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  CIUDADES DE PORCELANA
  Arquitectura de cerámica en Irán
Ciudades de porcelana        

  
   Hay ciudades, como las legendarias Isfahan y Shiraz, escondidas en la remota Persia, que se diría están hechas de porcelana. Sus cúpulas en forma de bulbos y sus minaretes azules de reflejos metálicos –radiantes, coloridos y frágiles como el cristal– semejan escenarios de fantasía surgidos de un cuento de Sherezade.
   En nuestro imaginario colectivo, responden a la imagen idealizada que nos hemos formado de eso que llamamos Oriente. Pero son reales y están ahí, en el actual Irán, asombrándonos todavía con su esplendorosa belleza, para ilustrar sobre las increíbles e inagotables posibilidades del arte del azulejo aplicado a la arquitectura.
Indice de textos 
1  Las innovaciones arquitectónicas de la Persia de los shas
2 
Del azulejo considerado como una de las Bellas Artes
3  Irán. Cronología básica
  
4  ISFAHAN. La mitad del mundo
5  SHIRAZ. Ciudad de vino y rosas
6  Otras ciudades
7  Bibliografía
  
Indices de fotos
Indice 1   Isfahan: Mezquita del Viernes. Bazares
Indice 2   Isfahan: Plaza del Imam. Mezquita del Sheij Lutfallah
Indice 3   Isfahan: Mezquita del Imam
Indice 4   Isfahan: Mezquita del Imam
Indice 5   Isfahan: Puentes. Palacios. Minaretes Basculantes
Indice 6   Isfahan: Mezquitas Hakim y Ali. Medersa Chahar Bagh
Indice 7   Shiraz. Hamadan. Teherán
Otras exposiciones de fotografías de Irán en fotoAleph
UN ZIGURAT (Choga Zanbil)
PERSEPOLIS. El esplendor de los persas
PERSIA RUPESTRE. El arte de los sasánidas
  
Otra exposición de tema relacionado en fotoAleph
UZBEKISTAN. Una república ex-soviética de Asia Central

 


1.  Las innovaciones arquitectónicas de la Persia de los shas
 

   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...

                                                                             (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)




   Vi las legendarias Isfahan y Shiraz, ciudades que aún duermen en el sueño de la antigua Persia. Isfahan, o la mitad del mundo. Shiraz, la ciudad de vino y rosas.
   Vi sus casas de ladrillo, sus palacios entre jardines, sus mezquitas y medersas esplendentes de azulejos de vivos colores.
   Vi inmensas cúpulas de loza vidriada en forma de bulbos, que brillaban como el sol de mediodía. Bóvedas de espejos y esmaltes polícromos: caleidoscopios gigantes que hipnotizaban los sentidos. Pórticos cubiertos de erizados mocárabes, como las ingrávidas y afiladas estalactitas de las cavernas.
   Vi los almuédanos que, desde lo alto de minaretes azules de fulgores metálicos, llamaban a los fieles a la oración. Vi mujeres vestidas de negro rezando sobre lujosas alfombras, regateando en los bazares, peregrinando a las tumbas de los poetas.


  
   La invasión árabe de Persia (Irán) posterior a la Hégira trajo consigo en el terreno de las artes una fuerte influencia de los modelos arquitectónicos omeyas, que comenzaron a implantarse en el país desde los albores de su islamización. El prototipo de mezquita era entonces la de patio rodeado de pórticos, como las de Damasco, Samarra, Kairuán o Córdoba. 
    Frente a la interpretación sunnita del Islam, y como consecuencia del creciente rechazo a los invasores por parte de los nativos del país –entre los que Palacio de Ctesifonte (grabado)había ido arraigando la doctrina chiíta, es decir, la profesada por la rama política de los seguidores de Ali (shi'at Ali o partido de Ali), yerno del profeta Mahoma y cuarto califa de los musulmanes–, empezó a producirse un renacer cultural entre la población indígena de la Persia ocupada, acompañado de un movimiento artístico a contracorriente que hundía sus raíces en el propio y rico pasado iraní. Los iranios conservaron su idioma persa (o farsi), del tronco indoeuropeo, aunque adoptaron el alfabeto árabe (con algunas letras añadidas) para su transcripción. 
   Aparece entonces en la arquitectura de Irán una planta nueva, basada en dos elementos autóctonos: el quiosco, que provenía de los altares de fuego mazdeístas (las ruinas de uno de ellos pueden verse en las afueras de Isfahan, en Ateshgah, construido en adobe en tiempos de los sasánidas), y el iwan, gran portal abovedado que sobrepasa la línea de fachada, y cuyo antecedente más señero puede encontrarse en las ruinas del palacio sasánida de Ctesifonte (cercano a Bagdad, probablemente del siglo IV d C), consistente en una inmensa bóveda de ladrillo cocido, de 37 m de alto y 25 m de ancho, que servía de sala de audiencias. 
   Los iranios retoman de los palacios sasánidas la fórmula del iwan, y la adaptan a los preceptos musulmanes. Al fondo del iwan principal se emplaza la sala de oración, orientada hacia la alqibla, en donde se abre un nicho ciego, que es el mihrab o sancta-sanctorum, de arco apuntado y planta semicircular o semipoligonal (foto62), hacia el cual se encaran los fieles a la hora de rezar. Con la incorporación del iwan, la mezquita gana en verticalidad y esbeltez, por contraste con los santuarios omeyas, con sus salas hipóstilas de techo bajo y aspecto horizontal de conjunto. 
   Rasgo inconfundible de la arquitectura religiosa iraní es desde entonces el gran patio central rodeado de cuatro iwanes enfrentados dos a dos (foto33), que forman una planta en cruz, a la que se añaden salas hipóstilas y medersas adyacentes, entre otras dependencias.
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   Con el paso del tiempo y de las dinastías, el iwan alcanza proporciones cada vez mayores y un desarrollo inusitado en su decoración, que se hace Ciudades de porcelanagradualmente más y más suntuosa y compleja (foto46). El iwan está siempre encuadrado dentro de un marco plano vertical de mayor altura que el resto de paramentos, a la manera de un gran arco triunfal. Es en la bóveda del iwan donde se despliega todo el genio arquitectónico de los iranios, al igual que en las cúpulas que cubren la sala del mihrab. Los tipos de abovedamientos se multiplican en una verdadera orgía de formas, con soluciones ingeniosas y originales, distintas a las de las arquitecturas árabes y distintas entre sí, que experimentan un continuo perfeccionamiento con el correr de los siglos. 
   Esta eclosión formal tiene su correlato en la cerámica, las alfombras, los objetos de cobre pintado y en el arte de la miniatura y la caligrafía, tanto en la transcripción de textos coránicos como profanos, que hacen uso de los mismos parámetros en la aplicación de intrincadas composiciones a base de motivos florales, geométricos y tipográficos, sabiamente conjugados. Pero en la arquitectura iraní, el uso de revestimientos cerámicos implica pasar de las dos a las tres dimensiones, de la geometría del plano a la de la esfera. Y en esto los arquitectos y artesanos demuestran ser consumados maestros, tanto en la audacia de sus soluciones constructivas como en la profundidad de sus conocimientos matemáticos y de volumetría, que les faculta para poder levantar y cubrir de azulejos complejas bóvedas de estrella (foto39), alminares cilíndricos (foto34) o impresionantes cúpulas de forma ovoide o de bulbo (fotos 17, 65 y 75). Todo ello conlleva la fabricación de azulejos curvos, y cada pieza ha de ser proyectada para que encaje en un vasto rompecabezas, en un diseño a la vez intrincado y unitario, laberíntico pero simétrico, en apariencia caprichoso pero férreamente sujeto a patrones geométricos de fondo. 
   Son los selyúcidas los que introducen el abovedamiento de mocárabes en forma de alvéolos, de gran originalidad, belleza y virtuosismo constructivo, que serán leit-motiv de la arquitectura iraní en siglos posteriores. Ciudades de porcelanaConsisten éstos en juegos de pequeñas trompas en arco apuntado distribuidas en rangos, cada rango soportando las trompas yuxtapuestas, que se sostienen unas sobre otras avanzando en extraplomo sobre el vacío. Ello crea una red de superficies cóncavas ejerciendo empujes en cascada que se contrarrestan recíprocamente hasta anularse. Cuando las aristas de los alvéolos se prolongan, y caen verticales y puntiagudas sobre el vacío, son denominadas 'estalactitas': el resultado visual evoca, efectivamente, las formaciones estalactíticas naturales de una cueva (fotos 28, 66 y 79). Los ejemplares más antiguos de estos tipos de bóveda los tenemos en la Mezquita del Viernes, en Isfahan, con sus iwanes selyúcidas del siglo XII (fotos 01 a 08). 
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   Poco a poco la arquitectura del Irán islámico va evolucionando y se atreve con experimentos más y más elaborados en la construcción de espacios abovedados, cúpulas, iwanes y salas hipóstilas. Para los iranios, la cúpula de ladrillo siempre fue un elemento de la arquitectura doméstica, de la casa popular de adobe. En la época de los partos (247 a C - 224 d C), y también con los sasánidas (224 - 651 d C), esta pequeña cúpula se trasladó a los complejos palaciegos y templos de fuego mazdeistas, con mayor monumentalidad. 
   La transición entre la planta cuadrada y la cúpula esférica o esferoide fue una de las claves de este trabajo, y en Irán se aplicaron soluciones innovadoras siguiendo métodos empíricos (foto23). Si se cree que los romanos lo habían dicho todo en este terreno, los iranios lo desmienten, pues no siguen esa tradición sino que se inspiran en los sasánidas, inventores del iwan. Su uso progresivo de trompas cónicas y angulares, y de semitrompas, en todas sus combinaciones posibles, denota no sólo un ejercicio de estilo rayano con el virtuosismo, sino un profundo conocimiento físico-matemático de los volúmenes espaciales y las resistencias a los empujes de las masas puestas en juego. Lo portentoso del caso es que raras veces se repite la misma fórmula en dos bóvedas distintas, ni aunque pertenezcan al mismo edificio y sean contiguas (foto38). Los arquitectos parecen estar exponiendo ante nuestros ojos todo un muestrario de sus saberes constructivos, renovando a cada paso nuestro asombro. Se dice que la vieja cuestión de la cuadratura del círculo no sólo es un problema irresoluto, sino demostrado irresoluble al intervenir el número pi con su ilimitada sucesión de decimales; pero he aquí la refutación material de su imposibilidad, pues los arquitectos iranios lograron saltar del cuadrado a la circunferencia y del cubo a la cúpula de mil maneras diferentes, cada vez más sofisticadas, pero siempre ingeniosas y elegantes. 

 
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2.  Del azulejo considerado como una de las Bellas Artes
 
    La utilización de azulejos en paredes y pavimentos era corriente en Oriente Medio y Persia desde la antigüedad. El uso islámico del azulejo con reflejos metálicos empezó en Samarra, en la época de la dinastía abasí, y se propagó por el Egipto fatimí, llegando tan lejos como hasta al-Andalus por occidente, y el Indostán por oriente. 
   Consignemos para empezar que el término castellano 'azulejo' deriva obviamente de la palabra 'azul', el color del cielo sin nubes, pero quizá sorprenda Ciudades de porcelanamás saber que la etimología de 'azul' es precisamente de origen persa: 'lazurd' (= azul), que a su vez viene de 'lazaward', que significa 'lapislázuli', el mineral (alumosilicato de sodio) de color azul intenso y brillo vítreo considerado como piedra preciosa ya en el Egipto de los faraones y en la antigua Mesopotamia. El vocablo 'azulejo', que designa a diversos tipos de ladrillo vidriado, es por otro lado de origen árabe ('azz-zulaiy'), y éste a su vez deriva también del persa 'lazurd'. Es significativo que el azul sea el tono predominante en la decoración cerámica de los edificios persas musulmanes, una especie de 'color corporativo' o marca de fábrica de Irán, cuya denominación de origen llegó a hacerse universal. 
   La tradición iraní del uso de cerámica vidriada para la ornamentación de los edificios monumentales tiene remotos precedentes en Babilonia y en el arte persa aqueménida (como el famoso friso de los Arqueros, procedente del palacio de Darío en Susa, hoy en el museo del Louvre), y prosiguió con los sasánidas. Esta usanza resucita tras varios siglos de letargo con los abasíes (la ornamentación de ladrillos vidriados color lapislázuli de la mezquita aljama de Bagdad, del 903, es un buen ejemplo), y se renueva en tiempos de Malik Shah, monarca de la dinastía de origen turco conocida como de los selyúcidas (1038-1194; no confundir con los seléucidas, de Seleuco, general de Alejandro Magno y uno de sus sucesores tras la desintegración del imperio). Los arquitectos islámicos habían heredado las técnicas del ladrillo cocido de los romanos y los sasánidas. Fueron los selyúcidas quienes introdujeron el sistema de alternar ladrillos en entrantes y salientes para crear efectos de claroscuro e inscripciones caligráficas en relieve. La decoración selyúcida se caracteriza también por el empleo de mosaicos muy sobrios que contrastan sobre un fondo continuo de ladrillo cocido color ocre (foto07). 
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   Más tarde, en el siglo XIII, se difunde en Irán la cerámica vidriada de formas hexagonales y estrelladas. Empieza a tener gran desarrollo el mosaico de azulejo, de técnica muy distinta al mosaico clásico grecorromano: mientras en éste los elementos básicos son las teselas (pequeños trozos de mármol prismáticos, más o menos similares en forma), el mosaico de azulejo en Persia se compone de piezas cerámicas minuciosamente recortadas Ciudades de porcelanaen diversos perfiles y tamaños, que se ensamblan unas con otras encajándose como en un puzzle para formar complicados dibujos de conjunto. Los artesanos tallaban sus piezas en placas de azulejo usando cincel, regla y patrones de papel. Luego las colocaban sobre un enlucido de yeso con el dibujo previamente abocetado, o bien directamente sobre el muro, o sobre grandes planchas que luego se trasladaban al muro. Si las superficies a cubrir eran curvas o esféricas (como en bóvedas, cúpulas, o alminares cilíndricos) se usaban paneles de base con la forma curva adecuada, equivalente a la superficie curvada a decorar. 
   El primer edificio totalmente recubierto con esta técnica sería la madrasa de Sirçali en Konya (Turquía), que data de 1242, aunque el mosaico de azulejo alcanzará una riqueza sin precedentes en la Turquía otomana y en la Persia safávida de los siglos XVI y XVII. 
   La decoración de la época timúrida (siglos XIV-XV) es todavía sobria, también con mosaicos de azulejo, con cada pieza recortada según la forma exigida por el diseño, pero predominando en este caso las líneas curvas y sinuosas, con motivos tomados del mundo vegetal: flores, hojas, tallos, hierbas y zarcillos. El número de colores se reduce al mínimo. Sólo hay cuatro tintas básicas: los azules (claro y oscuro), el blanco, el castaño rojizo y el verde, pero los artesanos consiguen, combinándolas entre sí, contrastando los primeros términos con las superficies de fondo, unas composiciones ornamentales llenas de gracia y vivo colorido, nunca chillonas ni recargadas, sino equilibradas y gratificantes para la vista, tanto en su conjunto como en los detalles. Bajo los timúridas se reconstruyeron y ampliaron gran número de edificios de épocas anteriores, que fueron embellecidos con sus propias pautas estéticas, cuya fuente de inspiración llegaba desde lugares tan lejanos como Bujara y Samarcanda (donde se halla el mausoleo de Timur o Tamerlán, fundador del imperio timúrida), en Uzbekistán (ver en fotoAleph exposición UZBEKISTAN. Una república ex-soviética de Asia Central). 
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   Es con los sefawi o safávidas (1501-1732), y sobre todo con Shah Abbas a principios del siglo XVII, cuando la decoración de cerámica desarrolla toda su potencialidad y alcanza su perfección. La dificultosa técnica del mosaico Ciudades de porcelanava siendo sustituida por la de los kasis, baldosas de azulejo policromado con esmaltes, de forma cuadrada para cubrir superficies planas, o triangular y trapezoidal para cubrir superficies curvas, que simplifica y acelera el proceso de revestimiento de los muros. Los paramentos de kasis de azulejo vidriado cubren la totalidad de fachadas y frontispicios, ocultando su estructura más que mostrándola, como si fueran mantos o pantallas (foto45). El tratamiento de la caligrafía, los diseños geométricos y los temas vegetales alcanza un barroquismo inusitado (muy distinto al arte barroco europeo, del que es, sin embargo, contemporáneo), pero equilibrado por el rigor de sus proporciones y la abstracción extrema de su concepción formal. Y propone diseños siempre nuevos, cada vez más virtuosos e imaginativos. Los mejores ejemplos los encontraremos en Isfahan. 
   Tras los safávidas, y con las últimas dinastías regentes en Irán, el arte de la cerámica aplicada a la arquitectura entra en una fase de decadencia que se manifiesta en un progresivo manierismo ornamental. Se introducen nuevos colores (el rosa) y nuevos temas iconográficos, pero la inspiración mengua y no hace sino rizar el rizo de lo ya logrado en siglos anteriores. Los revestimientos cerámicos van perdiendo las funciones estructurales primitivas que se daban, por ejemplo, con los selyúcidas, y van pasando a ser meros recubrimientos de aplacados o baldosas que ocultan las verdaderas estructuras, con un fin simplemente decorativo y carentes de verdadera necesidad orgánica. 
   Pese a ello hay que reconocer que en Irán nunca llegó a perderse el arte del azulejo, que sigue vivo y pujante hoy en día. De hecho, los antiguos monumentos de la Persia islámica son objeto de continuas restauraciones, y éstas se realizan con la misma destreza técnica y el mismo sentido estético de que hacían gala los antepasados en el oficio. No es difícil toparse por las calles con talleres de alfarería decorativa, donde se puede admirar a los artesanos en plena faena, cincelando piezas de mosaico o pintando a mano azulejos con esmaltes de colores (foto71). Las fachadas, los portales, las superficies de iwanes y cúpulas son constantemente rejuvenecidos con flamantes labores en cerámica esmaltada, en mosaico de azulejo, en loza vidriada, en mocárabes y estalactitas, de diseños tan complejos, delicados y armoniosos como los de antaño. Las piezas deterioradas son sustituidas con mimo por otras de nueva factura, y los edificios brillan con un fulgor y un colorido siempre renovados, como si estuvieran moldeados en porcelana fina. ¿Qué es lo nuevo y qué es lo antiguo en estas obras de arte, en estas ciudades de porcelana? En el fondo poco importa. Su belleza es la misma. 
 

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3.  Irán. Cronología básica
 
Ciudades de porcelanaPersia preislámica

ca 550-312 a C.      Imperio persa aqueménida 
312-175 a C.           Seléucidas 
247 a C - 224 d C.   Partos 
224-651 d C.           Sasánidas 

Dinastías islámicas 

749-932.       Periodo abasí 
932-1063.     Periodo buyí 
977-1186.     Periodo gaznawí 
1038-1194.   Periodo selyúcida 
1077-1231.   Periodo de los Jwarizm Shah 
1256-1353.   Periodo mongol 
1314-1393.   Periodo muzaffarí 
1370-1506.   Periodo timúrida 
1380-1468.   Periodo turcomano 
1501-1732.   Periodo safávida 
1750-1794.   Periodo zandí 
1779-1924.   Periodo qayarí 
 
 
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4.  ISFAHAN. La mitad del mundo
 
   Isfahan no es ya una ciudad de las Mil y Una Noches, como reza el tópico, sino una urbe muy moderna, que conserva diseminados entre sus calles hermosos vestigios de su pasado esplendor de la época de los shas. El foco monumental más impresionante de la ciudad se articula en torno a la Plaza del Imam, donde se pueden admirar las mezquitas Lutfallah y del Imam, obras cumbres del arte safávida, así como el palacio de Ali Qapu. 
   Aunque Isfahan arrastra más de treinta siglos de historia en su haber, los restos más antiguos detectados datan de la era de los sasánidas (la dinastía Ciudades de porcelanaanterior a la conquista árabe, llevada a cabo en 637). Los árabes tomaron Isfahan en 642 y la promovieron a capital de la extensa provincia central de al-Jibal ('las Montañas'), que ocupaba lo que antaño fue la Media, el país de los medos. Continuó prosperando bajo los buyíes (siglo X), cuyo ascenso al poder fue simultáneo al declive del califato abasí de Bagdad. El conquistador turco Toghril Beg, fundador de la dinastía y el imperio de los selyúcidas, capturó la ciudad a mediados del XI y la hizo capital de sus vastos dominios. Pero fue con el advenimiento de su nieto Malik Shah al poder, en 1073, cuando la ciudad empieza a desarrollarse y expandirse hasta llegar a ser una gran metrópoli. Los dominios del imperio selyúcida alcanzaron entonces una extensión parecida a la de los imperios aqueménida y sasánida, y llegaban desde Siria y Turquía hasta China. Las artes florecieron con pujanza en este periodo. Es la época del astrónomo, matemático y poeta persa Omar Jayyam. 
   De los siglos XI (bajo los selyúcidas) al XVIII (bajo los safávidas) Isfahan fue un laboratorio de experimentos arquitectónicos y un foco de irradiación de la cultura iraní. Perdió, no obstante, cierto protagonismo tras la caída de los selyúcidas, siendo eclipsada por otras poblaciones como Tabriz o Qazvin. Pero reconquistó su importancia bajo los safávidas, y alcanzó su edad de oro con el advenimiento al trono del emperador Shah Abbas I el Grande (1571-1629). 
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   Shah Abbas, soberano de la dinastía safávida de Persia de 1588 a 1629, es el gran artífice de la gloria arquitectónica de Isfahan. El fundador de la dinastía había sido Shah Ismail, en 1502, pero fue casi un siglo más tarde cuando Shah Abbas llegó al poder y expandió el imperio hasta sus más remotos confines. 
    Shah Abbas fortaleció la dinastía al vencer a las tropas otomanas y uzbekas, expulsarlas del territorio persa, y fundar tras ello un ejército regular. En el invierno de 1598 trasladó la capitalidad de Persia de Qazvin a Isfahan. Militar y constructor, promovió el comercio y financió la arquitectura y las Ciudades de porcelanaartes, que bajo su reinado alcanzaron un punto culminante. Además de su mecenazgo hacia la cultura, es de justicia constatar que se preocupó también por el bienestar de sus súbditos. 
   Cuando Shah Abbas el Grande elevó de nuevo Isfahan al rango de capital, la ciudad continuaba siendo una urbe poderosa. Pero el sha potenció aún más su opulencia al hacerla objeto de un plan integral de urbanización que reestructuró sus calles, plazas, parques y puentes, al tiempo que la embellecía con magníficos monumentos religiosos y civiles, lo que valió a la ciudad el apelativo de Nesfe Jahan (la Mitad del Mundo). Isfahan había alcanzado su cénit, y tenía entonces, según el viajero francés Jean Chardin, 162 mezquitas, 48 medersas o escuelas de teología coránica, 273 hammam o baños públicos, y más de 1.800 caravansares o establecimientos hosteleros. El sha promovió también las comunicaciones entre la capital y la periferia construyendo una extensa red viaria por todo el país, con multitud de puentes para salvar los cursos de agua y de caravansares para aliviar las etapas de los caminos. 
   El extenso complejo palaciego de Isfahan se componía de un conjunto de edificios y terrenos ajardinados, que contaba con mezquitas, palacios, mercados, patios, baños, fuentes y estanques. Un ejemplo de perfecta planificación urbana, de sentido muy avanzado para el siglo XVII. 
   El ejército persa fue derrotado en 1722 muy cerca de Isfahan por los afganos Ghilzai, comandados por Mahmud, y la ciudad sufre un largo asedio hasta ser conquistada, pereciendo 100.000 de sus habitantes víctimas del hambre y de la peste. Isfahan nunca volvió a recuperar su pasada gloria. 
   Pese a que sus principales monumentos históricos han sido restaurados en el siglo XX, queda relativamente poco del antiguo esplendor de Isfahan, su parte antigua cada vez más ahogada por las nuevas barriadas industriales, desfigurada por avenidas y edificios modernos sin carácter, invadida por el avance inexorable del hormigón y del asfalto. 
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4.1
Mezquita del Viernes (Masyid-e Yami)

Fotos 01 a 11
  
   La Mezquita Mayor o del Viernes de Isfahan es la mezquita monumental más antigua de la ciudad. Se oculta dentro del dédalo de calles y callejuelas del bazar en la parte vieja, y hay que llegar a ella perdiéndose por pasadizos abovedados, túneles y arcadas, plagados de comercios rebosantes de mercancías al estilo de una medina árabe. Apenas pueden distinguirse sus fachadas desde el exterior, englobadas como están en el abigarrado revoltijo de las construcciones de ladrillo anexas, pero una vez franqueados sus portales, es posible captar las perspectivas de sus inmensas interioridades, en las Ciudades de porcelanaque las distintas épocas y periodos artísticos de la historia de Irán han ido dejando sus huellas, convirtiendo al edificio en un auténtico tratado de arte y arquitectura iraníes. 
   Se han hallado, en excavaciones recientes, trazas de la primitiva mezquita del siglo VIII, y abundantes vestigios de la del siglo X (periodo buyí), que fueron absorbidos por la gran mezquita de la época selyúcida. La planta de la mezquita fue agrandándose y complicándose a lo largo de los siglos con las adiciones que iban incorporando los sucesivos soberanos. En el periodo mongol, una de las arquerías laterales del patio fue transformada en sala de oración, con un magnífico mihrab. La medersa adjunta data de la época de los muzzafaríes, y los timúridas añadieron una sala de oración de invierno y una bella portada. Por fin, en la época safávida se cubrieron algunos iwanes con decoración de mocárabes, y se levantaron los minaretes que realzan el iwan principal, que da a su vez a una cámara cupulada orientada a la alquibla. 
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   Todo el complejo religioso se articula en torno a un gran patio central rectangular, con sus consabidos iwanes en mitad de los cuatro lados, con dos estanques, uno cuadrado y otro polilobulado, pero el resto del edificio se extiende multiplicándose en una infinidad de dependencias, cámaras, galerías porticadas, salas hipóstilas (con distintos tipos de columnas y bóvedas de ladrillo, y columnas que se inclinan para todos los lados), y hasta urinarios antiguos, que llegan juntos a formar como un pequeño barrio dentro de la ciudad. 
   Los cuatro iwanes son distintos entre sí, cada uno con su juego de alvéolos y mocárabes ingrávidos, siempre nuevos, siempre dispuestos con gran sentido visual. Destacan por su grandiosidad y belleza los iwanes oeste y sur (éste último, el principal, precede a la sala cupulada de Malik Shah), cuyos abovedamientos en cascadas de alvéolos de ladrillo, de época selyúcida, son sumamente originales (fotos 02 y 06). Sus dibujos ornamentales llaman la atención por su sobriedad, a base de puntos oscuros contrastados sobre un fondo liso color crema, trazando líneas que se entrecruzan en grafismos geométricos o que componen letras y palabras, de rasgos angulares (foto03), con un sentido del diseño gráfico que podría ser totalmente actual. El periodo timúrida trae otro tipo de decoración basada en mosaicos de cerámica ornados de floridos arabescos de gran viveza cromática, como puede apreciarse en las arcadas del patio (foto10). 
   En las distintas salas de oración hay mihrabs riquísimamente trabajados en estuco, y paneles de cerámica vidriada y policromada. Las numerosas salas hipóstilas (una de ellas, la Sala de Invierno, de época timúrida, carece de columnas propiamente dichas, al llegar la curva de sus bóvedas de arista hasta casi el nivel del suelo) muestran más de un centenar de cúpulas de ladrillo diferentes entre sí, y diferentes al tipo omeya primitivo. 
   En el iwan norte, de frente al iwan principal, es habitual ver a los devotos practicando sus rezos de cara a la Meca, o descansando sobre las alfombras. 
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4.2
Plaza del Imam (Meidan-e Imam)

Fotos 13 a 17
  
   Antes de la revolución jomeinita era conocida como Meidan-e Shah o Plaza del Sha. Es apodada también como Naqs-e Jahan o la Imagen del Mundo. Desde el año 1979, la plaza con sus monumentos está incluida como bien cultural en el catálogo del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. 
   Una de las más grandes plazas del mundo y ejemplo excelso de planificación urbana, la Plaza del Imam es un vasto rectángulo oblongo de 160 x 500 m, bordeado en sus cuatro lados por una sucesión continua y uniforme de galerías porticadas de dos pisos destinadas a albergar locales, establecimientos comerciales y almacenes (foto14), que siguen abriendo sus tiendas todos los días, excepto los viernes. Fue construida en 1612, en tiempos del emperador safávida Shah Abbas. 
   En la parte central de la explanada unos estanques alimentados por fuentes de surtidor se encargan de refrescar el ambiente. Dos pares de postes de piedra, a uno y otro extremo de la plaza, testimonian que este recinto era antaño utilizado como campo de juego de polo para recreo del rey y sus invitados, que contemplaban el espectáculo desde el privilegiado punto de vista de los balcones del palacio Ali Qapu (foto13). Este palacio sobresale a cierta altura del lado oeste de la plaza, rompiendo la línea recta de los pórticos. 
   Hoy en día, sólo las calesas a caballos dan vueltas por la plaza, transportando a paseantes, que pueden admirar también las fachadas de dos soberbios monumentos religiosos: la Mezquita del Sheij Lutfallah (foto16), en el lado este, justo enfrente del palacio; y la espectacular Mezquita del Imam (foto25), en la mitad del lado sur, que domina el conjunto con su cúpula y sus alminares revestidos de loza. Las fachadas de ambos santuarios, al contrario de lo que ocurre con el palacio, están embebidas en el trazado urbano de la plaza; sus portales, en vez de sobresalir, hacen entrantes, conformando sendas plazuelas adosadas a la principal (foto17), a modo de vestíbulos al aire libre, que se integran perfectamente con el conjunto porticado al que están conectadas. 
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4.3
Bazares

Foto12
  
   En el extremo norte de la Plaza del Imam se abren los pórticos que dan entrada al Qaysariyeh, o bazar real de Isfahan. Se trata de una kilométrica red de galerías cubiertas, abovedadas con cúpulas redondas, con calles principales y secundarias. Algunas bocacalles dan a patios con talleres, otras a jardines, otras a mezquitas. Algunas calles atraviesan los patios de las mezquitas, formando calle y mezquita un conjunto urbano unitario. Ni siquiera hay que descalzarse para transitar por sus patios. 
   Se ven al pasar gremios como el de los joyeros, la calle de los samovars, zapateros, alfombras, tintoreros, ferreteros, especias (donde se venden hasta flores de opio). Los cafetines dispersos por distintas esquinas de este dédalo de túneles garantizan el suministro a todas horas de vasos de té a los trabajadores y artesanos de los puestos circundantes. Los gremios de artesanía (miniaturas pintadas sobre hueso de camello, telas, cajas damasquinadas, narguilés, tarros de cobre pintado) se agrupan en la calle principal, que prolonga la Plaza del Imam hacia el norte, y éste será el único sitio, junto al bazar de las alfombras, donde los comerciantes aborden a los transeúntes para pregonar sus mercancías. 
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4.4
Mezquita del Sheij Lutfallah

Fotos 16 a 24
  
   En el lado oriental de la Plaza del Imam se encastra esta bella mezquita que, aunque de dimensiones relativamente pequeñas (35 x 40 m en planta), es una de las obras maestras indiscutibles de la arquitectura de Isfahan. Construida entre 1602 y 1618 a instancias de Shah Abbas, carece de minaretes para llamar a los fieles a la oración, pues tenía la función de capilla de uso privado para la familia real. Se distancia también del modelo clásico de mezquita iraní en el hecho de que no tiene patio ni iwanes. 
   El portal de entrada se abre al fondo de una plazuela perfectamente integrada en el sistema de arcadas y galerías de la plaza (foto18), con sus muros revestidos de paneles de azulejos, que proponen nuevas variantes de los consabidos motivos de caligrafía coránica y entrelazados vegetales de la decoración del periodo safávida, realzados con un alto zócalo de alabastro color miel que corre a lo largo de toda la base (fotos 19 y 20). El gran arco que enmarca la puerta exhibe una maravillosa bóveda de estalactitas y alvéolos en cerámica de vivos colores (fotos 21 y 22). Es de admirar la unidad plástica del conjunto, que no está lastrada por el puntillismo y minuciosidad de los detalles pictóricos, pero estos mocárabes no tienen ya apenas función estructural, sino estética; un alarde de virtuosismo ornamental, diríamos, dentro de una tendencia que irá acentuándose en subsiguientes fachadas. El dintel de la puerta se cubre con una banda epigráfica de escritura coránica de caligrafía entrelazada sobre fondo azul, siendo éste un elemento recurrente en todas las fachadas de edificios religiosos. Las aristas del arco están subrayadas por un elegante marco de triple toro trenzado color azul turquesa, que también aparecerá en otros monumentos. 
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   Por encima del portal, despunta en un segundo plano la gran cúpula de loza vidriada (foto17), que se distingue de otras de Isfahan por su color crema predominante, a diferencia de los azules y verdes característicos de las cúpulas de la ciudad. Examinando el alzado del edificio, esta cúpula rompe la simetría de la fachada, al estar ligeramente desplazada hacia el sur. Esto responde a que el cuerpo de la mezquita, a excepción de la fachada, está girado 45 grados con respecto al eje de la Plaza del Imam, con el fin de que el santuario esté preceptivamente orientado hacia la alquibla, es decir, en dirección a la Meca. 
   Por este motivo, el oscuro pasillo de acceso ha de dar un fuerte quiebro para conectar con la sala de oración. Consiste ésta en una única sala de planta cuadrada, dotada de un lujoso mihrab de mosaicos, y coronada por la gran cúpula circular riquísimamente decorada de azulejos, de ornamentos florales enmarcados en rombos dispuestos concéntricamente y en tamaño decreciente según se acercan hacia el centro (foto24). La cúpula se sustenta sobre un tambor cilíndrico perforado por 16 ventanas de celosía, y éste a su vez sobre un ingenioso sistema de cuatro pechinas angulares que llegan hasta el suelo y se intercalan con otros tantos arcos ciegos, formando un octógono. Los lados del octógono se desdoblan aún por medio de otras pechinas secundarias hasta formar en planta un polígono de 16 lados, y es así como se produce la transición gradual del cuadrado a la circunferencia, del cubo a la esfera (foto23). Mas la cúpula no es esférica, sino que su perfil coincide con el llamado arco persa (ligeramente apuntado y con dos radios de curvatura, ubicuo elemento estilístico en la arquitectura del Irán antiguo), combinando una curva más pendiente hacia los bordes con otra curva más plana hacia la cúspide. 
   La única iluminación proviene de las celosías, que tamizan la luz diurna y sumen la sala en una acogedora semipenumbra, sobre la cual la cúpula parece flotar en el aire. Un efecto visual parecido se produce con la cúpula central de Hagia Sofia en Estambul, aunque la distribución espacial interna de la mezquita Lutfallah recuerda más bien a las grandiosas y aéreas realizaciones del insigne arquitecto otomano Sinan. 
   Por la maestría de sus soluciones arquitectónicas, la exquisitez de sus proporciones y la riqueza de conjunto y detalles de su ornamentación de cerámica, se puede considerar esta mezquita como una de las joyas arquitectónicas que han dado gloria a Isfahan. 
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4.5
Mezquita del Imam (Masyid-e Imam)

Fotos 25 a 36, 37 a 48 y 49 a 52
  
   Antes Masyid-e Shah, o Mezquita del Sha. No sólo estamos ante una obra maestra del arte safávida, sino de la arquitectura mundial. Un monumento único en grandiosidad y perfección, donde se despliega en su máxima expresión todo el saber arquitectónico de la Persia de los shas. Fue mandada construir por el gran Shah Abbas, y su erección tardó 26 años, siendo completada en 1638, cuando el soberano ya había fallecido. Su planta mide 120 x 130 m. 
Mezquita del Imam (grabado)   El gran portal de entrada, alineado con la plaza, forma, sin embargo, un ángulo con la línea axial de la mezquita, ya que ésta gira 45 grados con el fin de orientarse a la Meca. Ocurre lo mismo con la Mezquita Lutfallah, y otros santuarios de Isfahan. No es un caso excepcional: un fenómeno similar se aprecia en las ruinas de Medina Azahara (Córdoba), cuya mezquita se desgaja del conjunto urbanístico, formando con él un pronunciado ángulo debido a su orientación hacia la ciudad santa de Arabia. Lo excepcional es la forma con que los arquitectos proyectaron este cambio de eje entre el edificio y su portal, que es casi imperceptible y no desequilibra la perspectiva general del monumento desde la explanada (foto25). 
   Este soberbio portal, que forma una plazuela adyacente al lado sur de la Plaza del Imam, tiene 30 m de alto, y es un ejemplo muy ilustrativo del increíble grado de exquisitez y magnificencia que llegaron a alcanzar la arquitectura y la decoración safávidas. Su gran arco a modo de iwan tiene el intradós cubierto con una bóveda estrellada y de estalactitas de cerámica policromada (fotos 28, 29 y 30), formando un juego de alvéolos que caen en cascada apoyándose unos en otros, el conjunto subrayado por una moldura de triple toro trenzado color turquesa (foto27). Paneles de mosaicos de azulejo con motivos florales, caligráficos y geométricos, cubren las paredes, guardando las proporciones entre sí, y un alto zócalo de alabastro color crema corre a lo largo de la base de los muros (foto26). 
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    Nada más entrar a la mezquita, el visitante queda deslumbrado por la rutilante decoración de kasis, azulejos de loza policromados con esmaltes, que cubren hasta el último centímetro cuadrado de muros, bóvedas, cúpulas, arcos y pavimentos (foto36), y Ciudades de porcelanapor la bellísima iluminación natural que posee el santuario, con un inacabable juego de gradaciones del claro al oscuro que crean una atmósfera entre mágica y fantasmal. Los colores de los esmaltes adquieren diferentes reflejos y matices conforme va variando la luz con el paso de las horas. Los dibujos nunca se repiten; cada uno de ellos es un prodigio de saber técnico, minuciosidad y belleza. Las flores, tallos, hojas y zarcillos se abrazan entre sí, siguiendo una pauta geométrica no aparente a simple vista, y se enroscan e interactúan combinándose en intrincadísimos diseños que mantienen siempre, no obstante, un patrón de simetría. Los motivos están tomados de la naturaleza, pero es una naturaleza idealizada como si fueran los paisajes de un edén mental. 
    Hay una gran pila de abluciones en el vestíbulo, de piedra tallada con relieves florales. Se entra por estrechos y oscuros pasillos al fulgor del gran patio central (foto33), que ciega la vista, amplio y luminoso, y punteado en sus cuatro costados por cuatro grandes iwanes, a cada cual más hermoso, que duplican su belleza al reflejarse en el espejo del estanque. Colosales, pero a la vez ligeros, estos iwanes son como cuatro enormes biombos o pantallas que ocultan las estructuras de ladrillo cara vista que conforman el edificio. Uno de ellos hace las funciones de vestíbulo, mientras los tres restantes comunican con sendos santuarios cubiertos de cúpulas, siendo el mayor el santuario sur, donde se encuentra la alquibla, y por tanto el mihrab principal. Dos minaretes cilíndricos de loza azul se yerguen custodiando los flancos de este mismo iwan, que precede a la gran cúpula sobre el mihrab (foto45). La simetría del conjunto es total. A uno y otro lado del gran patio se emplazan dos medersas adyacentes, con sus correspondientes patios ajardinados, rodeados de arquerías que dan acceso a las celdas de los estudiantes, con puertas y ventanas de madera. 
   Cada una de las bóvedas circulares que cubren las estancias en torno al gran patio central exhibe una solución arquitectónica diferente, experimentando todos los juegos imaginables en la transición mediante trompas yMezquita del Imam (grabado) pechinas del cuadrado al círculo para su sustento. No sólo no hay dos bóvedas iguales en estructura, sino tampoco en decoración, pues cada una está revestida con un siempre distinto diseño de módulos estrellados y concéntricos, hecho con coloridos azulejos de loza esmaltada, que producen un efecto caleidoscópico (fotos 39, 40 y 41). 
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   La gran cúpula sobre la sala del mihrab, que alcanza los 21 m de diámetro, es de doble casco, y por ello lo que se ve desde el interior no se corresponde con el exterior (foto48). Mientras la cúpula exterior sobresale a gran altura, con su forma de bulbo sobrepasado sobre un tambor cilíndrico, alcanzando los 54 metros de alto, la cúpula interior está rebajada para ajustarse a las proporciones de la sala, pues de lo contrario su altura sería desproporcionada a la vista, provocando un efecto de chimenea. Entre la cúpula interior y la exterior hay un inmenso espacio estanco, no accesible ni visible, con un tinglado oculto de vigas de madera que refuerza el doble casco. Existen precedentes de este tipo de cúpula en la arquitectura timúrida, y tuvo también sus herederos entre los constructores de la India, bajo los emperadores mogoles (véase el Taj Mahal). 
   En el centro del iwan principal, debajo de la gran cúpula, hay empotradas en el suelo unas losas de color más oscuro que, si se golpean, resuena en la sala un eco repetido más de siete veces con gran claridad. Hay que descalzarse en los lugares de oración. El suelo está embaldosado con motivos de fantasía pintados con esmaltes. El iwan oriental está coronado por un goldasteh, especie de quiosco cuadrado de madera de tejado piramidal empleado para dirigirse a los fieles desde las alturas. Cuando el almuédano llama a la oración, se desalojan las dependencias para dar paso a los orantes. 
   La Mezquita del Sha está casi en permanente proceso de restauración, en particular la cúpula y la techumbre. En algunos nichos pueden verse almacenados los ladrillos con caras vidriadas utilizados para reparar las calvas y desconchados que el paso del tiempo va provocando en la decoración de azulejos (foto52). Recordemos que el arte de la alfarería y la cerámica aplicada a la arquitectura sigue vivo en Irán (foto71). 
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4.6
Palacio de Ali Qapu (Kaj-e Ali Qapu)

Foto13
  
   El Palacio de Ali Qapu, o de la Puerta Alta, es un esbelto edificio de siete pisos, como un gran prisma que quiebra el trazado rectilíneo del lado occidental de la Plaza del Imam, para dominarla con su mole. Mandado construir por Shah Abbas sobre un edificio timúrida anterior, fue empleado como sede de gobierno por los soberanos safávidas, y constituía la zona de recepción y la entrada principal al complejo palaciego que se extiende al oeste de la plaza dentro de un amplio parque. 
   Delgadas columnas de madera, similares a las del Chehel Sotun, sostienen un techo artesonado de madera sobre una balconada que da a la plaza por su lado occidental, justo enfrente de la Mezquita Lutfallah, con un panorama soberbio sobre toda la Plaza del Imam, la ciudad vieja y al fondo las afiladas montañas que rodean Isfahan. Desde aquí, los emperadores y sus invitados ejercían de espectadores de torneos de polo y de lucha, que se desarrollaban en la plaza a sus pies. 
   Gran parte de la decoración mural de mosaicos de sus estancias, corredores y escaleras ha desaparecido, quizá debido al carácter profano de sus motivos. Conserva aún nichos con pinturas figurativas de doncellas paseando por frondosos jardines. La fachada ha sido adornada recientemente con dos paneles de baldosas con los retratos de los ayatolás Jomeini y Jamenei. 
   En los pisos superiores, de gran altura, las múltiples dependencias poseen una decoración de nichos calados polilobulados perforando todas las bóvedas (que recuerdan la decoración mogol de algunas estancias del Fuerte de Lahore), y de estalactitas con formas de instrumentos musicales. Aquí era donde se obsequiaba a los embajadores con conciertos de música. 
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4.7
Palacio de las 40 Columnas (Chehel Sotun)

Ciudades de porcelanaFotos 56 y 57
  
   Es un gran pabellón con un aéreo porche de acceso en forma de veranda, en medio del Chahar Bagh, un vasto parque arbolado de propiedad real que se extiende detrás del palacio de Ali Qapu. Se trata del salón de recepciones de Shah Abbas II (1642-1666), usado también como pabellón de recreo, construido hacia el final de su reinado. El concepto safávida de palacio se gesta a partir de un jardín, dentro del cual hay diseminados distintos quioscos y pabellones, cada uno con una función diferente. 
   En realidad el Chehel Sotun sólo tiene veinte estilizadas columnas de madera, sosteniendo el techo del pórtico, pero duplicadas por el reflejo del estanque cercano, que forma parte del complejo palaciego, suman en total cuarenta. Son columnas altísimas y delgadas, de trabajados capiteles. Cuatro de ellas se sustentan sobre basas de piedra, cada una con forma de cuatro leones imbricados entre sí (foto56). El techo de madera muestra una labor de entrelazados geométricos que trae lejanas reminiscencias de los techos artesonados moriscos del Magreb y al-Andalus, al otro extremo del mundo musulmán. Aún se conservan algunos nichos y arcos ciegos con pinturas figurativas de personajes nobles lujosamente ataviados. 
   Su interior, en el que destaca el nicho al fondo del pórtico donde se emplazaría el trono real, bajo una elaborada bóveda cubierta de alvéolos de espejos (foto57), alberga un museo de armas y coranes, y exhibe pinturas murales de tema histórico, como las que tienen por protagonista a Humayun, el segundo emperador de la dinastía mogol de la India, ilustrando sus batallas contra uzbekos, turcomanos y en el Indostán. 
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4.8
Hesht Behesht

Fotos 58 y 59
  
   O Palacio de los Ocho Paraísos. Data de 1670, de tiempos de Shah Suleiman. Un cartel a la entrada advierte que debió ser harén de los príncipes safávidas. Cuatro porches, con dos altas columnas de madera en cada porche, semejantes a las del palacio de Ali Qapu, sosteniendo techos de madera de motivos geométricos entrelazados, permiten la entrada al salón central por sus cuatro lados. A medias reconstruido, sus habitaciones octogonales están adornadas de frescos con motivos florales por techos y paredes. Los pisos superiores están perforados de nichos. La cúpula central se remata con un lucernario decorado con espejos (foto59). 
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4.9
Puentes

Fotos 53, 54 y 55
  
   Puente de los 33 ojos (Si o Sé Pol). Construido en 1602 por Allahverdi Jan, general del ejército de Shah Abbas. Es el más grande de Isfahan, con sus 300 m de longitud. Su doble nivel está concebido de forma que los parapetos superiores abovedados den con su peso más consistencia a los pilares de la base. En el primer tramo de la parte baja del puente hay instalado un café que sirve narguilés o pipas de agua, muy animado desde por las mañanas (foto55). En las orillas del río hay familias haciéndose la comida con hornillos de camping-gas.
  
   Puente de Jwayu (Pol-e Jwayu). Construido por Shah Abbas II hacia 1650, con 24 ojos, arcadas a dos niveles y pilares sobre diques para canalizar el agua del río Zayandeh, que divide en dos Isfahan. Tiene un pabellón central decorado, que es como un palacete en medio del puente, y otros dos más pequeños, uno a cada extremo, vigilados por estatuas de leones de piedra estilizados a modo de guardianes (foto53). El puente se recorre por el camino del piso superior, que está encajonado entre dos arquerías con nichos en forma de pabellones que dan hacia el exterior. Pero los puentes de Isfahan no se usan sólo para cruzar el río, sino también para contemplar el panorama, y como lugar de reunión y vida social. Bajo las arcadas del piso inferior hay instalados puestos de té, donde se puede fumar una pipa de agua o beber una 'parsi-cola' disfrutando del runrún del caudal al deslizarse entre los pilares, y también acuden allí familias a hacer picnic a la sombra y frescor de sus arcos (foto54).
  
   Puente de Shahrestan (Pol-e Shahrestan). A tres kilómetros al este del Puente Jwayu, se trata del puente más antiguo entre los que cruzan el río Zayandeh, pues data del siglo XII, aunque su estructura de piedra y ladrillo se sustenta sobre cimientos muy anteriores, remontables a la época de los sasánidas, algo que también ocurre con los demás puentes. 
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4.10
Medersa Chahar Bagh

Fotos 65 a 70
  
   Conocida también como del Shah Sultan Hussein o de la Madre del Sha, esta medersa, erigida entre 1706 y 1714, sigue funcionando hoy en día como escuela teológica. Desde la revolución islámica de 1979, el acceso está prohibido a los no musulmanes, y no se permite hacer fotografías en su interior. 
Ciudades de porcelana   Sus puertas de metal repujado, bajo un precioso portal abovedado con estalactitas (fotos 66 y 67), están cerradas y hay que llamar golpeando con las aldabas para poder entrar en el iwan oeste, que hace las veces de vestíbulo. 
   Desde este recibidor se divisa un hermoso patio ajardinado con cipreses y fuente central, auténtico refugio de tranquilidad en medio del ajetreo de la ciudad (foto68). En la mitad de cada uno de los cuatro lados del rectángulo se yergue un iwan monumental elegantemente decorado. Uno de ellos, el meridional, flanqueado por un par de minaretes revestidos de loza vidriada, precede a la sala del mihrab o santuario, dispuesto bajo una gran cúpula de bulbo sobre tambor, cuya superficie de mosaicos de loza de fondo azul celeste con un bello diseño de volutas vegetales enlazadas refulge en la distancia al reflejar los rayos del sol (foto65). La circunferencia de base de esta cúpula está inscrita en su interior en un polígono de 16 lados 
   La medersa ofrece innovaciones importantes en las técnicas de abovedamiento de sus salas. Cada iwan tiene una planta diferente, cuyo trazado es más complejo que el de los iwanes tradicionales, complicándose con ábsides y absidiolos que conforman a modo de pequeños iwanes integrados dentro de los grandes. La decoración de los interiores retorna a una mayor sobriedad de formas y colores (foto69), que no se veía desde los selyúcidas, con un nuevo minimalismo estilístico que juega con las figuras geométricas básicas: cuadrados, rombos, triángulos, hexágonos y octógonos. Los diseños resaltan las nervaduras y líneas de fuerza de las bóvedas con trazos oscuros, contrastados sobre el fondo general liso de tonalidades claras, apasteladas. Los arcos están rebajados, por lo que el perfil de las cúpulas resulta más plano (foto70). Las estalactitas, por el contrario, son más salientes, y sus alvéolos más profundos, pero en esta ocasión están sobreañadidas y no tienen un cometido estructural. 
   La medersa de Chahar Bagh, de más de 20.000 metros cuadrados de planta, integrada dentro de un complejo urbano más extenso que incluye un gran caravansar anexo de la misma época y parecidas dimensiones (actualmente reconvertido en hotel de lujo), y en su lado norte la principal galería cubierta del gran Bazar, constituye el canto de cisne de la arquitectura safávida en Irán, que a partir de aquí entra en declive, aunque su influjo seguirá por un tiempo irradiando hacia la India, desde su conquista en 1737 por Nadir Shah. La decadencia continuará a lo largo del siglo XIX. 
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4.11
Otras mezquitas

  
   Los Minaretes Basculantes (Manar Jomban). Foto60. Pequeña mezquita perdida en las afueras de Isfahan, como a siete kilómetros. Su modestia desde el punto de vista artístico no impide que sea la mezquita más famosa de Isfahan, a causa de un curioso fenómeno asociado a sus alminares, que Ciudades de porcelanaconsignamos aquí como anécdota. Esta mezquita posee dos minaretes cilíndricos muy pequeños y estrechos, a los que se accede por una angosta escalera de caracol por la que apenas cabe una persona medio agachada. Cuando uno de los minaretes es zarandeado desde lo alto con el simple peso de un cuerpo humano que se asome a la ventana, la torreta entera oscila inclinándose a uno y otro lado acompasadamente. Y cuando un minarete bascula, el otro también lo hace, al transmitirse el movimiento de uno a otro a través de la estructura constructiva del edificio, como si fuera un diapasón gigante. La sensación que se experimenta es de mareo y vértigo, y se tiene la impresión de que las torres van a derrumbarse en cualquier momento. Pero ahí siguen en pie. 
 
   Mezquita Hakim. Fotos 61 y 62. Exterior todo de ladrillo e interior preciosamente decorado con motivos geométricos ortogonales formando palabras, que cubren iwanes y arcos. Patio amplio y tranquilo, con fuente central, donde los devotos practican sus oraciones y echan la siesta sobre las alfombras. Una de las fachadas tiene una interesante decoración de ladrillo y estuco, anterior al arte safávida. 
 
   Mezquita de Ali. Fotos 63 y 64. Se distingue dentro del laberinto de callejuelas entre casas de adobe en estado de semirruina por el altísimo minarete cilíndrico de ladrillo, que recuerda poderosamente al Qtub Minar de Delhi. Tiene un bello portal con decoración de ladrillo, en la que los ladrillos vidriados trazan motivos dibujados por contraste con el fondo ocre de los ladrillos simplemente cocidos, en unos diseños que recuerdan a los de las afamadas alfombras persas. 
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4.12
Iglesias

 
   En el barrio de Jolfa, al sur de Isfahan y en la orilla derecha del río, abundan las iglesias cristianas. Se trata de un barrio con mayoría de habitantes cristianos de la antigua religión armenia. De arquitectura impersonal, salpicada de bancos, garajes, talleres y establecimientos comerciales, su mayor interés histórico se centra en sus antiguas iglesias. Algunas sinagogas dan fe de que también hay comunidades judías establecidas desde antiguo en la ciudad, si bien la población de origen hebreo ha decrecido drásticamente en los últimos años en Irán. 
   Las iglesias en poco se diferencian por fuera de las mezquitas musulmanas de Isfahan, con su gran cúpula central de ladrillo. Pero cada cúpula está rematada por una cruz, y existen además torretas de cubierta piramidal, como las que se ven en Armenia.
  
   La iglesia de Belén (foto72) figura entre las más antiguas del barrio, aunque ha sido víctima de las múltiples transformaciones del tiempo. Si la estructura arquitectónica responde a los arquetipos de las mezquitas de Isfahan, con su cúpula esférica rebajada sosteniéndose sobre trompas, por dentro está decorada de arriba abajo con escenas figurativas de motivos bíblicos y de hechura naif, que resultan insólitos tras haber contemplado la serena abstracción anicónica de los edificios chiíes. Querubines de cuatro alas en las pechinas de la cúpula central, paneles con episodios de la vida de Cristo, del Juicio Universal incluyendo un Infierno infestado de demonios y serpientes, con detalles como uno de los ofidios mordiendo el pecho de una mujer. Escenas de martirologio: a un mártir le descoyuntan la cabeza con una prensa, a otro le tiran a un pozo, a un tercero le jalan de los pelos, a otro le hieren con hoces, le cuelgan a otro de un árbol boca abajo, vierten plomo fundido en el cuerpo de otro, etc. El altar tiene por delante una gran barra por la que corre una cortina a modo de iconostasio, que se extiende como un telón en algunos pasajes de las ceremonias, para ocultar el altar y al oficiante de la vista de los fieles.
  
   La catedral de Van es muy semejante. Cúpula central, torres de campanario rematadas por techumbre piramidal, un gran baptisterio, y por dentro muros cubiertos de frescos de chillones colores y temas análogos. El ambiente oscuro, cargado de humo de velas, del interior de la iglesia crea una atmósfera de templo bizantino, aunque aligerada por los elementos arquitectónicos safávidas. 
 
 
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5.  SHIRAZ. Ciudad de vino y rosas
 
   En la provincia centro-meridional de Fars, Shiraz fue una de las ciudades más cosmopolitas de la Persia antigua y medieval, y capital del país durante el reinado de la dinastía Zand. Era célebre antaño por sus vinos, sus jardines y sus rosas. Asentada en un fértil valle al pie de los montes Zagros, y gozando de un clima benigno a 1500 m de altitud, la calidad de sus viñedos era proverbial, y aún hoy las uvas de Shiraz son apreciadas en todo el mundo. Otro cultivo que le dio fama fue el de las rosas, que se convirtieron en una especie de símbolo de la ciudad, siendo la imagen de esta flor profusamente utilizada como motivo pictórico en los revestimientos de azulejo de la arquitectura zandí, fácilmente identificable por su abundancia en colores rosados y fucsias. 
   Shiraz era ya una urbe importante en tiempo de los seléucidas (312-175 a C), los partos y los sasánidas. Tras la invasión de los mongoles a principios del siglo XIII, se edificaron la Mezquita Nueva y la fortaleza de Bagh-e Tajt, y cuando Timur la conquistó en 1387 y 1393, era ya un centro islámico que rivalizaba con Bagdad, jalonado de monumentos tan destacados como la Mezquita Aljama, el mausoleo Shah-e Cheragh y la Gran Biblioteca. Bajo mongoles y timúridas, Shiraz alcanzó su apogeo, y en medio de su prosperidad se convirtió en un gran centro de enseñanza y un foco de creación artística en múltiples disciplinas, como la arquitectura, pintura, literatura y caligrafía (una de las artes mayores del Islam, que todavía se practica en el actual Irán). 
   Aún sufrió Shiraz otra invasión: la de los afganos, en 1724, que dio pie a la fundación de la dinastía Zand (1750-1794) por el vakil o regente Karim Jan Zand. Éste soberano mandó erigir grandes edificios públicos con un nuevo estilo arquitectónico y ornamental, denominado zandí, como el Bazar y la Mezquita Vakil, su propio mausoleo, y la fortaleza de Arg-e Karim Jan. 
   Dos de los más celebrados poetas persas nacieron en Shiraz: Sa'di (1207-1291) y Hafez (1324-1389). Ambos tienen en la ciudad sus respectivos mausoleos, que son asiduamente visitados por los habitantes de Shiraz, apasionados de la poesía. Los versos de los poetas se pueden leer grabados en bella escritura farsi sobre lápidas de mármol, imperecederos. 
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5.1
El viejo Shiraz

 
   Caos de calles y callejuelas de casas de adobe, muchas abandonadas y en ruinas, la excavadora va derribando las pocas que quedan en pie para dar paso a edificios de cemento modernos e impersonales. El cemento, el acero y el asfalto van inundando y sustituyendo el viejo Shiraz tradicional por una urbe con ínfulas de moderna, pero sin carácter, y para colmo también caótica. Sólo resisten, como testimonio de su pasado esplendor, algunos monumentos aislados y dispersos, como mezquitas, medersas, mausoleos. A veces se tropieza uno con algún arco, una puerta (foto81), un rincón, una fachada que a duras penas han sobrevivido a la destrucción general. Los bazares cubiertos, como el Bazar-e Vakil (Bazar del Regente, construido por Karim Jan no lejos de la mezquita del mismo nombre) y el Bazar-e No o Bazar Nuevo, son interesantes por su sistema de arcadas y abovedamientos de ladrillos, más que por las mercancías que expenden sus comerciantes. El primero contiene también el Hammam-e Vakil, o baños públicos, integrado en su estructura. 
   La iglesia persa de San Simón el Celote luce una cúpula de cerámica vidriada, como otras mezquitas y tumbas de Irán, pero con motivos decorativos a base de cruces. 
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5.2
Mezquita Vakil (Masyid-e Vakil)

Fotos 73 y 74
  
   O Mezquita del Regente. De estilo zandí, erigida en 1773 por Karim Jan Zand (1750-1779). Tiene un gran patio con dos enormes iwanes orientados a norte y sur, decorados con paneles de mosaicos de azulejo que aún conservan restos del tipo de dibujos y combinaciones de color propios del periodo safávida anterior. Y una sala de oración con 48 curiosas columnas, distribuidas en cinco hileras, de fuste helicoidal y capiteles de hojas de acanto, elementos decorativos inusuales en Irán (foto73). 
   En la sala se custodia un soberbio mimbar de mármol de 14 escalones. Otras salas y alcobas adyacentes están lujosamente decoradas con nichos y paneles en estilo ghajar, posterior al zandí, caracterizado por la abundancia de ilustraciones florales a base de rosas (uno de los productos que han hecho célebre a Shiraz), por lo que los tonos rosados y malvas predominan en el conjunto. 
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5.3
Boghe-ye Shah-e Cheragh

Fotos 75 a 79
  
   La tumba del Rey de la Lámpara. En ella descansan los restos de Sayyed Mir Ahmad, hermano del Imam Reza, que murió en Shiraz el año 835. Sobre la tumba se construyó en 1344-49 un mausoleo que ha sido desde entonces destino de peregrinación para los adeptos al chiismo. 
   De acceso restringido a los extranjeros. Hay que depositar los zapatos en unas estanterías a la entrada, a cambio de una ficha, tal es la afluencia de visitantes a esta venerada tumba. 
   La cúpula de loza vidriada (foto75), y el portal de entrada con paneles de mosaicos han sido recientemente restaurados, pero con la misma maestría técnica que desplegaron los artesanos de antaño. 
   La visita al interior es una experiencia alucinógena. Sus vanos y bóvedas están totalmente recubiertos con millones de espejitos cortados con todas las formas posibles y colocados en todos los ángulos, que al reflejar la iluminación de las lámparas tipo araña despiden constantes destellos y fogonazos de luz que dejan los ojos hipnotizados, rompiendo las imágenes reflejadas en mil pedazos. El continuo titilar y chisporrotear de los espejuelos mientras se hace la ronda llega a sumir el cerebro del visitante en un estado cercano a lo psicodélico. El mausoleo se compone de varias naves cubiertas de una multitud miscelánea de cúpulas de distintas formas, a cada cual más complicada. Aquí y allá se intercalan yeserías con relieves de motivo floral. Hoy en día las nuevas mezquitas de la rama chií del Islam se siguen edificando según este modelo, como puede verse en la mezquita Oqeya, de Damasco, de reciente construcción, meta también de peregrinos. 
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    En el centro del santuario está instalada la tumba objeto del peregrinaje, rodeada de un enrejado de celosías de plata. La gente entra en tropel, toca, besa las celosías, deposita dinero (hay montones de billetes alrededor del sarcófago) y circunvala la tumba en el sentido de las agujas del reloj. Las mujeres marchan por un lado, los hombres por otro. Rezan sobre lujosas alfombras persas. Hay decenas de pequeñas piedras prismáticas con un relieve en forma de mezquita, algunas en forma de corazón, a disposición de los orantes. Toman una, la colocan en el suelo, y al postrernarse tocan con la frente en la piedra. 
   Un pequeño museo adjunto alberga coranes caligrafiados antiguos y modernos, numismática y estandartes funerarios de telas bordadas con motivos de animales, dagas, espadas, cascos, jarrones... Los visitantes se sientan a comer en las arcadas que bordean el gran patio con fuente central. 
   En el mismo patio se encuentra el Bogh'é-yé Sayyed Mir Mohammad, mausoleo del hermano de Mir Ahmad, muerto en Shiraz, con un hermoso portal abovedado con estalactitas de azulejo polícromo (foto79), cúpula con motivos caligráficos y el mismo tipo de decoración interior de espejos del mausoleo Shah-e Cheragh.
  
   Cerca se levanta la enorme Mezquita de los Mártires o Masyid-e Shohada, que con su patio de 11.000 metros cuadrados constituye una de las mayores mezquitas de Irán. Fundada en el siglo XIII, ha experimentado múltiples transformaciones, y aunque queda poco de su decoración de mosaicos, las bóvedas estrelladas de sus iwanes son impresionantes. 
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5.4
Otros mausoleos

 
   Mausoleo de Hamzé o Imamzadé-ye Ali Ebn-e Hamzé, cuya estructura original del siglo X ha prácticamente desaparecido tras varios terremotos y por sucesivas reconstrucciones y ampliaciones. Hay numerosas lápidas funerarias en el jardín adyacente, y posee una hermosa cúpula de cerámica, de forma ovoide.
  
   No lejos está Aramgah-e Hafez o tumba del poeta del siglo XIV Hafez, muy visitada por los habitantes de Shiraz. Su tumba de mármol, con versos del poeta grabados, y protegida por un pabellón columnado que sostiene una cúpula de cerámica, yace en medio de un idílico jardín dotado de estanques. 
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5.5
Medersa del Jan (Madrase-ye Khan)

Foto80
  
   Su nombre hace referencia al Imam Gholi Jan, gobernador de la provincia de Fars, que inauguró esta escuela coránica en 1615, con capacidad para cien estudiantes. Del edificio original, muy dañado por los terremotos, sólo queda una pequeña parte, pero aún pueden admirarse sus torretas cilíndricas de loza, el gran portal de entrada con una decoración de estalactitas en su arco externo de un tipo muy peculiar, paneles de mosaicos cubriendo paredes, y un patio interior ajardinado que todavía está en uso por los estudiantes de teología aspirantes a mulás. 
  

  
5.6
Fortaleza de Karim Jan (Arg-e Karim Khan)

Foto82
  
   Su poderosa mole de ladrillos se levanta en el centro de la ciudad, con sus cuatro gruesos torreones cilíndricos en cada esquina, uno de ellos inclinado en un pronunciado ángulo. Data de tiempos de la dinastía zand, cuando formaba parte de los complejos palaciegos de la corte real de Karim Jan, que rivalizaba en poder con Isfahan. Hoy es el cuartel general de la policía, e inaccesible a los visitantes. 
 
 
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6.  Otras ciudades
 
6.1
HAMADAN

Ciudades de porcelana 
   Hamadan es el nombre actual de la antigua Ecbatana, capital de verano de los reyes persas aqueménidas (Ecbatana = Hekmatané = Hamadan). De la antigua metrópoli sólo quedan unas colinas con un amasijo indiscernible de ruinas de adobe, y un león de piedra helenístico como testimonio del paso por la ciudad de Alejandro Magno. 
   La Masyid-e Yami o Mezquita del Viernes, en el centro de la ciudad, del siglo XVII, está totalmente reconstruida y decorada en época moderna, pero conserva todas las características de la arquitectura religiosa tradicional iraní, con su patio rodeado de iwanes flanqueados por minaretes y fuente central, arcos abovedados a base de estalactitas y alvéolos (foto83), y una gran profusión decorativa a base de cerámica vidriada y mosaicos polícromos recubriendo paredes y techos. 
 
 
6.2
TEHERÁN

 
   El Gran Bazar de Teherán es como una ciudad dentro de la ciudad, y de lo poco que queda con sabor antiguo en la moderna capital de Irán. En sus transitadas y abarrotadas galerías cubiertas llaman la atención los sistemas de bóvedas con lucernarios (foto84), complicados y cambiantes, que, aunque datables en el siglo XIX, se inspiran claramente en las fantasías de abovedamientos de la arquitectura tradicional iraní. 

 
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CIUDADES DE PORCELANA
Arquitectura de cerámica en Irán
  
7.  Bibliografía

 
- Arab, Gholan Hossein. Isfahan (Fotografías del autor. Farhang-Sara. Yassavoli, Tehran, 1996)
- Dolmetsch, Heinrich. Tesoros de la ornamentación (Editorial Libsa, Madrid, 1990)
- Flandin, Eugene (pintor). Coste, Pascal (arquitecto). Voyage en Perse (Farhang-Sara. Yassavoli, Tehran)
- Khazaee, Mohammad. Hezär Naghs. One thousand Iranian motifs from inscription, tile, stucco relief, wood, engraving, glazing, cloth, carpet, gilding and binding (The Art Bureau of the Islamic Propagation Organization, Tehran)
- Michell, George. La arquitectura del mundo islámico (Alianza Forma. Alianza Editorial, Madrid, 1985)
- Racinet, Albert. Diccionario de la ornamentación (Editorial Libsa, Madrid, 1990)
- Stierlin, Henri. Iran des bâtisseurs. 2500 ans d'architecture (Editions Genève, Editions Sigma, 1971)
- Street, Dr. Brian. Los iraníes (Colección 'Pueblos de la Tierra. Razas, ritos y costumbres', Tomo 8. Salvat Editores, Barcelona, 1983)
- UNESCO. El Patrimonio Mundial (Ediciones San Marcos)
  

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CIUDADES DE PORCELANA
Arquitectura de cerámica en Irán

Indice de textos 
1  Las innovaciones arquitectónicas de la Persia de los shas
2 
Del azulejo considerado como una de las Bellas Artes
  
3  Irán. Cronología básica
4  ISFAHAN. La mitad del mundo
5  SHIRAZ. Ciudad de vino y rosas
6  Otras ciudades
7  Bibliografía
Indices de fotos
Indice 1   Isfahan: Mezquita del Viernes. Bazares
Indice 2   Isfahan: Plaza del Imam. Mezquita del Sheij Lutfallah
Indice 3   Isfahan: Mezquita del Imam
Indice 4   Isfahan: Mezquita del Imam
Indice 5   Isfahan: Puentes. Palacios. Minaretes Basculantes
Indice 6   Isfahan: Mezquitas Hakim y Ali. Medersa Chahar Bagh
Indice 7   Shiraz. Hamadan. Teherán

   




 
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CIUDADES DE PORCELANA
Arquitectura de cerámica en Irán

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Fotografías: Eneko Pastor
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