Colecciones fotográficas

Los incas

Las nieblas de Machu Picchu

 

Entonces en la escala de la tierra he subido
entre la atroz maraña de las selvas perdidas
hasta ti, Machu Picchu.
Alta ciudad de piedras escalares...
(Pablo Neruda. Canto general. Alturas de Machu Picchu)


   Las nieblas matutinas cubren con sus blancas sábanas los riscos y roquedales de este escondido paraje de los Andes peruanos donde la montaña se sumerge en la selva amazónica, mundialmente conocido como Machu Picchu. Estamos rodeados por todas partes de una nívea blancura, buceando en un limbo de nubes que no nos permite ver más allá de diez pasos. Ascendemos el monte por una sucesión de escaleras de piedra, bordeando los andenes de un colosal aterrazamiento de bancales agrícolas que trepan por la empinada ladera. Nos sentamos en una roca situada en un altozano, y ya no nos toca sino esperar.
    De pronto se abre el telón y da comienzo el espectáculo. La niebla se retira parcialmente en cierto punto y durante unos segundos nos deja vislumbrar allá abajo un caserío de piedras grises levantado sobre grandes rocas naturales en medio de campas de brillante césped. Un pueblo de cuento cuya visión se desvanece a los pocos instantes, cuando la niebla extiende de nuevo su blanca mortaja para velar la escena.
Los incas   Como si jugara con nosotros, la niebla levanta a su capricho sus cortinajes en otro punto del paisaje y abre un claro a través del cual divisamos como por una ventana otro pueblo encantado, con sus casas descolgándose ordenadamente por una pendiente montañosa. Baja de nuevo el telón, la ventana se cierra y la escena se oculta a nuestros ojos en un fundido en blanco. En el horizonte las nieblas se desgarran en jirones algodonosos y dejan entrever afilados peñascos que emergen del mar de nubes tapizados de bosques de un verde oscuro. Las nieblas se condensan en un profundo valle, suben arrastradas por el viento, se derraman por las laderas y se dispersan en un lánguido vaivén de oleaje chocando con las colinas.
   Tras estos tímidos preludios el viento toma la iniciativa y de un manotazo despeja el escenario de nubes y nieblas. Por fin vemos la escena al completo, en toda su grandiosidad, y no podemos menos que quedarnos inmóviles contemplándola arrobados. Es grande la fama que precede a Machu Picchu (en quechua, 'montaña vieja'), pero en verdad que su visita supera con mucho toda expectativa. Estamos ante una imagen mil veces vista, un icono que simboliza el Perú, pero la realidad le da mil vueltas.
   No solo frente a nosotros, sino a mano izquierda, a la derecha y a nuestras espaldas se extiende una inmensa ciudad fantasma encaramada en las agrestes faldas de un collado, rodeada por todas partes de abismos, y más allá de los abismos, de una laberíntica cadena de montañas andinas de tupida vegetación, acariciadas por retazos de nieblas. Un emplazamiento casi inexpugnable, inmerso en un paisaje de irreal belleza. Enfrente se levanta majestuoso el pico Huayna Picchu (en quechua, 'montaña joven'), que constituye el telón de fondo del prodigioso escenario (foto075).
   La ciudad abandonada de Machu Picchu se encuentra a 2.400 m sobre el nivel del mar, sobre un monte granítico circundado en sus tres cuartas partes por la herradura de un gran meandro del río Urubamba, donde el Valle Sagrado de los Incas se convierte en un angosto desfiladero flanqueado de altísimos farallones verticales. El paraje es tan recóndito que no ha de extrañar que los conquistadores españoles del siglo XVI nunca llegaran a conocerlo. Ningún cronista lo menciona.
   Machu Picchu fue abandonada durante la etapa de la conquista por razones que se desconocen y quedó perdida en las nieblas de la historia hasta 1911, cuando fue descubierta y dada a conocer al mundo por el antropólogo y político estadounidense Hiram Bingham, que exploraba la región en busca de Vilcabamba, último bastión del rey rebelde Inca Manco. En subsecuentes campañas de excavaciones, Bingham sustrajo del yacimiento cincuenta mil piezas arqueológicas, que hoy se guardan en la Universidad de Yale, reclamadas desde hace décadas por el gobierno peruano. Esta universidad publicó en 1915 el primer informe científico sobre Machu Picchu.
   La ciudad de Machu Picchu, trazada con una rigurosa planificación urbana de esquema rectilíneo sobre un emplazamiento topográficamente muy accidentado (foto083), es uno de los más impresionantes logros de la arquitectura y el urbanismo incas. Parece datar del periodo de los dos grandes Incas Pachacútec Yupanqui (1438-71) y Túpac Yupanqui (1471-93). La función de esta ciudad, situada a 129 km de Cuzco, la capital del imperio inca, no se conoce con exactitud, dada la ausencia de documentación escrita y de vestigios materiales que puedan arrojar alguna luz sobre el tema. Posiblemente era un puesto avanzado de una red de fortalezas incaicas, que defendía de los asaltos de los indígenas de la selva los accesos al Valle Sagrado y al Cuzco.
  

Túnica triangular, polen de piedra.
Lámpara de granito, pan de piedra.
Serpiente mineral, rosa de piedra.
Nave enterrada, manantial de piedra.
Geometría final, libro de piedra.
(Pablo Neruda. Canto general. Alturas de Machu Picchu)
  
   Los muros, plazas, escalinatas, andenes y rampas de Machu Picchu parecen haber sido moldeados por la naturaleza en la roca madre, en total armonía con el paisaje. Los constructores y canteros incas desplegaron aquí un esfuerzo titánico para domeñar la geografía, multiplicar las plataformas, conectarlas con rampas y escaleras, nivelar las irregularidades del terreno, esculpir la montaña en definitiva.
   El conjunto cuenta con unas 200 estructuras arquitectónicas de sillares de granito erigidas sobre terrazas, consolidadas las pendientes por medio de grandes muros de contención, y con más de 100 escalinatas, a veces esculpidas en la roca viva, que suman por encima de 3.000 peldaños.
Los incas   Se puede estimar que el 90% de estas estructuras estaba en pie cuando fueron descubiertas a principios del siglo XX, y que tras las obras de desbroce, restauración y consolidación, contemplamos el 95% de lo que fue Machu Picchu en su día. Solo se echan en falta los tejados de los edificios, que, por estar hechos de materiales perecederos como madera y paja, han desaparecido con el tiempo. Eran tejados a dos aguas, de un ángulo tan puntiaguado que los gabletes triangulares de las fachadas delanteras y traseras parecen reproducir el empinado perfil del pico Huayna Picchu, que se recorta allá al fondo contra el horizonte (foto117).
   Se distinguen a primera vista distintas áreas claramente delimitadas. Dos zonas agrícolas, dos zonas de viviendas, entre las que se intercalan diversas estructuras monumentales, y varias zonas ceremoniales.
   Los sectores agrícolas oriental y occidental se hallan próximos a los colosales escalonamientos de andenes que se descuelgan por los precipicios, cuyas terrazas eran cultivadas y transformadas en jardines colgantes (foto109). Los sectores de viviendas están distribuidos en una parte alta y una parte baja, característica recurrente en el urbanismo incaico, con una gran explanada entre las dos áreas urbanas. Las zonas ceremoniales se situaban sobre plataformas elevadas, talladas en las rocas de la montaña.
   Entre los edificios y elementos urbanísticos destacan los denominados Templo del Sol, la cámara real, el barrio de las Fuentes, la plaza central, el Templo del Cóndor, la Piedra Sagrada y el Intihuatana.
   El llamado Templo del Sol es un singular edificio semirrupestre en forma de torreón, de planta en parte circular (caso único en Machu Picchu) y en parte rectangular (foto093). El torreón asienta sus muros en talud sobre una gran peña inclinada, quedando debajo un espacio a guisa de cámara (calificada sin fundamento como 'cámara real') donde se ven tallados nichos, un altar y otros elementos rupestres (foto096). Los sillares de la superestructura, de excelente aparejo, se imbrican con las irregularidades de la peña de tal modo que parecen su prolongación natural (foto095). Arquitectura y naturaleza se fusionan aquí creando un todo inseparable. Se conjetura que este edificio tenía fines astronómicos.
   Por debajo del templo del Sol se extiende el barrio de las Fuentes, con una sucesión de 16 baños ceremoniales conectados entre sí, por los que el agua desciende en cascada de cisterna en cisterna a través de canalillos acondicionados entre los muros y escaleras.
   La plaza central, una gran explanada rectangular en cuyo césped pastan las llamas, ocupa el centro de la urbanización, separando los diferentes barrios (foto111).
   El Templo del Cóndor es así llamado porque en su suelo se ve una losa triangular de piedra que tiene esculpida en uno de sus ángulos lo que parece ser la cabeza de un cóndor (foto116), y las rocas naturales a su espalda recuerdan a las alas extendidas del ave andina.
   La Piedra Sagrada es un peñasco natural cercado en su base por una repisa de enormes sillares, cuyo perfil dicen reproduce el de las montañas que, cuando se disuelven las nieblas, se ven desde este punto en la lontananza.
   El Intihuatana (en quechua, 'amarradero del sol') es un observatorio solar rupestre, tallado en la roca del suelo de la cima de una colina (foto103). Su juego de ángulos y salientes permitía medir por las sombras proyectadas la declinación del sol y el transcurso del tiempo, así como fijar las estaciones del año y los ciclos agrícolas.
   Entre las muchas estructuras arquitectónicas y urbanas de Machu Picchu, mencionaremos también el palacio de la Princesa, el templo de las Tres Ventanas, la plaza Sagrada, la mansión del Sacerdote Supremo y, en la zona más baja de la ciudad, las mazmorras, compuestas por un laberíntico complejo de celdas y pasadizos, en parte subterráneos.
   En la parte inferior de Machu Picchu se encuentran las residencias más humildes, separadas por estrechas callejuelas. Debajo de sus bancales de cultivo se ubica el cementerio, en el que en una excavación arqueológica se desenterraron 135 esqueletos, de los cuales 109 correspondían a mujeres.
  
  
Aquí los pies del hombre descansaron de noche
junto a los pies del águila, en las altas guaridas
carniceras, y en la aurora
pisaron con los pies del trueno la niebla enrarecida,
y tocaron las tierras y las piedras
hasta reconocerlas en la noche o la muerte.

Hoy el aire vacío ya no llora,
ya no conoce vuestros pies de arcilla,
ya olvidó vuestros cántaros que filtraban el cielo
cuando lo derramaban los cuchillos del rayo,
y el árbol poderoso fue comido
por la niebla, y cortado por la racha.
(Pablo Neruda. Canto general. Alturas de Machu Picchu)
  
   La población de Machu Picchu rondaría en su tiempo los mil habitantes, compuesta de una elite de sacerdotes, mujeres dedicadas al culto y funcionarios civiles, así como de labradores encargados de trabajar las tierras para proveerles de sustento. Habría también soldados para garantizar la seguridad de los labradores de los valles fértiles próximos a Machu Picchu, que llevaban ya siendo cultivados desde hacía más de mil años.
    Los campesinos que habitan hoy cerca de Machu Picchu mantienen un modo de vida que recuerda al de sus antepasados incas, con unos recursos económicos basados en la patata, el maíz y las llamas.
Los incas   A Machu Picchu no se puede llegar por carretera. Solo dos vías férreas lo conectan con el resto del Perú. Los visitantes actuales han de tomar un tren para acercarse a Aguas Calientes, una población moderna que hace las funciones de 'campamento base' desde donde emprender la ascensión a la montaña en cuya cumbre yace la ciudad perdida.
   En tiempos de los incas, la principal vía de acceso a Machu Picchu viniendo desde el Cuzco era una calzada que atravesaba valles y montañas, a veces por estrechas cornisas que discurrían por las paredes de los acantilados a una vertiginosa altura por encima de la cuenca del río Urubamba. Hoy este itinerario, llamado el 'Camino del Inca', sigue siendo recorrido por algunos viajeros para llegar a Machu Picchu. En su travesía de varias jornadas, que solo puede hacerse a pie, se pasa por un rosario de yacimientos arqueológicos incas de gran belleza: Llactapata, Huayllabamba, Runkurakay, Sayacmarca, Phuyupatamarca y Hiñay Huayna. En su tramo final, el camino cruza el último cresterío por una brecha llamada Intipunku (= 'Puerta del Sol'), desde la que por fin se divisa la meta de Machu Picchu.
   Pero no era este el único camino inca de acceso a la ciudad. Desde el sur llegaba otra calzada cuyos últimos kilómetros transcurren por una angosta cornisa practicada a media altura en la pared vertical de un gigantesco farallón, con un abismo a un lado de más de mil metros de caída (foto119). Parece evidente que los incas no sabían lo que era el vértigo. Ya cerca de Machu Picchu la cornisa se corta completamente en cierto punto, abriéndose de por medio el precipicio, y para salvar el abismo hay que caminar sobre un puente colgante consistente en unos tablones de madera tendidos de un lado al otro del corte. Estos tablones se podían retirar en caso de peligro de invasiones, haciendo completamente imposible el acceso a Machu Picchu por este flanco de la montaña. La visita al puente está prohibida desde que hace algunos años se produjo en este paraje un accidente mortal.
   El Estado peruano instituyó en 1981 el Santuario Histórico de Machu Picchu, con una extensión de 32.000 hectáreas, que incluye no solamente los yacimientos arqueológicos, sino que regula también los aspectos ecológicos, protegiendo grandes extensiones de bosques de la llamada 'ceja' de la selva, que comparten en un marco montañoso la rica flora y fauna de la cuenca del Amazonas.
   El entorno natural de Machu Picchu (foto085) provee de un hábitat seguro a diversas especies de animales en peligro de extinción, sobre todo el oso de anteojos, una de las ocho especies de oso que existen en el mundo y que solo vive en la región andino-amazónica de América del Sur. Otros ejemplares autóctonos son la corzuela enana, la nutria, la comadreja de cola larga, el gato de las pampas, el ocelote, la boa, el gallito de las rocas y el cóndor. La vegetación es propia de selva de montaña tropical muy húmeda, con una exuberante flora que incluye helechos arbóreos del género Cyathea, palmeras, heliconias y orquídeas.
   El lugar fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1983, con el nombre de Santuario Histórico de Machu Picchu.
  

Alto arrecife de la aurora humana.
Besa conmigo las piedras secretas.
La plata torrencial del Urubamba
Ven a mi propio ser, al alba mía,
hasta las soledades coronadas.
El reino muerto vive todavía.

Ventana de las nieblas, paloma endurecida.
Planta nocturna, estatua de los truenos.
Cordillera esencial, techo marino.
Arquitectura de águilas perdidas.
Cúpula del silencio, patria pura.
Novia del mar, árbol de catedrales.

Machu Picchu, pusiste
piedra en la piedra, y en la base harapo?
Carbón sobre carbón, y en el fondo lágrima?
Fuego en el oro, y en él, temblando el rojo
goterón de la sangre?
(Pablo Neruda. Canto general. Alturas de Machu Picchu) 

 

 

Los incas
El eclipse de una civilización

Bibliografía consultada
   
- Cáceres Macedo, Justo. Culturas prehispánicas del Perú (Grimanesa Enriquez Lovatón, Lima, 2009)
- De las Casas, Bartolomé. Brevísima relación de la destrucción de las Indias (Fontamara, México D.F., 1989)
- Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina (Siglo XXI Editores, Madrid, 1990)
- Neruda, Pablo. Canto general (Bruguera, Barcelona, 1980)
- Unesco. El Patrimonio Mundial (Ediciones San Marcos)
- V.V.A.A. América Antigua. Civilizaciones precolombinas (Vol. II. Folio / Ediciones del Prado, Madrid, 1992)
- V.V.A.A. Arqueología de las ciudades perdidas (Vol. 8. América precolombina. Salvat de Ediciones, Pamplona, 1989)

 

 

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Los incas
El eclipse de una civilización

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Realizadas en Perú

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