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 LA RUINA DE LOS MONTES
 Las Médulas de León
La ruina de los montes
  
   La región minera de Las Médulas (comarca de El Bierzo, provincia de León) es un paisaje extraño, que no se parece a ningún otro de España. Rojos picachos de afilados perfiles emergen del verde oscuro de los bosques de robles y castaños, como una pequeña Capadocia de caprichosas formaciones orogénicas, con la diferencia de que, en este caso, no han sido modeladas por la erosión natural, sino producidas por la mano del hombre a la búsqueda de oro.
   Lo que vemos son las ruinas de las montañas. Un paisaje artificial generado por el sorprendente sistema que utilizó el imperio romano para arrancar el oro a estas tierras. Ningún pueblo de la antigüedad desarrolló las técnicas de la minería hasta el punto en que lo hicieron los romanos, que llegaron a provocar avalanchas de agua dentro de galerías subterráneas para derrumbar con su ímpetu enteras montañas, según el procedimiento que denominaban 'ruina montium', y poder así cribar del barro de los aluviones el preciado metal.
  
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La sed de oro mueve montañas
Al césar lo que es del césar
Ruina montium
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   No hay nada en el mundo más difícil, pero la sed de oro es más dura.
  
   (Plinio el Viejo)


  

La sed de oro mueve montañas
 
   Hacia el siglo I d C, el Imperio Romano dominaba la totalidad de Hispania. La región noroeste de la Península Ibérica había sido la última en ser conquistada en las campañas de Augusto (29-19 a C), pero fue una de las que más fuentes de ingresos aportó a las arcas del Imperio, gracias a la riqueza metalífera de su subsuelo. Las autoridades imperiales empezaron a explotar a gran escala los yacimientos de oro que abundaban en esta zona, usando una nueva técnica basada en la fuerza del agua. Durante más de dos siglos los romanos explotaron a fondo estas tierras, extrayendo el oro hasta agotarlo. Cuando las abandonaron, dejaron atrás un paisaje devastado y singular, donde aún pueden detectarse las trazas de la tecnología hidráulica empleada.
   
   Vamos a hablar del metal, de la riqueza por excelencia, y el signo del valor de las cosas. La industria, por diversas razones, lo busca dentro de la tierra. Aquí se excava para satisfacer la codicia, y buscarán el oro, la plata, el electrum, el cobre, y para satisfacer el lujo, las piedras preciosas utilizadas para decorar las paredes o las manos de colores. También sirve a un furioso coraje extraer el hierro, siendo más agradecido que el oro, en medio de la guerra y la carnicería. Seguimos todas las venas de la tierra, y (...) nos sorprende que a veces se abra o tiemble, ¡como si la indignación no fuera suficiente para levantar ese tipo de castigo de esta santa madre!
   (Plinio el Viejo. Historia Natural, 33. Tratado de los metales y su naturaleza)
Las Medulas de Leon 
   El científico y naturalista Plinio el Viejo (23-79 d C) estuvo aquí en su juventud, como administrador de las minas, y sus escritos son el único testimonio directo que poseemos sobre las Médulas durante su época de explotación. En su magna obra Naturalis Historia afirma que en las minas de la región se extraían 20.000 libras de oro al año.
     
   De este modo dicen que las zonas de Asturias, Galicia y Lusitania proporcionan, en un año, veinte mil libras de peso en oro. En esta producción la de Asturias es la mayor parte. No hay en ninguna parte un ejemplo de este tipo de fecundidad, seguido durante tantos siglos.
   (Plinio el Viejo. Historia Natural)
  
   Si tales datos son ciertos, y estimando que la explotación de las minas duró unos 250 años, podemos calcular que la producción total de oro alcanzaría los 5 millones de libras (1.635.000 kilogramos).
   Los yacimientos aluviales de oro de la región de las Médulas ya habían sido explotados a pequeña escala desde la Edad de Hierro, como lo evidencian los abundantes hallazgos de objetos de oro en los castros (poblados amurallados) y cementerios prerromanos de la zona.
   Esta comarca formaba parte de la provincia de Hispania Citerior, que incluía las regiones militares noroccidentales de Asturia y Gallaecia (actuales Asturias y Galicia), y allí se fundaron algunas urbes romanas, que fueron conectadas entre sí por un red de calzadas empedradas, entre las que sobresale la vía que iba desde Aquitania (Francia) hasta Asturica Augusta (Astorga, León), atravesando en dirección este-oeste la mitad septentrional de la península, trazado que más tarde, en la Edad Media, se convirtió en el Camino de Santiago. Astorga estaba también conectada con Mérida (Augusta Emérita) por una calzada norte-sur conocida hoy como Vía de la Plata.
   La legión romana destacada en la zona (Legio VII Gemina, de donde deriva el nombre de la ciudad y provincia de León) estaba permanentemente instalada en León, y disponía de varias unidades auxiliares apostadas en fuertes y guarniciones para controlar los centros mineros.
   Sin embargo, el grado de romanización de las tierras leonesas fue inferior al de otras partes de la península, y la población indígena continuó asentada en sus territorios tribales, en torno a sus castros defensivos, situados en los altos de cerros y colinas.

  
  
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Al césar lo que es del césar
    
   Los romanos se emplearon a fondo en explotar las ricas reservas metalúrgicas de la región, sobre todo el oro, pero también el hierro. Pusieron en práctica nuevas técnicas de extracción del oro, a mucha mayor escala que durante el periodo prerromano, oro que iba a parar, como el de todas las provincias imperiales, al patrimonio del césar. Las minas fueron declaradas propiedad del emperador.
  
  –¿Conoces las Médulas de Carucedo?
  –Sí, claro.
   –Qué vas a conocerlas, de vista, de alguna excursión, cuando vuelvas por allí fíjate en lo que te digo, los picachos de tierra roja, desérticos, son ruinas de la naturaleza provocadas por el hombre, por los romanos, o mejor dicho por sus esclavos, ¿por qué crees que son rojas?, por la sangre de los esclavos que allí murieron, se habla de sesenta mil esclavos, ¿te imaginas lo que es eso?, una ciudad entera trabajando en busca de oro, según Plinio el Viejo, en su Naturales Hispaniae que no te voy a dejar porque no lo tengo, no te asustes, se lavaron trescientos millones de toneladas de tierra berciana, salían unos cinco gramos de oro por tonelada, lo cual hace unas veinte mil libras al año, el mayor tesoro del imperio, perforaban la montaña hasta dejarla como un gruyère y después inyectaban agua a presión, la Las Medulas de Leontraían desde kilómetros de distancia, toda una doble labor de ingeniería, la minera y la hidráulica, eran los alemanes de su tiempo, inyectaban el agua y el monte se venía abajo, el "ruina montium" que describió Plinio, ¿te imaginas el estruendo?, ¿los que morirían enterrados?, y después a lavar las arenas, no las del río, las del monte, algo inimaginable, y lo que tampoco se puede uno imaginar con un mínimo sentido común es que lavaran todos los montes del Bierzo, algo dejarían, digo yo, hay otras médulas ocultas, el oro es el nervio secreto del Bierzo.
   –Si existieran ya las habría descubieto alguien.
   –Si estuvieran ocultas sí, pero nadie ve lo que tiene delante de los ojos.
   (Raúl Guerra Garrido. El año del wolfram)
  
   Contrariamente a la creencia popular, y a diferencia de otras explotaciones mineras imperiales, los trabajadores de las minas no eran esclavos. Eran hombres libres, obreros asalariados, y sus asentamientos se hallan diseminados por toda la comarca del Bierzo, claramente distinguibles de los de los oficiales imperiales y sus equipos. Las actividades de ingeniería e infraestructura (obras hidráulicas como presas y canales y construcción de vías) estaban encomendadas al ejército romano. La presencia militar tenía también como función mantener la paz y asegurar el suministro y envío del oro a Roma.
   En cuanto al número de trabajadores, Plinio habla de 60.000 obreros manumitidos. Estudios modernos, basados en la tierra removida, hablan de 10.000 o 20.000 hombres, contando con administradores, guardianes, etc. Plinio comenta en sus escritos la dureza del trabajo: "es menos temerario buscar perlas y púrpura en el fondo del mar que sacar oro de estas tierras".
   El sistema monetario del imperio sufrió turbulencias a finales del siglo II d C, cuando el áureo (moneda de oro equivalente a 25 denarios de plata) fue devaluado con catastróficos resultados, afectando también a la industria minera hispana, que entró en un periodo de crisis.
   Cuando el emperador romano Caracalla (188-217 d C) cambió el sistema monetario y restableció el aúreo a su anterior valor, la explotación de las minas de Hispania experimentó una reactivación. Asturia y Gallaecia obtuvieron un nuevo rango englobadas en una provincia independiente, llamada Hispania Nova Citerior Antoniniana. Este estado de cosas duró muy poco. La ausencia de registros arqueológicos a partir de las primeras décadas del siglo III d C demuestra que la explotación minera del oro había llegado a su fin. Las minas estaban agotadas.

  
  
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Ruina montium

  
   La zona arqueológica de Las Médulas de Carucedo comprende las minas propiamente dichas y también las áreas adyacentes, donde pueden apreciarse otros vestigios del complejo proceso de extracción del oro que pusieron en funcionamiento los romanos. Se han localizado presas que se utilizaban para almacenar los grandes volúmenes de agua que se necesitaban para el sistema de extracción, así como los canales que conducían el agua a las minas. Las aguas de manantiales, de la lluvia y del deshielo de la nieve eran acumuladas en depósitos situados a conveniente altura, y trasladadas por la fuerza de gravedad por los canales construidos en plano inclinado hasta la zona minera, recorriendo grandes distancias.
Las Medulas de Leon   En el interior de las montañas se excavaba a muchos metros de profundidad un entramado de galerías en los estratos estériles (foto07), sobre las vetas de conglomerado aurífero. Cuando se abrían las compuertas de las presas, el agua liberada penetraba con una fuerza arrolladora en las galerías, que estaban cerradas en sus extremos. La presión ejercida por la avalancha de agua reventaba por dentro la montaña, y la tierra de sus entrañas era arrastrada por la corriente formando grandes riadas de derrubios. El lodo así arrastrado iba a parar a unos amplios estanques excavados al efecto en el suelo, al pie de las minas, y allí se procedía a su limpieza y criba sistemática para extraer el polvo de oro.
   Todavía pueden verse en la zona de Las Médulas los restos de estos depósitos y estanques, hoy secos o semisecos, así como claros vestigios del sistema de canales y conductos, que sumados miden por los menos 100 kilómetros.
   Se ha calculado que las tierras removidas alcanzaron los 500 millones de m³. El rendimiento medio era de solo 3 gramos de oro por tonelada de tierra.

   Rota cae la montaña con un estruendo que la imaginación no puede concebir, y da una explosión de una fuerza increíble. Los victoriosos contemplan la ruina de la naturaleza. Sin embargo todavía no hay oro ni siquiera sabían si lo habría cuando empezaron a cavar, y para tantos peligros y tanto coste, solo fue causa esperar lo que desean.
   Otro trabajo, e incluso más caro, es conducir desde la cumbre de las montañas, la mayoría de las veces a cien millas de distancia, los ríos para lavar los desechos. (...) Y este es un gran trabajo: es necesario que la pendiente sea rápida, de modo que el agua corra rápida, y para ello tiene que venir de los puntos más altos. Para que pase el agua, en los valles y las quebradas se forman puentes con canales. En otros lugares inaccesibles en roca, se excavan, y se la fuerza para recibir grandes vigas.
   Pasando el agua a través de las rocas, grava y pedernales son arrastrados. En la cabecera del agua en la parte frontal de la montaña se excavan dos estanques huecos de doscientos pies de largo y de ancho, y diez de profundidad. Tienen cinco aliviaderos cuadrados de unos tres pies. El estanque estando lleno, se le quita los tapones, y la corriente se apresura con tal fuerza, que arrastra las zonas de roca.
   Y de esta manera corre el agua desde la tierra al mar y la montaña se derrumba y, en esto se explota Hispania.
   (Plinio el Viejo. Historia Natural)
  
   Este espectacular, y en su momento innovador, sistema de minería transformó completamente la orografía de la zona, dando como resultado el insólito y atormentado paisaje que hoy conocemos como Las Médulas. El paraje fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997.

  
  
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