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Yemen, el legendario país del incienso y de la mirra, conocido desde la antigüedad como la Arabia Felix, va abriendo sus fronteras al mundo. Y gracias a ello tenemos hoy el privilegio de descubrir una sociedad que, con un pie en el siglo XXI, preserva todavía sus modos de vida inmersos en los usos medievales. A la incomparable belleza de sus paisajes y aldeas, a la fantástica arquitectura de sus casas-torre y sus mezquitas, se une algo aún más valioso: el calor humano de sus gentes. Ellos, los yemeníes, sus rostros, sus figuras, sus ambientes, son el motivo de esta exposición de retratos, con la que queremos rendir un modesto pero sentido homenaje a este pueblo admirable. 76 fotografías on line |
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Indice de textos 1 Rostros del Yemen 2 Yemen. Breve historia El país del incienso y la mirra El reino de Saba El Yemen medieval islámico Las colonizaciones Yemen hasta nuestros días 3 El pueblo yemení |
Indices de fotos |
Otras exposiciones del Yemen en fotoAleph YEMEN DE NORTE A SUR LA CARNE Y EL CORAN. Carnicerías de los países islámicos Otra exposición de tema relacionado en fotoAleph EL SULTANATO DE OMAN |
Dedicamos esta exposición a
la
memoria de nuestro amigo Mikel Essery
Arruti, que falleció en Yemen el 2 de julio de 2007,
junto a
otras diez personas, víctima de un atentado suicida
indiscriminado inducido por el fanatismo político-religioso.
Mikel era un ciudadano del mundo, y amaba este país. |
Vi una
pequeña esfera tornasolada, de casi
intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego
comprendí que ese movimiento era una ilusión producida
por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El
diámetro del Aleph
sería de dos o tres centímetros, pero el espacio
cósmico estaba ahí, sin disminución de
tamaño. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto... (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph) Vi a los nativos del legendario país del incienso y de la mirra, la tierra que gobernaron la reina de Saba hace tres mil años y la reina Arwa hace casi mil. Era el país que los antiguos llamaron Arabia Felix, porque el verdor de sus montañas y la feracidad de sus valles contrastaban como feliz excepción entre los despiadados desiertos de la Península Arábiga. Vi de cerca los hermosos rostros de sus habitantes, y al verlos sentí el reflejo de la simpatía y hospitalidad de sus corazones. Y vi que sus sonrisas ofrecían también un poderoso contraste con la austeridad extrema de su medios de vida, y parecían haber dejado atrás y hasta olvidado las convulsiones de la reciente historia de su nación. Vi los rostros de las gentes del Yemen, espejos del alma colectiva de este bellísimo país que va abriéndose poco a poco al mundo. |
1. Rostros del Yemen |
En
pocos lugares
de la Tierra
existe la oportunidad de realizar retratos fotográficos con
tanta
soltura como en el Yemen. País recientemente abierto al mundo,
sus
hospitalarios habitantes ven con una mezcla de curiosidad y sentido del
humor la creciente invasión de visitantes foráneos que,
cámara
en ristre, recorren este bellísimo rincón de la
Península
Arábiga, antaño llamado Arabia
Felix (epíteto que
pondera el verdor de sus montañas por contraposición a
los
rigores de los desiertos de Arabia). No es tarea fácil hacer retratos. Será ésta de hecho una de las disciplinas más difíciles y delicadas de la fotografía. Puesto que la cara es el espejo del alma, un buen retrato sería, por definición, aquél que lograra no sólo captar las facciones físicas externas de un ser humano, sino también algún rasgo de su psicología interna, que permitiera al espectador intuir en alguna medida el carácter o personalidad del retratado. En un instante que dura menos que una fracción de segundo, en la película quedan plasmados gráficamente un gesto, una mirada, una postura irrepetible de una persona que ya de por sí es única e irrepetible. ¿Cómo conseguirlo de una forma natural? ¿Cómo evitar la impostación del modelo, la pérdida de espontaneidad que en cualquier sujeto provoca el hecho de ser apuntado por el objetivo de una máquina? Que el observador condiciona lo observado no sólo es una constatación de la estética sino una ley fundamental incluso en física cuántica. Si dejamos aparte el retrato de estudio, que posee su lenguaje específico, creemos que el retrato fotográfico del natural –por ejemplo, el que escoge por tema los rostros nativos con que el viajero se topa por las calles, ciudades, aldeas o campos de un país– tiene también sus propias normas. La primera, intentar hacerse invisible. ¿Y cómo logra esto el fotógrafo? Mezclándose con la población. Dejando pasar un tiempo antes de sacar la cámara, para observar con calma el entorno, para ir empapándose del ambiente, para charlar con las gentes y que las gentes se acostumbren a uno, hasta el punto de que nadie se sienta avasallado por el aparato fotográfico y se le deje de prestar atención. A partir de ese momento mágico empiezan a surgir las mejores fotos, los más genuinos retratos. Trabajadores pillados manos a la obra, ajenos a todo lo que no sea su faena. Mercaderes que reclaman la atención de los viandantes hacia los artículos expuestos en sus tenderetes. Hombres y mujeres que regatean en los zocos. Niños y niñas que corretean por los callejones y juegan a la comba, a la rayuela, a las canicas y, cómo no, al fútbol, aunque sea con un balón desinflado y en una empinada cuesta. Ancianos de rostro barbudo, paseando su serena dignidad por calles y plazas. Indice
de textos Indice
de textos |
2. Yemen. Breve historia |
El país del incienso y la
mirra Yemen es una de las regiones del mundo habitadas desde los tiempos más remotos. Sus orígenes míticos hacen referencia a personajes de las sagradas escrituras: sería el hijo del patriarca Noé, Sem, quien fundó la ciudad de Sana'a, y de ahí procedería su sobrenombre de 'Sam City'. Los arqueólogos, en base a utensilios prehistóricos de piedra hallados a ambos lados del estrecho de Bab el-Mandeb, han sugerido que hace 40.000 años tuvieron lugar las primeras migraciones humanas al Yemen desde África oriental. Las más antiguas civilizaciones conocidas de Arabia meridional se remontan a un milenio antes de Cristo, si bien han sido menos estudiadas que las civilizaciones europeas. Los mismos yemeníes están orgullosos de sus ancestrales orígenes, aunque en la actualidad la investigación histórica local se centra en el periodo islámico, descuidando la era preislámica. Los antiguos reinos que se establecieron en la región hoy ocupada por Yemen, y que era conocida antaño como Arabia Felix, basaban su economía en la agricultura y el comercio, teniendo como consecuencia que los asentamientos enclavados en las grandes rutas comerciales adquirieran mayor prosperidad y poder que sus vecinos. Los principales productos cultivados al sur de la península arábiga eran la mirra y el incienso (resinas de los árboles Commiphora y Boswellia, que sólo crecen en las costas del sur de Arabia y en la costa septentrional del Cuerno de África; hoy día se siguen cultivando en Yemen, así como en Omán y Somalia). Estas resinas aromáticas eran muy apreciadas por la sociedad de entonces, debido a su fragancia y al significado ritual que le era atribuido por culturas dispares, como la egipcia, la griega y la romana. El incienso se usaba en casi todos los ritos y ceremonias practicados por los faraones y el clero egipcios; la mirra se utilizaba en cosmética, y en el proceso de embalsamamiento de momias, como detalló Herodoto en su testimonio sobre las costumbres de los egipcios: Después hacen un tajo con piedra afilada de Etiopía a lo largo de la ijada, sacan todos los intestinos, los limpian, lavan con vino de palma y después con aromas molidos. Luego llenan el vientre de mirra pura molida, canela, y otros aromas, salvo incienso, y cosen de nuevo la abertura. (Herodoto, 'Los nueve libros de la historia', Libro II, 86). Indice de textos Se supone que los judíos valoraban el incienso y la mirra al mismo nivel que el oro, según se deduce del conocido episodio de la visita de los magos de Oriente al recién nacido Jesús en Betlehem de Judea, descrito en el Evangelio de Mateo: Entraron en la casa y vieron al niño con María su madre. Entonces, prosternándose lo adoraron; luego abrieron sus tesoros y le ofrecieron sus dones: oro, incienso y mirra. (Mateo, 2, 11). Los cargamentos de incienso y mirra eran transportados por vías marítimas y terrestres que conectaban países muy alejados entre sí. Poco a poco fue estableciéndose una extensa red de rutas comerciales, donde las caravanas desempeñaron un papel decisivo en la implantación de vías protegidas de tráfico de mercancías, en la creación de prósperos emporios, en el encuentro e interacción entre diferentes culturas. Del mulo y el asno se pasó al dromedario como medio de transporte, animal mejor adaptado a las extremas condiciones de los desiertos arábigos. Desde el puerto costero de Qana, en la costa del Mar Arábigo y en plena zona de cultivo del árbol del incienso, partían rutas que, atravesando la Península Arábiga o el Mar Rojo, arribaban a Gaza, en la costa mediterránea, o a Egipto. La travesía podía durar dos meses. Además de incienso y mirra, los convoys solían transportar otros tipos de mercancías, como oro y piedras preciosas procedentes de la India. Las caravanas solían ser de enormes dimensiones y se componían a veces de más de mil dromedarios, por lo que era obligado el paso por determinados enclaves y oasis donde poder repostar grandes cantidades de agua y alimentos, pagando a cambio los correspondientes tributos. Gracias a este tráfico, muchas de estas etapas caravaneras se convirtieron en poderosas y ricas ciudades, llegando algunas de ellas a expandirse y crear pequeños imperios. Ejemplo notorio sería el de Petra, capital del potente reino de los nabateos, en la Arabia Pétrea (ver en fotoAleph colección de fotografías PETRA. El tesoro oculto en el desierto). Indice de textos El reino de Saba
Uno de los territorios que alcanzaron mayor
prosperidad
favorecidos por el comercio caravanero fue el legendario reino de Saba,
que empezó a florecer hacia el año 1000 a C. El Yemen medieval islámico
Las colonizaciones
Yemen hasta nuestros días
Indice
de textos |
3. El pueblo yemení |
La
población del Yemen
ascendía en 2005 a unos 20 millones de habitantes, desigualmente
repartidos por el país, y sin contar con los yemeníes
emigrantes
que trabajan y residen en el extranjero. Las superpobladas provincias
del
norte contrastaban con el muy escasamente poblado Yemen del Sur, con
sólo
dos millones de súbditos. A grandes rasgos, esta
población
podría encuadrarse en tres grandes grupos: los agricultores
sedentarios
en pueblos, los residentes urbanos en ciudades, y los pastores
nómadas
que habitan en tiendas de campaña. El Yemen es un país todavía eminentemente rural, cuyos principales recursos dependen de la agricultura y el pastoreo. La mayoría de sus gentes –en torno a un 85%– habita en pequeños pueblos, aldeas y caseríos de muy reducido número de vecinos. Sus principales ciudades son la capital administrativa Sana'a, con un millón escaso de habitantes, y Adén, ex-capital del antiguo Yemen del Sur y el más activo centro económico del país, que no llega al medio millón, seguidas de Ta'izz y Al-Hudayda. Un pueblo típico del Yemen se compone de un apretado conglomerado de casas construidas muy juntas entre sí. Algunos pueblos constituyen de hecho auténticas reliquias de asentamientos antiguos más prósperos. En las tierras montañosas, la casa típica está construida en piedra o ladrillo, cimentada a veces de forma inverosímil sobre las más accidentadas escarpaduras, y con una altura de tres a cinco pisos; mientras que en la planicie de la Tihama o en el valle de Hadramaut las casas son de adobe, llegando a alcanzar en Shibam del Hadramaut hasta ocho pisos de altura, verdaderos rascacielos en barro. Un pequeño pueblo puede estar habitado por un solo clan familiar, siendo todos sus vecinos descendientes por línea masculina de un patriarca común. La esperanza media de vida de los yemeníes era hasta hace poco de unos 45 años, y en 1990 se daba aquí una de las tasas de mortandad infantil más elevadas del planeta: de cada mil niños, 192 no llegaban a alcanzar los cinco años, aunque este índice afortunadamente tiende a disminuir, gracias a las sustanciales mejoras en sanidad e higiene que han tenido lugar en las últimas décadas. Una mujer yemení tiene a lo largo de su vida como media 7,7 hijos. La tasa de crecimiento poblacional es del 3,7%, por lo que el número de habitantes del país se duplica cada veinte años. Algunos de los factores que pueden influir en esta explosión demográfica son los matrimonios precoces, la poligamia, la ausencia de medios de control de natalidad y el hecho de que los yemeníes consideran motivo de orgullo el tener gran cantidad de hijos. El rejuvenecimiento de la población general es considerable: el 52% de los yemeníes tiene menos de 15 años, fenómeno que se produce también en otros países del entorno. El promedio de edad de la mujer a la hora de casarse era hasta hace poco de 18 años (22 para el varón), dándose con frecuencia casos de chicas casadas antes de los 14 años. El divorcio es también común en el Yemen, habiendo un alto porcentaje de mujeres divorciadas y vueltas a casar, sin que esto constituya un oprobio para la familia, por contraste con lo que ocurre en otros países árabes de la zona. Las dos principales divisiones del islam, el sunnismo y el chiismo, están presentes en el Yemen, país de abrumadora mayoría musulmana. La mayor parte de sus habitantes son sunníes de la escuela shafi'i (una rama ortodoxa de la jurisprudencia mahometana, cuyo nombre proviene de ash-Shafi'i, notable jurista del islam que vivió entre 767 y 820), mientras que la minoría zaydí que habita en las provincias del norte, en torno a Sa'da, son chiíes. Se da también una pequeña representación de ismailitas (secta dentro del chiismo), de en torno al 1% de la población. Las diferencias entre las varias facciones religiosas se basan en distintas interpretaciones de la Shari'a o jurisdicción islámica. Existen pequeñas minorías de no-musulmanes, como los cristianos (en torno a un 4%), los hindúes y los judíos, todas ellas remanentes de las comunidades que abandonaron el país tras su independencia. Indice de textos Sistema tribal Desde un punto de vista sociológico, el Yemen se caracteriza por poseer una estructura social de tipo tribal. El pilar básico de la sociedad yemení es la familia. Además del núcleo familiar básico ('ayla'), compuesto por unas seis personas de media, hay que tener en consideración el concepto más amplio de 'familia extensa' (o 'bayt' = casa), compuesta por varias generaciones que residen en una misma mansión, incluyendo al varón, sus esposas, sus hijos, sus hijas solteras, y las esposas y prole de sus hijos varones. Estas familias extensas forman a su vez, por genealogía, parte de unidades más grandes descendientes de un patriarca común, que a su vez se agrupan en un orden superior de la jerarquía social llamado 'qabila' o tribu. Las tribus y subtribus tienden históricamente a ocupar cada una un determinado territorio, siendo independientes unas de otras, sobre todo desde un punto de vista jurídico, y autoabasteciéndose con sus propios recursos agrícolas. Se da también al Este, como excepción a la regla, el fenómeno del nomadismo, con tribus beduinas que recorren incansables las estribaciones del desierto arábigo. Ciertas costumbres y signos externos, adquiridos por las distintas tribus a lo largo de los siglos, permiten distinguir a un ojo experto la tribu a la que pertenece determinada persona, como por ejemplo el diseño de la yambía (o jambiya, puñal ceremonial curvo que los varones portan a la cintura como parte imprescindible de su atuendo) o la forma de anudarse la kuffiya o pañuelo de cabeza. Los vestidos femeninos también varían considerablemente de tribu a tribu. Las bodas y nacimientos constituyen pretexto para importantes celebraciones, teniendo cada tribu sus propios festejos folclóricos y sus tipos de música y danza. Algunas tribus de la provincia de la Tihama practican aún mutilaciones genitales femeninas, aunque esta atávica costumbre está oficialmente perseguida y tiende a ser erradicada. Cada tribu elige un jeque (o sheikh), un hombre veterano, respetado, y con reputación de sabio, que media en los conflictos tribales con base a su interpretación de la shari'a o ley islámica. Las tribus se agrupan a veces en una unidad superior a modo de 'confederación de tribus'. Tales unidades existen sobre todo al norte del país, como los Hashids, los Bakils o los Zaraniqs, que tienen gran influencia en la política del gobierno, y han de estar cuidadosamente representadas a la hora de formar cada nuevo parlamento. El influjo del sistema tribal disminuye hacia el sur del país, siendo casi inexistente en el antiguo Yemen del Sur, donde se combatió desde el gobierno el poder de los jeques y las tribus locales. Sujetos también los yemeníes a un sistema jerárquico de clases sociales, las élites religiosas ocupan el rango más alto de la escala, siendo la clase 'sayyid', cuyos miembros descienden directamente del profeta Mahoma, altamente respetada hasta nuestros días. Los del grupo 'qadhi', formado por 'manqads' o especialistas en cuestiones jurídicas y legales, son también muy apreciados por sus conocimientos. Están también los 'shaykhs', sucesores de familias sacerdotales de la época preislámica. En los niveles más bajos de la escala social yemení están los 'ajdam' o servidores, que pueden verse en las ciudades barriendo las calles, limpiando baños públicos y realizando todos los trabajos tenidos como de inferior categoría; incluso los 'abid', individuos de tez oscura, descendientes de esclavos, son considerados de más alto rango. Este sistema tradicional de clases ha ido perdiendo peso a lo largo del siglo XX, y ha contribuido a ello el mayor grado de alfabetización y educación social, ya no restringido a las clases sayyid y qadhi; hoy en día es más fácil para cualquier yemení, sobre todo en las ciudades, obtener una emancipación social al margen del férreo sistema de tribus y clases, aunque las restricciones en materia de casamientos siguen prácticamente intactas. Queda por mencionar también el fenómeno de la emigración, que en Yemen se da desde tiempos antiguos. Gran cantidad de yemeníes (entre el 20 y el 25% de la población) emigran para trabajar a distintos países, y sus ahorros son enviados a las familias que esperan en su tierra natal, siendo ésta una de las principales fuentes de ingresos del Yemen. En el remoto valle del Hadramaut, en el ex-Yemen del Sur, se dio en siglos pasados una fuerte emigración a África oriental, Malasia e Indonesia, y esto puede apreciarse a simple vista al contemplar los palacios 'indianos' de arquitectura javanesa que emigrantes con éxito hicieron construir al regresar a su madre patria. Hoy estas migraciones se han desviado en su casi totalidad a otros países árabes enriquecidos con sus recursos petrolíferos, como es el caso de Arabia Saudí. Indice de textos |
GENTES DEL YEMEN
Retratos de la 'Arabia Feliz'
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YEMEN DE NORTE A SUR |
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