Colecciones fotográficas

Los incas

Ingeniería agrícola

 

   Los cronistas que acompañaban a los conquistadores contaban que los reyes aztecas en México y los incas en Perú poseían magníficos jardines con colinas aterrazadas, arboledas, fuentes y tanques ornamentales, que eran generalmente vergeles de recreo para uso de los monarcas.
Los incas   En el caso del Perú, éste no era más que un aspecto parcial del extraordinario grado de sofisticación que habían alcanzado la agricultura y la ingeniería agrícola bajo la administración de los incas, cosa que podemos comprobar con nuestros propios ojos cuando visitamos sitios como Tipón o Moray.
 
  
Tipón
   
   Desde la misma cuenca del río Huatanay, cerca del pueblo de Oropesa, a unos 30 km del Cuzco, una empinada subida conduce a un vallejo que está totalmente urbanizado con escalonamientos de terrazas de labranza. Es el yacimiento arqueológico inca de Tipón, que poco tiene de ruinas, pues la mayoría de las construcciones agrícolas del sitio se mantienen en un excelente estado de conservación, y el sistema de regadío que idearon los incas sigue en funcionamiento.
   Amplios bancales de piedra de sillería poligonal se encaraman por los laterales y el fondo del valle formando en conjunto un grandioso anfiteatro de planta rectangular, cuya base se descuelga también escalonadamente por la ladera del monte (foto151).
   Una red de canaletas encastradas en los suelos y paredes de piedra del graderío se ramifica por los andenes o bancales aterrazados y, bajando ordenadamente de escalón en escalón, suministra agua a las sucesivas huertas. El agua proviene de manantiales subterráneos, y al poco de la surgencia atraviesa una elaborada fuente de piedra con caños y cisternas dispuestos de tal forma que hacen que la corriente de agua se divida primero en dos chorros y luego en cuatro chorros, para terminar por unificarse en una alberca de la que nacen nuevos canales (foto154). Se trata probablemente de una fuente ceremonial donde tendría lugar algún rito de culto al Agua, práctica inseparable de las labores físicas de labranza.
 

  
Moray
  
   No lejos del Valle Sagrado de los Incas, a una veintena de kilómetros al sudeste de Ollantaytambo, existe en lo alto de una meseta un curioso yacimiento arqueológico que da fe de lo asombrosamente avanzadas que estaban las técnicas agrícolas entre los pueblos andinos prehispánicos.
   Estamos en Moray, un paisaje cultural sin equivalente en ningún lugar del mundo (foto066). Tres enormes cráteres perfectamente circulares se abren en el suelo y sus paredes internas descienden en escalones hacia lo hondo, creando unos espacios que se asemejan a gigantescas plazas de toros construidas en piedra (foto067). En este caso los habituales andenes agrícolas aterrazados de las ciudades incas no son rectangulares, sino que forman círculos concéntricos que se van adentrando en la tierra.
Los incas   Una sucesión de peldaños consistentes en simples lápidas que sobresalen de las paredes (foto069) permiten descender por el graderío hasta el ruedo que se abre en lo más profundo de cada hondonada, y quien lo hace comprueba que conforme baja de bancal en bancal la temperatura va subiendo, haciéndose el calor casi insoportable en el fondo.
    Totalmente resguardados de los vientos, se puede decir que cada uno de estos escalones circulares tiene su propio microclima, dependiendo de la profundidad a la que se encuentra, lo cual permite sembrar en sus suelos diferentes especies de plantas adaptadas a distintas condiciones climáticas. Características tan singulares han llevado a conjeturar sobre la posibilidad de que Moray fuera algo así como un laboratorio de agricultura que permitía a los incas estudiar las condiciones óptimas para el cultivo de cada especie.
 
  
Salinas de Maras
  
   A poca distancia de Moray, en la localidad de Maras, un barranco baja hasta confluir con el Valle Sagrado del río Urubamba. En su parte superior surge un manantial de agua salada que se derrama por su falda occidental. Agua que ha tenido el poder de transformar por completo el paisaje, cubriéndolo de un espeso manto de sal, de un blanco tan deslumbrante que parece nevado.
   Desde hace siglos los lugareños explotan este lugar para extraer la sal mediante la construcción de salinas. Éstas consisten en un ajedrezado de pozas o depósitos más o menos rectangulares cuyas paredes están hechas con la misma sal apelmazada, donde se deja embalsar el agua para que la sal se deposite en el fondo (foto070). Periódicamente acuden jornaleros (hombres y mujeres) para recoger con palas la sal de las pozas y depositarla en pequeños montones, que dejan secar al sol por unos días y luego se llevan en sacos.
   Dicen que fueron los incas quienes pusieron en funcionamiento estas salinas. Quizá sea verdad, pero es más probable que ya hubieran sido explotadas desde más antiguo por otros pueblos preincaicos.

Ver en fotoAleph exposición de fotografías sobre las Salinas de Maras:
La sal de la tierra

 

 

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FotoCD110
   
Los incas
El eclipse de una civilización

Fotografías: Agustín Gil, Eneko Pastor
Realizadas en Perú

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