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 SRI LANKA
 La isla resplandeciente
 
Fotografías:  Ramon Pouplana Solé
  
Sri Lanka 

  
   Esa isla en forma de rubí que parece desprenderse de la India como una lágrima, esa isla remota y paradisíaca a la que llamaban Ceylán y que hoy se conoce como Sri Lanka ('la resplandeciente'), encierra en su seno, según Arthur C. Clarke, "un pequeño universo que contiene tantas variaciones culturales, paisajísticas y climáticas como otros países de doce veces su tamaño".
   Ramon Pouplana se ha adentrado en ese pequeño universo y nos invita a conocer con sus fotografías algunos de sus aspectos y rincones. Bienvenido a Sri Lanka, una isla de selvas tropicales, reservas naturales y arrecifes coralinos en los que prolifera una asombrosa variedad de especies de animales salvajes y plantas exóticas. Un mundo aparte, donde reinaron monarcas poseedores de fabulosas riquezas, y donde el budismo marcó una profunda impronta, dejando para la posteridad un legado artístico original e imperecedero.

  
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fotos on line de Ramon Pouplana Solé
Indice de textos
La fuerza polivalente del budismo (por Ramon Pouplana)
La fuerza de la naturaleza (por Ramon Pouplana)
Una lágrima en el océano
La huella de Buda en Sri Lanka
  
Ramon Pouplana Solé
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Otras exposiciones de Ramon Pouplana en fotoAleph
      


  
  
   Ceylán es indudablemente la más bella isla de su tamaño en el mundo entero.
   Marco Polo
  
  
  

  
La fuerza polivalente del budismo  (por Ramon Pouplana)
  
Sri Lanka  
   La población civil de la República de Sri Lanka, antigua Ceylán, fue iniciada al budismo por unos monjes enviados por el emperador indio Ashoka en el siglo III a C, extendiéndose rápidamente por toda la isla como un código moral capaz de potenciar la renuncia al deseo personal por ser la causa de frustraciones y enfrentamientos entre individuos, y así alcanzar el camino de la perfección que posibilita una total fusión con la energía divina.
   Esta religión ha estado intrínsecamente unida a los gobiernos, decisiones políticas, luchas internas en el país, así como influenciando en la cultura, relaciones sociales y demás matices de la tradición cingalesa.
   La filosofía budista permitió una fácil colonización de la isla por parte de los portugueses, holandeses e ingleses, los cuales con total impunidad obtuvieron una tierra sumisa de la que pudieron extraer toda clase de beneficios (té, especias, grafito, mica, sal y piedras preciosas).
   En todo el territorio se muestra la presencia de Buda en sus diversas formas (sentado, reclinado, orante, dormido...) y en todo su esplendor (estatuas labradas en piedra de tamaño monumental, en yeso, madera policromada y de materiales nobles como el marfil o el oro...), sin obviar las reliquias personales de dientes, huesos o las de proximidad como árboles y objetos... Y la pluralidad de Dagobas encaladas (Pagodas) visibles desde todos los ángulos del cielo azul de Sri Lanka.
   La población de etnia cingalesa se halla sometida a una visión budista de la realidad que la mantiene subyugada en la negación del propio deseo y en la búsqueda inalcanzable de una corrección purista en su forma de vivir, que la clase política, los monjes y los militares reaniman para fortalecer su poder personal de clase dirigente, así como su propia economía (Festival de Esala Perahera).
   Hoy día Sri Lanka es un país de gente triste y mirada lánguida, tal vez en su mente aún perdura el recuerdo del reciente tsunami y del constante empobrecimiento de un país fundamentado económicamente en la simple explotación de sus recursos naturales.
   Ramon Pouplana Solé
  
  
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La fuerza de la naturaleza  (por Ramon Pouplana)
  
Sri Lanka  
   Sri Lanka disfruta de un clima tropical que le permite albergar una de las faunas y floras más diversas y coloristas del planeta. La luz natural y el color contrastado de sus paisajes sorprende al viajero en sus andanzas por tan dispares tierras, y le predispone a retener en sus retinas toda la fuerza colorista de esta naturaleza.
   La pluralidad y diversidad de parques naturales que se hallan repartidos por todo el país, transforman esta pequeña isla en un edén, en el cual se albergan multitud de especies de coloreadas aves, leopardos, ciervos, cabras, lagartos, caimanes, tortugas marinas, búfalos de agua, y los majestuosos elefantes esparcidos por los más recónditos parajes. Una realidad muy sugerente para los amantes del safari fotográfico.
   Su símbolo por excelencia es el elefante asiático, animal polivalente por sus diferentes facetas, desde herramienta de transporte, culto sacro y hasta icono de la República.
   No debemos obviar los parques botánicos con su recopilación de ornamentadas orquídeas y de árboles milenarios de dimensiones sobrenaturales. Así como las olorosas especias naturales más suculentas del Asia, y los luminosos campos de cultivo de té tapizando las altas montañas salpicados de color por las diminutas mujeres recolectoras de las primeras hojas de las matas envueltas de la niebla matinal.
   Para el nativo cingalés la contemplación del paraíso natural en el cual le ha envuelto la creación le hace sentir una minúscula parte en su fusión con la divinidad.
   Ramon Pouplana Solé
  
  
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Una lágrima en el océano
 
 
   Sri Lanka es el nombre de esa isla en forma de lágrima que emerge en el océano Índico no lejos de la punta sur de la India, casi tocando al ecuador, y que durante muchos siglos fue llamada Ceylán. Los antiguos griegos ya la conocían, al menos de oídas. La llamaban Taprobana. La menciona Megasthenes hacia el año 290 a C y aparece en un mapa de Ptolomeo.
   Siglos más tarde su nombre es citado en la primera estrofa del poema épico Los Lusiadas de Camoens, escrita pocos años después de la llegada de los portugueses a la isla:
   Las armas y varones distinguidos,
Que de Occidente y playa Lusitana
Por mares hasta allí desconocidos,
Pasaron más allá de Taprobana...
   Los navegantes árabes la conocían como Serendib (o Serendip), nombre que dio origen a la palabra inglesa 'serendipity', que ha sido traducida al castellano como 'serendipia'. Inventada por el escritor inglés Horace Walpole inspirándose en el cuento persa 'Los tres príncipes de Serendip', serendipity hace referencia a la cualidad mágica que provoca que cuando una persona busca una cosa, encuentre por azar otra cosa mucho más valiosa de la que buscaba.
Sri Lanka   Y en verdad que algo de eso sienten los viajeros que visitan Sri Lanka.
   Marco Polo desembarcó en la isla a la vuelta de su viaje a China, y afirmó que Ceylán es "indudablemente la más bella isla de su tamaño en el mundo entero".
   Estamos hablando de la que fue una isla mítica, situada muy lejos de las rutas marítimas convencionales. Un reino remoto y legendario, más cercano a la fantasía que a la realidad, habitado por pescadores de perlas, renombrado por la magnificencia de sus reyes y por sus fabulosas riquezas naturales, entre las que abundaban el marfil, las esmeraldas, los zafiros, y cuyas frondosas selvas tropicales cobijaban las más exóticas especies de flora y fauna.
   "Debe usted saber que los rubíes se encuentran en esta isla y en ningún otro país del mundo sino en éste. Se encuentran también zafiros y topacios y amatistas, y otras muchas piedras preciosas. Y el Rey de esta Isla posee un rubí que es el más bello y más grande del mundo". (Marco Polo)
   El científico y escritor estadounidense Arthur C. Clarke (autor de 2001: Una odisea del espacio), que residió la mayor parte de su vida en Sri Lanka, describió así el país: "La isla de Ceylán es un pequeño universo; contiene tantas variaciones culturales, paisajísticas y climáticas como otros países de doce veces su tamaño. (...) Si le interesan la gente, la historia, la naturaleza y el arte –las cosas que realmente importan– puede descubrir, como yo, que toda una vida no es suficiente". (Arthur C. Clarke, The View from Serendip).
   Los oriundos la llamaban Lanka, que significa 'resplandeciente', y en 1972 este nombre se recuperó como topónimo oficial de la isla, precedido de la palabra Sri, un epíteto honorífico que se podría traducir como 'sagrado' o 'santo'.
   Según una tradición local, de Sri Lanka al cielo hay solo 40 millas; desde allí puede oírse el sonido de las fuentes del paraíso.
   Imágenes edénicas de Sri Lanka que contrastan vivamente con la trágica realidad que han vivido sus habitantes en las últimas décadas, en las que, además de sufrir catástrofes naturales como el tsunami de 2004, que arrasó sus costas orientales y provocó la muerte de miles de personas, les ha tocado padecer desde su independencia en 1948 una sucesión concatenada de crisis políticas que desembocaron en el estallido de una cruenta guerra civil (1983-2009) entre el ejército gubernamental cingalés y los guerrilleros revolucionarios tamiles que propugnaban la partición de la isla para crear el nuevo estado independiente de Tamil Elam. Esta guerra se saldó con una cifra estimada de entre ochenta y cien mil muertos, en su mayoría civiles, amén de provocar un gravísimo deterioro de la economía de la isla, del que tardará años en recuperarse.
   Sri Lanka, isla de lágrimas. Lágrimas que van a caer en el océano.
  

  
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La huella de Buda en Sri Lanka
  
 
   Desde el siglo V a C habían ido creciendo en diversos lugares de Sri Lanka asentamientos indoarios de tribus y clanes procedentes de la cercana India, siendo el más poderoso el de los sinhalas, que, con el tiempo, terminó dando nombre (cingaleses) a los descendientes de estos grupos humanos. Hoy se conoce con el gentilicio 'cingalés' al habitante de Sri Lanka perteneciente a la etnia mayoritaria indoaria (y de religión budista), diferenciándolo del habitante de la etnia minoritaria de origen dravidiano (y de religión hinduista) conocida como 'tamil'.
     A mediados del siglo III a C ocurrió un hecho que marcó un antes y un después en la historia del subcontinente indio. El poderoso emperador Ashoka (ca 269-232 a C), de la dinastía maurya, se convirtió al budismo y el año 255 a C elevó esta fe al rango de religión oficial de su imperio (que abarcaba gran parte del norte de la India). Ello fue consecuencia de la experiencia traumática sufrida por el soberano cuando fue testigo de la espantosa Sri Lankamasacre desencadenada por la guerra que había emprendido para conquistar el reino de Kalinga. Ashoka, profundamente arrepentido, se dedicó desde entonces a propagar el budismo por otros países de Asia, construyendo monumentos en los lugares santos relacionados con la vida de Buda y erigiendo en puntos clave columnas monolíticas exentas, que llevaban inscritos en el fuste los llamados 'edictos de Ashoka', textos en los distintos idiomas (incluido el griego) hablados en cada lugar, en los que se defendía la filosofía búdica del ahimsa o no-violencia y se propugnaban valores como el amor, la verdad y la tolerancia.
   Según la tradición cingalesa, donde la historia y las leyendas se entretejen, el budismo se introdujo en Sri Lanka a partir de una misión financiada por el emperador Ashoka y dirigida por su hijo Mahinda. Éste y sus compañeros llegaron volando a la isla y aterrizaron en la colina de Mihintale (foto03), cercana a Anuradhapura. Con sus predicaciones, Mahinda convirtió a la fe budista al rey cingalés Tissa, quien invitó a los monjes a alojarse en un pabellón real del parque Mahamegha, desde donde pudieron predicar sus enseñanzas, primero a los miembros de la familia real y más tarde al pueblo.
   Mahinda ordenó traer a Sri Lanka a su hermana Sanghamittha, quien llegó a la isla portando una rama del árbol de Bodhi, aquél bajo el cual Buda había alcanzado la iluminación en Bodh Gaya (Bihar, India), árbol considerado sagrado por los budistas. El retoño fue plantado ceremonialmente en Anuradhapura, y en las cercanías el rey mandó levantar una dagoba o relicario monumental (Thuparama). Este árbol subsiste vivo hasta hoy, y sería, con sus más de dos mil años, el árbol más antiguo de Sri Lanka y tal vez del mundo.
   A lo largo y ancho del reino fueron fundadas diversas instituciones budistas, y el budismo pasó a convertirse en la religión principal de Sri Lanka. Aunque el proceso de aceptación de sus enseñanzas por los cingaleses fue gradual, hacia el siglo II a C ya era la religión mayoritaria, siendo Sri Lanka uno de los primeros países en que arraigó el budismo en su expansión por Asia desde su foco originario en la India.
   La implantación de esta fe común suscitó en los cingaleses una conciencia de unidad nacional, que marcó los fundamentos de su posterior poderío político. En los siglos siguientes los sacerdotes budistas fueron creciendo en poder y riqueza, impulsando a los monarcas de Lanka a construir grandes monumentos.

  
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   Hoy día el budismo continúa siendo la religión predominante de Sri Lanka, practicada principalmente por los cingaleses, pero hay que añadir que la constitución de la república garantiza la libertad de culto de otras religiones, como el hinduismo (practicado mayoritariamente por los tamiles), el mahometanismo y el cristianismo.
   La cosmovisión budista suponía una reforma del antiguo brahmanismo de la India. Rechazaba su excesivo ritualismo y su énfasis en la adoración a los dioses, centrándose más en conceptos como la liberación del hombre, y generó una iconografía específica que marcó pautas muy concretas en el arte y la arquitectura del subcontinente indio, incluyendo Sri Lanka.
   El budismo primitivo o hinayana (= ‘pequeño vehículo’, llamado también theravada = ‘enseñanza de los ancianos’), que en la India desapareció hacia el siglo III d C, pero que en Sri Lanka perdura hasta nuestros días, no admitía en sus primeros siglos ninguna imagen figurativa del Buda histórico, fundador de su religión (de forma parecida a como ocurre en el islam, que proscribe las imágenes del profeta Mahoma). Los edificios de esta época son sobrios, prácticamente desnudos de decoración escultórica. Tal es el caso de las dagobas, que es como llaman en Sri Lanka a lo que en la India se conoce como stupas: esos relicarios monumentales de forma acampanada en cuyo interior macizo se custodian reliquias de Buda o de santos budistas. En Sri Lanka se construyeron de ladrillo, y a veces se enlucían con yeso y se pintaban de blanco. Las mayores y más antiguas dagobas se pueden ver en Anuradhapura. El hecho de que hayan sido constantemente restauradas a lo largo de los siglos hace difícil su datación.
Sri Lanka   Cuando en un edificio veamos iconos figurativos de Buda, representado en efigie humana, podemos estar seguros de que corresponden a una época posterior, cuando, a partir del siglo V d C, se hizo hegemónico en Asia el budismo mahayana (= 'gran vehículo'). Aunque el mahayana como doctrina no arraigó en Sri Lanka, sí que se adoptaron allí los rasgos iconográficos de esta corriente, tal como lo ejemplifican las colosales estatuas monolíticas representando a Buda que podemos admirar en Aukana, Dambulla y Polonnaruwa. De hecho, las artes plásticas tuvieron siempre en Sri Lanka una fuerte influencia de los estilos de la India (no solo los del sur, también los de India del norte), aunque desarrollados con ciertas características propias y distintivas.
   Entre los elementos de aportación autóctona figuran las llamadas 'piedras de luna', unas losas semicirculares exquisitamente esculpidas con motivos florales y animales, instaladas en el suelo al pie de escalinatas o delante de las puertas de entrada a los santuarios, de forma que el devoto ha de hollarlas con sus pies descalzos para cruzar el umbral. Son también de gran belleza las estelas de nagas, lápidas esculpidas en los remates de las balaustradas que muestran relieves de nagas (o espíritus guardianes con cualidades de serpiente), ataviados con lujosas vestimentas, joyas y tiaras, la cabeza nimbada con caparazones de cobras. Algunos de los más notables ejemplares de estas estelas se pueden ver en el Ratnapasada de Anuradhapura (foto09) y en la escalera oriental del Vatadage de Polonnaruwa (foto16).
   Estas y otras aportaciones estilísticas de los cingaleses a la arquitectura y escultura indostánicas dan fe del extremado refinamiento y sentido de la estética de que hacían gala los artistas insulares.

  
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Anuradhapura. En torno al árbol sagrado
  
   Anuradhapura es la capital de la provincia Centro-Norte de Sri Lanka, a orillas del río Aru. El primer reino independiente de la historia de Lanka tuvo aquí su centro de poder.
   La parte antigua de Anuradhapura ocupa un parque arqueológico de 40 km2 y varios niveles de vestigios, que incluyen ruinas de templos, esculturas, dagobas (relicarios budistas) y antiguos depósitos de agua para irrigación.
    La fundación del reino cingalés de Anuradhapura es tradicionalmente atribuida a Pandukkabaya, tercer rey de la dinastía Vijaya. El sitio fue fundado en el siglo V a C y creció en poder hasta llegar a constituir la capital del reino del 400 a C al 760 d C, alcanzando un extenso desarrollo urbano y Sri Lankaabsorbiendo bajo su radio de influencia las ciudades y asentamientos del centro-norte de la isla. El sistema político estaba en un principio basado en el brahmanismo, similar al de los reinos de la llanura del Ganges. El budismo llegó más tarde y reemplazó a la religión brahmánica.
   Conforme el budismo se expandía, el reino de Anuradhapura amplió su control político al resto de la isla. La dinastía Vijaya fue sustituida en 65 d C por la dinastía Lambakanna, que reinó durante cuatro siglos. Durante el gobierno del rey Mahasena se emprendieron grandes obras para mejorar los sistemas de regadío, que consistían en la construcción de enormes depósitos de agua que era distribuida por largos canales a los campos lejanos y por acueductos subterráneos a la capital. Estos sistemas de riego se expandieron por toda la isla. Las antiguas instalaciones, que incluían lagos artificiales de hasta 20 km de circunferencia, fueron frecuentemente restauradas y mantenidas a lo largo de dos mil años, hasta el punto de que siguen siendo utilizadas hoy día y de ellas depende la prosperidad de las cosechas de arroz en regiones escasas de agua.
   Una invasión de los pandyas del sur de la India en 432 d C puso fin a esta dinastía. Dhatusena (459-477 d C) derrotó a los pandyas y fundó la dinastía Moriya, restableciendo la soberanía cingalesa. Su hijo Kasyapa I (reinado: 477-495 d C) trasladó la capital del reino a una fortaleza sobre una peña, conocida como Sigiriya. Tras el derrocamiento de Kasyapa, la capitalidad fue devuelta a Anuradhapura.
   Desde el siglo VII se produjo una creciente involucración de las potencias del sur de la India en la política interna de Sri Lanka. La presencia de mercenarios tamiles fue aumentando. En 684 ascendió al trono un cingalés, Manavamma, apoyado por los pallavas, un poderoso linaje tamil de la India meridional (fotos del arte de los pallavas en fotoAleph: Mahabalipuram). Este rey restituyó la dinastía Lambakanna, que gobernó otros cuatrocientos años con reyes competentes que fueron acrecentando el poderío cingalés, y se implicaron en las guerras dinásticas entre los pandyas, los pallavas y los cholas del sur de la India.
   Sin embargo, las continuas invasiones de Sri Lanka por parte de estas potencias fueron debilitando la hegemonía política cingalesa. Hasta que los cholas, enemistados con los cingeleses por sus alianzas con los pandyas, ocuparon la isla en 993 y la anexionaron a su imperio, provocando el desalojo de Anuradhapura. La ciudad fue abandonada y con los siglos fue devorada por la jungla.

  
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Sri Lanka 
   Los británicos la redescubrieron en el siglo XIX. Anuradhapura se convirtió desde entonces en una meta de peregrinación para los budistas. Entre los monumentos que hoy se pueden visitar, destacan los siguientes:
   Sri Maha Bodhi (foto04). El árbol supuestamente más antiguo del mundo está aquí, rodeado de un muro que se erigió en el siglo XVIII para proteger el santuario del paso de elefantes. Su nombre científico es ficus religiosa, y es una especie de higuera o árbol pipal que desciende de un esqueje del árbol de Bhodi, bajo el que el Buda Sidharta Sakyamuni alcanzó la iluminación en Bodh Gaya (India), y que fue traído a Sri Lanka por la hija del emperador indio Ashoka. La ciudad de Anuradhapura fue creciendo en torno a este árbol.
   Dagoba Thuparama (foto06). Este relicario monumental encalado de blanco y rodeado de templetes fue construido en tiempos del rey Tissa (siglo III a C) para custodiar una clavícula de Buda, reliquia donada a Sri Lanka por el emperador indio Ashoka. Es la dagoba más antigua de Anuradhapura. El camino de circunvalación ritual, que los devotos realizan en el sentido de las agujas del reloj, está erizado de altas y esbeltas columnas monolíticas.
   Isurumuniya Gala Vihara (fotos 07 y 08). Se trata de un monasterio rupestre que fue tallado en el interior de un promontorio rocoso en tiempos del rey Tissa, junto a un estanque sagrado. En el exterior se levanta una dagoba encalada de blanco. El monasterio cobija una estatua de Buda yacente, representado en los momentos últimos de su vida, previos a alcanzar el estado de paranirvana o extinción total. La entrada y los muros están ornamentados con el habitual programa iconográfico de los monumentos búdicos primitivos, consistente en relieves y estatuas de elefantes, maithunas (parejas amorosas), ganas (enanos grotescos) y dvarapalas (guardianes de la puerta).
   Lohapasada, atribuida a Dutthagamani (101-77 a C), era una residencia real de nueve pisos, casi totalmente desaparecida, a excepción del gran número de pilares de piedra que sostenían los niveles superiores.
   Dagoba Abhayagiri, un stupa construido por Vattagamani en el siglo I a C, está situado en el recinto de un monasterio donde todavía se practica el culto y donde los fieles hacen sus pujas (ofrendas). El edificio fue agrandado en el reinado de Mahasena (276-303 d C).
   La ciudad sagrada de Anuradhapura fue incluida en el año 1982 en el catálogo del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

  
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El Buda gigante de Aukana

   Aukana (o Avukana) es una pequeña aldea cercana a Anuradhapura que merece ser visitada para poder contemplar la gigantesca escultura rupestre que se alza labrada en un peñasco en medio de las ruinas de un templo. Se trata de una estatua monolítica de Buda erguido, tallada en una sola roca de granito, que alcanza los 13 m de altura (foto10). Fue esculpida probablemente en tiempos del rey Dhatusena (459-477 d C).
   La estatua es de gran elegancia, con un rostro de serena expresión y el cuerpo cubierto con una túnica de finos pliegues que dejan entrever su anatomía. La mano derecha está levantada a la altura del hombro, con la palma orientada hacia la izquierda, en una posición que es una variante del Abhaya mudra (que, en el lenguaje de las manos de Buda, significa protección y bendición). Los pies reposan sobre un pedestal en forma de flor de loto, que fue esculpido aparte y encastrado bajo la estatua.
   En su estilo se detectan influencias de las escuelas de escultura contemporáneas de Gandhara (actual Pakistán) y Amaravati (India).

  
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Sigiriya. La montaña del león

   Sigiriya, en la Provincia Central de Sri Lanka, es una ciudadela fortificada de los siglos V-VI, que constituye uno de los escasos ejemplos de antigua arquitectura seglar que han subsistido en la isla.
   En medio de las ruinas del complejo urbano se levanta un empinado peñasco rocoso de 180 m de alto que domina las llanuras circundantes (foto13) y desde donde se avista un gran lago artificial. La peña es tan escarpada que su parte superior asoma en extraplomo sobrepasando la vertical de sus paredes. En la Sri Lankacumbre de este bastión prácticamente inexpugnable, el rey cingalés Kasyapa I mandó construir en 477 d C, con vistas a salvaguardarse de sus enemigos, un palacio residencial. Se allanó en la cima una superficie de más de una hectárea, y sobre ella se edificó un complejo palaciego provisto de salones, dormitorios, terrazas, estanques y jardines.
   Se ascendía a este palacio por una serie de vertiginosas escaleras y pasadizos que trepaban por la pared del precipicio. Quien quisiera acceder a la escalera principal debía penetrar a través de las fauces abiertas de un colosal león situado al pie del peñasco, construido en ladrillo y yeso, que protegía con su imponente presencia la puerta de entrada. De este león, que dio nombre al lugar (Sigiriya = Montaña del León), actualmente solo subsisten sus enormes garras delanteras.
   La roca de Sigiriya posee a media altura de sus verticales paredones unas cuevas, o más bien abrigos roqueros, decorados con pinturas rupestres sobre una capa de enlucido de yeso. Estas pinturas murales, policromadas y de excelente dibujo, representan varias parejas de apsaras o ninfas celestiales, de las que solo se ve medio cuerpo emergiendo de las nubes (foto14). Lucen elaborados tocados y joyas, llevan los senos desnudos y algunas portan flores en las manos. Datadas en el siglo VI, muestran marcados paralelismos estilísticos con las pinturas murales de Ajanta (India) de la misma época, consideradas una de las cumbres del arte pictórico del Indostán (ver en fotoAleph fotos Ajanta).
   Al pie de la roca se extienden dos ciudades amuralladas que fueron cubiertas por la jungla cuando Sigiriya fue abandonada en el siglo VII. Una de ellas ha sido parcialmente despejada de vegetación, saliendo a la luz un extenso jardín cuadrangular rodeado en tres de sus lados por un doble foso y una triple muralla de adobe, perforada de puertas orientadas a los puntos cardinales. El recinto poseía avenidas, fuentes, estanques, canales, terrazas y pabellones, y constituye el más antiguo (siglo V) jardín paisajístico que se conserva en Asia.
   La ciudad antigua de Sigiriya fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982.

  
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Polonnaruwa. La edad de oro
  
   Polonnaruwa es el nombre de una ciudad y un distrito situados en la zona oriental de la Provincia Centro-Norte de Sri Lanka, a orillas de un gran lago artificial llamado Parakrama Samudra. Durante los siglos XI y XII fue la capital del más poderoso de los reinos cingaleses, sustituyendo a Anuradhapura. En ese periodo la monarquía de Sri Lanka llegó al apogeo de su poder y prosperidad, algo que resulta patente cuando contemplamos los fascinantes tesoros arquitectónicos y artísticos que han sobrevivido de aquella época diseminados entre las ruinas de la antigua ciudad (foto15).
   Los cholas del sur de la India ocuparon Sri Lanka de 993 a 1070, hasta que la isla fue liberada por Vijayabahu, que restableció el poder cingalés. Este rey trasladó la capitalidad de la isla de Anuradhapura a Polonnaruwa, un emplazamiento en la zona oriental de Sri Lanka que desde el año 368 había servido de residencia real, y que era más fácil de defender. Polonnaruwa fue así capital del reino cingalés de Sri Lanka durante 150 años.
Sri Lanka   El rey más poderoso del periodo de Polonnaruwa fue Parakramabahu I (reinado: 1153-86), durante cuyo gobierno la civilización isleña alcanzó su máximo esplendor, con grandes logros en aspectos como las artes plásticas y la ingeniería hidráulica para la irrigación de las tierras. Su sucesor Nissankamalla fue el último soberano importante de este periodo. Tras su muerte, el reino de Polonnaruwa quedó debilitado por una sucesión de reyes de origen extranjero que fueron incapaces de ejercer el control político sobre sus territorios. Más tarde la capital fue abandonada y cayó en la ruina.
   En tiempos recientes la ciudad se ha repoblado y vuelto a la vida, tras las labores de restauración de los antiguos depósitos de agua con vistas a atender las necesidades de regadío de los terrenos circundantes, donde se cultiva sobre todo arroz y tabaco. El lugar alberga numerosas y espléndidas ruinas, incluyendo templos, dagobas y otras estructuras búdicas, fechables en su mayoría en el siglo XII, en la época del celebrado rey Parakramabahu I. Algunas de estas realizaciones están consideradas como los mayores logros artísticos de la arquitectura y la escultura de Sri Lanka.

  
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   La urbanización de la antigua Polonnaruwa está estructurada siguiendo una planta axial, con una ciudadela amurallada en el centro, levantándose los principales monumentos y centros monásticos a lo largo del eje norte-sur, perfectamente integrados en el entorno natural. La ciudadela estaba provista de puentes, palacios, salas de audiencias y baños reales, aún en bastante buen estado de conservación. Se sabe por la literatura de la existencia de elaboradas residencias de madera para los reyes y los sacerdotes, que, por lo perecedero de los materiales, han desaparecido con el tiempo.
   Vatadage, siglo XII, es una elegante estructura circular sobre plataformas escalonadas (foto16), con una dagoba de ladrillo en el centro, acompañada de cuatro estatuas sedentes de Buda (foto17), que en su tiempo estaba cubierta por un techado de metal y madera sostenido por hileras concéntricas de pilares de piedra. Este tipo de edificios, que en la India se llamaba chaityagraha, proliferó en Sri Lanka cuando ya hacía siglos que se había dejado de construir en su país de origen. Son de gran belleza la decoración escultórica de motivos florales y, sobre todo, sus 'piedras de luna', de relieves finamente cincelados, así como las parejas de nagas que protegen los accesos.
   Lankatilaka, construido por Parakramabahu I en el siglo XII, es un gedige, o sea, una amplia sala rectangular de ladrillo (37 x 20 m), que alberga una estatua colosal de Buda erguido de 12 m de altura. El techo de la sala debía alcanzar en su época los 30 m de alto.
   Gal Vihara exhibe en su recinto tres de las mejores esculturas de la estatuaria de Sri Lanka, que representan a Buda de pie (foto20), sentado (foto21) y tumbado (foto19). Estas esculturas rupestres monolíticas, talladas en un único promontorio rocoso (foto18), son de gran tamaño y majestuosidad, y superan en calidad a otras obras contemporáneas (siglo XII) de la India. El Buda sentado, meditando en la postura del loto, tiene 5 m de alto y está enmarcado por relieves de motivo arquitectónico, representando un torana o pórtico monumental a la manera de los de Sanchi en la India, con los dinteles rematados por cabezas de makaras (monstruos acuáticos). El Buda erguido lleva los brazos cruzados sobre el pecho en actitud de predicar el dharma (la ley), aunque hay teorías que identifican la figura como Ananda, el principal discípulo del Iluminado. El impresionante Buda yacente, con sus 13,80 m de largo, está considerado como la obra maestra de la escultura de Sri Lanka. Muestra a Buda reposando con los párpados cerrados y el rostro sereno en los momentos previos a su muerte, cuando está a punto de alcanzar el paranirvana o liberación del ciclo de reencarnaciones y extinción total.
   Poth Gal Vihara exhibe otra estatua rupestre de un personaje erguido, tocado con una tiara, que supuestamente podría ser el rey Parakramabahu I.
   La ciudad histórica de Polonnaruwa fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en  1982.

  
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El templo de oro de Dambulla
Sri Lanka
   Dambulla es uno de los más destacados complejos de arquitectura rupestre (junto a los de Aukana y Polonnaruwa) que existen en Sri Lanka, en la tradición de los muchos similares que hay en la India (ver en fotoAleph colección India rupestre).
   Se trata de un conjunto de más de 80 grutas artificiales perforadas en la base de un acantilado rocoso de 160 m de altura y en otras rocas de las cercanías, que fueron habilitadas para servir de monasterios y lugares de culto (foto23 y siguientes). Las cuevas más antiguas existían antes de la era cristiana, incluso antes de la era budista, y al principio no eran sino viviendas y habitáculos rupestres que fueron donados y convertidos en templos con la llegada del budismo. Desde entonces Dambulla ha sido durante 22 siglos una popular meta de peregrinaciones.
   Numerosas inscripciones permiten datar las diferentes estancias, y conocer los donantes y los reyes que contribuyeron a su engrandecimiento en diferentes fases históricas. Las más antiguas albergaron los primeros asentamientos monásticos. Los siguientes periodos de actividad fueron en el siglo I d C, y entre los siglos V y X, en los que las celdas monacales y las grutas más importantes se reconvirtieron en templos.
   Entre los siglos XI y XII se procedió a la renovación total del complejo, creando nuevas cuevas, restaurando y agrandando otras, y cubriendo de oro las imágenes. Un posterior periodo de reconstrucción tuvo lugar a partir de 1340, con el patrocinio de los reyes de Gampola y de Kandy. Finalmente, la máxima actividad se dio bajo el rey Kirti Sri Rajasinha (1747-1782), en la que se multiplicaron las esculturas y las paredes interiores se cubrieron de pinturas murales.
   Entre las 157 imágenes de Buda que pueblan las diferentes grutas cabe destacar la de la cueva Devarajalena, con una colosal estatua rupestre de Buda en postura yacente.
   El templo más grande posee 600 m de longitud y 30 m de altura y en su interior pueden admirarse esculturas rupestres que representan a Buda, al dios hindú Vishnu y un retrato real. Las pinturas murales más antiguas datan del siglo XVIII.
   Curiosa paradoja la del arte rupestre budista: siendo una de las esencias del budismo el concepto de impermanencia, los seguidores de Buda dieron por esculpir sus oratorios y estatuas en la persistente y casi eterna roca de las montañas. Y resulta que esos santuarios son los únicos que quedan de aquella época, que serán admirados por las generaciones venideras, y que probablemente durarán más que lo que ha de durar la humanidad en la Tierra.
   Este lugar fue incluido por la Unesco en 1991 en la lista del Patrimonio de la Humanidad, con el nombre de Templo de Oro de Dambulla.

  
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Kandy y el diente de Buda

   Capital de la Provincia Central de Sri Lanka, la ciudad de Kandy está ubicada hacia el centro de la isla sobre una meseta de bosques tropicales a 490 m sobre el nivel del mar, a orillas del río Mahaveli Ganga y cerca de un lago artificial construido en 1806 por el último rey de Kandy.
   Fundada en el siglo XIV con el nombre de Senkadagala Pura, Kandy se convirtió en 1592 en la capital del último reino independiente que quedaba en la isla, tras la decadencia de Anuradhapura y Polonnaruwa, y cuando las regiones costeras habían sido conquistadas por los portugueses. Este reino Sri Lankacingalés consiguió, con breves intervalos, preservar su independencia durante el periodo de las colonizaciones europeas, hasta que en 1815 los británicos derrocaron al último rey.
   Durante la Segunda Guerra Mundial, Kandy fue el cuartel general de Lord Mountbatten, virrey británico de la India.
   Hoy Kandy es la segunda ciudad más grande de Sri Lanka tras Colombo, y el foco administrativo y comercial más importante del centro de la isla, en una zona agrícola densamente poblada, donde crece, entre otros cultivos, la mayor parte del afamado té de Ceylán, exportado a todo el mundo.
   Es también la capital religiosa del budismo insular, y millones de creyentes consideran Kandy una ciudad sagrada, ya que en ella se custodia la reliquia del Diente de Buda (Dalada Maligava), objeto de permanente veneración por parte de los budistas cingaleses. El culto a esta reliquia, transportada en el siglo IV d C a Kandy desde Orissa (India), culmina cada año con la celebración del festival de Esala Perahera, cuyos espectaculares rituales incluyen grandes procesiones nocturnas de elefantes enjaezados y adornados de luces, en compañía de bandas musicales, bailarines y portadores de antorchas (foto29 y siguientes).
   Entre los edificios históricos de Kandy destacan el palacio de los reyes, con su gran sala de audiencias, el palacio de Sri Wickrama, los apartamentos y baños de la reina, diversos santuarios y viharas (monasterios), y, sobre todo, el famoso Templo del Diente de Buda (foto28). Este santuario, de extremada riqueza, está asociado al palacio real. Varias veces destruido y reconstruido a lo largo de la historia, sus instalaciones actuales datan de la época del reinado de Kirti Sri Rajasimha (1747-1782). Levantado sobre una plataforma de granito reminiscente de la gran arquitectura de Anuradhapura, el complejo está construido con los más variopintos materiales: piedra caliza, mármol, madera tallada, ladrillo, metal y marfil. Sus interiores están profusamente decorados con esculturas y pinturas, que muestran motivos florales y figurativos, como danzantes, acróbatas y animales.
   A unos pocos kilómetros del centro de Kandy se encuentran los lujuriantes jardines botánicos de Paradeniya, que albergan toda clase de especies tropicales de árboles, plantas y flores, entre ellas un extensa y variada colección de orquídeas, de caprichosas formas y deslumbrante belleza.
   La ciudad sagrada de Kandy figura desde 1988 en el catálogo del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

  
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Galle. El legado colonial

   Esta ciudad portuaria protegida por una bahía en la costa sur de Sri Lanka se llamó en su día Point de Galle.
   Aunque su fundación oficial se remonta al siglo XIII, el asentamiento existía desde mucho antes, pues es citado en 545 como una de las 'escalas de levante'. Pero solo adquirió importancia como principal puerto de la isla durante la época de la colonización portuguesa (1507-1640). El año 1588 los Sri Lankaportugueses fueron sitiados en Colombo por las tropas del reino de Sitawaka (centro-sur de la isla) y se replegaron a Galle, fortificando la ciudad con murallas y bastiones.
   En sus luchas contra los portugueses, los reyes de Kandy se aliaron con los holandeses, el poder naval de cuya armada, con base de operaciones en Batavia (Yakarta, Java), había crecido en los mares del Índico. El resultado final fue la ocupación de la isla por las fuerzas holandesas. Cuando Galle cayó en manos de los holandeses, éstos reconstruyeron y reforzaron las fortificaciones, rodeando el conjunto de una gran muralla de piedra. Esta ciudad fortificada ocupa 52 hectáreas y ha llegado hasta nuestros días con muy pocas alteraciones, constituyendo el principal legado histórico-arquitectónico que ofrece Galle a sus visitantes.
   Durante la colonización holandesa Galle fue la capital de la isla. Las actividades comerciales estaban protegidas por un complejo dispositivo de seguridad militar. Hacia el siglo XVIII, residían allí 500 familias, y la ciudad estaba dotada de numerosos edificios administrativos, establecimientos comerciales y depósitos de mercancías. Disponía también de un arsenal, casamatas, talleres de forja, carpintería y cordelaje. Y un original sistema de alcantarillado limpiado por agua de mar bombeada por un molino de viento.
   En 1796 Galle fue conquistada por los ingleses, que efectuaron varias transformaciones en la plaza fuerte, como la construcción de nuevas casamatas, fosos, un portal y un faro. Aunque continuó siendo el principal centro administrativo del sur de Ceylán, fue reemplazada como capital por Colombo, cuyo crecimiento como ciudad portuaria rival en el siglo XIX propició la decadencia de Galle.
   Galle es un buen ejemplo de ciudad fortificada por los colonizadores europeos en el sur de Asia, con una arquitectura colonial que combina elementos occidentales con los tradicionales del Indostán. La ciudad vieja de Galle y sus fortificaciones fueron incluidas en 1988 como bien cultural en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
  

  
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SRI LANKA
La isla resplandeciente

  
Bibliografía consultada

- Clarke, Arthur C. The View from Serendip (Pan Books, London, 1979)
- Uchiyama, Akira. Sri Lanka (Kodansha International, Colombo, 1979)
- UNESCO. El Patrimonio Mundial (Ediciones San Marcos)


  

 
Ramon Pouplana Solé
 
  
   Natural de Barcelona y licenciado en Historia y Teoría del Arte por la Universitat de Barcelona.
   Ha ejercido de colaborador gráfico en diversas revistas: Orbe Médico, A bordo, Primer Acto, Yorick...
   Ha participado en la aportación fotográfica junto con fotógrafos como A. Fortuny, O. Maspons y otros a la edición de libros temáticos: Imatges de Catalunya, Castillos de España.
   Ha desarrollado 3 exposiciones individuales a finales de los ochenta:
   Imatges Teatrals (Teatro Municipal de Vilanova i Geltrú, Barcelona)
   Teatre i Imatge (Escuela de Imagen y Diseño IDEP, Diagonal, Barcelona)
   Imatges Teatrals (Creperie Maple Syrup, Barcelona)
   Ha colaborado con diversas fotografías al Fondo Fotográfico del Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, con motivo de la Exposición de Fotografía Contemporánea Española 1970-1990, Madrid, setiembre de 1991.
   Ha sido premiado en diferentes concursos de Fotografía especializada en Farmacia y el Medicamento (Premio Facultat de Farmácia de Barcelona de 1992, 1993 y 1994).

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