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 ALEJANDRÍA
 El faro que perdió su luz
Alejandria
  
   Alejandría, tú que fuiste Biblioteca y Faro del mundo, ¿qué fue de tu luz?
   ¿Cuándo se apagó ese resplandor que iluminaba el Mediterráneo y atraía a sabios, poetas y viajeros desde los más remotos países hasta las mismas puertas de Egipto?
   Alejandría, ciudad que nació de un sueño de Alejandro: su solo nombre evoca un pasado glorioso de ciencia y espíritu, en donde la sabiduría de los griegos brilló con su máximo fulgor, para luego ser extinguidas sus llamas y barridas sus cenizas por los vientos de la historia.
   Pero Alejandría resucitó y sigue siendo hoy, como lo fue antaño, una urbe bulliciosa y cosmopolita, punto de encuentro entre civilizaciones, principal puerto de mar y segunda capital del país del Nilo.

  
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Indice de textos
Donde Egipto se asoma al mar
Despojos de un pasado de gloria
Canope, la ciudad de los placeres
Abu Mena, la ciudad de los milagros


  
Rosetta, algo más que la piedra
El Faro de Alejandría
Alejandría. Breve historia
  
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   Siempre pervive Alejandría. A poco que camines
a lo largo de su avenida que culmina en el hipódromo,
verás palacios y monumentos que te asombrarán.
Aun cuando sufrieran daños por las guerras,
aun cuando hubieren menguado, siempre será un lugar maravilloso.
  
   C. P. Cavafis. Refugiados

  

  
Donde Egipto se asoma al mar
 
   El topónimo Alejandría, en árabe Al-Iskandariyah (de Iskander = Alejandro), hace referencia a un buen número de ciudades fundadas por Alejandro Magno en el transcurso de su campaña militar de Asia del 334 al 323 a C. Algunos ejemplos serían Alejandría Troas, cerca de Troya; Alejandría de Cilicia, la moderna Iskenderum o Alejandreta, en Turquía; Alejandría de los Arios, actual Herat, Afganistán; Alejandría de los Aracosios, actual Ghazni o Kandahar, Afganistán; Alejandría Escate ('Última'), en Sogdiana, actual Tayikistán; Alejandría del Indo, en el actual Pakistán; Alejandría en Gedrosia, en Beluchistán (Irán); Alejandría del Golfo Pérsico...
   De todas ellas, la Alejandría egipcia, favorecida por su excelente situación geográfica próxima a una de las desembocaduras del Nilo (la Boca Canópica), fue, con diferencia, la que más creció y prosperó. Su puerto era la puerta de entrada a Egipto, y por esa puerta penetró la cultura griega al país de los faraones.
Alejandria   Alejandría está ubicada en una franja de tierra entre el mar Mediterráneo y el lago Mareotis, en el extremo occidental del Delta del Nilo. Frente a la línea costera emergía en tiempos de Alejandro una isla de alargado perfil que resguardaba la orilla de los embates de las olas: la isla de Pharos. Los hombres de Alejandro fueron conscientes de las idóneas condiciones que ofrecía el sitio para acoger un puerto. Si se conectara la isla a tierra firme por un dique, se conformarían a uno y otro lado dos bahías que servirían de refugio a las embarcaciones.
   La ciudad fue fundada en 332 a C, y al poco Alejandro Magno prosiguió con su expedición, de la que no iba a volver con vida. No pudo por tanto presenciar, ni siquiera llegó a intuir, la gloria que iba a irradiar la urbe a la que dio su nombre.
  
Y de esta sorprendente expedición panhelénica,
victoriosa, resplandeciente,
afamada, gloriosa
como nunguna otra lo fue, surgimos nosotros,
un nuevo mundo griego, inmenso.
Nosotros: alejandrinos, antioquenos,
seléucidas y los otros
griegos incontables de Egipto y de Siria,
y los de Media y Persia, y tantos otros.
   C. P. Kavafis. En el 200 a. C.
  
   Tras la desintegración del imperio de Alejandro, los territorios conquistados por sus ejércitos fueron divididos entre varios de sus generales. Egipto fue asignado a Ptolomeo I (hijo de un general macedonio llamado Lagus), que asumió el título de rey. Dio así comienzo la dinastía lágida, o ptolemaica, la última de las dinastías reales del antiguo Egipto, que duró casi tres siglos (del 323 al 30 a C) y durante cuya regencia Alejandría no solo adquirió el rango de capital de Egipto, sustituyendo a las históricas Menfis y Tebas, sino que creció en poder y riqueza hasta constituirse en el mayor emporio comercial del Mediterráneo. Los ptolomeos fomentaron el cultivo de las artes y las ciencias, y Alejandría se convirtió en el más influyente centro cultural del mundo helenístico.
  
  
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    Mientras las viejas ciudades egipcias se sumían en un letargo provinciano, Alejandría continuó desarrollándose durante el dominio romano, para llegar a ser, por su tamaño, prosperidad y relevancia cultural, la segunda metrópolis del imperio después de Roma. Ciudad cosmopolita, punto de encuentro entre oriente y occidente, acogía entre sus habitantes a tres comunidades étnicas permanentemente asentadas (egipcios, griegos y hebreos), y por sus puertos y calles debió transitar un gran número de mercaderes, estudiantes, soldados, peregrinos y viajeros procedentes de todo el Mediterráneo.
Alejandria   Muchos fueron los autores de la antigüedad que visitaron y dejaron testimonios escritos sobre esta ciudad, ponderando su grandeza y su belleza. Así describe la Alejandría clásica Diodoro Sículo, que la conoció en el siglo I a C:
  
   La forma que (Alejandro) dio a la ciudad es aproximadamente la de una clámide, con una gran calle que divide la ciudad casi en su centro, una maravilla tanto por sus dimensiones como por su belleza. Se extiende de un lado a otro en una longitud de 40 estadios (unos 7 km) y en una anchura de un plectro (= 30 m) y está adornada, en toda su extensión, con edificios suntuosos, casas y templos. Alejandro mandó construir asimismo un palacio: este grande y majestuoso edificio es también una maravilla. Después de Alejandro, casi todos los reyes de Egipto, hasta nuestra época, han engrandecido el palacio con edificios suntuosos. En pocas palabras, la ciudad ha alcanzado con el tiempo tal extensión que muchos la consideran la primera ciudad del mundo. De hecho, por su belleza, dimensiones, la riqueza de sus rentas y todo lo que tiene relación con el placer, supera con mucho a todas las demás. En la época en que desembarcamos en Egipto, los que llevaban el registro de la población afirmaban que el número de los hombres libres era superior a 300.000 y que el rey obtenía de Egipto una renta superior a los 6.000 talentos.
   Diodoro de Sicilia (Bibliotheca Historica, XVII, 52, 45)
  
   El centro urbano de Alejandría estaba cercado por una muralla de 15 km de perímetro. Su red viaria era de trazado ortogonal, en forma de damero, articulada por siete calles en sentido este-oeste (la principal llamada Vía Canópica) y quince perpendiculares a las anteriores, que conectaban el lago Mareotis con los dos puertos de la ciudad, separados por el dique que se construyó para unir Alejandría con la isla de Pharos. El proyecto de estructura urbana fue confiado a Dinócrates de Rodas, aunque el propio Alejandro Magno participó en la planificación. Dinócrates se las ingenió para orientar las calles de modo que fueran barridas por los vientos del norte.
    Se construyó un canal para comunicar Alejandría con Canope, villa portuaria situada en una de las desembocaduras del Delta, de forma que las aguas del Nilo llegaban a Alejandría, y desde la ciudad se podía penetrar navegando en la principal arteria del país.
    En su periodo de mayor opulencia, Alejandría era una ciudad rebosante de templos y palacios de deslumbrante mármol, donde el urbanismo, la arquitectura y las artes helenísticas rozaron el cénit de su refinamiento. Había, al menos, dos templos consagrados al dios greco-egipcio Serapis. En el Emporium se levantaba el templo de Poseidón. El Cesareum era un templo fundado por Cleopatra en honor de Marco Antonio, que fue acabado por Octavio y consagrado al culto del emperador como dios viviente. En el portus magnus, acondicionado en la bahía occidental de Alejandría, se ubicaban los palacios reales. Cleopatra hizo erigir su palacio en el islote de Antirhodos. Marco Antonio mandó construir el suyo en el Timonium, una península artificial frente al palacio de Cleopatra. La ciudad estaba dotada de termas, teatros, auditorios y demás edificios de uso civil característicos del urbanismo griego, y engalanada con jardines en parte botánicos y en parte zoológicos.   
    Alejandría albergaba la más famosa biblioteca de la antigüedad. Formaba parte integrante del Museo (o templo en honor a las Musas) fundado por Ptolomeo I en el siglo III a C. Fue mantenida como la biblioteca real de Egipto por sus sucesores, y continuó existiendo bajo el gobierno romano hasta el siglo III d C.
   La Biblioteca era al mismo tiempo un museo, una escuela y un centro de investigación pedagógica. En ella se coleccionaba, clasificaba y editaba la que llegó a ser la mayor compilación de textos griegos existente en el mundo clásico. A la Biblioteca de Alejandría se debe no solo la conservación de escritos antiguos, sino gran parte de los conocimientos necesarios para su interpretación.
Alejandria   Pero el edificio más emblemático de la ciudad fue, sin duda, el Faro de Alejandría, construido bajo Ptolomeo II en la isla de Pharos, de la que tomó el nombre. En su tiempo fue calificado como una de las Siete Maravillas del Mundo, y se le considera el antepasado y prototipo de todos los faros.
   Los brillos de la riqueza de Alejandría atrajeron su maldición. La historia de Alejandría desde la antigüedad hasta su resurgimiento en la era contemporánea fue sumamente turbulenta, siendo la capital asediada, invadida y destruida en múltiples ocasiones. Señalemos la ocupación de Julio César en 47 a C, en el curso de la cual se produjo el primer gran incendio de la Biblioteca. Y la de Octavio en 30 a C en su guerra contra Marco Antonio y Cleopatra. La masacre general ordenada por el emperador Caracalla contra la población alejandrina en 216 d C. Las sucesivas invasiones de la reina Zenobia de Palmyra en 269; de los emperadores romanos Aureliano en 272 y Diocleciano en 295; de la emperatriz bizantina Teodora en 536; del rey persa sasánida Cosroes II en 619; y de Amr Ibn el-As, general del califa Umar, en 642. Por otra parte reyertas y tumultos estallaban periódicamente entre la población hebrea, que se sentía discriminada respecto al resto de los ciudadanos.
   A todo ello hay que sumar la furia destructiva de los movimientos sísmicos, que, además de derribar los principales edificios, provocaron transformaciones geográficas como el hundimiento en el mar de los complejos palaciegos de la bahía de Alejandría y las cercanas ciudades de Heraclión y Canope.
  
  
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   Alejandría decayó durante la Edad Media hasta quedar reducida a una simple población pesquera, en la que las culturas clásica y cristiana prácticamente desaparecieron para dejar paso a la nueva fe musulmana, con la consiguiente islamización del modo de vida y costumbres de sus habitantes.
   El renacer de Alejandría no iba a producirse hasta el siglo XIX, gracias a las políticas de modernización de Egipto emprendidas por el virrey otomano Mehmet Ali. En 1882 fue ocupada, junto al resto del país, por las fuerzas británicas, que implantaron un régimen colonial orientado a defender sus intereses comerciales.
   A principios del siglo XX Alejandría era la segunda ciudad más poblada de Egipto, y el principal puerto marítimo del país. Una ciudad multiétnica y multicultural, con barrios europeos, egipcios y judíos, cuyo ambiente de modernidad estaba impregnado de un aura de decadencia y un sentimiento de nostalgia por su pasado esplendor. Tal es la atmósfera que se respira en la poesía de Cavafis, el más reconocido de los poetas alejandrinos contemporáneos. Allí residió también el escritor inglés Lawrence Durrell, autor del Cuarteto de Alejandría, donde dejó dicho: "Una ciudad se convierte en un mundo cuando uno ama a uno de sus habitantes".
   Aunque Alejandría alojaba por entonces un considerable número de extranjeros (griegos, italianos y británicos), después de la Segunda Guerra Mundial éstos ya solo constituían un 10% de la población. Posteriormente ha continuado la emigración de minorías y la progresiva arabización de las costumbres sociales. Muchos judíos abandonaron la ciudad tras la fundación del estado de Israel. Los griegos, tras el golpe de estado militar de 1952 y los decretos de nacionalización de las empresas extranjeras, que afectaban negativamente a sus intereses. Del puerto de Alejandría zarpó aquel año rumbo al exilio el yate del depuesto rey Faruk. Las minorías europeas fueron abandonando el país tras la ocupación del Canal de Suez en 1956. Al final quedó en Alejandría una minoría foránea de apenas el 2%.
   En cuanto a la población autóctona, sin dejar de tener en cuenta las evidentes desigualdades de clases, endémicas en un país tan superpoblado como Egipto, las mayores diferencias sociales se dan hoy en el terreno de la religión, entre los egipcios musulmanes (85%) y los egipcios cristianos coptos.
Alejandria   El área al sur y sudeste de Alejandría ha sido invadida en las últimas décadas por una tupida red de complejos industriales, incluyendo manufacturas de algodón, papeleras, fábricas de asfalto, refinerías de petróleo y empresas de procesamiento y envasado de alimentos. Por el puerto de Alejandría pasa el 90% de las exportaciones e importaciones de Egipto. El producto más exportado y rentable es el algodón crudo, seguido de los cereales, frutas y verduras, así como artículos textiles, de madera y de plástico.
   Los habitantes de Alejandría se dedican en su mayoría al comercio y transporte de mercancías, a la pesca, o a trabajos en el puerto y las fábricas. Sin embargo, y al igual que en el resto del país, la intensa actividad empresarial no impide que se generen entre la población grandes bolsas de desempleo e indigencia. La inmigración constante de los fellahin o campesinos desde sus míseras aldeas a la ciudad, y su hacinamiento en barriadas apresuradamente construidas sin el más mínimo criterio de urbanismo, no hacen sino agravar el problema.
   Así describía su encuentro con la ciudad el periodista Manu Leguineche, que pasó por Alejandría en 1965, en su viaje de vuelta al mundo:

   Pronto nos asalta el trajín de esta ciudad, fundada hace más de dos mil años por Alejandro Magno, la de la biblioteca, la del faro famoso, pero también la de los ladrones y estafadores públicos. Alejandría es la cueva de Alí Babá. A los escasos segundos de bajar del coche, la corte de los milagros avanza hacia nosotros. Cambistas de dinero, mercaderes de todo lo imaginable, vendedores de kif y otras drogas, ropa, cuchillas de afeitar, condones, corbatas, afrodisíacos, absinta, extracto de esperma de ballena, mujeres, niñas vírgenes, hombres experimentados, fotos pornográficas, espectáculos de las mayores perversiones sexuales. Todo ello lanzado en múltiples idiomas –inglés, francés, alemán, griego, hebreo– y al mismo tiempo.
   Manuel Leguineche. El camino más corto
  
   Densamente urbanizados, hoy los barrios de Alejandría tienen ya poco de europeo y van adquiriendo cada vez más el aspecto característico de una ciudad egipcia, con mezquitas que erizan sus minaretes entre las aglomeraciones de casas de estilo impersonal, destartaladas y ajadas por el salitre, y, como contrapunto, el vivo colorido de los mercados callejeros a manera de zocos, abarrotados siempre de transeúntes.
   No solo por el número de sus habitantes, sino por su importancia económica y su poso cultural de milenios, la Alejandría del siglo XXI sigue ostentando el orgullo de ser 'la segunda capital de Egipto'.

  
  
  
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Despojos de un pasado de gloria
 
   Hoy quedan pocos vestigios arqueológicos de la antaño floreciente Alejandría grecorromana, aunque los muchos escritos que nos han llegado de autores clásicos que la describieron nos permiten reconstruir mentalmente su pasado esplendor.
Alejandria   La influencia de la cultura y la religión egipcias en las mentes helenísticas fue sin duda más profunda que la influencia inversa. Los ptolomeos y luego los romanos construyeron por todo Egipto templos en el arcaico estilo faraónico. Véase como ejemplo (foto26) el templo de Taposiris Magna, a 50 km de Alejandría, pero podríamos mencionar también los de Dendera, Esna, Edfú, Kom-Ombo o Filé. Adoptaron muchos de los dioses autóctonos, asimilándolos a las propias divinidades de su panteón: así, Amón era Zeus, Horus era Harpócrates, Min era Pan y Neith era Atenea. Anubis era visto como un guerrero romano. De la fusión de Osiris y el buey sagrado Apis surgió un nuevo dios, Serapis, cuyo principal santuario estaba en Alejandría. Isis, la ancestral diosa-madre de los egipcios, era la divinidad más venerada de la ciudad y estaba considerada como protectora de los navegantes. El culto a Isis y Serapis llegó hasta Roma y se expandió por todo el imperio romano.
   Sepultados por el desorbitado crecimiento urbano de los últimos siglos, apenas quedan trazas de los suntuosos templos a Isis o Serapis que jalonaban Alejandría, y ni rastro de edificios como el Museo, la Biblioteca o los palacios imperiales. Los dos antiguos obeliscos egipcios llamados las Agujas de Cleopatra, que antaño se levantaban a orillas de la bahía, fueron trasladados en el siglo XIX a Londres y Nueva York. Del antiguo Faro se conoce al menos el emplazamiento, ocupado desde el siglo XV por el fuerte del sultán mameluco Qaytbay
(foto05), aunque si se bucea por los alrededores se pueden ver en el fondo del mar enormes bloques de piedra labrada y fustes de columnas que en su tiempo formarían parte de la torre y se desplomaron con los terremotos.
   Aparte de los restos sumergidos en la bahía, lo poco que sobrevive de la Alejandría clásica se oculta en el subsuelo de la ciudad moderna, y va saliendo parcialmente a la luz en prospecciones arqueológicas llevadas a cabo en distintos puntos del centro, en medio de la vorágine urbanística y el caótico tráfico de vehículos que todo lo invaden.
   El teatro romano de Kom ed-Dik ha sido despejado y reconstruido con los elementos originales
(foto29), y su entorno acondicionado como un jardín. Se trata más bien de un auditorium (o según algunos estudiosos, un bouleuterion, un edificio para asambleas cívicas), con un graderío de doce escalones de mármol que permitía un aforo de unas 800 personas. Las columnas son de mármol cipolino importado de Asia Menor y de granito rosa de Asuán. Fue edificado en el siglo II d C y rehabilitado tres siglos más tarde para darle un uso religioso entre la población cristiana. A ello se debe que estuviera todavía intacto cuando se produjo la conquista árabe.
   Bajo una enorme masa de escombros que fue en ciertas épocas utilizada como cementerio por los musulmanes, han sido descubiertos los restos de unas grandes termas romanas, con bellos mosaicos de la época de Tiberio
(foto32).
   En la parte meridional de la ciudad se yergue aislada la columna llamada de Pompeyo (en realidad la erigió Diocleciano), de 30 m de alto incluyendo el pedestal, en el lugar que ocupaba el Serapeum principal (templo al dios greco-egipcio Serapis), que es el punto más alto de Alejandría
(foto33). La columna, de granito rosa, debió formar parte del Serapeum, y junto a ella se ha instalado una esfinge androcéfala de época ptolemaica (foto34), descubierta en 1906, también en granito rosa, la cabeza cubierta con un nemes o tocado faraónico.
  
  
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    Cerca están las catacumbas de Kom el-Shoqafa, que son las más complejas de las necrópolis helenísticas y romanas excavadas en la ciudad. Descubiertas en 1892, estas catacumbas (así llamadas por su similitud con las catacumbas cristianas de Roma) están datadas en el siglo I y principios del II d C, época de la dominación romana. Es probable que fueran en origen un enterramiento privado, convertido después en cementerio público. Las sepulturas más lujosas de Alejandría, como es el caso de ésta, se construían extramuros de la ciudad, y en cada una de ellas eran inhumados todos los miembros de una familia. Se componían generalmente de varias salas, con un triclinio o sala de banquetes funerarios y cámaras conectadas por pasillos en cuyas paredes se abrían los loculi, o huecos que habían de albergar los cuerpos de los difuntos. AlejandriaLas de Kom al-Shofaqa son rupestres, es decir, totalmente talladas en la roca madre del subsuelo, sistema 'constructivo' de larga tradición en la tierra de los faraones. Están distribuidas a tres niveles, encontrándose el más profundo inundado. Los diversos pasadizos concurren en una capilla central con una tumba de gran riqueza decorativa (foto35), antecedida por un vestíbulo cuya puerta está flanqueada por dos columnas con capiteles de haces de papiros, y protegida por pares de serpientes coronadas y medallones de medusas (foto36). La capilla está rodeada de tres grandes nichos, horadados sobre zócalos. En cada nicho hay un sarcófago cincelado en la misma roca y sus paredes están talladas con escenas funerarias en relieve (foto37). Observemos que la mayor parte de los dioses pertenecen al panteón egipcio (Horus, Anubis, Toth...); algunos motivos, personajes y vestimentas son, en cambio, grecorromanos (fotos 38 y 39). Los elementos arquitectónicos y decorativos (que incluyen también pinturas murales, foto40) son de tradición faraónica, interpretada a su manera por los romanos. He aquí una de las últimas muestras de decoración escultórica del Antiguo Egipto, aunque realizada con las técnicas iconográficas propias del arte clásico, ejemplo muy ilustrativo del sincretismo que se dio entre las dos culturas.
   No todas las ruinas de la Alejandría clásica son subterráneas. Las hay también subacuáticas. Desde mediados de los años noventa se vienen realizando investigaciones arqueológicas en las aguas de la bahía de Alejandría y las costas aledañas para detectar los restos de los edificios que desaparecieron tragados por el mar a causa de las inundaciones y hundimientos provocados por las sacudidas sísmicas que sufrió la región a lo largo de la historia. Bajo la dirección de Franck Goddio, un equipo especializado de arqueología submarina está llevando a cabo un plan integral de prospecciones, asistido por las últimas tecnologías, para cartografiar el fondo marino de la costa de Alejandría y sus monumentos sumergidos. Se han identificado así en la bahía los restos del palacio de Cleopatra en Antirhodos, y, en la costa cercana, la antigua ciudad de Heraclión, con su templo de Amón, y parte de la antigua Canope, con su templo de Serapis. Se han encontrado bajo las aguas pavimentos intactos, filas de columnas, capiteles, esfinges, estatuas, ánforas, diques y numerosos bloques sillares de granito. Algunas de estas piezas han sido rescatadas y devueltas a la superficie.
   El Museo Greco-Romano, uno de los más prestigiosos de Alejandría, alberga una valiosa colección de antigüedades de la Alejandría clásica y sus alrededores halladas en distintas excavaciones. Destacan por su gran número, calidad y variedad las obras de arte escultórico, que hacen gala de un gran refinamiento estilístico: las estatuas en mármol de dioses y diosas se alternan con bustos y retratos de ciudadanos y personajes de la vida corriente, lo que nos brinda la oportunidad de poder contemplar los rostros de los antiguos alejandrinos
(foto46). Son muy peculiares las estatuillas funerarias de terracota pintada procedentes de las necrópolis de Alejandría, representando mujeres ricamente vestidas (foto50), bailarinas, músicos, niños y animales grotescos; todas estas estatuillas han sido halladas en tumbas de niños, adolescentes o mujeres. La interesante sección de numismática del museo exhibe más de 7.000 monedas ptolemaicas y romanas acuñadas en Alejandría.
  
  
  

  
  
Canope, la ciudad de los placeres
Alejandria  
   Conocida también como Kanopos o Canobus, era una antigua ciudad egipcia ubicada a 24 km de Alejandría en un cabo de la costa occidental del Delta del Nilo, en la desembocadura llamada Boca Canópica, hoy totalmente obstruida por el tenaz proceso de sedimentación aluvial que experimentaron las tierras del Delta a lo largo de los siglos.
   La localidad era en su día un centro de recreo para los habitantes de Alejandría, al que podían trasladarse navegando por el canal que conectaba la capital con el río Nilo. Estrabón escribió que durante las panegirias, o grandes festividades, las muchedumbres descendían de Alejandría a Canope por el canal, surcado día y noche por embarcaciones repletas de hombres y mujeres que, al son de la música, se libraban sin descanso a las danzas más lascivas. Y que en Canope, los albergues que bordeaban el canal ofrecían a todos los recién llegados el doble placer de la danza y la buena comida.
   El lugar se llama en nuestros días Abukir y ya no es sino un pueblo de pescadores con algunas instalaciones balnearias y una playa. Su puerto está abarrotado de pequeños buques pesqueros
(foto52) decorados con pinturas populares de vivos colores (foto53).
   En las orillas y bajo las aguas del mar sobreviven los escasos restos de la antigua ciudad, entre los que se ha podido identificar el trazado de algunas calles, unas termas públicas y una tumba subterránea helenística. Los principales edificios, sin embargo, han desaparecido: entre ellos se contaban los templos a Amón, Osiris, Isis y, sobre todo, el renombrado templo de Serapis, mencionado por Estrabón como santuario de gran prestigio en todo el país por las 'curas maravillosas' que en él se producían.
   Osiris era venerado en Canope bajo la insólita forma de una vasija con cabeza humana. Este hecho dio pie a que se aplicara inadecuadamente por parte de los arqueólogos del siglo XIX la denominación de 'vasos canopes' o 'canópicos' a las características vasijas funerarias de época faraónica halladas en tantas tumbas, cuyas tapas reproducen cabezas humanas y animales, y en cuyo interior se conservaban las vísceras de los cadáveres tras la momificación.
   El patriarca Teófilo mandó destruir a finales del siglo IV los templos de Canope, al igual que hizo con el Serapeum de Alejandría, y sustituirlos por monasterios. A principios del siglo V, el patriarca Cirilo transportó a Canope los restos de los santos mártires Ciro y Juan, que estando enterrados en Alejandría, habían adquirido fama de hacer curaciones milagrosas (Ciro había sido en vida médico). La veneración a estos santos cristianos reemplazó en Canope al culto pagano de Isis y Serapis.
  
  
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Abu Mena, la ciudad de los milagros
Alejandria 
   El ingente patrimonio arqueológico de la época faraónica que atesora el Valle del Nilo ha relegado a un segundo término las manifestaciones artísticas de la época paleocristiana, de las que sobreviven numerosos vestigios en todo Egipto.
   Un ejemplo significativo lo constituye Abu Mena, hoy un campo de ruinas, antaño una ciudad santa donde supuestamente descansaban los restos del mártir cristiano San Menas de Alejandría (muerto en 296), uno de los más venerados santos de Egipto –y de las iglesias orientales– debido a los muchos milagros que se atribuyen a su intercesión. Menas era un soldado alejandrino que llegó a oficial del ejército de Diocleciano, pero rehusaba matar a los cristianos en las batallas. Declaró públicamente su fe cristiana, y animó a otros cristianos a seguir su conducta, razón por la que fue martirizado. La leyenda dice que el cuerpo de Menas fue trasladado en camello desde Frigia y fue enterrado en Egipto, en el lugar donde el camello se detuvo y no quiso continuar su camino. En aquel paraje surgía agua abundante de una fuente, que permitía cultivar olivos y vides, por lo que el lugar se llama localmente Karm Abu Mina ('los viñedos de San Menas'). Las propiedades milagrosas de las aguas de esta fuente empezaron a atraer devotos. El sitio se convirtió así en complejo monástico y meta de peregrinación, y pronto fue erigida una iglesia, que fue ampliada por el emperador Arcadio (395-408). Durante los siglos V y VI continuó creciendo gracias a las donaciones de los patriarcas de Alejandría y los emperadores de Bizancio.
   El mártir San Menas era representado de pie entre dos dromedarios, en una composición parecida a la tradicional de Daniel entre los leones. Podemos ver un relieve en mármol en el Museo Greco-Romano de Alejandría. Su estilo no tiene ya nada de egipcio: evoca más bien el arte paleocristiano de Europa y Asia Menor.
   El yacimiento se halla a 45 km al sudoeste de Alejandría, cerca de Wadi Natrum, en las lindes del palmeral del Delta con el desierto. Con un área de 1 km
², contiene restos de basílicas, monasterios, edificios públicos, calles, casas y talleres, aunque la mayor parte de estas edificaciones solo subsiste a nivel de los cimientos, todavía a medio despejar de las masas de tierra y escombros que los sepultan (foto56). El mármol fue utilizado con profusión, y a menudo hay ornamentaciones de mosaicos y mármoles incrustados. Por todas partes se ven tallas e incisiones en forma de cruz griega.
   En el centro se levantaba un conjunto arquitectónico formado por dos iglesias y un baptisterio: la iglesia funeraria con la tumba de San Menas y la iglesia cruciforme de los peregrinos. La Basílica de Arcadio, del siglo V, medía 60 x 27 m y sus tres naves con transepto se cubrían con un techo sostenido por 56 columnas de mármol. Es el más antiguo monumento cristiano de Egipto del que se conozca la fecha exacta. El baptisterio está situado en el extremo occidental de la basílica, con esquinas semicirculares y nichos de mármoles polícromos, siendo el único monumento que muestra estas características en la arquitectura copta primitiva. La Basílica Termal se utilizaba para almacenar las aguas terapéuticas usadas en las piscinas de agua caliente que la rodeaban. Los peregrinos se llevaban de la basílica ampollas de cerámica llenas de agua, marcadas con el sello de San Menas, de las que han sido hallados ejemplares en lugares tan alejados entre sí como Alemania, Sudán y Jerusalén.
   Tras las invasiones árabes, Abu Mena dejó se ser meta de peregrinaciones y el lugar fue progresivamente abandonado y expoliado. En el siglo IX un gobernador musulmán se apoderó del tesoro del santuario, lo que precipitó la ruina definitiva de la ciudad. El yacimiento fue redescubierto en 1905 por el arqueólogo alemás C. M. Kaufman. En sus cercanías fueron construidas en el siglo XX una nueva catedral dedicada a San Menas y un nuevo monasterio, Deir Meri Mina, de estilo neobizantino, que alberga actualmente una nutrida congregación de monjes coptos.
   El sitio arqueológico de Abu Mena fue declarado por la Unesco Patrimonio Mundial en 1979, e inscrito en 2001 en la lista del Patrimonio Mundial en peligro, debido a que sus estratos más profundos están siendo inundados de agua por el ascenso de la capa freática.
  
  
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Alejandria
Rosetta, algo más que la piedra
   
   Rosetta (deformación del árabe Rashid) es la ciudad donde se descubrió en 1799 la célebre piedra de Rosetta, cuya inscripción trilingüe proporcionó a Champollion la clave para descifrar la antigua escritura jeroglífica egipcia y arrojar así luz sobre muchos de los misterios que oscurecían la historia del país de las pirámides.
   Aunque el nombre de Rosetta es mundialmente conocido gracias a este feliz hallazgo, lo cierto es que poco más se sabe a nivel popular de esta histórica población egipcia, raras veces visitada por los viajeros modernos, que durante la Edad Media superó a Alejandría en importancia y fue hasta el siglo XIX el principal puerto de Egipto.
   Fundada por los califas abasíes en el siglo IX, probablemente sobre las ruinas de un asentamiento más antiguo, Rashid/Rosetta está ubicada a orillas de la rama occidental del Nilo, a 12 km de su desembocadura en la antaño llamada Boca Bolbitina, y a 65 km al nordeste de Alejandría. Un punto estratégico que permitía controlar una de las principales vías de acceso a Egipto, y que alcanzó prosperidad como puerto comercial gracias al monopolio del arroz que crecía en el Delta. La ciudad estaba dotada de dos fuertes defensivos y un gran número de mezquitas, así como iglesias coptas y greco-ortodoxas, el conjunto rodeado de murallas que se conservan aún en todo su perímetro. Su apogeo llegó en los siglos XVII y XVIII, y más tarde declinó coincidiendo con el resurgimiento de Alejandría.
   La arquitectura popular de Rosetta es inhabitual en Egipto. Consiste en casas altas de muros de ladrillos reforzados con entramados de vigas y con los pisos superiores asomando en saledizos, perforados de ventanas que despliegan una gran variedad de celosías de madera. Las mezquitas poseen una estructura peculiar, refundidos los cuatro iwanes en una única sala cuadrada cuya techumbre de madera está sostenida por columnas. La mayor es la mezquita Zaghlul, que despliega en la sala de oración todo un bosque de columnas monolíticas: la mayoría de los fustes y capiteles están reaprovechados de antiguos monumentos de la época clásica
(foto57).
   Aunque Alejandría le ha arrebatado el primer puesto como ciudad portuaria, Rosetta, con sus molinos de arroz, su industria pesquera y sus animados zocos
(foto58), sigue manteniendo hoy en día una relevante función comercial en la costa mediterránea de Egipto.
  
  
  
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El Faro de Alejandría
 
   Lo único seguro es el faro, verdad indiscutible, señor del día y la noche, promesa de Alejandría.
   José Luis Sampedro. La vieja sirena
Alejandria     
   Alejandría estaba construida en la franja de tierra que separaba el mar Mediterráneo del lago Mareotis (o Maryut), una marisma de aguas salobres a dos metros bajo el nivel del mar, hoy parcialmente rellenada de tierra y cultivada. La silueta de la isla de Pharos se recortaba en el horizonte marino frente a la costa.
   Según Homero, la isla de Pharos era el hogar de Proteo, el profético Anciano Hombre del Mar y pastor de las bestias oceánicas, que tenía el don de la metamorfosis y se transformaba para huir de sus captores en toda clase de animales, plantas y objetos.
   La isla de Pharos fue unida al continente por un puente o malecón construido por Dexiphanes de Cnido denominado Heptastadion, porque tenía siete estadios de largo (un estadio era una unidad de medida griega equivalente a 180 m, por lo que el Heptastadion superaría el kilómetro de longitud). Con el tiempo, el dique fue cubriéndose de sedimentos hasta conformar un auténtico istmo de casi un kilómetro de ancho, hoy totalmente urbanizado. La ínsula se transformó en península. A uno y otro lado del istmo se formaron dos bahías: la occidental, el Eunostos, alberga hoy el puerto industrial. La oriental, la Bahía de Alejandría, es usada como puerto de pesca y recreo, y está enmarcada por un paseo marítimo (la Corniche) completado en 1934 y un frente de viviendas, muchas de ellas en estilo art-deco
(foto25), alineadas en una curva de tres kilómetros.
   En la punta este de la isla de Pharos se levantaba el Faro de Alejandría, una de las Siete Maravillas del mundo antiguo, según la catalogación atribuida a Filón de Bizancio. En su tiempo fue la torre más alta nunca construida.
  
   En el extremo de la isla hay un escollo que está rodeado totalmente por el mar, en el que se levanta una torre que ha sido construida de manera admirable, de mármol blanco y con muchos pisos; la torre recibe el mismo nombre que la isla.
   Estrabón, XVII, 1, 6
  
  
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   Recordemos cuáles eran las Siete Maravillas del Mundo: las pirámides de Egipto, los jardines colgantes de Babilonia, la estatua de Zeus en Olimpia, el Coloso de Rodas, el Artemision de Éfeso, el Mausoleo de Halicarnaso y el Faro de Alejandría.
   La construcción de este Faro, que iba a ser el prototipo de todos los faros del mundo, fue iniciada bajo Ptolomeo I y completada bajo su sucesor Ptolomeo II hacia 280 a C. El proyecto fue encomendado a Sóstrato de Cnido, cuya misión era erigir una gran torre de avisos que sirviera para guiar a los navíos que se dirigían al puerto de Alejandría.
Alejandria   Al igual que la tumba de Mausolo dio nombre genérico a todos los grandes monumentos funerarios que la siguieron, la torre de Pharos hizo lo propio con las torres de señales para la navegación. Medía más de 120 metros de alto y en su cúspide se mantenía encendida durante la noche una gran hoguera, la luz de cuyas llamas podía ser percibida mar adentro desde muy lejanas distancias (según Flavio Josefo, desde 60 km).
  
   ¡El faro! Ahí al otro extremo de la isla, apenas a ocho estadios. La portentosa columna de mármol con su fanal cilíndrico en lo alto, visible sobre las palmeras del patio de las mujeres, alzándose hasta las nubes como para sostener el cielo. Sombrío por la mañana a contraluz de levante, resplandece por la tarde como un blanquísimo espejo vertical, hasta enternecerse de rosa y malva en el ocaso. De noche ese gigante se funde en la tiniebla, pero en el cielo nace un astro rojo, la estrella más violenta, la desmelenada hoguera cuyas danzantes llamas sosiegan a los navegantes hasta a trescientos estadios y llenan de rojiza luminosidad el jardín y los muros de la Casa Grande.
   José Luis Sampedro. La vieja sirena
  
Los vientos de costado no me asustan.
Me río de tempestades y naufragios.
Alejandría de anchas calles
me recibirá sano y salvo...
   C. P. Kavafis. Comerciante alejandrino
  
  
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   El Faro no solo orientaba a los navegantes en la oscuridad de la noche, sino también durante las horas diurnas, mediante el procedimiento de generar una gran columna de humo que pudiera ser avistada a gran distancia. Se dice que en días de niebla se emitían desde el faro señales sonoras, utilizando para ello unas figuras instaladas en lo alto del faro a modo de acróteras que representaban tritones músicos soplando bocinas. 
   El Faro de Alejandría todavía estaba en pie en el siglo XII. Pero en 1303 y 1323 la isla de Pharos sufrió fuertes terremotos que ocasionaron el derrumbamiento de la torre. En 1477 el sultán Qaytbay construyó un fuerte y una mezquita sobre las ruinas, reutilizando parte de sus materiales. Aunque usurpa el emplazamiento del Faro, suscitándonos sentimientos de añoranza por la maravilla perdida, hay que reconocer que el fuerte de Qaytbay (1468-1496, sultán mameluco cuyo mausoleo se puede admirar en El Cairo, ver foto) no solo supone una ilustrativa muestra de los sistemas defensivos árabes de la época, sino que es también en sí misma una sobresaliente obra de arquitectura
(foto06).
   Otros restos del Faro fueron a parar al fondo del mar, y han sido detectados por buceadores especializados en arqueología submarina. Se han inventariado así bajo el agua enormes bloques tallados en forma prismática que muy bien podrían haber sido sillares de la plataforma base del faro, y fustes cilíndricos de columnas que formarían parte de un pórtico columnado. Y se han rescatado esfinges de granito y fragmentos de una estatua de Isis Faria.
Alejandria   El concepto de Isis como diosa de la navegación tuvo su origen en Alejandría. Cuando la ciudad se convirtió en un poderoso puerto comercial, la divinidad adoptó una nueva faceta como protectora de los navegantes: Isis Faria. Su templo, asociado a la torre-guía, se levantaba en la misma isla de Pharos. La figura de Isis Faria aparece en numerosas monedas acuñadas en la ceca de Alejandría, que son exhibidas en el Museo Greco-Romano. Está representada sosteniendo una vela de barco inflada por el viento, y ante ella se levanta la torre del Faro. En las monedas mejor conservadas se aprecian los detalles arquitectónicos del famoso monumento, emblema de la ciudad, que, aunque algo deformados por condicionantes de composición, permiten hacernos una idea bastante cabal del aspecto que presentaría ese Faro que maravilló a los viajeros de la antigüedad.
  
   Sí, el faro, elevándose en todo su esplendor desde la maciza base cuadrada, con las habitaciones de servicios y las rampas de subida de la leña, hasta la dorada estatua de Poseidón en el remate, a casi trescientos codos sobre el mar.
   José Luis Sampedro. La vieja sirena
  
  
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   Sabemos así que el Faro estaba compuesto de tres niveles claramente diferenciados. El nivel de base era una enorme mole cuadrada de gran altura, el nivel intermedio era de planta octogonal y el nivel superior era cilíndrico. En las monedas se distinguen además las figuras de los tritones músicos antes mencionados y se ve que la torre estaba rematada por la estatua de una deidad, probablemente de Poseidón, dios de los mares. Aunque no se sabe a ciencia cierta, es muy factible que en el interior de la torre se hubiera habilitado una rampa de ascenso y descenso, con el fin de que las bestias de carga pudieran acarrear hasta la cima la leña que alimentaba el fuego perpetuo con el que el Faro daba su luz.
   Examinemos ahora un vestigio arquitectónico que parece corroborar los anteriores datos. Se halla en la costa mediterránea, a 50 km al oeste de Alejandría, en un lugar llamado Abusir.
   Abusir es el nombre actual del sitio donde antaño se levantaba Taposiris Magna, una importante ciudad egipcia de la época grecorromana, de la que sobreviven aún en pie los dos cuerpos del pilono oriental del gran templo dedicado a Osiris: fue erigido durante el imperio romano, pero es evidente que su arquitectura nada tiene de clásica, sino que responde al modelo constructivo de los templos del Egipto faraónico
(foto26).
   En la cima de una pequeña colina desde la que se avista el mar, se levanta solitaria una torre de piedra de la época romana, que bien pudo ser un faro
(foto07). Si el desaparecido Faro de Alejandría fue el padre de todos los faros, el de Abusir podría calificarse como uno de sus hijos pequeños. La torre de Abusir está articulada en tres pisos: la base es de planta cuadrada, el cuerpo medio es octogonal y la torre superior es cilíndrica. Este esquema estructural no solo coincide con el perfil del faro que aparece en las monedas alejandrinas, sino que se ajusta a las descripciones que hacen del Faro de Alejandría los escritores clásicos que lo vieron.
   Algunos investigadores sostienen que los minaretes musulmanes de las mezquitas medievales egipcias copiaron la forma del Faro de Alejandría. Efectivamente, podemos comprobar que muchos de estos minaretes (ver foto del complejo de Qalaun en El Cairo), aunque muy estilizados y profusamente decorados de arabescos, repiten en esencia el esquema arquitectónico del Faro: cuerpo bajo cuadrado, cuerpo medio octogonal y cuerpo superior circular.

  
  
  
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Alejandría. Breve historia
 
   Alejandría fue fundada por Alejandro Magno cuando pasó el invierno de 332-331 a C en Egipto. En su campaña militar contra el imperio persa, tras la victoria en la batalla de Isos y el sometimiento de las ciudades costeras fenicias y de Gaza, los ejércitos de Alejandro entraron en el país del Nilo. Alejandro fue recibido por los egipcios como liberador del yugo persa aqueménida al que habían estado sometidos –con una breve interrupción de sesenta años– desde la conquista de Cambises. Recibió en Menfis el rango de rey del Alto y del Bajo Egipto. Visitó el oráculo de Amón en el oasis de Siwa, que le confirmó como hijo del dios. "Dijo al rey con palabras categóricas que él era un hijo de Zeus" (Estrabón). En su viaje rumbo al oráculo por la costa mediterránea se percató de la idoneidad que ofrecía la isla de Pharos para crear un puerto.
  
Fundación mítica de Alejandría
  
   Después de apoderarse del Egipto, quiso edificar en él una ciudad griega, capaz y populosa, a la que impusiera su nombre. Ya, por consejo de los arquitectos, iba a medir y circundar el lugar, cuando, por la noche, al dormirse tuvo una visión maravillosa: parecióle que un varón de cabello cano y venerable aspecto, puesto a su lado, le recitaba estos versos:
   En el undoso y resonante Ponto
   hay una isla, a Egipto contrapuesta,
   de Faro con el nombre distinguida.
   Levantándose, pues, marchó al punto a Faro, que entonces era isla, situada un poco más arriba de la boca del Nilo llamada Canópica, y ahora está unida al continente por un terraplén. Cuando vio aquel lugar tan ventajosamente situado –porque es una lengua de tierra llana que a manera de istmo separa ligeramente, de una parte, el gran lago (Mareotis), y de otra, el mar que remata en el anchuroso puerto–, no pudo menos de exclamar que Homero, tan admirable en todo lo demás, era al propio tiempo un habilísimo arquitecto, y mandó que le trazaran el plano de la ciudad acomodado al sitio. Carecían de tierra blanca; pero con harina, en el terreno, que era negro, describieron un gran círculo, cuya circunferencia interior limitaban dos bases rectas, de forma que resultaba la figura de una clámide (prenda de vestir macedonia que usaba Alejandro).
   Cuando el rey estaba sumamente complacido con este diseño, aves en inmenso número y de toda especie acudieron repentinamente a aquel sitio a manera de nube y no dejaron ni señal siquiera de la harina; de manera que Alejandro concibió pesadumbre con este agüero; pero los adivinos le calmaron diciéndole que la ciudad que trataba de fundar abundaría de todo y daría el sustento a hombres de diferentes naciones; con lo que dio orden a sus encargados para que pusieran manos a la obra, y él emprendió viaje al templo de Amón.
   Plutarco. Vidas paralelas (V, 26)
  
   Alejandro ocupó la isla de Pharos, y mandó construir una muralla en tierra firme que englobara la vieja aglomeración urbana de Rakotis, situada en la desembocadura más oriental del Nilo en el Delta (hoy cegada por la sedimentación) a la que anexionó un barrio occidental llamado Neapolis, que pretendía suplantar a Naucratis (un emporio griego instalado en el Delta desde al menos el siglo VII a C), convirtiéndolo en una base naval. 
Alejandria   Unos meses más tarde Alejandro abandonó Egipto para proseguir su incursión conquistadora en tierras de Asia, y ya solo volvió como cadáver para supuestamente ser inhumado en Alejandría. El conquistador macedonio murió en 323 a C, a los 33 años, en Babilonia. Las fuentes literarias no están de acuerdo sobre la historia del traslado del cuerpo de Alejandro a la ciudad que fundó en Egipto, ni sobre la ubicación de su sepulcro.
   ¿Y dónde está o estuvo el mausoleo de Alejandro Magno? Su localización sigue siendo hoy objeto de controversia. En un primer momento el cuerpo podría haber sido enterrado en Babilonia, la ciudad donde murió. Luego pudo ser inhumado en Menfis, la capital de Egipto, o en Macedonia, su país de origen. Algunos arqueólogos aseguran que tiene que estar en la misma Alejandría, concretamente en el Soma, o necrópolis de los reyes sucesores de Alejandro, todavía por descubrir en el subsuelo de la ciudad. Otros afirman que la tumba de Alejandro se halla en el lugar donde fue confirmado como hijo de dios: en el oasis de Siwa, emplazamiento del oráculo de Zeus-Amón en el desierto líbico.
  
  
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Periodo ptolemaico
  
   En los acuerdos sobre la repartición de la herencia de Alejandro, Egipto pasó a manos del general Ptolomeo, hijo de Lagus, primero como gobernador y más tarde con título real, con el nombre de Ptolomeo I Sóter. Cleomenes, virrey de Alejandro, continuó con el programa de construcción de Alejandría.
   Teniendo muy en cuenta que el precedente reinado de los aqueménidas, derrocado por Alejandro, había despertado en la población egipcia una actitud general de hostilidad hacia la ocupación persa, los nuevos soberanos reorganizaron el sistema político de Egipto e hicieron de Alejandría su capital. Griegos y macedonios conformaron la nueva clase dominante y ocuparon los cargos directivos del gobierno, la economía y el ejército. El griego se convirtió en la lengua de la administración.
Alejandria   Con los macedonios también llegaron a Egipto numerosos mercenarios de las comarcas de Grecia, Asia Menor y los Balcanes que habían militado en las tropas de Alejandro, y que se establecieron con sus familias en Alejandría como fuerzas de reserva. También había sectores de población de origen persa, sirio y judío, que vivían en barrios separados. Ptolomeo I asignó a la colonia judía un barrio al este de la capital.
    Heredando el comercio de la ciudad fenicia de Tiro y convirtiéndose en el principal centro del tráfico mercantil entre Europa y Oriente, en menos de un siglo Alejandría superó en tamaño y poderío económico incluso a Cartago.
   Nuevas técnicas de regadío posibilitaron una agricultura más intensiva, y con el incremento de los tributos agrícolas los ptolomeos llegaron a ser, de entre todos los reyes que sucedieron a Alejandro, la dinastía más poderosa y opulenta. En el siglo III a C controlaban, además del Valle del Nilo, una amplia franja de la costa norteafricana, las costas fenicias y de Asia Menor, Chipre y varias islas griegas.
   De la mano de la prosperidad económica de Alejandría se produjo paralelamente un extraordinario auge de la cultura. Los soberanos ptolemaicos promovieron en su capital las artes, las letras y las ciencias y financiaron múltiples instituciones relacionadas con el saber. Centro del helenismo y también de la enseñanza semítica, Alejandría devino el punto focal del conocimiento griego en su más avanzada fase de desarrollo. Allí los ptolomeos fundaron el Museion, un templo consagrado a las Musas, el Museo que dio nombre a todos los museos, y que era en esencia un centro de actividad pedagógica y científica. "Posee un paseo, una exedra y una enorme casa en la que se celebran los banquetes en común de aquellos que toman parte en las discusiones de los filósofos del museo" (Estrabón, XVII, 1, 8).
   El Museo albergaba una inmensa Biblioteca de más de 500.000 volúmenes, que atrajo a grandes estudiosos de todo el mundo griego (como Teócrito, Calímaco y Apolonio de Rodas), y se hizo legendaria en la historia como símbolo y compendio del saber humano. Inspirándose, según Estrabón, en la biblioteca de Aristóteles, fue planeada por Ptolomeo I Sóter y construida por Ptolomeo II Filadelfo (308-246 a C), con la colaboración de su consejero Demetrio de Falero. Su propósito era recopilar el corpus total de la literatura griega, en las mejores copias disponibles y ordenadas de forma sistemática para una mejor consulta. Entre los más ilustres eruditos y sabios griegos que dirigieron la Biblioteca figuran el poeta Calímaco, el matemático Eratóstenes, el filósofo Aristófanes de Bizancio y el filólogo Aristarco de Samotracia. Aquí se redactó dos siglos antes de Cristo la Septuaginta, la primera de las traducciones al griego del Antiguo Testamento.
Alejandria   Alejandría era también un foco de investigación científica. El gran matemático y astrónomo Eratóstenes llevó a cabo sus experimentos y redactó allí su obra en el siglo III. Se dice que la escuela de matemáticas de Alejandría fue fundada por Euclides. Hacia el 300 a C se había creado una prestigiosa escuela de medicina, en la que enseñaron maestros como Herophilo, autor de uno de los primeros tratados de anatomía, y Erasistrato, considerado por algunos como fundador de la psicología.
    En las artes plásticas sobresalieron pintores como Apeles y Antiphilos. Alejandría era el mayor centro de producción de mosaicos del mundo helenístico, y destacó también por la belleza de sus cerámicas y por sus innovadores talleres de artesanía de vidrio.
   La mayoría de estas instituciones mantuvieron su actividad durante el periodo romano, hasta que el Museo y la Biblioteca fueron destruidos durante la guerra civil del siglo III d C. Una segunda biblioteca fue incendiada por los cristianos en 391 d C, a instigación del patriarca Teófilo.
  
  
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Periodo romano y cristiano
  
   Bajo los reyes ptolomeos Alejandría se había convertido en el puerto más importante del Mediterráneo. Los ingresos por tasas portuarias eran ya enormes cuando Ptolomeo XI entregó en el 80 a C la antigua ciudad a los romanos. Bajo la pax romana Alejandría, puerta de entrada al granero del imperio que era Egipto y que monopolizaba el tráfico de especias con la India, llegó a ser el emporio comercial más grande del mundo, y objeto de ambición de los emperadores.
   Como polis griega independiente, Alejandría tuvo su propio senado en tiempo de los romanos, y adquirió el estatus virtual de segunda capital del imperio tras Roma.
   En Alejandría Julio César fue cortejado por Cleopatra VII, que intentaba atraerle a su bando en sus luchas por la sucesión al trono contra su hermano Ptolomeo XIII (que había asesinado a Pompeyo). Ptolomeo XIII perdió la guerra, que tuvo como 'daño colateral' el primer incendio de la Biblioteca de Alejandría. Marco Antonio la reconstruyó en el Serapeum, y la enriqueció con 200.000 volúmenes que hizo traer de la biblioteca de Pérgamo.
    Tras el asesinato de Julio César, Alejandría fue uno de los escenarios de los amores entre Cleopatra y Marco Antonio, que mandaron construir suntuosos palacios en la ciudad y los alrededores. Ambos fueron derrotados el año 31 a C en la batalla de Actium por Octavio (el futuro César Augusto) y se refugiaron en Egipto, donde acabaron suicidándose, llegando así la dinastía lágida a su fin. El hijo de Julio César y Cleopatra, Cesarión, fue asesinado para abortar cualquier pretensión dinástica. Octavio se proclamó emperador en Roma, y asumió el poder de Egipto, que fue declarado propiedad particular de los emperadores romanos. Fundó una ciudad rival en las cercanías para restringir las funciones de Alejandría en la exportación de grano al imperio. Alejandría, sin embargo, prevaleció en el envite.
Alejandria    El primer obelisco egipcio que se llevó a Roma fue trasladado por orden de Augusto para hacer las funciones de gnomon en un gigantesco reloj solar y –tal dice la inscripción en su base– como símbolo de la 'sumisión de Egipto al poder del pueblo romano'.
   Caracalla perpetró una masacre general contra los habitantes de Alejandría en 216 d C, como represalia por haber sido su persona objeto de sátiras por parte de la población, y dividió después la ciudad en varias zonas separadas por murallas y torres.
  
  
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   Según la tradición, San Marcos bautizó a los primeros cristianos en Alejandría hacia el año 45, marcando este hecho el comienzo a una nueva fase en la historia de la ciudad. Con la cristianización del imperio romano, Alejandría adquirió nueva importancia como un centro de teología y como sede de gobierno de la iglesia. A mediados del siglo II d C se fundó la 'Escuela de Alejandría', conocida también como Didascaleo, la primera institución cristiana de enseñanza superior, que, además de impartir teología cristiana, enseñaba la ciencia y filosofía griegas. Entre sus maestros podemos mencionar a los padres de la iglesia Clemente y Orígenes. Esta Escuela fue un importante centro de difusión del método alegórico de interpretación bíblica, que intentaba un acercamiento entre la cultura griega y la fe cristiana, por contraposición al método literal de interpretación defendido por la Escuela de Antioquía.
    Hacia el siglo IV, la religión cristiana había arraigado profundamente entre la población de Egipto. El copto, idioma nativo, con una nueva escritura basada en el alfabeto griego, transmitió la Biblia y los textos de los padres de la iglesia a los campesinos. La política de tolerancia con el cristianismo del emperador Constantino dio impulso a la fundación de una iglesia egipcia independiente, que pronto rivalizó con la de Constantinopla.
    Los patriarcas ortodoxos alejandrinos a menudo se opusieron a sectores de la población de Egipto que tendían a abrazar enseñanzas cristianas heterodoxas (como el arrianismo y el monofisismo). Por añadidura, en todo el país se produjo un movimiento eremítico, donde grandes personalidades, empezando por San Antonio, se retiraban a los desiertos de la región conocida como la Tebaida a hacer vida de anacoretas.
Alejandria 
   Los creyentes también discrepaban en su manera de vivir. Unos veían la virtud en aplicar su credo a la vida cotidiana, sometiéndose a las leyes del Imperio romano. Otros rechazaban esa organización y vivían en comunidad de bienes, con supresión de lujos e igualdad entre todos. Algunos pretendían extender estos principios a la sociedad entera, propugnando la distribución de las riquezas, la sustitución de toda autoridad y poder por la fraternal solidaridad y la supresión de armamentos y soldados a fin de instaurar una paz definitiva; no vacilando en perseguir tales objetivos –era el caso de los llamados 'terroristas'– mediante la misma violencia utilizada por sus perseguidores, con tal de destruir el orden social del imperio. Por último, los menos, se refugiaban en desiertos o retiros para resolver individualmente la contradicción entre sus principios y el sistema establecido, fundando los primeros eremitorios donde imperaban el ascético silencio y las mortificaciones que, junto con el ardor espiritual, reducían el cuerpo de aquellos hombres al nivel de la más frágil subsistencia. Cada doctrina esgrimía frente a las demás sus argumentos teológicos, proclamando su verdad frente a las opuestas herejías, y los odios eran terribles; se aborrecía más al hermano discrepante que al romano, judío o egipcio todavía no tocado por la luz de algún evangelio.
   José Luis Sampedro. La vieja sirena
  
   El arrianismo fue proclamado por primera vez en Alejandría. Se trataba de una doctrina teológica formulada por Arrio en el siglo IV, que sostenía que la naturaleza de Cristo era humana y no divina. Más tarde se propagó el monofisismo, que defendía la unidad de las naturalezas humana y divina de Cristo.
   San Atanasio, obispo de Alejandría (296-373), combatió el arrianismo y otras 'herejías', logrando implantar la línea ortodoxa, y neutralizó la reacción de los paganos al cristianismo. A partir de la condena absoluta del paganismo por el edicto de Teodosio (392) se sucedieron la destrucción del templo de Serapis, el saqueo de la Biblioteca, la clausura de templos y su transformación en iglesias. El golpe de gracia al paganismo lo asestó el edicto de Justiniano de 551, que ordenaba cerrar todos los templos y escuelas.
   No podemos dejar de invocar aquí la figura de la célebre Hipatia, filósofa de la escuela neoplatónica que enseñó en Alejandría astronomía y matemáticas, y falleció en 415 linchada por una turba de seguidores del obispo Cirilo. Con su muerte murió también la cultura griega en Alejandría.
   Hoy día esta ciudad sigue siendo sede del patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Alejandría, una religión cristiana de corte ortodoxo-oriental independiente de Roma y segunda en rango honorífico tras la Iglesia de Constantinopla. El patriarca de Alejandría es considerado como el sucesor del evangelista San Marcos y cabeza de la Iglesia Ortodoxa de África.
  
  
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Periodo islámico
Alejandria  
   Para el resto de los habitantes de Egipto, Alejandría siempre había representado una cultura foránea. Con el declive del imperio romano se debilitó su influencia sobre el interior del país, perdiendo gran parte de su importancia comercial y disminuyendo su población.
   En 616 fue tomada por los persas sasánidas (Cosroes II) en la que fue la máxima expansión de este imperio. El dominio sasánida fue efímero y pronto sustituido por los bizantinos. En 642-646 la ciudad fue conquistada por los árabes, bajo el mando de Amr Ibn el-As, general del califa Umar, que recibió el cargo de gobernador. El resto de Egipto cayó al poco tiempo sometido a sus riendas. Se atribuye erróneamente a Amr la quema de los libros de la Biblioteca de Alejandría obedeciendo órdenes del califa, quien habría sentenciado: "Si estos libros contradicen el Corán, son peligrosos; si lo confirman, son inútiles". Lo cierto es que la Biblioteca había sido destruida por los cristianos siglos antes de la llegada de los musulmanes.
   El establecimiento de una nueva capitalidad en Fustat (cerca del sitio donde iba a crecer El Cairo) y la preferencia de los árabes del desierto por las rutas terrestres contribuyeron a la decadencia de Alejandría, que quedó reducida a una mera base naval.
   Durante la Edad Media, el asentamiento musulmán estuvo confinado en una pequeña fracción de la superficie que antes ocupaba la ciudad romana amurallada. Hacia 875 Ibn Tulun hizo derribar las antiguas murallas. La ciudad experimentó, no obstante, algunos periodos de revitalización. Primero cuando se tomó conciencia del papel estratégico de la costa mediterránea con motivo de las incursiones de los cruzados en el siglo XII y las campañas marítimas de los mamelucos en el siglo XIII. Y luego al beneficiarse del creciente interés de las potencias europeas por el tráfico de especias de Oriente, sobre el que Egipto mantuvo el monopolio hasta finales del siglo XV.
   El ocaso definitivo de la fortuna de Alejandría sobrevino cuando los portugueses descubrieron en 1498 una nueva ruta marítima a las Indias circunnavegando el continente africano. A la debacle económica que ello supuso para una ciudad que había sido puerta de entrada al Índico y a Asia, se añadió en 1517 la conquista de Egipto por los turcos. El viejo asentamiento amurallado quedó abandonado y se construyó una nueva 'ciudad turca' en el istmo que se había formado por sedimentación entre la isla de Pharos y la tierra firme. El canal que unía Alejandría con Canope fue descuidado y terminó por cegarse, y como consecuencia la ruta comercial del Nilo fue desviada a Rosetta (Rashid), que creció económicamente a expensas de Alejandría.
   Abu Al-Abbas Al-Mursi, un maestro sufí nacido en Murcia en 1219, impartió sus enseñanzas en Alejandría. Está enterrado en la mezquita Al-Mursi, que es la más grande de la ciudad, construida en 1775 por devotos magrebíes sobre la tumba del santo
(foto08).
   En el siglo XVIII Alejandría era una pequeña ciudad pesquera que iba a ver todavía reducida su importancia en las guerras entre los franceses, los británicos y los mamelucos desencadenadas en 1798 por Napoleón a raíz de su campaña de Egipto.
  
  
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Periodo contemporáneo
Alejandria  
   El renacimiento de Alejandría llegó de la mano de Mehmet Ali Pasha, virrey otomano de Egipto de 1805 a 1848, que ambicionaba la modernización del país del Nilo. Alejandría era el único punto de Egipto donde podía instituirse una marina. Mehmet Ali restauró el canal que conectaba Alejandría con el Nilo, y por tanto con el resto del país, con lo que Alejandría adquirió ventaja sobre Damieta o Rosetta. Construyó nuevos muelles y un arsenal en el puerto occidental, e implantó industrias en la periferia. Se hizo erigir un palacio en la isla de Pharos, desde donde supervisaba las obras.
   Su política de desarrollo fue continuada durante el virreinato del jedive Ismail (1863-1879), que abrió nuevas vías de comunicación y promovió un urbanismo a la europea. Tras la construcción de la vía de ferrocarril que conectaba Alejandría con Suez vía El Cairo y la posterior apertura del Canal de Suez (1869), la ciudad creció rápidamente y atrajo a comerciantes extranjeros que se aprovecharon de las facilidades legales para explotar el tráfico con la India y la exportación a Europa de algodón egipcio.
   En 1882 la urbe, que había crecido hasta más de 200.000 habitantes, fue bombardeada e invadida por los británicos, dando comienzo a un régimen colonial que duró más de 50 años, en el que Alejandría se mantuvo como un bastión de los intereses comerciales extranjeros en Egipto.
   Alejandría se constituyó como municipalidad en 1895, cincuenta años antes que El Cairo, si bien en aquel momento sus estructuras administrativas estaban controladas por organizaciones de comerciantes europeos.
   En la céntrica plaza que lleva su nombre se levanta la estatua a Saad Zaghlul, político nacionalista (1859-1927) que luchó por la independencia de Egipto, considerado como uno de los padres de la patria.
   Ya en el siglo XX, entre las dos guerras mundiales, Alejandría sufrió junto al Cairo un desmedido crecimiento demográfico e industrial, superando el medio millón de habitantes. A finales de los años cuarenta ya había alcanzado el millón. Las fuerzas de ocupación británicas abandonaron la ciudad en 1946. A mediados de los años 70 la población se había duplicado.
   En 1942 fue fundada en Alejandría la Universidad Faruk I, con ocho facultades y cuatro institutos afiliados; su biblioteca conserva 1.200.000 volúmenes. Otra prestigiosa institución de la ciudad es el Hospital Muassah, uno de los mejor equipados de Oriente Próximo.
   Aunque veteranas instituciones culturales europeas, como el Ateneo, van extinguiéndose en una lenta agonía, hay que constatar como hecho positivo que la Biblioteca de Alejandría ha resucitado de sus cenizas en el siglo XXI. La comunidad internacional, por convocatoria de la Unesco, ha financiado el proyecto de recreación de la antigua Biblioteca de la ciudad, que se tenía por perdida para siempre. La nueva Bibliotheca Alexandrina está dotada de las últimas tecnologías digitales, posee un centro de conferencias, un museo de ciencias, un planetario, un centro de estudios y un instituto caligráfico. Su edificio, de estilo futurista, en cuyos muros externos se han grabado inscripciones en todos los alfabetos del mundo, ocupa un área de 85.000 m² y conserva 8 millones de libros, 100.000 manuscritos antiguos y 10.000 libros raros, además de material electrónico, audiovisual y bases informáticas de datos.

   Alejandría continúa siendo la segunda capital de Egipto, el mayor puerto y uno de los más pujantes núcleos empresariales del país. Su cinturón industrial está provisto de oleoductos y complejos petroquímicos. Los nuevos barrios, barriadas y arrabales han desbordado con creces los límites de la Alejandría clásica y se expanden más allá del lago Mareotis, parcialmente desecado. La costa hacia el oeste se va urbanizando con hoteles y apartamentos de playa. La población de Alejandría (más de 4 millones en 2006) sigue creciendo con la inmigración de campesinos.
  
  
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Cuando de pronto, a medianoche, se oiga
pasar invisible un báquico cortejo
con músicas maravillosas, con vocerío––
tu fortuna flaqueante, tus obras
fallidas, los sueños de tu vida
que salieron todos vanos, no los llores inútilmente.
Como dispuesto desde hace tiempo, como un valiente,
despide, despide a Alejandría que se aleja.
Sobre todo, no te engañes, no digas que fue
un sueño, que tu oído te engañó;
no te acojas a tan vanas esperanzas.
Como dispuesto desde hace tiempo, como un valiente,
como te cabe a ti, que de una ciudad te mereciste el honor,
acércate resuelto a la ventana
y escucha conmovido, mas sin
súplicas ni lamentos de cobarde,
como goce postrero los sones,
los maravillosos instrumentos del místico, báquico cortejo
y despide, despide a la Alejandría que tú pierdes.
   C. P. Kavafis. El dios abandona a Antonio
  
  
  
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ALEJANDRÍA
El faro que perdió su luz
  
Bibliografía consultada
  
- Cavafis, C. P. Poesía completa (Alianza Editorial, Madrid, 1982)
- Eggebrecht, Eva. El antiguo Egipto (Plaza & Janés, Barcelona, 1984)
- Leguineche, Manuel. El camino más corto (Argos Vergara, Barcelona, 1981)
- Pesando, Fabrizio. Arqueología de las ciudades perdidas (Vol. 2. 'Alejandría. La leyenda de una fundación real'. Salvat, Pamplona, 1986)
- Sampedro, José Luis. La vieja sirena (Destino, Barcelona, 1991)

- UNESCO. El Patrimonio Mundial (Incafo. Ediciones San Marcos)


  
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ALEJANDRÍA
El faro que perdió su luz
  
Fotografías: Eneko Pastor
  
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Donde Egipto se asoma al mar
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Abu Mena, la ciudad de los milagros
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Alejandría. Breve historia
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ALEJANDRÍA
El faro que perdió su luz


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