Colecciones fotográficas

Turquía clásica

Hierapolis y el 'Castillo de Algodón'

 

   Existen dos ciudades antiguas con el nombre de 'Hierapolis'. Una en Siria y la otra en lo que fue la Frigia, en Asia Menor.
   Las ruinas de la Hierapolis frigia, hoy día en la provincia de Denizli, Turquía, están situadas a una decena de kilómetros del emplazamiento de Laodicea. Allí existía desde tiempos remotos un lugar sagrado o hieron, y la ciudad que creció en torno al mismo se convirtió, aunque sin adquirir relevancia política, en uno de los grandes centros de Frigia.
Pamukkale   El sitio se llama hoy Pamukkale, que en turco significa 'Castillo de Algodón'. Este nombre hace referencia a un extraordinario fenómeno natural que tiene aquí lugar. Debido a una falla de la terraza donde se asienta la ciudad, a la vera de los montes Gékelez, en varios puntos surgen fuentes de aguas termales a 35º C de temperatura. Esas aguas subterráneas renacidas al mundo arrastran soluciones de calcita que se van depositando en el terreno y solidificando con el tiempo. Al caer en cascadas por los barrancos, los sedimentos se petrifican poco a poco creando a la luz del día formaciones muy similares a las que se esconden en la oscuridad de las cuevas: estalactitas, coladas, piscinas naturales, cataratas pétreas, todo ello de un deslumbrante color blanco.
   El irreal paisaje adquiere el aspecto de una inmensa fortaleza hecha de algodón. Desde otros ángulos puede parecer una meseta cubierta por un manto de nieve (foto 098). Ilusiones ópticas, pues el algodón o la nieve no son otra cosa que mármol. Blanco mármol travertino de gran calidad, que es exportado a todo el mundo por las industrias canteras locales. Las límpidas pozas de agua azul turquesa que quedan suspendidas a distintos niveles del acantilado reciben el nombre de 'travertinas'.
   Los antiguos habitantes de la zona atribuyeron a estas aguas calientes virtudes curativas, y a fines del siglo II a C instalaron allí una estación termal. Las fuentes termales promovieron también una destacada industria textil, ya que el agua caliente permitía desengrasar la lana y fijar mejor el tinte. Los reyes atálidas de Pérgamo urbanizaron el sitio siguiendo las pautas hipodámicas (trazado urbano ortogonal) de las ciudades helenísticas. Los romanos, hábiles ingenieros hidráulicos, explotaron a fondo estas aguas termales, y reconstruyeron Hierapolis, dotándola de fastuosos monumentos civiles y religiosos. Las ruinas de sus templos, teatros, termas, avenidas y necrópolis todavía causan admiración y permiten entrever lo afamada que fue en su tiempo esta urbe sacra, a cuyas instalaciones balnearias acudían peregrinos de todo el mundo clásico, griegos, macedonios, romanos, judíos y anatolios.
  
   El teatro romano es uno de los monumentos más grandiosos y mejor conservados de Hierapolis. Una inscripción en la escena registra que fue construido en tiempos de Septimio Severo (193-211 d C) y dedicado al emperador. Así parece corroborarlo un friso que muestra a los familiares de Severo entremezclados con los dioses.
   Son impresionantes los arcos de entrada (foto 099) y los corredores deambulatorios internos, todavía cubiertos con sus bóvedas de medio cañón, cortadas en aristas cuando quiebran en ángulo.
   La cavea comporta 26 filas de gradas de mármol (foto 100), y en el centro de las primeras filas hay encastrado un lujoso asiento de forma semicircular, reservado a personalidades principales (foto 101).
   El edificio de escena se ha podido relevantar en parte, aprovechando los materiales originales esparcidos por las ruinas. Entre su refinada decoración escultórica destaca un friso que describe una procesión ritual dionisíaca, así como escenas mitológicas protagonizadas por Apolo y Artemisa, como el sacrificio de los hijos de Niobe. Todos estos relieves han sido sustituidos por réplicas realizadas con moldes, exhibiéndose los originales en el museo de las termas. Es muy bella la afiligranada decoración del hiposcenio, el espacio subyacente a la escena, con su fachada de columnillas corintias de estrías helicoidales, y nichos coronados con bóvedas de concha en los intercolumnios (foto 102).
   Los campos que se extienden frente a la fachada del teatro están plagados de restos arquitectónicos y escultóricos procedentes de construcciones desaparecidas. Columnas, nichos, cornisas, frisos, pilastras, pedestales..., tirados, amontonados y revueltos por la hierba, que esperan la restitución a sus emplazamientos originales en un indefinido futuro.
  
   El templo de Apolo era el principal centro religioso de Hierapolis, consagrado al santo patrón de la ciudad. Su cimentación se remonta al helenístico tardío, aunque sus partes hoy visibles entre la maleza no son anteriores al siglo III d C. Se accedía a su fachada por una amplia escalinata (foto 103).
   El santuario está construido sobre una falla de la que escapan vapores tóxicos. Adosada al lado derecho de la escalinata, hay una puerta abovedada que permitía bajar al Plutonium. Hoy esta puerta está cerrada, y un cartel prohibe la visita advirtiendo de un posible peligro de muerte ('Danger. Poisonous Gaz'). El arco de entrada daba a un corredor descendente que conducía a una cámara subterránea, conectada a una grieta del terreno por donde manaba una fuente. La estancia se cargaba de gases nocivos. No ha de extrañar, pues, el nombre de 'Plutonium', que alude a Plutón, Hades para los griegos, dios del inframundo y del Averno. Dion Cassius, historiador griego del III d C, relata que los vapores venenosos mataban a todos los seres vivos que se internaban en el Plutonium, excepto a los eunucos.
   Por los alrededores quedan vestigios de grandes estanques que servían de depósitos de agua para la ciudad.
  
   Una magnífica vía columnada extramuros parte de la muralla bizantina y se dirige en línea recta hacia el norte, rumbo a la necrópolis septentrional. Fue abierta en tiempos de Domiciano, y todavía se pueden pisar al recorrerla las grandes losas de mármol de su pavimento. Hileras de cipreses hacen el contrapunto a las hileras de columnas (foto 104).
   La vía desemboca en la monumental Puerta de Domiciano, compuesta de tres arcos flanqueados por dos gruesos torreones cilíndricos (foto 105). Fue levantada en 82-83 d C por el procónsul de Asia Julius Frontinus, en homenaje al emperador.
  
   Las dos necrópolis de Hierapolis se extienden varios kilómetros hacia el norte y otros tantos hacia el sur, ambas extramuros, en las afueras de la ciudad, y sus más de 1.200 sepulturas, de todas las formas y tamaños, proporcionan gran cantidad de información sobre los cultos funerarios de la era grecorromana. Los sarcófagos están tallados en mármol con numerosos relieves, y las tumbas adoptan a veces la forma de un templo en miniatura (foto 108). Algunas tumbas han sido invadidas por las concreciones calcáreas del 'Castillo de Algodón', y parecen levantarse en medio de un paisaje nevado (foto 106).
   Son de destacar las sepulturas en forma de túmulo, de planta circular y base cilíndrica en aparejo de piedra, que serían las más antiguas del cementerio (foto 107), y cuya estructura revela reminiscencias de las tumbas tumulares de los reyes lidios y frigios que todavía pueden verse en las cercanías de Sardes (Bin Tepe) y en Gordion.
  
   Hierapolis fue evangelizada, según la tradición, por Felipe, uno de los doce apóstoles, crucificado en 87 d C. Las imponentes ruinas del Martirion de San Felipe se elevan sobre una colina desde la que se abarca el panorama completo de la ciudad. La atribución de este monumento a San Felipe es sólo conjetural, pues nunca se halló su tumba.
  
   El museo arqueológico de Hierapolis-Pamukkale está acondicionado en las antiguas termas romanas, que han sido restauradas, y varias de cuyas salas están todavía cubiertas por las enormes bóvedas de piedra originales. Además de las consabidas estancias fría, templada y caliente, con las paredes revestidas de mármol blanco, las termas comprendían una amplia palestra y una cámara con tejado para ejercicios deportivos.
   Hoy estas vastas salas cobijan una soberbia colección de esculturas clásicas, rescatadas de los alrededores de Hierapolis (principalmente del teatro), en las que resulta perceptible la influencia estilística de la escuela de escultura de Aphrodisias. Los motivos hacen sobre todo alusión a los dioses y leyendas de la mitología clásica grecorromana. Seleccionamos como muestra dos piezas procedentes de la vecina ciudad de Laodicea, que aunque tienen una misma pareja de personajes como protagonistas –Dioniso (Baco para los romanos), dios de las vides y del vino, y el sátiro Pan (Fauno para los romanos), dios de la fertilidad–, son muy distintas entre sí:
   - Grupo escultórico de Dioniso y Pan (romano, siglo II d C, foto 109).
   - Sarcófago romano con relieves de Dioniso y Pan, este último amamantándose de la ubre de una cabra (foto 110).
  
   El sitio de Hierapolis-Pamukkale fue incluido como bien natural-cultural en el catálogo del Patrimonio Mundial de la Unesco en 1988.

 

 

Aphrodisias, bajo el signo de Venus

   Su nombre ya lo sugiere: Aphrodisias, un paraje por donde campa Afrodita, la diosa del amor y de la belleza. Y es que estamos hablando de uno de los sitios arqueológicos más bellos de Turquía, cuyas ruinas tienen la capacidad de transportarnos mentalmente a épocas legendarias y felices, a una especie de arcadia pastoril con faunos y ninfas retozando por prados, bosques y arroyos.
   En este verde lugar sombreado por esbeltos álamos creció una ciudad clásica en toda su opulencia. Una ciudad que constituyó un foco de irradiación cultural en la Anatolia de la época romana.
Aphrodisias   El sitio estaba ya habitado en el III milenio a C, emplazado sobre una pequeña colina, que luego sería ocupada por la acrópolis clásica. Uno de sus nombres fue Ninoe, que hace referencia a la diosa babilónica Nino (= Ishtar). La consagración de la ciudad a Afrodita no habría hecho sino sustituir el antiguo culto a Ishtar por el de la divinidad griega (asimilada por los romanos a Venus).
   Marco Antonio y Tiberio favorecieron a Aphrodisias concediendo el derecho de asilo al santuario de Afrodita, hecho que contribuyó al florecimiento de la ciudad. La popularidad del culto a la diosa retardó la entrada del cristianismo en el lugar, aunque finalmente, en la era bizantina, el templo fue transformado en iglesia, y la ciudad en obispado, con el nombre de Caria.
   Entre los siglos XI y XIII fue atacada por selyúcidas y turcomanos, para ser finalmente arrasada por Timur (Tamerlán) en el siglo XV.
  
   Las excavaciones sistemáticas de las ruinas de Aphrodisias fueron emprendidas en una fecha tan tardía como 1961, por la Universidad de Nueva York, y todavía prosiguen. Cada ciertos años se producen nuevos descubrimientos, y la puesta en valor de nuevos edificios, y se puede apostar sin temor a dudas que las ruinas de Aphrodisias todavía depararán sorpresas en el futuro. De momento se discute sobre la existencia en el lugar de lo que podría considerarse una escuela de escultura, cuya influencia debió expandirse por toda la Anatolia clásica, dada la enorme cantidad y la extraordinaria calidad de las estatuas y fragmentos escultóricos que van saliendo a la luz.
  
   El teatro, apoyado sobre la colina de la acrópolis, que fue el núcleo originario de la ciudad, fue erigido en la época helenística y restaurado en la imperial romana, bajo Marco Aurelio (161-180 d C). Los bizantinos lo transformaron totalmente al edificar en el lugar una gran torre para defender la acrópolis.
   Tenía una capacidad para 10.000 espectadores. Su cavea está muy bien conservada (foto 111). Los asientos corridos de la primera fila, reservados a las personalidades (proedrio), destacan por sus formas esculpidas en fino mármol y exquisitamente decoradas, con patas en forma de garras de león y con respaldo (foto 112).
   Las cámaras bajo la escena, que servían de vestuarios para los actores, han sido reconstruidas. Contigua al teatro y detrás del edificio de escena se abría una gran plaza porticada rectangular, pavimentada de mármol. Más allá se extienden los campos de olivos y los pastizales, silueteado el horizonte por una sucesión de suaves colinas: un bucólico panorama que hacía las veces de fondo del escenario.
  
   El ágora norte es una vasta plaza de 120 x 205 m, delimitada en sus cuatro lados por pórticos de columnas de orden dórico, y el ágora sur es otra plaza adyacente, de 69 x 212 m, cuyas columnatas son en este caso de orden jónico (foto 113), y han sido relevantadas en gran parte.
  
   Las termas de Adriano, construidas bajo su mandato (117-138 d C), se componen de una serie de grandes salas paralelas, construidas en sólidos bloques de sillar y separadas entre sí por arcadas (foto 114), cuyos suelos todavía conservan la pavimentación de losas de mármol, muchas veces dispuestas alternando los blancos y negros en un motivo ajedrezado (foto 115). Estas salas estaban precedidas de una palestra y un patio con peristilo, y dotadas de piscinas e hipocaustos (espacios en el subsuelo por donde corría el agua caliente, con el fin de caldear algunas estancias). Aún se pueden distinguir el caldarium, el tepidarium y el frigidarium (salas fría, templada y caliente), así como los vestuarios.
  
   El odeón de Aphrodisias es un bello teatro en miniatura, erigido a finales del II d C y reconstruido en el IV. Singularmente bien preservado, poseía antaño un techo de cubierta. Su cavea se componía de diez gradas de mármol. No sólo la escena estaba ricamente decorada, sino también el graderío, con las típicas garras de león talladas en los extremos de las gradas, a modo de patas de banco (foto 116). Los odeones eran utilizados para organizar eventos de aforo reducido, como conciertos de música. La acústica de estos auditorios, así como la de los teatros y las salas de asambleas (o bouleuterion), continúa siendo, hoy como ayer, impecable.
  
   El templo de Afrodita levanta sus esbeltas columnas al norte del odeón, en la zona central de la ciudad. Este era el principal santuario de Aphrodisias, que gozó de privilegios como el derecho de asilo, y al que la ciudad debía su opulencia.
   Fue construido en el siglo I a C sobre el emplazamiento de templos más arcaicos, que podrían remontarse al VII a C. Estaba rodeado de un temenos o recinto sacro delimitado por un muro. Su peristilo se componía de 40 columnas jónicas, de las que sólo 14 quedan en pie (foto 117). En el siglo V fue transformado en iglesia, y luego, añadiéndole un ábside, en basílica.
   Contigua al templo, las excavaciones han descubierto recientemente la existencia de una Escuela de Filosofía, datable en el siglo IV d C. La importancia de Aphrodisias como centro de irradiación cultural atraía a gentes de todo el mundo clásico, que venían aquí a estudiar astronomía, medicina o filosofía.
  
   El Tetrapylon es un hermoso edificio recientemente relevantado (foto 120), al este del templo de Afrodita. En su día fue un propileo monumental que marcaba el cruce de dos vías transversales de la ciudad, una de las cuales conducía al gran templo. Por la exuberancia y calidad de la decoración escultórica de los tímpanos (foto 122), así como por el tipo de estriado de los fustes, se puede fechar en el siglo II d C.
  
   El estadio de Aphrodisias es el mejor conservado de todo el Asia Menor, y uno de los más grandes del mundo clásico (foto 118). Situado al norte de la ciudad, se halla casi intacto y permite apreciar las titánicas dimensiones que tenían estas estructuras, dedicadas a espectáculos de carreras y competiciones deportivas, así como a ejercicios de atletismo, boxeo, lucha libre, lanzamiento de disco, etc.
   Sus 22 filas de graderíos (foto 119) podían dar acogida a 30.000 espectadores. La pista tiene una longitud de 250 m, y una anchura de 34 m. Si añadimos las gradas, el edificio completo mide 270 x 54 m, más de un cuarto de kilómetro de largo. Las subestructuras ocultas bajo los graderíos se mantienen también notablemente preservadas, aunque hoy medio rellenas de tierra y escombros.
   Su fecha de construcción se señala hacia el siglo II d C. En épocas posteriores tuvo funciones de arena, organizándose luchas de gladiadores.
  
Escuela de Escultura de Aphrodisias  
La Escuela de Escultura de Aphrodisias
  
   La gran influencia cultural que tuvo Aphrodisias en toda la Anatolia ha sido puesta de manifiesto en las sucesivas excavaciones arqueológicas, todavía en curso, que están sacando a la luz infinidad de estatuas, relieves y fragmentos de decoración escultórica de los edificios. El alto nivel de calidad artística de que hacen gala la mayoría de las piezas ha permitido a los estudiosos confirmar la tesis de que existió una Escuela de Escultura de Aphrodisias, en activo desde el siglo I a C hasta el V d C.

   Ayudó a este florecimiento la proximidad de unas canteras de mármol blanco de excelente textura, que se hallaban a un par de kilómetros de Aphrodisias, y la llegada a la ciudad de artistas de otras provincias del imperio romano.
   Los escultores de Aphrodisias demostraron poseer, además de pericia técnica, una notable sensibilidad en la captación de la figura humana y la psicología del retrato, y una imaginación desbordante en la plasmación de detalles, vestidos, pliegues, movimientos, que llegaron a conformar un estilo propio e identificable, de una prolijidad cercana al barroco.
   Aphrodisias exportó su arte a otros lugares del imperio. Se han hallado obras firmadas por los artistas de la Escuela de Aphrodisias en gran número de antiguas ciudades de Anatolia, Grecia, Italia y el Mediterráneo en general.
  
   El museo de Aphrodisias va acogiendo el fondo creciente de esculturas exhumadas en las excavaciones. Encontraremos aquí una de las más hermosas colecciones estatuarias de los museos de Turquía, además de piezas de cerámica y numismática. Nos limitaremos a mencionar una mínima selección de las obras maestras que aquí se exhiben:
   - El Friso de Zoilo. Un fragmento de friso monumental, con diez figuras en altorrelieve de tamaño mayor que el natural (foto 161), formaría parte de un monumento dedicado a Zoilo, un ciudadano prominente de Aphrodisias, que mantenía buenas relaciones con César Augusto, y estaba considerado como uno de los grandes benefactores de la ciudad. Entre los personajes del relieve aparecen, junto a los dioses y diosas, el mismo Zoilo, y una elegante figura femenina, llamada 'Polis', con corona y vestidos flameando al viento (fotos 162 y 163), que representa a la misma polis o ciudad de Aphrodisias. Es también notable la figura de Aión (la Eternidad), representado como un anciano sentado (fotos 164 y 165).
   - Cabeza de Apolo del siglo II d C, con un complicado peinado que aún conserva restos de policromía (foto 166).
   - Cabeza de filósofo, una buena muestra del arte del retrato en la Escuela de Aphrodisias (foto 168).
   - Sarcófago de alma hermana de Afrodita, del siglo II d C (fotos 169 y 170). Perteneciente a una mujer seguidora del culto de Afrodita, presenta en una de sus caras siete personajes en relieve: Hades, dios del inframundo, sentado; Hermes, mensajero de los dioses, con un kerykeron en su mano izquierda y una antorcha en la derecha que vuelca boca abajo para anunciar la muerte; a continuación aparece la difunta, portando unos frutos de opio, que simbolizan su fallecimiento; a su lado el marido, un sumo sacerdote; la diosa de la tierra Deméter y su hija Perséfone; y por fin Hypnos, el dios del sueño, también con una antorcha invertida en la mano.

 

 

Xanthos, capital de la Licia

   La antigua Licia comprendía la comarca marítima en la costa sudoeste de Anatolia entre la Caria y la Panfilia, conocida como península de Teke, extendiéndose tierra adentro hasta la cordillera de los montes Taurus. La línea costera está hoy delimitada entre las ruinas de Caunus al oeste y la ciudad de Antalya al este.
   Región bella y misteriosa, cuna de leyendas clásicas, Licia está volcada al mar por el empuje de sus montañas calcáreas, que caen en vertical hasta las aguas. El litoral es una sinuosa sucesión de abruptos acantilados boscosos contra los que chocan las olas del Mediterráneo, interceptado a intervalos por hermosas playas de arena o rocas, caletas, radas, puertos pesqueros y ruinas antiguas, a veces sumergidas en el mar.
   Las ruinas de las ciudades de la antigua Licia figuran entre las más fascinantes de Turquía, país de abrumador legado arqueológico. Son ruinas griegas, romanas, paleocristianas, bizantinas... pero también ruinas licias, perfectamente distinguibles por sus rasgos estilísticos únicos. Los lugares donde duermen sus piedras son salvajes, a veces recónditos, casi inaccesibles. Rocosas montañas, entre cuyas grietas luchan por crecer los árboles, mordidas por pequeñas bahías en las que se bañan los sillares de las urbes muertas.
   En la mitología griega, Licia era el país donde tenía su guarida la Quimera, monstruo con cabeza de león y cuerpo de cabra y dragón, que lanzaba llamaradas de fuego por la boca. Un recóndito yacimiento cerca de la costa se llama Chimæra, en referencia a esta bestia mítica, que devastó Caria y Licia. La leyenda narra que fue muerta por el héroe Belerofonte, hijo de Glauco y nieto de Sísifo, montado sobre el corcel alado Pegaso. Una vez más la realidad parece abonar el mito cuando en la remota Chimaera actual se alcanza un paraje desolado y sin vegetación, de cuyas grietas sale constantemente metano ardiente, cerca de los restos del templo de Hefesto, dios griego del fuego y la fragua.
Xanthos
   "Los licios proceden originariamente de Creta (...) Por el nombre de Lico se llaman licios." (Herodoto, Historia, I, 173)
  
   Los licios, citados por Homero en la Iliada como aliados de los troyanos en la guerra de Troya, se asentaron en el litoral sur de Anatolia probablemente hacia el siglo XIII a C, fijando su capital en Xanthos. Son mencionados asimismo con el nombre de lukka en textos egipcios, hititas y ugaríticos como un pueblo independiente encajonado entre el Imperio Hitita al norte y los griegos aqueos de la costa. Poseían una lengua indoeuropea única, habiendo sido registrado un gran número de textos epigráficos licios en Xanthos y Letoon, grabados en su mayoría en rocas o sobre monolitos funerarios.
   Hacia el siglo VIII a C, los licios empiezan a sonar en la Historia como un pujante pueblo de gentes marineras, organizadas en una confederación de ciudades-estado llamada Liga Licia. Los licios conservaron su independencia durante las sucesivas hegemonías de Frigia y de Lidia, a la vez que mantenían intercambios comerciales y culturales con los griegos, pero a finales del siglo VI a C cayeron bajo el poder de los persas, tras oponer una numantina resistencia a las fuerzas armadas de Hárpago, general del ejército de Ciro.
  
   "Cuando Hárpago condujo sus tropas a la llanura de Xanthos, salieron los licios, y peleando pocos contra muchos, demostraron su valor, pero derrotados y encerrados en la ciudad, reunieron en la acrópolis a sus mujeres, hijos, dinero y esclavos, y luego prendieron fuego y quemaron toda la acrópolis. Tras esto, después de obligarse con terribles juramentos, dieron un rebato, y todos murieron peleando."
   (Herodoto, ibid, I, 176)

   Xanthos fue arrebatada a los persas por Alejandro Magno en 333 a C, y más tarde, bajo los seléucidas y los romanos, Licia pudo disfrutar de una cierta autonomía, reteniendo su antiguo sistema confederal hasta tiempos de Augusto. Luego fue anexionada a Panfilia, y a partir del siglo IV d C vuelve a ser una provincia separada. La capital vivió su epílogo bajo el imperio bizantino. Las invasiones árabes del XII d C la fueron sumiendo en la ruina y el olvido.

   La capital de Licia creció en torno a un promontorio que domina el río Xanthos, sobre el que se había ubicado la primitiva acrópolis licia. Un colosal muro helenístico de aparejo ciclópeo poligonal reforzaba las defensas.
   Con la romanización aparecieron en Xanthos los usuales monumentos del urbanismo clásico: ágora, calzadas, templos, arco triunfal, ninfeo y un teatro, muy bien conservado (foto 123). Más tarde las basílicas cristianas bizantinas. Todas estas ruinas se mezclan entre sí y mezclan sus estilos y épocas en un totum revolutum, en un irresoluble rompecabezas de cascotes sobre el que se yerguen, enhiestos, extraños monumentos funerarios en forma de altos pilares prismáticos monolíticos en pie sobre plintos escalonados macizos (foto 124).
  
    El Pilar de las Arpías era un monumento de este tipo, constituido por un monolito de 5,43 m de alto soportando en su extremo superior una cámara sepulcral. Las paredes exteriores de la cámara estaban recubiertas con unos sugestivos frisos de bajorrelieves describiendo escenas de ofrendas (foto 127). Los frisos originales fueron trasladados a Londres en el siglo XIX por Charles Fellows, y aún se exhiben en el Museo Británico, junto con otras obras expoliadas de Xanthos. Por su estilo artístico, que deja traslucir un claro toque arcaico, y por los peinados y atuendos de sus personajes, se pueden fechar a principios del siglo V a C. Fueron ejecutados con toda probabilidad por escultores milesios.
   Aunque lo llaman 'de las Arpías', las curiosas figuras híbridas con busto de mujer y cuerpo de ave que aparecen en los relieves (foto 126) portando en sus brazos diminutas figuras femeninas son en realidad sirenas psicopompas, o conductoras de almas.
   (Véase otra representación de sirenas en Mosaicos de Tunicia: mosaico romano de 'Ulises y las sirenas').
Letoon  
   En Xanthos, las sepulturas rupestres de su necrópolis licia han quedado englobadas en la ciudad romana, y se pueden visitar a pie de calle, por las cercanías del teatro. La arquitectura licia despliega aquí su más depurado estilo en unos diseños de fachada con sobrias composiciones a base de ventanas ciegas y prismas escalonados, que se acercan a una suerte de minimalismo geométrico.
  
   Del Monumento a las Nereidas, reputada obra maestra del arte griego, sólo se pueden ver los cimientos de su plataforma base. Había sido erigido en las afueras de Xanthos hacia 400 a C. El edificio fue transportado piedra a piedra y reconstruido en una sala del Museo Británico de Londres, donde puede hoy contemplarse (foto 128).
   Se trata de un heroon monumental, compuesto por un podio sobre el que se alza una estructura funeraria en forma de templo jónico, con frisos corridos externos e internos, frontón triangular, y estatuas de nereidas colocadas entre las columnas. Las paredes del podio están también recubiertas con un doble rango de relieves describiendo batallas.
  

  
El santuario de Letoon
  
   Las ruinas de Xanthos, la capital de Licia, son indisociables de las del vecino santuario de Letoon, con las que forma un conjunto arqueológico-monumental unitario.
   El complejo de Letoon, a 5 km de Xanthos (ambos sitios antaño conectados entre sí por un canal), estaba consagrado a la diosa griega Leto, madre de Apolo y Artemisa.
   En un terreno llano de campos de algodón, no lejos de la costa y frecuentemente inundado por el mar, emergen ruinas de tres templos, un pórtico, un enorme teatro (foto 130) con frontones clásicos en las entradas... de las épocas helenística y romana, mezcladas con elementos licios. Las edificaciones, por lo general a nivel de cimientos, suelen estar cubiertas por las aguas de las marismas (foto 129), y pobladas de tortugas acuáticas.
   Existe un Ninfeo de tiempos de Adriano construido sobre una fuente sagrada.
   Cerca del Templo de Artemisa, cuyo suelo invadido por la arena esconde un mosaico (foto 131) con los emblemas de Apolo y Artemisa (una lira y un arco), se descubrió una importante inscripción trilingüe en licio, arameo y griego, de 358 a C.
  
   El doble conjunto de ruinas de Xanthos-Letoon fue catalogado en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco en 1988.

 

 

Pinara trepó por los montes

   Las ruinas de Pinara no han sido nunca excavadas, a pesar de pertenecer a una de las más desarrolladas urbes de la antigua Licia. Su importancia fue comentada por Estrabón y Stefanus.
   La ciudad existía ya en el siglo V a C, y el historiador Menecrates atribuye su nacimiento a la llegada de un grupo de población excedentaria secesionada de Xanthos, que había sido dividida en tres núcleos debido a su alta densidad demográfica. Pinara era, junto a Xanthos, Tlos, Patara, Myra y Olympos, una de las grandes ciudades de Licia, y siguió siendo próspera hasta el siglo I a C, cuando los piratas arrasaron la vecina Olympos y la ciudad fue abandonada. En tiempos romanos Pinara se recuperó en parte, sin alcanzar su pasado esplendor, hasta que los terremotos de 141 y 240 d C la destruyeron, al igual que las restantes ciudades licias.
  
   Los vestigios de la antigua Pinara se reparten en tres colinas que rodean dos valles elevados a gran altura sobre el nivel del mar. Llegar allí desde Minare, el pueblo más próximo, requiere una buena caminata por pistas y empinados senderos.
   Sobre la colina oeste se levantaba una acrópolis a más de 700 m de desnivel. En la pared rocosa oriental, de 300 m de alto, en un lugar de difícil acceso, se ven esculpidas centenares de tumbas de estilo licio, semejantes a las de Telmessos y Myra. Reproducen en piedra formas arquitectónicas de madera propias de edificios religiosos y civiles de los que no quedan otros restos (ver colección Turquía rupestre. El arte de los acantilados).
   Patara
   El teatro, embutido en una colina en la parte opuesta del valle (foto 132), data del período helenístico pero fue reacondicionado por los romanos. Sólo la cavea se conserva bien, y su hemiciclo se integra perfectamente en el terreno natural circundante. Podía acoger entre 3.000 y 4.000 espectadores. Existen también en el fondo del valle trazas de un estadio, un odeón, un bouleuterion y varios templos.

 

 

Patara, ruinas bajo las dunas


   En Patara, cuna (hacia 300 d C) de San Nicolás, obispo de Myra, las dunas de arena van trasladándose impulsadas por los vientos, hasta casi cubrir las ruinas de los edificios públicos romanos.
   En esta aislada y soñolienta playa de la costa licia, a la que sólo se puede llegar por una pista de tierra, se elevaba antaño una ciudad, famosa por su oráculo, próspera por ser el puerto principal de la Licia, de la que apenas quedan restos dispersos escondidos entre las dunas, las marismas y la maleza (foto 133).
   El nombre de Patara deriva de la fundación mítica de la ciudad por Pataros, hijo del dios Apolo y de una ninfa. La ciudad existía ya en el siglo VI a C, y su florecimiento se produjo gracias al prestigio de su oráculo de Apolo, que funcionaba los seis meses de invierno, alternando con el oráculo de la isla egea de Delos, que ejercía los seis meses de verano.
   Patara fue uno de los centros de la confederación de ciudades-estado conocida como Liga Licia. Sirvió de base naval a generales de Alejandro que se disputaron, a la muerte de éste, el efímero imperio macedonio: Antígono, Demetrio, Ptolomeo y Antioco III. Tras su conquista por Brutus, fue anexionada junto con Xanthos al imperio romano.
  
   El Arco de Triunfo, a la entrada de la ciudad, fue construido hacia 100 d C por Mettius Modestus, gobernador de la Licia romana, que hizo instalar su estatua y las de sus familiares sobre las seis ménsulas que sobresalen entre las arquerías. Cerca yacen algunas tumbas romanas, y un sarcófago de inconfundible estilo licio, con su forma de carena de barco invertida, colocada a modo de cubierta sobre la cámara sepulcral (foto 135).
  
   El teatro, invadido por las dunas de arena, reventado por las raíces de los árboles, puede fecharse, para sus últimas fases constructivas, en el siglo II d C. El graderío se apoya sobre una boscosa colina salpicada de gruesas rocas (foto 134).

 

 

Antiphellos, el mar como escenario

   Cerca del apacible puerto pesquero de Kas, en la costa licia de Turquía, se tuestan a orillas del mar las pocas ruinas que han sobrevivido de la ciudad antepasada del actual pueblo. Se llamaba Antiphellos.
   Además de unas cuantas tumbas licias y clásicas, el único monumento antiguo medianamente entero de Antiphellos es el teatro, de tipo griego, que adosado a una colina, tiene como telón de fondo el hermoso escenario de la bahía de Kas, inundada por el mar Mediterráneo (foto 136).
   La cavea está muy bien conservada. La ausencia de subestructuras abovedadas y de edificio de escena revela que el teatro fue construido en época helenística.

 

 

El teatro de Myra

   La actual ciudad turca de Demre se levanta sobre el emplazamiento de la antigua Myra, una de las poblaciones con más peso en la confederación licia, que existía al menos desde el siglo V a C.
   Según Plinio el Viejo, había allí un templo de Apolo. Fue visitada en el año 18 d C por el emperador Germánico y su esposa. Pablo de Tarso pasó por Myra en el 60, en su camino a Roma. La urbe alcanzó el cénit de su crecimiento en el siglo II d C, enriquecida por las donaciones de ciudadanos pudientes.
   En la época bizantina, conoció gran fama gracias a San Nicolás, nacido en la vecina Patara, que tras viajar por Palestina, regresó a Licia para ocupar la sede del obispado de Myra a principios del IV d C, convirtiéndose a su muerte la ciudad en meta de peregrinación para gentes de toda Europa, y en el centro económico-político de Licia. Hoy se puede visitar en Demre la iglesia paleocristiana de San Nicolás, conocida también como de 'Baba-Noel', fundada en el IV, donde fue enterrado el obispo, cuya legendaria vida inspiró en la imaginación popular el personaje de San Nicolás o Sant Nikolaus, o sea, el Santa Claus de las navidades.
  
   La necrópolis rupestre licia trepa por el escarpado monte donde se elevaba la acrópolis de Myra, y data del siglo V a C. Las tumbas esculpidas en la roca recrean en piedra una tipología arquitectónica que en su origen era de madera. Reproducen en su mayoría frontispicios de templos y viviendas (ver colección Turquía rupestre, el arte de los acantilados).
  
   El teatro de Myra en su estado actual es de época romana (foto 185). Tras el terremoto de 141 d C, fue reconstruido por Opramoas, un mecenas de Rhodiapolis. Su cavea consta de 38 rangos de gradas, y las grandes galerías abovedadas que la sostienen está muy bien conservadas, constituyendo el conjunto uno de los más completos teatros romanos entre los centenares que sobreviven en Asia Menor.

 

 


Phasellis, entre dos bahías

   Uno de los parajes más cautivadores de la costa licia es el sitio arqueológico de Phasellis, asentado sobre el istmo de una pequeña península entre dos hermosas bahías, con playas circundadas de pinares (foto 137), al pie del monte Tahtali, el 'Olimpo' de la Licia, de 2.300 m de altura.
Phasellis   El puerto de Phasellis era una buena etapa en la ruta marítima entre Grecia y Fenicia. Es probable que los marinos fenicios llegaran allí antes que los colonos griegos, como parece sugerir el origen semítico del topónimo Phasellis, aunque lo más seguro es que la ciudad fuera fundada por colonos de Rodas hacia el siglo VI a C. La prosperidad de la ciudad fue impulsada, además de por su  buena situación geográfica, por la explotación forestal de la región y por el comercio de rosas para la fabricación de perfumes.

   Phasellis participó, junto a otras ocho ciudades del Asia Menor, en la fundación del emporio griego de Naucratis, en el Delta del Nilo. En el siglo IV a C tomó partido por Mausolo, sátrapa de Caria, contra Pericles, soberano de Licia. Acogió como libertadores a los ejércitos de Alejandro Magno. Tras la muerte de éste, y la consiguiente desmembración de su imperio, Phasellis formó parte de las posesiones de Antígono, luego de los Ptolomeos de Egipto, y por fin de Antioco III, quien conquistó la Licia en 197 a C. Las legiones romanas, aliadas a los rodios, derrotaron a Antioco III en la batalla de Magnesia del Meandro.
   Hacia el 150 a C Phasellis se adhirió a la Confederación Licia, cayendo más tarde bajo las incursiones de los piratas cilicios. Estos a su vez fueron vencidos en 78 a C por el general romano Servilius Vatia. Según Lucano, Pompeyo se refugió aquí tras su derrota a manos de Julio César en la batalla de Farsalia. A los pocos años Phasellis fue anexionada al recién fundado imperio romano, disfrutando a partir de entonces de un periodo de crecimiento económico.
   En la época bizantina Phasellis continuó siendo un importante puerto del Mediterráneo. Su declive sobrevino tras su toma por los turcos selyúcidas en 1150.
  
   Phasellis poseía tres puertos naturales, al norte, noroeste y sudoeste de la península. Una gran calzada de losas, bien pavimentada, atraviesa el centro de la ciudad, emplazado sobre el istmo, conectando los puertos norte y sudoeste. Hoy parte de la calzada se adentra bajo las aguas de la playa para alcanzar otros edificios sumergidos en la bahía.
  
   A un lado de esta arteria se levantaban las termas del norte, un gran complejo termal dotado de las habituales dependencias, piscinas y zonas de servicios, con los suelos decorados de mosaicos, de los que todavía quedan dispersos fragmentos. El caldarium, o sala cálida, es fácilmente distinguible por los restos del hipocausto: un bosquecillo de pequeñas columnas de ladrillos circulares sostenían un falso suelo, bajo el cual podía correr el agua caliente (foto 138). El agua era suministrada por un acueducto.
  
   En Phasellis, el teatro va siendo devorado por la vegetación, las raíces revientan sus graderíos (foto 139). Es de origen helenístico, y no ha sido aún excavado. La cavea se apoya sobre la colina en lo alto de la cual se asentaba la acrópolis, y donde muchos notables de la ciudad habían construido sus mansiones, hoy totalmente arruinadas y ocultas muy adentro en la espesura.

 

 

El gran teatro d Aspendos

   No lejos de Sidé, en el moderno pueblo de Belkis, se hallan las ruinas romanas de Aspendus, o Aspendos, una antigua ciudad de la Panfilia, en lo que ahora es la provincia de Antalya, al sur de Turquía.
   Se ha descubierto en el lugar gran cantidad de monedas acuñadas desde el siglo V a C, lo que da pistas sobre la prosperidad económica de Aspendos, obtenida con el comercio de lana, aceite y sal.
   La población fue tomada por Alejandro Magno en 333 a C, entrando luego en el habitual proceso de helenización y romanización que siguieron la mayoría de las ciudades de Anatolia. En la época romana fue gobernada desde Pérgamo.
   Las ruinas de la ciudad, en lo alto de una colina, incluyen un ágora, una basílica, un acueducto y algunas tumbas rupestres de estilo frigio.
  
   El teatro, uno de los más grandes, más hermosos y mejor conservados de Anatolia –y de toda la antigüedad, según el arqueólogo turco Ekrem Akurgal–, está parcialmente excavado en la ladera nororiental de la colina. Fue proyectado por el arquitecto Zenón, nacido en Aspendos, en honor del emperador Marco Aurelio (161-180 d C). Estaba dedicado a las deidades locales y a la familia imperial.
   Este coloso constituye el modelo y la culminación de lo que era un teatro romano, con el auditorio y el escenario ensamblados en una perfecta unidad de conjunto, y, a diferencia de los griegos, cerrado al exterior por el altísimo muro de escena. La parte trasera de este muro hace las veces de fachada. El graderío podía dar cabida a 15.000 personas.
   El excepcional estado de conservación de este teatro lo hace apto para su uso en el presente (foto 140). En él se celebran todavía hoy, como en tiempos de los romanos, espectáculos con gran afluencia de público. Las fotografías fueron hechas coincidiendo con el 'Festival de la Canción Mediterránea'.

 Side

 

Sidé, puerto de la Panfilia

   Sidé fue en su tiempo la ciudad y el puerto más importante de la antigua región de Panfilia. Sus ruinas se encuentran en un cabo de la costa mediterránea, junto a la desembocadura del río Manavgat, en la actual población de Selimiye, provincia de Antalya, Turquía.
   Sidé fue fundada por colonos de la Eolia (región al norte de la Jonia). Estaba dotada de un buen puerto natural, más dos embarcaderos artificiales para los grandes bajeles.
   Alejandro Magno la ocupó en 333 a C. Más tarde, en 190 a C, una armada de la isla de Rodas arrebató la ciudad al rey seléucida Antioco III. En el siglo I a C, los piratas de la Cilicia hicieron de Sidé un centro de comercio de esclavos. Cleopatra y Marco Antonio visitaron el lugar.
   Con el paso de los años el puerto fue cegándose debido al retroceso de la línea de costa provocado por la sedimentación fluvial, y Sidé acabó sumiéndose en la decadencia.
  
   Las ruinas de la antigua Sidé se entremezclan hoy con las viviendas y tenderetes de un moderno pueblo turístico veraniego, desperdigadas sobre un amplio promontorio amurallado que se adentra en el mar entre dos playas.
   Aunque se reconstruyen, con dudoso criterio, algunos edificios antiguos, por todas partes se pueden ver abandonados restos de templos sin excavar, fragmentos de frisos, cornisas, capiteles invadidos por los matojos, termas con mármoles y suelos de mosaicos ocultos bajo las zarzas, habitadas por los lagartos y alguna culebra.
  
   Uno de los monumentos que despunta en Sidé es el inmenso teatro, considerado como uno de los más bellos de Anatolia, que rivaliza en magnificencia con el de la vecina Aspendos. Desde lo alto de la cavea se disfruta de un amplio panorama de los arenales cercanos (foto 141).
   El teatro en su presente forma se puede fechar hacia mediados del II d C. Al estar asentado sobre un terreno llano, hubo que edificar una enorme subestructura con varios niveles de arcadas y pasajes abovedados para soportar el hemiciclo del graderío. El muro de escena está desmoronado sobre la orquesta. Entre los apilamientos de bloques y cascotes se pueden distinguir tallas del proscenio con máscaras de teatro trágicas y cómicas (fotos 182 y 183).
  
   El ágora de Estado era una plaza rectangular porticada, cuyo lado oriental limitaba con un edificio que pudo ser una biblioteca. Su salón central, de muros ricamente decorados con columnas corintias adosadas, nichos y exedras (foto 142), estaba dividido en dos pisos. El ágora era un espacio de mercado, y el edificio de la biblioteca se reservaba para uso del emperador en ceremonias ocasionales. Los arqueólogos han hallado en este lugar magníficas estatuas, que en su tiempo estaban instaladas en los edículos, aunque hoy se exhiben en el museo.
     
   El Museo de Sidé está acondicionado en el interior de unas termas romanas. Custodia una buena colección de esculturas, estatuillas, joyas y monedas de época romana. Seleccionamos como ejemplo del arte del retrato una magnífica cabeza de joven, romana, tallada en mármol y con restos de policromía (foto 194).

 

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FotoCD45

Turquía clásica
Arte grecorromano en Oriente

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Fotografías: Eneko Pastor 
Realizadas en Turquía y Londres
   
  


 

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