Colecciones fotográficas

Turquía rupestre

Hititas. El imperio que desafió a Egipto

 

   Conocemos con el nombre de 'hititas' al antiguo pueblo indoeuropeo originario de la península anatólica que en el segundo milenio antes de Cristo creó un poderoso imperio, el primero de los que iban a sucederse sobre las tierras de la actual Turquía. El reino hitita alcanzó su cénit hacia el siglo XIV a C y fue un serio rival de Mesopotamia y del imperio faraónico egipcio, llegando a entablar confrontaciones bélicas con el mismísimo Ramses II. 
HITITAS   Venidos quizá del norte, de zonas próximas a las costas del Mar Negro, los hititas se instalaron en las regiones centrales del altiplano anatolio, al principio confinados en una provincia rodeada por una curva del río Halys, absorbiendo la cultura y modos de vida de sus antecesores en estos territorios: el pueblo autóctono conocido como los 'hatti'. A tal grado llegó la asimilación, que los hititas (y los mesopotamios) llamaban a la Anatolia la 'Tierra de los hatti', y el nombre de su capital, Hattusa (originariamente un asentamiento hatti), recalca dicha identificación. El término 'hititas', usado de habitual para referirse a ellos, proviene del Antiguo Testamento. 
   Los hititas hablaban una lengua indoeuropea, escrita en signos cuneiformes, como lo pueden atestiguar las incontables tablillas de arcilla halladas en Hattusa, fechables entre 1400 y 1200 a C, entre las que se hallan copias de escritos del Viejo Reino Hitita que serían los más antiguos textos indoeuropeos conocidos. Posteriormente desarrollaron también un sistema jeroglífico de escritura. 
   Las tablillas de Hattusa han proporcionado gran cantidad de información sobre las costumbres y ritos religiosos de los hititas. Sabemos por ellas que practicaban una religión politeísta, tolerante con otros cultos, que contaba con deidades tanto anatolias, como sirias y hurritas. Cuando el rey moría, se convertía en divinidad, en una especie de delegado terrestre del dios del cielo y de las tempestades. 
   La de los hititas era una sociedad de tipo feudal, de economía básicamente agraria, compuesta por hombres libres, artesanos y esclavos. Siendo la Anatolia un país rico en metales, el hierro, el cobre y el bronce fueron materias primas con las que fabricaron armas y artefactos, que contribuyeron a incrementar su poderío militar. Usaron también los metales como base para sus transacciones mercantiles. 

  
  

Los hititas. Breve historia
  
   La supremacía de los hititas sobre la Anatolia abarcó casi todo el segundo milenio antes de nuestra era, y se puede dividir en tres fases (las fechas son aproximadas): 
   - Periodo hitita temprano (2000 - 1750 a C). 
   - Antiguo Reino Hitita (1750 - 1450 a C). 
   - Imperio Hitita (1450 - 1200 a C). 
   La cultura hitita no surgió de la nada, sino que tuvo sus antecedentes en la cultura de los ya mencionados hatti, nativos de la Anatolia central, que empezaron a despuntar en los albores de la Edad de Bronce, a mediados del III milenio a C. Los hatti transmitieron a los hititas su sistema de ritos y ceremoniales de corte, así como su mitología. 
   El cruce fecundo entre los hatti y los indoeuropeos dio paso a una era formativa de la civilización hitita: el periodo hitita temprano. El rey de los hititas Anitta conquista Hattusa y Kanesh, estableciendo la capital en esta última ciudad, conocida también como Kultepe, en la Capadocia. De esta etapa histórica se han desenterrado vasijas, jarras y ritones de cerámica de muy original perfil y fino acabado, testimonios del nivel de sofisticación ya alcanzado por la alfarería del periodo proto-hitita, nivel que se mantuvo en los siglos imperiales sin mayores innovaciones. 
   El Antiguo Reino Hitita comienza su expansión sobre Anatolia y Siria septentrional con el rey Hattusilis I (ca 1650-1620 a C) y toma gran impulso bajo su nieto Mursilis I (ca 1620-1590 a C), que conquista Alepo y Babilonia, provocando la caída de la dinastía de Hammurabi. Su descendiente Telipinus promulga un código legislativo en forma de edicto. Aparecen por primera vez en Anatolia los sistemas de amurallamiento de mampostería ciclópea, con sus pasos abovedados subyacentes. 
   El Imperio Hitita hereda las conquistas del Reino Antiguo y las lleva a su culminación. Los hititas alcanzan la cúspide de su poder y su máxima expansión hacia el siglo XIV a C. La capital se traslada a Hattusa. Suppiluliumas I (ca 1375-1335 a C) entabla hostilidades con el vecino reino de Mitanni, estado colchón entre los imperios hitita y egipcio. 
   (Mitanni, en el norte de Mesopotamia, fue el más poderoso de los reinos de origen hurrita, sobre todo entre 1650 y 1450 a C. Sus súbditos hablaban una lengua extraña, el hurrita, distinta a todas las de Oriente Próximo, que no era indoeuropea, ni semítica, ni hatti. Los hurritas, regidos por una aristocracia indoaria, fueron responsables de la expansión del uso del carro de guerra por toda la zona, y ejercieron a la larga una fuerte influencia sobre los hititas, sobre todo en los campos de la religión y la literatura). 
   Muwattalis (1306-1282 a C) disputa el control de Siria a Ramses II. La frontera entre las dos potencias se demarca en el río Orontes, donde tiene lugar en 1288 a C la célebre batalla de Kadesh, de victoria indecisa para ambos bandos. Hattusilis III (ca 1275-1250 a C) firma tratados de paz con los faraones egipcios y los refuerza con bodas dinásticas. 

  
  

El arte hitita
  
   El arte de la época del imperio se caracteriza por su arquitectura monumental y el uso abundante de la escultura en piedra, de un estilo sobrio y potente, realizada a veces en parajes rupestres. Sus temas iconográficos provienen de la mitología hurrita, como puede apreciarse en los relieves del santuario rupestre de Yazilikaya. Los hititas desarrollaron también, con fines defensivos, la más avanzada arquitectura militar del Cercano Oriente, todo un alarde de ingeniería para su tiempo, con fortalezas, bastiones y recintos amurallados de una robustez sobrehumana, como lo prueba el que, transcurridos más de tres milenios, gran parte de las fortificaciones hititas sigan en pie. 
   Si bien la arquitectura de los hititas se fundamenta en aportaciones básicamente orientales, no deja de sorprender su afinidad con la arquitectura micénica y la de Troya (en su nivel VI, 1325-1275 a C, época de la guerra narrada en la Iliada), que, siendo contemporáneas del Imperio Hitita, comparten con éste ciertas características en común. En Micenas o Tirinto toparemos con el mismo tipo de construcción a base de descomunales bloques de aparejo ciclópeo, los mismos pasadizos y casamatas de falsa bóveda, las mismas colosales murallas con sus portales custodiados por pares de leones. Sin embargo, no hay evidencia de que hubiera contactos entre los hititas y los troyanos; no se ha hallado en las excavaciones de Troya ni el más pequeño fragmento de la inconfundible cerámica hitita, ni el menor rastro de objetos manufacturados que apunten a que hubiera  intercambios comerciales entre ambas potencias. Se deduce de ello que Troya estaba más conectada con el exterior por vía marítima (con Chipre, Creta, Micenas...) que con el interior de la península anatólica, con sus azarosas rutas por las montañas. 

   El corazón del imperio va siendo progresivamente invadido por pueblos frigios iletrados. La caída del Imperio Hitita coincide con una época de fuertes migraciones en todo el Mediterráneo oriental, como las de los tracios, los dorios y los llamados, y aún no bien identificados, 'Pueblos del Mar'. Los anales de Ramses III mencionan la destrucción de Carchemish y otras ciudades por estas fuerzas invasoras, que arrasan sin compasión las civilizaciones anatólicas. Los documentos escritos de Hattusa cesan de existir hacia 1180. 
   Sobreviene un periodo oscuro de unos 200 años, en el que los dominios imperiales se fragmentan en mil pedazos, dando lugar a un buen número de pequeños principados independientes y ciudades-estado, que mantienen la identidad hitita durante cinco siglos más, sobre todo en Cilicia y el norte de Siria. Sus realizaciones artísticas, calificadas como de estilo 'neo-hitita', bebieron de las fuentes de sus antepasados, enriqueciéndolas con aportaciones sirias, asirias, y a veces fenicias y egipcias, y en definitiva constituyeron la prolongación del arte hitita y su canto de cisne. Poco a poco estos estados fueron siendo anexionados al Imperio Asirio, hasta desaparecer por completo hacia 710 a C. 

  

  
Alaca Höyük
  
   En las ruinas de Alaca Höyük, arqueólogos turcos han sacado a la luz gran cantidad de utensilios de oro, plata y bronce, de gran belleza, de la época de los hatti, los antepasados de los hititas (tercer milenio a C). Entre ellos, los extraños estandartes de culto en bronce cuyo curioso diseño sería una representación del cosmos (custodiados hoy en el Museo de las Civilizaciones Anatólicas, de Ankara), y que demuestran el avanzado estado de la metalurgia y el alto grado de refinamiento en las artes plásticas a que habían llegado estas gentes. 
   Pero lo que hoy puede verse en Alaca Höyük, un pequeño poblado a 36 km de Hattusa, son las fascinantes ruinas de la que fue una potente ciudad hitita, engrandecida en la época de mayor auge del imperio. Se discute aún si pudo ser Kushara (una de las primeras capitales de los hititas) o Arinna (una ciudad célebre por su templo a la diosa del Sol). 
   Sólo un tercio del höyük (cerro) de Alaca ha sido excavado. Durante su etapa hitita (1450-1200 a C), la ciudad fue fortificada con una poderosa muralla de tierra y grandes bloques de piedra, atravesada, como la de Hattusa, por grandes portalones. 
   La Puerta de las Esfinges (siglo XIV a C) era la puerta principal de la ciudad, orientada al sur (foto01). Estaba flanqueada por dos grandes esfinges monolíticas a modo de guardianes o centinelas que impedían la entrada a seres y espíritus malignos. En la jamba que forma el lateral de la esfinge de la derecha, un bajorrelieve representa a un dios hitita descansando sobre un águila de dos cabezas que aferra conejos con sus garras. 
   Son famosos también los ortostatos de Alaca Höyük, grandes losas de piedra fijadas a modo de zócalo en las partes bajas de los muros de los edificios importantes, y que están talladas con relieves describiendo las más variopintas escenas. Los ortostatos que se pueden ver in situ, adosados a diversos puntos de la muralla, son facsímiles, estando los originales expuestos en el Museo de Ankara. La costumbre de ornar los monumentos con ortostatos continuó con los neo-hititas y se transmitió a Asiria.
  

  
Hattusa (Bogazköy)
  
   En el corazón de la meseta anatolia, provincia de Corum, junto a Bogazköy, un pequeño pueblo de campesinos que sobrevive en una región perdida entre cerros y páramos salpicados de roquedos, yacen las dispersas ruinas de la que antaño fue capital del Imperio Hitita: Hattusa. 
   Primitivo núcleo de población hatti (de donde toma su nombre), Hattusa es uno de los más antiguos asentamientos humanos del mundo, tras los de Mesopotamia. El sitio ha sido sistemáticamente excavado durante años por arqueólogos alemanes. 
   La ciudad ocupaba una accidentada llanura en pendiente, estratégicamente bien situada a efectos de defensa, con una extensión en su momento de esplendor de 2,1 km de norte a sur y 1,3 km de este a oeste. Hacia el siglo XIII a C la ciudad fue fortificada en todo su contorno con una doble muralla de aparejo ciclópeo de unos 7 km de perímetro, perforada por ocho puertas monumentales. 
   Dentro del recinto, la ciudad se distribuía a dos niveles. En la ciudad baja todavía pueden verse los impresionantes cimientos del gran templo del dios de la tempestad Hatti y de la diosa solar Arinna (de 150 x 135 m de planta), que estaba rodeado de un complejo de tiendas, almacenes, talleres y escuelas. Algunas enormes tinajas de cerámica usadas para almacén de grano se mantienen in situ, y también se ha hallado aquí toda una biblioteca de tablillas de arcilla con escritura cuneiforme, que ha proporcionado el mayor caudal de información sobre los ritos y costumbres de este remoto pueblo sepultado bajo el polvo del tiempo. Otros cuatro recintos han sido clasificados también como templos, aunque no unánimemente, ya que de estos presuntos santuarios religiosos sólo queda un conjunto  apenas reconocible de instalaciones rituales, tan rudamente edificadas que muchos especialistas consideran que no son sino meras viviendas privadas. Sea como fuere, estas estructuras se caracterizan por la total asimetría de su planta y la ausencia de columnas o capiteles. Tampoco se ha encontrado un solo ejemplar de estatuas de culto exentas. La mayoría de las imágenes religiosas que han sobrevivido de los hititas consisten en relieves rupestres. 
   En la ciudad alta, destaca coronando un gran peñón la ciudad-fortaleza de Büyükkale, que era la residencia real y ya fue sede del poder durante el periodo pre-hitita. Hay también otros promontorios fortificados, como los de Sarikale y Yenicekale. 

   Los lienzos septentrionales de la gran muralla son los mejor conservados, destacando la Puerta Real al este y la Puerta de los Leones al oeste, así como la poterna de Yerkapi al norte, un túnel bajo la muralla de 70 m de largo con una falsa bóveda de bloques ciclópeos. La doble muralla, con sus torres defensivas se alza sobre un talud de tierra recubierto de piedra, protegido, a su vez, por un parapeto de piedra. Sostenía una superestructura en adobe, de la que apenas quedan trazas. 
   Las grandes puertas de entrada estaban encuadradas por pares de grandes monolitos de andesita con forma curva, que mutuamente apoyados en su parte superior, hoy desaparecida, creaban falsos arcos apuntados de perfil parabólico, marcando la entrada y salida de los largos pasajes abovedados que atravesaban el murallón. 
   En 1907 se despejó la Puerta del Rey, al este de la muralla, descubriéndose en su jamba norte un altorrelieve con una figura humana de tamaño mayor que el natural. Se trataría de un dios guerrero allí dispuesto como centinela protector de la urbe, inmortalizado en una de las más notables y mejor conservadas esculturas que nos han llegado de los hititas. En 1968 el relieve fue desgajado del monolito y sustituido por una réplica de cemento, el original trasladado al Museo de Ankara. 
   La Puerta de los Leones, al oeste de la muralla, está mejor conservada, y se suele fechar hacia los siglos XIV-XIII a C (foto02). Traspasar sus umbrales produce una impresión imborrable en el visitante, por la sensación de arcaísmo que desprende su descomunal estructura de rocas irregulares, diríase que construida por gigantes. Llegamos a sentir el efecto intimidatorio que suscitaban los dos fieros leones guardianes en todo aquel que accedía a las puertas de la ciudad. 
   La cabeza y parte delantera de cada león sobresale de su bloque de piedra, sin dejar de formar una unidad con el conjunto de su masa. Las fauces abiertas sugieren el bronco rugido de la fiera y confieren al rostro una expresión de hostilidad. Como los perros apotropaicos mencionados en algunos textos hititas, se supone que estos amenazantes leones, estas imperturbables esfinges, ahuyentaban a los espíritus maléficos y les prohibían la entrada. 
   Si bien no pueden considerarse estrictamente como esculturas rupestres, lo cierto es que estos leones, así como las esfinges de Alaca, son indicativos de la tendencia de los hititas a la escultura monumental a gran escala realizada en enormes monolitos. De aquí a esculpir peñas no había más que un paso. La técnica era la misma. El estilo se mantuvo. 
   Extramuros, al norte, existe una necrópolis rupestre en Osmankayasi y, a dos kilómetros de Hattusa, un apretado conjunto de peñascos marca el emplazamiento del gran santuario rupestre de Yazilikaya. 
   Las ruinas de Hattusa figuran desde el año 1986 en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. 

  

  
Santuario rupestre de Yazilikaya
  
   El santuario hitita de Yazilikaya (1275-1220 a C) se compone de un conjunto de grandes peñascos naturales de forma irregular, cuya disposición interna forma un laberinto de estrechos pasillos entre altas paredes más o menos verticales (foto03). Muchas de estas paredes están esculpidas con bajorrelieves representando dioses y reyes, y el conjunto está considerado como la obra maestra del arte hitita. 
   Yazilikaya (nombre moderno turco que significa 'roca inscrita') era un lugar sacro para los hititas. Consagrado por Hattusilis III (1275-1250 a C), su construcción fue continuada por Tudhaliya IV (1250-1220 a C). La parte natural del santuario estaba complementada con otra parte construida en sillares, que eran los propileos de acceso al recinto, erigidos en tres periodos diferentes, y de los que no quedan sino cimientos. En cambio la zona rupestre ha resistido mejor el paso del tiempo, y conserva en las verticales de sus peñascos una colección única de relieves al aire libre, como si fuera una galería de retratos que nos proporcionara, pese a los estragos de la erosión, la más vívida pintura de las divinidades masculinas y femeninas del panteón hitita, así como de los altos personajes que rigieron aquella civilización. 
   A cierta altura de las paredes de los desfiladeros de Yazilikaya corren frisos en los que se inscriben teorías ordenadas de dioses y diosas, en bajorrelieve de cuerpo entero y de perfil, que parecen marchar en fila india hacia las partes más recónditas del santuario (foto04). Se puede contar un total de sesenta  y tres divinidades, una reducida muestra de los 'mil dioses' del Imperio Hitita. La disposición de todos los personajes sigue un programa premeditado. 
   En las paredes del lateral oeste del desfiladero principal se distinguen en sucesión las deidades masculinas representadas de perfil y mirando hacia su izquierda, mientras que el lateral opuesto exhibe las deidades femeninas encaradas hacia la derecha, como si fueran dos procesiones que terminaran por converger en la capilla natural del fondo del desfiladero, donde Hatti y Arinna, dios y diosa supremos del panteón, y que encabezan sus respectivos cortejos, se encontrarían cara a cara.

   Hay estudiosos que discrepan de esta interpretación. Dado que no era habitual entre los hititas representar la figura humana de frente (con la excepción del monumento de Eflatunpinar), los dioses de Yazilikaya no marcharían en procesiones, sino que estarían dispuestos uno a continuación de otro, posando ceremonialmente ante el espectador. La división en grupos de deidades masculinas y femeninas no es rígida: tres diosas se intercalan en el lado de los dioses, y un dios en la fila de las diosas. 
   Pequeñas banquetas al pie de las paredes permitían depositar ofrendas ante las distintas deidades. Cada fiesta de Año Nuevo, el rey y la reina acudían al santuario a celebrar las bodas místicas que favorecían la renovación de la fecundidad de la tierra. El templo se usaba también para ritos funerarios, en los que el rey se ponía en contacto con sus antepasados con el fin de reforzar su poder y legitimidad. 
   El panteón de Yazilikaya se caracteriza por el sincretismo entre las creencias anatolias más antiguas y las de Mesopotamia, transmitidas éstas por los hurritas. Hattusilis III se había desposado con una princesa de Kizzuwatna (Cilicia), una región muy orientalizada en sus tradiciones. Se ven así, por ejemplo, divinidades atmosféricas representadas en asociación con animales, según una remotísima tradición. La condición divina de los personajes está simbolizada por los cuernos que adornan sus respectivas tiaras. Muchas de las figuras ostentan encima de su mano un ideograma en jeroglíficos hititas que consigna el nombre de la deidad o del rey correspondientes, a la manera de los 'cartuchos' faraónicos. Gracias a ello han podido ser identificadas algunas, entre las que podemos enumerar la siguiente relación: 
   - Un rey deificado portando los símbolos del dios solar del Cielo. 
   - Kusuh, dios de la Luna. 
   - Kulita y Ninatta, servidores de Shaushga, que es a la vez la mesopotámica Ishtar; Kulita encarna también la guerra. 
   - Shaushga, nombre hurrita de Ishtar, diosa estelar de la ley y de la guerra. Hermana de Teshub (foto08). 
   - Ea, diosa mesopotámica de las aguas, importante también en la cosmogonía hurrita. 
   - El dios del Grano y de la Fecundidad, que porta en su mano una espiga. 
   - El dios de la Lluvia y de los fenómenos atmosféricos. 
   - Teshub, o Hatti, dios del Cielo y de la Tempestad, de pie sobre dos personajes (Nanni y Hazzi) que encarnan dos montañas sagradas. El número de cuernos de su tiara (seis pares) indica su posición suprema en la jerarquía de los dioses. 
   - Hepatu, o Arinna, diosa solar, esposa de Hatti, de pie sobre una pantera, cuyas patas se apoyan a su vez en montañas. Estas dos últimas deidades consortes están enfrentadas cara a cara en el gran panel del fondo de la galería (foto09). Sus cuerpos ocultan parcialmente dos toros-dioses, Serri y Hurri, que representan el Día y la Noche. 
   - Sharruma, hijo de los dos dioses principales, también de pie sobre una pantera. 
   - Mezulla y Zintuhi, hija y nieta de la diosa Arinna, situadas sobre un águila bicéfala (foto10). 
   - Hutena, Hutellura, Alatu, etc. 

   Entre las divinidades no identificadas, destaca por su buen estado de conservación un desfile de doce dioses armados que progresan en apretada fila (fotos 05, 06 y 07). Todos ellos van tocados con un gorro cónico y blanden una espada de lámina curva. El friso está cubierto de una pátina ocre que le confiere un acabado como pulido, al igual que ocurre con las figuras de Kulita y Ninatta, y la del rey Tudhaliya. 
   En un escogido emplazamiento dentro de estas galerías naturales está ubicado el bajorrelieve del rey hitita Tudhaliya IV (1250-1220 a C), el más grande de la galería principal (foto11). El soberano está deificado, sus pies posados sobre sendos picos montañosos, armado, tocado con un casco liso y portando en su mano izquierda el kalmush, báculo de mando rematado en curva que era un símbolo de soberanía. 
   En otros recovecos del santuario, aparecen más figuras. En la cella rupestre del fondo de otro pasillo natural entre peñones, destacan dos: 
   - Un bajorrelieve del rey Tudhaliya IV, abrazado por el dios Sharruma, que le protege (foto12). Llama la atención la desproporción de tamaños entre la figura del rey y la del dios, que le sobrepasa en una cabeza. Por su armonioso juego de líneas horizontales, verticales y curvas, este relieve está considerado como uno de los más bellos ejemplares del arte escultórico hitita. 
   - Un bajorrelieve del llamado 'dios Espada'. Consiste en una especie de gran puñal, cuyo complicado mango está compuesto por cuatro leones y una cabeza humana coronada con una tiara divina. Hasta el presente no ha habido explicaciones satisfactorias sobre el significado de esta extraña figura. Se ha apuntado que podría simbolizar un trofeo en recuerdo de alguna campaña victoriosa del rey en Siria. 

  
  

Otras obras rupestres del arte hitita
  
   Las realizaciones rupestres de los hititas subsisten dispersas por alejados puntos de la península anatólica y dan fe de la amplitud que alcanzaron los dominios imperiales. 
   En la región de los montes Taurus orientales, cerca de desfiladeros y manantiales, en las llanuras de Antakya y Adana, en lugares como Cezbeli, Tasci, Imamkulu, Eflatunpinar ('Fuente de Platón'), Fasillar, Gavurkale y Alalah se pueden ver relieves en rocas, monolitos y ortostatos, que repiten el estilo iconográfico de Yazilikaya y Alaca Höyük. Podemos destacar: 
   - Bajorrelieve rupestre en Fraktin, con escenas de adoración al dios y diosa supremos, en dos registros. Las inscripciones jeroglíficas mencionan a Hattusilis III (ca 1275-1250 a C) y a la reina Puduhepa. 
   - Bajorrelieve rupestre en Sirkeli, junto al río Ceyhan Nehri, cerca de Adana, representando al rey Muwattalis (1306-1282 a C). 
   - Relieve rupestre de un rey hitita en el paso Karabel, cerca de Esmirna (s. XIII a C). 
   - Altorrelieve rupestre de una deidad femenina en Akpinar, al pie del monte Sipylos, cerca de Manisa, identificada por algunos como la diosa frigia Cibeles. 
   - El más destacable de los relieves neo-hititas es el de la Roca de Ivriz, a 18 km de Eregli, Konya (s VIII a C). Muestra al rey Warpalawas rindiendo culto al dios de la fertilidad, Tarhu, que porta racimos de uva en una mano y espigas de trigo en la otra. El bajorrelieve rupestre alcanza los 4,20 m de altura.  

 

Continuar:  Frigia. El reino de Midas >>

 

FotoCD15

Turquía rupestre
El arte de los acantilados

© Copyright fotoAleph. All rights reserved 
www.fotoaleph.com
    
Fotografías: Eneko Pastor 
Realizadas en Turquía

    


  

Otras colecciones de fotos de Turquía en fotoAleph
Turquía clásica
Arte grecorromano en Oriente

   
TURQUIA CLASICA 
Turquía cristiana
   
Turquia Cristiana
Capadocia
La tierra de los prodigios

   
Capadocia 
Estambul
La ciudad infinita

   
Estambul
Entre Europa y Asia

   
Estambul
Mítica y legendaria

   
Estambul
Nemrut Dagi
La montaña de los gigantes

   
NEMRUT DAGI
   

   
   
Otros parajes con arquitectura rupestre en fotoAleph
     
Abu Simbel
y otros templos salvados de las aguas

   
Abu Simbel
Persepolis
El esplendor de los persas

   
PERSEPOLIS
Persia rupestre
El arte de los sasánidas

   
Persia rupestre
     
Petra
El tesoro oculto en el desierto

   
PETRA 
India rupestre
Los comienzos del arte budista e hindú

   
India rupestre
Lalibela
Etiopía rupestre

   
Lalibela
     

España rupestre

España rupestre

Los incas
Perú rupestre

   
Los incas