fotoAleph
                           centro de documentación fotográfica y visual
 
Principal Exposiciones > Colecciones Galería Pintura Autores Compra Preguntas Enlaces
 
  
  YEMEN
  DE NORTE A SUR
Yemen de norte a sur
  
   Yemen es un país que no se parece a ningún otro, y uno de los que mejor permiten conocer la idiosincrasia del mundo árabe.
   Su arquitectura única, de un estilo inconfundible, sus agrestes paisajes, sus aldeas de montaña, las calles y mercados de sus ciudades conservan un carácter tan exótico, tan genuinamente oriental, que se diría están directamente sacados de los cuentos de Las Mil y Una Noches. Sus habitantes, amables y acogedores, viven conforme a usos y costumbres que no son de este siglo, en una sociedad de tipo tribal apenas contaminada por las influencias de Occidente.
   La colección de fotografías que aquí exhibimos aspira a ofrecer una extensa muestra de la incomparable belleza de este singular país, incluyendo en nuestra panorámica el sur del Yemen, una región hasta hace pocos años prohibida a los visitantes foráneos.
Indices de fotos
Indice general
Yemen de norte a sur
Zocos yemeníes
El Patrimonio Mundial
Otros sitios históricos
Arquitectura del Yemen
La noche nº 1002
Indice de textos 
Una sociedad tribal
Yemen. Breve historia
El vuelo poético de la arquitectura
Qat, incienso y mirra
Lugares del Yemen en el Patrimonio Mundial
Otros sitios históricos del Yemen
La noche nº 1002
  
  
  
Otras exposiciones de fotos del Yemen en fotoAleph
  
GENTES DEL YEMEN. Retratos de la 'Arabia Feliz'
LA CARNE Y EL CORAN. Carnicerías en los países islámicos


Una sociedad tribal
 

   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...

                                                                             (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)




   Vi el país del incienso y la mirra, que fue conocido antaño como la Arabia Feliz.
   Vi de cerca los semblantes de sus nativos, que reflejaban en su mirada la sencillez y nobleza de sus corazones. Los hombres portaban un puñal al cinto. Las mujeres ocultaban su cuerpo bajo un velo.
   Les vi perderse en bulliciosos mercados, laberintos de callejas rebosantes de todos los objetos imaginables, a la búsqueda de una hogaza de pan.
   Vi sus aldeas en las cimas de las montañas, que se asomaban sin temor hasta el mismo borde de los abismos. Vi sus hermosas casas, altas como torres, perforadas por un sinfín de ventanas, celosías y vidrieras, y embellecidas con frisos que dibujaban en las fachadas las más fantásticas ornamentaciones.
   En algún momento creí estar viendo los escenarios de los cuentos de Sherezade. Pero el país era real, y existía en el siglo XXI.


  
   El país del Yemen, situado en el extremo sur de la península arábiga, tuvo también su 'telón de acero', que, como ocurriera con Alemania del Este y del Oeste, dividía la nación en dos: Yemen del Norte y Yemen del Sur. Les separaban sus sistemas políticos, que no la voluntad de sus habitantes. Yemen del Sur fue la única nación árabe que ha vivido (de 1967 a 1991) bajo un régimen de tipo comunista.
Yemen   Ese muro ficticio se derrumbó en 1991. Las aguas volvieron a su cauce y el Yemen se reunificó. Lo cual ha permitido que hoy podamos visitar el país de norte a sur, hasta sus más alejados rincones. Los únicos conflictos que se dan en la actualidad provienen de la región de Sa'da, cerca de la frontera con Arabia Saudí (una zona fuera del control del gobierno central, donde la insurgencia chií ha mostrado históricamente una marcada hostilidad hacia los gobernantes con sede en la capital), y de la región de Marib (donde elementos incontrolados de ciertas tribus llevan a cabo secuestros de turistas para extorsionar al gobierno con el fin de obtener determinadas reivindicaciones). A esto cabe añadir que en los últimos años se han producido esporádicamente atentados suicidas contra viajeros por parte de integristas, en el contexto de la supuesta 'guerra santa' contra Occidente. Conviene dejar constancia de que estas actividades son enérgicamente repudiadas por la inmensa mayoría de la población yemení, que si por algo se caracteriza es por su pacifismo.
   País recientemente abierto al mundo, los hospitalarios habitantes del Yemen ven con una mezcla de curiosidad y sentido del humor la creciente invasión de visitantes extranjeros que recorren este bellísimo rincón de la Península Arábiga, antaño llamado Arabia Felix, epíteto que ponderaba el verdor de sus montañas por contraposición a la sequedad y los rigores de los desiertos de Arabia.
   La simpatía desbordante de los yemeníes contrasta con sus duros medios de vida, en los que los recursos económicos de la mayor parte de la población son de mera supervivencia. En aldeas remotas de las montañas –racimos compactos de casas-torre que yerguen sus sillares encaramados en los más abruptos riscos y sobre borrascosas cumbres a 2.500 metros de altura– los campesinos trabajan de sol a sol en huertas aterrazadas y escalonadas en pendientes de extremado desnivel, mientras sus mujeres cuidan del hogar y los hijos, acarrean leña, y se abastecen de agua por el sistema de bajar todos los días del monte hasta alcanzar el río, llenar unos bidones, colocárselos en equilibrio sobre la cabeza, para volver a ascender la montaña por senderos angostos que bordean vertiginosos barrancos (foto dcha). Pero todo este faenar no les impedirá, cuando se crucen en nuestro camino, saludarnos con el "salam alaekum" y darnos la bienvenida con la más sincera de las sonrisas.
   La población del Yemen ascendía en 2005 a unos 20 millones de habitantes, desigualmente repartidos por el país, y sin contar con los yemeníes emigrantes que trabajan y residen en el extranjero. Las superpobladas provincias del norte contrastan con las muy escasamente pobladas regiones del sur del Yemen, habitadas por poco más de dos millones de personas. A grandes rasgos, esta población podría encuadrarse en tres grandes grupos: los agricultores sedentarios en pueblos, los residentes urbanos en ciudades, y los pastores nómadas que habitan en tiendas de campaña.
   El Yemen es un país todavía eminentemente rural, cuyos principales recursos dependen de la agricultura y el pastoreo. La mayoría de sus gentes –en torno a un 85%– habita en pequeños pueblos, aldeas y caseríos de muy reducido número de vecinos. Sus principales ciudades son la capital administrativa Saná, con un millón y pico de habitantes, y Adén, ex-capital del antiguo Yemen del Sur y el más activo centro económico del país, que no llega al medio millón, seguidas de Taizz y Al-Hudayda.
  
   Indice de textos
Yemen 
   La esperanza media de vida de los yemeníes era hasta hace poco de unos 45 años, y en 1990 se daba aquí una de las tasas de mortandad infantil más elevadas del planeta: de cada mil niños, 192 no llegaban a alcanzar los cinco años, aunque este índice afortunadamente tiende a disminuir, gracias a las sustanciales mejoras en sanidad e higiene que han tenido lugar en las últimas décadas.
    Una mujer yemení tiene a lo largo de su vida una media de siete hijos. La tasa de crecimiento poblacional es del 3,7%, por lo que el número de habitantes del país se duplica cada veinte años. Algunos de los factores que pueden influir en esta explosión demográfica son los matrimonios precoces, la poligamia, la ausencia de medios de control de natalidad y el hecho de que los yemeníes consideran motivo de orgullo el tener gran cantidad de hijos. El rejuvenecimiento de la población general es considerable: el 52% de los yemeníes tiene menos de 15 años, fenómeno que se produce también en otros países del entorno.
   El promedio de edad de la mujer a la hora de casarse era hasta hace poco de 18 años (22 para el varón), dándose con frecuencia casos de chicas casadas antes de los 14 años. El divorcio es también común en el Yemen, habiendo un alto porcentaje de mujeres divorciadas y vueltas a casar, sin que esto constituya un oprobio para la familia, por contraste con lo que ocurre en otros países árabes de la zona.
   Las dos principales divisiones del islam, el sunnismo y el chiísmo, están presentes en el Yemen, país de abrumadora mayoría musulmana. La mayor parte de sus habitantes son sunníes de la escuela shafi'i (una rama ortodoxa de la jurisprudencia mahometana, cuyo nombre proviene de ash-Shafi'i, notable jurista del islam que vivió entre 767 y 820), mientras que la minoría zaidí que habita en las provincias del norte, en torno a Sa'da, son chiíes. Se da también una pequeña representación de ismailitas (secta dentro del chiísmo), de en torno al 1% de la población. Las diferencias entre las varias facciones religiosas se basan en distintas interpretaciones de la shari'a o jurisdicción islámica. Existen pequeñas minorías de no-musulmanes, como los cristianos (en torno a un 4%), los hindúes y los judíos (foto068), todas ellas remanentes de las comunidades que abandonaron el país tras su independencia.
 
   Indice de textos
Yemen 
   Desde un punto de vista sociológico, el Yemen se caracteriza por poseer una estructura social de tipo tribal. El pilar básico de la sociedad yemení es la familia. Además del núcleo familiar básico (ayla), compuesto por unas seis personas de media (foto063), hay que tener en consideración el concepto más amplio de 'familia extensa' (o bayt = casa), compuesta por varias generaciones que residen en una misma mansión, incluyendo al varón, sus esposas, sus hijos, sus hijas solteras, y las esposas y prole de sus hijos varones. Estas familias extensas forman a su vez, por genealogía, parte de unidades más grandes descendientes de un patriarca común, que a su vez se agrupan en un orden superior de la jerarquía social llamado qabila o tribu. Las tribus y subtribus tienden históricamente a ocupar cada una un determinado territorio, siendo independientes unas de otras, sobre todo desde un punto de vista jurídico, y autoabasteciéndose con sus propios recursos agrícolas. Se da también al Este, como excepción a la regla, el fenómeno del nomadismo, con tribus beduinas que recorren incansables las estribaciones del desierto arábigo.
   Las bodas y nacimientos constituyen pretexto para importantes celebraciones, teniendo cada tribu sus propios festejos folclóricos y sus tipos de música y danza. Algunas tribus de la provincia de la Tihama practican aún mutilaciones genitales femeninas, aunque esta atávica costumbre está oficialmente perseguida y tiende a ser erradicada.
   Cada tribu elige un jeque (o sheik), un hombre veterano, respetado, y con reputación de sabio, que media en los conflictos tribales con base a su interpretación de la shari'a o ley islámica. Las tribus se agrupan a veces en una unidad superior a modo de 'confederación de tribus'. Tales unidades existen sobre todo al norte del país, como los Hashids, los Bakils o los Zaraniqs, que tienen gran influencia en la política del gobierno, y han de estar cuidadosamente representadas a la hora de formar cada nuevo parlamento. El influjo del sistema tribal disminuye hacia el sur del país, siendo casi inexistente en el antiguo Yemen del Sur, donde se combatió desde el gobierno el poder de los jeques y las tribus locales.
   Sujetos también los yemeníes a un sistema jerárquico de clases sociales, las élites religiosas ocupan el rango más alto de la escala, siendo la clase sayyid, cuyos miembros descienden directamente del profeta Mahoma, altamente respetada hasta nuestros días. Los del grupo qadhi, formado por manqads o especialistas en cuestiones jurídicas y legales, son también muy apreciados por sus conocimientos. Están también los shaykhs, sucesores de familias sacerdotales de la época preislámica. En los niveles más bajos de la escala social yemení están los ajdam o servidores, que pueden verse en las ciudades barriendo las calles (foto252), limpiando baños públicos y realizando todos los trabajos tenidos como de inferior categoría; incluso los abid, individuos de tez oscura, descendientes de esclavos, son considerados de más alto rango.
   Este sistema tradicional de clases ha ido perdiendo peso a lo largo del siglo XX, y ha contribuido a ello el mayor grado de alfabetización y educación social, ya no restringido a las clases sayyid y qadhi; hoy en día es más fácil para cualquier yemení, sobre todo en las ciudades, obtener una emancipación social al margen del férreo sistema de tribus y clases, aunque las restricciones en materia de casamientos siguen prácticamente intactas.
   Queda por mencionar también el fenómeno de la emigración, que en Yemen se da desde tiempos antiguos. Gran cantidad de yemeníes (entre el 20 y el 25% de la población) emigran para trabajar a distintos países, y sus ahorros son enviados a las familias que esperan en su tierra natal, siendo ésta una de las principales fuentes de ingresos del Yemen. En el remoto valle del Hadramaut, en el ex-Yemen del Sur, se dio en siglos pasados una fuerte emigración a África oriental, Malasia e Indonesia, y esto puede apreciarse a simple vista al contemplar los palacios 'indianos' de arquitectura javanesa que emigrantes con éxito hicieron construir al regresar a su madre patria (foto408). Hoy estas migraciones se han desviado en su casi totalidad a otros países árabes enriquecidos con sus recursos petrolíferos, como es el caso de Arabia Saudí.

   Indice de textos
 
 
  

  

Yemen. Breve historia
  
El país del incienso y la mirra
 
   Yemen es una de las regiones del mundo habitadas desde los tiempos más remotos. Los arqueólogos, en base a utensilios prehistóricos de piedra hallados a ambos lados del estrecho de Bab el-Mandeb, han sugerido que hace 40.000 años tuvieron lugar las primeras migraciones humanas al Yemen desde África oriental.
Yemen   En Wadi Dhahr, cerca de Saná, existen grabados rupestres prehistóricos, que muestran escenas de pastoreo con representaciones de hombres y animales, entre los que abunda el íbice (ibex), especie de cabra montesa de curvados cuernos (fotos 313 y 314).
   Las más antiguas civilizaciones conocidas de Arabia meridional se remontan a un milenio antes de Cristo, si bien han sido menos estudiadas que las civilizaciones europeas. Los mismos yemeníes están orgullosos de sus ancestrales orígenes, aunque en la actualidad la investigación histórica local se centra en el periodo islámico, descuidando la era preislámica.
   Los antiguos reinos que se establecieron en la región hoy ocupada por Yemen, y que era conocida antaño como Arabia Felix, basaban su economía en la agricultura y el comercio, teniendo como consecuencia que los asentamientos enclavados en las grandes rutas comerciales adquirieran mayor prosperidad y poder que sus vecinos. Los principales productos cultivados al sur de la península arábiga eran la mirra y el incienso (resinas de los árboles Commiphora y Boswellia). Estas resinas aromáticas eran muy apreciadas por la sociedad de entonces, debido a su fragancia y al significado ritual que le era atribuido por culturas dispares, como la egipcia, la griega y la romana. El incienso se usaba en casi todos los ritos y ceremonias practicados por los faraones y el clero egipcios; la mirra se utilizaba en cosmética, y en el proceso de embalsamamiento de momias, como detalló Herodoto en su testimonio sobre las costumbres de los egipcios:
 
   Después hacen un tajo con piedra afilada de Etiopía a lo largo de la ijada, sacan todos los intestinos, los limpian, lavan con vino de palma y después con aromas molidos. Luego llenan el vientre de mirra pura molida, canela, y otros aromas, salvo incienso, y cosen de nuevo la abertura.  
   (Herodoto, Historia, Libro II, 86).
  
   Se supone que los judíos daban al incienso y a la mirra un valor semejante al oro, según se deduce del conocido episodio de la visita de los magos de Oriente al recién nacido Jesús en Betlehem de Judea, descrito en el Evangelio de Mateo:
 
   Entraron en la casa y vieron al niño con María su madre. Entonces, prosternándose lo adoraron; luego abrieron sus tesoros y le ofrecieron sus dones: oro, incienso y mirra. (Mateo, 2, 11).
 
   Los cargamentos de incienso y mirra eran transportados por vías marítimas y terrestres que conectaban países muy alejados entre sí. Poco a poco fue estableciéndose una extensa red de rutas comerciales, donde las caravanas desempeñaron un papel decisivo en la implantación de vías protegidas de tráfico de mercancías, en la creación de prósperos emporios, en el encuentro e interacción entre diferentes culturas.
   Del mulo y el asno se pasó al dromedario como medio de transporte, animal mejor adaptado a las extremas condiciones de los desiertos arábigos. Desde el puerto costero de Qana, en la costa del Mar Arábigo y en plena zona de cultivo del árbol del incienso, partían rutas que, atravesando la Península Arábiga o navegando por el Mar Rojo, arribaban a Gaza, en la costa mediterránea, o a Egipto. La travesía podía durar dos meses. Además de incienso y mirra, los convoyes solían transportar otros tipos de mercancías, como oro y piedras preciosas procedentes de la India. Las caravanas solían ser de enormes dimensiones y se componían a veces de más de mil dromedarios, por lo que era obligado el paso por determinados enclaves y oasis donde poder repostar grandes cantidades de agua y alimentos, pagando a cambio los correspondientes tributos. Gracias a este tráfico, muchas de estas etapas caravaneras se convirtieron en poderosas y ricas ciudades, llegando algunas de ellas a expandirse y crear pequeños imperios. Ejemplo notorio sería el de Petra, capital del potente reino de los nabateos, en la Arabia Pétrea (ver en fotoAleph colección de fotografías PETRA. El tesoro oculto en el desierto). 
 
   Indice de textos
 
  
 
El reino de Saba
 
   Uno de los territorios que alcanzaron mayor prosperidad favorecidos por el comercio caravanero fue el legendario reino de Saba, que empezó a florecer hacia el año 1000 a C.
   Saba es mencionado por primera vez en el Antiguo Testamento, relatando la visita de la reina sabea Bilqis al rey Salomón de Israel:
Yemen 
   La reina de Saba tuvo noticia de la fama que Salomón se había adquirido para la gloria de Yahvé, y vino a probarle con enigmas. Llegó, pues, a Jerusalén con un séquito muy grande, con camellos que traían especias aromáticas, muchísimo oro y piedras preciosas. Y fué a ver a Salomón, con el cual habló de todo lo que había en su corazón. Salomón le respondió a todas sus preguntas; no hubo cosa que fuese escondida al rey y de la cual no pudiese dar solución (...) 
   Luego regaló al rey ciento veinte talentos de oro, grandísima cantidad de especias aromáticas y piedras preciosas. Nunca más vino tanta cantidad de especias aromáticas como la que la reina de Saba dio al rey Salomón. (Reyes III, 10, 1-10. Paralipómenos II, 9, 1-10).
  
   La capital del reino fue Sirwah y luego Marib, dos poblaciones que, aunque venidas a menos, todavía existen en el actual Yemen, y que se beneficiaron de su situación estratégica en una región atravesada por la ruta natural que partiendo de Qana y a través del valle de Hadramaut se dirigía hacia el norte. La riqueza agrícola de Saba fue además potenciada por la famosa presa de Marib, construida en el siglo VIII a C, una de las grandes obras de ingeniería de la antigüedad. Antepasado remoto de las actuales presas, estuvo en funcionamiento durante más de mil años, y aún subsisten de ella impresionantes ruinas (fotos 265 y 266).
   El reino de Saba combatió contra otros pequeños reinos rivales vecinos, hasta absorberlos, pero fue a su vez sustituido por otro reino emergente en el siglo II a C: Himyar. Los himyaritas estaban asentados algo a desmano de las principales rutas del incienso, pero cerca del estrecho de Bab el-Mandeb, en la esquina suroccidental de la península. Hacia el 50 d C habían alcanzado cierta hegemonía regional y controlaban los principales puertos marítimos de la zona, mientras los sabeos se resentían del declive del tránsito terrestre.
   Unos pocos siglos más tarde, los antiguos dioses sabeos habían sido olvidados, y los reyes de Himyar se habían convertido al cristianismo o al judaismo, religiones que ejercían una intensa actividad misionera al sur de Arabia. Los cambios culturales sobrevenidos afectaron a la economía, pues los cristianos repudiaban las viejas prácticas paganas, como los ritos con incienso. El tráfico caravanero de incienso fue decayendo gradualmente, hasta que el emperador Teodosio le dio el golpe de gracia en el 395 d C, al declarar el cristianismo religión oficial del Imperio Romano. Otro factor que contribuyó en gran medida al declive de las caravanas fue la apertura –propiciada por los nuevos conocimientos sobre la periodicidad de los vientos monzónicos– de rutas de navegación de ida y vuelta entre la India y el Mar Rojo, que hicieron que el tráfico terrestre fuera siendo desplazado y sustituido por el marítimo en el comercio de especias.
   El soberano himyarita Dhu Nuwas instituyó el judaísmo como religión de estado. La subsiguiente persecución del cristianismo desencadenó una guerra con el reino cristiano de Axum (actual Etiopía). Himyar fue invadido y conquistado por Axum en el año 533.
   Unas décadas más tarde fue a su vez invadido por el imperio persa sasánida. Hacia el 575, los persas tenían ya la región sometida a su poder, así como el resto de la península arábiga.
 
   Indice de textos
 
 
Yemen 
El Yemen medieval islámico
 
   En el 628 d C, el gobernador persa del Yemen se convirtió al islam, y la nueva religión se propagó con rapidez por la Arabia Felix, dándose conversiones masivas de tribus, y alcanzando a todas las capas de la sociedad. Ya durante la vida del profeta Mahoma se construyeron las primeras mezquitas en Yemen (en Saná, al-Janad y Wadi Zabid), que todavía hoy existen. Los yemeníes participaron muy activamente en la propagación de la nueva fe, incluso más allá de sus fronteras, como en Siria e Iraq. Bajo los omeyas, con su capital en Damasco, Yemen quedó relegado a una provincia del imperio, y lo mismo ocurrió con la llegada al poder de los abbasíes, con su capital en Bagdad. La Arabia Felix quedó disgregada en diversos estados y reinos semi-independientes de corta duración, situación que se prolongó a lo largo de la Edad Media, como puede apreciarse con una somera enumeración:
   Los ziyadíes. Tras una revuelta de las tribus del sur de la Tihama (819 d C), llega al poder Mohamed ibn Ziyad, creando un reino independiente. Su dinastía dura unos doscientos años. Fundación de Zabid
   Los zaidíes. Yahya bin Husayn, un descendiente del Profeta, funda (897 d C) la dinastía zaidí de Sa'da, de credo chií, que implanta su hegemonía en el norte del actual Yemen, y llega a pervivir más de mil años, hasta la revolución de 1962.
   Los najahidas y sulayhidas. Una guerra de sucesión tras la muerte del último regente ziyadí de Zabid (1012) catapulta al trono a un esclavo etíope llamado Najah, que funda la dinastía de su nombre. Paralelamente, Ali as-Sulayhi congrega a seguidores en las montañas de Haraz y llega a fundar en 1046 otra dinastía de credo fatimí (facción de la secta ismailí, dentro de la doctrina chií), que extiende su influencia por el país. Ambas dinastías se disputan la hegemonía del sur del Yemen durante cien años. En 1067 una mujer sube al poder tras la muerte de su consorte el rey Mukarram: la célebre reina Arwa, ponderada por su sabiduría, que traslada la capital a Jibla, población donde aún se conserva la mezquita de su nombre (fotos 076 y 283).
   Los ayyubíes y rasúlidas. Desde 1173, tras el breve periodo de desorden que sigue al declive de las anteriores dinastías, los ayubbíes (dinastía fundada por Saladino) egipcios gobiernan durante unos cincuenta años casi todo el Yemen (con excepción del norte zaidí). La dificultad de controlar una zona tan alejada les hace perder el poder a manos de al-Mansur Ali ibn Rasul, fundador de la dinastía rasúlida, de origen turcomano. Su capital se traslada a Taizz, y permanecen en el trono desde 1216 hasta 1429.
   Los tahiridas y kathiríes. A los rasúlidas les sucede la dinastía fundada por at-Tahir de Lahej, que rige el sudoeste del Yemen de 1454 a 1526. Otra dinastía, los kathiríes, aparece en el valle de Hadramaut en el siglo XV y dura hasta la revolución de 1967. Ésta, junto a la de los zaidíes, fueron las últimas casas reales que gobernaron en el Yemen.
 
   Indice de textos
 
Yemen 
Las colonizaciones
  
   El periodo que en Europa conocemos como Renacimiento coincidió con las primeras colonizaciones europeas de los países de Oriente Próximo, que tomaron ventaja de la debilidad y divisiones internas de la región tras siglos de luchas fratricidas. En 1507 los portugueses se anexionan la isla de Socotora (Suqutra), en el Mar Arábigo, como preludio a la creciente presencia occidental en el sur de Arabia, e intentan conquistar, sin éxito, Adén. Los mamelucos egipcios reaccionan para proteger sus intereses en el Mar Rojo, y son a su vez destronados por los otomanos, que entre 1545 y 1548 se hacen dueños de la mayor parte del país, dando lugar a la primera ocupación otomana del Yemen. Su desarrollo económico se intensifica gracias al cultivo del café, con el importante centro de exportación en el puerto de Moca (al-Mokha), en el Mar Rojo, donde ingleses y holandeses fundaron factorías cuya fama trascendió las fronteras locales y dio su nombre al café de moca. En 1636 las tribus zaidíes derrotan a los ocupantes otomanos y liberan al Yemen de la opresión turca.
    El régimen zaidí se expande, abarcando el valle de Hadramaut, y la explotación cafetera continúa creciendo, mientras belgas, franceses y daneses operan en el puerto de Moca. Hacia 1720, el Yemen disfruta de una situación de virtual monopolio mundial en el comercio del café, hasta que surgen países competidores como Brasil o Indonesia, que en pocos años hacen caer en picado la demanda del prestigioso café yemení.
   En 1728, el sultán de Lahej, al sur, acaba con el dominio zaidí sobre Adén, en lo que se considera el germen de la posterior división del país en Yemen del Norte y Yemen del Sur. Los británicos incrementan su hegemonía en la zona, conquistan Adén, y hacia 1843 esta capital fortificada pasa a formar parte del Raj (dominio imperial británico de la India), transformándose en una importante etapa marítima de la principal ruta hacia las Indias orientales. La dominación británica se afianza por medio de pactos con las tribus locales y se prolonga hasta el siglo XX, llegando a constituir un protectorado británico en Arabia del Sur. La línea fronteriza que separaba el Yemen británico del Yemen otomano (la 'Línea Violeta') es virtualmente la misma que marcará en el siglo XX la frontera entre Yemen del Norte y Yemen del Sur.
   Una segunda ocupación otomana del Yemen tiene progresivamente lugar a partir de 1849, reforzada tras la apertura del Canal de Suez en 1869, y rematada con el derrocamiento de la casa real zaidí, si bien se verá permanentemente enfrentada a la resistencia de los imanes y de las tribus locales. Este conflictivo estado de cosas dura hasta el final de la I Guerra Mundial y la subsiguiente liquidación del imperio otomano. El imán Yahya es proclamado rey del Yemen, hasta su muerte violenta en 1948, a manos de un grupo de insurgentes que a su vez es neutralizado por el primogénito del imán, Ahmad, que le sucede en el poder y emprende un proceso de apertura del país hacia el mundo.
 
   Indice de textos
 
Yemen 
Yemen hasta nuestros días
 
   Poco después de la muerte del imán Ahmad, un grupo de militares de inspiración nasserita, apoyados por la RAU (República Árabe Unida) y bajo el mando del coronel Abdullah Sallal, perpetra en 1962 un golpe de estado revolucionario y proclama la República Árabe del Yemen. Se inicia una guerra civil de ocho años entre realistas y republicanos, instigada por el príncipe sucesor derrocado, con respaldo de Gran Bretaña y Arabia Saudí. Las hostilidades concluyen tras una intensa política de acuerdos con las tribus locales, y en 1970 Arabia Saudí reconoce la República del Yemen o Yemen del Norte.
    En el sur del país se dan simultáneamente, a lo largo de los años cincuenta y sesenta, violentas revueltas contra el protectorado británico con base en Adén. Ganan peso los movimientos nacionalistas radicales, siendo el más importante entre ellos el FLN (Frente de Liberación Nacional), de corte marxista y nacionalista. Tras años de lucha guerrillera, el FLN fuerza a los ingleses a retirarse de Adén en noviembre de 1967, creando la República Popular Democrática del Yemen, o Yemen del Sur, el primer y único estado árabe con un régimen comunista.
   Además de a las dificultades económicas, los dos países recientemente independizados se han de enfrentar a dos guerras fronterizas en 1972 y 1974. Dos de los presidentes de Yemen del Norte son sucesivamente asesinados, y el presidente Salem Rubaya Ali del Yemen del Sur es acusado de instigador del segundo magnicidio, y es a su vez destituido y ejecutado en 1978, lo que desencadena otra guerra entre los dos Yemen. Los años ochenta parecían prometer un periodo de estabilidad, hasta que otra sangrienta guerra civil estalla en Adén en enero de 1986.
Yemen   Con el desmoronamiento del imperio soviético y el fin de la Guerra Fría, cerrado el grifo del apoyo económico de la URSS a sus aliados del Tercer Mundo, Yemen del Sur se encuentra en una situación de completa bancarrota y vuelve sus ojos a sus vecinos del norte en busca de ayuda. A mediados de los ochenta se descubren yacimientos de petróleo en la zona fronteriza entre los dos países. Ambos gobiernos declaran neutral dicha zona en 1988, dando el primer paso hacia la reunificación del país. La nueva República Unida del Yemen nacería el 30 de enero de 1991.
   Este proceso no se da sin dificultades, pues las tribus de Sa'da, al norte, con respaldo de los saudíes, continuarán promoviendo una oposición violenta contra el sur 'secularizado'. Irrumpen diversos movimientos contra la unificación. Los respectivos gobiernos contraatacan desmilitarizando la frontera. Se disuelven las fuerzas de seguridad, se homologan los sistemas monetarios, se legalizan la libre empresa en el sur y los partidos políticos en el norte. El presidente del antiguo Yemen del Norte, Ali Abdullah Saleh, continúa como presidente del país unificado, mientras que el vicepresidente y el primer ministro provienen del Yemen del Sur. Saná será la capital política y Adén la económica. Se celebran las primeras elecciones multipartidistas.
 
   Indice de textos
Yemen  
   Pero los problemas políticos no terminan por resolverse debido a los enfrentamientos entre los líderes de los diferentes partidos. Los ejércitos del norte y del sur no han sido plenamente fusionados y las cadenas de mando de presidente y vicepresidente continúan siendo divergentes, dándose el hecho de que cada gran ciudad posea dos cuarteles de ejércitos en constante alerta y recelo mutuo. Al final, en 1994 estallan las hostilidades en varios campamentos del país, y comienza una nueva guerra civil. El presidente Saleh, con voluntarios de las tribus y campesinos armados, marcha sobre Adén, enarbolando la bandera de la lucha contra el 'secesionismo'. Adén cae asediada en 1995 y el comandante rebelde de la ciudad huye para atrincherarse en Muqalla hasta el fin de la guerra, que se cobra 7.000 muertos y 15.000 heridos.
   Esta última guerra civil ha contribuido, por una de esas ironías de la historia, al fortalecimiento de los lazos de unión entre el norte y el sur del Yemen. El presidente Saleh declaró una amnistía para todos los secesionistas que abandonasen las armas. Hoy todos los partidos contribuyen a la unidad nacional, y los únicos conflictos políticos actuales del Yemen parecen provenir de grupos tribales incontrolados de las regiones de Sa’da y Marib, que emplean los secuestros y otros métodos violentos para hacer valer sus reivindicaciones frente al gobierno.
   El país que en tiempos antiguos fue llamado Arabia Feliz ha tenido paradójicamente una historia agitada y convulsa, y en el siglo XX no se ha librado de este aciago sino. Por fortuna, a principios del siglo XXI, los habitantes del Yemen nos están dando en su comportamiento cívico y modos de participación política buenos motivos para la esperanza y el optimismo. El Yemen se va abriendo más y más al mundo, y ha emprendido un claro proceso de democratización que se anticipa al de otros países mucho más ricos de su entorno. El 27 de abril de 2003, los ciudadanos yemeníes fueron convocados por quinta vez a elecciones por sufragio universal, y alrededor de siete millones, hombres y mujeres, acudieron a las urnas.
   En palabras de la europarlamentaria italiana Emma Bonino: "Ha habido algún incidente y probablemente el partido del Gobierno habrá utilizado más de un instrumento de presión para conservar la mayoría de votos. Pero el solo hecho que los ciudadanos de Yemen, únicos en esta zona del mundo, hayan podido escoger quién quieren que les gobierne, en el respeto al menos formal de la libertad y el secreto del voto, es un hecho de extraordinaria importancia. Esto no quiere decir que Yemen sea un paraíso y una democracia perfecta. Conozco los preocupantes informes de Amnistía Internacional sobre torturas, y desde siempre he denunciado las humillaciones y las violencias a las que son sometidas las mujeres yemeníes. Pero incluso en este contexto, en Yemen el difícil y largo proceso hacia la democracia ha comenzado, y representa un modelo incómodo para los países vecinos" (Emma Bonino, 'Yemen: crónica de una esperanza democrática', artículo publicado en El Mundo, 3 mayo 2003).

   Indice de textos
 
 
  

   

El vuelo poético de la arquitectura
  
Indices de fotos 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34
  
   Hay quienes dicen que todos los habitantes del Yemen son arquitectos, y, a decir verdad, no les falta algo de razón. La arquitectura del Yemen tiene un sabor único, resultado de la aplicación de técnicas constructivas basadas en una tradición antiquísima que se ha mantenido a lo largo de los siglos con pocas variaciones y que ha creado entornos urbanos de una belleza subyugante, sin perder por ello su carácter popular.
Yemen   El arte arquitectónico del Yemen ha absorbido influencias artísticas de otros países, como Arabia Saudí, Etiopía, Egipto, Turquía, Irán e incluso la India, pero las ha desarrollado libremente de un modo propio hasta configurar un estilo autóctono muy original e imaginativo, que no se parece a ningún otro, empleando para ello las materias primas locales disponibles en cada región: piedra, adobe, ladrillo y madera.
   Un pueblo típico del Yemen se compone de un apretado conglomerado de casas construidas muy juntas entre sí, pero ensambladas unas a otras con gran armonía y sentido de la proporción, donde los añadidos modernos no desentonan de las edificaciones primitivas. Algunos pueblos constituyen de hecho auténticas reliquias de asentamientos antiguos más prósperos. Debido quizá a los continuos conflictos tribales que han caracterizado su historia, las viviendas adoptan una estructura tendente a la verticalidad, en forma de casas-torres de gran altura, fácilmente defendibles en caso de ataques (foto371). A su vez los edificios parecen integrarse en una planificación de conjunto, como si sus constructores poseyeran un sentido innato de la arquitectura y del urbanismo.
   Las casas han experimentado incontables remodelaciones a lo largo del tiempo, creciendo en altura, renovando constantemente, con gran sensibilidad estética, la decoración de sus fachadas, pero manteniendo a pesar de las transformaciones una personalidad puramente yemení, donde carece de sentido distinguir si las edificaciones son antiguas o modernas, porque son ambas cosas a la vez.
Yemen   Pasear por los pueblos y ciudades del Yemen es un continuo recreo para la vista. Creeríamos habernos embarcado en un viaje en la máquina del tiempo para trasladarnos a plena Edad Media, con pueblos fortificados por murallas jalonadas de potentes bastiones (foto354) y grandes puertas que dan acceso a núcleos urbanos compuestos por un dédalo de casas-torre que se arriman unas a otras en apretada aglomeración. Algunas torres están rematadas en las esquinas de la azotea con cuernos de toro, como si fueran acróteras, con el fin de ahuyentar a los genios y malos espíritus.
   Los zocos ocupan las laberínticas calles y se dividen en gremios. Cada barrio dispone de un hammam, o casa de baños públicos, distinguible por sus cúpulas perforadas de lucernarios. El paisanaje no es menos medieval. Los hombres y los niños portan dagas al cinto (foto051). Las mujeres se cubren con velos y transportan cántaros de agua sobre sus cabezas (foto339). Los mulos acarrean leña. Un pequeño pueblo puede estar habitado por un solo clan familiar, siendo todos sus vecinos descendientes por línea masculina de un patriarca común.
  
   Indice de textos
 
   Las blancas mezquitas encaladas refulgen en medio de los ocres y los grises de la ciudad, y apuntan hacia el cielo sus afilados minaretes (foto291), desde donde cinco veces al día los almuédanos recuerdan a los ciudadanos que es la hora de la oración. "Allaaahu akbar!" –salmodian a voz en grito–, "Ashadu an la illaha ila Allah, ua Muhammad rassulu Allah!" ("¡Alá es el más grande! ¡Declaro que no hay más dios que Alá y que Mahoma es el mensajero de Alá!").
   Las calles tienen mil ojos. Miles de ventanas, ventanucos y saeteras nos contemplan desde lo alto (fotos 023, 024 y 025). Si las observamos con detenimiento, comprobaremos que no hay dos ventanas iguales. Las hay cuadradas, redondas, ojivales, geminadas, de medio punto... Muchas están enmarcadas con ornamentaciones de yeso, otras cubiertas con celosías de madera o de mampostería, otras coronadas con elaboradas vidrieras semicirculares, llamadas tajrim (foto335).
Yemen   Las puertas son en la mayoría de los casos de madera tallada con una fina labor de marquetería (fotos 254 y 255). Incluso las cerraduras son de madera. Algunas puertas exhiben labrada en sus hojas la estrella de David, lo que delata que los propietarios de las viviendas son (o eran) judíos (foto068).
   Las casas de los pueblos de montaña no sufren de vértigo. Se asoman imprudentemente hasta el mismo borde del abismo y muchas veces no se sabe dónde acaba el acantilado de piedra y donde empieza la construcción de sillar (foto046). Al utilizar materiales locales, la integración con la naturaleza circundante es total. No hay diferencia entre el color de las casas y el de los roquedos sobre los que se asientan. Los perfiles de los pueblos, vistos de lejos, parecen peñascos entre peñascos.
   En las tierras montañosas, la casa típica está construida en piedra o ladrillo, cimentada a veces de forma inverosímil sobre las más accidentadas escarpaduras (fotos 033 y 092), y con una altura de tres a cinco pisos; mientras que en la planicie de la Tihama o en el valle de Hadramaut las casas son de adobe, llegando a alcanzar en Shibam del Hadramaut hasta ocho pisos de altura, verdaderos rascacielos en barro (foto241).
Yemen   Las casas-torre, aunque increíblemente diversas en su decoración externa, cuyo estilo varía también de un pueblo a otro, mantienen una misma estructura general interna. La planta baja se dedica a establos para ganado y almacenes. Una escalera permite el acceso a los pisos superiores, y pueden tener hasta nueve pisos. Existe por lo general una gran estancia común, el diwan, reservada para fiestas y reuniones familiares. El último piso de la torre suele ser el mafraj, una amplia sala para recibir visitas, reservada a los hombres, provista de alfombras, divanes y almohadones para tomar cómodamente el té o compartir un manojo de qat, y desde cuyas ventanas, decoradas con vidrieras multicolores, se disfruta de la brisa de la tarde y de magníficas panorámicas (foto026). La escasez de lluvias posibilita rematar el edificio con una azotea, en lugar de un tejado.
 
   Indice de textos
  
   Mención aparte merece la arquitectura religiosa, que se concreta sobre todo en las mezquitas (santuarios en que se congregan los musulmanes para la oración) y en las medersas (o centros de enseñanza de la teología islámica). El elemento más distintivo del estilo yemení de estos edificios radica en los minaretes (o alminares), torres tubulares empleadas por el almuédano (o muezzin) para llamar a los fieles a la oración: levantado sobre una alta base cuadrada, el tramo intermedio del minarete suele adoptar una planta poligonal, y el tramo más alto suele ser cilíndrico. La decoración externa es a base de ladrillos, que juegan con una disposición en entrantes y salientes para crear un complejo diseño geométrico de gran belleza.
 Yemen  En Saná y en Al-Janad (cerca de Taizz) se levantan dos de las mezquitas más antiguas del Yemen y del islam. Fueron fundadas antes de 632 d C, es decir, antes de la muerte del profeta Mahoma, que se dice fue quien las mandó construir. A juzgar por los restos que se conservan, entre ellos fustes y elementos arquitectónicos reaprovechados de época preislámica, las primitivas mezquitas ya tenían la misma estructura que perduró a través de los siglos en la arquitectura religiosa de todo el mundo islámico: un patio rectangular rodeado de salas hipóstilas divididas en naves con arcadas que sostienen cúpulas, siendo la sala de oración la más amplia.
   La Mezquita Mayor de Saná (foto027), aunque muy transformada a través de los siglos, se componía en un principio de un recinto cuadrado de unos 55 m de lado, con una planta muy similar a las de las primitivas mezquitas de Arabia, construidas en torno a un patio central al aire libre. Fue ampliada bajo el reinado del califa al-Walid (707 d C), y experimentó sucesivas reconstrucciones en épocas posteriores. Sus actuales minaretes datan del periodo ayyubí (1173-1252). Adosados al muro exterior de la mezquita se construyeron más tarde varias tumbas y bibliotecas.
   La mezquita de al-Janad responde también al primitivo estilo de Arabia. Las arcadas se sostienen sobre pilares cuadrados y cilíndricos (foto382). Los muros exteriores y el minarete octogonal están prácticamente desprovistos de decoración (foto383). Existe otra mezquita con el mismo esquema constructivo en Shibam (cerca de Saná), fundada en el siglo IX, y muy remodelada en siglos posteriores. Al igual que la mezquita mayor de Saná, posee dos harams o salas de oración, conectadas por el patio, disponiendo cada una de un mihrab o nicho sagrado que se abre en la qibla, el muro que marca la dirección de La Meca y hacia el que se orientan los fieles en el momento de la oración. Los pilares de piedra de sus arquerías sustentan un techo de madera ricamente tallado y policromado.
   Es también digna de destacar la mezquita de Dhafar, del siglo XIII, encerrada en el interior de una impresionante fortificación de piedra que se levanta en la cima de un monte a pocos kilómetros de Dhi Bin, cuyas ruinas están en fase de consolidación y restauración (fotos 363 y siguientes). Su visita exige dos horas de ascenso por pedregosos senderos de montaña (foto057). Se pueden admirar allí las elaboradas arquerías del patio, con arcos polilobulados de muy compleja decoración, y el soberbio artesonado del techo, en madera policromada, sostenido por estilizadas columnas de fustes monolíticos.

   Indice de textos
 
  
  

 

  
Qat, incienso y mirra... y otras mercancías del zoco yemení
   
Indices de fotos 10, 11, 12, 13, 14, 15
  
   No hay mejor manera de captar el pulso vital del Yemen que la de perdernos en los laberintos de los mercados callejeros de sus pueblos y ciudades, sumergiéndonos en el ajetreo de sus multitudes, dejándonos embriagar por los aromas dulzones de sus perfumes y especias, escuchando las llamadas de los mercaderes que reclaman la Yemenatención de los posibles clientes hacia las bondades de tal o cual producto, o que cantan su precio en voz alta: "¡Jamsin, jamsin, jamsin! ¡Thalathin, thalathin! ¡Jamstash, jamstash!" ("¡A cincuenta, a treinta, a quince riales!"). El caleidoscópico colorido de los tenderetes que invaden la calzada, apretados unos a otros sin solución de continuidad, atiborrados desde el suelo hasta el techo de toda clase de mercancías imaginables, aturdirá nuestros sentidos hasta el punto de creernos transportados a otros ámbitos y otras épocas, más cercanos a los escenarios de las fábulas de Sherezade que a los del mundo real.
   Deambulando sin rumbo por las arterias principales de estos zocos tendremos ocasión de comprobar cómo se bifurcan y ramifican en callejas secundarias, pasajes cubiertos, callejones sin salida que nos obligan a regresar sobre nuestros pasos, pasadizos que se interconectan y desembocan en otras calles y plazas de las que parten otras vías que suben o bajan, que tuercen a izquierda o derecha y vienen a confluir en zonas por las que (creemos) ya habíamos transitado, hasta que al cabo de un tiempo terminamos por perder todo sentido de la orientación.
   Poco importa, pues estamos disfrutando de un espectáculo continuamente cambiante, renovado a cada paso y a cada minuto, donde tras cada esquina nos espera una sorpresa. Las tiendas, tenderetes, tingladillos y talleres tapan completamente las fachadas de las casas; los toldos de lona azul, tendidos para proteger del sol las mercancías, ocultan el cielo y tamizan la luz; los comercios sacan los mostradores y los percheros a la calzada, y hay veces en que es difícil saber si estamos dentro de una tienda o fuera en la calle. Y, pese a todo, aún queda hueco para las carretillas de los vendedores ambulantes. De vez en cuando se ve, descansando en un rincón, un dromedario, ese paciente cuadrúpedo, que aquí es utilizado para el transporte de cargas (foto013).
Yemen   En los zocos árabes la competencia no responde a las pautas comerciales de occidente: los comercios del mismo género no guardan las distancias, sino que tienden a agruparse en una misma zona. Y así cada calle está dedicada a un gremio determinado, como ocurría en nuestra Edad Media: la calle de los carpinteros (foto130), la de los herreros (foto015), la de los zapateros (foto143), la de los alfareros (foto129), etc. Este sistema tiene sus ventajas para los clientes: un ciudadano que necesite comprar un determinado artículo sabrá hacia dónde encaminar los pasos dentro del zoco, y por añadidura podrá comparar precios en distintos establecimientos adyacentes.
  
   Indice de textos
 
   En medio de tanto abigarramiento podremos discernir desde lejos, guiándonos por el olfato, las tiendas de especias (foto011), que además de hierbas aromáticas, canela, sésamo, clavo, azafrán, cardamomo, alheña (o genna) para pintarse las manos, kohl para maquillarse los ojos, etc., aún venden hoy, como hace treinta siglos, el incienso y la mirra (foto045), dos productos originarios de estas tierras (resinas de los árboles Commiphora y Boswellia, que sólo crecen en las costas del sur de Arabia y en la zona septentrional del Cuerno de África y que hoy en día se siguen recolectando en Yemen, Omán, Etiopía y Somalia). El incienso tiene el aspecto de rugosos pedruscos de color gris oscuro; la mirra lo mismo, pero en color ámbar traslúcido. Ambos se venden a peso, troceando los bloques con un objeto contundente y pesando los fragmentos en una balanza de platillos. Depositados en pequeñas cantidades sobre las brasas encendidas de un hornillo, el incienso y la mirra exhalan un espeso humo que inunda con su embriagadora fragancia los interiores de las viviendas y de muchos locales comerciales.
Yemen   Pasando entre los puestos de frutos secos y sorteando los cacharros de cerámica de las tiendas de alfarería, llegaremos a las tiendas de tejidos (foto021), que están literalmente tapizadas de bufandas, turbantes, túnicas, velos, bordados, pañuelos de seda y telas de algodón de mil dibujos y colores. Sin olvidar las omnipresentes kuffiyas, esos pañuelos multiuso con un diseño ajedrezado rojo o negro (como los llamados 'palestinos') que los hombres se anudan a la cabeza como sustituto del turbante. La forma de anudarse la kuffiya permite a un ojo experto distinguir la tribu a la que pertenece la persona que lo lleva.
   El gremio de los joyeros se concentra en una zona cubierta llamada kisariat, estando las joyerías agrupadas y aisladas del resto de establecimientos del zoco por un sistema de vallado que las recluye en un recinto aparte. Las puertas de este recinto se cierran con candado por la noche, por motivos de seguridad. No obstante, otros negocios dejan toda la noche las mercancías sin recoger, al aire libre, confiadas a la figura del llamado sheik al-laila (= jefe de noche), que se encarga de la vigilancia del zoco durante las horas nocturnas.
 
   Indice de textos
  
   Las calles de los gremios de alimentación están siempre muy animadas (foto012). Abriéndonos paso entre la muchedumbre veremos carnicerías (foto126), pollerías (que venden huevos y pollos vivos), pescaderías (es muy apreciado el atún), tiendas de dátiles (foto127), y puestos de verduras, legumbres y frutas, que son apiladas en montones sobre las aceras (foto117). También puestos donde se venden hojas de la planta del tabaco sin picar (foto118). Una plaza céntrica está ocupada por restaurantes al aire libre que asan carnes y pescados a la parrilla (foto120), llenando de humo toda la plaza y los alrededores. Los comensales comparten mesas comunes, que son simples tablas colocadas sobre caballetes. Si es ramadán, podremos observar a los clientes esperando pacientemente sentados sobre sus taburetes la hora de la puesta de sol, para proceder a la ruptura del ayuno diurno. Un poco más allá se fríe en grandes sartenes toda clase de fritangas saladas y dulces. Los pasteles son de elaboración casera (foto173), utilizando siempre ingredientes naturales, en los que abundan la almendra y la miel de abeja. Algunos tenderos venden vasos de leche azucarada, que hierven en enormes calderos con el borde pringado de una espesa costra de nata, polvo y moscas.
Yemen   Allá donde el ajetreo de los zocos aumente es que estamos en una zona de expendedores de qat, producto que goza siempre de una nutrida clientela. Conviene explicar que el qat es, estando prohibido el alcohol, la droga nacional de los yemeníes, consumida todos los días y por casi todas las capas sociales. Se trata de un narcótico ligeramente estimulante que se activa al masticar de forma prolongada las hojas del árbol del qat (Catha edulis), cuyo cultivo masivo en bosques en las tierras altas va desplazando al histórico cultivo del café, al ser más rentable por su alto consumo interno (un tercio de la economía del ex-Yemen del Norte). Las hojas han de ser consumidas frescas, por lo que cada tarde llegan al zoco nuevas partidas de ramas de qat recién cosechadas. En cuanto llegan se arremolinan inmediatamente en torno grupos de hombres, que se toman su tiempo para examinar con ojo crítico, hoja por hoja, la calidad del manojo de qat que van a comprar (foto146 y siguientes). En el mercado de Taizz el qat es vendido por mujeres procedentes del campo, que llevan fama de astutas regateadoras (foto171); en esta ciudad, y como excepción, el oficio de vendedor no está sólo reservado a los hombres, como sucede en el resto del país.
   Aquí y allá sorprenderemos a niños de menos de doce años trabajando como adultos, no sólo como dependientes de las tiendas, sino también transportando bultos en carretillas, limpiando las calles, acarreando barro para fabricar ladrillos de adobe, o haciendo de lazarillos para guiar a los ciegos.
   Nos queda por mencionar, sin ánimo de ser exhaustivos, el zoco de las yambías. La yambía (o jambiya) es el puñal curvo envainado en una trabajada funda y colgado de un cinto a juego que no puede faltar en el atuendo tradicional yemení, como la corbata en un traje occidental. Lo portan casi todos los varones, desde los niños hasta los ancianos, y no tiene otra utilidad que la puramente decorativa. La fabricación de yambías constituye en el Yemen una auténtica industria artesanal, pues las hay de todas las formas y materiales, desde las más sencillas a las más lujosas, algunas verdaderas joyas del repujado y la filigrana en plata (foto134 y siguientes).
   Sorprende aún más que las yambías, a quien visita por primera vez el Yemen, la elevada proliferación de armas de fuego que se ofrece a sus ojos por las calles (foto059), en los transportes públicos, en las tiendas o en las mismas viviendas. Su venta es legal. Es normal ver a un padre de familia paseando tranquilamente junto a su consorte e hijos con una escopeta colgada al hombro. Y tampoco es raro que el padre ceda su fusil a un hijo pequeño para que se lo sostenga un rato mientras realiza una compra o una tarea cualquiera. Y, sin embargo, no hay motivos de preocupación: el ambiente es tranquilo, la agresividad está ausente, los casos de violencia son muy infrecuentes.

   Indice de textos
 
  
  

  
  

Lugares del Yemen en el Patrimonio Mundial
  
  
Saná, la capital de Sem
  
Indices de fotos 16, 17, 18, 19
  
   La capital del Yemen está cerca de alcanzar los dos millones de habitantes. Situada a 2.300 m de altitud, en una altiplanicie con los montes Nuqum y Ayban cortando el horizonte, la ciudad de Saná ha permanecido viva durante más de 2.500 años.
   Saná fue durante muchos siglos el principal centro religioso, político y económico de las Tierras Altas del Yemen.
Yemen   La ciudad ocupa el emplazamiento de la antigua fortaleza preislámica de Ghumdan, del siglo II a C. Su fundación mítica se atribuye popularmente a un personaje del Génesis: sería el hijo primogénito del patriarca Noé, Sem, quien fundó la ciudad de Saná, y de ahí procedería su sobrenombre de 'Sam City'. Los historiadores en cambio remontan sus orígenes al siglo VI a C, a la época del fastuoso reino de Saba. Más tarde llegaría a ser sucesivamente capital del reino de los hymyaritas (que sustituyó al de los sabeos) y del virreinato etíope.
   Pocos son los vestigios arqueológicos de estas arcaicas eras conservados en la ciudad. Sin embargo, los hay: podemos ver, además de los que guarda el museo, las columnas monolíticas preislámicas reutilizadas en las salas de oración de la Mezquita Mayor, que proceden del antiguo palacio de Ghumdan. En 570 la ciudad fue conquistada por los persas sasánidas, en las fases finales de expansión de su imperio.
   Según la tradición, los habitantes de Saná fueron convertidos al islam por Ali, el yerno de Mahoma y cuarto califa, en una fecha tan temprana como el 632 d C. En los siglos VII y VIII Saná, que continuaba siendo sede del gobierno, se convirtió en un importante centro de propagación del islam. Su Mezquita Mayor rivalizaba con la de La Meca.
   Los gobernantes de Saná tuvieron como principal enemigo al imanato de los zaidíes, imanes heterodoxos que controlaban el norte del país y cuya principal capital fue Sa'da. Este imanato duró desde 860 hasta 1962.
   En los siglos XII al XV Saná entró en decadencia, al trasladar los sucesivos conquistadores del Yemen la capitalidad del país a otras ciudades. La dinastía tahirí, sin embargo, embelleció la ciudad a finales del siglo XV, dotándola de un buen número de hermosas mezquitas y medersas.
   En 1517, los mamelucos invadieron el Yemen, pero tras su derrota ante los otomanos, el país cayó en manos de los turcos. Aunque oficialmente Saná estaba bajo la soberanía otomana, en realidad estuvo controlada por los imanes hasta 1872. Fue entonces cuando los turcos consiguieron someter la ciudad, en la segunda ocupación otomana del Yemen. Los conflictos entre los turcos y los imanes fueron constantes hasta que acordaron un tratado en 1913 en el que se otorgaba a estos últimos una total autonomía, y que convertía a Saná en capital del Yemen independiente.
   Durante siglos hubo en Saná un ghetto judío. Se llamaba Qa'al-Yahud (o Tierra Baja de los Judíos). Era un barrio extramuros donde los artesanos fabricaban joyería y labores de bordado con metales preciosos como el oro y la plata, trabajos considerados por los musulmanes como de categoría inferior. En 1949-50 casi todos los judíos que habitaban en Saná abandonaron la ciudad para asentarse en el recién fundado estado de Israel.
   Bajo el imán Ahmed (que rigió el país de 1948-62), la capital fue trasladada a Taizz, pero con el advenimiento del régimen republicano en 1962, Saná fue de nuevo la capital del Yemen del Norte y luego del Yemen reunificado, estatus que mantiene hasta hoy.
 
   Indice de textos
Yemen  
   La ciudad antigua de Saná fue clasificada en 1986 como patrimonio cultural de la Humanidad, e incluida en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Su casco urbano se compone de un armonioso conglomerado de casas-torre de gran altura y muy apretadas entre sí, construidas en piedra, adobe y ladrillo, y perforadas por un sinnúmero de pintorescas ventanas, ventanucos y celosías de gran variedad y fantasía (foto210). La decoración de sus fachadas, abundante en marcos, frisos, cornisas y remates de yeso con adornos geométricos, confiere a los paisajes urbanos de Saná una atmósfera marcadamente orientalizante, y no es ningún tópico afirmar que esta ciudad constituye el perfecto escenario para los cuentos de Las Mil y Una Noches, como bien lo supo ver Pasolini.
   El núcleo principal de la urbe empezó a construirse en el siglo XI, aunque sus edificios han sido desde entonces objeto de continuas restauraciones y añadidos –al igual que sucede en la inmensa mayoría de los cascos antiguos de las ciudades y pueblos del Yemen–, y la mayor parte de las casas no tiene más de dos siglos, siendo las más antiguas del XVI.
   Saná (escrito también Sana'a = 'La Plaza Fuerte') está rodeada, haciendo honor a su topónimo, de una gruesa muralla de 6 a 9 m de alto, que se puede franquear por varias puertas. La puerta más singular desde el punto de vista arquitectónico es Bab al-Yaman (construida por los otomanos hacia 1870 en un estilo que nada tiene que ver con el yemení, foto181). En el centro del recinto amurallado se levanta el Palacio de la República, antes Palacio del Imán.
   Se han contabilizado en la parte vieja de Saná 103 mezquitas, 64 minaretes, 29 medersas, 14 hammams y más de 6.000 casas antiguas. La mayoría de las casas están construidas en ladrillo, sobre basamentos de piedra. Son casas-torre de cuatro, cinco y seis pisos, con un predominio de las líneas verticales sobre las horizontales, pues la escasez de terreno se suple construyendo en altura. Gran cantidad de las mansiones y edificios públicos de Saná sufrió severos daños en la guerra civil de 1962-70.
  
   Indice de textos
 
   La Mezquita Mayor, o Jami al-Kabir, tiene prohibida la entrada a los no-musulmanes. Custodia en su interior, instalada en el patio, una pequeña réplica local de la kaaba: una capilla sagrada de forma cúbica que antaño rivalizó con la kaaba de La Meca en la veneración zaidí. Las distintas fases de construcción de la mezquita abarcan desde el siglo VII hasta el XVII.
   Las fuentes islámicas más antiguas afirman que esta mezquita fue proyectada por el profeta Mahoma, que designó el emplazamiento y las dimensiones requeridas para su construcción. La pequeña mezquita primigenia fue embellecida por los omeyas y los abbasíes, y sucesivamente transformada y ampliada a lo largo de su historia hasta alcanzar sus dimensiones actuales –que ocupan el equivalente a una gran manzana de casas en el mismo centro de Saná–, pero resulta imposible determinar, mientras no se realicen prospecciones arqueológicas, cuáles son las partes antiguas pertenecientes a la mezquita original. Los techos son de los siglos XI y XII, mientras que los arcos de medio punto son sustentados por columnas preislámicas reaprovechadas (foto027). Tiene dos salas de oración; la principal, de cinco naves separadas por arquerías, presenta la qibla orientada al norte: y efectivamente, La Meca, ciudad santa de Arabia Saudí, está situada al norte del Yemen.
   La mezquita de Al-Bakkiriya, construida por el gobernador otomano Hassan Pashá, es el más importante monumento de época otomana de la ciudad (finales del siglo XVI, foto228). Es un amplio complejo techado con once cúpulas de estilo turco, cuya sala de oración está cubierta por una gran cúpula central sobre pechinas. El mihrab y mimbar (o púlpito) de mármol están importados de Estambul. El minarete de ladrillos es, en cambio, de estilo yemení: una interpretación local del diseño típico de los alminares egipcios.
Yemen   Al exotismo arquitectónico de las calles de Saná hay que añadir el colorido y la algarabía de sus mercados. Los principales zocos antiguos de Saná están en la parte oriental del casco viejo. El Suq al-Melj (= Zoco de la Sal, foto214 y siguientes) ocupa una de las arterias principales y se ramifica por cuarenta callejuelas, cada una dedicada a las actividades de un gremio determinado: verduras, especias, ferretería, chatarrería, cerámica, tejidos, calzados, joyas, yambías...
   El Suq al-Qat (= Zoco del Qat, foto146) está en cambio circunscrito en un recinto vallado, y su actividad comercial no se limita, pese a su nombre, a la venta de qat, sino que abarca toda clase de mercancías, desde animales vivos hasta pipas de agua (foto145).
   En el Yemen, como en tantos países, familias de campesinos tratan de escapar de las duras condiciones de vida de sus humildes poblados rurales, emigrando a la gran ciudad en busca de oportunidades de supervivencia. Nuevos arrabales y urbanizaciones van creciendo, como consecuencia, alrededor de Saná. Barriadas residenciales sin carácter y bloques de viviendas-colmena de mediocre construcción ya rodean por completo el casco antiguo y multiplican por diez el área de la ciudad, realzando, por contraste, la belleza de la arquitectura tradicional de la parte vieja.
   Además de su función de centro comercial del país, Saná posee una incipiente industria en sus cercanías, estimulada por inversiones en gran parte extranjeras. China inauguró en 1966 una importante fábrica textil de algodón, y construyó la carretera que, salvando el desnivel de la altiplanicie a la costa, conecta Saná con al-Hudaydah, el mayor puerto marítimo del Yemen.
 
   Indice de textos
  
  
Wadi Dhahr
  
   En los montes al noroeste de Saná se abre entre los farallones rocosos tallados por un río el bucólico valle de Wadi Dhahr. En un paraje salpicado de diminutas aldeas de casas de adobe rodeadas de vegetación destaca, dominando el valle, el palacio llamado Dar al-Hajar, un edificio de varios pisos que se yergue enhiesto sobre la punta de un afilado peñasco (foto332 y siguientes). Construido en 1786 por el imán Mansur Ali Bin Mahdi Abbas, este célebre complejo palaciego constituye un ejemplar muy representativo de la arquitectura clásica yemení. En los años treinta del siglo XX fue utilizado como residencia de verano por el imán Yahya Hamid al Din. Hoy está habilitado para su visita.
   Más al norte, cerca de la aldea de Qaryat al-Qabil, se puede contemplar, inciso en los paredones verticales de un acantilado, un conjunto de grabados prehistóricos, con motivos humanos y de animales de caza y pastoreo (fotos 313 y 314). Entre los animales se distinguen, por su peculiar cornamenta, las figuras de unos íbices.
 
   Indice de textos
  

  
Zabid, centro de irradiación del islam
  
Indice de fotos 20
  
   En la plana y calurosa Tihama, la llanura costera del Yemen bañada por el Mar Rojo que parece una prolongación del Africa negra en la península arábiga, se despereza soñolienta la ciudad histórica de Zabid.
   Zabid fue refundada sobre un antiguo asentamiento en 820 d C por Muhammad ibn Ziyad, un emisario del califa abasí Al-Mamun, que creó allí un reino independiente. Sus sucesores –la dinastía ziyadí– reinaron sobre una amplia parte de Arabia Sudoccidental. En 1173, tras la conquista del Yemen por los ayyubíes, bajo el mando de Turan Shah (hermano de Saladino), la capital fue trasladada a Taizz.
Yemen   Zabid fue de nuevo la capital del Yemen de los siglos XIII al XV, y alcanzó su máxima prosperidad a finales del XV, bajo la dinastía tahirida, cuyos soberanos construyeron gran número de edificios públicos, incluyendo mezquitas y medersas (o escuelas coránicas). La mezquita al-Asha'ir fue transformada en una prestigiosa universidad, centro de enseñanza de la doctrina shafa'i, secta del islam sunní que predominó en la costa del Yemen, marcando diferencias con la secta zaidí, cuyo imán controlaba las Tierras Altas.
   La universidad islámica de Zabid adquirió renombre en todo el mundo árabe y ejerció una gran influencia en la transmisión del islam, permaneciendo en funcionamiento hasta el siglo XVIII. Además de enseñanzas teológicas, las disciplinas impartidas incluían historia, gramática, poesía y matemáticas. Un maestro zabidí llamado Ahmad abu Musa al-Jaladi inventó un sistema matemático que denominó al-Jabr, del que deriva la palabra 'álgebra'.
  
   Indice de textos
 
   A vista de satélite, la ciudad antigua de Zabid presenta una planta de conjunto de forma ovalada, casi redonda. Está circundada por una robusta muralla, que encierra en su interior un intrincado laberinto de estrechas calles y callejuelas abiertas entre casas de ladrillo cocido (foto237). Las viviendas se caracterizan por el contraste entre la extrema austeridad de sus exteriores y el refinado lujo de sus interiores, con las fachadas de las salas que dan al patio central primorosamente ornamentadas con complejas labores de yeso y estuco (foto239), tanto más elaboradas cuanto mayor es la fortuna de la familia residente y mayor el número de sus miembros. El núcleo principal de cada vivienda lo compone la murabba, una estancia rectangular que asoma al patio y que se utiliza como sala de recepción, estando ricamente amueblada y decorada con nichos en sus muros y techos artesonados.
   En sus años de apogeo, Zabid contaba con 236 mezquitas, de las que han sobrevivido 86. De ellas, 14 son antiguas medersas reconvertidas en mezquitas, que se remontan a tiempos de los rasúlidas (1216-1429), dinastía que impulsó en todo el Yemen la propagación de las doctrinas musulmanas. La principal sigue siendo la mezquita al-Asha'ir, sede central de la antigua universidad islámica de Zabid, y que ocupa un vasto recinto donde se mantiene el culto y se siguen impartiendo las enseñanzas coránicas, estando prohibido el acceso a los no-musulmanes.
   La mezquita de Mustafa Pashá, conocida también como Mezquita Baishiya (foto229), es de origen turco, y toma su nombre del primer gobernador otomano de la Tihama (siglo XVI). Sus doce cúpulas encaladas de blanco destacan en las afueras de Zabid, donde la mezquita ha quedado exenta y aislada en un descampado tras la desaparición de las casas que la rodeaban.
   La mezquita Iskandar, con su alminar de 60 m de alto, se alza en medio de las ruinas de la ciudadela fortificada adyacente a la plaza central de la antigua ciudad. Fue erigida durante la primera ocupación otomana del Yemen, y su nombre deriva de su supuesto constructor, el turco Alexander Ramoz. Uno de los claustros todavía conserva restos de la primitiva decoración a base de inscripciones caligráficas y dibujos afiligranados, realizados en estuco (foto233).
   Incorporada en 1993 a la Lista del Patrimonio Mundial, hoy Zabid es una pequeña ciudad sumida en la decadencia y su casco antiguo sobrevive en un precario estado de conservación. Cerca del 40% de las casas de la ciudad han sido destruidas y reemplazadas por edificios de hormigón, mientras que otras casas y el antiguo zoco padecen un acelerado proceso de deterioro y abandono.
   Aunque Zabid había sido antaño un importante centro textil de algodón y de trabajo de cuero, con abundantes tintorerías (teñidos de color índigo) y curtidurías, sus industrias artesanales no han podido competir con la implantación de los tejidos fabricados con telares mecánicos.
   El gobierno yemení solicitó ayuda a la UNESCO para facilitar la conservación de Zabid, y en el 2000 la ciudad fue incluida en la Lista del Patrimonio Mundial en peligro.
 
   Indice de textos
  


 
Los rascacielos de Shibam de Hadramaut
  
Indices de fotos 21, 22
Yemen
   Es una tarde de Ramadán. Los únicos seres vivos que se ven por las calles son niños que juegan a las canicas, y cabras que se pasean en busca de una rama de palmera que masticar (foto249).
   Por lo demás la ciudad parece desierta. Ni una casa abierta, ni un tenderete. Puertas y ventanas cerradas a cal y canto. Calles silenciosas y estrechas, y oscuras como profundos desfiladeros que se abrieran entre las altísimas casas-torre que no dejan entrar la luz del sol. La ciudad está encerrada en el interior de una potente muralla que la ciñe por completo (foto246), y que tiene sólo una puerta de acceso. La muralla está a su vez rodeada de palmerales y más allá de los palmerales se divisan por todo horizonte los acantilados y murallones de roca que delimitan el cañón del Hadramaut, acentuando aún más la sensación de aislamiento del lugar.
   Estamos en Shibam del Hadramaut, una de las ciudades antiguas mejor conservadas del Yemen, y una de las que muestran de forma más subyugante el carácter singular y la exótica belleza de la arquitectura yemení tradicional.
   El Valle del Hadramaut discurre por el fondo de un ancho y largo cañón que se abre como una inmensa cicatriz en las mesetas del Yemen meridional, ramificándose en todas direcciones por innumerables gargantas, foces y barrancos. El mismo río que excavó el cañón es el que se encarga de irrigar el lecho del valle, convirtiéndolo en un prolongado oasis de huertas y palmerales cuyo verdor contrasta fuertemente con los colores terrosos, ocres y rojizos de los farallones circundantes. Este valle fue antaño una importante ruta de paso de caravanas a través del sur de Arabia, cuyos mercaderes traficaban con tejidos, dátiles y especias, pero sobre todo con incienso y mirra, dos tipos de resinas muy apreciadas en el mundo antiguo, cuya producción era (y es) una de las fuentes de riqueza de esta región. Tras la destrucción de Shabwa, la primitiva capital del Hadramaut, hacia 300 d C se fundó Shibam, que pasó a ser capital de la región y una etapa clave en las rutas caravaneras.
  
   Indice de textos
Yemen 
   Constreñida por la muralla, con una planta de conjunto casi rectangular (foto258), la ciudad entera no ocupa más de medio kilómetro cuadrado, y sus habitantes no llegarán a diez mil. La única puerta monumental que perfora la muralla por el lado sur se levanta sobre un promontorio rocoso que domina la vega del río. Intramuros, unas quinientas casas-torre de gran altura se apiñan estrechamente adosadas unas a otras. El trazado de las calles y plazas es laberíntico. Shibam conserva también entre sus muros dos antiguos palacios de sultanes, tres edificios administrativos y cinco mezquitas.
   Una de sus mezquitas más antiguas es la del Viernes, que data del siglo X, de tiempos del califa bagdadí Harún al-Rashid, y ha conservado en lo esencial su estructura original, por lo que proporciona una idea del aspecto que debían tener las mezquitas de Arabia del sur en los primeros siglos del islam, con sus elementos decorativos de inspiración sasánida y sus altas columnas en la sala de oración rematadas con capiteles de palmetas que derivan de prototipos helenísticos.
   Aunque el origen de la ciudad es muy antiguo, los actuales rascacielos de barro de Shibam no datan de antes del siglo XVI, de cuando la urbe fue destruida por una inundación del río. La riada, que se produjo en 1524, causó la muerte a 15.000 personas, y arrasó Shibam, dejando su casco urbano reducido a la mitad. Al poco, con el fin de protegerla de futuras avenidas, fue rodeada de una muralla de 6 m de altura. Siglo tras siglo se han ido reparando muralla y casas, relevantando las torres de hasta siete y ocho pisos, modificando el skyline de la ciudad. Se puede observar que los portales de las casas están elevados respecto al nivel de la calzada (foto257), accediéndose a ellos por escaleras: una medida de precaución ante posibles riadas.
   Según la UNESCO, Shibam es uno de los mejores ejemplos de antigua planificación urbana basada en el principio de la construcción vertical. En 1982, esta ciudad fue incorporada a la Lista del Patrimonio Mundial.
 
   Indice de textos
  

  
Islas de Socotra
  
   En 2008 la UNESCO ha incorporado el archipiélago de Socotra, perteneciente administrativamente al Yemen, a su catálogo del Patrimonio Mundial, en la categoría de bienes naturales objeto de conservación. Situadas en el océano Indico, cerca del Golfo de Adén, estas islas constituyen geográficamente una especie de prolongación del Cuerno de Africa. El archipiélago comprende una gran isla, tres islas menores y dos islotes rocosos. Su visita está restringida y requiere de permisos de las autoridades.
   Socotra (Socotora, Suqutra) es un hábitat de importancia universal por su biodiversidad, y por los endemismos de su flora y fauna. El 90% de sus especies de reptiles y el 95% de sus caracoles terrestres no existen en ningún otro lugar del mundo.
   Se han detectado allí 192 especies de pájaros, algunas en peligro de extinción. La vida marina es también muy diversificada, con 253 especies de corales de arrecifes, 730 especies de peces costeros y 300 especies de crustáceos.
   (Fuente: UNESCO, Lista del Patrimonio Mundial)

   Indice de textos
 
  
  

  

  
Otros sitios históricos del Yemen
  
   Además de los lugares declarados patrimonio mundial por la UNESCO, en el Yemen subsisten un buen número de ciudades, pueblos y yacimientos arqueológicos, que a lo pintoresco de sus paisajes urbanos y rurales añaden su relevancia histórica. Seleccionamos tres de estos lugares:
  

  
Marib y la reina de Saba
  
Indice de fotos 23
  
   (Los sabeos) se desviaron. Entonces desencadenamos sobre ellos la inundación de las presas, y les cambiamos sus jardines por otros con tamariscos, lotos y frutos amargos.
   (El Corán, Sura XXXIV, de Saba o de la ciudad de Saba, 16)
  
   Este aldeorro que vemos aquí, este agrupamiento de casas desvencijadas y torres en ruinas en medio de un páramo reseco, era hace más de dos mil años el emplazamiento de la gran ciudad de Marib, la capital del legendario reino de Saba.
   Hay otro país que disputa al Yemen el rango histórico de haber sido la antigua Saba: Etiopía (ver en fotoAleph colección LALIBELA. Etiopía rupestre). No es descartable que, dada la cercanía geográfica (sólo les separaba el estrecho de Bab el-Mandeb), y las similitudes en flora y clima, el dominio de los monarcas sabeos comprendiera ambos territorios, el arábigo y el africano. Así puede desprenderse de un escrito del jesuíta español Páez, uno de los primeros occidentales que llegaron a ver Marib en el siglo XVI, en este caso porque había sido llevado prisionero: "Si es cierto que ésta es la ciudad de la reina de Saba, es posible que su reino no sólo abarcara Etiopía, sino también Arabia".
Yemen   Los hallazgos arqueológicos efectuados en el lugar parecen confirmar que la antigua Marib fue la segunda capital, tras Sirwah, de los reyes del floreciente país conocido como Saba. Aunque, por su carácter bíblico-legendario, pueda ponerse en entredicho la historicidad de la figura de Bilqis, nombre de la fabulosa reina de Saba, es significativo que los lugareños llamaran al sitio Mahram Bilqis (= santuario de Bilqis). En cualquier caso, la arqueología todavía tiene mucho que descubrir y que decir sobre las ruinas preislámicas que yacen en el olvido, reutilizadas o semienterradas por doquier en este remoto y peligroso paraje. Marib todavía puede deparar sorpresas.
   Hoy Marib no es sino un poblado de tribus beduinas que pastorean sus rebaños de ovejas, cabras y dromedarios en una llanura fluvial donde aún asoman retazos de vegetación entre los arenales. La existencia de petróleo en la zona ha traido movimiento al lugar, camiones que van y vienen levantando polvaredas, pero no parece que haya repercutido en la prosperidad del pueblo.
   Los extranjeros que se aventuren en esta atormentada región se verán obligados a pedir un permiso a la policía para visitarla, y se les organizará el viaje en una caravana de jeeps custodiada por una tanqueta del ejército pertrechada de metralletas; a cada viajero se le asignará un escolta armado que no le quitará ojos el resto de su excursión, haciendo bastante incómodo cualquier intento de contemplar al libre albedrío las ruinas de la legendaria presa y de los templos sabeos, o los restos del pueblo viejo de Marib, cuyas esbeltas casas-torre de adobe continúan en ruinas tras los bombardeos de la última guerra civil.
   En esta zona se producen cada cierto tiempo, por parte de elementos incontrolados de las tribus locales, secuestros de turistas o personalidades, que luego son utilizados como rehenes para exigir al gobierno de la nación, más que rescates pecuniarios, la concesión de determinadas reivindicaciones sociales.
   En julio de 2007 un atentado suicida con coche-bomba se cobró la vida de once viajeros (ocho de ellos vascos y catalanes) que volvían de una excursión a Marib. Masacre, la primera de este tipo en el Yemen, que fue enérgicamente repudiada por la población yemení en multitudinarias manifestaciones, pero que desgraciadamente no fue la última.
 
   Indice de textos
  
   La civilización preislámica de los sabeos alcanzó su apogeo entre los siglos VII y II a C, a partir de que los reyes-sacerdotes traspasaran su poder a monarcas autócratas, y finalizando cuando los himyaritas tomaron el control de la región. La ciudad fortificada de Marib se hallaba entonces en medio de un fértil oasis irrigado por las aguas embalsadas por una gran presa, una colosal obra de la ingeniería antigua de la que aún subsisten impresionantes restos, y que contribuyó a la prosperidad agrícola de la región. Al mismo tiempo, Marib era una etapa clave en las rutas de caravanas del sur de Arabia, y se benefició del comercio del incienso y la mirra, mercancías muy apreciadas que, provenientes del valle de Hadramaut, eran transportadas al Mar Mediterráneo (Gaza), al Creciente Fértil y a Egipto.
   La Gran Presa de Marib, conocida en árabe como Sadd Marib, fue levantada para controlar las aguas del Wadi Saba (foto265), que pasó desde entonces a llamarse Wadi Sadd (el Río de la Presa), en el punto donde el río perforaba por un desfiladero la última barrera montañosa para penetrar en la llanura y terminar filtrándose en las arenas del Rub' al-Khali, el abrasador desierto sudarábigo que todavía no ha sido atravesado por ningún ser humano.
   La presa tenía más de 500 metros de largo, quizá llegó a los 700, y su dique estaba construido en doble terraplén de mampostería recubierta de sillares de buena factura. Estaba provista de sistemas de esclusas y compuertas para regular el caudal del agua, que regaba, circulando valle abajo por una red de canalizaciones, una extensa comarca agrícola densamente poblada. La escasez de lluvias obligaba a administrar cuidadosamente el agua del embalse.
   La progresiva acumulación de sedimentos de limo en la parte alta de la presa obligó en varias ocasiones a elevar la altura del dique. En algunos de los sillares de las esclusas aún se identifican inscripciones en lengua sabea (foto266), cuyo contenido hace referencia a las distintas obras de mantenimiento y recrecimiento que fueron llevadas a cabo en la presa.
   Las sucesivas dinastías regentes (después de los sabeos, a partir del II a C reinaron en Saba los hymyaritas) fueron las encargadas de agrandar y perfeccionar la presa cada cierto tiempo, con lo que su funcionamiento llegó a durar más de mil años. Con la decadencia económica derivada de la desaparición de las rutas caravaneras del incienso, sustituidas por vías marítimas, se descuidó el mantenimiento de la presa, que sufrió continuos desperfectos hacia los siglos V y VI d C, hasta que se desplomó en 570 d C, provocando el éxodo de sus habitantes y la desertización de la antaño próspera comarca. Su destrucción definitiva fue tal vez debida a un terremoto (siglo VII d C). El Corán evoca esta catástrofe, que quedó grabada en la memoria colectiva de los musulmanes interpretada como un castigo divino infligido a los habitantes de Saba por su impiedad.
  
   Indice de textos
 
   El siglo XX ha construido una nueva presa río arriba, que por sus descomunales dimensiones deja pequeña a la antigua Gran Presa de Marib, originando un pantano grande como un lago rodeado de un circo de montañas peladas.
   La ciudad fortificada de Marib estaba emplazada a doce kilómetros de la presa, y su larga muralla, reforzada a intervalos por contrafuertes, tenía ocho puertas. Sobreviven también en Marib otras ruinas de monumentos de los tiempos del reino sabeo:
   El Templo de la Luna (llamado en árabe Arsh Bilqis = Trono de Bilqis, foto267), situado extramuros a 2 km al sudoeste de Viejo Marib, estaba consagrado al dios luna Almaqah. Era un edificio religioso constituido por un recinto amurallado al que se accedía por un pórtico monumental con un techo sostenido por pilastras monolíticas, de forma prismática y de caras lisas. Cada pilastra estaba rematada por una especie de capitel cúbico con una decoración muy sobria formada por dentículos cuadrados. Hoy sólo quedan en pie cinco de estas pilastras, y el fragmento de una sexta. Las ruinas del templo siguen en proceso de excavación y consolidación.
   El Templo del Sol (o Mahram Bilqis = Templo de Bilqis, conocido también como Awwam, foto268) está situado cerca del anterior y es de características similares. Fue objeto de excavaciones sistemáticas a comienzos de los años cincuenta por parte de la American Foundation for the Study of Man, pero, pese al más de medio siglo transcurrido, aún sigue en fase de prospección. Las dunas de arena, arrastradas por los vientos, han vuelto a enterrarlo. Por lo que se puede entrever, el templo constaba de una gran área al aire libre rodeada de un grueso muro de planta ovalada, con ejes de 75 x 100 m. Se entraba en el recinto oval por un gran pórtico, que era un edificio con un peristilo formado por hileras de pilastras prismáticas monolíticas. De la arena brotan ocho pilastras, perfectamente alineadas y muy juntas entre sí. Su construcción ha sido fechada en el siglo IV a C.
   Ya de época islámica, el pueblo conocido como Viejo Marib, drásticamente destruido por la guerra civil de la década de 1960, era un montículo erizado de casas-torre de adobe sobre basamentos de piedra (foto269). Para la piedra se utilizaron a menudo los sillares y otros elementos arquitectónicos de la antigua civilización sabea (foto274). Columnas monolíticas de época preislámica fueron utilizadas para instalar cobertizos para el ganado (foto275). Hoy se pueden ver incrustados en las paredes o desparramados por los arenales circundantes buenos bloques de piedra tallada, con las ornamentaciones características del arte del reino de Saba (foto273), o con inscripciones en alfabeto sabeo. Todo ello en estado de abandono y olvido, pero a nadie parece preocuparle: la región padece otros problemas más graves.
 
   Indice de textos
  

  
Jibla y la reina Arwa
  
Indice de fotos 24
  
   Arwa es el nombre de la segunda mujer que reinó en el Yemen además de Bilqis, la legendaria reina de Saba.
   Su sede de gobierno estuvo radicada en Jibla, hoy una pequeña ciudad del sudoeste del Yemen próxima a Ibb, situada a 2.200 m de altitud.
Yemen   A mediados del siglo XI la región estaba dominada por la dinastía de los sulayhidas, de credo fatimí (rama ismailí de la secta chiíta), fundada por Ali as-Sulayhi en 1046, que creó un estado independiente. Le sucedió su hijo Mukarram, pero tras su fallecimiento fue su viuda la reina Arwa bint Ahmad quien asumió las funciones de jefe de estado, trasladando su residencia a Jibla, que fue capital de las Tierras Altas del Yemen de 1067 a 1138, y alcanzó un notable grado de desarrollo y prosperidad.
   La reina Arwa, renombrada por su inteligencia y sabiduría, invirtió los recursos del estado en beneficio de su pueblo, mandó construir mezquitas, y creó infraestructuras para el mejor aprovechamiento de las tierras cultivables, como acueductos para el regadío y el sistema de terrazas que todavía puede verse en los montes circundantes. Tras su muerte, a los 92 años, sin haber tenido descendencia, el reino sulayhida se desintegró, pero la influencia de la personalidad de esta soberana perduró durante siglos.
   Jibla es en la actualidad una pintoresca población que se encarama por la falda de una montaña basáltica (foto277), cortada por las gargantas de dos ríos. Dos grandes puentes de piedra permiten el acceso a la ciudad, cuya belleza es indisociable del entorno natural en que está integrada, un buen ejemplo de paisaje cultural con aterrazamientos de huertas y jardines.
   El casco urbano de Jibla está compuesto por casas-torre de piedra sillar (foto285), entre las que se intercalan numerosos monumentos de la época fatimí. Sus callejas pavimentadas, inaccesibles a los automóviles, trepan entre los bloques escalonados de viviendas que cuelgan de la colina, adornadas éstas por relieves y motivos decorativos en estuco, y puertas de madera tallada que lucen inscripciones coránicas. Algunas de estas calles están ocupadas por el zoco, siempre animado y bullicioso, y muy auténtico en su carácter (foto281).
   La Gran Mezquita, construida en 1088 bajo el reinado de Arwa, reemplazando una mezquita anterior, es una de las más antiguas y hermosas del Yemen, con sus bajorrelieves en estuco y sus espléndidos techos artesonados. Situada en el centro de Jibla y rodeada de zocos, su recinto principal mide 36 x 40 m y su trazado responde al esquema árabe tradicional, con cuatro naves paralelas al muro de la qibla, y una nave central de techos más elevados. De sus dos minaretes, el del sudeste luce una hermosa decoración de influencia fatimí, que se asemeja mucho a la que exhiben las fachadas de las casas (foto284). Las almenas tienen un perfil de triángulo escalonado, una variante del estilo de Samarra, introducido en el Yemen probablemente a través de Egipto (foto283). La mezquita alberga en su interior, en una estancia que da al patio, el mausoleo de la reina Arwa.
   Destaca también en Jibla otra mezquita, más pequeña pero no menos hermosa: la llamada Qubbat Bayt az-Zum (foto286).
   Del vasto edificio del Palacio de la Reina, hoy medio en ruinas en la cima de la colina, dice la leyenda que poseía 365 habitaciones, una para cada noche del año. Un acueducto, construido también por la reina Arwa, suministra todavía a Jibla de agua procedente de las montañas.
   Por su importancia histórica y cultural, la ciudad de Jibla y sus alrededores fueron incluidos por la UNESCO en la lista de candidatos a la categoría de Patrimonio de la Humanidad.
 
   Indice de textos
  

  
Taizz, segunda capital del Yemen
  
Indice de fotos 25
  
   Situada a 1.400 m de altitud a los pies del monte Sabir, Taizz es una ciudad relativamente moderna, pero que conserva barrios antiguos de fuerte sabor yemení, salpicados de imponentes mezquitas de la época rasúlida, y con un populoso mercado central al que acuden con sus mercancías campesinos de toda la región.
Yemen   Se desconoce la fecha de su fundación, pero se sabe que la ciudad ya existía cuando el ayubbí Turan Shah, un hermano de Saladino, conquistó el Yemen en 1173 y trasladó la capital de Zabid a Taizz, instalando allí su sede de gobierno. Taizz continuó siendo la capital cuando el sur del Yemen cayó bajo el poder de los rasúlidas, que reinaron de 1229 a 1454, expandiendo su imperio hasta La Meca y Omán. Bajo su mandato, la ciudad creció y alcanzó gran prosperidad, edificándose un buen número de mezquitas, fortificaciones y acueductos, y convirtiendo a Taizz en un importante centro comercial. Posteriormente la urbe fue conquistada por distintas fuerzas invasoras, entre ellas los turcos otomanos.
   Taizz volvió a ser capital del Yemen durante un corto periodo del siglo XX, cuando el imán Yahya fue asesinado en 1948 por un grupo de rebeldes de Adén. El hijo de Yahya, Ahmad, derrotó a los rebeldes con apoyo de Arabia Saudí, se autoproclamó imán del Yemen y estableció su residencia en Taizz. Al poco de su fallecimiento, se produjo el golpe de estado revolucionario de 1962, y la capitalidad retornó a Saná.
   La mezquita-medersa Al-Ashrafiya domina imponente, a media ladera de una montaña, el centro histórico de Taizz, luciendo su cegadora blancura en contraste con las oscuras edificaciones de su entorno
(foto290). Su estilo arquitectónico es una interpretación libre de los estilos ayyubí y mameluco.
   Fue construida en dos fases: la primera por al-Ashraf I (1295-1296) y la segunda por al-Ashraf II (1377-1400). Su sala de oración consta de una gran cúpula central flanqueada por ocho cúpulas más pequeñas, todas ellas decoradas con ornamentación de estuco
(foto377). En las esquinas del lado sur del patio se levantan los dos imponentes minaretes casi gemelos, con pequeñas diferencias en su diseño, de planta poligonal articulada con nichos y coronados de pequeñas cúpulas (foto291). Una logia descubierta con arquerías al exterior rodea tres lados de la mezquita, siendo el cuarto el correspondiente a la qibla.
   La mezquita Al-Mu'tabiya destaca también por su blancura en medio de la barriada sur de la ciudad, que trepa por la montaña Jabal Sabir
(foto293). Fue construida por los turcos otomanos en el siglo XVI, aunque su estilo revela más bien influencias de Egipto. Posee una gran cantidad de cúpulas, pero ningún minarete.
  
   Indice de textos
  
  
Al-Janad
  
   A pocos kilómetros de Taizz, se levanta la mezquita de Al-Janad
(foto382). Su afilado alminar de 70 m de alto (foto383) se divisa de lejos como un faro plantado en medio de un villorrio de pocas y modestas casas. Aunque ha sido reconstruida y modificada a lo largo de los siglos hasta alcanzar considerables proporciones, la pequeña mezquita primitiva que se edificó en este lugar dataría de antes de 632 d C, todavía en vida del profeta Mahoma, fundador del islam.
   Si esto es cierto, la mezquita de Al-Janad sería la más antigua del Yemen, aunque este rango se lo disputa la Mezquita Mayor de Saná, de la que se dice fue trazada y fijada en su emplazamiento por el mismo Mahoma. En cualquiera de los casos, se trata de dos de las mezquitas de origen más antiguo en todo el mundo islámico.

  
  

   Indice de textos
 
  

  

  
La noche nº 1002
  
Indices de fotos 35, 36
  
   ¿Qué sucedió la noche siguiente a las mil y una noches que Sherezade compartió en la cama con su esposo el rey Shariar, contándole uno tras otro cuentos que contenían todos los misterios, todas las leyendas y todas las maravillas de Oriente? Casi tres años habían transcurrido encadenando historia tras historia, interrumpiéndolas astutamente en el momento de máximo suspense para aplazar su continuación –cuando el clarear del alba anunciaba ya la hora del sueño– hasta la noche siguiente, pues con ese ardid postergaba también la hora de su muerte. Ya que Sherezade debía ser ejecutada, como todas las esposas del sultán que le precedieron en el lecho, por ser culpable del delito de haber nacido mujer.
   Dice el Kitab Alf Laila ua Laila o Libro de las Mil Noches y Una Noche que a esas alturas el rey, embelesado hasta el límite, arrebatado por la elocuencia y la poesía que manaban de los dulces labios de su cónyuge, se retractó de sus crueles designios y decidió finalmente perdonarle la vida.
  
   "–Y he aquí en verdad, que, después de haberte escuchado durante estas mil noches y una noche, salgo con un alma profundamente cambiada y alegre y embebida del gozo de vivir."
   "Y pasaron aquella noche juntos entre transportes de alegría y expansiones de dicha."
   (Anónimo, Las Mil y Una Noches)
Yemen  
   Pero ¿qué sucedió a la noche siguiente? El libro no lo cuenta. Pues el número de páginas de todo libro, a excepción del Libro de Arena que soñó un poeta llamado Borges, es siempre finito.
   No ocurre así con la Historia, en cuyas páginas está borrada la palabra 'fin'. Y el hecho es que el rey Shariar, que dormía durante el día pero soñaba durante la noche, no podía ya prescindir de escuchar las narraciones, acompañadas de tiernas caricias, que le había dado a disfrutar noche tras noche Sherezade. Y por ello le rogó que le contara, en aquella noche después de mil y una noches, otro cuento. Todavía otro cuento más que le deleitara el oído e inflamara su imaginación, abrazado estrechamente a su amada a la luz de las estrellas que centellean como diamantes en el negro terciopelo de las noches árabes.
   Y Sherezade accedió gentilmente al deseo de su señor. Y comenzó a narrar la historia siguiente:
  
   "–Cuentan, entre lo mucho que se cuenta –pero Alá es más sabio–, que una vez llegó al país del Yemen, al sur de Arabia, un viajero procedente de lejanas tierras habitadas por infieles, allá por donde cada atardecer se retira el sol para dejar paso al reino de la noche.
   En su largo caminar, el viajero había recorrido los más remotos países, había departido con hombres sabios, había estudiado las dispares costumbres de los pueblos que habitan el ancho mundo, había aprendido catorce idiomas, incluida la lengua que nuestro profeta –con él sean la plegaria y la paz– dejó escrita para uso del pueblo árabe en el Libro sagrado.
   Pero al cabo de tanto tiempo y de tantas fatigas, su sed de conocimiento aún permanecía insaciada.
   Sus pasos le encaminaron a una gran ciudad rodeada de altas murallas, que era la capital del país. El extranjero atravesó la muralla por una puerta monumental, a la que llamaban Bab el-Yaman, y se vio inmerso de lleno en un mercado abarrotado de gentes, donde los mercaderes ofrecían a los viandantes todas las vituallas, cachivaches y artilugios que un ser humano pudiera desear.
    Pasó de largo el viajero por entre los bazares de verduras y de carnes, por entre las carpinterías, perfumerías y joyerías, por entre los puestos de cuchillería, de abalorios, de tejidos, de inciensos... para ir a dar finalmente, tras perderse por un laberinto de callejuelas, con una pequeña tienda que abría sus puertas en el fondo de un callejón solitario y oscuro. Era ésta una barraca cuyas paredes estaban cubiertas desde el suelo hasta el techo de estanterías repletas de todos los libros, láminas, estampas, rollos y manuscritos imaginables. Y el viajero pensó que allí podría encontrar lo que buscaba.
Yemen   Entró en el barracón y recorrió con la vista los infinitos libros. Allí estaba, pues no podía faltar, el Corán, en muchas y distintas copias primorosamente caligrafiadas y embellecidas con filigranas miniadas de pan de oro. Había también diversas recopilaciones de jadices: los dichos y proverbios salidos de los labios de nuestro profeta. Estaban los rubaiyat o cuartetas del iraní Omar Jayyam y del turco Jalad ad-Din Rumí, que cantaban al vino, a las mujeres y a la alegría de vivir. Estaba el poema de Gilgamesh, que es el relato más antiguo del mundo. Había libros que narraban las hilarantes peripecias de Yuha, el clérigo sufí que en otros países conocen como Mulá Nasrudín. Había un tratado de ciencia de Ahmad al-Jaladi, el matemático yemení que inventó el álgebra. No faltaban los compendios médicos del persa Ibn Sina, los escritos de filosofía del andalusí Ibn Rushd, ni los poemas libertinos de Abu Nuwas, el poeta favorito del califa Harún al-Rashid (que Alá lo tenga bajo su custodia).
   En esto hizo aparición un hombre entrado en años, de luenga barba blanca, que era sin duda el dueño de la librería, y que tras saludar al viajero le preguntó qué deseaba.
   El viajero, después de pronunciar las preceptivas zalemas, dijo al librero lo siguiente:
   –Lo que deseo, amigo, es algo muy especial, y a la vez muy difícil de explicar. Te diré que en busca de ese algo he andado muchos caminos a lo largo y ancho del Asia entera. Y hoy que me siento cansado y las sienes ya me platean, pienso que aún no he hallado eso que busco, que no otra cosa es que el verdadero conocimiento. ¿Puedes acaso tú venderme un libro que sea más que un libro, que contenga los saberes que el hombre precisa para vivir con sabiduría, que me revele los secretos de las magias de Oriente y que me haga comprender en qué consisten los misterios que me retienen hechizado en este tu país, el Yemen, al que llaman la Arabia Feliz?
   Y el librero le contestó:
   –Oh, señor, bienvenido seas a mi país, y has de saber que tu presencia honra mi humilde establecimiento. Tengo lo que buscas.
   Y retirando la alfombra del suelo, descubrió una losa que tenía clavada en el centro una argolla. Tiró de la argolla, levantó la losa y debajo se abrió un negro pozo excavado en el suelo, por el que descendía una escala. Bajó el librero por la escala y se perdió en la oscuridad de una bodega. Al cabo de un minuto volvió a subir a la librería, portando un cofre en los brazos. Y dijo al viajero:
   –Señor: este cofre contiene un libro que contiene todos los tesoros, y que por ello guardo con tanto celo, pues no querría que cayera en manos de cualquiera. Y he aquí que, a juzgar por lo que te he escuchado, y porque veo que hablas con el corazón, éste es el libro que tus deseos perseguían. Que llegaras a encontrarlo estaba escrito en tu destino, aunque, para ser más exacto, debería decir que el libro era quien estaba esperando tu llegada, y que te atraía hacia él como atrae un imán un clavo hacia sí con su invisible influjo. Pues Alá es todopoderoso. Te diré que sus páginas te hablarán de reyes y visires y princesas. De eunucos y hechiceros y mercaderes de esclavos. Y también de genios y de demonios. Te enseñará conjuros para abrir las cuevas que ocultan tesoros y para protegerte de los malos espíritus. Te narrará mil relatos de aventureros y marinos, de derviches y jeques de caravanas, de poetas y bandidos y comedores de hachís. De mujeres hermosas como la luna llena, y de las delicias secretas del harén. Te hará saber lo que ocurre en lejanos países y lo que se cuece en los fabulosos palacios de la India y de la China. Te instruirá sobre animales fantásticos como el caballo de ébano y animales reales como el ave roc. Este libro encierra anillos con poderes mágicos y elixires de amor y talismanes contra el mal de ojo y lámparas habitadas por genios. Este libro abarca todas las historias que han sucedido o que les pueden suceder a aquellos infelices que se quedan atrapados en los bucles del tiempo, y también relata mi historia, y también tu historia.
   El viajero, lleno de curiosidad, inquirió al librero:
   –¿Puedes enseñármelo al menos, a fin de conocer quién es el autor y cuál el título de tan maravillosa obra?
   –Con mucho gusto, pero te adelanto que esta obra no tiene un autor conocido, sino que está escrita por muchos escritores de los que no se sabe el nombre, nacidos en muchos países entre los que han sido bendecidos por la fe musulmana.
   El librero introdujo una llave en la cerradura del cofre, lo abrió y extrajo de él un pesado bulto envuelto en una tela de seda. Apartó la tela y desveló al viajero el libro: un grueso volumen cosido a mano con las tapas forradas de piel de camello y claveteadas, cuyas páginas de pergamino estaban manuscritas con tintas de varios colores y con la más bella de las caligrafías árabes. El viajero abrió el tomo por su primera página y leyó su título, que no era otro que el célebre 'Alf Laila ua Laila', que los rumíes traducen como 'Las Mil y Una Noches'.
   El viajero, admirando la excelente encuadernación del libro, dijo:
   –En verdad que es un soberbio ejemplar, pero ¿cuál es su precio?
   –Noble señor, este libro no tiene precio, porque su valor es incalculable y supera todo lo que el dinero puede comprar. Mas por ser para ti, y porque has despertado mi afecto, te cobraré un precio tan bajo que lo habrás de considerar como puramente simbólico. Dame sólo doscientos riales, y es tuyo.
Yemen   Pagó el viajero la cantidad exigida, sin pararse a regatear, pues aunque la compra suponía un fuerte mordisco a sus maltrechos ahorros, por otro lado ardía en deseos de poseer aquel precioso libro y explorar sus páginas sin más demora. Cargó el libro en su zurrón, se despidió del librero y salió a la calle.
   Había andado unos pocos pasos cuando oyó un leve siseo a sus espaldas. Volvió la vista atrás, y se quedó perplejo al comprobar que en el fondo del callejón ya no estaba la librería. Tanto la tienda como el tendero, que era en realidad un yinn, un genio de las profundidades de la tierra dotado de poderes mágicos, se habían esfumado por completo, desapareciendo en la nada como humo en el aire. El viajero se rascó la cabeza asombrado, buscó por todas partes y al no descubrir el menor indicio del comerciante, ni el menor rastro de la tienda de libros, ni de la trampilla que daba al subterráneo, terminó por alejarse de allí con la mente aturdida y hecha un hervidero de preguntas.
   Al caer la noche, se alojó en una modesta posada instalada en una antigua torre entre las mil y una torres que engalanan la capital del Yemen, y una vez en su habitación, que estaba en un séptimo piso, cenó unos pocos dátiles secos, se recostó sobre su camastro y abrió el libro. La luz de la luna creciente se filtraba por las celosías.
   Lo que el extranjero iba leyendo empezó a despertarle recuerdos de su infancia lejana, de cuando su madre le contaba cada noche, antes de dormirse y echar a volar en las alas del sueño, todos los cuentos y todas las fábulas que transcurren en los reinos de la fantasía.
   Recordó que luego, de chico, había hojeado muchas veces un manoseado ejemplar de 'Los Cuentos de Las Mil y Una Noches', en una edición expurgada que más tarde perdió y que creía olvidada para siempre. Y he aquí que desde algún rincón perdido de su memoria reapareció y volvió a cobrar vida el personaje del rey Shariar. Pero esta vez el viajero tenía en sus manos la versión original, sin recortes, del libro, y en él pudo leer que el rey, que había salido un día de caza, volvió antes de lo previsto a palacio y por una ventana que daba al jardín sorprendió a su mujer protagonizando la siguiente escena, que cito literalmente:
  
   "El rey vio cómo se abría una puerta por la que salían veinte esclavas y veinte esclavos, entre los que figuraba la mujer del rey Shariar, en todo el esplendor de su hermosura. Al llegar a un estanque, se desnudaron todos. De súbito, la mujer del rey llamó:
   –¡Massaud!
   Al instante acudió a ella un fornido esclavo negro que la abrazó. Ella lo abrazó a su vez y entonces el negro la tendió en el suelo, boca arriba, para gozarla. A esta señal, los demás esclavos hicieron lo mismo con las mujeres. Y así continuaron mucho tiempo sin dejar sus besos, sus abrazos, sus cópulas y cosas similares hasta que amaneció.
Yemen   Irritado el rey Shariar hasta el límite del paroxismo, terminó por perder la razón. Ordenó arrestar a su mujer, a los esclavos y a las esclavas, y allí mismo mandó degollarlos a todos.
   Después encargó a su visir que cada noche le trajese a una muchacha virgen. Y cada noche robaba una virginidad. Y una vez transcurrida la noche mandaba que la matasen. Así lo estuvo haciendo durante tres años y por todas partes se oían lamentos y voces de horror.
   Los hombres escapaban con sus hijas. En la ciudad no quedaba ya una sola muchacha que pudiera servir para que cabalgase aquel jinete. Pero el rey insistía en que el visir le trajera una, como de costumbre.
   El visir, al no poder encontrar una nueva joven, volvió a su casa muy triste y expuso su preocupación a sus hijas, pues tenía dos hijas de gran belleza, que poseían todos los encantos y perfecciones, y eran de una delicadeza extraordinaria.
   La mayor se llamaba Sherezade y la menor Doniazade. La mayor, Sherezade, había leído los libros, los anales, las leyendas de los pueblos antiguos y las historias de los pueblos pasados. Aseguran que poseía asimismo mil libros de crónicas que trataban de los pueblos de las edades remotas, de los reyes de la antigüedad y de todos sus poetas. Era muy elocuente y todos la escuchaban con gusto.
   Viendo la aflicción de su padre, Sherezade le dijo:
   –¡Por Alá, padre, cásame con el rey! Si no me mata, podré rescatar a las hijas de nuestro pueblo y salvarlas de manos del monarca.
   Accedió el visir a regañadientes, y ofreció al rey la mano de su hija, que la aceptó de buen grado. Mientras tanto, Sherezade, que había urdido un plan, dio estas instrucciones a su hermana Doniazade:
   –Cuando esté en palacio, te mandaré llamar y en cuanto llegues y veas que el rey ha concluido conmigo, me dices: 'Hermana, cuenta alguna historia maravillosa que nos haga pasar la noche.' Entonces comenzaré a contar cuentos que, si Alá quiere, serán la salvación de todas las hijas de los musulmanes.
   Luego el visir fue a buscar a su hija Sherezade, y la acompañó a la morada del rey. Éste se alegró mucho al ver su extraordinaria hermosura. Pero cuando quiso acercársele, la joven se echó a llorar.
   –¿Qué te ocurre?
   –¡Oh, poderoso rey, desearía despedirme de mi hermana menor!
   El soberano ordenó que fuesen a buscar a la hermana y apenas llegó ésta, se abrazó a Sherezade y acabó acomodándose junto al lecho.
   Entonces el monarca se levantó y, tomando a Sherezade, le arrebató la virginidad.
   Luego comenzaron a hablar.
   De pronto Doniazade rogó a Sherezade:
   –¡Hermana, por Alá, cuéntanos alguna historia que nos ayude a pasar la noche!
   A lo que respondió Sherezade:
   –De buena gana, y para complacerte, si es que me lo permite un rey tan generoso y dotado de tan buenos modales.
   El soberano, que no tenía sueño, se dispuso de buen grado a escuchar el relato de Sherezade.
   Y ésta comenzó la historia siguiente:" (Anónimo, Las Mil y Una Noches, edición íntegra)

Historia del viajero y del libro mágico
   "–Cuentan, entre lo mucho que se cuenta –pero Alá es más sabio–, que una vez llegó al país del Yemen, al sur de Arabia, un viajero procedente de lejanas tierras habitadas por infieles, allá por donde cada atardecer se retira el sol para dejar paso al reino de la noche..."
  
  
  
  
  
  
  
  

  

YEMEN
DE NORTE A SUR
  
Bibliografía consultada

- Anónimo. Las Mil y Una Noches (Edición íntegra. Ediciones 29, Barcelona, 1980)
- Frishman, Martin. Khan, Hasan-Uddin. The Mosque. History, Architectural Development & Regional Diversity (Thames and Hudson, Londres, 1994)
- Maigret, Alessandro de. Marib. El puerto del desierto (Arqueología de las ciudades perdidas. Salvat, S.A. de Ediciones, Pamplona, 1988)
- Michell, George. La arquitectura del mundo islámico (Alianza Editorial, Madrid, 1985)
- UNESCO. El Patrimonio Mundial (Incafo/Ediciones San Marcos)
  
   Indice de textos
 






 
FotoCD66

YEMEN
DE NORTE A SUR

Indice de textos 
Una sociedad tribal
Yemen. Breve historia
El vuelo poético de la arquitectura
Qat, incienso y mirra
Lugares del Yemen en el Patrimonio Mundial
Otros sitios históricos del Yemen
La noche nº 1002
Indices de fotos
Indice general
Yemen de norte a sur
Zocos yemeníes
El Patrimonio Mundial
Otros sitios históricos
Arquitectura del Yemen
La noche nº 1002
 
  
  
Otras exposiciones de fotos del Yemen en fotoAleph


GENTES DEL YEMEN
Retratos de la 'Arabia Feliz'

  
  Gentes del Yemen

  
   Los yemeníes, sus rostros, sus figuras, sus ambientes, son el motivo de esta exposición de retratos
LA CARNE Y EL CORAN
Carnicerías en los países islámicos

  
Sana'a (Yemen). Carnicería en mercado público
  
   Imágenes de establecimientos de carnes y aves en diversos bazares del Yemen


Otras exposiciones de temas relacionados en fotoAleph


EL SULTANATO DE OMAN
  
El sultanato de Oman 
MAS ALLA DEL ATLAS
Arquitectura de adobe en Marruecos

  
Mas alla del Atlas


CIUDADES DE PORCELANA
Arquitectura de cerámica en Irán

  
Ciudades de porcelana
BAZARES DE PAKISTAN
La ruta de los mercaderes de Oriente

  
Bazares de Pakistan
     


 
FotoCD66
  
YEMEN
DE NORTE A SUR

© Copyright fotoAleph. All rights reserved
www.fotoaleph.com
   
Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Yemen

   
 



fotoAleph
  
Exposiciones

Galería de Pintura

Fotografía
Colecciones
  
Principal | Exposiciones | > Colecciones | Galeria Pintura | Autores | Compra | Preguntas | Enlaces
  
© fotoAleph
centro de documentación fotográfica y visual
e-mail: info@fotoaleph.com