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  LAS INCLINACIONES PELIGROSAS
  La Torre de Pisa
Las inclinaciones peligrosas
  
   ¡Qué sorprendente país, Italia! Ha heredado un patrimonio artístico-monumental tan ingente, tan inabarcable, que resulta imposible conservarlo en su integridad, e incluso parte de él está en peligro. El Vesubio sigue amenazando a Pompeya. La Ultima Cena de Leonardo se descompone. Las riadas se llevan obras de arte de Florencia. Los terremotos destruyen la basílica de Asís. Venecia se hunde lentamente en su laguna. Se puede decir que Italia es la tierra del arte efímera.
   ¿Y qué pasa con la Torre de Pisa? Que con su peligrosa inclinación nos tiene a todos en vilo desde hace siglos.
   Pero el hecho de que sobreviva de milagro no es la única singularidad de este edificio. La presente exposición de fotografías sugiere otras formas de mirar la Torre de Pisa, proponiendo un juego visual en clave de humor sobre las implicaciones de la oblicuidad. Descubriremos de paso que Pisa tiene otras maravillas que mostrar además de su torre inclinada.
  
46 fotografías on line
Indices de fotos
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Indice 2
Indice 3
Indice de textos
La tierra inclinada de Pisa
Pisa. Breve historia
El Campo de los Milagros
Catedral
Baptisterio
Torre inclinada
Camposanto
Otra exposición de fotografías de Italia en fotoAleph
CITA EN VENECIA
  


 
   You're the Nile,
   You're the Tower of Pisa,
   You're the smile of the Mona Lisa.
  
  
(De la canción de Cole Porter "You're the Top!")

  
  

  

La tierra inclinada de Pisa
 
   Los sentidos nos engañan. La torre inclinada de Pisa no está inclinada. Es el mundo el que está torcido.
   Comprendí esto cuando subí a la torre de Pisa para fotografiar Pisa desde la torre. Cuando remontamos ese excéntrico campanario que hace siglos amenaza con desplomarse, y lo puede hacer en cualquier momento, no podemos evitar que desfilen por nuestra mente una serie de cuestiones de orden físico. ¿Aguantará todavía un poco? ¿O estará su centro de gravedad a punto de sobrepasar el eje vertical del cilindro? ¿Y si el peso de mi cuerpo resulta ser la gota que colma el vaso?
Las inclinaciones peligrosas   La primera regla de la fotografía es que en la fotografía no hay reglas. De lo que se deriva que todos los puntos de vista son igual de válidos (lo que no significa que todo vale). Entiéndase por 'punto de vista' el lugar donde se coloca la cámara, que en este caso era el séptimo piso de la torre.
   Cada piso de la Torre de Pisa consiste en una balconada circular que rodea el cuerpo cilíndrico del edificio, ornado de una columnata románica que sostiene arcos de medio punto, todo hecho en un deslumbrante mármol color marfil. Pero ojo, el suelo de esta balconada o logia es también del mismo mármol, solo que está totalmente pulimentado por las pisadas de los miles y miles de visitantes que en los últimos ocho siglos han subido a la torre. Nuestros pies pisan un piso liso, bruñido como una patena y extremadamente resbaladizo. Sucede también que este balcón no tiene ningún tipo de pretil, barandilla o parapeto protector, de forma que dar un paso más allá del límite del suelo de mármol es caer en el abismo, como pasaba cuando la Tierra era plana y un barco navegaba hasta el borde. Los fotógrafos que padezcan de vértigo, mejor que se abstengan de hacer la prueba y recuerden que la fotografía es a veces un deporte de alto riesgo.
   Para llegar a ese séptimo piso, que es el penúltimo de la torre, hay que ascender por una escalera de caracol de casi 300 escalones, construida en el interior del cilindro. La espiral ascendente de esta escalera es afectada por la oblicuidad de paredes y huecos, y quien por ella sube cree a tramos estar bajando, como si además de dar vueltas en torno al eje los escalones hicieran olas. Más que un caracol, esta estructura es una serpiente enroscada, una molécula de ADN. El cuerpo pierde el sentido de la verticalidad y la mente es asaltada por imágenes de Escher: esas escalinatas por las que se baja al subir, se sube al bajar y da lo mismo pisar la huella que la contrahuella porque enlazan consigo mismas en un bucle por el que se puede subir eternamente o bajar eternamente dando vueltas y más vueltas.
   Llega uno pues a esas alturas un tanto mareado, con el sentido del equilibrio descalabrado, y se encuentra pisando la estrecha y resbalosa superficie de un séptimo piso que se asoma al vacío sin ningún tipo de protección. Al circunvalar esa aérea logia para encontrar un buen punto de vista, dando un rodeo de 360º a la torre, el suelo de mármol está a veces en pendiente cuesta arriba, y otras veces, tras un punto de inflexión, cambia de sentido como una montaña rusa y se desliza cuesta abajo, inclinando nuestros cuerpos peligrosamente hacia el borde del abismo. Si tenemos en cuenta que la torre supera los 55 metros de altura –el equivalente a un edificio actual de 18 pisos–, se puede calcular la gravedad del peligro, que es independiente del piso del que caiga el cuerpo.
    En estas condiciones hay que fijar el encuadre y la composición de la fotografía. Intente hacer una foto cuando le tiemblan las piernas como un flan, subido a lo alto de una torre de marfil que no se ha derrumbado todavía de milagro y se mueve imperceptible pero imparablemente como si fuera la aguja de un reloj que estuviera a punto de señalar la hora y el minuto del colapso.
   El trípode suele suponer una ayuda en casos parecidos, solo que no hay en el mundo un caso parecido al de Pisa. Si se coloca el trípode en el suelo, las columnas del edificio encuadradas en primer término aparecen verticales en el encuadre, pero el resto del mundo se escora hacia un lado, la línea del horizonte se hace diagonal, el duomo se transforma en la catedral inclinada de Pisa (foto13). Y viceversa: si queremos recuperar la horizontalidad del horizonte, debemos prescindir del trípode e inclinar nuestro cuerpo para alcanzar paradójicamente la verticalidad, la vertical de una plomada. En este caso son las columnas de la torre las que basculan, llenando el encuadre de diagonales y trastocando las perspectivas.
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Las inclinaciones peligrosas   De las pocas cosas que creo entender de la teoría de la relatividad de Einstein es que en el universo no hay un punto de vista privilegiado para observar los fenómenos. El mundo físico funciona igual tanto si se observa desde la Torre de Pisa como desde la Luna o desde un fotón que viaja a la velocidad de la luz en los confines de la Vía Láctea. Si contemplamos una bandada de patos migrando, tan correcto es decir que las aves vuelan en tal dirección como decir que el mundo vuela en sentido contrario. Puesto que la percepción de lo observado es afectada por la posición y movimiento del observador, es necesario ir más allá del engaño de los sentidos para encontrar las leyes internas que regulan los hechos, reconciliando las percepciones aparentemente contradictorias. En este sentido, la relatividad tiene muy poco de relativista.
   ¿Se inclina la Torre de Pisa o es Pisa la que se inclina? Las dos cosas. En esto la fotografía no tiene preferencias.
   Si alguien luchó toda su vida contra el engaño de los sentidos fue el más ilustre hijo de Pisa, Galileo Galilei, que nació en esta ciudad en 1564. Como físico y matemático, impulsó el método empírico, contraponiéndolo al método especulativo aristotélico, aquél cuyas teorías eran concebidas sin ser refrendadas por la práctica experimental. En 1581, cuando era un estudiante de diecisiete años, Galileo observó en la Catedral de Pisa que cuando las lámparas oscilaban lo hacían siempre en el mismo tiempo, independientemente del tamaño de la lámpara y de la amplitud de la oscilación. Formuló así la ley de isocronía de los péndulos, demostrando entre otras cosas que el péndulo oscila más rápido cuanto más cerca se halla del centro de la Tierra, y que su movimiento no depende de la masa. Galileo fue precursor del péndulo de Foucault, que probaba experimentalmente la rotación de nuestro planeta.
   Se dice que Galileo practicó en la Torre de Pisa una serie de experimentos que le condujeron a enunciar las leyes de la caída de los cuerpos. Si la historia no es vera, por lo menos es ben trovata. Imaginemos la escena: se supone que desde lo alto de la torre inclinada Galileo, asomado peligrosamente al borde, dejaba caer al vacío al mismo tiempo dos balas de cañón de distinto peso, para estudiar las velocidades de caída. Nuestro sentido común nos dice que la bala más pesada sería la primera en llegar al suelo. Así lo había dictaminado Aristóteles, precisando además que si un objeto tiene doble peso que otro, caerá al doble de velocidad.
    Pero el sentido común no solo es el menos común de los sentidos, sino que encima nos miente. Lo cierto es que ambas balas caerían con la misma aceleración y tocarían el suelo al mismo tiempo, independientemente del peso de cada una. Eso es así por más que nuestra mente se resista a creerlo, y cualquiera lo puede verificar con el más sencillo de los experimentos: dejando caer a la vez desde cierta altura dos objetos de distinto peso, pongamos una llave de metal y una caja de cerillas.
Las inclinaciones peligrosas   Basándose en los resultados de sus experimentos, que en realidad consistían en hacer rodar las balas por planos inclinados –no en arrojarlas desde la torre inclinada–, Galileo elaboró algunas tesis fundacionales de la mecánica, recogidas en su obra De motu.
  
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   ¿Podemos fiarnos de nuestras percepciones? ¿Podemos fiarnos de ciertas autoridades consideradas infalibles? Resulta que la Tierra no era plana, como nos decían los sentidos, sino esférica. Que el Sol no giraba alrededor de la Tierra, como nos decía Ptolomeo, sino que es la Tierra la que si muove alrededor del Sol, como demostró Copérnico y defendió Galileo. Que los cielos no son inmutables, como decía la Iglesia, puesto que aparecen novas, ni los astros son esferas perfectas, puesto que hay cráteres en la Luna y lunas alrededor de Júpiter y anillos abrazando Saturno y manchas en el Sol, como cualquiera puede confirmar con sus propios ojos si usa, no el telescopio de Galileo, sino el más modesto de los catalejos de amateur actuales, experimentando la primera vez que lo hace el mismo estremecimiento de emoción que debió sentir el sabio pisano. Si alguien ha contribuido a sacudir el polvo de las doctrinas y creencias anquilosadas, a promover un cambio de paradigma en el pensamiento humano, ése es Galileo. Podemos agradecer a la diosa Fortuna que no se diera un patinazo en la torre y acompañara a sus balas en la caída.
   Pisa era un importante centro del saber desde la Alta Edad Media, con una universidad cuyo renombre ha prevalecido hasta los tiempos actuales. Aunque fue Galileo el más grande de los sabios que dio la ciudad, no fue el único. El matemático Fibonacci (Leonardo de Pisa) era también nacido en Pisa (hacia 1170). A él se debe la introducción en Europa en 1202 de los números 'arábigos', hoy de uso universal. Que en realidad eran de origen indio, aunque venidos a occidente a través de los árabes. Y que incluían el cero, gran innovación que no conocían los romanos (pero sí, curiosamente, los mayas). El concepto de cero revolucionó la aritmética y agilizó todas las operaciones matemáticas. Si lo duda, intente hacer una simple suma de dos cantidades expresadas en números romanos, que no usan el cero: MCCII + DCCXCVIII, por ejemplo.
   Leo en la Wikipedia que en 1934 a Benito Mussolini le vino a las mientes la disparatada idea de enderezar la Torre de Pisa hasta que quedara en posición vertical. A los técnicos no se les ocurrió mejor cosa que verter cemento en la base de la torre. El resultado fue que la torre se hundió aún más en la tierra reblandecida. ¡Qué maldita manía tienen los fascismos y las dictaduras militares de ponerlo todo derecho y ponernos a todos firmes! De haberlo conseguido, il Duce habría suprimido de un plumazo la fascinación que ejerce, atrayendo como un imán a visitantes de todo el mundo, la peligrosa inclinación de la torre. Sea dicho esto sin menoscabo del excelso mérito arquitectónico que, con inclinación o sin ella, poseen de por sí los magníficos monumentos del Campo de los Milagros de Pisa.
   No estará de más recordar que la de Pisa no es ni mucho menos la única torre inclinada de Italia, país abundante en este tipo de anomalías arquitectónicas. En Bolonia, sin ir más lejos, las torres medievales de Garisenda y Asinelli aún alzan sus esbeltos prismas hacia el cielo, cerca una de otra. Ambas están inclinadas, aunque con un ángulo distinto de oblicuidad. La primera se separa de la vertical 3,2 metros, y la segunda 1,3 metros. Y sus inclinaciones tienen además distinta orientación: vistas desde cierto punto, sus cúspides parecen tocarse. En Venecia y las islas vecinas también hay otras torres inclinadas (ver foto en la exposición de fotoAleph Cita en Venecia). Para una que tienen derecha, el Campanile de San Marcos, se les ha colapsado ya varias veces (ver montaje fotográfico).
   Torres inclinadas hay en todo el mundo, desde España (la de San Juan de los Panetes, en Zaragoza) hasta China (la Pagoda Yunyan Ta, también conocida como la 'pagoda inclinada', en Suzhou). Pero el récord mundial de inclinación no lo tiene la de Pisa. La torre más inclinada del mundo se encuentra en Alemania, en un pequeño pueblo llamado Suurhusen (Baja Sajonia): el campanario de la iglesia tiene un ángulo de inclinación de 5,07 grados respecto a la vertical, mientras que la Torre de Pisa tan solo alcanza un ángulo de 3,97 grados. Si la de Pisa es la más célebre del mundo, ello se debe no solo a su vertiginosa inclinación, sino a constituir, con sus ingrávidas arquerías de mármol tostado por el tiempo, la más bella de las torres inclinadas.

   Eneko Pastor
  
  
  
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Pisa. Breve historia
 
   Capital de la provincia italiana de Pisa, en la región de Toscana, a unos 80 km al oeste de Florencia. Sede de una importante universidad. Durante la Edad Media fue una poderosa ciudad-estado toscana y un floreciente centro comercial.
   El río Arno, cuyas aguas han pasado previamente bajo el Puente Viejo de Florencia, bañan la ciudad, que se levanta en su orilla norte, antes de su desembocadura en el mar de Liguria, a 10 km.
    Habitada en tiempos prerromanos por los ligures, cayó bajo el control de los romanos en 180 a C, que la transformaron en colonia. Pisa fue un importante puerto y base naval, un puesto fronterizo contra los ligures del norte, y una importante etapa en la carretera costera que partía de Roma hacia el norte. La ciudad fue dotada de fortificaciones, teatros, termas y otros edificios públicos.
Las inclinaciones peligrosas   Pisa se convirtió en un arzobispado cristiano en 313 d C, creciendo desde entonces en fuerza y riqueza. Mantuvo un grado de autonomía frente a sus conquistadores lombardos y la libertad de comercio hizo de la ciudad el más importante puerto lombardo de la época.
   La armada naval de Pisa defendió las costas cercanas. A pesar de las incursiones sarracenas del siglo IX, que hicieron declinar el comercio, en el siglo X Pisa era la ciudad más grande de Toscana. En 1016 los pisanos y los genoveses expulsaron a los sarracenos de Cerdeña. En 1063 la flota pisana, aliada con los normandos, saqueó la Palermo musulmana, y parte de los beneficios del botín se dedicaron a la financiación de la catedral de Pisa.
   La participación en las Cruzadas a partir de finales del siglo XI abrió nuevas rutas que fueron aprovechadas por los mercaderes pisanos para establecer enclaves comerciales en Siria y otros países del Levante mediterráneo. En 1162 Federico Barbarroja concedió extensos territorios a la ciudad, entregándole Cerdeña.
   La fundación de asentamientos y protectorados allende los mares, sobre todo en el Mediterráneo occidental, multiplicó las oportunidades comerciales y el abastecimiento de materias primas. La población creció en número y producción industrial (madera y piel), lo que le llevó a una expansión territorial sobre Córcega, Cerdeña y Toscana. Pisa tenía por entonces una forma republicana de gobierno que permitía la participación en las decisiones de poder de las clases medias y los mercaderes.
   Pisa obtuvo habitualmente el apoyo de los emperadores germánicos en sus luchas contra las ciudades rivales de Génova, Lucca y Florencia, aliadas en el bando de los güelfos o partidarios del Papa, frente al de los gibelinos o partidarios del emperador. Los genoveses derrotaron definitivamente a los pisanos en la batalla naval de Meloria, en 1284.
   A pesar de esta derrota, Pisa experimentó un potente auge industrial a finales del siglo XIII, basado en la ganadería y la manufactura de madera. Hacia 1315 tenía 50.000 habitantes.
   El crecimiento económico de Pisa vino acompañado de crecientes tensiones sociales. La promulgación de constituciones populares no llegó, sin embargo, a privar a la nobleza de su poder e influencia. La industria floreció, pero la agricultura y el comercio internacional decayeron. La primera oleada de la epidemia conocida como la Peste Negra en 1348 fue catastrófica. A esto siguieron una serie de fracasos militares y económicos, un incremento de regímenes de corte tiránico a cargo de déspotas locales, que desembocaron en la conquista de la ciudad por Florencia en 1406. El régimen florentino, aunque opresivo, consiguió revitalizar el comercio. La flota fue reorganizada y Pisa adquirió fuerza como un centro de comercio y construcción naval.
   Pisa recobró temporalmente su independencia cuando los ejércitos franceses invadieron Italia en 1494. La ciudad sostuvo una serie de guerras y asedios hasta que fue reconquistada por Florencia en 1509, decayendo desde entonces definitivamente su poderío.
   Los florentinos impulsaron la universidad de Pisa, con la que estuvo relacionado el eminente científico Galileo Galilei, nacido en Pisa en 1564. En 1562 instituyeron la Orden de los Caballeros de San Esteban para combatir a los piratas berberiscos.
   Pisa sobrevivió hasta nuestros días como una ciudad pequeña y tranquila, aunque sufrió muchos daños en la Segunda Guerra Mundial.
  
  
  
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El Campo de los Milagros
 
   La prosperidad de Pisa entre los siglos XI y XIV tuvo su reflejo en la espléndida arquitectura que ha llegado hasta nosotros de aquel periodo. El horizonte urbano estaba erizado de altísimas casas-torre, construidas en ladrillo o piedra, que pugnaban con su altura por demostrar la primacía de tal o cual linaje nobiliario, como ocurre en toda la Toscana. Pero la gloria de Pisa reside en su arquitectura religiosa, en particular el complejo formado por la catedral, el baptisterio, el campanario (la célebre torre inclinada) y el cementerio, en el llamado Campo de los Milagros o Plaza del Duomo (foto26), que forma un conjunto arquitectónico único en el mundo, con una peculiar y armoniosa mezcla de los estilos románico y gótico.
   Pisa contaba con la ventaja de estar cerca de Carrara y sus canteras de blanco mármol de excelente calidad. El mármol es de hecho el elemento unificador del conjunto de edificios de la plaza, todos tan diferentes en su volumetría que semejan una colección de sólidos geométricos depositados en un campo de hierba: el prisma, el cilindro, la esfera...
Las inclinaciones peligrosas   El románico y el gótico en Italia exhiben unos rasgos estéticos propios e inconfundibles, distintos a los de la arquitectura coetánea del resto de Europa. La profusa utilización del mármol para revestimientos de fachadas e interiores y en la decoración escultórica, la distribución de espacios, el equilibrio de las proporciones, los volúmenes marcadamente geométricos revelan una fuerte influencia del arte grecorromano clásico, que siempre estuvo muy presente en la península y no llegó a olvidarse en los siglos medievales.
   Además de la Roma clásica, hay que consignar otras dos fuentes de influencia en la arquitectura pisana. La del románico lombardo, con sus características arquerías de arcos ciegos; y la del arte musulmán del Levante, con el que los pisanos habían entrado en contacto en las Cruzadas, detectable en el diseño de 'cebra', que alterna franjas de mármol claras y oscuras en los revestimientos decorativos de arcos y bóvedas (foto18).
    La piazza del Duomo se utilizaba para fiestas, procesiones y ceremonias religiosas. Estaba ubicada fuera del recinto de las murallas medievales de la ciudad, en una amplia esplanada protegida por las marismas del norte, a un nivel por encima del alcance de las inundaciones. Separados, pero reunidos en un espacio común, la catedral, el baptisterio, el campanario y el camposanto mantienen, pese a sus diferencias estructurales y cronológicas, una unidad de estilo, y cada una de estas construcciones es a su vez una obra maestra de la arquitectura cristiana medieval.
   Los monumentos del Campo de los Milagros ejercieron una duradera influencia sobre la arquitectura y escultura tardomedievales y renacentistas de Italia. La Plaza del Duomo de Pisa fue incorporada a la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO el año 1987.
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Catedral
Fotos 13-25
    
   La Catedral de Pisa (bajo la advocación de Santa María Asunta) fue proyectada en 1063 por el arquitecto Burcheto en estilo románico, consagrada por el Papa en 1118, y no fue terminada hasta el siglo XIII.
   De planta de cruz latina, con cinco naves y un transepto de tres naves, el crucero está rematado por una cúpula elíptica (foto14). Sus fachadas están ornadas con austeros arcos ciegos en el nivel bajo, y por logias o galerías columnadas en forma de arquerías superpuestas, que confieren al edificio un aspecto grácil y ligero. Las columnas monolíticas y capiteles del interior son piezas reaprovechadas de origen romano.
    La decoración de la catedral y el baptisterio fue encargada a una serie de excelentes escultores. Guglielmo Pisano esculpió el primitivo púlpito de la catedral, en 1162. Bonanno Pisano fue el artífice de la puerta de bronce de San Raniero (1180), que constituyó la entrada principal de la catedral hasta que fue reinstalada en el ala derecha del transepto (hoy sustituida por una réplica, custodiándose la original en el museo de Pisa). Nicola Pisano talló el púlpito del baptisterio en 1260. Y su hijo Giovanni Pisano fue el escultor del actualmente existente púlpito de la catedral, en 1310.
   A Nicola Pisano se le considera el responsable de haber introducido en las corrientes artísticas medievales un estilo inspirado en el arte clásico de la antigüedad. Su hijo Giovanni Pisano desarrolló con su propia personalidad artística las técnicas heredadas de su progenitor y maestro. Ambos escultores, con sus talleres, crearon un nuevo estilo escultórico en la Italia de fines del XIII y el XIV, en pleno auge del gótico en Europa, y sus reminiscencias pueden detectarse a lo largo de todo el Renacimiento italiano.
Las inclinaciones peligrosas   La actual puerta principal de la catedral, de bronce macizo, fue fundida en el taller de Giambologna o Juan de Bolonia (1529-1608), escultor francés que trabajó en la Italia de finales del Renacimiento. Son admirables sus paneles, de marcado aire clásico, con su juego de altorrelieves y bajorrelieves para conferir profundidad a la escena (fotos 22, 23, 24). Es curioso el detalle de la figura de un rinoceronte, claramente basado en el grabado de Durero de 1515 (foto25). Durero se basó a su vez en apuntes realizados por terceros y no llegó a observar directamente el rinoceronte real, que había sido traído a Portugal desde la India y era el primer ejemplar vivo visto en Europa desde los tiempos del imperio romano.
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Baptisterio
Fotos 26 y 27
     
   El baptisterio, un edificio exento (al igual que el baptisterio de la catedral de Florencia), es de planta circular coronado por una cúpula hemisférica con remate cónico. Fue comenzado en 1153 sobre planos del arquitecto Diotisalvi, y concluido en el siglo XIV en estilo gótico. Se cree que su estructura circular fue inspirada por la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, que los pisanos conocían gracias a su participación en las Cruzadas.
   Nicola Pisano fue quien introdujo hacia 1260 los elementos ojivales, como el añadido de gabletes triangulares sobre los arcos de medio punto románicos. Su hijo Giovanni fue encargado de la decoración interior en 1278. La cúpula no fue construida hasta 1359 y su instalación exigió nuevas reformas estructurales en el edificio, que creció en altura.
   En el centro de su espacio interior se alza la pila bautismal octogonal realizada por Guido Bigarelli da Como en 1246. Hay también cuatro pilas más pequeñas, para bautizar niños. El púlpito de estilo gótico, aunque de marcada influencia clásica, es de Nicola Pisano (1260).
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Torre inclinada
Fotos 01-12
     
   El campanario (campanile) de la catedral es la célebre Torre inclinada de Pisa. También exento (como ocurre con el de Florencia), fue levantado de 1173 a 1350 en forma de una esbelta torre cilíndrica, cada uno de cuyos pisos está rodeado de una logia con arcos de medio punto, siguiendo el mismo modelo que la catedral. La torre padece una fuerte inclinación sur-este, por la que es famosa en el mundo.
   Las obras de construcción dieron comienzo en agosto de 1173, sobre diseños del escultor Bonanno Pisano, que trataban de armonizar el aspecto exterior del campanario con el del Duomo, utilizando el mismo juego de arquerías superpuestas que reviste sus fachadas. Al colocar los cimientos no se tuvo en cuenta la escasa firmeza del suelo compuesto de arcillas y arena, lo que acarreó problemas estructurales que desnivelaron el edificio y obligaron en 1178 a la paralización de las obras, cuando la torre tenía ya una altura de tres pisos.
   En 1275 se reanudaron los trabajos, esta vez bajo la dirección de Giovanni di Simone, que intentó contrarrestar la inclinación previa curvando ligeramente el cilindro en dirección contraria. Inicialmente la torre presentaba un ángulo de 0,2 grados con respecto a la vertical, pero hacia 1278, cuando el edificio alcanzaba los siete pisos, la construcción se paralizó de nuevo. La inclinación de la torre era ya de aproximadamente 1 grado, y siguió aumentando a lo largo del siglo siguiente, hasta alcanzar 1,6 grados.
   Pese a ello, en 1360 se empezaron las obras del campanario propiamente dicho que remata la torre, esta vez bajo la dirección de Tommaso di Andrea Pisano, que supo armonizar el estilo gótico del campanario con el románico del cuerpo de la torre. Para compensar la oblicuidad, los constructores se vieron obligados a colocar seis escalones para acceder del séptimo piso al campanario por el lado sur, mientras que por el lado norte colocaron solo cuatro escalones.
   La torre quedó definitivamente terminada en 1372, e instaladas las siete campanas (una por cada nota de la escala musical), pero la inclinación del edificio continuó poco a poco aumentando a lo largo de los siglos. Las diferentes intervenciones que se fueron poniendo en práctica para intentar consolidar la torre no hicieron más que agravar el problema.
   En 1964 el gobierno italiano convocó a ingenieros, matemáticos e historiadores para estudiar un proyecto de estabilización de la torre. El monumento fue cerrado al público de 1990 a 2001, periodo en el que se ensayaron distintos métodos para evitar su caída; la solución definitiva consistió en extraer 38 metros cúbicos de tierra de debajo de la base.
   En la actualidad el ángulo de inclinación de la Torre de Pisa es de 3,97 grados, alejándose 3,99 m de la vertical. La torre ha sido declarada estable para al menos otros 300 años.
   Altura: 55,8 m.
   8 niveles: la planta baja de arcos ciegos, seis pisos de logias con columnatas de arcos de medio punto, y un nivel superior para las campanas.
   Peso: 14.700 toneladas.
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Camposanto
Las inclinaciones peligrosasFotos 28-34
    
   El Camposanto o cementerio del Campo de los Milagros de Pisa fue iniciado en 1278 por Giovanni di Simone (uno de los arquitectos de la Torre) y acabado en el siglo XV.
   La historia del cementerio tiene, sin embargo, sus antecedentes en el siglo XII, cuando Pisa participaba en las Cruzadas. El arzobispo Ubaldo Lanfranchi (1108-1178) envió por barco de Jerusalén a Pisa porciones de tierra recogidas en el Gólgota, el monte donde según la tradición evangélica Cristo había sido crucificado.
   Giovanni di Simone proyectó un claustro de mármol para rodear y proteger esta tierra, que al ser considerada sagrada, se convirtió en un adecuado 'campo santo' para el enterramiento de los miembros de las clases altas de Pisa.
   De planta rectangular muy oblonga, los muros exteriores del Camposanto están ritmados con arquerías ciegas (foto28) y el elegante patio interior está rodeado de un claustro con ventanales de tracerías góticas (foto29), coronado por una cúpula en uno de los extremos. Las naves del claustro albergan numerosos monumentos funerarios de distintas épocas, algunos de los cuales reaprovechan antiguos sarcófagos romanos, y en los suelos se ven lápidas con relieves de bronce y placas conmemorativas.
   A partir del siglo XIV, la decoración del Camposanto fue encargada a escultores romanos, que crearon una de las más importantes colecciones de arte clásico en Europa e inspiraron algunas de las mejores esculturas de fines de la Edad Media y principios del Renacimiento en Pisa.
   En los siglos XIV y XV, los muros de las naves del Camposanto fueron embellecidos con frescos (fotos 30, 31, 32), en el avanzado estilo renacentista italiano del trecento y quattrocento, por pintores de la talla de Taddeo Gaddi, Spinello Aretino, Benozzo Gozzoli, Andrea Bonaiuti, Antonio Veneziano y Piero di Puccio.
   Estos frescos quedaron casi completamente destruidos tras sufrir un bombardeo aéreo en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente el Camposanto fue reconstruido, y la mayoría de los frescos supervivientes, así como los bocetos preparatorios en grisalla subyacentes (sinopie, fotos 33 y 34), fueron trasladados al Museo delle Sinopie de Pisa. En la galería norte del Camposanto aún se conservan algunos de los frescos originales, como el del Triunfo de la Muerte, del siglo XIV.
  
   Además de los soberbios monumentos del Campo de los Milagros, Pisa tiene muchos más placeres que ofrecer al amante de la arquitectura.
   Mencionaremos una pequeña joya del gótico que se levanta en la orilla sur del Arno: la iglesia de Santa Maria della Spina (foto35). Aunque de reducidas dimensiones, son prodigiosas la gracia de sus proporciones y la riqueza de su decoración escultórica, con un estilo que parece adelantar en un siglo el flamígero. Fue construida en 1323, a modo de relicario para custodiar una espina de la corona de Cristo. 
 
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