Colecciones fotográficas

India rupestre

El amanecer del budismo y el jainismo

 

   En la India se da la paradoja de que siendo el país donde nació y vivió (en el siglo VI a C) el Buda Siddharta Gautama Sakyamuni, y donde se fundó el budismo, el porcentaje de adeptos a esta fe es hoy muy minoritario con respecto a otras grandes religiones como el hinduismo o el islam. Y por contraste con otros países por los que se expandió el budismo, como Sri Lanka, Nepal, Tibet, Indochina, Corea, Japón... donde la inmensa mayoría de sus habitantes la profesan. Si el budismo llegó a ser un credo mayoritario en el Indostán a partir del emperador Ashoka (siglo III a C), con el paso de los siglos terminó siendo absorbido de nuevo por la religión brahmánica, de la que había nacido como reforma, y tanto es así que hoy, para un hinduista, Buda no es sino otro 'avatar' o encarnación de Vishnu. Subsisten, sin embargo, comunidades minoritarias de fieles budistas en la India, que podrían rondar en torno al 1% de la población, sin contar a los refugiados tibetanos.
Capitel de Ashoka   El norte de la India es la 'tierra sagrada' del budismo. Para los budistas de todo el mundo, los lugares que fueron hollados por los pies de Buda son santos. La ciudad donde nació y decidió su 'Gran Renunciación' (Kapilavastu); los sitios donde vivió en su peregrinar por el Bihar y tierras aledañas (Rajagriha, Ayodhya...); el emplazamiento del árbol de Bodhi, bajo el cual alcanzó la iluminación (Bodh-Gaya); la ciudad donde murió (Kusinagara). A estos lugares, de los que a veces no quedan sino unas exiguas ruinas de tiempos del Iluminado, acuden peregrinos de todos los países budistas, muchos de los cuales efectúan generosas donaciones a sus monasterios.
    A mediados del siglo III a C ocurrió un hecho que marcó un antes y un después en la historia de la India. El poderoso emperador Ashoka, de la dinastía maurya, se convirtió al budismo y el año 255 a C elevó esta fe al rango de religión oficial de su imperio (que abarcaba gran parte del norte de la India). Ello fue consecuencia de la experiencia traumática sufrida por el emperador cuando fue testigo de la espantosa masacre desencadenada por la guerra que había emprendido para conquistar el reino de Kalinga (nordeste de la India). Ashoka, profundamente arrepentido, se dedicó desde entonces a propagar el budismo por toda Asia, construyendo monumentos en los lugares santos relacionados con la vida de Buda y erigiendo en puntos clave columnas monolíticas exentas, que llevaban inscritos en el fuste los llamados 'edictos de Ashoka', textos en los distintos idiomas (incluido el griego) hablados en cada lugar, en los que se defendía la filosofía búdica del ahimsa o no-violencia y se propugnaban valores como el amor, la verdad y la tolerancia.
   Las columnas de Ashoka estaban coronadas con elaborados capiteles de motivos zoomorfos (leones, toros...) que, a juzgar por los pocos que se han conservado, eran verdaderas obras maestras de la escultura. El soberbio capitel de Sarnath (foto izda) es hoy escudo y emblema de la India. Sorprende en estos capiteles su madurez estilística en una época tan temprana. En su estilo se detectan influencias del arte de la Persia aqueménida, e incluso del arte helenístico (recordemos que los reinos de Bactria y Gandhara, al noroeste del Indostán, habían experimentado un proceso de helenización a partir de la incursión colonizadora de Alejandro Magno).
   El budismo fue creciendo en adeptos, si bien convivió en un clima de tolerancia con el hinduismo, el jainismo y demás credos de la India. Cobró gran fuerza el movimiento monacal, de larga tradición en la India, cuna de ascetas, y numerosas órdenes de monjes se establecieron en eremitorios rupestres convenientemente alejados del ruido mundanal de las ciudades, aunque no tan lejos como para quedar privados de los recursos económicos que gracias a la devoción de los fieles afluían con regularidad a las comunidades monásticas. Donaciones que les reportaron notables riquezas, y por consiguiente gran influencia, y que les permitieron contratar a maestros canteros, arquitectos, escultores y artesanos para realizar el milagro de transformar las rocas en santuarios.
India rupestre   La cosmovisión budista suponía una reforma del hinduismo védico y generó una iconografía específica que marcó pautas muy concretas en el arte y la arquitectura del subcontinente.
   El budismo primitivo o hinayana (= 'pequeño vehículo', llamado también theravada = 'enseñanza de los ancianos'), que en la India duró hasta el siglo II d C, no admitía ninguna imagen figurativa del Buda histórico, fundador de su religión (de forma parecida a como ocurre en el islam, que proscribe las imágenes del profeta Mahoma). La presencia del Maestro se deja notar, sin embargo, en las esculturas que adornan los edificios búdicos. Era invocada por medio de representaciones de objetos alegóricos que simbolizaban al Buda: sus huellas, el árbol de Bodhi, la rueda de la ley, el stupa, el trono vacío, el escabel, el parasol, etc. Cuando en estos edificios veamos una figura humana de Buda, podemos estar seguros de que fue añadida en la posterior época del budismo mahayana (en torno al siglo V d C, foto147).
   
   El stupa es el monumento más típico de la fe budista. Esencialmente consiste en un montículo en forma de cúpula dentro del cual se guardan reliquias budistas. Es decir, una especie de relicario monumental, que funciona como objeto de culto y meta de peregrinaciones. Su origen es anterior al budismo y se remonta a los túmulos funerarios levantados sobre los restos de los difuntos.
   El stupa budista adoptó un canon arquitectónico regular a partir del imperio maurya: la cúpula hemisférica era coronada por un parasol rodeado de una pequeña balaustrada, el montículo se levantaba sobre una plataforma, y el conjunto era circundado por una amplia balaustrada a modo de parapeto realizada con postes y vigas entrecruzados, con una disposición reminiscente de la artesanía de madera y bambú.
   Con el tiempo, los stupas se fueron haciendo más grandes y elaborados. Los stupas primitivos de ladrillo eran recubiertos y agrandados con sillares de piedra hasta obtener dimensiones colosales, como en Bharut, Sanchi o Amaravati, y, más adelante, ya en época gupta, el stupa Dhamekh (en Sarnath). Así, un stupa puede esconder en sus entrañas otros stupas más antiguos. A las balaustradas (vedikas) que los rodeaban se les fueron añadiendo pórticos monumentales (toranas) de profusa decoración escultórica, consistentes en postes verticales sosteniendo tres arquitrabes que sobresalen por los lados, formas que imitaban los pórticos de madera y bambú, y que tuvieron derivaciones posteriores cuando el budismo se expandió por otros países de Asia, como China y Japón.
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   En la misma época en que las comunidades budistas de sitios como Sanchi, Bharut o Bodh-Gaya estaban construyendo stupas de sillería, otro tipo de arquitectura muy diferente empezó a ser practicado en otras partes del país. Se trataba de establecimientos monacales compuestos de estancias de considerables dimensiones y gran ambición arquitectónica, pero no construidas en madera o piedra sillar a la manera tradicional, sino labradas en la roca viva de los acantilados por medio de picos y cinceles.
  
   Se pueden distinguir dos tipos de edificios rupestres budistas: los chaityas (o templos propiamente dichos) y los viharas (o monasterios). Ambos edificios estaban relacionados entre sí y se esculpían alineados adyacentemente en cada acantilado, a cada chaitya correspondiendo uno o varios viharas.
   El chaitya es una gran sala destinada a congregaciones y ceremonias, de planta rectangular oblonga terminada generalmente en un ábside, y dividida en una nave central y pasillos laterales por una columnata que recorre el perímetro, conformando un deambulatorio. En el centro del ábside se levanta un stupa, monolítico y macizo, que es el objeto central de culto. Se crea así un pasillo que permite la circunvalación ritual alrededor del stupa. El techo tiene forma de bóveda de medio cañón. Se accede a la sala a través de un porche o vestíbulo porticado que da a una fachada a modo de pantalla provista de una o varias puertas. La fachada posee en lo alto una amplia ventana encajada en un arco curvilíneo característico, llamada 'ventana de chaitya', que permite la entrada de aire y luz, e ilumina el interior como un gran rosetón de iglesia. La morfología de esta ventana tiene sus antecedentes en los edificios de madera del tipo de Lomas Rishi en las colinas Barabar (foto008), y es muy semejante al perfil de una hoja del árbol de Bodhi, la higuera pipal bajo la que el Buda alcanzó la iluminación: uno de los símbolos sagrados del budismo. Este elemento formal (llamado también gavaksa y kudu) se repite y se multiplica en la decoración escultórica de todos los edificios budistas, adoptando mil variantes (fotos 032, 040, 158 y 205): ventanas, ventanucos, bóvedas, arcos, arquillos ciegos... Su juego de curvas cóncavas y convexas rematadas por un pináculo evoluciona a lo largo del tiempo hacia una cada vez mayor complejidad, siendo recogido también por la arquitectura brahmánica y persisitiendo a través de los India rupestresiglos hasta nuestros días, como constante recuerdo de las formas de madera que subyacen en sus orígenes. Esta evolución estilística ayuda a datar cronológicamente los distintos edificios de la arquitectura budista e hindú. Hay otras claras similitudes con la arquitectura de madera, como las nervaduras en forma de costillas que aparentemente sustentan las bóvedas, por lo general imitadas en piedra, pero a veces realmente de madera, como en los casos de Bhaja (foto017) y Karla (foto060). Las columnas son casi siempre de fuste octogonal, con basas en forma de jarrón y capiteles con animales unidos por el dorso reposando sobre un loto campaniforme, una imaginería derivada de la tradición maurya, que a su vez está influida por la persepolitana.
   Un vihara es un monasterio, un alojamiento de monjes. El edificio rupestre se articula alrededor de una sala central, por lo general cuadrada y de techo plano, tres de cuyas paredes están horadadas por puertas que comunican con las celdas individuales donde pernoctaban los eremitas, y la cuarta se abre a un vestíbulo porticado (o veranda) que da al exterior. La sala central funciona como un patio para reuniones. Las celdas de los monjes eran pequeñas y muy austeras, desprovistas de toda decoración, y a menudo albergaban una cama adosada a la pared, esculpida también en la misma roca. Las puertas de las celdas eran de batientes de madera, como lo demuestra la presencia de agujeros que hacían de quicios para encajar los goznes. En el exterior de los viharas suele haber cisternas talladas en la roca del suelo, que recogen y almacenan el agua de lluvia, conducida hasta allí mediante canalizaciones incisas en el acantilado. Los viharas suelen ser de un piso, pero los hay de dos (Udayagiri-Khandagiri, foto106) y tres pisos (Ellora, foto206). La decoración de muros, frisos, arcos, columnas, puertas y ventanas combina los habituales elementos formales propios del budismo: arco-chaitya, balaustradas, stupas, celosías... todos ellos procedentes de la arquitectura en madera.
   Conviene tener en cuenta que lo que vemos de los chaityas y viharas no es sino el esqueleto pétreo de lo que hubo, pues todo el mobiliario y los objetos de culto han desaparecido con el tiempo, y asimismo se han desvanecido las partes arquitectónicas resueltas en carpintería –que también las había, ensambladas con las esculpidas en roca–, como fachadas, aleros, celosías, plataformas, balconadas, etc.
   Ofrecemos a continuación cinco ejemplos de los primeros complejos rupestres que se esculpieron en el amanecer del budismo, entre los aproximadamente mil doscientos que existen en distintos parajes de la India
  
  
  
Bhaja

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 Complejo monástico rupestre del budismo hinayana, los acantilados de Bhaja (no lejos de los complejos rupestres de Karla, Bedsa y Kondane, en Maharashtra) están perforados con 18 cuevas artificiales. Datan del siglo II a C, época del dominio de la dinastía shatavahana, y se consideran las más antiguas de la India, después de las de Barabar Hills.
   El chaitya de Bhaja es el primer edificio que se conoce de estas características (foto014). Aunque la fachada de carpintería ha desaparecido, todavía preserva gran parte de suestructura interna, semejante a una gran cueva que se abre en los paredones rocosos de la montaña. Su arquitectura es un facsímil en roca de los santuarios construidos en madera en aquella época, de los que no quedan vestigios. El interior rectangular, prolongado en un ábside, está subdividido por una columnata que recorre su perímetro, rodeando el stupa central monolítico tallado en la roca del suelo (foto016). Las columnas son de fustes de sección octogonal, sin capiteles ni basas, y están inclinadas a la manera de los postes de madera de las estructuras análogas realizadas en carpintería. El conjunto es muy austero en su ornamentación, pero el frontispicio que rodea la boca de la 'cueva' despliega ya los componentes estilísticos (arcos-chaitya, vedikas o balaustradas, celosías, etc.) que van a hacerse omnipresentes en la arquitectura budista de los siglos posteriores (foto015). El techo de roca está tallado como una bóveda de medio cañón, que a su vez está apuntalada por una trama de vigas curvadas como costillas y solivos transversales que copia estructuras semejantes de las bóvedas de madera, aunque resulta totalmente innecesaria en una bóveda monolítica (foto017). Estas vigas están hechas en madera y en su mayor parte son originales, como las del chaitya de Karla, y cuentan entre los vestigios más antiguos que quedan en la India de labores de carpintería.
   A uno y otro lado de la entrada, el chaitya está flanqueado por dos viharas adyacentes. Un poco más allá hay tallada en el acantilado una sala rupestre cuyo interior está literalmente colmado con un grupo de soberbios stupas monolíticos, algunos de los cuales tocan el techo con su harmika o remate (foto021).
   Las esculturas rupestres más antiguas de la India son, después del pequeño friso de elefantes de Lomas Rishi en Barabar Hills, los bajorrelieves de una pared lateral en el porche de un pequeño vihara de Bhaja (nº 4, foto022). Habitualmente son interpretados como representaciones del dios de la lluvia Indra montado en su elefante Airavata y el dios-sol Surya galopando en su carro de caballos, que aplasta a un genio, personificación de las tinieblas (foto023); pero otros estudiosos creen que son ilustraciones de las aventuras del mítico emperador Mandhata. Resulta evidente que estos relieves no son imitaciones de prototipos de madera, como sucede en los relieves del stupa de Bharut (s. II a C), sino más bien reflejan una tradición de escultura en terracota, de la que hay abundantes ejemplos en la India del norte. La influencia del trabajo en terracota se detecta en las formas elongadas y amorfas de los relieves, y en las finas estrías usadas para describir los pliegues de los vestidos y los ornamentos (foto024), técnicas apropiadas para el modelado de la cerámica húmeda. Por sus similitudes estilísticas con el stupa de Bharut –las posturas y los contornos planos de los cuerpos– se puede deducir que esta fase incipiente de la escultura de la India occidental tuvo lugar hacia el siglo II a C.
  
  
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Bedsa
  
   En la siguiente fase evolutiva de la escultura rupestre de la India ya no se aprecian influencias del trabajo en terracota. Esto se puede comprobar en los ejemplares escultóricos de los chaityas de Bedsa y de Karla. Las esculturas de estos sitios poseen grandes afinidades con las del Gran Stupa de Sanchi, el importante centro budista de Madhya Pradesh, coetáneo de estos complejos rupestres, pero construido en piedras sillares.
   La fachada del chaitya de Bedsa está precedida por una veranda o vestíbulo porticado con cuatro columnas de capiteles de influencia persepolitana (foto026), con un motivo campaniforme coronado de un cojinete, un ábaco en forma de pirámide escalonada invertida, y, rematando el conjunto, un grupo escultórico formado por ninfas que cabalgan sobre elefantes o caballos, a la manera de los capiteles de Karla (foto055). La calidad de estas esculturas ya no tiene nada de balbuciente y delata una mano de maestro (foto028 y siguientes).
   Uno de los viharas de Bedsa está tallado con bóveda de medio punto y tiene una planta rectangular prolongada en el fondo por un ábside semicircular: un caso muy inhabitual en este tipo de residencias monásticas (fotos 035 y 036).
  

  
Karla
  
   Karla o Karli, a 50 km al oeste de Puna, en el estado de Maharashtra, es famoso por ser el emplazamiento de un singular complejo rupestre del budismo hinayana, anterior a la era cristiana.
   Además de los consabidos viharas, Karla es notable por poseer el chaitya más grande de la India: 37,8 m de largo, 15 m de ancho y 15 m de alto.
India rupestre   Se llega al recinto ascendiendo una larga y zigzagueante escalera de piedra. En el acceso al chaitya, un templo hindú moderno enmascara parte de la fachada rupestre en forma de veranda. Lo primero que ve el visitante es un simha-stambha (foto037), una monumental columna monolítica exenta coronada por un capitel de leones, que es la superviviente de las dos columnas de este tipo que flanqueaban la entrada al chaitya. Los cuatro leones, adosados por el dorso, reposan sobre un gatha o recipiente de agua invertido de aspecto campaniforme, en una composición muy similar a la del célebre capitel de Ashoka conservado en el museo de Sarnath, que es el emblema o escudo de la India. Una inscripción indica que la columna fue una ofrenda de un tal Ajmitra Ukas.
   El mayor logro artístico de esta región y época, y uno de los mayores de toda la escultura india, reside en los grandes paneles encuadrando altorrelieves de maithunas o parejas amorosas, ubicadas en el vestíbulo del chaitya de Karla (foto044 y siguientes). El arte arcaico de la India alcanza aquí una de sus cumbres, mostrando robustas figuras masculinas y femeninas llenas de vigor y vida, un tanto desproporcionadas de anatomía, ataviadas con joyas, tocados, el torso desnudo, cubiertas de cintura para abajo con exóticos atuendos. Es evidente el parecido con la decoración escultórica del gran stupa de Sanchi, aunque las estatuas de Karla son de mayor tamaño y poseen un más acusado sentido de la monumentalidad. Las paredes laterales del vestíbulo están talladas en el nivel bajo con dos grupos de tres voluminosos elefantes que antaño lucían colmillos de marfil (foto039); los niveles superiores están recubiertos por rangos superpuestos de elementos arquitectónicos budistas, como vedikas o balaustradas, arcos-chaitya y ventanas ciegas con falsas celosías (foto040). Se puede penetrar en la nave por tres puertas.
   Franqueado su umbral, la nave del chaitya de Karla sobrecoge por su desnuda esbeltez y su pureza de líneas, que evocan la austeridad de la arquitectura cisterciense (foto050). Las vigas de madera en forma de costillas que simulan sostener el techo cóncavo como si fuera la carena de una embarcación invertida recuerdan a los nervios de bóveda de una catedral. Filas de columnas, con magníficos capiteles historiados (foto054), dividen el interior de la nave y rodean el stupa del ábside, conformando un corredor de circunvalación. Todas las líneas, todas las perspectivas confluyen en un punto focal ocupado por el stupa, el objeto de culto principal del santuario. La luz es tamizada por el enrejado de madera de la ventana-chaitya que perfora la fachada como un rosetón y tiñe todo el interior con la extraña luminosidad de una caverna, creando un ambiente de semipenumbra totalmente irreal (foto053). No sabríamos describir este mágico efecto mejor que como lo hizo Percy Brown:
   De la gran abertura de la ventana de la fachada depende todo el sistema de iluminación, y la interna está producida con el mismo principio que un túnel que tuviera uno de los extremos cerrados –sólo podría ser iluminado en una dirección. Pero el método con que fue manejado el extremo abierto para obtener tales condiciones demuestra no poco ingenio y habilidad. El objetivo del diseñador era desviar la deslumbrante luz exterior del sol a través India rupestrede esta abertura para ser distribuida, modificada y atenuada, de forma que fuera proyectada no tanto como luz, sino como una refulgencia, hacia todas partes. Era, por tanto, fragmentada por el enrejado de madera de la ventana solar como si atravesara un mirador con parteluces, para caer por fin uniformemente sobre el mismo stupa como un delicado manto de luz, bordeándolo además de una sombra negra. Desde este elemento central se dispersaba imperceptiblemente entre los pilares circundantes en modulados medios tonos, para perderse en la relativa oscuridad de los pasillos laterales, transmitiendo así la impresión de una caverna insondable que penetra indefinidamente en las profundidades de la montaña. Hay pocos efectos de luz más solemnemente bellos que la suave atmósfera luminosa difuminada de esta manera por la ventana solar de Karli. (Percy Brown, Indian Architecture)
   La columnata, con muy poco espacio entre columna y columna, recorre el perímetro del recinto absidal, creando dos naves laterales y una especie de girola o deambulatorio en torno al stupa. Esta disposición facilita el pradaksina o circunvalación ritual, efectuada por los devotos siempre en el sentido de las agujas del reloj (foto051). Las columnas, con fustes de sección octogonal, descansan sobre unas basas en forma de gatha o vasija, a las cuales corresponden, justo debajo de cada capitel, otras vasijas acanaladas e invertidas (campaniformes, foto056). Encima hay un cuádruple ábaco sobre el que se asientan las esculturas del capitel, ejecutadas con gran refinamiento y muy bien conservadas pese a lo delicado de su talla. Representan pares de elefantes arrodillados o en reposo, sobre cada uno de los cuales hay montada una pareja de hombre y mujer (foto057). En la parte de atrás de los capiteles, escondidos en la oscuridad de los pasillos laterales, apenas puede distinguirse que en vez de elefantes las parejas montan sobre toros. Los capiteles están tan próximos entre sí que en conjunto crean el efecto visual de un friso continuo que recorriera las paredes de la sala (foto052).
   La carpintería de madera en forma de costillas que parece sustentar la bóveda es en su mayor parte original (foto060). ¡Vigas de madera de hace más de dos mil años! La madera era un material profusamente utilizado en los edificios rupestres de la India, como complemento a las estructuras de roca viva, aunque en su mayor parte haya desaparecido con el tiempo. Se usaba en las fachadas, en las celosías de las ventanas, en las galerías para músicos, en la falsa viguería del techo (como quedan en Bhaja y Karla, cuya función no es estructural, pues no tienen que soportar ningún empuje de la bóveda tallada), etc. También en el parasol del stupa central, como puede apreciarse en el de Karla, formado por un disco de madera original, tallado con una decoración de flor de loto.
  
  
  
Junnar
  
   Junnar es un pequeño pueblo de Maharashtra, situado en un punto antaño estratégico, pues estaba en el camino entre Oratishtana, la capital del reino de los shatavahana (ss II a C - III d C), y el puerto de Kalyan, en la costa oeste de la India, que mantenía relaciones comerciales con los romanos. Es una región donde el India rupestrebudismo hinayana dejó su impronta con más de un centenar de grutas artificiales, excavadas entre el siglo I a C y el siglo II d C. Junnar es también el lugar de nacimiento de Shivaji (1630-1680), el gran héroe de Maharashtra, fundador del imperio maratha.
   Los complejos budistas rupestres de Junnar se abren en las colinas de las proximidades.
   En las escarpaduras de Manmodi Hill, semiocultos por la vegetación, hay tres grupos de edificios monásticos rupestres, muy poco visitados, si no es por algunos campesinos que trepan la colina para depositar ofrendas. Antiguas inscripciones incisas en los monumentos (foto071) afirman que éstos fueron esculpidos gracias a la generosidad de mercaderes, artesanos y cofradías de profesionales.
  
   El grupo Budh Lena comprende un chaitya inacabado y varios viharas bien conservados (siglo I d C, foto061). La fachada del chaitya es de características únicas, pues la puerta, enmarcada por un arco-chaitya, posee una suerte de tímpano tallado con relieves que representan un semi-loto de siete pétalos (foto062). En el pétalo central aparece la imagen de Gajalakshmi, diosa de la felicidad y la riqueza, flanqueada en los pétalos contiguos por dos elefantes que vierten sobre ella libaciones con sus trompas (foto063). Los budistas comparten con los hinduistas esta imaginería, pues Lakshmi es también consorte de Vishnu. En los restantes pétalos se muestran figuras de yakshas y yakshinis, espíritus de la naturaleza masculinos y femeninos, omnipresentes tanto en el arte budista como en el hindú. Sobre el arco-chaitya se sostienen en pie dos nagas (semidioses-serpientes) blandiendo sendos penachos espantamoscas, entre dos relieves de stupas (foto064). Sobre ellos penden del techo enormes panales de avispas.
  
   El grupo Amba-Ambika posee un chaitya y seis viharas (siglo II d C). El chaitya (foto069), reconstruido en parte con labor de mampostería, está provisto de una veranda con columnas de gruesos bulbos en forma de ghatas o vasijas (boca arriba las de las basas, boca abajo las de los capiteles).

   El grupo de Bhima Skandar se compone de un chaitya y ocho viharas (siglo II d C, foto072). El chaitya posee también una veranda con columnas ornadas de ghatas, en este caso rematadas por un ábaco en forma de pirámide escalonada invertida. Las columnas descansan sobre un parapeto tallado como una balaustrada y sostienen un balcón a la altura de la ventana-chaitya (foto073).

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   A 5 km al norte de la localidad de Junnar se levanta la colina de Lenyadri Hill, en cuyos acantilados, a considerable altura, se divisa desde lejos un numeroso grupo de cavidades rupestres excavadas en los siglos I y II d C, que se abren adyacentes y alineadas a todo lo largo del farallón roquero (foto075). Este conjunto monástico es más popular y visitado que los anteriores (foto079), ya que algunos de sus santuarios mantienen vivo el culto. Los peregrinos ascienden al lugar por una empinada escalera de piedra, contratando a veces el servicio de un palanquín acarreado a hombros por dos porteadores. Destaca el chaitya llamado Ganesh Lena, de fachada inacabada (foto078) mas no así su interior, de reducidas dimensiones (15 m de largo) pero de admirables proporciones, y, aunque comprimida en un espacio pequeño, de gran riqueza decorativa (fotos 080 y 081). El estilo apunta al siglo I d C como probable fecha de ejecución. Las cinco columnas a cada lado de la nave están talladas con el mismo perfil y casi el mismo preciosismo que las de Karla, que son mucho mayores. Sin embargo, el motivo de los capiteles de Karla (foto058) a base de jinetes sobre elefantes ha sido aquí sustituido por figuras meramente zoomorfas, como parejas de tigres, elefantes y animales fantásticos. Las vigas en forma de costillas que aparentan sustentar la bóveda, aunque igualmente superfluas desde un punto de vista estructural, ya no son de madera sino de piedra. La planta no es absidal, sino rectangular.
    Los grupos rupestres de Tulja Hill y del paso de Nanaghat están mucho más arruinados, aunque hay que mencionar en Tulja un chaitya de planta circular con un stupa en el centro bajo una cúpula, una disposición diferente a la de cualquier otro chaitya que quizá derive de una tipología muy antigua.
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Aurangabad
  
   A media ladera de un monte de las afueras de esta populosa ciudad de Maharashtra existe un complejo rupestre budista, dividido en dos grupos de cuevas artificiales.
   El grupo occidental se compone de un santuario o chaitya de la época del budismo hinayana (siglo II d C), y cuatro recintos monacales o viharas excavados en el acantilado rocoso en la época mahayana (siglos VI-VII d C). El grupo oriental se compone de cuatro viharas mahayana más una enigmática gruta artificial (foto096) donde convive una imagen de Buda con una imagen de Ganesh: budismo e hinduismo en un mismo santuario, un claro ejemplo del sincretismo que a menudo se produce en las religiones de la India.
   El único chaitya del complejo está muy dañado, y carece de toda ornamentación escultórica (foto085). La presencia del Buda está insinuada por el pequeño stupa en medio del ábside. La bóveda reproduce en piedra las vigas curvadas de las techumbres de las construcciones de madera.
   Entre los múltiples y excelentes relieves que embellecen los interiores de las grutas, el vihara nº 7 del grupo oriental custodia una joya: el grupo escultórico de una bailarina que danza al son de la música de una orquesta de mujeres (foto094). El cuerpo de la bailarina se contornea con la triple flexión (tribhanga), que es una postura canónica en la escultura clásica de la India.
  
  
  
Otros lugares de la India con arquitectura rupestre del budismo hinayana

Ghatotkacha (Maharashtra)
Guntupalli (Andhra Pradesh)
Kanheri (Maharashtra)
Kondane (Maharashtra)
Kondivte (Maharashtra)
Pandulena (Nasik, Maharashtra)
Pithalkora (Maharashtra) 

 

 

 

 

El jainismo rupestre. Udayagiri-Khandahiri

   La arquitectura rupestre era también practicada en Orissa, en la India oriental, como dan testimonio los monasterios rupestres excavados en las colinas gemelas de Udayagiri y Khandagiri, a 14 km de Bhubaneshwar, pertenecientes a la religión jainista.
India rupestre   El jainismo surgió en la India en la misma época que el budismo, hacia el siglo VI d C. Fue fundado por Vardhamana Mahavira, el vigesimocuarto de los jainas (conquistadores) o grandes patriarcas antecesores en cuyo ejemplo se inspiraba esta religión o filosofía que, como el budismo, proponía una profunda reforma del hinduismo védico dominante, rechazando su excesivo ritualismo. El jainismo no rinde culto a un dios creador, y su doctrina se basa, también como el budismo, en el ahimsa o no-violencia, aunque llevándola al extremo: un jain evita matar hasta al más pequeño de los insectos. Su ideal religioso es el perfeccionamiento de la naturaleza humana, que se alcanza mediante una vida ascética.
   Los monasterios rupestres de Udayagiri-Khandagiri son más humildes que sus coetáneos occidentales, y consisten en series alineadas de celdas que se abren a un vestíbulo porticado, careciendo de una sala central (foto109).
   Están datados en su mayoría en los siglos I y II d C, apreciándose una evolución estilística en su iconografía que tiene a grandes rasgos un paralelo con la experimentada por otros monumentos budistas, como ocurre entre los stupas nº II y nº I de Sanchi (más arcaizante el primero, más clásico el segundo).
   La escultura que decora estos monasterios, representa otro lenguaje escultórico de la India. Aunque comparte ciertos motivos icónicos con el budismo hinayana (balaustradas, árboles sagrados...), el estilo es marcadamente diferente y posee características muy peculiares (foto116).

   La 'Cueva de Ganesh' (Ganesha Gumpha) posee una veranda parcialmente hundida, cuyas columnas tienen ménsulas curvas talladas con figuras a modo de cariátides que simulan sustentar el techo (foto104). A uno y otro lado de la fachada se levantan dos elefantes de bulto redondo India rupestreque guardan la entrada (foto103). Son los primeros ejemplares que se conocen en la India de parejas de animales guardianes a las puertas de un edificio religioso. La pared del fondo de la veranda está perforada por unas elaboradas puertas que dan a las celdas y exhibe interesantes paneles de bajorrelieves (foto105). Observemos el motivo de la vedika o balaustrada protectora, elemento ornamental común también en el arte budista.
   El monasterio llamado Rani-ka-Naur ('Palacio de la Reina'), el más grande y más tardío del complejo de Udayagiri, se articula en dos pisos con verandas porticadas que circundan por tres lados un patio al aire libre (foto106). Sus esculturas y relieves, aunque en deficiente estado de conservación, son muy expresivos. Destaca un friso que se extiende entre los arcos de las puertas de la veranda del segundo piso (foto108), representando una serie de escenas de incierta interpretación (actividades de caza, de guerra, de culto, estampas de la vida cortesana, símbolos religiosos). Una vez más se aprecian parecidos estilísticos con el Gran Stupa de Sanchi, con composiciones abigarradas de figuras de modelado muy flexible. Tienen al mismo tiempo un ágil y fluido movimiento, con preferencia por las figuras humanas altas y delgadas (foto112). Los relieves de las garitas de guardia del patio son también muy notables (foto107), describiendo románticos paisajes boscosos con rocas por las que caen cascadas sobre lagos donde se bañan elefantes.
   Sobresale por su insólita tipología la 'Cueva del Tigre' (Bagh Gumpha), que tiene la forma de una cabeza de felino en cuyas fauces se abre la puerta de la celda (foto118).
   Una inscripción de 117 líneas sobre el dintel de la entrada a la 'Cueva del Elefante' (Hathi Gumpha) fue mandada grabar por el rey Kharavela (ss II-I a C), relatando sus conquistas y los favores concedidos a la comunidad jain.

 

 

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India rupestre
Los comienzos del arte budista e hindú

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