Colecciones fotográficas

India rupestre

El esplendor del budismo mahayana

 

   Había en la cuesta del cráter una serie formada por ochenta y tres agujeros, todos de algo menos de un metro en su abertura, pero que variaban en su forma, pues unos eran semicirculares; otros elípticos; otros cuadrados, y otros, poligonales.
   (Rudyard Kipling, La aldea de los muertos)

 

Ajanta

India rupestre    Cerca del pueblo de Ajanta (distrito de Aurangabad, Madhya Pradesh) se ubica uno de los complejos rupestres más grandes y fastuosos de la India, el conjunto de cuyos chaityas y viharas budistas ocupa por méritos propios un lugar único en la historia del arte universal. Ajanta supone un nexo de continuidad en la tradición de la arquitectura rupestre de la India occidental, pero desarrollándola hasta un nivel difícil de superar en perfección y magnificencia.
    Los edificios rupestres de Ajanta fueron excavados en los acantilados de 22 m de altura de un cañón del río Vaghora, que traza un pronunciado meandro entre verticales paredones de roca similar al basalto, en un espectacular paisaje de agreste belleza (foto121). Hay 30 cavidades artificiales en Ajanta, alineadas a lo largo de una de las curvadas orillas del cañón, algunas sin acabar, de las que cinco son santuarios o chaityas y el resto residencias monacales o viharas. Fueron talladas en dos épocas diferentes, separadas por un intervalo de unos tres siglos.
   Las cavidades de la primera época están datadas poco antes del comienzo de la era cristiana y pertenecen a la rama hinayana (o 'Pequeño Vehículo') del budismo. Tras la decadencia del budismo hinayana a partir del II d C, parece haber un hiato de varios siglos en el que la actividad constructiva en el medio rupestre prácticamente se paraliza en la India, hasta que en los siglos IV y V se produce una revitalización del budismo, asentado en un nuevo corpus doctrinal conocido como mahayana (o 'Gran Vehículo').
   La doctrina mahayana fue arraigando como un movimiento de reforma que buscaba restablecer el espíritu original del budismo, proponiendo una enseñanza que podía guiar colectivamente a todas las personas hacia la iluminación, en contraste con las tradiciones hinayana, que aspiraban sólo a la salvación individual. El mahayana hace énfasis en la figura del bodhisattva, un ser humano que sigue el camino de Buda en pos de la suprema iluminación, y la consiguiente liberación del ciclo de las reencarnaciones, pero que, a punto de lograrlo, decide por compasión seguir reencarnándose en este mundo para ayudar a otros seres humanos a alcanzar el estado de budeidad. Imágenes figurativas (y no alegóricas como hasta entonces) del Buda Sakyamuni y de los bodhisattvas (principalmente Avalokiteshvara, el bodhisattva de la compasión) son incorporadas a la iconografía, y en lo sucesivo aparecen con prodigalidad en todas las manifestaciones del arte budista, tanto en la India como en los restantes países de Asia por donde se expandió el budismo mahayana (ver, por ejemplo, Angkor).
   Existen antecedentes en la India de representaciones figurativas del Buda histórico. Una de las contribuciones más significativas de la prominente escuela escultórica de Mathura (ciudad de la actual Uttar Pradesh donde nació el dios Krishna, avatar de Vishnu) fue el desarrollo del culto a la imagen de Buda, que había sido anteriormente representada por signos anicónicos, meramente alusivos al Maestro. Parece ser que la escuela de Gandhara, con Taxila (actual Pakistán) como centro de irradiación, desarrolló de forma paralela e independiente la imaginería figurativa de Buda, en un estilo lejanamente derivado del arte grecorromano (ver fotos del arte greco-búdico de Taxila en Vislumbres de Pakistán). Todo esto sucedía en los primeros siglos de nuestra era.

India rupestre  
   Las cavidades de la segunda época de Ajanta fueron perforadas cuando en el país reinaban las dinastías vakataka y gupta (siglo V y VI d C) –periodo considerado como la Edad de Oro del arte de la India–, y pertenecen a la rama mahayana del budismo. Se caracterizan por ser de una escala mucho más ambiciosa, por la profusión de su escultura, y por estar decoradas con excelentes pinturas murales. 
   El arte y la cultura fueron especialmente florecientes en toda la India en esta época. Se inicia aquí una fase de la arquitectura rupestre que no se contenta con la mera imitación de la construcción en madera sino que aporta nuevas soluciones estructurales y estilísticas, emparentadas con las arquitecturas de sillería o ladrillo –cuyos espacios interiores son traducidos al lenguaje de la roca–. Innovaciones que a la larga conducirían a la realización de los monumentales y elaboradísimos templos que surgen en la India del siglo VIII en adelante.
   En los chaityas de la época mahayana de Ajanta aparece una novedad: la imagen de Buda en el stupa central (foto164). Los budas se multiplican y hacen acto de presencia por todos los rincones, de pie o sentados en distintas posturas y mostrando las manos en diferentes ademanes o mudras (consultar en fotoAleph: 'Mudras. El lenguaje de las manos de Buda'). El Buda es retratado también yacente en el chaitya 26 –el último construido en Ajanta–, en los momentos últimos de su vida, previos a alcanzar el estado de paranirvana o extinción total (foto178).
   La tipología del chaitya mahayana mantiene en lo esencial la estructura del periodo hinayana –planta absidal, techo abovedado–, aunque escultóricamente esté mucho más ornamentada (foto174), pero apenas tiene continuación en la historia del arte de la India después de Ajanta, ya que se ve muy raramente en la arquitectura religiosa posterior, que recurre a soluciones muy distintas.
   Los viharas también experimentan modificaciones en la etapa mahayana, como la incorporación de una 'sala de reliquias' en el muro opuesto a la entrada, ocupada por una colosal estatua sedente de Buda, que domina el ambiente con su imponente presencia (foto166). De esta manera, los monasterios conjugaban las funciones de residencia y lugar de oración. A las salas centrales les crecen bosques de recias y elaboradas columnas que, aunque totalmente innecesarias en una construcción rupestre, aparentan sostener el techo de roca y dividen la estancia en distintas dependencias y pasillos (foto168).
   La extraordinaria calidad y refinamiento de la decoración escultórica de Ajanta denota que los monjes disponían de abundantes recursos financieros, sobre todo durante la segunda ocupación del sitio, en la época mahayana. Los monasterios recibían donaciones de mercaderes que contribuían con sus riquezas a la realización de las obras arquitectónicas, escultóricas y pictóricas, poniendo así de manifiesto su profunda devoción a la fe búdica, y esperando recibir a cambio beneficios espirituales. Las fachadas, vestíbulos, columnas, salas y capillas de chaityas y viharas se van superpoblando de una multitud de estatuas de bodhisattvas, yakshas, yakshinis, nagas, naginis, dvarapalas, ninfas celestiales, enanos, leones, elefantes y todo un bestiario de animales reales y fantásticos relacionados con la teogonía budista (foto143). Su estilo es una síntesis del arte clásico gupta con influencias de la delicada y sensual escultura de Amaravati.
   Sirvan de muestra de la maestría de que estaban dotados los escultores de Ajanta las siguientes piezas:
   Foto162:  El panel con una pareja de nagaraja (rey-serpiente) y su consorte, en una composición llena de equilibrio, tallado en un muro lateral de la fachada del chaitya nº 19.
   Foto153:  Los geniecillos protectores esculpidos en las ménsulas y los maithunas o parejas amorosas en las basas de las columnas del vihara nº 20.
   Foto170:  Los bajorrelieves de medallones en forma de flor de loto grabados en las columnas del vihara nº 21.
   Fotos175 y siguientes:  El programa escultórico que cubre por completo las paredes del chaitya nº 26, el último que se excavó en Ajanta, con la imagen yacente de Buda a las puertas de la muerte (paranirvana).
India rupestre  
   Aunque la escultura, particularmente la rica ornamentación de los chaityas, es deslumbrante, la mayor gloria de Ajanta reside en sus pinturas murales (las más antiguas que han sobrevivido en la India, si consideramos aparte las prehistóricas).
   Las pinturas más arcaicas que se pueden ver en Ajanta son algunas a duras penas conservadas en los chaityas 9 y 10, datando de los dos primeros siglos antes de Cristo, con un estilo que recuerda al de los relieves de Sanchi. Fueron realizadas en su mayor parte en los siglos V y VI de nuestra era, en plena expansión del budismo mahayana (fotos128 y siguientes).
   Las pinturas, ejecutadas por distintos talleres de pintores, cubren paredes y techos de los monasterios y santuarios. Están realizadas al temple sobre superficies alisadas y enlucidas con yeso.
   Son pinturas de inspiración profundamente religiosa. Sus motivos principales son narrativos y giran en torno a Buda, la vida de Buda y los jatakas o vidas anteriores de Buda, con participación de una pléyade de seres divinos, semidivinos, humanos y animales de la mitología budista. En conjunto componen una especie de catecismo ilustrado con ayuda del cual los monjes impartían sus enseñanzas a los laicos. Los jatakas o relatos sobre las vidas previas del Maestro, anteriores a su última reencarnación como el Buda histórico Siddharta Sakyamuni, están ambientados en diversos escenarios de romántica belleza: palacios, cortes principescas, jardines, bosques y montañas. Por estos paisajes áureos transitan reyes, nobles, cortesanos, sabios, santos, monjes, ascetas, y corretean toda clase de animales. Los atuendos son tan variopintos como lo era la sociedad india de su tiempo: hombres y mujeres insignes van ataviados con exquisitos tocados y joyas, los monjes con túnicas, los campesinos y pescadores con taparrabos, los ascetas desnudos.
   Muchedumbres de personajes conviven en armonía en abigarradas composiciones que cubren por completo las superficies de los muros en una suerte de horror vacui. Las figuras son a la vez realistas e idealizadas, adoptan sensuales posturas y muestran una exuberancia y una vitalidad sin parangón en el arte de la India. Se aprecia en el pintor una mano suelta y segura: las gradaciones de colores, los juegos de luces y sombras, moldean las redondeces del cuerpo y le confieren relieve (foto156).
   Los techos están cubiertos con ricos motivos de aves, animales y vegetación (foto132). Proliferan las representaciones de la flor de loto, planta cargada de profundo simbolismo en la cosmovisión budista (e hindú).
   Aparte de las escasas pinturas conservadas del complejo rupestre de Bagh (Madhya Pradesh), cuyo estilo es muy parecido al de Ajanta, poco más ha sobrevivido de la obra pictórica de esta época. Las pinturas de los siglos VI y VII de templos rupestres como los de Badami (Karnataka) y Sittanavasal (Tamil Nadu) no son ya sino lejanos ecos del estilo que floreció en Ajanta en el siglo V, y que al parecer no tuvo continuidad en el arte de la India, como no sean unos pocos retazos en los muros del templo Kailasha (siglo VIII) y los templos jain (más tardíos) de Ellora, de un estilo más plano y esquemático.
   Tras su decadencia, los santuarios y monasterios de Ajanta quedaron sumidos en el abandono e invadidos por la vegetación. Fueron redescubiertos por militares británicos en 1819.
   El complejo rupestre de Ajanta posee la categoría de Patrimonio de la Humanidad (según la Unesco) desde 1983.
  
Otro lugar de la India con arquitectura rupestre del budismo mahayana
Bagh (Madhya Pradesh)

Ver en fotoAleph dos fotografías de escultura rupestres budistas eb la exposición 'Ladakh. El pequeño Tibet' (fotos 26 y 33)

 

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FotoCD75
   
India rupestre
Los comienzos del arte budista e hindú

© Eneko Pastor
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Fotografías: Agustín Gil, Eneko Pastor 
Realizadas en India

    
 


 

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