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Turquía rupestre

Capadocia. Paisajes de los sueños

 

   Los fantásticos paisajes de la región de Turquía que antiguamente se llamaba Capadocia son el resultado de un capricho orogénico, en el que han tomado parte la poderosa acción de los volcanes, la lluvia y el tiempo. 
   Los sedimentos volcánicos que conforman la corteza del suelo de Capadocia han sufrido durante eras la feroz erosión de los elementos climáticos de la meseta anatolia, creando poco a poco un irreal decorado poblado de formaciones pétreas inverosímiles, más propias del mundo CAPADOCIAde los sueños que del real. A su vez, los hombres han intervenido para atormentar aún más estos paisajes, horadando sus entrañas para esculpir iglesias y monasterios, acribillando las paredes y suelos de roca para construir laberínticas ciudades subterráneas. La arquitectura rupestre alcanza en la Capadocia su apoteosis. 
   En el horizonte, como telón de fondo, se yergue la mole sombría del volcán Erciyes Dagi (Argeo en la antigüedad, de 3.917 m), todavía activo con pequeñas erupciones y responsable principal, junto al Hassan Dagi (3.268 m), de la singularidad de la geología capadocia. La blanda toba volcánica del suelo es disuelta por las aguas, interceptadas en su fluir por otras rocas más sólidas superpuestas, hasta crear bosques de agujas y chimeneas de las hadas, husos, cuernos, hongos, cúpulas, cabañas de brujas, y miles de formas tan extravagantes que sólo la imaginación de un Gaudí podría llegar a emular (fotos 49, 50, 60).
  
   "Detrás se elevaban lo que de lejos parecían dedos, picos rocosos, que tenían encima como un sombrero de roca más oscura, a veces con forma de capucha, otras de casquete casi plano, que sobresalía por delante y por detrás. Más adelante, los relieves eran menos puntiagudos, pero cada uno se veía horadado de oquedades como una colmena, hasta que se entendía que aquellas eran casas, o mejor, albergues de piedra donde habían sido excavadas unas cuevas" (Umberto Eco, Baudolino, cap. 29).

   Capadocia constituye uno de los más importantes conjuntos de habitáculos trogloditas del mundo. No sólo son viviendas, almacenes, establos y graneros los espacios que socavan el subsuelo, sino un buen número de complejos eremitorios y monásticos, de iglesias y conventos rupestres a los que a la maestría arquitectónica de sus estructuras talladas hay que unir la variedad y viveza de las pinturas murales que decoran los interiores (foto54), gran número de ellas todavía en un aceptable estado de conservación y cuyo conjunto convierte a la Capadocia en un enclave fundamental para la apreciación del arte bizantino. 
Turquia rupestre   Las iglesias rupestres remedaban también aquí los edificios religiosos construidos en sillares o ladrillos. Todos las soluciones arquitectónicas que se dan en Anatolia durante la era bizantina aparecen traducidas a la roca, con aportaciones estructurales provenientes de la Armenia y Siria cristianas, entre ellas un tipo de nave con bóveda de cañón y ábside de herradura, muy semejante al de las capillas paleocristianas perdidas en los montes de Binbir Kilise ('Las Mil y Una Iglesias'), en la vecina Licaonia. Las tipologías se multiplican: iglesias de una, dos y tres naves, en cruz griega, de dos y más pisos, de planta central con cúpula (como las iglesias armenias de Ani o Kars). A veces la corteza rocosa de las colinas se desploma, dejando ver en sección sus entrañas huecas, que son interiores de iglesias, naves de catedrales, vaciadas en la toba y cortadas longitudinalmente por el derrumbe. 
    Las más antiguas trazas de asentamientos monásticos en la Capadocia son del siglo IV d C. El movimiento había sido impulsado por el obispo de Cesarea (actual Kayseri) Basilio el Grande. A partir del siglo VII, a causa de las incursiones árabes, los habitantes se agruparon en poblaciones troglodíticas, más fáciles de defender. Algunas, como Kaymakli o Derinkuyu, son auténticas ciudades subterráneas de varios niveles de profundidad. 
   El monacato en Capadocia llegó a su apogeo en la época iconoclasta (725-842 d C). Se distinguen perfectamente los edificios religiosos de este periodo por la austeridad de la decoración pictórica de sus interiores, a base de símbolos abstractos y geométricos (la cruz como elemento recurrente), superficies en tablero de ajedrez o de formas lineales, utilización de pocos colores, llegando a la monocromía. No obstante, esto cambió tras la Restitución de las Imágenes (842 d C), dándose una explosión de colores y formas, y desarrollando una compleja iconografía basada en episodios y personajes de las Sagradas Escrituras. Las escenas aparecen encuadradas y distribuidas en registros, mientras que los medallones exhiben imágenes de santos venerados por los bizantinos. 
   Tras las invasiones selyúcida y otomana, los monasterios y eremitorios cristianos fueron desapareciendo y transformándose por la labor de los habitantes locales en viviendas, establos, molinos o almacenes. 
Turquia rupestre

   La Capadocia es un mundo mágico, en parte natural y en parte artificial, al mismo tiempo abierto al cielo y subterráneo. Un laberinto en el que hay que perderse para poder descubrir las joyas que esconde en sus recovecos y oquedades. Y quedar maravillado con el entorno paisajístico que arropa estos monumentos, con la extravagancia de sus formas litogénicas, la viveza de su colorido y el aura de misterio con que las envuelven las doradas luces del atardecer, pues en la Capadocia el arte de los hombres es inseparable del arte de la naturaleza.
   Estas imágenes de Capadocia han sido tomadas en los valles de Zelve y Göreme, los pueblos de Uchisar, Çavusin y Ortahisar, y en los campos y bosques de chimeneas de las hadas de los contornos. 
   A la entrada del Valle de Zelve, una señal de tráfico no deja lugar a dudas sobre el peligro de desprendimientos de rocas (foto51). Estamos en un circo montañoso plagado de concreciones de toba en forma de grandes conos, ahuecados en su masa rocosa hasta crear una metrópolis con miles de celdas y habitáculos, intercomunicados entre sí por estrechos pasadizos y escaleras ocultas (foto52). En su origen fueron comunidades monásticas las que taladraron estas colinas, pero, tras un periodo de abandono, han sido habitadas por familias griegas hasta su desalojo en tiempos recientes. 
   El pueblo de Uchisar, en el centro de la Capadocia, eleva su caserío al pie de un afilado promontorio rocoso que domina la población, y se divisa desde todos los puntos de la comarca, totalmente horadado con habitaciones troglodíticas, oscuras galerías y empinadas escaleras que conducen por su interior hasta la misma cúspide (foto55). Otro tanto ocurre con la bella aldea campesina de Ortahisar, en la que un castillo corona el peñón, accesible sólo por los negros pasadizos que escalan su interior (foto59). 
   La parte vieja de Çavusin trepa también por el interior de un circo rocoso natural totalmente horadado con cámaras trogloditas e iglesias rupestres, como la de San Juan Bautista, del siglo VIII d C, decorada con pinturas murales y en actual proceso de desmoronamiento (foto56).
  
   La región de Capadocia está clasificada como un bien cultural-natural en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco desde el año 1985, con el nombre de Parque Nacional de Göreme y enclaves rupestres de Capadocia.
  
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Bibliografía consultada

   - Aksit, Ilhan. Turkey (Haset Kitabevi, Istambul, 1986) 
   - Akurgal, Ekrem. Ancient civilizations and ruins of Turkey (Haset Citabevi, Estambul, 1985) 
   - Bittel, Kurt. Bogazköy (Ankara, 1972) 
   - Boz, Muzaffer. Cappadocia (Ankara) 
   - Lloyd, Seton. Müller, Wolfgang. Martin, Roland. Arquitectura Mediterránea Prerromana (Editorial Aguilar, Madrid, 1973) 
   - Mazzoni, Stefania. 'Hattusas. La capital de los hititas', en Arqueología de las ciudades perdidas Vol. 1. Próximo Oriente. (Salvat, Pamplona, 1986) 
   - Temizer, Raci. Museum of Anatolian Civilizations (Ankara, 1981) 
   - Toksöz, Cemil. Ancient cities of Lycia (Hankur Matbaacilik, Estambul, 1986) 
   - Unesco. El Patrimonio Mundial (Ediciones San Marcos)

 

 
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El arte de los acantilados

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Fotografías: Eneko Pastor 
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