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En la orilla occidental de Luxor (la antigua Tebas) ha florecido un arte popular consistente en pinturas murales de estilo naif, de gran expresividad y sentido del color. La mayoría de las pinturas aquí presentadas, de autores anónimos, se pueden contemplar en fachadas de casas, tiendas y talleres de los poblados de Dra Abu en-Naga, Qurnet Murai, Sheik Abd el-Gurna y El Khokha, construidos sobre los restos de las antiguas tumbas (Imperio Nuevo) del llamado Valle de los Nobles. Estos poblados, con sus murales populares, están en trance de desaparición, debido a los planes del Gobierno egipcio de desalojo de la población y derribo de las casas, con el fin de rehabilitar las ruinas faraónicas subyacentes de cara a su explotación turística. |
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Vi una
pequeña esfera tornasolada, de casi
intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego
comprendí que ese movimiento era una ilusión producida
por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El
diámetro del Aleph
sería de dos o tres centímetros, pero el espacio
cósmico estaba ahí, sin disminución de
tamaño. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto... (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph) Vi un pueblo cuyas casas estaban construidas sobre una necrópolis de nobles egipcios al oeste de la antigua Tebas, entre el Valle de los Reyes y el de las Reinas. Bajo las casas vi un laberinto de galerías secretas que conducían a tumbas ricamente decoradas con relieves y pinturas. Vi sus fachadas pintadas con murales de vivos colores que describían el día a día de los campesinos de las orillas del Nilo. Vi las pinturas de la mansión de un peregrino a la Meca, relatando con imágenes las vicisitudes de su viaje. Vi a Isis, Osiris, Horus y Anubis cohabitando con labriegos, jinetes, doncellas, leones y dromedarios. Vi bellas obras en trance de desaparición de multitud de artistas desconocidos que nunca salieron del anonimato y cuyo destino será el olvido. |
Un bombardeo de
colores |
En
Egipto, al igual que en el resto del mundo islámico, la figura
del hajj ostenta una
posición social de prestigio. Es hajj el musulmán que ha
cumplido el precepto coránico de peregrinar a La Meca, y quienes
han logrado tal estatus lo proclaman pintando las fachadas de sus casas
de una forma característica, y dándoles un aspecto muy
peregrino, que se ve a kilómetros, pues contrasta con el ocre y
gris del hogar corriente del fellah
o campesino egipcio. La casa del hajj es luminosa y multicolor, y relata en viñetas una síntesis de las peripecias de la peregrinación: el barco en que cruzó el Mar Rojo, el avión en que lo sobrevoló, caravanas de camellos, algún león (?), La Meca y la Kaaba. Su estilo es popular, variopinto, y desde luego sin ninguna pretensión de fidelidad a lo real. En la necrópolis tebana este arte naif ha desbordado los muros de la casa del hajj y ha inundado otras fachadas: las de los cafés, talleres y tiendas. Se considera muy idóneo para atraer la atención de los turistas (que circulan por aquí desde tiempos de los griegos) hacia los comercios. Con los rótulos tampoco se quedan cortos: cualquier tallercito es una 'Factoría' y cualquier tienda, 'Instituto de Papiros'. Los talleres de objetos manufacturados de alabastro, que abundan, han captado el sentido decorativo de los murales del hajj, y lo aplican en publicidad punto-de-venta. Mezclan temas cotidianos de la vida rural con motivos faraónicos, que roban sin complejos de las sepulturas reales y nobiliarias de las cercanías. No en vano el expolio de tumbas es aquí una tradición milenaria. En los últimos años muchas viviendas han sido apresuradamente transformadas en talleres de artesanía, que están protegidos por el gobierno, con el fin de evitar su derribo dentro de los drásticos planes de reurbanización de la zona puestos en marcha por las autoridades. Pasearse en bicicleta por pueblos como Qurnet Murai, Sheik Abd el-Gurna, el-Khokha o Dra Abu en-Naga, imbricados en las necrópolis de la orilla tebana de poniente, es sumergirse en otro Egipto que tiene algo de surrealista y mucho de dadaísta, sometido el viajero a un bombardeo de colores que le hará difícil sortear las piedras y baches de los caminos. En esta ribera occidental de la antigua Tebas han debido olvidar que no hay más dios que Alá, y por aquí y por allá aparecen dioses y diosas, junto a Nefertaris y Ramseses, salidos de las tumbas cercanas para rondar el mundo de los vivos. Es, en pleno Islam, un politeísmo en policromía al servicio del comercio. Algunos pueblos pueden hacer las delicias de los aficionados a los comics, a tal punto parecen tebeos gigantes, con viñetas tamaño casa. Los supuestos jeroglíficos están copiados de memoria y han de conformar unas jerigonzas de poner los pelos de punta a los champolliones de visita por Luxor. La decoloración, los chorretones, el descascarillado de la cal, imprimen a estos murales unos tonos y texturas que en otros marcos podrían pasar por pintura ultramoderna. Es una artesanía viva, constantemente renovada, con un toque muy africano, y mil veces más creativa que los productos seudoartesanales de pacotilla faraónica que venden como souvenirs en las tiendas, a base de horribles 'papiros', deformes esfinges y birriosas nefertitis. Aquí, por el contrario, hay espontaneidad; aquí han llevado el arte a la calle, en sentido literal. El humor no falta, como cabe esperar de un pueblo tan jovial y dicharachero como el egipcio. Tampoco está ausente el erotismo. La población de Sheik Abd el-Gurna es afamada por sus ladrones de tumbas. Está todo ella acribillada de hipogeos de altos funcionarios del Imperio Nuevo, y se dice que las casas comunican en secreto con sistemas de galerías subterráneas que conducen a distintas sepulturas. La búsqueda de tesoros faraónicos es aquí una tradición ininterrumpida desde la XVIII Dinastía, y el tráfico negro de antigüedades, un negocio que favorecía la economía de Egipto, al reavivar la circulación de la riqueza. Expoliadores de tumbas célebres fueron los hermanos Abd el-Rasul, descubridores del 'escondrijo de las momias reales'. El recuerdo de los hermanos expoliadores perdura en Sheik Abd el-Gurna. El nombre aparece en el 'restaurante Abd el-Rasul', no lejos de allí. Los hermanos Rasul fueron detenidos cuando se detectó la venta en tiendas de Luxor de piezas de gran valor. Fueron torturados y revelaron su procedencia de un pozo en Deir el-Bahri. Explorado por Maspero en 1881, el célebre egiptólogo encontró amontonadas una treintena de momias de faraones, reinas y princesas, entre ellos Tutmosis III, Seti I y Ramses II. Habían sido escondidas allí en tiempos de la XXI Dinastía, para evitar su pillaje. El Valle de los Reyes, el Valle de las Reinas, los Colosos de Memnon, Medinet Habu, Deir el-Medina, el Ramesseum, Deir el-Bahri, las tumbas de Gurna y el-Asasif... la orilla izquierda de Luxor, la Necrópolis Tebana: el 'Lugar de la Verdad'. Siete días de bicicleta y caminatas bajo el tremendo rayo calórico de Ra. Merece la pena visitar el reino de los muertos, pero también pasearse por los pueblos de los vivos, no una, sino varias veces, tomar un refresco en el café Rejmire (que toma su nombre del visir de Amenofis II, cuya tumba está al lado), parlotear con cientos de niños y regalar la vista con alegres colores. Emplazamiento: Luxor (antigua Tebas). Orilla occidental, en la Necrópolis Tebana. Egipto. FotoCD04 EL OTRO EGIPTO Murales populares en el Valle de los Nobles
Indice de textos FotoCD04 EL OTRO EGIPTO Murales populares en el Valle de los Nobles © fotoAleph © Copyright fotoAleph. All rights reserved www.fotoaleph.com Fotografías: Eneko Pastor Realizadas en Luxor y Asuán (Egipto) |