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  EL DINOSAURIO ESTABA ALLI
El dinosaurio estaba alli  
   H
ace 120 millones de años, las tierras del norte de Soria y el sur de La Rioja (España) presentaban un aspecto muy distinto al que ofrecen en la actualidad. Esta zona árida y montañosa, surcada de barrancos, no estaba tierra adentro, sino que era la orilla de un mar que ya no existe. Y por las cenagosas marismas de sus costas pululaban los animales más grandes que han vivido en nuestro planeta: los dinosaurios.
   Braquiosaurios, iguanodontes, tiranosaurios, estegosaurios y triceratops, entre otras muchas especies de reptiles gigantes, pisaron estas tierras y dejaron sobre el barro su rastro: un sinfín de huellas petrificadas de colosales bestias que nunca el hombre pudo ver con sus ojos, pero que la paleontología ha podido reconstruir para nuestro asombro, en el más extraordinario 'parque jurásico y cretácico' que quepa imaginar. El dinosaurio estaba allí. He aquí las pruebas.
Indice de textos
Introducción
La era de los reptiles gigantes
La 'globalización' de los dinosaurios
El dinosaurio dejó su huella
  
Proceso de formación de las icnitas
Un bestiario de los tiempos remotos
Emplazamientos en Soria y La Rioja
Otros lugares de España con yacimientos de dinosaurios
Cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí
Indices de fotos
Indice 1   Villar del Río. Ventosa de San Pedro. Bretún
Indice 2   Bretún. Santa Cruz de Yanguas. Rincón de Olivedo. Cornago. Igea
Indice 3   Igea. Enciso


1.  Introducción
 

   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...

                                                                             (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)




   Aquella noche tuve pesadillas. Soñé con brumosos paisajes de helechos arborescentes y raras plantas que jamás había visto.
   En mis sueños había viajado millones de años atrás en el tiempo, a épocas primigenias en que el hombre no había hecho su aparición sobre la Tierra.
   Sin embargo la Tierra estaba infestada de extrañas bestias. Reptiles de tamaño monstruoso, con cuerpos acorazados de cuernos y placas óseas, con patas de ave gigante, rabos como látigos, ojos fulgurantes. Dotados de poderosas garras y dientes.
   Eran dinosaurios. Soñé que uno de ellos avanzaba amenazador hacia mí, dejando al caminar profundas huellas en el barro de las ciénagas. Entonces desperté sobresaltado.
   Mas cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí.
  

  
   El término 'dinosaurio' se acuñó con las palabras griegas deinos y sauros (= 'lagarto terrible'), en alusión al enorme tamaño que llegaron a alcanzar estos reptiles, siendo algunos de ellos los animales más grandes que han pisado la Tierra.
   El hombre llegó a toparse con el mamut, pero nunca conoció el dinosaurio. Cuando los primeros homínidos empezaron a poblar el planeta, los dinosaurios llevaban millones de años desaparecidos. ¿Sin dejar rastro?
   No. Afortunadamente estos animales dejaron innumerables huellas, las suficientes como para poder hoy reconstruir con un alto grado de fiabilidad sus anatomías y estudiar sus comportamientos. El pasado, por muy remoto que nos parezca, no está muerto. Sólo está enterrado. La arqueología y la paleontología se encargan de desenterrarlo y hacerlo revivir.
   Con las técnicas modernas de comparación estratigráfica y medición de isótopos radiactivos se pueden datar con cierto grado de exactitud los restos fósiles de dinosaurios que van saliendo a la luz en toda la superficie del Globo.
   Sin embargo, cuando intentamos clasificar cronológicamente la época de los dinosaurios, nos ahogamos en un río de ceros. Para nuestras limitadas mentes pocas diferencias hay entre 6, 65 ó 650 millones de años. Simplemente somos incapaces de imaginar tan grandes periodos de tiempo, porque son magnitudes inasimilables para nuestros cerebros. Ocurre con estas cifras como con las referentes a distancias astronómicas: provocan vértigo. Y dan que reflexionar. Nos hacen sentir la insignificancia de la vida humana y lo minúsculo del mundo en que nos movemos.
   Reflexionemos, pues. Si hiciéramos equivaler la historia de la Tierra a la duración de un año, el fugaz paso del hombre por este planeta no sería más que el último segundo del último día de tal año.
   Se calcula que 3 millones de años, como mucho, es el tiempo que el ser humano ha vivido sobre la Tierra. Pues bien, los dinosaurios la dominaron durante más de 140 millones de años. ¿Quién sería aquí el verdadero 'rey de la Creación'?
   Y si especies cincuenta veces más longevas que el hombre han perecido, ¿por qué la especie humana iba a estar a salvo de extinciones?
 
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2.  La era de los reptiles gigantes
 
    Los dinosaurios no son los más antiguos animales conocidos. Anteriormente a ellos hubo otras formas de vida animal. Las más antiguas descubiertas hasta hoy son microorganismos semejantes a bacterias, hallados en rocas de 3.100 millones de años. Unos 2.500 millones de años más tarde empezaron a proliferar organismos más complejos, como se comprueba por fósiles de corales, medusas y gusanos acuáticos. Todo este largo periodo en que los seres vivos dieron sus primeros balbuceos, se denomina Precámbrico.
   Se suele dividir el tiempo en que ha habido organismos vivos complejos en el planeta Tierra (los últimos 600 millones de años, o Fanerozoico = 'vida visible') en tres eras: Paleozoico, Mesozoico y Cenozoico. Los dinosaurios vivieron durante el denominado Mesozoico (= 'vida media'), encuadrado entre el Paleozoico (= 'vida antigua') y el Cenozoico (= 'vida reciente').
   El Paleozoico abarca de 600 a 225 millones de años atrás. En esta era surgieron, aunque en formas primitivas, casi todos los grupos principales de la flora y fauna que conocemos en la actualidad.
   El lapso del Mesozoico abarca desde hace 225 hasta hace 64 millones de años. En el Mesozoico, además de los saurios gigantes, vieron la luz otros tipos primigenios de mamíferos, aves, insectos y plantas, cuya descendencia en gran parte sobrevive aún hoy. A finales del Mesozoico se produce la extinción masiva de los dinosaurios.
   El Cenozoico comprende desde 64 millones atrás hasta nuestros días. Es la era en que se desarrollan las actuales especies de mamíferos y aves. Sin embargo, los primeros homínidos no hicieron su aparición hasta su fase más inmediatamente reciente. El hombre, en concreto, hace sólo 2 ó 3 millones de años.
   
   El Mesozoico, la era en que 'los dinosaurios dominaban la Tierra', se subdivide a su vez en tres períodos: Triásico, Jurásico y Cretácico.
   A finales del Triásico (225-200 millones de años atrás) dieron sus primeros pasos los saurios más primitivos, por lo general de pequeño tamaño.
   En el Jurásico (200-135 millones de años) se produjo la gran explosión biológica de estos reptiles, con la aparición de variadas especies, muchas de gran tamaño, así como su dispersión por todos los continentes.
   El fenómeno se prolongó durante el Cretácico (135-64 millones de años), con una gran diversificación de especies unida a la aparición de otras nuevas, hasta que en la última fase del Cretácico Inferior o final, hace unos 64 millones de años, sobrevino la total extinción de estos lagartos terribles, por causas aún no bien determinadas del todo.
   Los registros geológicos de los más antiguos estratos del Cenozoico, es decir, los inmediatamente posteriores al Cretácico, no presentan ya ni el más mínimo vestigio de la pervivencia de dinosaurios.
   Por lo tanto, cuando nacieron los primeros seres humanos, hacía más de 60 millones de años que los dinosaurios se habían extinguido. Adán no le pudo poner nombre al brontosaurio.
   Las causas que han barajado los científicos para explicar esta repentina desaparición se sustentan en teorías, ninguna de ellas plenamente satisfactoria. Cambios orográficos, cambios de temperatura, cambios en la vegetación y dieta, epidemias, aparición de mamíferos depredadores de huevos de dinosaurio, cataclismos climáticos causados por impactos de meteoritos...
Dinosaurio. Helecho arborescente   Conviene tener en cuenta, sin embargo, que la de los dinosaurios no es la única extinción de seres vivos que se ha dado en la historia de nuestro planeta. Se han registrado por lo menos cinco ocasiones en que la fauna y la flora existentes hasta el momento desaparecieron casi íntegramente, sobreviviendo sólo unas pocas formas de vida, a partir de las cuales se desarrollaron por evolución nuevas especies. La más importante de estas extinciones masivas se produjo antes de la era de los dinosaurios: a mediados del Pérmico, hace unos 330 millones de años, en que se desvaneció el 95% de los seres vivos de la Tierra. En otras veintiún extinciones parciales pereció entre el 30 y el 60% de los animales y plantas, siendo las más recientes las que se produjeron en el Eoceno (hace 57 millones de años) y en el Plioceno (hace 5 millones de años).
   Y también hay que constatar, en contraposición, que otros grupos zoológicos coetáneos de los dinosaurios lograron sobrevivir hasta nuestros días. Mencionemos entre ellos: los cocodrilos, primos hermanos de los dinosaurios; las tortugas, las más antiguas de cuyas especies provienen del Triásico; los ofidios y lagartos, entre los cuales destaca el célebre dragón de Komodo, un varano o monitor gigante endémico de unas pequeñas islas de Indonesia, que es el reptil más grande hoy viviente. Todos ellos son descendientes directos de la fauna del Mesozoico. De la flora de aquel tiempo también hay ejemplares supervivientes: pongamos como ejemplo los helechos arborescentes de la isla de Java, también en Indonesia, plantas de las que se han hallado restos fósiles de más de 300 millones de años de antigüedad. La vida se abre camino a través del tiempo, y, en expresión de Nietzsche, "se supera a sí misma".

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3.  La 'globalización' de los dinosaurios
 
   Para comprender la evolución y la distribución geográfica de los dinosaurios, hay que combinar la cronología temporal con las coordenadas espaciales. En la época de los dinosaurios la Tierra no presentaba el aspecto que tiene en la actualidad. Con el transcurso de las eras, los continentes se mueven. Las tres dimensiones del espacio cambian en función de una cuarta dimensión que es el tiempo, aunque estos cambios del continuum espacio-temporal sólo son apreciables cuando intervienen grandes cifras.
   El hecho de que unas mismas variedades de dinosaurios hayan aparecido en los más distintos rincones del Globo, en continentes aislados y alejados entre sí, no viene sino a confirmar la teoría de la deriva de los continentes.
   Los continentes se desplazan por el movimiento de las placas tectónicas de la corteza terrestre. La energía que propulsa el sistema es generada por el calor del magma incandescente interno de nuestro planeta. La circulación de las rocas fundidas del manto arrastra grandes masas superficiales de la corteza terrestre por fricción. Estas placas chocan o se separan, los continentes 'flotan' sobre ellas, los mapas se modifican. Todo ello a un ritmo, imperceptible para el ojo humano, de unos pocos centímetros por año. Multiplicados esos centímetros por millones de años, las distancias se hacen considerables.
   Cualquiera que contemple un mapamundi puede observar por sí mismo que el perfil occidental de África coincide con el perfil oriental de Sudamérica, e intuir que en algún momento del pasado esas dos piezas del puzzle pudieron estar ajustadas, el actual Brasil tocando al actual Camerún.
   En el Triásico hubo un gran continente de continentes –se le llama Pangea– que a lo largo de millones de años se fue desgajando en trozos, los continentes derivando y dejando entrar brazos de mar en extensiones que antes eran planicies de tierra. Territorios que hoy están muy separados, estuvieron juntos, y viceversa.
   Este fenómeno se ha demostrado, además de por mediciones paleomagnéticas (que detectan en las rocas las variaciones de dirección del magnetismo terrestre a lo largo de las eras), por las numerosas pruebas físicas que constituyen los restos de fauna aparecidos en países muy alejados entre sí. Así, de un extraño animal del Triásico parecido al cerdo, llamado Lystrosaurus, han aparecido restos en Sudáfrica, India, China, Australia y la Antártida.
   En el Jurásico, aunque el supercontinente Pangea ya se estaba desmembrando en vastos fragmentos, algunos continentes todavía mantenían líneas de contacto, como se deduce de la semejanza entre los fósiles de diplodocos e iguanodontes descubiertos tanto en África como en Norteamérica.
   En el Cretácico continúa la separación de los continentes, y su perfil ya se va aproximando más al mapa actual del mundo. El océano Atlántico se expande y Sudamérica se escinde de África. Las nuevas configuraciones territoriales afectaron a la distribución de los dinosaurios. En tierras que llegaron a quedar aisladas –como la Patagonia– se produjeron evoluciones endógenas o restringidas de la fauna, surgiendo especies estrambóticas remotamente emparentadas con las demás, pero a la vez muy diferentes (Argentinosaurus, Giganotosaurus...), mientras que en regiones que todavía permanecían adyacentes –como Asia oriental y América del Norte, conectadas por el estrecho de Bering–, los paleontólogos han detectado a ambos lados dinosaurios de las mismas especies.
   No ha de extrañar por ello que en la zona geográfica donde centramos nuestra exposición de fotografías (Soria y La Rioja, en España), podamos contemplar huellas de dinosaurios, como por ejemplo de iguanodóntidos, que se sabe habitaron también en los territorios de actuales países y continentes bien alejados de estos lugares, como lo evidencian los restos similares hallados en Gran Bretaña, los Urales, Australia o América del Norte.

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4.  El dinosaurio dejó su huella
 
   "–¡Miren esto! –dijo–. ¡Por Dios, ésta debe ser la huella del padre de todos los pájaros!
   En el lodo blando que teníamos delante se imprimía la enorme pisada de un pie con tres dedos. Aquel ser, cualquiera que fuese, había cruzado el pantano y se había introducido en el bosque. Todos nos detuvimos para examinar la monstruosa marca. (...)
   –¡Wealden! –gritó Challenger extasiado–. Yo las he visto en la arcilla del Weald. Es un animal que camina erecto sobre sus patas de tres dedos, y que a veces apoya una de sus garras delanteras de cinco dedos en el suelo. No es un pájaro, mi querido Roxton... no es un pájaro.
   –¿Es un animal cuadrúpedo?
   –No; es un reptil... un dinosaurio. Ningún otro ser podría haber dejado semejantes huellas."
   (Arthur Conan Doyle, 'El Mundo Perdido')
  
   Con el paso de los milenios la materia orgánica muerta (de animales o de plantas), bajo determinadas condiciones, tiende a fosilizarse, a convertirse en piedra.
   La mayoría de los dinosaurios hasta hoy conocidos eran terrestres. Al morir, sus despojos eran presa de animales carroñeros y desaparecían por completo. Dinosaurio. Rastro de icnitasNo obstante, en los casos en que el cadáver del dinosaurio quedaba sepultado por sedimentos de barro, por ejemplo al ser arrastrado por corrientes de agua al fondo de un lago o del mar, los componentes más duros de su organismo podían experimentar a la larga un proceso de litificación. Se transformaban en fósiles.
    Restos fosilizados de dinosaurios, de sus huesos, sus uñas, sus dientes, han sido hallados en todos los continentes. Estudiados en conjunto nos proporcionan una abundantísima información sobre la morfología, evolución y pautas de vida de estos animales.
   Además de este tipo de fósiles existen otras categorías de vestigios fósiles, que no consisten en restos anatómicos del dinosaurio, sino en trazas indirectas de su paso o actividades, como por ejemplo sus excrementos petrificados (o coprolitos), sus roeduras o sus madrigueras.
    Las huellas de dinosaurios (o icnitas) y los rastros o senderos de huellas alineadas que estos animales imprimían sobre el barro al caminar figuran entre los vestigios fósiles más abundantes en todo el mundo. La base de barro, al metamorfosearse en piedra, las conservó para el futuro.
   Toda una rama de la paleontología (la 'icnología' o estudio de las huellas) se dedica a investigar icnitas y senderos de icnitas. A partir de estas huellas se puede no sólo identificar aproximativamente las especies de saurios, sino inferir datos como su volumen, peso y altura, las trayectorias de sus movimientos, la velocidad a la que avanzaban, o si se agrupaban en manadas gregarias.
    Las icnitas son también los vestigios fósiles de dinosaurios que más abundan en Soria y La Rioja. Entre las Tierras Altas de Soria y La Rioja Baja se extiende una zona montañosa de estratos sedimentarios con cierto grado de inclinación que datan del Cretácico Inferior.Dinosaurio. Huella de cuerpo yacente Con la erosión y los corrimientos de tierras van aflorando aquí y allá capas de rocas planas, de aspecto pizarroso, que dejan al descubierto, para pasmo del visitante, numerosas improntas de descomunales pies de tres dedos, pertenecientes a bestias gigantes que nunca hemos visto con nuestros ojos, si no es en sueños o en ficciones.
    No sólo es la cantidad de emplazamientos, ni la cantidad de huellas (se cuentan por miles), lo que nos asombra. Es también la gran diversidad de formas que dibujan las huellas, de las que el observador menos experto puede deducir a simple vista y sin lugar a dudas que fueron estampadas por muy distintos animales.
   Huellas con tres dedos afilados como si fueran de aves gigantes, huellas palmeadas, huellas redondeadas como de elefante o rinoceronte, largos recorridos de huellas consecutivas, grupos de huellas de animales en manada, surcos serpeantes trazados por el arrastre del rabo de un reptil (en Munilla, La Rioja), concavidades dejadas por los cuerpos yacentes de los dinosaurios (en Bretún, Soria)...
   Otros vestigios indirectos como las heces fosilizadas o coprolitos suministran información sobre los alimentos que ingerían estos animales. Aparecen también gastrolitos, piedras muy pulimentadas que los dinosaurios, a la manera de algunas aves, llevaban en el estómago para ayudar en su digestión.
   La cantidad y variedad de evidencias son abrumadoras. El dinosaurio estuvo allí.
  
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5.  Proceso de formación de las icnitas

   Los dinosaurios dejan las marcas de sus pies estampadas en el barro.
   El barro, al secarse, se endurece y las huellas quedan marcadas, si bien la mayoría desaparecen.
   El agua, en su ir y venir, arrastra sedimentos de distintas materias. Estos sedimentos se depositan sobre la huella, la rellenan y la sepultan. Una huella cubierta de un barro de distinto tipo, se conserva diferenciada.
   Con el paso del tiempo se produce un proceso de litificación. El barro se va endureciendo hasta petrificarse, transformándose en roca.
   Los plegamientos geológicos y la erosión hacen aflorar en ciertos lugares los estratos correspondientes a estas rocas, algunas de cuyas capas están perforadas de huellas.
   Aparece con frecuencia no sólo la huella, sino también el relleno petrificado: la contrahuella. Son el molde y el contramolde del pie del dinosaurio.

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6.  Un bestiario de los tiempos remotos
 
   Son tales la cantidad y diversidad zoológica de los saurios del Mesozoico descubiertos hasta hoy, unidas al hecho de que constantemente se están exhumando nuevos ejemplares, que resulta sumamente compleja la clasificación de los dinosaurios en órdenes, familias, géneros y especies, así como la reconstrucción de su árbol genealógico evolutivo, que se ramifica a lo largo de millones de años.
   Enumeramos algunos de los criterios elementales de clasificación taxonómica que maneja la ciencia, basados en el estudio de los esqueletos, restos fósiles y huellas encontrados.

Por la dieta:
   - herbívoros;
   - carnívoros;
   - piscívoros o ictiófagos (comedores de peces);
   - omnívoros (incluyendo plantas, animales y huevos).

Por el medio en que transitan:
   - terrestres;
   - acuáticos (como el ictiosaurio y el plesiosaurio);
   - voladores (como el pterodáctilo);
   - anfibios (como el recién descubierto Tiktaalik, una especie de 'pez-cocodrilo', posible eslabón evolutivo entre los animales acuáticos y terrestres).

Por la forma de gestación:
   - ovíparos;
   - vivíparos (se da la particularidad de que la mayoría de los dinosaurios de medios acuáticos parían directamente crías vivas, mientras que la mayoría de los terrestres depositaban huevos);
   - ovovivíparos (conservaban los huevos en el vientre hasta su eclosión).

Por la estructura de la cadera:
   -saurisquios: con cadera de reptil;
   -ornistiquios: con cadera de ave.
   Este criterio de diferenciación, basado en la distinta disposición de los huesos de la pelvis, es básico, pues divide el grupo de los dinosaurios en dos órdenes: Saurischia y Ornistichia.
Dinosaurio. Huella de teropodo
Por el número de patas sobre las que se apoyan:
   - bípedos: sobre dos patas;
   - cuadrúpedos: sobre cuatro patas;
   - semi-cuadrúpedos: se apoyan a veces sobre dos patas, a veces sobre cuatro.

Por los tipos de patas:

    - ornitópodos (= 'pies de ave'): pertenecientes a dinosaurios herbívoros, bípedos o semicuadrúpedos, tipo iguanodon; sus pies cuentan con tres dedos, o sea, son tridáctilos, pero los dedos son de formas redondeadas, parecidos a las de las aves;
Dinosaurio. Huella de ornitopodo
    - terópodos (= 'pies de bestia'): pertenecientes a dinosaurios carnívoros y bípedos, tipo tyrannosaurus; son tridáctilos, pero con los dedos más delgados y puntiagudos que las de los ornitópodos. Tenían uñas afiladas como garras y a veces almohadillas para proteger las articulaciones;
  
    - saurópodos (= 'pies de reptil'): pertenecientes a dinosaurios herbívoros y cuadrúpedos, tipo diplodocus; sus huellas, semejantes a las de los paquidermos, son muy Dinosaurio. Huella de sauropodoredondeadas y apenas se distinguen los dedos.
  
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   Como se puede ver, las pautas de identificación y diferenciación de los dinosaurios son múltiples y se apoyan en criterios muy distintos. Siendo cada una de ellas válida en sí, el problema surge cuando hay que combinarlas, rellenando las numerosas lagunas existentes, para articular una clasificación general, un árbol genealógico completo de esta fauna primitiva. Las diferentes divisiones nos remiten a grupos de animales que forman entre sí unas veces conjuntos disjuntos, otras, conjuntos que se intersectan, o también conjuntos circunscritos, donde una categoría engloba a otra entera.
   Los chinos fueron los primeros en hallar huesos de saurios gigantes y describirlos, en el más antiguo registro histórico que se conoce de este tipo (265-317 d C, provincia de Sichuan, región pródiga en restos de dinosaurios). Los clasificaron como huesos de dragones.
   Para nada ha de extrañarnos su ingenuidad. También en occidente el descubrimiento de los dinosaurios trastornó todas la ideas tradicionales sobre el desarrollo de la vida en el mundo, y es aún fuente de controversias entre evolucionistas y creacionistas. Y en la actualidad sigue habiendo motivos para estar perplejos. No pasan dos días sin que salten a los medios de comunicación noticias de hallazgos de nuevas especies desconocidas o de nuevas variedades dentro de especies conocidas de saurios primigenios.
   Por ejemplo, y sin salir de China, la revista Biology Letters ha publicado (diciembre 2006) el descubrimiento, por un equipo de paleontólogos de aquel país, del fósil de un reptil con dos cabezas que vivió hace unos 140 millones de años. Se trata de choristoderan, un reptil acuático del Cretácico. Su doble testa es producto de una malformación, el primer ejemplo conocido de este tipo, que se da también hoy en día con cierta frecuencia entre serpientes y otros reptiles. Viendo una fotografía del fósil cualquier persona con un poco de imaginación podría concluir que pertenece a un dragón de dos cabezas. La naturaleza imitando a la leyenda.
   No podemos evitar que estas cuestiones nos traigan a la mente el curioso sistema de clasificación de animales que transcribe Jorge Luis Borges en su ensayo 'El idioma analítico de John Wilkins':
   "Esas ambigüedades, redundancias y deficiencias recuerdan las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas."
   Más adelante Borges añade:
   "No hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo."
   (Jorge Luis Borges, 'Otras inquisiciones')
  
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   No obstante, la paleontología moderna ha logrado bosquejar, con arduo trabajo, y manejando miles de datos, una clasificación casi integral de los dinosaurios conocidos. Una somera enumeración dará una idea de su prolijidad.
   Ya hemos adelantado que los tipos de dinosaurios se pueden dividir, según la posición de los huesos de la pelvis, en dos órdenes: Saurischia y Ornistichia (= 'con cadera de reptil' y 'con cadera de ave', respectivamente).
   El orden Saurischia se divide en dos grupos:
   - Theropoda (= 'con pies de bestia'). Suelen ser bípedos, carnívoros, y adoptan una gran variedad de formas y tamaños.
   - Sauropodomorpha (= 'con pies de tipo reptil'). Suelen ser herbívoros u omnívoros.
   El orden Ornistichia se divide en los siguientes grupos:
   - Ornithopoda (= 'con pies de ave').
   - Ceratopia (= 'con cuernos en el rostro').
   - 'Pachycephalosaurus' (= 'reptil de cabeza gruesa').
   - Stegosauria (= 'reptiles techados', en referencia a las láminas óseas que erizaban sus lomos).
   - Ankylosauria (= 'reptiles acorazados', en referencia a las placas óseas que blindaban todo su cuerpo y cabeza).
  
   No acaban aquí las ramificaciones. Cada grupo principal abarca a su vez distintos tipos de dinosaurios que se pueden emparentar, genéticamente hablando, en 'familias'.
   Así, en el grupo de los terópodos se pueden distinguir las siguientes:
   - 'Coelurosaurios' (= 'reptiles rabihuecos').
   - Ornitomimosaurios (= 'reptiles semejantes a un ave', apodados también 'dinosaurios avestruz').
   - Ovirraptosaurios (= 'reptiles ladrones de huevos').
   - Saurornitóididos (= 'reptiles parecidos a aves').
   - Dromeosáuridos (= 'reptiles corredores').
   - 'Carnosaurios' (= 'reptiles carnívoros').
   - Tyranosáuridos (= 'reptiles tiranos').
   - Terópodos varios (como Segisaurus, Chirostenotes, Macrophalangia, Elmisaurus, Avimimus, Segnosaurus, Noasaurus, Therizinosaurus...).
   En el grupo de los saurópodos se distinguen:
   - Prosaurópodos (reptiles primitivos aparecidos en el Triásico, predecesores de los saurópodos).
   - Diplodócidos (= 'de doble viga').
   - Camarasáuridos (= 'reptiles con cámaras').
   - Braquiosáuridos (= 'reptiles-brazo').
   - Saurópodos varios (como Vulcanodon, Barapasaurus, Saltasaurus, Titanosaurus, Cetiosauriscus, Opisthocoelicaudia...).
   En el grupo de los ornitópodos:
   - Fabrosáuridos (= 'reptiles de Fabre').
   - Heterodontosáuridos (= 'reptiles de dientes variados').
   - Hypsilophodóntidos (= 'con dientes de puntas altas').
   - Iguanodóntidos (= 'con dientes de iguana').
   - Hadrosáuridos (= 'grandes reptiles').
   En el grupo Ceratopia:
   - Psitacosaurios (= 'reptiles loro').
   - Ceratópsidos (= 'rostros astados').
   En el grupo Ankylosauria:
   - Nodosáuridos (= 'reptiles nodulares').
   - Anquilosáuridos (= 'reptiles acorazados').
  
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   Podríamos seguir con las divisiones y subdivisiones de la estirpe genealógica del dinosaurio, ya que cada familia comprende varios géneros, y cada género se compone de diversas especies. Por ejemplo, entre los iguanodóntidos (por elegir una familia animal muy numerosa en la zona en que centramos nuestra exposición) se pueden distinguir Camptosaurus, Uranosaurus, Muttaburrasaurus, Iguanodon, etc. Pero la enumeración se haría interminable. Baste con lo consignado hasta aquí, aunque la relación sea muy incompleta, para obtener una ligera noción de la abrumadora complejidad del sistema de clasificación zoológica de los saurios gigantes del Mesozoico.
   Nos limitaremos a añadir, para terminar, unas breves descripciones de algunos de los dinosaurios más característicos cuyas huellas han aparecido en La Rioja y Soria.

Iguanodonte
Iguanodonte
  
    Iguanodon (= 'con dientes de iguana'). Los dinosaurios iguanodóntidos eran ornitópodos que podían caminar a dos o a cuatro patas. Sus restos han sido hallados en distintos continentes alejados entre sí. Provenientes del periodo Jurásico, convivieron con los hipsilofodóntidos, pero la feroz competencia de un grupo de ornitópodos más avanzados, los hadrosáuridos, acarreó su casi total extinción en el planeta. Con la excepción de Europa occidental, donde siguieron viviendo hasta el final del Cretácico.
   Eran herbívoros. De unos 10 m de longitud. Tenían el cráneo grande y un hocico alargado, con una mandíbula de dentadura numerosa, rematada en un pico córneo y desdentado. Garras anchas y chatas a modo de pezuñas en sus extremidades, y grandes pitones en los pulgares, que les servían de defensa y para acercar las ramas de los árboles a la boca. Se cree que vivían en manadas. 
  
    

Estegosauro 
Estegosaurio
   Stegosaurus (= 'reptil con techo'). Este extraño animal, de perfil muy diferente al del resto de los dinosaurios, recibe su nombre de la doble hilera de láminas óseas alternadas, semejantes a escudos, que recorre su lomo de la cabeza a la cola. Originarios del Jurásico, eran ornistiquios cuadrúpedos herbívoros, de 6 a 8 m de largo, de cabeza proporcionalmente muy pequeña, y provistos de púas caudales –una suerte de cuernos en el rabo– con fines defensivos. Se conjetura que sus características láminas dorsales tendrían como función captar la energía del sol para calentar sus enormes cuerpos, a modo de placas solares. Hay que consignar a este respecto que la mayoría de los dinosaurios, a diferencia de los actuales reptiles, serían animales 'de sangre caliente'.
   Son abundantísimos los restos de estegosaurios (y de sus parientes de los géneros Tuojiangosaurus, Kentrosaurus, Craterosaurus, Lexovisaurus, Dravidosaurus, Paranthodon, etc.) hallados en Norteamérica, Europa, África y China, entre otros lugares.
  

Triceratops 
Triceratops
  
   Los dinosaurios ceratópsidos, o con cuernos, son grandes cuadrúpedos ornistiquios herbívoros de cola relativamente corta, pero de fornidas patas traseras, más largas que las delanteras. Pachyrhinosaurus, Brachyceratops, Centrosaurus y Styracosaurus son algunos de los géneros en que se divide este grupo, que tiene sus antecesores en los protoceratópsidos.
   Triceratops (= 'con tres cuernos en el rostro') es el más abundante y conocido. Además de por su cabeza astada, que evoca vagamente el perfil de nuestros actuales rinocerontes, llama la atención por su 'cubrenuca', una lámina parietal de protuberancias óseas cubriendo la parte superior de su cuello y el arranque del lomo, que al parecer serviría a modo de contrapeso para su voluminosa cabeza. Podía alcanzar los 9 m de largo y más de 5 toneladas de peso.
  
  
     

Braquiosaurio
Braquiosaurio
   Brachiosaurus (brachio = brazo). Reptil saurisquio cuadrúpedo herbívoro de robustos brazos o patas delanteras, más largas que las patas traseras, y de largo cuello, parecido al de una jirafa gigantesca. Estas peculiaridades anatómicas lo hacía muy apto para ramonear follajes altos. Era pariente de los camarasáuridos y diplodócidos, animales de similar perfil y tamaño.
   El braquiosaurio poseía en la coronilla una cámara o protuberancia nasal, que le dotaba de un excelente sentido del olfato. Es uno de los dinosaurios más grandes que han existido, pudiendo alcanzar los 21 m de longitud, así como un peso de 70 toneladas.

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7.  Emplazamientos en Soria y La Rioja
  
   En La Rioja
   La Rioja Baja (Camero Viejo)
  
   En Soria
   Las Tierras Altas de Soria
  
  
   En el Jurásico el mar de Tethys cubría gran parte de Europa. Penetraba en lo que hoy es la cuenca del Ebro, en la Península Ibérica. Esta península no existía como tal.
   En el Cretácico (135-64 millones de años atrás), las tierras riojanas de Cameros y las Tierras Altas de Soria, con los valles del Iregua, Leza, Cidacos y Alhama, y las sierras de Camero Viejo, Préjano, Bellanera... formaban un gran delta fluvial de tierras pantanosas que desembocaba en el mar.
   Por estas marismas y lodazales transitaban los dinosaurios, dejando para la posteridad impresas sus huellas en todos aquellos barros. Algunas especies se alimentaban de grandes peces que capturaban con contundentes zarpazos en estas aguas poco profundas. Ciertas poblaciones de herbívoros estaban asentadas en la zona, mientras otras (carnívoros) eran migratorias.
   Es tal la profusión de animales del Cretácico detectados en los yacimientos de La Rioja-Soria, que incluso se ha documentado el descubrimiento en esta región de especies nuevas, desconocidas por la ciencia en el resto del mundo. Tres pequeños pueblos riojanos han tenido el privilegio de prestar su topónimo para bautizar a estas extrañas especies: Enciso, Igea y Préjano.
   Cerca de Enciso se descubrieron los vestigios de un bípedo plantígrado con membranas entre los dedos: Theroplantigrada encisensis. En Igea aparecieron restos de un ornitópodo palmeado: Hadrosaurchnoides igeensis. De Préjano provienen los huesos de un reptil volador: Prejanopterus curvirostra.
   Desde los años 70, diversas instituciones científicas, bajo los auspicios del Gobierno de La Rioja y la Junta de Castilla-León, vienen dedicándose a identificar, estudiar y sacar a la luz pública el ingente patrimonio paleontológico que albergan estas tierras en todo lo referente a la fauna y flora de la era de los dinosaurios. Este proyecto de puesta en valor incluye la creación de varios museos, dotados de sus correspondientes laboratorios de investigación, que exhiben, debidamente documentados, los huesos y restos fósiles que han llegado a nuestros días de estos gigantescos animales.
   Los promotores han tenido también la buena idea de instalar cerca de algunos de los yacimientos más representativos de icnitas de La Rioja y Soria reproducciones a tamaño natural de los diferentes dinosaurios que vivieron e imprimieron sus huellas en estos lugares. Además de ayudar a localizar los sitios desde lejos, estos gigantescos facsímiles ofrecen la ventaja de transmitirnos una idea muy clara del aspecto y tamaño de estos animales, cuyos vestigios podemos rastrear por doquier en toda la región.  
  
Soria

Villar del Río
Fotos 01 y 02
   Yacimiento de huellas de Fuentelsalvo. Aula paleontológica.
   Reproducción de braquiosaurio.
  
Bretún
Fotos 05 a 16
   Yacimientos de icnitas y de cuerpos de dinosaurios tumbados. Numerosos coprolitos. En el Corral de la Peña, y en otros huertos y terrenos del pueblo y sus alrededores.
   Reproducción de triceratops.
   En las cercanías de Bretún: afloramientos de Matecasa y Fuente la Corte, con centenares de icnitas, muchas de las cuales forman recorridos. Reproducción de un dinosaurio bípedo.
  
Santa Cruz de Yanguas
Fotos 17 y 18
   Yacimientos de icnitas de Santa Cruz y de Los Tormos.
   Reproducción de estegosaurio.
  
Ventosa de San Pedro
Fotos 03 y 04
   Yacimientos de icnitas en las cercanías del pueblo.
   Reproducción de iguanodonte.
  
Garray
  

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La Rioja
    
Soto en Cameros
   Dos yacimientos de icnitas, Soto 1 y Soto2, éste último con 154 huellas realizadas por manadas de dinosaurios saurópodos.
  
Préjano
   En este lugar se descubrieron los restos de un reptil volador, Prejanopterus curvirostra, desconocido hasta entonces por la ciencia.
   - Yacimiento de Valdeté, con un rastro de 11 huellas bien conservadas de un dinosaurio bípedo herbívoro que cojeaba.
   - Yacimiento de Valdemurillo, con huellas de un gigantesco dinosaurio cuadrúpedo.
  
Arnedillo
   - Yacimiento de La Mata.
   Cerca del pintoresco pueblo de Arnedillo, renombrado por sus aguas termales, se pueden ver 19 huellas de dinosaurios carnívoros, poco profundas pero bien dibujadas.
  
Peroblasco
   - Yacimiento de Las Hoyas.
   10 huellas de dinosaurios carnívoros, tres de ellas formando rastro.
  
Enciso
   Gran abundancia de yacimientos en sus alrededores, con 1.400 icnitas catalogadas.
   Centro Paleontológico de Enciso. Situado en el mismo pueblo, su objeto es el estudio y la divulgación del patrimonio paleontológico de la zona, con especial atención a los restos y huellas de dinosaurios. Exhibe al público fósiles de cráneos, huevos, garras y dientes de estos reptiles. Aquí están los huesos de Prejanopterus curvirostra, un reptil volador desconocido hasta hace poco por la ciencia y descubierto en el cercano pueblo de Préjano, de donde toma su nombre.
   Se muestran también reproducciones de estos animales a tamaño natural.
   - La Virgen del Campo
   En un barranco en el que se aprecian evidencias de corrimientos de terreno por un terremoto, se hallan más de 500 icnitas. Se puede ver el rastro de un dinosaurio carnívoro que se encuentra con otro herbívoro, trazas del arrastre de la cola, e incluso arañazos. Hay también en la zona abundantes fósiles de conchas de moluscos bivalvos, y rizaduras o 'ripples', ondulaciones de las arenas dibujadas por el oleaje y luego petrificadas.
   En este mismo paraje se ha descubierto recientemente una serie de 12 marcas consecutivas de arañazos fosilizados, siguiendo un trayecto de 14 m, que parecen constituir la primera evidencia científica de que en La Rioja había dinosaurios que nadaban. Según los paleontólogos Rubén Ezcarra, del la fundación Patrimonio Paleontológico de La Rioja, y Loic Costeur, de la Universidad de Nantes, estas marcas corresponderían a las de un dinosaurio terópodo no volador que avanzaba flotando sobre el agua y dejaba con sus uñas arañazos en el fondo de barro de una laguna.
   - La Senoba
   Yacimiento de icnitas en buen estado de conservación. Cuenta con 130 pisadas de dinosaurios carnívoros terópodos y ornitópodos, algunas alineadas formando rastros del avance de los animales.
   - Valdecevillo
Fotos 26 a 36
   Recorriendo un largo estrato ascendente que aflora dominando el barranco de Valdecevillo, se pueden distinguir gran cantidad de huellas pertenecientes a distintas especies de dinosaurios, algunas agrupadas en una posible manada familiar.
   Al comienzo del estrato se ven cuatro bien conservadas icnitas de terópodos, o dinosaurios bípedos carnívoros que podían alcanzar los 10 m de largo. Más arriba se han identificado las pisadas de una familia de iguanodontes, con dos adultos y una cría. En la parte alta hay 60 huellas de saurópodos cuadrúpedos, y otras aún sin clasificar.
   En este lugar se levantan reproducciones a tamaño natural de los dinosaurios que dejaron sus huellas por allí: un tarbosaurio (carnívoro emparentado con los tiranosaurios), un enorme braquiosaurio de 23 m, un iguanodóntido y un grupo familiar de herbívoros bípedos.
   - Yacimiento Icnitas 3
   21 pisadas de terópodos de varios tamaños distribuidas en cuatro rastros.
  
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El Villar-Poyales
   Yacimiento con 84 icnitas. 20 huellas de un teroplantígrado (Theroplantigrada encisensis), dinosaurio bípedo descubierto aquí por primera vez, con características de plantígrado (es decir, que apoyaba en el suelo toda la planta del pie y no sólo los dedos), pero dotado de membranas interdigitales, lo que le volvían apto para un medio acuático.
   Se pueden apreciar cuatro rastros de dinosaurios carnívoros, con marcas de las uñas y las almohadillas. Uno de estos rastros pertenecen a un dinosaurio de menos de 75 cm de alto, el más pequeño de los detectados en esta región.
  
Navalsaz
   138 icnitas, en su mayoría de ornitópodos. Algunas de las huellas son muy grandes, superando los 60 cm. Pisadas de un gigantesco iguanodonte, del que sólo sus patas medirían más de cinco metros.
  
La Cuesta de Andorra
   21 icnitas de un ornitópodo iguanodóntido de gran tamaño, con patas de más de dos metros y pies dotados de almohadillas.
  
Munilla
   - Barranco de la Canal
   Un largo recorrido de 33 huellas seguidas de un dinosaurio herbívoro, el rastro de icnitas más prolongado de los descubiertos en la región.
   - Peñaportillo
   Una gran muestra de distintos tipos de icnitas de dinosaurios carnívoros, muchas siguiendo largos rastros (hasta de 17 huellas). Entre ellas pueden diferenciarse rastros de grupos de coelurosaurios ('reptiles de rabo hueco'), una variedad de terópodos pequeños y muy ágiles.
   En este lugar destaca la insólita huella de un rabo de un dinosaurio. Se trata de un herbívoro, quizá un estegosaurio, que avanzó arrastrando la cola por el suelo, y dejó impreso en el barro un reguero serpenteante.
 
Igea
Fotos 23, 24 y 25
   Igea tiene el honor de haber dado nombre a una nueva especie de dinosaurio ornitópodo palmeado descubierto aquí, en la Era del Peladillo: Hadrosaurchnoides igeensis.
   El Centro de Interpretación Paleontológica de La Rioja, en el pueblo, ofrece una didáctica exposición de los hallazgos en esta zona de fauna y flora del Cretácico, que incluye toda clase de fósiles, icnitas con molde y contramolde, huesos, uñas y dientes de dinosaurios, restos de peces hoy extinguidos (Hybodus y Lepidotes) con los que se alimentaban algunos dinosaurios ictiófagos, coprolitos, gastrolitos, fósiles de crustáceos y moluscos lacustres y marinos, plantas petrificadas (como araucarias y helechos arborescentes), etc. Sus instalaciones incluyen un almacén y un laboratorio. Unos dioramas exhiben con gran colorido reproducciones de los dinosaurios que pululaban por el lugar. Por ejemplo: Baryonix, un terópodo bípedo de hasta 10 m de largo, comedor de peces, del que también se han hallado restos en Surrey, Inglaterra, por lo que se conjetura que en el pasado La Rioja y Gran Bretaña podrían haber estado conectadas. Se expone también el esqueleto más completo hallado en España de un hypsilofodóntido, dinosaurio ornitópodo herbívoro de pequeño tamaño (de 0,9 a 4 m).
   A 4 km del pueblo en dirección a Cornago, se puede ver tumbado en tierra un tronco fósil de conífera de 11 m (su tamaño ha ido disminuyendo con los años, no por la erosión, sino por el expolio humano).
   - Yacimiento de la Era del Peladillo.
   Es probablemente el más extenso de los descubiertos hasta ahora en La Rioja, con más de 1.700 icnitas de diversos tipos de dinosaurios, formando rastros que se entrecruzan en una disposición aparentemente caótica. Abundan las huellas de cuadrúpedos saurópodos, agrupados en manada.

Cornago
Fotos 21 y 22
   Al pie mismo del elegante castillo gótico que se levanta en medio del pueblo ya se pueden ver algunas icnitas.
   - Yacimiento de Los Cayos.
   En el barranco del mismo nombre se pueden identificar, repartidos en cinco afloramientos diferentes, 36 rastros de icnitas.
   Se hallan en buen estado de conservación numerosos calcos de huellas de dinosaurio. Las icnitas reciben el nombre de 'calcos' cuando el barro que conservó la huella no es de la misma capa que pisó el dinosaurio, sino de una capa subyacente de lodo más blando. Una especie de 'huella de las huellas'.
   En la misma zona se han identificado icnitas que se atribuyen a pterosaurios (reptiles voladores) y a tortugas.
  
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Otros emplazamientos en La Rioja
  
Cuencas de Leza y Jubera (Sierra de Camero Viejo)
Terroba
Hornillos de Cameros
Torremuña
Muro en Cameros
Cabezón de Cameros
Laguna de Cameros
Aldeanueva de Cameros

Cuencas de Alhama y Linares
Rincón de Olivedo (Fotos 19 y 20)
Muro de Aguas
Inestrillas
  



Centros y museos paleontológicos

Fundación Patrimonio Paleontológico de La Rioja
www.dinosaurios-larioja.com
  
Centro de Interpretación Paleontológica de La Rioja. Igea
c/Mayor, 10. Igea (La Rioja)

Centro Paleontológico de Enciso (La Rioja)
www.dinosaurios-larioja.org
  
Museo de Ciencias Naturales de Arnedo (La Rioja)

Aula Paleontológica de Villar del Río (Soria)
  
Fundación para el estudio de los Dinosaurios en Castilla y León
  
 
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8.  Otros lugares de España con yacimientos de dinosaurios
 
Asturias
Lastres
Ribadesella
Tazones

Cantabria
Vega del Pas

Burgos
Castrillo de la Reina
Castrovido
Regumiel
Salas de los Infantes
Zaragoza
Huerva
  
Teruel
Ejulve
Galve
Josa
Mirambel
Mora de Rubielos
Rubielos de Mora
Peña Roya de Tastavins
Riodeva
Castellón
Morella
Vallibona
  
Valencia
Arroyo Cerezo
Benageber
Requena
Los Serranos
Aldea de Losilla
Alpuente

 
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9.  Cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí
  
   "Yo dormía, dormía.
   De un profundo soñar me he despertado:
   El mundo es profundo."
   (Nietszche, 'Así habló Zaratustra')
   
   Había yo estado soñando pesadillas. En mis sueños me remontaba millones de años atrás en el tiempo, a épocas en que ni el hombre, ni sus abuelos homínidos, ni sus tatarabuelos simiescos habían hecho su aparición sobre la Tierra.
   Épocas preadámicas, en que los continentes y las estrellas no estaban donde están hoy, en que las tierras, los aires y los mares estaban poblados por extraños seres a los que Adán no pudo poner nombre, pues nunca los llegó a conocer. Si Dios los había creado, Dios quiso extinguirlos.
   Seres imprecisos y viscosos, de cuerpos sin vértebras pero poblados de patas, que reptaban como miriápodos. Seres parecidos a larvas, a escorpiones, a cangrejos, que chapoteaban en ciénagas caliginosas infestadas de insectos y de algas de raros colores.
   Un cielo plomizo se cernía sobre un horizonte envuelto en brumas evanescentes, más allá del cual se extendían selvas de árboles desconocidos, festoneados de lianas y musgos colgantes. En estos bosques tenebrosos de mis sueños crecían helechos arborescentes altos como cedros, palmeras de troncos de botella, y otras plantas espectrales, semejantes a bambúes, que eran aún más altas y cubrían de tinieblas la tierra con la espesura de su ramaje.
   El tiempo de mis sueños no era el normal: duraba, más que siglos, milenios. Y a lo largo de esas eras vi nacer, crecer y multiplicarse un sinfín de criaturas que terminaron por invadir todos los rincones de la Tierra.
   Seres monstruosos, cubiertos de escamas y caparazones, con patas de ave gigante, con cuerpos acorazados de cuernos y de placas óseas, con descomunales garras y dientes, de los que se valían para desgarrar y triturar a sus rivales en una eterna lucha por la vida.
   Lagartos terribles de tripuda panza, de rabos como látigos, cuellos de serpiente, ojos fulgurantes. Reptiles que volaban sobre las selvas con alas de murciélago, provistos de largos y poderosos picos.    
   Era una imaginería del Apocalipsis, pero no del Fin de los Tiempos, sino de sus principios. Un boceto o ensayo de Creación, que luego fue tachado y borrado, para dejar paso a otros tipos de plantas y bestias.
   Pero aquellos lagartos pavorosos habían dejado al caminar profundas huellas sobre los suelos de barro de las marismas.
   Y estas huellas son las que vi, cuando desperté de mi turbulento sueño y abrí los ojos tras una noche que había durado eones.
   No es que mis sueños se hubieran hecho realidad. Es que mis sueños eran la realidad. Allí estaban las pruebas. Allí estaban las huellas. Innumerables, bien marcadas, duras como roca, incontestables.
   El dinosaurio había estado allí.

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EL DINOSAURIO ESTABA ALLÍ

Indice de textos
El dinosaurio estaba allí 
Introducción
La era de los reptiles gigantes
La 'globalización' de los dinosaurios
El dinosaurio dejó su huella
  
Proceso de formación de las icnitas
Un bestiario de los tiempos remotos
Emplazamientos en Soria y La Rioja
Otros lugares de España con yacimientos de dinosaurios
Cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí
Indices de fotos
Indice 1   Villar del Río. Ventosa de San Pedro. Bretún
Indice 2   Bretún. Santa Cruz de Yanguas. Rincón de Olivedo. Cornago. Igea
Indice 3   Igea. Enciso

  



 
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EL DINOSAURIO ESTABA ALLÍ

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Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Soria y La Rioja (España)
 
 
 
  
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