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  BAZARES DE PAKISTÁN
  La ruta de los mercaderes de Oriente
Bazares de Pakistan   
   En la ruta terrestre hacia las Indias es forzoso atravesar el río Indo, cuya cuenca es columna vertebral del actual Pakistán. Así ha sido durante siglos, por lo que no es de extrañar que a lo largo de esta vía hayan florecido prósperas ciudades de gran ímpetu económico, como Peshawar, Rawalpindi o Lahore, siendo sus bazares y mercados callejeros la manifestación más representativa de su intensa actividad comercial, así como un fiel reflejo de las formas de vida de sus habitantes.
   Todos los colores, aromas y sonidos de Oriente se dan cita en estos bazares para ejercer su hechizo sobre nuestros sentidos.
  
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Indices de fotos
Indice 1  Rawalpindi. Shalimar
Indice 2  Peshawar


Indice de textos
Pakistán en sus bazares
Rawalpindi, encrucijada de caminos
Shalimar. La mansión de la alegría
Peshawar, ciudad fronteriza
Bibliografía
  


 
     
   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...

                                                                             (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)




   Vi tres bulliciosas ciudades por las que había pasado el ejército de Alejandro el Grande en su ruta hacia las Indias.
   Las ciudades rebosaban de vida y sus mercados ofrecían con generosidad al viandante todos los frutos de la tierra y del trabajo del hombre.
   Vi mercaderes de especias y verduras que voceaban a los cuatro vientos sus mercancías en el laberinto de las calles.
   Vi a artesanos manufacturar sus productos poniendo en juego todo su saber, su pericia y su sensibilidad estética.
   Vi en abigarrado desorden vendedores de alheña, de perfumes, de tejidos, de animales y aves, de pescados y carnes, de ropas y zapatos.
   Vi quiromantes que, sentados en el suelo, leían a la gente su porvenir en las rayas de la mano.

 

  
Pakistán en sus bazares

   La República Islámica de Pakistán nació como consecuencia de la partición de la India británica en el momento de su descolonización y declaración de independencia a fin de crear un país separado para los musulmanes de la India, en respuesta a las demandas de los nacionalistas islámicos. Desde su Bazares de Pakistanconstitución en 1947, hasta 1971, Pakistán estuvo compuesto de hecho por dos territorios separados miles de kilómetros entre sí: Pakistán Occidental, en la depresión del río Indo, y Pakistán Oriental, en el delta del río Ganges, convirtiéndose este último, tras la guerra de liberación de 1971, en el Estado independiente de Bangladesh. 
   El Pakistán de hoy, que abarca la cuenca del Indo y hace frontera con Irán, Afganistán, China y la India, concentra su desarrollo económico en dos de sus cuatro provincias: el Punjab y el Sind, las cuales, con el 75% de población rural, producen más del 90% del trigo, el 95% del arroz y el 100% del algodón consumido en el país, siendo también prominente su desarrollo industrial. 
   Por su situación geográfica, el actual territorio de Pakistán se ubica en medio de la antigua ruta que unía Asia Central con la península indostánica y ha sido siempre por ello lugar de paso obligado tanto para invasores procedentes de Occidente (desde Alejandro Magno hasta las incursiones islámicas en el subcontinente indio que desembocaron en la creación del sultanato de Delhi) como para las rutas comerciales por tierra hacia la India y la China. El legendario Paso de Khyber conduce por una tortuosa carretera que salva las montañas del Hindu-Kush (siempre bajo la amenaza de Bazares de Pakistanasaltos por parte de las indómitas tribus pashtunes de la zona) desde Kabul al valle de Peshawar. 
   En esta ruta, importante tramo de la Grand Trunk Road, la arteria de tránsito entre Pakistán y la India descrita por Kipling en su magistral novela Kim, que atraviesa el Punjab y recorre más adelante la llanura gangética, se elevan como jalones tres ciudades emblemáticas, punteras en el desarrollo industrial y económico pakistaní, Peshawar, Rawalpindi y Lahore, cuyos extensos y pintorescos bazares son muy representativos de la intensa actividad comercial que tiene lugar a diario en sus calles, y que hemos seleccionado para ilustrar esta colección. 
   Todos los aromas de las especias y los perfumes orientales están concentrados aquí, en medio del bullicio de los reclamos de los vendedores, del toma y daca del regateo, del martillear de las herramientas de los artesanos. Los colores, los sabores y las texturas de Oriente se dan cita en estos zocos para embriagar con su encanto al viajero que se aventura por sus rincones. 
   Los bazares de las ciudades de Pakistán dan testimonio de las riquezas naturales del país y de la pericia de sus artesanos y trabajadores. Constituyen un fiel reflejo de las peculiaridades culturales de la población pakistaní y un significativo muestrario de sus recursos, productos y potencial económico.
  
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Rawalpindi, encrucijada de caminos

   A una treintena de kilómetros de Taxila, la antigua capital del reino greco-búdico de Ghandara (ver en fotoAleph la colección Vislumbres de Pakistán), se extienden las ciudades de Rawalpindi e Islamabad, respectivamente la vieja y la nueva capital del actual Estado de Pakistán. Si Islamabad es un ejemplo de moderna planificación urbana y arquitectura vanguardista, Rawalpindi responde más al modelo de vieja ciudad superpoblada, de crecimiento incontrolado, cuyos barrios han ido sumándose espontáneamente hasta crear una conurbación de trazo laberíntico rodeada de arrabales degradados. 
Bazares de Pakistan   Rawalpindi (Pindi en el habla coloquial) disfrutó del rango de capital de Pakistán Occidental entre 1959 y 1969, antes de la creación de Islamabad. Su núcleo urbano se eleva sobre la meseta de Potwar, y un curso de agua, el Leh Nala, separa el centro del Acantonamiento, el antiguo barrio británico. La ciudad vieja ocupa el emplazamiento de un antiguo poblado habitado por los Rawals, una tribu de yoguis o ascetas, de donde procede el nombre Rawalpindi o Pueblo de los Rawals. Ciertas ruinas en la zona del Acantonamiento han sido identificadas como pertenecientes a la antigua ciudad de Gajipur o Gajnipur, capital en la era pre-cristiana de la tribu de los Bhatti. Destruída durante la invasión de los mongoles (s. XIV d C), fue restaurada por el jefe gakhar Jhanda Khan, que le dio su actual nombre. Creció rápidamente en importancia cuando Milka Singh, un aventurero sij, la ocupó en 1765 e invitó a colonos de los distritos de Jhelum y Shahpur a instalarse allí. En 1849 fue anexionada al Imperio británico. 
   La ciudad, a medio camino de la ruta entre Peshawar y Lahore, que forma parte de la Grand Trunk Road, y punto de partida de la carretera a Cachemira, se halla enclavada en una encrucijada de rutas cuya posición estratégica la ha llevado a convertirse en un gran centro industrial y comercial. Las actividades industriales abarcan el ferrocarril, gas, refinerías de petróleo, fundición de hierro, fabricación de tejidos, calzado, artículos de cuero y alfarería. En abril se celebra una feria anual de caballos. Es sede principal de la Universidad del Punjab. 
   La zona es agrícola y depende del régimen anual de precipitaciones: el monzón estival y las lluvias de invierno. El trigo, el centeno, el maíz y el mijo constituyen los principales cultivos. El producto de las cosechas puede verse a diario expuesto a la venta en los innumerables puestos de alimentación de los bazares de la ciudad. 

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   Rajah Bazaar es el más grande de los muchos bazares de Rawalpindi. Incluye varios bazares en uno, con multitud de tenderetes de toda clase de mercancías que van invadiendo calles y bocacalles, siempre transitadas por una abigarrada muchedumbre. Al barrio viejo le queda muy poco de viejo (destartalado en todo caso), con muy pocas casas supervivientes, y estas pocas, que lucían tradicionales balconadas de madera tallada, se hallan en un estado de total abandono, semiocultas tras pancartas, carteles, cables y generadores eléctricos conectados en el más caótico de los revoltijos. Pintorescos vehículos de fantasioso y polícromo diseño reclaman a los peatones que suban, pues no salen hasta que se llenan, y se abren paso a duras penas por las callejas colmadas de transeúntes, formando largas filas que terminan por obstruir completamente las carreteras.
   Puestos de mandarinas, de almendras, de zanahorias, de guindillas vendidas a peso en grandes balanzas, dan fe de la abundante producción agrícola de la zona. Las verduras están a veces expuestas en plásticos colocados sobre los barrizales del suelo. Especias de todos los tipos (foto 05), jengibre, cebollas, tomates, ajos, patatas, coliflores (fotos 01, 02 y 06). Pescados. Jaulas con gallinas. Patas de cordero o de cabra (foto 03). Criadillas y vísceras de ternera colgando de ganchos. Todo se mezcla en un maremágnum de colores y de olores que desborda las calles en todas las direcciones.
   Los tenderos vocean las mercancías y los precios. Casi todos los vendedores son varones, así como la mayoría de los compradores. Se ven pocas mujeres por los mercados de comestibles: se las ve más por los bazares de ropa, tejidos, calzado, juguetes, joyas y abalorios. Hay tiendas dedicadas a la venta de guirnaldas de plástico o papel de aluminio de colores brillantes, para decoración de fiestas de cumpleaños. Tiendas de maletas y baúles de aluminio y de chapa. De vetustos aparatos de radio y televisores en blanco y negro. En las aceras, palmistas sentados en el suelo leen el porvenir en las rayas de la mano (fotos 07 y 08). 

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Shalimar. La mansión de la alegría

Bazares de Pakistan   Emplazamiento: a l0 km al noroeste del centro de Lahore (provincia del Punjab, norte de Pakistán). 
   Shalimar, cuya traducción literal es la mansión de la alegría, es el nombre que recibieron unos célebres jardines creados en el extrarradio de la ciudad de Lahore en el año 1642, por orden del emperador mogol Shah Jahan, el constructor del Taj Mahal. Los emperadores mogoles crearon otros dos jardines que llevaban este nombre, uno en Delhi, totalmente desaparecido, y otro existente todavía en Srinagar, la capital de Cachemira, a orillas del lago Dal, construído por Jahangir en 1619-1620 y que sirvió de fuente de inspiración para los otros. 
Bazares de Pakistan   Los jardines de Shalimar en Lahore constituyen un magnífico ejemplo del grado de lujo, refinamiento y suntuosidad que llegaron a alcanzar la arquitectura y el urbanismo en tiempos del imperio mogol (ver en fotoAleph la colección Vislumbres de Pakistán). Conformados a tres niveles, con tres lagos y 400 fuentes y canales, son quizá uno de los raros espacios ajardinados que existen en el mundo en los que el hombre ha logrado captar en su plenitud diversos aspectos de la naturaleza, propiciando una atmósfera llena de elegancia y encanto, cuya calma serena contrasta con el tradicional bullicio de la vida pakistaní. 
    Los jardines, cuyos planos fueron diseñados por el arquitecto Ali Mardan, ocupan una superficie de veinte hectáreas y están rodeados de un alto muro coronado de almenas que encierra el recinto. Concebidos como lugar de esparcimiento de la corte real, estos jardines estaban también destinados a acoger al emperador y su séquito cuando éste llegaba a Lahore. Por este motivo se edificaron un cierto número de pabellones y residencias de verano en mármol y arenisca roja. Desgraciadamente estos jardines mogoles, de un interés excepcional, han sufrido de forma considerable los ultrajes del tiempo, así como la indiferencia y el expolio de los hombres, que han despojado de sus revestimientos de mármol y arenisca a parte de los edificios. 
   En el exterior del recinto de Shalimar es frecuente encontrar toda clase de tenderetes, puestos de comida y vendedores ambulantes (foto 11), que prolongan hacia los suburbios la dinámica vida comercial de la ciudad de Lahore. Un fotógrafo callejero usa una tela pintada como fondo para sus retratos (foto 09). Hay carteles de bandas musicales (foto 10). Carros y coches tirados por caballos esperan a sus pasajeros. Los autobuses y los vehículos a motor van decorados con pinturas naif de alegres colores, que representan animales, paisajes y motivos florales o caligráficos. Hay también pasquines que advierten contra posibles atentados terroristas; los textos están en urdu, pero los dibujos son explícitos y no dejan lugar a dudas: una cabeza encapuchada con un pasamontañas negro y paquetes abandonados en asientos de autobuses que pueden estallar; se exhorta a llamar a la policía en caso de detectar un bulto sospechoso (foto 12). 

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Peshawar, ciudad fronteriza

   A 170 km al noroeste de Rawalpindi, esta populosa ciudad ha sido durante mucho tiempo punto clave en la línea divisoria entre Asia Central y el subcontinente indio. La provincia de la Frontera Noroeste es una zona montañosa que se interpone entre Afganistán y la península indostánica y alberga a las tribus pathan o pashtun, legendarias por su hospitalidad, sus códigos de honor y su hostilidad a los gobernantes extranjeros. Ni los mogoles, ni los sijs, ni los británicos lograron controlar la zona, y tras la partición de 1947, Pakistán continuó con la política inglesa de conceder una gran autonomía administrativa y judicial a los territorios de los pashtun. 
Bazares de Pakistan   Desde la capital provincial de Peshawar hasta la frontera afgana y el Beluchistán, el gobierno del país sólo controla las principales rutas. La provincia es también lugar de acogida para varios millones de refugiados afganos, desplazados por la invasión soviética y las guerras posteriores. 
   Peshawar es la capital de los orgullosos pashtunes, miembros de tribus originarias del Irán oriental, nómadas o seminómadas en un alto porcentaje, cuyo predominio tribal en la zona a menudo ha conducido a reclamaciones para la creación de un Pashtunistán independiente, ignorando la línea Durand que, desde 1893, marca la frontera entre Afganistán y Pakistán. A causa de su posición estratégica, a sólo 15 km del legendario Paso de Khyber (vía prácticamente obligada para el acceso al subcontinente indio de todas las invasiones procedentes de Occidente, desde Darío y Alejandro Magno hasta Gengis Khan), cada conquistador que lo atravesaba se veía abocado a tomar la ciudad. 
   En la actual Peshawar pueden distinguirse, pese a su crecimiento desbocado, tres zonas diferenciadas: la ciudad vieja con sus calles estrechas y tortuosas; el espacioso Acantonamiento junto al contiguo Saddar Bazaar; y la Ciudad Universitaria, con el cercano Nasar Bagh, el campamento de refugiados afganos, que funciona como una auténtica ciudad, con agencias de asistencia, empresas afganas y, cerca del campamento, un improvisado bazar lleno de gangas inesperadas. 
   La Ciudad Vieja es la zona más interesante de Peshawar. Sus antiguas murallas, desmoronadas en su mayoría en la actualidad, tenían veinte puertas. La Puerta de Kabul conducía a Qissa Khawani, la calle de los narradores de cuentos. Los narradores han desaparecido hace tiempo, pero aún así es fascinante recorrer este bazar. Por todas partes pueden distinguirse a los pashtunes, de elevada estatura y portando habitualmente un rifle al hombro. Otros bazares son el Bater Bazen o calle de los amantes de las perdices, en tiempos un mercado de aves, y el Mochilara o calle de los zapateros (foto 19). En una pajarería (foto 18) se amontonan jaulas con loros, periquitos, perdices y otras aves malamente apretujadas en espacios mínimos. Una carnicería exhibe cabezas degolladas de cabras con los ojos abiertos, las patas y vísceras colgando, de un color lechoso. 

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   De vez en cuando, entre el abigarramiento de las tiendas y puestecillos, surgen los enormes y aparatosos carteles de un cine (foto 15). Los rostros de los actores y actrices parecen dibujados para asustar más que para atraer espectadores. Algunos apuntan al viandante con el cañón de sus pistolas. Muchos muestran sus caras y torsos llenos de heridas y con abundantes manchas de sangre, con el fin de no dejar lugar a dudas sobre el contenido extremadamente violento de la película que anuncian. Junto a las salas cinematográficas hay puestos callejeros que venden coloridas láminas de estrellas del cine y de la canción (foto 14). 
   El bazar de las especias embriaga con sus olores a alheña (foto 23), azafrán, almizcle, pimientas, canela, curry y otros de difícil identificación. Una consulta odontológica exhibe grandes carteles con dibujos de mandíbulas, dientes y encías; en la vitrina, moldes de escayola de dentaduras: se puede elegir entre varios tipos de dentaduras postizas (foto 16). Un vendedor callejero calienta en un enorme perolo trozos de caña de azúcar (foto 24). Otros ofrecen trozos de una corteza de árbol usada por estos lares para limpiarse los dientes (foto 20). 
   Al llegar la puesta de sol, se oye la llamada del almuédano y las tiendas empiezan a arriar las persianas al unísono, en acompasado estruendo. La gente come en los puestos callejeros naranjas ya peladas y troceadas, dátiles, samosas y pakoras. El bazar se extingue en un abrir y cerrar de ojos. Cae la noche. Las calles se quedan desiertas y oscuras. 
   A 40 km al sur de Peshawar, en plena zona tribal, se halla la población de Darrah, donde los herreros fabrican a mano réplicas funcionales de armas de mano, rifles militares e incluso armas antiaéreas, que venden a las tribus. La calidad de fabricación ha asombrado siempre a los expertos, ya que el copiado de armas muy perfeccionadas se realiza en talleres primitivos usando un instrumental muy precario. 
   En Landi Kotal, en la carretera del paso de Khyber, en pleno territorio tribal, se celebra otro tipo de mercado. Se trata de un bazar clandestino lleno de mercancías que no se encuentran en otros lugares: alcohol (prohibido en Pakistán), aparatos fotográficos y radiofónicos, sedas chinas, y otros artículos sobre cuyo aprovisionamiento nadie hace demasiadas preguntas. 

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BAZARES DE PAKISTÁN 
La ruta de los mercaderes de Oriente 

Bibliografía: 

   - Tapper, Dr. Richard. Los Pakhtun nómadas. Afganistán y Pakistán. En Pueblos de la Tierra. Razas, ritos y costumbres, tomo 8. (Salvat Editores, 1981) 
   - UNESCO, El Patrimonio Mundial (Ediciones San Marcos, 1994) 
   - V.V.A.A. Artículo Pakistán en Bellezas del Mundo Tomo 5 (Larousse/Sedmay, 1978) 
   - V.V.A.A. La India de los reyes mongoles. Colección Los grandes imperios y civilizaciones, tomo 14. (Sarpe, 1985) 
   - Wheeler, Tony. De Turquía a la India (Guía Lonely Planet, Granica, 1992) 

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Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Pakistán:
- Rawalpindi
- Shalimar (Lahore)
- Peshawar
 
 
  



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