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 LUGARES DE LA MANCHA
 de cuyo nombre quiero acordarme
Lugares de la Mancha
  
   Pocas obras en la historia de la literatura habrán llegado tan lejos en el juego de interacciones entre la ficción y la realidad, en la descripción del brutal choque que se produce entre los ideales nobles y las miserias del mundo material, como Don Quijote de la Mancha.
   Cervantes creó un personaje imaginario que nos parece real y lo enfrentó con una realidad que se transfigura en un universo imaginario, una tierra donde las posadas son castillos encantados, las campesinas son damas de alta alcurnia, y los molinos son gigantes que voltean al viento sus largos brazos. Ese lugar existía y sigue existiendo, con todos sus contrastes y su austera belleza, pero desde que leímos la novela ya no lo podemos ver con los mismos ojos.
  
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Indice de textos
La Mancha de don Quijote
Consuegra
Alcázar de San Juan
Campo de Criptana
El Toboso
Mora
La cueva de Montesinos
Indices de fotos
Indice 1
Indice 2
La aventura de don Quijote en la cueva de Montesinos
Don Quijote, pionero de la espeleología
  


 
  
   A la Mancha manchega
que hay mucho vino,
mucho pan, mucho aceite,
mucho tocino.
   Y si vas a la Mancha
no te alborotes,
porque estás en la tierra
de don Quijote.
  
   (Canción popular)


  

La Mancha de don Quijote
 
   La Mancha es una comarca de España que comprende partes de las provincias de Cuenca y Toledo, y la casi totalidad de las de Albacete y Ciudad Real. Actualmente está englobada a efectos administrativos en la Comunidad de Castilla-La Mancha.
   Situada sobre una altiplanicie con una media de altura de 600 m sobre el nivel del mar, la Mancha extiende sus territorios desde los Montes de Toledo hasta las estribaciones occidentales de la Serranía de Cuenca, estando limitada al norte por la región de la Alcarria y al sur por Sierra Morena.
   La región, conocida por los árabes como al-Manshah ('Tierra Seca'), constituía en el medievo una zona intermedia entre los dominios cristianos y los musulmanes.
   Sus recursos económicos, notablemente limitados por las adversas condiciones climatológicas, se basan principalmente en la agricultura, sobre todo en el cultivo de cereales (trigo, cebada, avena) y vid, así como en la elaboración de vino.
   En esto poco ha cambiado la Mancha desde los tiempos en que, en pos de aventuras, la recorría don Quijote, personaje de ficción que transformó esta parcela de realidad en un lugar célebre en el mundo. Todavía se pueden visitar en la Mancha pueblos y lugares (El Toboso, Argamasilla de Alba, la cueva de Montesinos...) de cuyo nombre merece la pena acordarse, por su sobria y rústica belleza de raigambre castellana, y porque fueron los escenarios de las andanzas del valeroso caballero imaginado por Cervantes.
Lugares de la Mancha   Y es que la imaginación puede a veces generar nuevas realidades. Creíamos, por ejemplo, que la célebre Insula Barataria era un lugar imaginario, un producto de la fantasía de Cervantes, pero estábamos equivocados. Ese no-lugar, ese país ficticio que Don Quijote insistentemente prometía a Sancho Panza como recompensa a sus hazañas, y del que Sancho llegó a ser gobernador (El Quijote, II, 43-53), existe en la realidad (aunque en este caso no esté situado en la Mancha): véase la prueba fotográfica.
   Las fotografías presentadas en esta exposición pretenden reflejar, acompañadas de las citas correspondientes, ese aliento poético, ese halo de fantasía cercana a lo surreal que todavía se percibe al contemplar los lugares de la Mancha descritos e inmortalizados en el Quijote.
  
Sáquenos de la duda don Nicanor
¿en qué se distingue la prosa del verso?
  
–¿Diferencia? ¡Ninguna!
Es cuestión de costumbre solamente
Los poetas escriben para abajo
Los prosistas escriben para el lado:
  
En un lugar de la Mancha
(octosílabo)
de cuyo nombre no quiero acordarme
(endecasílabo)
  
(Nicanor Parra, El averiguador particular)
  
  
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Consuegra
(Fotos 01-07)
    
   He aquí un lugar de la Mancha, en la provincia de Toledo (España), de cuyo nombre quiero acordarme. El topónimo Consuegra proviene de la antigua localidad prerromana de Consabura (= 'la confluencia del río Sevo'), asentada desde el siglo VI a C en las faldas del cerro hoy conocido como Calderico, etapa estratégica en las vías de transhumancia que atravesaban la región.
   Sobre este montículo se levanta el castillo (foto06), una maciza fortificación de planta irregular, protegida por un doble cerco de murallas, y provista de torreones cilíndricos unidos por lienzos de murallas, una torre albarrana y un camino de ronda.
     La primera documentación existente sobre el castillo permite fechar el comienzo de su construcción durante el califato de Córdoba (siglo X), pasando varias veces su posesión de manos de musulmanes a cristianos y viceversa. En la batalla de Consuegra (1097) contra los almorávides, murió en el castillo Diego Rodríguez, el hijo del Cid, aunque dos años más tarde los musulmanes se retiraron definitivamente de Consuegra. El castillo había sido sucesivamente reconstruido y modificado tanto por los musulmanes como por los cristianos. La construcción actual parece datar por su estilo de los tiempos de Alfonso VIII.
Lugares de la Mancha   Los molinos de viento de Consuegra se levantan también sobre el cerro Calderico, junto al castillo (foto01). Aunque muy remozados a lo largo del tiempo, su origen se remonta al siglo XVI, y alguno aún conserva la maquinaria de esa época. Hoy se mantienen en pie doce de ellos, a los que se designa con nombres relacionados con la novela Don Quijote de la Mancha: Mambrino, Sancho, Caballero del Verde Gabán, Rucio, Clavileño...
     
   En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
   –La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas (...)
  
   –¿Qué gigantes? –dijo Sancho Panza.
   –Aquellos que allí ves –respondió su amo– de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
   –Mire vuestra merced –respondió Sancho– que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas al viento, hacen andar la piedra del molino.
  
   –Bien parece –respondió don Quijote– que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo, quítate de ahí y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
   Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes bien iba diciendo en voces altas:
   –Non fuyades, cobardes y viles criaturas; que un solo caballero es el que os acomete.
  
   Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo:
   –Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.
   Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza al ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante, y embistió con el primer molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle a todo el correr de su asno, y cuando llegó, halló que no se podía menear; tal fue el golpe que dio con él Rocinante.
  
   –¡Válame Dios! – dijo Sancho–: ¿no le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?
   –Calla, amigo Sancho –respondió don Quijote–, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; más al cabo al cabo han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada.
   (Cervantes, Don Quijote de la Mancha, I, 8)
  
  
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Alcázar de San Juan
(Fotos 08 y 09)
  
   Esta ciudad manchega de la provincia de Ciudad Real, una de las más industrializadas de la zona, tiene un indudable origen romano, como lo atestiguan las excavaciones arqueológicas realizadas en una villa romana descubierta en el subsuelo de la parte vieja de la ciudad, donde se sacaron a la luz abundantes mosaicos de los siglos I al III, que se exhiben en el Museo Municipal. La villa (una gran casa solariega) estaba ubicada junto a la vía romana que unía Mérida con Zaragoza pasando por Toledo, un buen emplazamiento para el desarrollo de actividades comerciales.
Lugares de la Mancha   Las invasiones musulmanas de la Península Ibérica desde el norte de África hicieron de la Mancha una tierra de nadie. Los musulmanes construyeron diversos complejos defensivos en diferentes enclaves estratégicos de la península, a cada uno de los cuales llamaban en su lengua árabe al-ksar (= 'pueblo fortificado'), de donde derivan los topónimos de las localidades españolas que incluyen la palabra 'Alcázar'. La victoria de una coalición de reinos cristianos contra los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) marcó el comienzo de la cristianización definitiva de la región, aunque durante algunos siglos pervivió en ella una importante población morisca y judía.
   Sancho IV autorizó a fines del XIII al comendador de Consuegra a poner el término de Alcázar bajo la protección de la Orden Militar de los Hospitalarios de San Juan, promocionando el lugar al rango de villa, que adquirió el nombre definitivo de Alcázar de San Juan. Los caballeros de San Juan, que fundaron el Gran Priorato de Castilla y León, reconstruyeron en estilo gótico una torre del alcázar almohade, creando el edificio más emblemático de la localidad, el Torreón del Gran Prior.
   En el siglo XVI Alcázar de San Juan alcanzó gran prosperidad, cuando se fundó en este lugar una importante fábrica de pólvora. En el Museo se conservan los grandes morteros de piedra que se usaban para fabricar pólvora en los siglos XV y XVI.
   Algunos estudiosos consideran a Alcázar de San Juan como el lugar de nacimiento de Cervantes, por contraposición al comúnmente aceptado Alcalá de Henares. Se puede ver en un edificio de Alcázar una lápida que reza: 'En una casa situada en este mismo lugar nació Miguel de Cervantes Saavedra'. Cerca del Torreón del Gran Prior se levanta una estatua del autor del Quijote. Hay quien sugiere que el famoso 'lugar de la Mancha' de cuyo nombre no quería acordarse era en realidad Alcázar de San Juan.
  
   Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener.
   (Cervantes, Don Quijote de la Mancha, II, 20)
  
   ...la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.
   (Pierre Menard)
  
  
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Campo de Criptana
(Fotos 10-20)
  
   Campo de Criptana es un municipio de la provincia de Ciudad Real (España) de cuyo nombre también quiero acordarme. En su término se han hallado vestigios humanos datables hacia el 3.000 a C y diversos artefactos como puntas de flecha de sílex, cuchillos y cerámica del neolítico.
   Cerca del Cerro de Criptana, en el lugar conocido como La Hidalga, los arqueólogos han encontrado abundantes fragmentos de cerámica ibérica de decoración geométrica, y vestigios de un asentamiento celtibérico con columnas, enterramientos, armas y monedas.
Lugares de la Mancha   En el siglo XII el lugar aún se hallaba bajo los dominios musulmanes. La región fue reconquistada por caballeros de la Orden de Santiago, que fusionaron tres poblados (El Campo, Criptana y Villajos) en una sola población que pasó a denominarse Campo de Criptana, bajo la soberanía del reino de Toledo. Durante el reinado de Felipe III fue promocionada a la categoría de villa.
   De la arquitectura religiosa del lugar mencionaremos las ermitas de la Paz (en las ruinas del antiguo castillo), de la Vera Cruz y de Santa Ana, y la iglesia de Nuestra Señora de las Angustias.
   Los molinos de viento que se yerguen en lo alto del otero que domina el pueblo disputan con los de Consuegra el rango de haber sido el escenario de la aventura de los molinos del Quijote
(foto 12 y siguientes). Actualmente es posible encontrar diez, cada uno de ellos designado con un pintoresco nombre propio (Inca Garcilaso, Quimera, Culebro, Lagarto...), de los cuales tres conservan la maquinaria original del siglo XVI.
  
   ...fiambreras traigo, y esta bota colgando del arzón de la silla, por sí o por no; y es tan devota mía y quiérola tanto, que pocos ratos se pasan sin que la dé mil besos y mil abrazos.
   Y diciendo esto, se la puso en las manos a Sancho; el cual, empinándola, puesto a la boca, estuvo mirando a las estrellas un cuarto de hora, y en acabando de beber, dejó caer la cabeza de lado, y dando un gran suspiro, dijo:
   –¡Oh hideputa, bellaco, y cómo es católico!
   (Cervantes, Don Quijote de la Mancha, II, 13)

   ...que Dios, que es proveedor de todas las cosas, no nos ha de faltar, y más andando tan en su servicio como andamos, pues no falta a los mosquitos del aire, ni a los gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos del agua, y es tan piadoso que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llueve sobre los injustos y justos.
   (
Ibid, I, 18)
  
   No se oía en todo el lugar sino ladridos de perros, que atronaban los oídos de Don Quijote y turbaban el corazón de Sancho.
   (Ibid, II, 9)
  

  
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El Toboso
(Fotos 21 y 22)
  
   Este municipio de la provincia de Toledo se llama El Toboso porque en él abundan las tobas (una especie de cardo). Hoy no es sino un modesto pueblo rural de la Mancha, cuyo nombre es mundialmente conocido gracias a la imaginación de don Quijote, que ubicó allí la supuesta residencia de la dama de sus sueños, la sin par y sin igual belleza Dulcinea del Toboso, emperatriz de la Mancha, por otro nombre Aldonza Lorenzo y por otro oficio campesina
(foto22).
   Los orígenes de El Toboso se remontan a la prehistoria, como demuestran los hallazgos arqueológicos encontrados en su término, en el que también se han detectado vestigios de la época celtibérica.
Lugares de la Mancha   El topónimo del lugar aparece mencionado en documentos de 1338. En 1468, El Toboso aparece en los censos de la Orden de Santiago y en 1480 el maestre de la Orden le concedió el título de villa. Tras experimentar una fuerte repoblación, este lugar de la Mancha alcanzó su periodo de mayor pujanza en el siglo XVI, poco antes de que Cervantes publicara el Quijote.
     
   ...y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia principal del pueblo, y dijo:
   –Con la iglesia hemos dado, Sancho.
   –Ya lo veo –respondió Sancho–. Y plega a Dios que no demos con nuestra sepultura.
   (Cervantes, Don Quijote de la Mancha, II, 9)
  
   –¡Oh princesa y señora universal del Toboso! ¿Cómo vuestro magnánimo corazón no se enternece viendo arrodillado ante vuestra sublimada presencia a la columna y sustento de la andante caballería?
   (...)
   –Mas ¡jo, que te estrego, burra de mi suegro! ¡Mirad con qué se vienen los señoritos ahora a hacer burla de las aldeanas, como si aquí no supiésemos echar pullas como ellos!
   (
Ibid, II, 10)
  
  
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Mora
(Fotos 23 y 24)
  
   El castillo de Mora es una fortaleza medieval del siglo XII, muy arruinada, que corona una peña cerca del pueblo manchego de Mora, en la provincia de Toledo. Aún se distingue la torre del homenaje y restos de otras torres unidas por lienzos de murallas y bóvedas subterráneas. La entrada al castillo se efectúa por un arco de medio punto abierto entre dos peñascos naturales
(foto23).
  
   ...aún no hubo andado una pequeña legua, cuando le deparó el camino, en el cual descubrió una venta que, a pesar suyo y gusto de don Quijote, había de ser castillo. Porfiaba Sancho que era venta, y su amo que no, sino castillo; y tanto duró la porfía, que tuvieron lugar, sin acabarla, de llegar a ella, en la cual Sancho se entró, sin más averiguación, con toda su recua. (...)
   –Sancho amigo, ¿duermes? ¿Duermes, amigo Sancho?
   –¿Qué tengo de dormir, pesia a mí –respondió Sancho, lleno de pesadumbre y de despecho–, que no parece sino que todos los diablos han andado conmigo esta noche?
   –Puédeslo creer así, sin duda –respondió don Quijote–, porque, o yo sé poco, o este castillo es encantado.
   (Cervantes, Don Quijote de la Mancha, I, 15-17)
  
   Felicísimos y venturosos fueron los tiempos donde se echó al mundo el audacísimo caballero don Quijote de la Mancha, pues por haber tenido tan honrosa determinación, como fue el querer resucitar y volver al mundo la ya perdida y casi muerta orden de la andante caballería, gozamos ahora, en esta nuestra edad, necesitada de alegres entretenimientos, no sólo de la dulzura de su verdadera historia, sino de los cuentos y episodios della, que, en parte, no son menos agradables y artificiosos y verdaderos que la misma historia.
   (Cervantes, Don Quijote de la Mancha, I, 28)
  
   ¡Oh autor celebérrimo! ¡Oh don Quijote dichoso! ¡Oh Dulcinea famosa! ¡Oh Sancho Panza gracioso! Todos juntos y cada uno de por sí viváis siglos infinitos para gusto y general pasatiempo de los vivientes.
   (Cervantes, Don Quijote de la Mancha, II, 40)
  

  
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La cueva de Montesinos
  
   Quizá venga a cuento recordar que don Quijote de la Mancha fue en época muy temprana pionero en la exploración de cuevas, tal y como se relata en los capítulos 22 y 23 de la segunda parte de la inmortal novela de Cervantes, donde se narra la grande aventura que el insigne caballero tuvo en la cueva de Montesinos, que está en el corazón de la Mancha, y las cosas admirables que vio en sus profundidades.
   Todo un espeleólogo avant-la-lettre, don Quijote tiene escasos predecesores en la historia de la espeleología, como podría considerarse a los integrantes de la exploración de la gruta de La Balme, realizada en 1516, pues la mayoría de datos que poseemos referentes a exploraciones antiguas de cavernas son posteriores a las fechas (1605-1615) en que Cervantes publicó su obra.
   Por aquel entonces las cuevas eran objeto de toda clase de supersticiones, tenidas como antros donde habitaban monstruos, seres fantásticos o maléficos, o como puertas de entrada a las regiones infernales, y estos temores sólo eran desafiados ocasionalmente por intrépidos mineros a la busca de metales.
Lugares de la Mancha   Es en este contexto donde hay que situar la hazaña de don Quijote, para poder valorar en toda su dimensión la audacia y valentía desplegadas por el caballero al atreverse a descender solo por la sima de Montesinos, cueva que realmente existe en la comarca de la Mancha.
   Está también el tema de la credibilidad en entredicho de don Quijote, que coleará a lo largo del resto de la novela. Sancho no se ha atrevido a bajar a la sima, pero tampoco puede dar crédito al relato de lo visto y oído por su señor don Quijote en el interior de la misma, y así se lo manifiesta en repetidas ocasiones, y se lo discute en ingeniosos diálogos donde el autor juega una vez más con los planos intercambiables de lo real y de lo imaginario, con la deliberada confusión entre lo verdadero y lo ficticio que se da constantemente en el libro:
 
   ...perdóneme vuesa merced, señor mío, si le digo que de todo cuanto aquí ha dicho, lléveme Dios, que iba a decir el diablo, si le creo cosa alguna (...) 
   –Si no, ¿qué crees? –le preguntó don Quijote. 
   –Creo–respondió Sancho– que aquel Merlín, o aquellos encantadores que encantaron a toda la chusma que vuesa merced dice que ha visto y comunicado allá bajo, le encajaron en el magín o la memoria toda esa máquina que nos ha contado, y todo aquello que por contar le queda. 
   –Todo eso pudiera ser, Sancho –replicó don Quijote–; pero no es así, porque lo que he contado, lo vi por mis propios ojos y lo toqué con mis mismas manos (...) 
   –En mala coyuntura y en peor sazón y en aciago día bajó vuesa merced, caro patrón mío, al otro mundo, y en mal punto se encontró con el señor Montesinos, que tal nos le ha vuelto. Bien se estaba vuesa merced acá arriba con su entero juicio, tal cual Dios se le había dado, hablando sentencias y dando consejos a cada paso, y no agora, contando los mayores disparates que pueden imaginarse. 
   –Como te conozco, Sancho –respondió don Quijote–, no hago caso de tus palabras. 
   –Ni yo tampoco de las de vuesa merced –replicó Sancho–, siquiera me hiera, siquiera me mate por las que le he dicho, o por las que le pienso decir, si en las suyas no se corrige y enmienda (...) 
   –Como me quieres bien, Sancho, hablas desa manera –dijo don Quijote–; y como no estás experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles; pero andará el tiempo, como otra vez he dicho, y yo te contaré algunas de las que allá abajo he visto, que te harán creer las que aquí he contado, cuya verdad ni admite réplica ni disputa.
   (Cervantes, Don Quijote de la Mancha, II, 23)

   Creamos o no a don Quijote, hay que dejar constancia de que nuestro valeroso caballero andante exageró un tanto el relato de sus aventuras subterráneas, pues ocurre que la célebre cueva de Montesinos existe en la vida real (o al menos como tal es identificada una cavidad cercana a las lagunas de Ruidera y al pueblo de Ossa de Montiel, Albacete) y, como cualquier visitante puede comprobar, no se trata sino de una pequeña cueva de entre cinco y siete metros de profundidad. No cabe reprochar, empero, intención de engaño al caballero de la Triste Figura, enderezador de tuertos, socorredor de menesterosos y espejo de espeleólogos, tenida en cuenta su desaforada imaginación, que tomaba a las ventas por castillos, los rebaños de ovejas por ejércitos guerreros, y los molinos por gigantes.
  
   Más información sobre la aventura de don Quijote en la cueva de Montesinos en
  
Don Quijote, pionero de la espeleología

  
  
  
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