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 JOYAS DE LA COSTA DÁLMATA
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   No vamos aquí a "descubrir el Mediterráneo", como ironiza el dicho popular, pero sí a dejar constancia gráfica de que el Mare Nostrum es un pequeño mundo con muchas maravillas todavía por descubrir.
   Uno de sus más hermosos parajes es la costa de Dalmacia (en Croacia, antes Yugoslavia), bañada por el mar Adriático, que no solo ha escapado a la degradación urbanística de otras costas mediterráneas conservando su entorno natural casi virgen, con abruptas montañas de caliza blanca que se zambullen en un mar de agua transparente y una sucesión de islas que se recortan contra el horizonte marino, sino que también atesora algunas joyas señeras del patrimonio arquitectónico mundial.
   Por ejemplo, Split, una ciudad que nació y creció en el interior de un inmenso palacio imperial romano. Por ejemplo, Dubrovnik, una ciudad-república que rivalizó con Venecia por la hegemonía del Mediterráneo.
  
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Dubrovnik. La perla del Adriático
Split. El palacio que se transformó en ciudad
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Dubrovnik
Split
  


 
  
   Si quieres ver el paraíso en la Tierra, ven a Dubrovnik.
  
   (
George Bernard Shaw)

  

  
Dubrovnik. La perla del Adriático
 
   Dubrovnik (en italiano Ragusa) es una ciudad portuaria en el mar Adriático, situada en la región de Dalmacia, en el extremo sudeste de Croacia (ex-Yugoslavia), cerca de la frontera con Montenegro. Está considerada como la más bella de las ciudades de la Costa Dálmata. Su entorno natural es típicamente mediterráneo, con suaves colinas salpicadas de cipreses y olivos.
Dubrovnik   El núcleo urbano antiguo de Dubrovnik ocupa una pequeña península al pie del monte Srdj. Sus murallas y fortificaciones defensivas se levantan en el mismo borde de la orilla, bañadas por el mar y sacudidas por los embates de las olas. Un masivo torreón cilíndrico domina la ciudad del lado de tierra firme.
   Las murallas, de doble lienzo, constituyen la seña de identidad más destacada de Dubrovnik. En su interior se levantan numerosas villas rodeadas de jardines. El trazado urbano de la ciudad data de 1292, cuando fue reconstruida tras un incendio. Se implantaron reglamentos muy detallados para su planificación urbanística, que fueron cuidadosamente obedecidos. Su calle principal, llamada el Stradun, con sus bellos edificios del renacimiento tardío, recorre una vaguada que en su tiempo era un canal de aguas pantanosas que separaba la isla latina de Ragusa de la costa continental. El canal fue rellenado en 1272 y la isla se convirtió en península. Los asentamientos humanos de uno y otro lado se fundieron en una sola población.
   La ciudad había sido fundada con el nombre de Laus en el siglo VII d C, en una isla muy próxima a tierra firme, por refugiados romanos que huían del saqueo de Epidaurum (una polis cercana) a manos de los eslavos. El nombre latino de Ragusa o Rausa, que perduró hasta el siglo XV, proviene de la palabra lausa (en latín, 'roca'). Al poco tiempo una colonia de eslavos se instaló en los territorios boscosos frente a la isla (dubrava significa 'bosque de robles' en croata, de ahí el topónimo Dubrovnik), y la ciudad se convirtió en un puente de unión entre las civilizaciones latina y eslava.
   Tras la caída de Roma, Dubrovnik fue gobernada por Bizancio. Entre los siglos IX y XII, resistió por sí sola a las invasiones de diversas potencias extranjeras, pero en 1205, tras la Cuarta Cruzada, reconoció la soberanía de Venecia, que duró hasta 1358. Durante ese periodo mantuvo, sin embargo, un marcado grado de autonomía respecto a la república veneciana. La ciudad concedía asilo a los refugiados de todos los países. Con el Tratado de Zadar, Dubrovnik pasó en 1358 a formar parte del Reino Húngaro-Croata.
   Mediante una política de tratados, y con la recaudación de tributos, la ciudad-república de Dubrovnik amplió sus territorios a lo largo de la Costa Dálmata y se convirtió en una gran potencia comercial y naval cuyo radio de influencia abarcó todos los Balcanes. Contribuyó a ello su situación geoestratégica en la costa mediterránea y en medio de las rutas mercantiles a Bizancio y la región del Danubio. La ciudad alcanzó su apogeo en los siglos XV y XVI.
   En 1420, Dalmacia fue vendida a Venecia, pero Dubrovnik mantuvo su estatus de ciudad libre. Sus habitantes lograron a lo largo de los siglos permanecer como una ciudad-república al margen de las tensiones entre las potencias orientales y occidentales. Un tratado con Turquía ratificó la independencia de Dubrovnik y su papel intermediario en el tráfico comercial entre Europa y el imperio otomano. En el siglo XVI extendió sus rutas comerciales hasta la India y la recién descubierta América.

  
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   En el siglo XV, Dubrovnik empezó a experimentar un gran desarrollo en los terrenos del arte y la literatura, que continuó hasta el siglo XVII, haciendo a la ciudad merecedora del título de 'la Atenas del sur de Eslavia'. Por primera vez en la historia de los eslavos del sur, la lengua del pueblo fue incorporada a la literatura. Las obras estaban marcadamente influenciadas por la literatura clásica e italiana –en particular la poesía de Petrarca–, y por el folclore croata. Uno de los escritores más conocidos de la antigua literatura croata fue Marin Drzic, que escribió dramas pastoriles y comedias ambientadas en el Dubrovnik del Renacimiento.
Dubrovnik   En 1667 un terremoto destruyó gran parte de la ciudad, muriendo la quinta parte de sus habitantes. En los siguientes años fue reconstruida, manteniendo el trazado urbano preexistente.
   Durante las guerras napoleónicas (1800-1805), siendo Dubrovnik el único estado mediterráneo neutral, la ciudad recobró su antigua prosperidad. Napoleón se apoderó de Dubrovnik en 1808 y abolió la república de Ragusa. En 1815 el Congreso de Viena cedió Dubrovnik a Austria. En 1918 pasó a formar parte de Yugoslavia.
   Dubrovnik fue una de las ciudades que sufrió bombardeos en 1991 durante la Guerra de los Balcanes, en un asedio de seis meses llevado a cabo por los serbios y montenegrinos, que causó graves daños en su patrimonio histórico-artístico.
   El casco antiguo de Dubrovnik es un ejemplo muy bien conservado de ciudad amurallada de la Edad Media tardía. Con una superficie de 15 hectáreas, dentro del recinto de murallas habitan más de 5.000 personas. Su trazado urbano es de esquema ortogonal, pero el crecimiento urbanístico intramuros se densificó hasta convertirse en un apiñamiento de mansiones formando un tupido entramado de calles estrechas, algunas empinadas y zigzagueantes. La única excepción es la ancha y rectilínea avenida central conocida como el Stradun (foto18), en la que desembocan perpendicularmente las calles de dirección norte-sur. Paseando por estas calles se puede contemplar un buen número de hermosos palacios, iglesias, monasterios, plazas y fuentes, de los estilos gótico, renacentista y barroco.
   Además de las soberbias murallas y fortificaciones que circundan la ciudad
(foto05), con sus fosos y portalones monumentales, entre el patrimonio arquitectónico de Dubrovnik hay que mencionar el ayuntamiento (un centro fortificado para la administración municipal), hoy palacio del Rector (foto10), iniciada en el siglo XI; el monasterio de los Franciscanos, original del siglo XIV y completamente reformado en la época barroca (fotos 14 y 15); la catedral, reconstruida tras el terremoto de 1667; numerosas iglesias barrocas, como la de San Blas (foto16), santo patrón de la ciudad; el monasterio de los Dominicos, tres grandes conventos y la Casa de Aduanas. Extramuros subsisten un suburbio industrial (Pile) planificado en el siglo XV, dos fortalezas del XV y XVI y un lazareto del siglo XVII.
   Dubrovnik, calificada como la 'perla del Adriático' y la 'Atenas dálmata', es notable no solo por el buen estado de conservación de su conjunto urbano, sino por la abundante documentación que existe sobre su historia, que ha permitido estudiar en detalle sus diferentes etapas de crecimiento. En 1979 la ciudad antigua de Dubrovnik fue declarada Patrimonio Mundial por la Unesco.

  
  
  
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Split. El palacio que se transformó en ciudad
 
   Split es el nombre actual de la antigua Spalato, ciudad portuaria y principal población de la Dalmacia, la región de la república de Croacia (ex-Yugoslavia) que da al mar Adriático.
Split   Split está asentada en una península que posee en su vertiente sur un puerto de aguas profundas, bien protegido y provisto de astilleros, el segundo más grande del país después del de Rijeka. Su situación en el centro de la costa dálmata y sus buenas conexiones viales y ferroviarias con el resto del país hacen de Split un importante nudo de comunicaciones que ha potenciado su desarrollo comercial (basado en industrias químicas, de plástico, aluminio y cemento). La ciudad posee tres facultades universitarias y un instituto oceanográfico.
   El horizonte marino está oculto tras una cadena de islas alargadas, las Islas Dálmatas, que emergen paralelas a la costa de Dalmacia y son en realidad una cordillera de montañas desgajadas de la tierra firme.
   Split es el lugar donde el emperador romano Diocleciano (244-313 d C) se hizo construir, cerca de su lugar de nacimiento, un enorme y suntuoso palacio de retiro, que aún se mantiene en gran parte en pie. Enfermo y prematuramente envejecido, Diocleciano abdicó en 305, tras veinte años de reinado, siendo así el primer emperador romano en abandonar voluntariamente su cargo. Encomendó los asuntos de Estado a personas más jóvenes y pasó los últimos años de su vida en su palacio, dedicado al cultivo de sus jardines y huertos.
   Este palacio, construido en torno al año 300 en piedra caliza y mármol de primera calidad, se convertiría en el origen de la actual ciudad de Split. El casco antiguo de Split tiene hoy su núcleo central englobado dentro del inmenso recinto palaciego del emperador
(foto22), cuya planta cuadrangular de 3 hectáreas de superficie está cercada de gruesas murallas de 2 m de espesor, que alcanzan los 22 m de altura en el tramo frente al mar. Originalmente las murallas estaban reforzadas con dieciséis torres defensivas, de las que quedan tres en pie, y perforadas por cuatro puertas monumentales de acceso, cada una en el centro de cada lado del cuadrado (foto29). El mar Adriático bañaba el lienzo sur de las murallas, aunque éstas están hoy separadas de la orilla por un paseo marítimo jalonado de palmeras (foto31).
   El lugar fue arrasado a principios del siglo VII por los ávaros. Sus habitantes huyeron en principio a las islas, pero más tarde (hacia 620) regresaron y se refugiaron en el palacio, bautizando el asentamiento como Spalatum. Construyeron sus viviendas en el interior del recinto, aprovechando los muros y columnatas ya existentes de época romana.
  

  
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Split  
   El palacio de Diocleciano pervive como el mayor y mejor conservado ejemplar de arquitectura palatina romana de la antigüedad tardía. Su estilo es de transición entre la arquitectura clásica grecorromana y la arquitectura bizantina. El trazado de su planta es similar a la de un campamento legionario romano, es decir, con un perímetro rectangular y calles internas distribuidas ortogonalmente, con cuatro vías principales que confluyen en el centro, marcando los ejes norte-sur y este-oeste. Esta distribución de carácter militar estaba combinada con las características propias de una lujosa villa, provista de todas las comodidades que un emperador podía desear. Había termas. Las calles estaban sombreadas por masivas arcadas de columnas corintias de enormes fustes monolíticos (foto24). En la parte norte del recinto eran alojadas las guarniciones de esclavos y sirvientes, que podrían llegar hasta las 9.000 personas; en esta zona estarían los cuarteles de la guardia imperial, además de los establos, tiendas, almacenes y hornos de pan. En la sección sur se situaban los apartamentos y oficinas imperiales, con 50 salas de techos abovedados y numerosas dependencias subterráneas. Junto a las estancias privadas del emperador había un templo, una biblioteca y una sala de audiencias de dos pisos.
   Cerca del centro se levanta el mausoleo de Diocleciano, un edificio de cuerpo octogonal coronado de una cúpula hemiesférica con un interior de muy rica ornamentación escultórica
(foto28). Su notable estado de conservación se debe a que en el siglo VII fue reconvertido en catedral por el obispo de Spalato. De la época cristiana destacan sus bellos frescos, sus tallas románicas y un púlpito de mármol. El templo de Júpiter (foto26), que también formaba parte del complejo palaciego, fue transformado en baptisterio, al que se le añadió un campanile en los siglos XIV y XV. Al sur y al este de la plaza central se despliega un laberinto de estrechas callejas, resultante de la expansión durante la Edad Media del viejo núcleo inicial de casas construidas en el interior del recinto.
   A partir de 812 Spalato creció desbordando las murallas del palacio de Diocleciano hasta convertirse en una importante ciudad bizantina. En 1105, tras padecer efímeras invasiones de Venecia y Croacia, la ciudad reconoció la soberanía de Hungría-Croacia, y combatió esporádicamente con la ciudad portuaria rival de Trogir. De 1420 a 1797 estuvo bajo el dominio de la República de Venecia. En 1797 el poder pasó a los austriacos, que la gobernaron hasta 1918, año en que Split entró a formar parte de Yugoslavia. Durante la Segunda Guerra Mundial las actividades portuarias de la ciudad fueron abortadas por los bombardeos tanto de los alemanes como de los aliados, aunque el centro histórico sobrevivió casi indemne.
   Además del impresionante palacio de Diocleciano, la ciudad de Split conserva otros monumentos de interés, como el ayuntamiento de estilo gótico veneciano, el campanario de la iglesia de Nuestra Señora del Campanario, el más antiguo de Dalmacia (hacia 1100), fortificaciones medievales y palacios renacentistas y barrocos. Subsisten también restos del acueducto que abastecía de agua al palacio de Diocleciano.
   El centro histórico de Split con el palacio de Diocleciano fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 1979.

  
  
  
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JOYAS DE LA COSTA DÁLMATA
  
Bibliografía consultada
  
- UNESCO. El Patrimonio Mundial (Incafo. Ediciones San Marcos)
- V.V.A.A. Gran Arquitectura del Mundo (edición dirigida por John Julius Norwich, H. Blume Ediciones, Madrid, 1981)



  
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