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  Tunicia romana
Tunicia romana
  
  
   120 fotografías de Eneko Pastor



     

La cultura clásica en el norte de África
  
   En los siglos III y II a C, Cartago, la gran potencia marítima y comercial del Mediterráneo occidental, fue combatida y finalmente derrotada por la República romana en las tres Guerras Púnicas. Escipión el Africano, el vencedor de Aníbal, ya había desembarcado con sus tropas cerca de Utica en 204 a C, en el transcurso Tunicia romanade la Segunda Guerra Púnica. Tras la derrota y destrucción de Cartago en la Tercera Guerra Púnica (149-146 a C), el territorio de la actual Tunicia fue progresivamente ocupado por los romanos con vistas a explotar su riqueza agrícola, constituyéndose en parte de la provincia llamada Africa (que incluía también extensas porciones de Libia y Numidia).
    Al igual que su famoso aceite de oliva, provechosamente exportado, Tunicia abasteció a Roma de trigo, en condiciones poco favorables que no redundaron en una mayor riqueza de la zona. La importancia del territorio como fuente de abastecimiento fue creciendo hasta el punto de que Augusto, recién instaurado el Imperio, decidió refundar Cartago con la categoría de colonia romana. Al mismo tiempo, otras colonias fueron fundadas en gran número en el interior de Tunicia. El gobernador, residente en Cartago, ostentaba el título de procónsul y a su mando estaba el ejército de Africa.
   El fenómeno más notable del periodo romano de África del norte es el desarrollo de una esplendorosa civilización urbana en las regiones septentrionales de lo que hoy conocemos como Tunicia, Libia, Argelia y Marruecos. Esto fue posible gracias al aprovechamiento de extensos territorios escasamente poblados por pastores y nómadas, pero potencialmente muy fértiles para la explotación agrícola a gran escala. Hacia el siglo I d C, las exportaciones de grano de la provincia de Africa proveían las dos terceras partes de las necesidades de la ciudad de Roma.
   La urbanización del norte de África por parte de los romanos fue rápida y relativamente uniforme, aun teniendo en contra su diversidad geográfica y étnica: en el este se realizó sobre asentamientos púnicos anteriores, y en el oeste romanizando centros nativos númidas y magrebíes. A medida que las áreas urbanas y semiurbanas se aproximaban a los límites del terreno cultivable se fueron generando crecientes conflictos con las tribus nómadas del desierto, el más grave de los cuales fue la revuelta del militar númida Tacfarinas en el sur de Tunicia, que fue sofocada en el 24 d C. Desde entonces las tribus indígenas fueron abocadas Tunicia romanaa la sedentarización y sometidas al control de prefectos romanos. A mediados del siglo II d C, el ejército romano en el norte de África estaba en gran parte formado por nativos reclutados localmente. El ejército era un poderoso instrumento para expandir la civilización romana y desempeñó un papel esencial en la romanización de las regiones fronterizas. En Tunicia, las guarniciones romanas más avanzadas llegaron hasta los oasis de montaña cercanos a la actual Tozeur, a orillas del desierto del Gran Sur, y ése fue el límite meridional del Imperio romano en estas tierras.
   El África romanizada fue una de las regiones mejor articuladas del Imperio, y en época ya cristiana desarrolló una estructura episcopal avanzada.  

   Hay, no una cultura latina, sino una cultura mediterránea Durante unos siglos, la historia del mundo está circunscrita a la cuenca de este mar interior: es una historia costera donde intervienen los pueblos asentados en una breve zona próxima a la marina desde Alejandría a Calpe, desde Calpe a Barcelona, a Marsella, a Ostia, a Sicilia, a Creta. La onda de específica cultura empieza, tal vez, en Roma, y de allí se transmite bajo la divina vibración del sol en mediodía a lo largo de la faja costera. Lo mismo, sin embargo, podía haber comenzado en cualquier otro punto de ésta. Es más, hubo un momento en que la suerte estuvo a punto de decidir la iniciativa en favor de otro pueblo: Cartago. En aquellas magníficas guerras (...) luchaban dos pueblos idénticos en todo lo esencial. Probablemente no hubiera variado mucho la faz de los siglos siguientes si la victoria se hubiera transferido de Roma a Cartago. Ambas estaban del alma helénica a la misma absoluta distancia. Su posición geográfica era equivalente y no se habrían desviado las grandes rutas del comercio. Sus propensiones espitituales eran también equivalentes: las mismas ideas habrían peregrinado por los mismos caminos mentales. En el fondo de nuestras entrañas mediterráneas podíamos sustituir a Scipión por Aníbal sin que nosotros mismos notásemos la suplantación.
Tunicia romana   Nada hay de extraño, pues, si aparecen semejanzas entre las instituciones de los pueblos norteafricanos y los sudeuropeos.
   Estas costas son hijas del mar, le pertenecen y viven de espaldas al interior. La unidad del mar funda la identidad de las costas fronteras.
   La escisión que ha querido hacerse del mundo mediterráneo, atribuyendo distintos valores a la ribera del Norte y a la del Sur, es un error de perspectiva histórica. (...) No se advirtió que cuando la cultura mediterránea era una realidad, ni Europa ni África existían.
   José Ortega y Gasset. Meditaciones del Quijote
   
   La mayoría de los puertos que habían sido fundados por fenicios y cartagineses en las costas norteafricanas crecieron durante el periodo romano, a la par que intensificaban el comercio marítimo con otros países y continentes. Habida cuenta de las dificultades y elevados costes del transporte de mercancías por tierra, era más rápido y rentable que los productos agrícolas se exportaran a otros puertos por barco. Cartago, siendo el puerto natural de la región más próspera de África del norte, acaparaba el mayor volumen del tráfico comercial allende los mares.
Tunicia romana   Las ciudades del Africa romana estaban comunicadas entre sí por una extensa y bien empedrada red viaria, cuyo trazado sumaba más de 20.000 km. Las vías y calzadas eran en principio para uso militar pero estaban abiertas al tráfico de mercancías. También fue kilométrica la red de acueductos que construyeron para abastecer de agua a sus ciudades. Uno de los que suministraban a Cartago tenía más de 100 km de longitud. Las calles disponían de sistemas de alcantarillado y cloacas para la evacuación de aguas fecales.
    Durante el siglo II y principios del III, las familias acaudaladas de las ciudades norteafricanas romanizadas invertían sustanciosas sumas de su patrimonio en financiar la construcción de grandes edificios públicos, como templos, teatros y termas, donándolos a sus respectivas comunidades. Casi dos milenios después, pasearse por las ruinas de estas ciudades, que se cuentan entre las mejor conservadas del mundo romano, permite revivir a nada que se le eche un poco de imaginación el esplendente lujo de que disfrutaron las sociedades romanizadas del África mediterránea. La grandiosidad, el equilibrio de las proporciones, el virtuoso refinamiento de la decoración tallada de estos edificios son perfectamente parangonables con los más excelsos logros de la arquitectura romana.
    En el norte de África los romanos reprodujeron una tradición urbanística que se remontaba a los griegos, en la que la residencia corriente de los ciudadanos ricos era la casa con peristilo, es decir, con las habitaciones estructuradas en torno a un patio central porticado con galerías de columnas. Las casas con peristilo de fines de la República romana en Utica constituyen un refinado ejemplo de esta tipología, así como las de Althiburos y Thysdrus (actual El Jem) en Tunicia, o, más a occidente, las de Tipasa, Cesarea y Volubilis (en Argelia y Marruecos), todas ellas por lo común engalanadas con rica decoración de mosaicos.
Tunicia romana   El pavimento de mosaicos prosperó particularmente en Tunicia durante los siglos II y III d C, sobre todo en las villas de terratenientes acaudalados. La evolución estilística produjo programas figurativos muy libres, enraizados en la tradición popular. Los motivos gráficos hacían referencia a la mitología religiosa, juegos de circo, caza, pesca y escenas de la vida cotidiana. Se puede apreciar todo un compendio de imágenes arquitectónicas: palacios, pórticos, castillos, hipódromos, mausoleos, cabañas, etc. Se ven embarcaciones, y un exuberante despliegue de especies de fauna terrestre y marina en la que se distinguen perfectamente leones, tigres, elefantes, osos y toda clase de fieras de anfiteatro, así como los distintos peces y moluscos que nutren las profundidades del Mare Nostrum.
    Los mosaístas no olvidaron incluir escenas de carreras de caballos o de cuadrigas, con audiencias de espectadores. Escenas de juegos de circo, donde los gladiadores luchan frente a frente con panteras o lobos. Idílicas escenas campestres de siembra y cosecha. Comensales reclinados y atendidos por sirvientes en el triclinium. Pescadores en sus botes. Jinetes en partidas de caza. 
   Los mosaicos de Tunicia evocan en sus motivos gráficos la feliz existencia de un presente dorado, y un ambiente de confianza, bienestar y alegría, dividendos de la pax romana. Uno de los principales méritos de estos mosaicos es su capacidad para introducirnos en la vida íntima cotidiana de ricos comerciantes y terratenientes, ilustrando la prosperidad de una sociedad imperial practicante de la filosofía del carpe diem, el disfrute del día a día. (Para más información visual sobre este tema consultar en fotoAleph la colección de fotografías Mosaicos de Tunicia).
Tunicia romana  
   La grave crisis política que sufrió el Imperio romano en el siglo III afectó en menor medida a sus dominios en el norte de África, aunque las ciudades atravesaron por crecientes dificultades económicas y prácticamente se paralizó la construcción de edificios públicos. Diocleciano y Constantino introdujeron cambios administrativos, que incluían la división de la provincia de Africa en tres provincias separadas: Tripolitania (Libia occidental), con capital Leptis Magna; Byzacena, comprendiendo el sur de Tunicia y gobernada desde Hadrumetum (Sousse); y el norte de Tunicia, que conservó el nombre de Africa. Se asignó un nuevo comandante, con poder independiente de los gobernadores provinciales, para el ejército de tierra, que sumaría por entonces unos 20.000 soldados.
   El cristianismo se propagó con rapidez por el norte de África, y a principios del siglo III ya estaba firmemente establecido en Cartago y otras ciudades de Tunicia, al menos entre las clases altas. En 256 se celebró un concilio en Cartago, al que asistieron más de 80 obispos. Los escritos de Cipriano, obispo y mártir de Cartago (s III), ejercieron gran influencia en la cristiandad latina. Otro obispo de Cartago, Donato o Donato Magno (s IV), impulsó un movimiento contra la relajación de costumbres de los fieles cristianos que devino en la secta cismática conocida como los 'donatistas', cuyos miembros llegaron a ser tan numerosos como los católicos. A pesar de las persecuciones de que fueron objeto, el cisma duró más de cien años.
   En este periodo muchos de los edificios que habían erigido los romanos fueron remodelados para transformarlos en iglesias, añadiéndoseles capillas y piscinas bautismales. Otros se convirtieron en trujales de aceite de oliva. Otros fueron utilizados como canteras para la construcción de fortalezas y murallas. Venían épocas turbulentas.
   El Imperio romano se estaba desmoronando. Conducidos por el rey Gaiserico, un pueblo 'bárbaro' de origen germánico, los vándalos, cruzaron en 429 el Mediterráneo desde Andalucía al norte de África, en número de 80.000. Avanzaron sin resistencia y ocuparon vastos territorios de Numidia y Tunicia. En 439, tomaron y sometieron a pillaje la ciudad de Cartago y terminaron por asentarse en la que había sido provincia romana de Africa, cuya época de esplendor clásico hacía un siglo que se había desvanecido.
  
   

Ciudades romanas de Tunicia

Cartago

   Virgilio relata en su Eneida que Cartago fue fundada en 814 a C por Dido, hermana del rey Pigmalión, para huir de la tiranía de su hermano, y convirtió la ciudad en escenario de los amores frustrados de la reina con Eneas, héroe troyano y futuro fundador de Roma. De hecho, el declive de la ciudad fenicia de Tiro bajo los Tunicia romanaembates de los asirios llevó a fundar una “nueva ciudad” o Qart Hadash (nombre del que derivaría Cartago) en la cuenca occidental del Mediterráneo, enclave que fue adquiriendo importancia en el control político y comercial de la zona, y sirvió de base para la expansión colonial cartaginesa por el norte de África, Sicilia, Cerdeña, las Baleares y la Península Ibérica. Cartago se reservó siempre el monopolio del comercio con los territorios que visitaban su flota y sus mercaderes. 
   Rival primero de los griegos y luego de la República romana, ya en 264 a C ambas potencias (Cartago y Roma) se disputan los territorios de Sicilia, desencadenándose la primera guerra púnica. Con Amílcar Barca y su hijo Aníbal, los cartagineses se convierten de nuevo en una seria amenaza para Roma, pero es derrotada en su propio territorio en Zama (201 a C) recibiendo un duro golpe en su poderío marítimo y militar. Aprovechando las luchas entre la ciudad púnica y su ambicioso vecino el reino de Numidia, Roma somete a Cartago a una tercera guerra, y en el año 146 a C se apodera de la capital, no sin que sus habitantes, a pesar de los sufrimientos del largo asedio, se defiendan luchando cuerpo a cuerpo contra las tropas de Escipión el Africano. 
Tunicia romana   Tras el fin de las guerras púnicas y el hundimiento del imperio cartaginés, la ciudad de Cartago pasó a formar parte del territorio romano. La urbe había sido arrasada, pero, tras un periodo de ostracismo, fue totalmente reconstruida según los criterios urbanísticos clásicos, por lo que hoy se sabe poco sobre el aspecto físico de la antigua ciudad fenicia. En la etapa imperial la nueva Cartago ya volvía a rivalizar en esplendor con las grandes urbes romanas del Mediterráneo. Por su posición geográfica, que le permitía un estrecho contacto con la península itálica, se convirtió en capital de la provincia romana de Africa. Era el principal puerto de África del norte. Una ciudad de comercio, estudios, lujo y placeres, que superó en magnificencia a la antigua Cartago púnica, llegando a convertirse en la metrópolis más grande del occidente latino después de Roma.
   La ciudad fue fortificada con una alta y gruesa muralla de 35 km de perímetro, con muros de más de 12 m de alto y 10 m de grosor en las zonas estratégicamente más vulnerables. La ciudadela en lo alto de la colina fue también fortificada. El núcleo urbano, sobre un terreno ondulado y en pendiente, tendría calles estrechas y sinuosas, con casas de hasta seis pisos de altura. Se calcula que la población de Cartago por aquel entonces rondaría los 400.000 habitantes, incluyendo los esclavos.
   Entre los incontables restos clásicos que aún surgen desperdigados por las colinas, asomando al mar en medio de las modernas barriadas de la señorial Cartago, y donde no faltan un tophet o necrópolis consagrada a la diosa púnica Tanit, un puerto para barcos de guerra, otro puerto mercante, un hipódromo, un gran anfiteatro, un teatro, un odeón, un mercado y cisternas, destacan las inmensas termas de Antonino, el monumento más espectacular de Cartago.
   Las termas de Antonino han perdido su superestructura pero conservan en buen estado la planta baja, donde se distingue perfectamente la gran sala de la piscina de agua fría y el subsuelo abovedado del caldarium.
   Son muy ilustrativos en lo referente a las aficiones y estilo de vida de los cartagineses romanizados los motivos gráficos de los suelos de mosaico que ser conservan in situ en varias villas romanas. Los mosaicos de la Casa de los Caballos muestran escenas relacionadas con los juegos ecuestres a que tan aficionados eran los habitantes de Cartago, divididos durante siglos en dos campos que oponían por parejas a las eternas facciones rivales de los Azules y los Rojos, de los Blancos y los Verdes. Presentan sesenta caballos célebres enjaezados y con penachos, marcados con las iniciales de sus propietarios, así como retratos de los aurigas.
  
  
  
Zaghuan
Tunicia romana  
   El Templo de las Aguas de Zaghuan es un majestuoso ninfeo o fuente pública que recogía y distribuía las abundantes aguas procedentes de los manantiales del escarpado monte Zaghuan. Fue construido en tiempos de Adriano (s II d C). Constaba de un amplio hemiciclo en piedra con doce nichos que albergaban estatuas de ninfas, dominando una cisterna bilobulada que almacenaba el agua antes de ser distribuida en acueductos.  

   El acueducto Zaghuan-Cartago canalizaba estas aguas a lo largo de más de cien kilómetros hasta la poderosa ciudad de Cartago. Levantado bajo Adriano y restaurado en el 203 d C por Septimio Severo, el acueducto fue destruido por los invasores vándalos en el 409. Reconstruido por Belisario, su conducción fue interrumpida con motivo del asedio de Cartago por los árabes en el 698. Una vez más fue puesto en funcionamiento por los fatimíes (s X d C), y fue restaurado en el siglo XIII por El Mostancir, que le agregó varias derivaciones.
   De una longitud total de 123 km, el acueducto presenta, según los lugares, métodos de construcción diversos, que dan fe de las numerosas restauraciones sufridas. Algunas partes son en sillería, otras de ladrillo o adobe.
  
  
  
Utica 
Tunicia romana
   La más antigua de las escalas fenicias en tierras de Tunicia de las rutas navales de los comerciantes, su fundación data, según Plinio, del 1101 a C, tres siglos antes que la de Cartago. Utica era la segunda ciudad por dimensiones e importancia después de Cartago, según Estrabón. 
    Los restos arqueológicos más antiguos, como la necrópolis, datan de los siglos VIII-VII a C, cuando Utica se constituyó en uno de los centros florecientes del occidente púnico, con un papel de primer orden en la expansión fenicia por el Mediterráneo. 
   Utica combatió al lado de Cartago durante las dos primeras guerras púnicas, pero se alió a Roma durante la tercera. Tras la destrucción de Cartago en 146 a C, Utica, junto a otras seis ciudades africanas, recibió el rango privilegiado de ciudad libre aliada a Roma, lo que la exoneraba de impuestos, y devino residencia del gobernador romano. Con Octavio se convirtió en municipio y bajo Adriano en colonia. 
   Antaño ciudad costera, la línea del mar ha retrocedido debido a la sedimentación del río Bagradas, hasta dejar las ruinas de Utica en el interior, a 11 km de la costa. El asentamiento romano se distribuye en una estructura urbana ortogonal. Tuvo acueductos, cisternas, termas, circo, anfiteatro, foro, tiendas y lujosas casas, ampliadas éstas en la época imperial. 
   La mayor de ellas era la Casa de la Cascada, con un peristilo central columnado, pavimentado con placas de mármol, alrededor del cual se situaban los aposentos. El gran triclinium de la casa posee un lujoso pavimento de opus sectile, a base de losas de mármoles de vetas coloreadas formando composiciones geométricas de gran belleza decorativa, competidoras en su suntuosidad con los efectos visuales obtenidos con los revestimientos de mosaico.
  
  
  
Thugga 

   Thugga (la actual Dougga) está emplazada en una sólida posición defensiva, aproximadamente a 90 km al suroeste de Cartago, cerca del pueblo tunecino de Tebursuk. Mucho antes de la llegada de los romanos ya era una ciudad próspera. Su población originaria era una mezcla de púnicos y libios nativos
Tunicia romana   Tras su anexión a la nueva provincia de Africa, los habitantes de Thugga conservaron sus propias instituciones, coexistiendo pacíficamente con la comunidad de ciudadanos romanos. A principios del siglo III d C Thugga se convirtió en municipio romano.
   La riqueza de la ciudad de Thugga, resultado de la explotación agraria de las llanuras del Wadi Kralled, se manifiesta en la cantidad y callidad de sus construcciones públicas: capitolio, foro, senado, teatro, mercado, termas de invierno y verano, y templos, conectados entre sí por plazas y calzadas tan sólidamente pavimentadas que permanecen casi intactas hoy en día.
   Entre los monumentos anteriores a la romanización puede verse aún en pie, extramuros, en medio de un campo de olivos, un mausoleo en forma de torre, coronado de una pirámide y adornado con esculturas y bajorrelieves. Fue erigido a fines del siglo III o principios del II a C, en memoria de un príncipe númida. Este mausoleo líbico-púnico es el único gran monumento de este tipo que ha llegado hasta nosotros. Su decoración se inspira en el arte griego arcaico, con motivos orientales o egiptizantes. Un basamento de seis gradas sostiene un zócalo cuadrangular, ornado de pilastras jónicas en las esquinas. Encima, otras tres gradas sostienen un segundo cuerpo cúbico, adornado en sus cuatro caras por columnas adosadas de fuste acanalado y capiteles jónicos. Sobre el entablamento, de nuevo tres gradas acantonadas a los ángulos por pedestales sosteniendo estatuas de jinetes, servían de base al tercer piso; las cuatro caras de este piso exhiben bajorrelieves de cuadrigas. La esbelta torre está rematada por una pirámide, flanqueda en sus ángulos por mujeres-pájaro, guías de las almas de los difuntos en sus peregrinaciones al más allá. En el vértice de la pirámide posa un león. El mausoleo subsistió en buen estado de conservación hasta 1842, en que fue enteramente demolido por el cónsul de Inglaterra en Túnez, que quería apoderarse de una inscripción bilingüe (líbica y púnica) hoy en el Museo Británico. Fue reconstruido en 1908-1910.
Tunicia romana   El Capitolio, construido en 166 ó 167 d C, sobrevive excepcionalmente bien conservado. Dedicado a la triada suprema Júpiter-Juno-Minerva, se compone de un santuario precedido por un pórtico, al que se accede por una escalera monumental que parte de un paso pavimentado, el area ante Capitolium. El pórtico es sustentado por seis columnas acanaladas, cinco de ellas monolíticas. Los capiteles corintios que las coronan, de muy delicada talla, soportan un friso inscrito con una dedicatoria a la triada capitolina, nombrando a los donantes que costearon el templo. En el tímpano del frontón se distingue a duras penas un bajorrelieve mostrando la figura de un hombre arrebatado por un águila, que simboliza la apoteosis de Antonino Pío. La cella, casi cuadrada (13 x 14 m), conserva al fondo un nicho que contenía una estatua colosal de Júpiter, y dos nichos laterales que albergaban las de Juno y Minerva. En el subsuelo había una cripta dividida en tres naves, que pudo servir de iglesia; allí se descubrió, en un sondeo, la cabeza de la estatua de culto de Júpiter, en mármol blanco, que debía alcanzar los 6 metros.
   A un lado del Capitolio estaba el foro, y al otro lado una plaza llamada de la Rosa de los Vientos porque tiene grabado el dibujo de una rosa de los vientos en el empedrado.
   El Templo de Juno Cælestis (reencarnación de la diosa cartaginesa Tanit, símbolo de la Luna y la fertilidad), construido entre 222 y 235, bajo Severo Alejandro, se levanta en medio de un patio en hemiciclo. En el centro del semicírculo, sobrealzado, el santuario estaba rodeado enteramente de columnas. La restauración permite ver el ordenamiento del peristilo que precede a la cella, con fustes lisos de caliza que sostienen capiteles corintios.
    Las Termas Licinias fueron construidas en el s III y transformadas en el IV. Eran las termas de invierno, a las cuales se accedía por la calle que lleva a la plaza de la Rosa de los Vientos. Están edificadas con una planta más o menos rectangular, a pesar del emplazamiento poco favorable por el declive del terreno, y respetan los imperativos de repartición simétrica de las salas alrededor del frigidarium y el caldarium. Los suelos de su sala porticada todavía conservan mosaicos polícromos de motivos geométricos.
   La Casa del Trifolio es la más vasta de las excavadas en Thugga. Data de la primera mitad del s III, aunque fue modificada a continuación. La casa debe su nombre a una sala que comporta tres ábsides dispuestos en trébol, y que era quizá el aecus, estancia de recepción que servía a la vez de salón y comedor.
    Al lado de la Casa del Trifolio, de la que podían ser dependencia, las Termas de los Cíclopes son así llamadas por el suelo de mosaico de los Cíclopes en la Fragua de Vulcano, procedente de este lugar pero conservado en el museo del Bardo, en Túnez. Aunque el edificio está muy arruinado, se conservan bien las letrinas. Consisten en un banco de piedra en forma de herradura, con doce agujeros bajo los cuales corría agua por una canaleta.
Tunicia romana   El teatro fue construido en 168 ó 169 d C. Es un edificio de dimensiones relativamente modestas (63,5 m de diámetro), pero que podía acoger a 3.500 espectadores.
   La prosperidad y lujo de que disfrutó Thugga se hace evidente cuando contemplamos la suntuosa decoración de mosaicos que embellecen los edificios públicos y las viviendas privadas.
   Los mosaicos dedicados a la mar, a los bajeles, a la pesca, son particularmente abundantes en Tunicia y representan con naturalismo actividades reales en un medio que les resultaba familiar. Se dan no sólo en las ciudades portuarias, sino también en las del interior, como es el caso de Thugga. En embarcaciones multicolores, los pescadores desnudos –como los dioses– lanzan la red, utilizan la caña, el arpón o el tridente, echan el ancla, recogen la copiosa pesca. Los peces y moluscos se despliegan como en un panel de historia natural; cada especie es perfectamente identificable y distinta a las demás, y su conjunto ilustra la generosa abundancia piscícola que ofrecen las costas del Mediterráneo. 
  
  
  
Mustis
  
   No se conoce la fecha de fundación de esta pequeña población, una de las cincuenta ciudades que había en la región controlada por Thugga, situada en la vía Cartago-Thevesta. Los romanos se instalaron a partir del s II a C, cuando el rey Yugurta fue vencido por Cayo Mario. Adquirió el rango de municipio bajo Marco Aurelio pero no alcanzó nunca el estatus de colonia.
   Dos arcos de triunfo se levantaban en la vía a la entrada y salida de la ciudad. En el núcleo urbano sobresalen los templos de Ceres, Apolo y Plutón. La subestructura del templo de Ceres, diosa de las cosechas, descansa sobre galerías de pilares, la oriental bordeada por una calzada pavimentada en pendiente, a la que se abren tiendas. Hay también vestigios de casas, una gran prensa de aceite de baja época, una basílica cristiana y, en la parte más alta, las ruinas de una ciudadela bizantina del siglo VI construida con materiales reaprovechados de la ciudad romana.
  
  
  
Bulla Regia
Tunicia romana   
   Esta ciudad africana del noroeste de Tunicia, conquistada siglos antes de nuestra era primero por Escipión el Africano y más tarde por el rey númida Masinisa, se convirtió en colonia romana con rango de ciudad libre en tiempos de Adriano (117-138 d C). Situada al pie del Jebel R'bia, en una posición dominante sobre la fértil llanura de Medjera, en la ruta de Cartago a Hippo Regia, bajo la pax romana Bulla Regia conoció un largo periodo de prosperidad. Desde que formó parte de la provincia de Africa Proconsularis, los aristócratas locales modificaron su estilo de vida, romanizándose. Esta aristocracia debía su riqueza a las propiedades territoriales, y al cultivo y exportación de cereales y olivos, consumidos en su mayor parte en Roma. 
Tunicia romana    Las casas de Bulla Regia, que tenían las habitaciones dispuestas alrededor de un patio central a dos niveles distintos, uno a la altura de la calle y otro subterráneo (posiblemente por razones climatológicas: la planta subterránea permitía a sus habitantes protegerse del fuerte calor del estío norteafricano), son una creación local sin paralelo en ningún otro sitio, y con un probable antecedente en las casas troglodíticas de Matmata, también en Tunicia. 
    Entre las que se han excavado hasta ahora, sobresalen por su extensión, originalidad arquitectónica y belleza decorativa, la Insula de la Caza (que debe su nombre a unos mosaicos con amorcillos cazando en su planta subterránea), la Casa de la Nueva Caza (con un mosaico en el triclinium mostrando al dueño de la casa a caballo en una escena cinegética), la Casa de la Pesca (con mosaicos en las habitaciones subterráneas de amorcillos pescando en un paisaje de cañas y plantas, donde se pueden ver patos y otras aves), y, sobre todo, la llamada Casa de Anfitrite, que conserva los mosaicos más hermosos y mejor conservados de la ciudad. 
   En la planta subterránea de la Casa de Anfitrite, que repite la distribución de la planta de la vivienda a nivel de calle, el vestíbulo presenta una rica decoración geométrica. En el triclinium, el motivo central es una extraordinaria escena marítima representando el Triunfo de Venus. Sentada sobre dos tritones y semidesnuda, la diosa aparece en el mar, abundante en peces, flanqueada por amorcillos que cabalgan delfines y le presentan espejos o cofres de joyas.
   El teatro de Bulla Regia está construido en terreno plano, sobre poderosas bóvedas rampantes. La cavea conserva la serie inferior de sus gradas, y la orchestra, a la que se accede por dos pasajes abovedados, su pavimentación y un fragmento de mosaico.
   En las ruinas de casas y edificios públicos de Bulla Regia se puede detectar un curioso detalle constructivo en la técnica utilizada para crear bóvedas. Era un sistema original, particular de África del norte, concebido durante el s II d C y que duró hasta la conquista árabe. Las bóvedas eran conformadas con ayuda de tubos de terracota, en forma de botella sin fondo, embutidos unos en otros, con el gollete orientado hacia arriba. El sellado se efectuaba con yeso. Se montaban así series de arcos, apretados entre sí y compactados con yeso. La superficie se enlucía con cal, y a veces se decoraba. Este sistema se impuso a causa de la escasez de materiales de encofrado usados para las bóvedas clásicas. El procedimiento permitía bóvedas ligeras pero resistentes, aunque de anchura reducida.
  
  
  
Mactaris (Maktar)
Tunicia romana  
   Bajo el moderno pueblo tunecino de Maktar subyacen las ruinas de una ciudad antigua, llamada en latín Mactaris, topónimo derivado de un nombre púnico de origen líbico. En sus comienzos no era sino una fortaleza fundada por los reyes númidas para proteger sus territorios de las incursiones de las tribus nómadas. En el siglo I a C se asentaron en el lugar colonos de origen púnico que convivieron con la población mayoritariamente númida, y para el 46 a C la comunidad gozaba ya del estatus de 'ciudad libre'. Su proceso de romanización fue llevado a cabo a lo largo del siglo II d C, época de su máxima prosperidad. En el año 180 Mactaris fue promovida al rango de colonia por el emperador Marco Aurelio. Su decadencia comenzó en el siglo III y se aceleró bajo la invasión de los vándalos. Experimentó un ligero renacer bajo los bizantinos, pero a partir de la invasión árabe se sumió en un periodo de empobrecimiento irreversible, hasta que fue definitivamente abandonada en el siglo XI.
   El forum rectangular y porticado, cuya pavimentación está casi intacta, fue inaugurado el siglo II d C. El arco de triunfo, por el que se accede al foro, es contemporáneo. Lleva todavía el friso que lo consagra: "al emperador César Nerva Trajano Augusto, el mejor de los príncipes, vencedor de los germanos, de los armenios y de los partos, en su vigésimo primera potencia tribúnica" (116 d C).
   Las Grandes Termas del Sudeste, construidas poco antes del 200 d C, figuran entre las mejor conservadas de África. Los muros alcanzan todavía una altura de 12 m. La exedra del patio norte conserva un suelo de mosaico monocromo con el dibujo de un laberinto circular.
Tunicia romana   La Schola des Juvenes era la sede de la asociación de jóvenes de Mactaris en la época romana. Su actividad está atestiguada por una inscripción datada en el consulado de Domiciano (lo más tarde en 88 d C) señalando que la Juventus de la ciudad de Mactaris, adoradora de Marco Augusto, hizo construir a sus expensas, sobre un terreno público, una basílica y dos graneros. El edificio fue fundado en el s I d C y reconstruido un siglo más tarde. En el siglo IV fue transformado en basílica cristiana, sin sufrir grandes cambios. Los vándalos debieron hacer algunos destrozos, pero la iglesia no fue desafectada. Los bizantinos la restauraron, convirtiendo una parte en aceitería, indicio claro de la decadencia de la ciudad.
   Cerca se levanta un edificio cuadrifolio. Es una construcción con cuatro ábsides, donde se recibían las ofrendas de productos del campo recogidos por los jóvenes. Se pueden ver pesas de piedra, que eran destinadas a medir y recaudar las rentas de los campesinos. Uno de los ábsides data de la época severiana, los otros fueron añadidos en el s IV.
   En medio de un campo se yergue un curioso mausoleo romano. Se compone de tres cuerpos superpuestos, rematados por una pirámide, adquiriendo el conjunto una gran esbeltez. Encima de las gradas del zócalo se halla la cella, con las paredes externas decoradas con pilastras y la puerta domada con una cornisa y rematada por un relieve de figuras muy simples que representa un sacrificio. Encima de la cella hay otra, con una puerta arqueada, dotada de pronaos, aunque las dos columnas del mismo se han perdido. El monumento, además de su propia prestancia, es interesante porque se puede relacionar con toda una serie de mausoleos análogos, llamados "de aguja", difundidos en la época romana imperial por Tripolitania y los territorios correspondientes a la actual Tunicia. Pese a recordar a obeliscos, es posible que su origen sea más asiático que egipcio. El mausoleo púnico de Thugga puede considerarse un claro predecesor en Tunicia de este tipo de monumentos.
   En el Museo de Maktar se conservan estelas de la época neo-púnica, que eran utilizadas como ex-votos. Están talladas con bajorrelieves que reproducen toscamente figuras humanas ataviadas con togas de sinuosos pliegues.
  
  
  
Sufetula (Sbeitla)
  
   Tras sofocar la rebelión de las tribus nómadas de la provincia de Africa en tiempos de Tiberio, se reorganizó el territorio y se fundaron nuevas ciudades, entre ellas Sufetula, la actual Sbeitla, situada en un enclave estratégico en la encrucijada de varias rutas. Es posible que en el lugar existiera ya un santuario indígena. La estructura urbana data del siglo I d C, pero el máximo esplendor de la ciudad se dio en los siglos II y III, al obtener rango de colonia, siendo su principal fuente de recursos el cultivo del aceite, que aún se mantiene hoy en día. 
Tunicia romana   Los romanos realizaron grandes obras hidráulicas de abastecimiento de agua para la ciudad y de regadío para los campos circundantes. Durante los siglos III y IV la urbe continuó creciendo y en ella floreció el cristianismo, como lo atestiguan los numerosos restos paleocristianos y la existencia documentada de obispos, así como la celebración de un concilio provincial. Durante la ocupación de los vándalos, su nivel de vida continuó siendo próspero. En el siglo VII, Sufetula fue escenario de un importante enfrentamiento entre bizantinos y árabes. 
   De estructura urbana regular, con buenas calles pavimentadas, la ciudad disponía de foro, capitolio (compuesto por un conjunto de tres templos), teatro, anfiteatro, mercado, acueductos, termas, ninfeo y, ya en época posterior, varias basílicas cristianas.
    El foro es una amplia plaza pavimentada (60 x 70 m) del s II d C, antaño bordeada de pórticos. Está rodeado de un muro de 4 m de alto que debía ir precedido de tiendas, y fue alterado en época bizantina para convertirlo en recinto defensivo. La puerta monumental, de tres vanos, cuyas columnas adosadas sostienen una cornisa bien conservada, fue construido bajo Antonino Pio (138-161).
    En lugar de la triple cella habitual, el Capitolio (siglo II d C) presenta tres edificios adyacentes, consagrados a la triada capitolina (Júpiter, Juno y Minerva). Se trata de templos próstilos y pseudoperípteros. En el interior del Tunicia romanapodio de cada uno subyacen sendas salas abovedadas. Los templos están conectados entre sí por pasarelas sobre arcos. La decoración responde a los cánones del orden corintio, combinados con elementos claramente romanos como los arcos de medio punto, destacando el delicado refinamiento de las tallas de capiteles, frisos y cornisas.
   De la época cristiana destaca la iglesia de Severus cuyas ruinas se elevan en el emplazamiento de un templo con cella encuadrada entre dos exedras, que dataría del siglo III d C. Fue quizá catedral de la comunidad donatista. A pesar de las persecuciones que sufrió esta secta, la iglesia seguía estando en culto bajo los vándalos. El baptisterio se instaló en la cella del templo pagano.
   La iglesia de Vitalis debió servir de basílica episcopal a la comunidad católica de Sufetula. Data del siglo V, y posee cinco naves de suelos decorados con mosaicos de temas muy variados. El baptisterio se encuentra junto al ábside oriental de la iglesia, donde se sentaba el clero en las ceremonias. Tiene una escalerilla de entrada y otra de salida, y está todo él revestido de finos mosaicos, muestra tardía de la pervivencia de una técnica artística que saltó del paganismo al cristianismo sin solución de continuidad.
  
  
  
Capsa (Gafsa)
  
   La moderna ciudad de Gafsa, situada en un buen irrigado oasis en el desierto del centro-oeste de Tunicia, se levanta en el emplazamiento de la antigua Capsa, un núcleo poblacional cuyos orígenes se remontan al mesolítico, hacia 6.000 a C. El pueblo originario, habitado por etnias númidas, fue conquistado y destruido por los ejércitos de Roma en 106 a C, y posteriormente reconstruido a la manera romana. Más tarde Gafsa fue un centro de los gobernantes bizantinos, árabes, bereberes y otomanos.
   Las piscinas constituyen el único resto importante de la época romana de Capsa. Forman un conjunto de dos estanques encajonados en muros de grandes sillares donde subsisten trazas de inscripciones. Comunican entre ellos por un pasaje abovedado. Las aguas, de una limpidez perfecta a pesar de los 4 m de profundidad, provienen de manantiales que surgen la mayoría del fondo de las cisternas, a una temperatura de 31º.
  
  
  
Thysdrus (El Jem)
Tunicia romana
   La pequeña ciudad de El Jem, a unos 200 km al sur de Túnez, en plena región del Sahel, levanta su modesto caserío sobre la que fue una próspera urbe romana: Thysdrus. De probable fundación púnica, Thysdrus experimentó un gran desarrollo a partir del imperio de Adriano, cuando se adoptó el cultivo del olivo en sus planicies circundantes. El tamaño e importancia de la ciudad antigua, enclavada a medio camino de la vía que unía Hadrumetum con Taparura (Sfax), fueron muy superiores a la del burgo actual.
   Entre las ruinas de Thysdrus, sobresale de forma abrumadora el famoso anfiteatro romano del siglo III d C, el sexto más grande edificio de este tipo que se conserva en el mundo (tras el Coliseo de Roma y los anfiteatros de Capua, Puteoli, Verona y Cartago), con una cavea que tenía capacidad para 30.000 espectadores. Teniendo en cuenta la población de la ciudad (entre 30 y 40.000 habitantes), tal desmesurado aforo demuestra que los espectáculos que aquí se desarrollaban debían atraer espectadores de toda la región.
Tunicia romana   De planta elíptica, el anfiteatro mide 149 m de largo por 124 de ancho y 36 de alto. Es éste el monumento más colosal que ha dejado Roma no solo en Tunicia, sino en todo el continente africano. Su inmensa mole convierte en diminutas las casas de El Jem. Puede ser divisada desde kilómetros de distancia, asomando por encima de los campos de olivos, cultivo que supone el principal recurso económico de la comarca desde tiempo de los romanos.
    El apogeo de Thysdrus se dio en el siglo III. Hacia el 230 se emprendió la construcción del anfiteatro, bajo el proconsulado de Gordiano, gran aficionado a los espectáculos. Pero el monumental coliseo, erigido en un período de crisis, nunca fue completamente acabado y tuvo una vida muy corta. En el 238, campesinos y soldados, descontentos con la severa presión fiscal impuesta por el emperador Maximino, se rebelaron contra el procurador imperial y se acuartelaron en el anfiteatro, proclamando a Gordiano, por entonces un anciano de 80 años, emperador. Maximino respondió enviando a la legión III Augusta para derrotar a su rival, y saquear e incendiar a continuación la ciudad, que apenas llegó a recuperarse. Gordiano se suicidó en su palacio de Cartago. Su 'imperio' había durado unas semanas.
   En 1695 los partisanos de Ali Bey se acuartelaron en el anfiteatro, en el transcurso de las luchas de poder que siguieron a la muerte de Murad Bey. Mohamed Bey hizo entonces practicar una brecha en los muros del anfiteatro para reducir a los rebeldes. Desde entonces el monumento ha servido de cantera a los habitantes de El Jem.
   El Jem, la antigua Thysdrus, conserva también otros edificios de gran interés, sobre todo un conjunto de lujosas viviendas ricamente decoradas con mosaicos. 
   La Casa del Pavo Real y la Sollertiana Domus albergan un amplio repertorio de motivos icónicos, como el rapto de Ganímedes por Júpiter en forma de águila, Anfitrite y los monstruos marinos, Leda y el cisne, sátiros que persiguen a ménades, o escenas de caza y animales salvajes. En otras casas cercanas, Dioniso-Baco aparece a menudo rodeado de figuras femeninas que simbolizan las cuatro estaciones. 
   Los talleres de Thysdrus, a juzgar por la cantidad y calidad de los mosaicos supervivientes, serían de los más importantes de África, con una variedad de temas en su repertorio figurativo cuya amplitud puede apreciarse al visitar las colecciones del museo local de El Jem y el museo del Bardo en Túnez. El gran Mosaico de las Nueve Musas, fechable en la segunda mitad del siglo III d C, es pieza representativa de un tema muy prodigado en el arte mosaísta, aunque el acabado estilístico revela cierta pérdida de destreza que se dio en esta época tardía.
  
  
Tunicia romana 
Hadrumetum (Sousse)
   
   Probable fundación fenicia a orillas del Sahel, como escala en la costa africana en las rutas navales de los comerciantes de Tiro hacia la península ibérica (Gadir), Hadrumetum poseía una ventaja sobre las demás escalas: era la salida al mar de una región con gran riqueza agrícola y ganadera. La importancia de este asentamiento en época púnica queda atestiguada por los restos conservados del tophet, especie de necrópolis donde se enterraba a las víctimas de los sacrificios a la diosa Tanit y a Baal-Hammon. Durante la III Guerra Púnica, los habitantes de la ciudad, al igual que los de Utica, se posicionaron a favor de los romanos. 
   El puerto, de grandes dimensiones, es la prueba más manifiesta de la importancia de Hadrumetum, soterrada bajo la actual medina árabe de Sousse, que mantenía relaciones directas con Alejandría. Colonia a partir de Trajano, la ciudad alcanzó gran prosperidad sobre todo gracias al cultivo del olivo, y se convirtió en rival de Thysdrus en la producción y exportación de aceite. Poseía acueductos, foro, anfiteatro, circo, termas y demás monumentos públicos de los que apenas quedan trazas bajo la moderna urbe. 
   Los edificios mejor conservados, datables a partir de la época de Adriano, son las casas, pavimentadas a menudo con mosaicos, de los cuales algunos se hallan en el Museo de Sousse, custodiándose los restantes en el Museo del Bardo, en Túnez.
  
  
   
Thuburbo Majus
Tunicia romana 
   Se desconocen las fechas y circunstancias de la fundación de esta urbe antigua de la región de Túnez, aunque el topónimo de Thuburbo parece sugerir un origen bereber. Sí se sabe que Thuburbo participó en las Guerras Púnicas, como aliada de Cartago. Tras su derrota ante los ejércitos romanos, fue obligada a pagar tributos y no se le concedió, como a otras, el estatus de ciudad libre. Sin embargo, en la época imperial fue elevada al rango de municipio por Adriano, y más tarde (188) al de colonia. Su máximo apogeo le llegó en el siglo II, construyéndose por entonces los grandes monumentos públicos y las lujosas viviendas con suelos de mosaico cuyas ruinas podemos hoy contemplar. Thuburbo decayó con los conflictos bélicos de la segunda mitad del siglo III, y aunque fue reconstruida en el siglo IV, se vio muy afectada por las querellas entre donatistas y católicos. Tras la invasión de los vándalos, quedó reducida a una aldea y sus monumentos fueron reconvertidos en aceiterías.
   Del capitolio, elevado en el 168 d C en la mitad del lado noroeste del foro, no subsiste más que el podio y algunas columnas (corintias), así como la escalinata de acceso a la pronaos. La cella, donde se encontraban las estatuas de los dioses, ha desaparecido, y se han encontrado solamente la cabeza y algunas partes de una estatua de Júpiter que debía llegar a los 7 metros. Bajo el vestíbulo y el santuario había varias salas abovedadas, algunas de las cuales guardaban quizás el tesoro del templo. En el curso del tiempo tuvieron otros destinos: en la del medio se instaló una prensa de aceite.
   Las termas de invierno, contemporáneas del capitolio, fueron reconstruidas entre 395 y 408. El suelo del apodyterium (vestuario) todavía conserva los mosaicos.
   El templo de Mercurio, muy arruinado, se erigió en 211 d C, bajo los Severos. Marcado por influencias púnicas, poseía un patio con peristilo muy particular, de planta circular complicada con cuatro ábsides radiantes.
   La palestra de los Petronii debe su nombre a Petronius Felix y sus hijos, que, según una inscripción, la ofrecieron a la ciudad en 225 d C. Es un terreno de juego rodeado de un pórtico corintio adonde los habitantes de la villa venían a relajarse antes de ir a las termas. Las columnas corintias de mármol gris sostienen un entablamento de muy refinada ejecución.
   Quedan también entre las ruinas de Thuburbo Majus numerosas casas con buenos mosaicos in situ.
  
  
Tunicia romana  
Museo del Bardo (Túnez)

   El Museo Nacional del Bardo, en las afueras de Túnez capital, es el más importante museo arqueológico del Magreb y el que alberga una de las mejores colecciones de mosaicos romanos del mundo. Proceden de las incontables ruinas de ciudades romanas que subsisten en territorio tunecino, las cuales han sido objeto de excavaciones científicas desde fines del siglo XIX. 
   Inaugurado en 1888, su fondo creció gracias a la labor del Servicio de Antigüedades, más tarde Instituto Nacional de Arqueología y de las Artes. Abarca objetos y obras de arte prehistóricos, púnicos, romanos, cristianos y musulmanes, pero entre ellos despuntan, como revelador vestigio del grado de refinamiento de que llegó a gozar la civilización latina en tierras norafricanas, los hermosos y bien conservados mosaicos romanos de Tunicia. 
   Constituyen en su conjunto un libro de imágenes que ilustra el mundo de los dioses y el de los hombres. El panteón grecorromano fue para sus artistas una fuente inagotable de motivos, pero también los trabajos y los días de la gente de aquellas tierras quedan reflejados en sus menores detalles  y descritos con una viveza dramática que nos hace, remontándonos en el tiempo, identificarnos sin dificultad con sus habitantes e intuir sus vivencias. 
   En la colección Mosaicos de Tunicia mostramos una pequeña selección de mosaicos del museo, rescatados de diversas ciudades arruinadas de la Tunicia romana. De un mosaico con tema nilótico de El Alia, que enseña las labores agrícolas de una casa señorial rural, el detalle de un trabajador. Un mosaico de bello tema floral como el de Udna, compuesto de tallos verticales de mijo saliendo de jarrones y de hojas de acanto entrelazados con follajes de viñas cargadas de uva; cereales y vid que constituyen dos productos básicos en el África de la época. Mosaicos de temas mitológicos grecorromanos, donde podemos ver seres fabulosos como centauros, alegorías como la de las Cuatro Estaciones, o divinidades como Venus rodeada de amorcillos o la Diana cazadora de un famoso mosaico, entre otros ilustres personajes del panteón clásico. 






  
  
  

Tunicia romana

Bibliografía consultada

- Adam, Jean-Pierre. La construcción romana, materiales y técnicas (Editorial de los Oficios, León, 1996) 
- Cornell, Tim y Matthews, John. Roma. Legado de un imperio. Vol. II (Atlas Culturales del Mundo, Folio/Ediciones del Prado, 1992) 
- Fradier, Georges. Mosaiques romaines de Tunisie (fotos: André Martin. Ceres Productions, Túnez, 1992) 
- Pijoán, José. Summa Artis. Historia general del arte. Vol. V. El Arte Romano (Espasa-Calpe, Madrid, 1985) 
- Rinaldi, Sergio y Cappelli, Rossana. Arqueología de las ciudades perdidas. Vol. 6. Roma y el mundo romano-III (Salvat Ediciones, 1988) 
- Stierlin, Henri. The Roman Empire. Vol. 1 (Taschen's World Architecture, Taschen, 1996) 
- Ward-Perkins, John B. Arquitectura romana (colección Historia Universal de la Arquitectura, Aguilar, 1976)





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