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Presentamos aquí una selección de retratos fotográficos de hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos marroquíes, realizados en múltiples parajes urbanos y rurales de esa hermosa tierra que ellos llaman el Magreb (en árabe, 'el Occidente'), y que nosotros conocemos como Marruecos, sintiéndonos trasladados, cada vez que la visitamos, a un remoto país del Oriente. 100 fotografías on line |
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| Indice
de textos Que la paz sea con vosotros |
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| Quien nunca viaja, nunca conocerá el valor del hombre. (Proverbio marroquí) |
| Que la paz sea con
vosotros |
¿Cómo nos saludamos
los ciudadanos de Europa cuando tenemos un encuentro casual? Buenos
días. Bonjour. Bon giorno. Good morning. Guten tag. Nos
deseamos
los unos a los otros que tengamos una buena jornada. Un adecuado
preámbulo para entablar una relación basada en la
cortesía. ¿Cómo se saludan y nos saludan
los
marroquíes? Salam alaekum.
Fórmula, como es sabido, de
uso común en todo el mundo musulmán. En lengua
árabe, salam = paz.
Nos desean que la paz sea con nosotros, lo
cual introduce en el saludo otros matices semánticos que apelan
a una intemporal concordia entre las gentes. Respondamos a la
recíproca: Alaekum salam:
"Y que con vosotros sea la paz". Un
buen deseo que va dirigido al corazón, abre puertas
insospechadas y puede constituir el principio de una larga amistad.Marruecos es uno de los espejos en el que nos vemos reflejados los que hemos nacido en la civilización llamada occidental. Puede que las comparaciones sean odiosas, pero en este caso son inevitables, y la imagen que nos devuelve ese espejo nos hace comprender mejor, por contraste, cómo es nuestra propia sociedad. Ya lo dijo el viajero marroquí Ibn Battuta, el Marco Polo de los árabes, en el siglo XIV: "Viajar te da un hogar en mil sitios extraños, y luego te vuelve un extranjero en tu propio país". Tan cerca geográficamente y tan lejos de nuestras costumbres, los marroquíes, gentes tolerantes y hospitalarias donde las haya, nos enseñan que hay en este mundo otras formas de vida. Otros modos de pensar distintos de los nuestros, que creemos hegemónicos pero no lo son. En algunos aspectos pueden ser peores, pero en muchos otros son mejores. Y nos ilustran sobre la pluralidad de creencias y culturas que dibujan el mosaico del género humano. Marruecos es un país que engancha, que crea nostalgia. Quienes han sabido sintonizar con su onda desean volver una y otra vez, repetir experiencias de sus viajes pasados. Experiencias que nunca se repiten, pues Marruecos depara siempre al viajero nuevas sorpresas que machacan todos sus esquemas preconcebidos. No es exagerado afirmar que se trata de uno de los más 'exóticos', junto al Yemen, de los países del mundo árabe. Indice de textos  Decir que Marruecos es un
país de
contrastes no
deja de ser un tópico, dado que todos los países lo son.
Pero es que en Marruecos estos contrastes son tan abismales y se dan de
forma tan omnipresente que nos mantienen siempre oscilando entre la
fascinación y el asombro. Estamos inmersos en una sociedad en la
que lo más moderno coexiste sin discordia con lo más
antiguo. Es un viaje en la máquina del tiempo. Si vamos a Fez o Marrakesh
retrocedemos a la Edad Media. Si vamos más
allá
del Atlas entramos en un mundo de fortalezas de barro anclado en la
Antigüedad.Fijémonos en los vestidos tradicionales de la gente mayor en las zonas rurales (foto21). ¿No parecen salidos del Antiguo Testamento? Y, sin embargo, no nos ha de extrañar que uno de estos ancianos tocados con turbantes extraiga en cualquier momento de por debajo de sus túnicas un teléfono móvil. El carro de mulos se cruza con el Mercedes. El asno es 'el taxi de la medina'. Al extremo sur del país, donde se acaba el asfalto y empiezan las dunas del Sahara, un cartel nos anuncia: "A Tombuctú, 52 días en camello". Hay un proverbio marroquí que dice: "En Marruecos nunca te sorprendas. Si ves un burro volando, solo di que Alá es capaz de todo". Las fotos que hemos seleccionado para esta exposición han sido realizadas en múltiples viajes a Marruecos a lo largo de treinta años. Pero apostaríamos a que nadie adivina cuáles están hechas en 1983 y cuáles en 2013. Algunas, si las traducimos a blanco y negro, podrían estar realizadas en el siglo XIX. O en el siglo XV, si hubiera existido entonces la fotografía. Otra pregunta. Los individuos que aparecen en estos retratos son de dos etnias: árabes y bereberes. ¿Alguien distingue la diferencia por las fotos? Indice de textos 
Los marroquíes son en general reacios a ser fotografiados. Lo cual es muy natural. A nadie nos gusta que nos fotografíe un extraño. Hay algo de agresivo en apuntar hacia un rostro con el objetivo de una cámara. Para que acepten ser retratados, hay que, previamente, ganarse su confianza. Pasar con ellos un tiempo suficiente, entablar una relación amistosa. Pedirles permiso para hacer la fotografía. O que ellos mismos nos pidan la foto. Esta renuencia se acentúa cuando se trata de fotografiar a las mujeres, de las que muchas veces tenemos que intuir su belleza escondida tras un cúmulo de velos. Casi siempre se las ve trabajando, acarreando leña o agua a sus hogares (foto18), vendiendo verduras en el mercado, lavando la ropa en el río, preparando la comida, cuidando de los niños. Celosos como son los marroquíes de su intimidad familiar, alguna vez hemos recibido una recriminación por hacer una foto a una mujer sin haber pedido permiso al marido. Empleamos aquí el término 'retrato' en un sentido amplio, que incluye no solo el rostro como motivo, sino la figura humana en su conjunto, procurando cuando es posible que quede integrada en su entorno natural, en sus paisajes y ambientes. O mostrando sus trabajos y actividades. Veremos así a los marroquíes curtiendo pieles (foto51), quitando escamas a los pescados (foto30), afilando cuchillos (foto52), forjando hierros (foto61), componiendo alicatados (foto50). Les veremos vendiendo en el mercado desde ovejas hasta caracoles (foto57). Celebrando festejos de boda (foto03) y participando en desfiles (foto36). Veremos al sacamuelas, ofreciendo un buen surtido de dientes usados y dentaduras postizas de segunda boca (foto45). Veremos al aguador, que apaga la sed de los viandantes (foto33), y al escribiente público, que redacta por encargo documentos a quienes no saben escribir (foto59). Veremos mendigos pidiendo a la entrada de las mezquitas (foto41) e indigentes durmiendo en la calle (foto26). Indice de textos  Les hemos fotografiado rezando
dentro de la mezquita,
postrándose con fervor ante Alá (fotos 34
y 35). Fotos difíciles
de realizar, habida cuenta de que en Marruecos está prohibido
entrar en las mezquitas a los no-musulmanes.La frecuente presencia de niños en las fotografías no es casual. Tiene su correlato en la distribución demográfica de los habitantes de Marruecos, donde –como ocurre en la mayoría de los países de África y Asia– el porcentaje de población infantil se acerca al 50% (o lo supera). Estos morillos nos deleitan con su desparpajo y su salero. Aparecen a nuestro derredor como un enjambre, sin otro fin que curiosear y parlotear. Nos observan a fondo con sus penetrantes ojos negros. En las zonas de montaña o desierto muchas veces somos la cosa más entretenida que les ha sucedido en el día. Su espontaneidad nos hace reflexionar sobre la gran diferencia que hay entre estos niños que juegan todo el día en la calle y tantos niños de occidente virtualmente lobotomizados a base de videojuegos. No acostumbran los marroquíes a hablar de cuestiones políticas en público o delante de extraños. Pero cuando adquieren suficiente confianza con el interlocutor, no tienen inconveniente en dar rienda suelta a sus opiniones y críticas. Con todas las objeciones que suelen oponer a su régimen gubernamental, lastrado por la corrupción, sometido a una anacrónica monarquía de corte feudal, los marroquíes ponderan la paz de que disfrutan, un oasis con respecto a la conflictiva actualidad que padecen los habitantes de otros países del norte de África y Oriente Próximo. Comentan que, aunque con mucha lentitud, Marruecos va poco a poco prosperando económicamente, saliendo de una postración de siglos. Son conscientes de que su tierra es etapa de paso para las migraciones entre los continentes africano y europeo. Ceuta y Melilla son las puertas de entrada al supuesto paraíso, pero están cercadas por vallas reforzadas por cuchillas: muros de la vergüenza que pretenden proteger la opulencia de Europa de la miseria invasora de África. ¿Hasta cuándo? Citaremos para terminar un adagio de escritor marroquí Tahar Ben Jelloun: "La verdadera amistad, como la verdadera poesía, es extremadamente rara –y preciosa como una perla". Salam alaekum, marroquíes, amigos. Que la paz sea con vosotros. Eneko Pastor Indice de textos |
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