El holocausto camboyano
Los campos de exterminio
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048. Campo de exterminio de Choeung Ek. Cartel introductorio a la entrada del monumento funerario en memoria de las víctimas del genocidio camboyano
Lo más trágico
En nuestro siglo XX, en el suelo de Kampuchea, el clan de criminales de Pol Pot cometió un execrable acto de genocidio. Masacraron a la población con atrocidad y a gran escala. Fue más cruel que el genocidio cometido por los fascistas de Hitler. (El mayor) que el mundo ha conocido.
Con el stupa conmemorativo que tenemos delante, imaginamos que estamos oyendo la voz dolorosa de las víctimas que fueron golpeadas por los hombres de Pol Pot con cañas, estacas de bambú y azadones. Que fueron apuñalados con cuchillos o machetes. Nos parece estar viendo las horrorosas escenas y los rostros afligidos por el pánico de gente que estaba muriendo de hambre, trabajos forzados o despiadada tortura en sus delgados cuerpos. Murieron sin poder dirigir sus últimas palabras a sus parientes y amigos. ¡Qué dolor sintieron aquellas víctimas cuando eran golpeadas con cañas o azadones y apuñaladas con cuchillos o espadas, antes de exhalar su último suspiro! ¡Qué amargura sintieron cuando veían que sus amados hijos, esposas, maridos, hermanos y hermanas eran arrestados y fuertemente atados antes de ser llevados a la fosa común!
Mientras estaban esperando su turno y compartiendo el mismo destino trágico.
El método de masacre que el clan de criminales de Pol Pot llevaron a cabo sobre gente inocente de Kampuchea no puede ser descrito total y claramente con palabras porque la invención de este método homicida era extrañamente cruel, por lo que nos es difícil determinar qué clase de gente era: tenían forma humana pero sus corazones eran corazones de demonio. Tenían rostros jemeres pero sus actividades eran puramente reaccionarias. Querían transfomar al pueblo camboyano en un grupo de personas sin uso de razón o en un grupo que no supiera ni entendiera nada. Que siempre agachara la cabeza para cumplir ciegamente las órdenes del Angkar. Educaron y transformaron a los jóvenes y adolescentes, cuyos corazones eran puros, gentiles y modestos en odiosos verdugos que se atrevían a asesinar a inocentes, e incluso a sus propios padres, familiares o amigos.
Incendiaron el mercado, abolieron el sistema monetario, eliminaron libros de leyes y principios de la cultura nacional, destruyeron escuelas, hospitales, pagodas y bellos monumentos como el templo de Angkor Wat, que es la fuente pura del orgullo nacional y representa el genio, conocimiento e inteligencia de nuestra nación.
Intentaron a toda costa suprimir el carácter jemer y transformar el suelo y agua de Kampuchea en un mar de sangre y lágrimas, privado de infraestructura cultural, civilización y carácter nacional. Se convirtió en un desierto de gran destrucción que trastornó la sociedad de Kampuchea y la devolvió a la Edad de Piedra.
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