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Turquía rupestre

Licia. Ciudades de los muertos

 

   Los licios, citados por Homero en la Iliada como aliados de los troyanos en la guerra de Troya, se asentaron en el litoral sur de Anatolia probablemente hacia el siglo XIII a C, fijando su capital en Xanthos. Son mencionados asimismo con el nombre de lukka en textos egipcios, hititas y ugaríticos como un pueblo encajonado entre el Imperio Hitita al norte y los griegos aqueos en la costa. Poseían una lengua indoeuropea única, habiendo sido registrado un gran número de textos epigráficos licios en Xanthos y Letoon, grabados en su mayoría en rocas o sobre LICIAmonolitos funerarios. 
   Hacia el siglo VIII a C, los licios empiezan a sonar en la Historia como un pujante pueblo de gentes marineras, organizadas en una confederación de ciudades-estado llamada Liga Licia. Los licios conservaron su independencia durante las sucesivas hegemonías de Frigia y de Lidia, a la vez que mantenían intercambios comerciales y culturales con los griegos, pero cayeron bajo el poder de los persas, tras oponer una heroica resistencia a las fuerzas armadas de Hárpago, general del ejército de Ciro. Bajo la Persia aqueménida, y más tarde bajo los seléucidas y los romanos, Licia disfrutó de una cierta autonomía y pudo conservar su antiguo sistema confederal hasta tiempos de Augusto. Luego fue anexionada a Panfilia, y a partir del siglo IV d C vuelve a ser una provincia separada. 
   La antigua Licia comprendía la comarca marítima en la costa sudoeste de la Anatolia entre la Caria y la Panfilia, conocida como península de Teke, extendiéndose tierra adentro hasta la cordillera de los montes Taurus. La línea costera está hoy delimitada entre las ruinas de Caunus al oeste y la ciudad de Antalya al este. 
   Región bella y misteriosa, cuna de leyendas clásicas, Licia está volcada al mar por el empuje de sus montañas calcáreas, que caen en vertical hasta las aguas. El litoral es una sinuosa sucesión de abruptos acantilados boscosos contra los que chocan las olas del Mediterráneo, interceptado a intervalos por hermosas playas de arena o rocas, caletas, radas, puertos pesqueros y ruinas antiguas, a veces sumergidas en el mar. 

   En la mitología griega, Licia era el país donde tenía su guarida la Quimera, monstruo con cabeza de león y cuerpo de cabra y dragón, que lanzaba llamaradas de fuego por la boca. Un recóndito yacimiento cerca de la costa se llama Chimaera, en referencia a esta bestia mítica, que devastó Caria y Licia. La leyenda narra que fue muerta por el héroe Belerofonte, hijo de Glauco y nieto de Sísifo, montado sobre el corcel alado Pegaso. Una vez más la realidad parece abonar el mito cuando en la remota Chimaera actual se alcanza un paraje desolado y sin vegetación, de cuyas grietas sale constantemente metano ardiente, cerca de los restos del templo de Hefesto, dios griego del fuego y la fragua. 
   Las ruinas de las ciudades de la antigua Licia figuran entre las más fascinantes de Turquía, país de abrumador legado arqueológico. Son ruinas griegas, romanas, paleocristianas, bizantinas... pero también ruinas licias, perfectamente distinguibles por sus rasgos estilísticos únicos. Los lugares donde duermen sus piedras son salvajes, a veces recónditos, casi inaccesibles. Pedregosas montañas, entre cuyas grietas luchan por crecer los árboles, mordidas por pequeñas bahías en las que se bañan los sillares de las urbes muertas. En Phaselis, el teatro va siendo devorado por la vegetación, las raíces revientan sus graderíos, y una gran calzada de losas atraviesa el centro de la ciudad hasta adentrarse en las aguas de la playa para conectar con otros edificios sumergidos bajo el mar. En la pequeña isla de Kekova, los sarcófagos licios inundados emergen a medias sobre la superficie del agua. En Patara, cuna de San Nicolás, obispo de Myra, las dunas de arena van trasladándose impulsadas por los vientos, hasta casi cubrir las ruinas de los edificios públicos romanos. 
   Pero son los acantilados de Licia los que nos ofrecen los más extraordinarios panoramas que nadie pueda imaginar, cuando descubrimos, horadadas en sus paredones, las necrópolis rupestres licias, auténticas ciudades de los muertos, cuyas casas trepan y se superponen a distintos niveles por los farallones hasta formar abigarradas urbes en vertical. 

  
  

Un arte para el Más Allá
  
   El arte licio que nos ha llegado es sobre todo arte funerario: cementerios, tumbas, sarcófagos, cenotafios, mausoleos, templos fúnebres. La arquitectura civil de madera se ha perdido, pero puede inferirse a partir de los elementos de la arquitectura rupestre, que imitan los de las construcciones normales. Por toda la región encontraremos los curiosos sarcófagos licios, exentos, con su remate en forma de carena de embarcación invertida. Este patrón se repite también en algunos mausoleos rupestres, que adquieren en estos casos un aire como ojival, si bien se diría interminable la variedad de modelos de tumbas Turquia rupestreque agujerean los acantilados licios. La mayoría reproducen en la roca viva clones de los distintos tipos de fachadas de casas o templos que eran usuales en la arquitectura 'construida'. 
   La tradición de perforar tumbas en la masa rocosa de las montañas viene de lejos. Los antiguos egipcios, con sus arraigadas creencias en la vida después de la muerte, concebían sus sepulturas como 'casas para la eternidad', y a fe que se aproximaron al ideal, pues cuatro mil años más tarde sus mastabas e hipogeos siguen ahí, en sólida piedra, mientras que la arquitectura civil prácticamente ha desaparecido, dado lo perecedero de sus materiales. Es su condición de rupestres lo que hace que muchas de estas necrópolis puedan desafiar con contumacia los estragos del tiempo y sus enterramientos se conviertan en viviendas 'eternas'. Tenemos ejemplos en el Imperio Antiguo, en los hipogeos de príncipes de Qubbat el-Hawa, al oeste de la isla Elefantina; en el Imperio Medio, con las tumbas rupestres de Beni Hassan; en el Imperio Nuevo, con las sepulturas de nobles de los acantilados de Tell el-Amarna, en la capital de Ajenaton; por no hablar del termitero de hipogeos del Valle de los Reyes, de las Reinas, de los Nobles, en la orilla occidental de Tebas. 
   También los hititas habían excavado sus moradas para el más allá en las rocas. Y los reyes persas aqueménidas del V a C, como puede comprobarse en las tumbas rupestres atribuidas a Darío I, Jerjes I y Artajerjes I y II en Naqs-i Rustam y Persepolis (actual Irán). Pero fue en la Licia donde esta práctica se llevó al extremo de convertir las necrópolis en verdaderas ciudades fuera de la ciudad, con los acantilados de los montes vecinos literalmente trepanados en todas sus paredes con un sinfín de tumbas de suntuosas fachadas. 
   Aunque salta a la vista que está muy influenciado por el arte griego, el arte licio es de muy original factura. Dominan la sencillez de líneas y el clasicismo de formas, combinados con rasgos inconfundiblemente locales. Llama la atención el constante juego de pilares verticales y vigas horizontales, que se entrecruzan y escalonan enmarcando falsas puertas y ventanas (foto31). Es un reino geométrico donde los protagonistas son la línea recta, el ángulo de noventa grados, el rectángulo, la escalera, el paralelepípedo. En épocas más helenizadas aparecen los típicos estilemas del orden jónico (foto26: Jonia no estaba lejos de Licia), y la escultura figurativa se ciñe más a los cánones clásicos. 
   Hemos seleccionado cuatro parajes representativos de Licia, en los que perduran ruinas de antiguas ciudades con sus correspondientes necrópolis rupestres, que nos permitirán visualizar las características específicas del arte funerario licio: Telmessos, Pinara, Xanthos y Myra. 

  

Turquia rupestre  
Telmessos (Fethiye)
  
   El núcleo urbano de Fethiye, la mayor población actual de la costa licia, ha crecido sobre el emplazamiento de la antigua Telmessos, a orillas de una resguardada bahía con catorce islotes, cerca de la frontera con Caria. 
   Telmessos es mencionada por primera vez como ciudad perteneciente a la Liga ático-delia, en el s V a C. En el IV está bajo el dominio de Arbinas, rey de Xanthos. Bajo Antipatrides cae en poder de Alejandro Magno. Telmessos pasa a ser administrada por los ptolomeos, luego por los seléucidas, los atálidas de Pergamo y por fin los romanos. A partir del 133 a C, la villa era una de las seis ciudades más importantes de la Liga Licia. 
   Poco queda del casco urbano de la antigua Telmessos: un solitario sarcófago licio exento rescatado del fondo del mar, uno de los más elaborados especímenes de esta modalidad de sepultura, consistente en una cámara sepulcral en forma de torre coronada por una nave invertida ornada de relieves. En cambio, la necrópolis rupestre en los acantilados de las afueras es lo mejor conservado del sitio, y una de las más características 'ciudades de los muertos' licias (foto25). 
   La monumental tumba de Amyntas se halla excavada junto a otras más pequeñas en la pared del acantilado. Reproduce la fachada de un templo griego con dos columnas jónicas y dos pilares de antis sosteniendo un frontón con acróteras sobre un friso en platabanda y una cornisa de modillones. La cámara está cerrada por una falsa puerta, con todos sus detalles (cuarterones, cabezas de clavo) copiados en piedra. Dentro, el cadáver era depositado sobre una bancada corrida. En el frontón, una inscripción proclama: 'Amyntas, hijo de Hermapios'. Está datada en el siglo IV a C. 
   No lejos se abren otras sepulturas monumentales en forma de fachada de templo, o de viviendas de dos y hasta tres pisos.  
   

Turquia rupestre 
Pinara
  
   Las ruinas de Pinara no han sido nunca excavadas, a pesar de pertenecer a una de las más desarrolladas urbes de la antigua Licia. Su importancia fue comentada por Estrabón y Stefanus. La ciudad existía ya en el siglo V a C, y el historiador Menecrates atribuye su nacimiento a la llegada de un grupo de población excedentaria, liderada por Grogus, hijo de Tremiles, secesionada de Xanthos, que había sido dividida en tres núcleos debido a su alta densidad demográfica. Pinara era, junto a Xanthos, Tlos, Patara, Myra y Olympos, una de las grandes ciudades de Licia, y siguió siendo próspera hasta el siglo I a C, cuando los piratas arrasaron la vecina Olympos y la ciudad fue abandonada. En tiempos romanos Pinara se recuperó en parte, sin alcanzar su pasado esplendor, hasta que los terremotos de 141 y 240 d C la destruyeron, al igual que las restantes ciudades licias. 
   Los vestigios de la antigua Pinara se reparten en tres colinas que rodean dos valles elevados a gran altura sobre el nivel del mar. Llegar allí desde Minare, el pueblo más próximo, requiere una buena caminata por pistas y empinados senderos. Sobre la colina oeste se levantaba una acrópolis a más de 700 m de altura. En la pared rocosa oriental, de 300 m de alto, en un lugar de difícil acceso, se ven esculpidas centenares de tumbas de estilo licio, semejantes a las de Telmessos y Myra (foto27). Reproducen en piedra formas arquitectónicas de madera propias de edificios religiosos y civiles de los que no quedan otros restos. Algunas ostentan relieves. Las avalanchas de rocas que caen por los barrancos destrozan y sepultan en parte buen número de sepulcros (foto29). Otros dos complejos funerarios rupestres se elevan en los flancos de las colinas del centro y del sur, como enormes columbarios. 
   El teatro, embutido en una colina en la parte opuesta del valle, data del período helenístico pero fue reacondicionado por los romanos. Sólo la cavea se conserva bien, y su hemiciclo se integra perfectamente al terreno natural circundante. Podía acoger entre 3.000 y 4.000 espectadores. Existen también en el fondo del valle trazas de un estadio, un odeón, un bouleuterion y varios templos. 
  

  
Xanthos
  
   Xanthos era la capital de Licia. Las ruinas de la ciudad son indisociables de las del vecino santuario de Letoon (consagrado a la diosa griega Leto, madre de Apolo y Artemisa), con las que forma un complejo arqueológico-monumental único. 
   Arrasada por el ejército persa de Ciro II en el siglo VI a C, reconquistada por Alejandro Magno en el 333, helenizada, romanizada, vivió su epílogo bajo el imperio bizantino, hasta que las invasiones árabes del XII d C sumieron a Xanthos en las ruinas del olvido. 
Turquia rupestre   La capital fue creciendo en torno a un promontorio que domina el río Xanthos, sobre el que se había ubicado la primitiva acrópolis licia. Un colosal muro helenístico de aparejo ciclópeo poligonal reforzaba las defensas. Con la romanización aparecieron los usuales monumentos del urbanismo clásico: ágora, calzadas, templos, arco triunfal, ninfeo y un teatro, muy bien conservado. Más tarde las basílicas cristianas bizantinas. Todas estas ruinas se mezclan entre sí y mezclan sus estilos y épocas en un totum revolutum, en un irresoluble rompecabezas de cascotes sobre el que se yerguen, enhiestos, extraños monumentos funerarios en forma de altos pilares prismáticos monolíticos en pie sobre plintos escalonados macizos (foto30). 
    El Pilar de las Arpías era un monumento funerario de este tipo, constituído por un monolito de 5,43 m de alto soportando una pequeña cámara sepulcral decorada con frisos de relieves de sirenas, ejecutados por escultores milesios (hoy día exhibidos en el Museo Británico, así como el Monumento de las Nereidas, también de Xanthos). 
   En Xanthos, los monumentos funerarios y las sepulturas rupestres licias, lejos de trepar por los farallones, han quedado englobadas en la ciudad romana, y se pueden visitar a pie de calle, por las cercanías del teatro. La arquitectura licia despliega aquí su más depurado estilo en unos diseños de fachada  con sobrias composiciones a base de ventanas ciegas y prismas escalonados, que se acercan a una suerte de minimalismo geométrico (foto31). Es de observar que el cien por cien de las tumbas licias tienen un panel perforado por el que se puede penetrar a las cámaras sepulcrales, totalmente desnudas y vacías; es la huella que a lo largo de los siglos han ido dejando los violadores de tumbas, que las saquearon hasta no dejar nada en su interior. Las moradas eran eternas, pero sus habitantes no fueron sino inquilinos temporales. 
   El conjunto arqueológico de Xanthos-Letoon fue incluido en el catálogo del Patrimonio Mundial de la Unesco en el año 1988.
  

  
Myra (Demre)
  
   La actual ciudad turca de Demre se levanta sobre el emplazamiento de la antigua Myra, una de las poblaciones con más peso en la confederación licia, que existía al menos desde el siglo V a C. Según Plinio el Viejo, había allí un templo de Apolo. Fue visitada en el año 18 d C por el emperador Germanicus y su esposa. Pablo de Tarso pasó por Myra en el 60, en su camino a Roma. La urbe alcanzó el cénit de su crecimiento en el siglo II d C, enriquecida por las donaciones de ciudadanos opulentos. 
Turquia rupestre    En la época bizantina, conoció gran fama gracias a San Nicolás, nacido en la vecina Patara, que tras viajar por Palestina, regresó a Licia para ocupar la sede del obispado de Myra a principios del IV d C, convirtiéndose a su muerte la ciudad en meta de peregrinación para gentes de toda Europa, y en el centro económico-político de Licia. Hoy se puede visitar en Demre la iglesia paleocristiana de San Nicolás, fundada en el IV, donde fue enterrado el obispo, cuya legendaria vida inspiró en la imaginación popular el personaje de San Nicolás, el Santa Claus de las navidades. (Los carteles anunciadores de la iglesia –'Baba Noel'– lo corroboran; quede, pues, constancia de que Licia, y no el Polo Norte, fue el país de origen de Papá Noel). 
   El teatro de Myra en su estado actual es de época romana. Tras el terremoto del 141 d C, fue reconstruido por Opramoas, un mecenas de Rhodiapolis. Su cavea consta de 38 rangos de gradas, y las grandes galerías abovedadas que la sostienen están muy bien conservadas, constituyendo el conjunto uno de los más completos teatros romanos entre los centenares que sobreviven en Asia Menor (foto32). 
   La necrópolis rupestre licia trepa por el escarpado monte que sirve de telón de fondo al teatro, y data del siglo V a C. Una vez más, las tumbas esculpidas en la roca retoman en piedra una tipología arquitectónica que en su origen era de madera. Reproducen frontispicios de templos y viviendas (foto33). Alguna de las sepulturas, sin dejar de ser monolítica y formar una unidad con la roca de la montaña, se asemeja a un sarcófago licio exento (foto36). Muchas de ellas están además decoradas con relieves de hombres o animales. Despunta una tumba sobre cuya arruinada cámara corre un friso con relieves de escenas protagonizadas por figuras humanas esculpidas con un extraordinario refinamiento y sentido de la proporción. Muestran episodios de la vida de un guerrero, que sería el difunto, a quien se le representa recostado asistiendo a un banquete funerario (foto34).
  

  
Otros lugares de Licia con necrópolis rupestres
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Caunus 
Lymira 
Tlos

  

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FotoCD15

Turquía rupestre
El arte de los acantilados

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Fotografías: Eneko Pastor 
Realizadas en Turquía

    


 

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