas, en los siglos VI-IV a C Cilicia funcionó como satrapía del imperio aqueménida. Alejandro Magno conquistó en 334-333 a C el Asia Menor y repartió su imperio entre los Diadocos. Cilicia pasó a los Seléucidas, dinastía heredera del fugaz imperio macedonio. Éstos fundaron la ciudad de Seleucia (la actual Silifke), que alcanzaría renombre como centro de saber, y favorecieron a las comunidades judías, entre las que pronto echó raíces el cristianismo.
   En el I a C, Cilicia fue declarada provincia romana. Pompeyo emprendió una campaña para limpiar las costas de piratas y refundó la ciudad de Soles (topónimo de donde deriva la palabra 'solecismo', por lo mal que hablaban el latín sus habitantes) con el nombre de Pompeiopolis. Con la pax romana, Cilicia vivió un periodo de prosperidad. La contemplación de las innumerables ruinas de ciudades romanas diseminadas en sus tierras, acompañadas de sus necrópolis extramuros, permite a cualquier observador hacerse una composición mental de aquel inusitado esplendor.
  
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   Una de las principales urbes de la antigua Cilicia fue Olba, también conocida como Diocesárea. Sus ruinas se encuentran en la actual población turca de Uzuncaburç.
   El nombre de Olba, 'la ciudad feliz', aparece por primera vez en inscripciones de la era helenística, como una de las ciudades que fundó Seleuco, uno de los generales y sucesores de Alejandro, ciudades que obedecían a las normas urbanísticas de inspiración hipodámica, y que estaban comunicadas entre sí por vías, como las que enlazaban Olba con Korykos o con Seleucia.
    Los teucridas, una dinastía de sacerdotes que regía en Olba, tuvieron que ceder el trono a otros reyes de oscuro linaje, hasta que recuperaron el poder el año 17 a C. Anexionada al imperio romano, la polis adoptó el nombre de Diocesárea hacia el siglo I d C. Olba-Diocesárea continuó activa durante la era bizantina, para ir declinando posteriormente hasta quedar reducida a la modesta villa que es hoy Uzuncaburç.
Olba 
   El topónimo Uzuncaburç significa en turco 'torre alta', y deriva de una torre helenística que aún se mantiene en pie encastrada en el paño norte de la muralla antigua. De planta rectangular, construida en buen aparejo de sillar, sus cinco pisos superan los 22 m de altura (foto 152).
  
   También se conserva, abierta en la muralla, la gran puerta monumental de entrada a la ciudad, de triple arcada, construida en época romana y restaurada en el siglo V d C (foto 153).
  
   El teatro, muy ruinoso y medio devorado por la vegetación, data del siglo II d C. Podía acoger a 2.500 espectadores. Su base está excavada en la roca, mientras que las gradas superiores se apoyan en un talud de tierra contenido por un muro de piedra (foto 154).
  
   El templo de Zeus Olbiano era el más importante de la ciudad. Se trataba de un templo períptero con 12 x 6 columnas de orden corintio. Los capiteles corintios son de factura muy arcaica, remontable al siglo III a C (foto 155). Este santuario es probablemente el templo más antiguo de estilo corintio entre los que se conocen en la península anatólica. En época bizantina se le añadió un ábside y fue convertido en iglesia.
  
   El Tychaion o templo de Tyché estaba dedicado a la diosa Fortuna, y data del siglo I a C. Estaba precedido por una doble columnata, de la que quedan en pie cinco imponentes columnas de fustes monolíticos lisos en granito y capiteles corintios de mármol (foto 156).
  
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La necrópolis de Anemurium
  
Foto 157
  
   El paraje donde yacen las ruinas de Anemurium tiene algo de fantasmagórico. Si apenas quedan restos de la antigua urbe, en cambio permanece casi intacta su necrópolis, con centenares de tumbas y mausoleos que asoman por la vegetación y trepan por una colina, adquiriendo el conjunto un aspecto de ciudad de los muertos.
   A 6 km de la actual Anamur, bañadas por el mar Mediterráneo, las ruinas de Anemurium están enclavadas en el cabo Anamur, el punto más meridional de la costa turca. De este cabo ('anem' en latín) y del viento constante, o 'urium', que allí soplaba, deriva el nombre de Anemurium.
   En el siglo XIII a C la población estaba regida por Mattuwada, un rey que dependía del soberano hitita Thudaliya IV. Ya en la época helenística, se había construido en la acrópolis una fortaleza desde cuya alta torre se vigilaba el tráfico marítimo de la zona. La ciudad prosperó en la época romana, gracias al puerto acondicionado en el cabo. Tras su destrucción por diversos pueblos invasores en los primeros siglos de la era cristiana, la ciudad fue reconstruida por los bizantinos, para volver a caer, con las incursiones árabes del VII d C, en el abandono y la ruina.
   La mayor parte de las sepulturas de la vasta necrópolis de Anemurium tiene la forma de pequeños edificios-mausoleo, compuesto cada uno de antecámara, capilla y primer piso, este último a menudo cubierto con una bóveda de medio cañón (foto 157). Todas las tumbas estaban lujosamente decoradas en su interior: muchas de ellas conservan aún mosaicos y trazas de pintura al fresco.
  
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Adamkayalar. La Roca de los Hombres
  
Foto 158
  
   Lo que fue la antigua región de Cilicia (conocida como Fukurova en turco) es muy poco visitada y casi desconocida por los viajeros, tal vez por hallarse a desmano de las principales rutas de Turquía. En una comarca por otro lado de gran densidad de población, el visitante que explore a pie las mesetas montañosas de tierra adentro podrá, a nada que se empeñe, descubrir un sinfín de tesoros arqueológicos escondidos en lugares salvajes y solitarios, invadidos por la vegetación y semisepultados por el polvo. Si Turquía es ya de por sí el paraíso de la arqueología, en este histórico rincón de su geografía se llega al punto de poder pasearse por ruinas intocadas de ciudades helénisticas o romanas, tal y como podrían encontrarlas los arqueólogos románticos del siglo XIX, enteramente cubiertas por una maraña impenetrable de zarzas y rastrojos, olvidadas por los hombres desde tiempos ignotos.
Adamkayalar   Por toda la región se pueden divisar tumbas romanas o helenísticas en forma de altas torres prismáticas de piedra, esbeltas como faros, en pie sobre las colinas. Y si el explorador decide aventurarse más y desciende ayudado de una cuerda por ciertos escarpados barrancos, podrá contemplar asombrado auténticas galerías de retratos de personajes esculpidos en roca viva, colgadas sobre los precipicios y ocultas a todas las miradas, excepto para las águilas y buitres.
  
   Adamkayalar o la 'Roca de los Hombres' es un extraño lugar escondido a 5 km de Kizkalesi, población de la costa cilicia levantada cerca del emplazamiento de la antigua Korykos.
   Ascendiendo por pistas y veredas hasta un elevado promontorio con vistas panorámicas que se extienden hasta el mar, quien no tema internarse entre espesos arbustos y pincharse con los zarzales, llegará a pisar los derrumbados muros de un poblado helenístico nunca excavado. Cerca de allí, descolgándose por la pared de un acantilado que domina el meandro de un inmenso cañón cortado por un río, en un lugar difícil de encontrar y de acceder, se puede descubrir un curioso conjunto de sepulturas rupestres de época clásica.
   A lo largo de una terraza que asoma sobre el precipicio, se alinean a distintas alturas del paredón una serie de tumbas decoradas con relieves de estatuas (foto 158). Muy influenciados por la tradición helénica, estos relieves exhiben elegantes guerreros pertrechados con sus armas, y escenas domésticas, enmarcadas en nichos con frontón: el difunto en su lecho, la mujer sentada junto a su marido de pie, etc. En esta necrópolis eran enterrados los príncipes que gobernaban la pequeña ciudad cuyas ruinas yacen más arriba. Cerca se abre una gruta con un ara donde se celebraban los cultos funerarios.
   A diferencia del refinado canon clásico que respetan los relieves de las tumbas licias, estas esculturas adolecen de fallos en las proporciones corporales y de cierto hieratismo en la expresión y en el porte, que revelan la insuficiencia técnica de los tallistas a la hora de reproducir en roca sus modelos. Se representa a menudo al difunto recostado sobre un triclinio, en una postura que recuerda poderosamente en su composición a la estatuaria fúnebre de Palmyra, en Siria.
  
   Otras 6 fotografías de Adamkayalar en Turquía rupestre. El arte de los acantilados
  
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Korykos, campo de sepulcros
  
KorykosFotos 159 y 215
   
   Korykos o Korygos, paraje de la costa cilicia conocido por los oriundos del lugar como Cennet y Cehennem (Cielo e Infierno) en referencia a una cueva y una sima de las cercanías, esconde sus antiguas ruinas en los asalvajados pedregales que circundan la bahía de Kizkalesi, concurrida meta del veraneo local turco. Kizkalesi (el 'Castillo de la Doncella') toma su nombre del hermoso castillo que ocupa un islote en medio de la rada, con sus blancos torreones cilíndricos como chimeneas de una embarcación duplicándose reflejados en las límpidas aguas. En tierra firme alza sus murallones otro castillo no menos imponente, construido en el siglo XII por un príncipe armenio, aprovechando materiales del sitio antiguo adyacente. Korykos fue más tarde una escala comercial para genoveses y venecianos.
   De las ruinas de Korykos, atravesadas por la carretera nacional, que corta sus murallas en su tramo oeste, quedan sobre todo las necrópolis romanas y bizantinas, desperdigadas por los campos vecinos al castillo armenio en la playa. Un gran peñasco tallado en forma de estela muestra en su parte superior el bajorrelieve de un guerrero (le falta la cabeza) en pie portando una espada. Y más allá se extiende un vasto camposanto abandonado desde la antigüedad con centenares, quizá miles, de sepulcros de época romana y bizantina, de todas las formas y modelos imaginables (foto 159). Estelas discoideas, estelas prismáticas, cámaras sepulcrales de aparejo poligonal, sarcófagos con sus caras laterales esculpidas de putti (amorcillos), guirnaldas o máscaras, con sus masivas losas de cierre desplazadas por los saqueadores, duermen revueltos en los yermos campos (foto 215), semiescondidos entre los matorrales, como tirados y amontonados en un vasto vertedero.
  
   Otra fotografía de Korykos en Turquía rupestre. El arte de los acantilados
  
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Kanytele, la ciudad de la sangre
  
Fotos 160 y 161
Kanytele 
   La ciudad de Kanytele, o Kanytelis, cuyas ruinas datan de las épocas helenística, romana y sobre todo bizantina, fue construida alrededor de una vasta depresión de 400 m de circunferencia y 60 m de profundidad, que cae en picado hasta una hondonada cuyo fondo no se ve por estar devorado por la selva. La leyenda cuenta que en las honduras de la fosa se criaban animales salvajes a los que se alimentaba con prisioneros lanzados desde lo alto. Esto, aunque no ha sido confirmado por excavaciones, dio a la localidad su sobrenombre: 'Ciudad de la Sangre'. En las paredes de la fosa se pueden divisar, suspendidas a media altura, tumbas rupestres con estatuas en relieve de jefes y personajes (hombres y mujeres) notables de la ciudad. En el borde superior de la gigantesca dolina todavía se sostiene en pie la iglesia Norte, uno de los muchos edificios bizantinos arruinados que jalonan el lugar.
   Las amplias losas de lo que pudo ser un ágora, y el aparejo ciclópeo poligonal de una torre (foto 160) delatan que la ciudad existía ya en tiempos helenísticos. Pero la inmensa mayoría de los restos esparcidos por los campos son torres o templos funerarios romanos (foto 161), y basílicas cristianas construidas a partir de Teodosio (408-450 d C). En los siglos VIII y IX, aunque dependía de la vecina Olba, conoció gran prosperidad, salvaguardada por sus condiciones geográficas de las incursiones árabes.
   Un acueducto romano en la ruta de aproximación tiene algunos tramos excavados en la roca. Errando por las soledades de los campos circunvecinos nos toparemos con magníficos sepulcros decorados, tirados por tierra, y al arribar al pie de unos farallones rocosos, con otro complejo de tumbas rupestres, pobladas de estatuas que parecen darnos la bienvenida con los brazos abiertos tras el largo camino. Son los únicos habitantes que encontraremos en estos desolados parajes. Representan hombres y mujeres, de pie, o reclinados en un diván, en un estilo más bien tosco y esquematizado, pero que permite distinguir armas, túnicas y objetos. Probablemente estamos ante los mandatarios de la antigua ciudad.
  
   Otras 3 fotografías de Kanytele en Turquía rupestre. El arte de los acantilados
  
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Las tumbas monumentales de Demircili
  
Fotos 162-164
Demiricili 
   Quien se adentre en la región turca que antaño fue Cilicia, por la carretera que partiendo de la ciudad costera de Silifke (antigua Seleucia) se dirige a Uzuncaburç (antigua Olba), se topará a lo largo de su ruta con dispersos vestigios de poblados arruinados de la Anatolia clásica, ciudades que nunca han sido excavadas y de las que ni siquiera conocemos el nombre.
   A la altura del lugar llamado Demircili, surgen en medio de los pedregosos campos de olivos unos llamativos edificios clásicos que, aunque parcialmente en ruinas, se sostienen en pie casi enteros. Se trata de tumbas monumentales, que tuvieron dos y hasta tres pisos, pertenecientes a personajes desconocidos de la ciudad de Imbriogon, de la que poco más se sabe que el nombre.
   Entre todas destaca el conjunto llamado 'La doble tumba' (foto 162). La tumba de la izquierda ha perdido el segundo piso, pero todavía luce la delicada talla corintia de los capiteles y el arquitrabe de la planta baja, cuya fachada sólo conserva dos columnas de fustes lisos (foto 163).
   La tumba de la derecha mantiene en cambio los dos pisos. El inferior responde al orden jónico, y el superior al corintio, con cuatro columnas en cada nivel de fachada. Esta tumba alberga todavía en su interior los sarcófagos in situ de los difuntos titulares, caso excepcional en Turquía, donde la mayoría de los sarcófagos de las tumbas han sido trasladados o expoliados. Sobre la cubierta de uno de ellos reposan dos leones de mármol (foto 164). Dada la estrechez de las aberturas del mausoleo, se deduce que los sarcófagos fueron instalados en sus cámaras antes de la terminación del edificio: puede que ése sea el motivo por el que todavía no han desaparecido.
  
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El acueducto de Ura

Foto 165
  
   En una desviación de la carretera a Uzuncaburç (Olba), al pie de unas escarpadas montañas rocosas pertenecientes a la antigua Cilicia, duermen el sueño de los siglos las desconocidas ruinas de Ura, una ciudad romana y bizantina pendiente todavía de excavación.
   Se pueden ver allí los restos de un ninfeo o fuente pública, que recibía las aguas del río Lamas, de un teatro, torres de vigía, tumbas y, atravesando el centro de la ciudad muerta, un soberbio acueducto romano, (foto 165) levantado en el siglo III d C, de 150 m de largo y 25 m de alto.
  
Otras 2 fotografías de Ura en Turquía rupestre. El arte de los acantilados
  
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Romanos en la Capadocia
  
Foto 166
  
   Los fantásticos paisajes de la región de Turquía que antiguamente se llamaba Capadocia son el resultado de un capricho orogénico, en el que ha tomado parte la poderosa acción de los volcanes, la lluvia y el tiempo.
   Los sedimentos volcánicos que conforman la corteza del suelo de Capadocia han sufrido durante eras la feroz erosión de los elementos climáticos de la meseta anatolia, creando poco a poco un irreal decorado poblado de formaciones pétreas inverosímiles, más propias del mundo de los sueños que del real. A su vez, los hombres han intervenido para atormentar aún más estos paisajes, horadando sus entrañas para esculpir iglesias y monasterios, acribillando las paredes y suelos de roca para construir laberínticas ciudades subterráneas.
   En el horizonte, como telón de fondo, se yergue la mole sombría del volcán Erciyes Dagi (Argeo en la antigüedad, de 3.917 m), todavía activo con pequeñas erupciones y responsable principal de la singularidad de la geología capadocia. La blanda toba volcánica del suelo es disuelta por las aguas, interceptadas en su fluir por otras rocas más sólidas superpuestas, hasta crear bosques de agujas y chimeneas de las hadas, husos, cuernos, hongos, cúpulas, cabañas de brujas, y miles de formas extravagantes.
  
   "Detrás se elevaban lo que de lejos parecían dedos, picos rocosos, que tenían encima como un sombrero de roca más oscura, a veces con forma de capucha, otras de casquete casi plano, que sobresalía por delante y por detrás. Más adelante, los relieves eran menos puntiagudos, pero cada uno se veía horadado de oquedades como una colmena, hasta que se entendía que aquellas eran casas, o mejor, albergues de piedra donde habían sido excavadas unas cuevas" (Umberto Eco, Baudolino, cap. 29).
  
   Capadocia es el nombre antiguo de la región de la península anatólica comprendida entre la Galacia al norte, los montes Taurus al sur, el Distrito de los Lagos al oeste y el río Eúfrates al este. Se cree que deriva del término 'Katpadukya' (= 'Tierra de bellos caballos'), pues los caballos de la región tenían fama desde que habían sido ofrecidos en obsequio al rey asirio Asurbanipal, y a los emperadores persas Dario y Jerjes. Hoy el topónimo de Capadocia se aplica a la comarca en torno al triángulo formado por las ciudades de Nevsehir, Kayseri y Nidge, que se caracteriza por las fantásticas formaciones litogénicas creadas a lo largo de los siglos por la erosión de las gruesas capas de ceniza y lava volcánica solidificadas que conforman su suelo.
   Capadocia fue un país abierto a todos los vientos invasores. Sus más antiguos asentamientos se remontan al paleolítico, y también subsisten vestigios hititas, neo-hititas, asirios, persas, griegos y romanos, aunque la mayor parte de los monumentos que podemos admirar allí hoy en día daten de la época cristiana y sean de estilo bizantino.
   Hay registros arqueológicos del siglo VI a C, de cuando Capadocia era una satrapía persa y tenía templos zoroástricos y una nobleza feudal iranizada. La región mantuvo ese carácter iranio hasta los tiempos de la ocupación romana.
   Alejandro Magno pasó de largo en su reconquista del imperio persa, pero su general Perdiccas sometió la zona en 322 a C, quedando la Capadocia bajo la órbita de la dinastía seléucida hasta la victoria de los romanos en Magnesia (190 a C).
   Cada cultura dejó impresas sus propias señas de identidad, y así podemos constatar que no toda la Capadocia es bizantina, cuando vemos cerca de Göreme, suspendido a media altura de un descomunal pitón rocoso, un inconfundible monumento romano (no se sabe si templo o mausoleo) excavado en la piedra (foto 166), con su umbral de perfectas formas rectilíneas, con sus dos columnas toscanas de fachada que no sustentan entablamento alguno, sino que cuelgan como encoladas al dintel, al faltarles la casi totalidad de sus fustes. Capadocia había sido aliada y cliente de los romanos, y en esa época gozaba ya del rango de provincia de Roma.
   Capadocia se mantuvo fiel en su alianza con los romanos, a pesar de los ataques pónticos y armenios del siglo I a C. En el año 17 d C fue anexionada a Roma como provincia por Tiberio. Controlando los pasos estratégicos de los montes Taurus, Capadocia permaneció como un bastión del Imperio Romano de Oriente hasta el siglo XI.
  
   Más fotografías de Capadocia en
   Turquía rupestre. El arte de los acantilados
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Urfa, en los límites del imperio
  
Foto 167
  
   Urfa o Sanli-Urfa es la capital de la provincia de Urfa, situada en el sudeste de Turquía (Kurdistán) entre los ríos Tigris y Eúfrates, muy cerca de las actuales fronteras con Siria e Iraq. Se eleva en la fértil llanura de Harran, en un emplazamiento estratégico que controlaba la antigua ruta entre Anatolia y el norte de Mesopotamia. Su nombre antiguo era Edessa.
   El lugar fue probablemente en el II milenio a C la capital de los hurritas, reino que conquistaron los hititas en el siglo XIV a C. La tradición remonta sus orígenes al rey bíblico Nemrud. Las leyendas musulmanas afirman que Urfa fue la cuna de Abraham, cuyo lugar de nacimiento sería una cueva que se abre debajo de la ciudadela.
   En el siglo III a C la ciudad fue refundada como guarnición militar, con el nombre de Edesa, convirtiéndose luego en capital del principado de Osroene, y uno de los principales centros de cultura siria, poco influenciada por el helenismo. Por su situación en los límites orientales del Imperio Romano, estuvo involucrada en las guerras entre Roma y los partos.
   El cristianismo entró pronto en Edesa. Hacia 150 d C la ciudad era el más importante obispado de Siria. En el siglo V d C fue el centro de la herejía nestoriana.
   Capturada varias veces por los persas sasánidas, fue por fin conquistada por los árabes en 638 d C. Los cruzados la ocuparon en 1098, y finalmente fue anexionada al Imperio Otomano en 1637.
  
   Entre los monumentos de Urfa destacan la ciudadela, construida por los cruzados, y los restos de las antiguas murallas. Sobre una plataforma de la ciudadela se levantan enhiestas dos altas columnas romanas de orden corintio (foto 167), a las que la imaginación de los nativos ha dado en apodar como el 'Trono de Nemrud'. Una de ellas tiene en su fuste una inscripción en idioma siríaco.
   Se han descubierto también en Urfa mosaicos clásicos, que se exhiben en el museo local.
  
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Arsameia en el río Nymphaios
  
Foto 168
  
   Las ruinas de esta ciudad fueron descubiertas por el profesor Friedrich Karl Dörner, de la Universidad de Münster, durante unas excavaciones arqueológicas encuadradas bajo el proyecto Commagene. En 1951 encontró una inscripción monumental tallada en la roca del flanco sur de Eski Kale (Castillo Viejo) cerca de Eski Katha (en Adyaman), a orillas del río Nymphaios (el actual Kahta Çay) y al pie del monte Nemrut Dagi. La inscripción dice:
 
   "el Gran Rey Antioco, Dios, el Recto, Epiphanes, el Romanófilo y Helenófilo, hijo del Rey Mitridates Kallinikos y de la Reina Laodicea, hija de Antioco Epiphanes"
 
   Y añade que este sitio fue escogido por su padre como su hierotheseion o lugar sagrado de último reposo. El rey Antioco Epiphanes, padre de Laodicea, mencionado en la inscripción, es Antioco VIII Philometor, uno de los últimos reyes de la dinastía seléucida, que fue asesinado en el 96 a C. La inscripción también revela que Arsameia en el Nymphaios fue fundada por Arsames, un antepasado de Antioco, y que más tarde la ciudad tuvo murallas fortificadas y albergó palacios y otros edificios. Sobre la ciudadela llamada Yenikale, en el pueblo de Eski Katha, en un emplazamiento elevado, se encontraba el palacio real. A 10 km al sudoeste se halla otro túmulo, donde se inhumaron a las mujeres de palacio. En este lugar se han desenterrado tres columnas sosteniendo estatuas de león, toro y águila.
   Entre los descubrimientos más importantes de Arsameia está un altorrelieve de 3,43 m de alto, ahora relevantado en su emplazamiento original, sobre la inscripción monumental antes citada (foto 168).
   Mitad en iconografía parta y mitad en griega, pero enteramente griego en estilo, ha sido estudiado por John Howard Young. Muestra a Mitridates Kallinikos dando la mano a Hércules, quien en Commagene también representa a Ares y al dios persa Artagnes. El relieve debió ser tallado durante el reinado de Antioco I, hacia el 50 a C.
  
   Otras 2 fotografías de Arsameia en Nemrut Dagi. La montaña de los gigantes
  
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Nemrut Dagi. La montaña de los gigantes
  
Foto 168
  
   Uno de los más impresionantes sitios arqueológicos de Turquía está situado a más de dos mil metros de altura. Se trata del hierotheseion o santuario funerario de Antioco I de Commagene, construido en la misma cumbre del monte Nemrud (Nemrut Dagi), a 2.150 m sobre el nivel del mar, en la zona sudeste de la península anatólica. El ascenso y descenso de la escarpada montaña dura a pie una larga jornada, pero la extraordinaria belleza de las esculturas monumentales que se pueden ver en su cima (foto 168), así como el esplendor del panorama que se divisa a su alrededor, compensan de todas las fatigas.
   El santuario funerario de Antioco en el monte Nemrut fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987.
  
   Ver en fotoAleph la colección (28 fotografías) titulada: Nemrut Dagi. La montaña de los gigantes
  
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TURQUIA CLASICA
Arte grecorromano en Oriente
  
Bibliografía

- Aksit, Ilhan. Ancient treasures of Turkey (Haset Kitabevi, Estambul, 1986)
- Akurgal, Ekrem. Ancient civilizations and ruins of Turkey (Estambul, 1985)
- Eco, Umberto. Baudolino (Editorial Lumen, Barcelona, 2005)
- Herodoto. Los nueve libros de la historia (Edición ‘Biblioteca personal Jorge Luis Borges’, Hyspamérica Ediciones-Orbis, Barcelona, 1987)
- Freely, John. Turquía clásica (Editorial Debate, Madrid, 1991)
- Tulay, A. Semih. Aphrodisias. Guide de Musée (Ankara, 1988)
- UNESCO. El Patrimonio Mundial (Incafo. Ediciones San Marcos)
- V.V.A.A. Arqueología de las ciudades perdidas. Vols. 2 y 6 (Salvat Ediciones, Pamplona, 1986)
- Ward-Perkins, John B. Arquitectura romana (Aguilar, Madrid, 1976)
  
  
  



 
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TURQUIA CLASICA
Arte grecorromano en Oriente
  
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¿Oriente vs Occidente?
Troya. No era literatura, era historia
Las gorgonas de Constantinopla
Las murallas de Nicea
Las murallas de Assos
El glorioso reino de Pérgamo
El Templo de Roma en Ankara
Aizanoi, la desconocida
El río de oro de Sardes
Esmirna, cuna de Homero
Efeso y el culto de Artemisa
  
El Artemision
Priene, la ciudad que perdió la gracia del mar
Mileto. Modelo de urbanismo
El oráculo de Didima
Halicarnaso y el Mausoleo
El pequeño mausoleo de Milasa
El Templo de Zeus en Euromos
Heracleia en el monte Latmos
Iasos dejó de ser una isla
Labranda, oculta en las montañas
Alinda y la reina Ada
  
Hierapolis y el 'Castillo de Algodón'
Aphrodisias, bajo el signo de Venus
La Escuela de Escultura de Aphrodisias
Xanthos, capital de la Licia
Pinara trepó por los montes
Patara, ruinas bajo las dunas
Antiphellos, el mar como escenario
El teatro de Myra
Phasellis, entre dos bahías
El gran teatro de Aspendos
Sidé, puerto de la Panfilia
  
Olba. La ciudad feliz
La necrópolis de Anemurium
Adamkayalar. La Roca de los Hombres
Korykos, campo de sepulcros
Kanytele, la ciudad de la sangre
Las tumbas monumentales de Demircili
El acueducto de Ura
Romanos en la Capadocia
Urfa, en los límites del imperio
Arsameia en el río Nymphaios
Nemrut Dagi. La montaña de los gigantes
      
Indices de fotos
Indice general
Indice 01   Troya. Constantinopla. Pérgamo
Indice 02   Aizanoi
Indice 03   Sardes
Indice 04   Esmirna. Efeso
Indice 05   Priene. Mileto
Indice 06   Didima
  
  
Indice 07   Halicarnaso. Milasa. Euromos
Indice 08   Heracleia. Iasos. Labranda. Alinda
Indice 09   Hierapolis-Pamukkale
Indice 10   Aphrodisias
Indice 11   La Escuela de Escultura de Aphrodisias
Indice 12   Xanthos. Letoon. Pinara. Patara
  
  
Indice 13   Phasellis. Aspendos. Sidé. Olba
Indice 14   Cilicia. Capadocia. Urfa
Indice 15   Máscaras y hemiciclos
Indice 16   Estatuas y relieves
Indice 17   Fustes y capiteles
Indice 18   Restos y fragmentos
  
    
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NEMRUT DAGI
  
   Las fascinantes ruinas del santuario funerario de Antioco I de Commagene, situadas en la cumbre del monte Nemrud, a 2.150 m sobre el nivel del mar.




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