Exposiciones fotográficas
Los geoglifos de Nazca
Una cultura prehispánica
En el ámbito de la tierra hay formas antiguas, formas incorruptibles y eternas; cualquiera de ellas podía ser el símbolo buscado. Una montaña podía ser la palabra del dios, o un río o el imperio o la configuración de los astros.
Jorge Luis Borges. La escritura del dios
Nazca es el nombre con que se conoce a una de las culturas prehispánicas que florecieron en las tierras del actual Perú. Aunque los historiadores difieren a la hora de proponer una cronología, parece probado que la cultura Nazca se desarrolló entre aproximadamente el año 200 a C y el 600 d C, durante el llamado Periodo Intermedio Temprano.
Los nazcas eran los descendientes de una gran civilización en declive: los paracas. Se asentaron ligeramente más al sur que éstos, en la costa meridional de Perú (en el actual departamento de Ica, a unos 400 km al sur de Lima), en un entorno geográfico hostil, rico en minerales pero con escasos recursos básicos como el agua (foto01). La mayor concentración de asentamientos se dio en las cuencas del río Nazca (de ahí el nombre) y sus cinco afluentes principales, incluyendo los valles de Pisco, Chincha, Ica, Palpa y Acarí. Los cauces de estos ríos generan auténticos oasis fluviales, tierras de cultivo que cortan con sus franjas de verdor el pardo secarral del desierto.
Observando los movimientos de los astros, los nazcas sabían cuando tenían que empezar sus tareas agrícolas, y esto formaba parte de su visión religiosa del mundo. Para poder sobrevivir, aprendieron a prevenir los desastres naturales causados por el fenómeno meteorológico de El Niño (que cada 10 años ocasiona cambios climáticos y hace desbordarse los ríos y canales).
Practicaban el culto a los muertos, y como los Chavín y paracas, adoraban, entre otros, a un dios con aspecto de felino. La iconografía religiosa de los nazcas desarrolló un elemento heredado de los paracas: las cabezas-trofeo. Se trata de cráneos humanos que cuelgan de una cuerda a modo de trofeos de guerra; algunos arqueólogos creen que su función era de servir de ofrenda a los seres míticos.
La extraordinaria calidad y fantasía de sus trabajos en joyería y metales preciosos, su cerámica y sus tejidos demuestran el espléndido desarrollo cultural que alcanzaron los nazcas. El estilo artístico Nazca deriva claramente del estilo Paracas. La manufactura textil de los nazcas incorporaba a sus tejidos determinadas figuras que apenas se diferenciaban de los motivos de las prendas de vestir de los paracas. Lo mismo ocurre con la cerámica, elaborada con gran fantasía y brillantez, y con parecidos motivos iconográficos policromados (por ejemplo representaciones antropomorfas del llamado ser oculado), en los que llegaban a utilizar hasta seis y siete colores. Su calidad es comparable a la de la magnífica cerámica de la contemporánea cultura Moche. La forma predominante es el vaso de dos pitorros unidos por un asa curva, que desciende de los recipientes paracas. Algunas vasijas adoptan la forma de cabeza-trofeo o plasman repetidamente este motivo en su decoración. Aparecen también pintados cóndores, halcones antropomorfos, pájaros, peces y frutas, seres humanos y seres diabólicos.
Son pocas las obras arquitectónicas que han sobrevivido de la civilización Nazca, ya que los edificios más importantes eran construidos en adobe, mientras que las viviendas eran chozas de cañas cosidas. La estructura más monumental que, aunque muy arruinada, aún se conserva es la pirámide escalonada de Cahuachi, una de las seis pirámides que hubo en el lugar. Cahuachi, situado en el valle del Nazca, sería un centro ceremonial y probablemente la capital de un temprano principado en expansión, que pronto cayó en declive y fue abandonado. La pirámide, que alcanzaría en su época los 20 m de altura, está formada en parte por un promontorio natural, que fue aterrazado y revestido de adobes. Alrededor de la misma se construyeron plazas, estancias y sepulturas.
Dada la escasez de lluvias de la región (solo llueve media hora cada dos años), los nazcas se tuvieron que emplear a fondo en el desarrollo de sistemas que permitieran el máximo aprovechamiento del agua para la irrigación de los terrenos cultivables. Construyeron así canales a cielo abierto y también acueductos subterráneos, que filtraban el agua de la capa freática del subsuelo para conducirla a cochas o depósitos, desde los cuales se regaban los campos. Estos canales subterráneos estaban comunicados con la superficie por alineaciones de ojos de agua o jagüeys, unos curiosos pozos provistos de rampas helicoidales que posibilitaban descender al interior del canal para proceder a su mantenimiento (foto12). Tras casi dos mil años, algunos de estos canales siguen en funcionamiento y son usados hoy día por los agricultores del lugar.
Con el tiempo la cultura de los nazcas decayó y su territorio fue conquistado por un grupo de gentes venidas del sudeste, los wari. Esta nueva civilización dominó la región antes que los incas, imponiendo a sus habitantes su modo de vida y sus creencias religiosas.
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FotoCD122
Los geoglifos de Nazca
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