Exposiciones fotográficas

El holocausto camboyano

La utilización de jóvenes y niños


Educación y reeducación

   De un documento secreto del Centro, titulado 'Examinar el control' (19 septiembre 1975):
   Los maestros deben "educarse a sí mismos primero entre el movimiento popular".
  
   Del discurso de Nuon Chea (mano derecha de Pol Pot) a setecientos oficiales en diciembre de 1975 en Phnom Penh:
   "Camboya tiene ahora dos 'universidades'. Una enseña el trabajo productivo. La otra es la lucha contra el enemigo vietnamita."
  
   El nuevo gobierno era minoritario, y difícilmente capaz por ello de ganar para la causa de la revolución a la mayoría de los cuadros, y mucho menos a la población. Los revolucionarios intentaron primero la persuasión y seducción, luego la amenaza, y finalmente el terror. Al principio, empezaron a acorralar a servidores civiles y a las clases profesionales, todos llamados 'intelectuales'. Luego gradualmente, a medida que la represión descendía, grupos sociales cada vez más amplios se convirtieron en 'intelectuales', o sea, ni granjeros ni obreros industriales. 'Intelectuales' vino así a significar personas que no trabajaban con sus manos o que habían alcanzado algún nivel de educación escolar y que por tanto eran denunciados como parásitos.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
   "Los camaradas que sean maestros, estudiantes o intelectuales, que se presenten y lo notifiquen al Angkar".
    (Exhortación de los jemeres rojos a los camboyanos)
  
   La gente aprendió rápidamente el trasfondo de este requerimiento, y se mantuvo oculta el tiempo que podía sin dar información. Sin embargo, en los primeros días del régimen, algunas personas ingenuas fueron engañadas por el seductor canto de sirena, y terminaron en las fauces del lobo.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
   Palabras de Pol Pot en su discurso del 27 septiembre 1977:
   "Camaradas que todavía sois jóvenes... haced un verdadero esfuerzo por reconstruiros a vosotros mismos... Los camaradas que han servido durante largo tiempo a la revolución (deben) reconstruirse a sí mismos constantemente. Nadie puede realizar bien sus tareas a menos que sea leal a la revolución, que es el deber más sublime de todos".
  
   De hecho, Pol Pot volvía a repetir que no podía tolerar nada que no fuera la perfecta obediencia a él mismo –la encarnación del Angkar– por parte de los jóvenes, que eran tan fáciles dianas como aguerridos militantes. Estos no podían sino toparse con un sinfín de dificultades en su lucha por la supervivencia en el incesante caos revolucionario. Más que a rebelarse contra unos dirigentes ineptos, se les invitaba a interiorizar, por así decir, los errores del régimen, echándose la culpa a ellos mismos, y practicar la autocrítica, en lugar de volverse en contra de un poder totalitario.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
    "El Angkar te solicita cordialmente que te presentes para una sesión de estudio / un mítin / una reconstrucción del yo".
    (Fórmulas de los jemeres rojos para convocar a los camboyanos, para a continuación detenerlos la mayoría de las veces y enviarlos a campos de 'reeducación', o a centros de torturas, o simplemente ejecutarlos)
  
   En realidad, tal solicitación hacía temblar de miedo a la gente, en los niveles altos y bajos de la jerarquía revolucionaria. Esas bien conocidas expresiones se convirtieron en un símbolo del terror que rodeaba al régimen. Las palabras usadas eran traducción literal de la idea maoísta de xuexi, 'sesión de estudio'. En la China de Mao, todos sabían lo que significaba: que la gente debía presentarse ante sus jueces y que iban a recibir malos tratos. En la sociedad jemer roja, la invitación era perfectamente ambigua: podía significar para, pongamos, un cuadro de alto rango, que era convocado a Phnom Penh para seguir un curso de entrenamiento o asistir a un mitin oficial. Pero también podía ser un eufemismo para ser enviado a S-21, el principal centro de interrogatorios-torturas para cuadros. Se le dejaba al invitado en la total ignorancia, y por tanto indefenso. Lo mismo valía para los cuadros de menor rango o para los ciudadanos: podía muy bien ser una cuestión de entrenamiento político o un mítin; pero si la persona no regresaba, resultaba obvio (aunque tardíamente) que la expresión utilizada no era más que un término figurado para una prisión de la que muy probablemente no saldría. Pocos escaparon de las jaulas de los jemeres rojos. (...)
   Los arrestados –generalmente la gente era detenida tras caer la noche– eran primero interrogados localmente, luego trasladados a la prisión del distrito acompañados de informes biográficos, encadenados con grilletes, interrogados de nuevo más a fondo, y/o torturados. La mayoría eran ejecutados, o morían de hambre o de enfermedad. En lo que a la reeducación respecta, hubo poca 'reforma del pensamiento', a diferencia de en China. Como es tradición en Camboya hasta hoy, las confesiones forzadas de 'crímenes' eran la prueba absoluta de culpabilidad. Ningún adoctrinamiento fue llevado a cabo en las mismas prisiones. Los arrestados eran automáticamente culpables (el omnisciente Angkar había ordenado los arrestos) y se les suponía incapaces de reforma. Por encima de todo, los prisioneros tenían que confesar su traición y conspiraciones y denunciar sus tramas de cómplices, antes de ser, en la mayoría de los casos, exterminados.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
  
Crítica y autocrítica
  
   Todo el mundo debe saber cómo hacer autocrítica y hacerse críticas mutuamente.
   (Consigna de los jemeres rojos)
  
   La autocrítica y la crítica mutua constituyeron los ejercicios mentales básicos en esta sociedad comunista. Fueron practicadas en la Camboya de Pol Pot durante los mítines nocturnos, la frecuencia de los cuales variaba en cada lugar y momento. Podían ser interminables, prosiguiendo día tras día, o cada dos noches, o una vez a la semana, etc. ¡Cómo tenían que luchar por mantenerse despiertos tras largos días y cortas noches en los campos! ¡Tenían que aprender a dormir con los ojos abiertos! La mejor prueba de que todos se las arreglaban para dormir despiertos es que, después de entrevistar a testigo tras testigo, casi ninguno puede recordar lo que se decía. Eran siempre los mismos viejos refranes, las mismas palabras vacías que todos habían ahora borrado de sus conciencias con disgusto. (...) El propósito de todos estos mítines regulados era asegurarse que todo el mundo se convirtiera en un ciego subordinado del Angkar y a la vez que trabajara tan duro como su cuerpo pudiera aguantar. Estos mítines nocturnos estaban también a menudo cargados de terribles advertencias. Era necesario alentar las denuncias públicas de los simuladores, como en el apogeo de las campañas masivas maoístas en China. Era también necesario descubrir a los 'enemigos' de la revolución que "conspiraban en la sombra" para "socavar los extraordinarios logros del Angkar". (...) Ante tales 'tribunales', los comportamientos desviados "que amenazaban al Estado popular" suponían ser "corregidos a través de la reeducación en el marco de la maquinaria estatal o popular". Las acusaciones, saliendo casi siempre de los líderes comunales, invariablemente llevaban al arresto, y luego a la liquidación. ¿Cuántas veces tuvo la gente que confesar en público sus errores, fallos, defectos, o denunciar los de sus vecinos, casi siempre bajo amenazas y temiendo por su propia seguridad? La gente hacía todo lo posible para ser invisible, agachar la cabeza y guardarse las opiniones. (...) Tales métodos crearon un clima de suspicacia y odio, permitiendo con ello a los jemeres rojos aplicar el viejo adagio de 'divide y vencerás'. (...) Cuando eran desafiados por el líder local, los trabajadores podían condenarse a sí mismos o a sus vecinos por falta de entusiasmo en el trabajo, o por errores que podrían haber cometido (o ver cometer) al no cumplir con las cuotas diarias impuestas por el Angkar.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
   Ya no hay más diplomas, sólo los diplomas que pueda uno visualizar.
   (Slogan de los jemeres rojos)
  
   En otras palabras, lo importante no es el diploma que puedas enseñar, sino lo que realmente puedes hacer con tus manos. (...)
   Estamos ante uno de los slogans mayores del régimen, interminablemente repetido durante todo el periodo de su poder. Representaba el modo de pensar de los jemeres rojos y cómo veían la organización de la sociedad. Este slogan constituía la conclusión lógica de las grandes máximas de la Revolución Cultural. Consecuentemente, en aquel tiempo, se cerraron las universidades y las escuelas, para que la juventud pudiera participar en la revolución. Los diplomas habían perdido todo su valor, cuando no eran radicalmente suprimidos. Todas las escuelas –de las elementales a la universitarias– que habían sido creadas en todo el país desde los tiempos de Sihanuk, fueron clausuradas. Las labores manuales –esencialmente, el trabajo en los arrozales– se convirtieron en la única forma de educación para los jemeres rojos. Todos los que poseían alguna graduación eran sospechosos, perseguidos, y a menudo arrestados y ejecutados.
  
   Hacia los cinco o seis años de edad, los niños eran separados de su familia (al principio sólo durante el día, luego por periodos más largos), y criados en mondolkoma, una especie de campos de trabajo para niños. La única educación 'intelectual' general era un adoctrinamiento muy sumario, hecho de slogans basados en canciones revolucionarias. (...) El resto del día, atendían principalmente al ganado y recogían estiércol y hojas para hacer el muy necesario compost. (...)
   Al mismo tiempo, en Phnom Penh, había instituciones especiales para los hijos de los dirigentes, que recibían una educación revolucionaria mucho más formal.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)  

 

La utilización de jóvenes y niños

   Aún peor, si es posible, fue la manipulación de niños pequeños, especialmente de los muchachos. Estos niños fueron convertidos en robots, programados para cumplir ciegamente las locas órdenes del Angkar. Arrancados de sus familias a temprana edad, y sin haberse embebido de valores tradicionales, se convirtieron en monstruos sin corazón, capaces de cometer los crímenes más atroces. Les hacían creer que sus víctimas habían sido, en algún momento, los torturadores de sus padres. (...) A menudo sus padres no necesariamente habían sido liquidados por los 'capitalistas', 'feudalistas' o imperialistas', sino que podían estar vivos en otra parte de Camboya.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
El holocausto camboyano  
   "La arcilla se moldea cuando está blanda".
   (Proverbio tradicional citado por Khieu Samphan, presidente de Kampuchea Democrática y maestro de Pol Pot)
  
   En labios de Khieu Sampan, significaba que sólo los niños pequeños podían ser seleccionados para el Partido, para convertirse en dóciles servidores del Angkar.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
   Siendo el Angkar 'el padre y la madre' del pueblo, a él le incumbe definir quién forma parte de la familia. Ya en 1973, se conocía el caso de niños enrolados en las tropas revolucionarias que habían ejecutado a su padre enrolado en el ejército republicano: ya no era su padre, era un 'enemigo'. (...)
   Siendo el Angkar 'el padre y la madre' del pueblo, se entiende que a él le pertenecen los niños, y no a sus progenitores. Ya desde antes de la victoria de 1975, se conocía el caso de madres que ofrecían 'espontáneamente' sus hijos al Angkar; (...) Desde 1977, con la generalización de las 'cooperativas de alto nivel' en el conjunto del país, durante las horas de trabajo, los niños de menos de seis años eran confiados a mujeres de edad avanzada, las 'abuelas', que educaban a los jóvenes espíritus "contándoles historias heroicas".
   Después de la edad de seis años, los niños vivían separados de sus padres, durmiendo en edificios aparte, llamados 'establecimientos de los niños' (monti komar): organizados por grupos de diez, recibían una educación escolar hecha sobre todo del aprendizaje del trabajo manual. Después de los doce años, los jóvenes eran enrolados en 'las tropas móviles' (Kang chalat) y no volvían a ver prácticamente nunca a sus padres. (...)
   El Angkar, personalidad parental colectiva, cuida diligentemente de los niños, "futuro del país", que "no tienen el espíritu viciado como sus mayores".
   (François Ponchaud, Cambodge, année zéro, II parte)
  
   "Nosotros los niños damos la bienvenida y felicitamos a las fuerzas armadas, que han sido vigilantes, amigos, vigilantes en aplastar al enemigo".
   (De una canción titulada 'Los niños de las regiones sudoeste', introducida en Battambang en 1978)
  
   Los niños y los adolescentes ignorantes, de las provincias periféricas y completamente manipulados por el Angkar, podían quizá encontrar consuelo y significado en los slogans. Esto convenía a los dirigentes, que se jactaban de ser los portavoces de los hombres y mujeres de este estrato de la población. De hecho, estos jóvenes se convirtieron en los sicarios de un grupo de fanáticos hambrientos de poder absoluto, totalmente ignorantes de las realidades económicas nacionales e internacionales, así como de la real y centenaria cultura de su propio país.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
     
   Palabras de Pol Pot en su discurso del 27 septiembre 1977:
   "Aquellos, entre nuestros camaradas, que son jóvenes, deben hacer un gran esfuerzo para re-educarse a sí mismos. Nunca deben permitirse perder de vista este objetivo. Tenéis que ser, y manteneros, fieles a la revolución. La gente envejece rápidamente. Siendo jóvenes, estáis en la edad más receptiva, y sois capaces de asimilar mejor que nadie lo que representa la revolución.
  
   Antes de la toma de poder, el Angkar fue capaz de persuadir a algunos jóvenes, en cursos de entrenamiento y adoctrinamiento en los bosques, de que sus padres habían muerto por los bombardeos americanos, aunque fuera una pura invención. Así, tras la victoria, los soldados jemeres rojos jóvenes ya no podían 'reconocer' a sus propios padres, ya que se habían convertido en gloriosos mártires del imperialismo. Esto puede explicar la absoluta crueldad de estos jóvenes soldados fanáticos, incluso hacia sus propias familias.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
   "Jóvenes, vosotros sois los hijos e hijas del Angkar. Dadnos toda la información sobre quiénes son vuestros padres".
   (Consigna con la que los jemeres rojos manipulaba a los niños para denunciar y espiar a los adultos)
  
   Este trozo de sabiduría jemer roja permitía a las autoridades descubrir antiguos soldados republicanos que estuvieran escondidos entre la población. (...) El ejército republicano fue destruido en tres fases: primero, los oficiales de alto rango, en los días y semanas que siguieron al 17 abril 1975; luego, pequeños oficiales y soldados, que eran gradualmente arrestados y enviados a prisión o a campos de trabajos forzados, donde habitualmente morían; finalmente, sus esposas e hijos en un periodo posterior del régimen. Eran denunciados por sus propios hijos, o por jóvenes parientes cercanos o vecinos, gracias a la recomendación de este slogan.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book

 

La destrucción de la familia

   Se conocen varios casos de mujeres de oficiales que lloraban a su marido desaparecido. "¿Por qué lloras? Era un enemigo", les decían con reproche. Sin embargo, sabiendo hasta qué punto obligaban los lazos familiares, los revolucionarios no dudaron en varios sectores en ejecutar a las esposas e hijos de los condenados, notablemente a las mujeres y niños de oficiales, incluso cuadros jemeres rojos. Era de hecho una sanción tradicional, una aplicación atenuada del código penal camboyano de 1877 que prevé que la muerte rápida puede extenderse a la familia entera del culpable.
   (François Ponchaud, Cambodge, année zéro, II parte)
  
   El Angkar es el padre y la madre de todos los niños, y también de los y las adolescentes.
   (Slogan de los jemeres rojos)
  
   El afecto normal y natural que tienen los niños hacia sus propias familias tenía que ser transferido al Angkar, y a su vez los padres se convertían en unos extraños para sus hijos, si pertenecían al grupo del '17 de abril'. El Angkar interpretaba así el papel simbólico de madre y padre de una juventud dócil, que se mantenía 'impoluta' respecto a la vieja ideología.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
   La sustitución del papel de los padres por el Angkar es particularmente significativa en los matrimonios. (...)
   Durante el primer año del régimen revolucionario, se señalan varios casos en que el Angkar arregló las parejas, sin pedir la opinión de los interesados, sin siquiera conocerse los esposos. Esto dio lugar incluso a escenas grotescas, una esposa manteniendo los ojos bajados durante la ceremonia, sin reconocer a aquél a quien habían unido su vida. La fecha de la boda era fijada por las autoridades que organizaban la ceremonia (...) Si las ceremonias difieren de un lugar a otro en los detalles, se reencuentran sin embargo las mismas líneas de conjunto: los esposos se casan "ante el pueblo", "prometiendo fidelidad al Angkar", "jurando no traicionar la Vía" (meakear). (...) Es significativo que "ser fiel el uno al otro" se convierte en sinónimo de "ser fieles al Angkar" (...)
   Las parejas adúlteras son condenadas a muerte por haber "traicionado al Angkar", "traicionado la constitución", "traicionado la Vía" (...)
   (François Ponchaud, Cambodge, année zéro, II parte)
  
   De todas formas la familia no fue abolida, sino fragmentada y reducida en un sentido amplio a su mínima función reproductiva. El Angkar fue situado en el pináculo de la pirámide, mientras que las clases sociales fueron reducidas a una, el proletariado, que incluía a todos, ya que todos habían sido absorbidos en grupos de obreros o campesinos.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book

 

La abolición de la propiedad

   Absolutamente todo pertenece al Angkar.
   (Slogan del Angkar)
  
   Muy a menudo, especialmente durante los primeros meses del nuevo gobierno, se conminó a la 'gente nueva' (los ex-habitantes de las ciudades) a desprenderse de todas sus posesiones valiosas, como los relojes Orient o los perfumes, cadenas de oro y joyas, que eran muy codiciados por los jemeres rojos. Paradójicamente, los soldados jemeres rojos tenían gran afición a los pequeños objetos americanos que quitaban a los soldados republicanos que mataban, como encendedores, linternas, cascos de aluminio o navajas 'made in the U.S.'
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
 
   "Sé tan amable de entregar todas tus pertenencias, los relojes Orient, joyas, cosméticos y aceites".
   (Orden de los jemeres rojos a la población camboyana)
  
   Esta expresión era simplemente una excusa para el robo, y fue usada por los dirigentes jemeres rojos durante las terribles purgas de 1977-78. (...) El botín podía proporcionar así una pequeña fortuna para empezar una nueva vida en otro país, tras la caída del régimen. Estos relojes y joyas, confiscados en los inicios del régimen o en las puertas de las prisiones, podían también ser canjeados por piezas de repuesto en la frontera con Tailandia. En este comercio, los jemeres rojos eran estafados a su vez por sus más astutos vecinos.
   Destaquemos que el verbo usado por los jemeres rojos (snae) significa 'sé tan amable como para dar de buen grado', mientras la gente, encañonada por rifles, no tenía otra opción que ser despojada de sus posesiones mundanas.
  
   En cuanto a la abolición, de una vez por todas, de la corrupción, puede uno estar muy tentado de creer que los líderes jemeres rojos llevaban una vida espartana, si tomamos los ejemplos de los 'tres fantasmas', los así llamados modelos de altruismo: Khieu Samphan, Hou Youn y Hu Nim. Sin embargo, si nos atenemos a los hechos, vemos que, desde las mismas primeras horas del régimen, los soldados saquearon a la ciudadanía, llevándose consigo pertenencias privadas de todo tipo que codiciaban, como relojes y aparatos de radio. Durante los años que el régimen detentó el poder, todas las propiedades de aquellos que eran continuamente relocalizados fueron gradualmente confiscadas, bien para beneficio de los mismos mandos, o con el fin de trocarlas por otros productos en las fronteras con Tailandia, o para ser almacenadas. Tras la caída del régimen, lo que no se pudieron llevar los jemeres rojos para su uso personal en su huida constituyó un enorme botín para el ejército victorioso vietnamita.
   Debemos ser también conscientes que la mayoría de los cuadros altos comían muy bien, generalmente a escondidas, mientras que sus compatriotas camboyanos se morían de hambre. Por ejemplo, entre los cuadros jemeres rojos que eran responsables de la seguridad de Sihanuk, uno me admitió que había engordado veinte kilos durante sus dos años de oficio entre 1976 y 1978. ¿Cuántos cientos de miles de camboyanos murieron de hambre durante los mismos años?
  
   Los jemeres rojos suprimieron todos los festivales y rituales tradicionales. Igualmente, prohibieron todas las fiestas y rituales de las minorías étnicas no-indianizadas en la periferia. Llenaron el vacío con un nuevo calendario revolucionario de acontecimientos en el transcurso del año. Por otro lado, los cuadros locales solían hacer celebraciones siempre que lo deseaban (al menos, así le parecía a la gente corriente), y por lo menos una vez al mes, fuera de la mirada pública, comían copiosos manjares lejos de los curiosos.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)

  
La abolición del dinero
  
   De un documento secreto del Centro, titulado 'Examinar el control' (19 septiembre 1975):
   "De acuerdo con el sistema marxista-leninista, el cuerpo del Estado ha de ser gradualmente abolido, para que no pueda fortalecerse nunca más. (...) El dinero conduce a la propiedad privada... Así que si usamos dinero caerá en manos de individuos... Si el dinero cae en manos de malas personas o enemigos, lo usarán para destruir nuestros cuadros sobornándolos con esto o aquello. Tendrán dinero para sobornar y poner una trampa a los sentimientos del pueblo. Entonces en un año, diez años, veinte años, nuestra limpia sociedad de Kampuchea se convertirá en Vietnam. (...) Cuando tienen dinero pueden usarlo como un medio para destruir nuestro poder estatal. (...) ¿Decidiremos usarlo o no? Nuestro punto de vista es no usarlo... Es peligroso usarlo. Porque crea propiedad individual y privada."
  
   Extractos de un artículo (24 septiembre 1975) en el Bangkok Post de Errol de Silva, el primer periodista occidental que entró en Camboya después de terminada la guerra:
   "Me habían dicho que los jemeres rojos tenían una abundante provisión de dólares americanos incautados cuando cayó Phnom Penh. (Sin embargo) no se permite a la gente tener dinero (...) Cualquiera que sea encontrado con cualquier tipo de dinero, es muerto a tiros. Los viejos billetes de riel no son ya de curso legal (...) En el campo base administrativo provincial de Battambang, vi cómo estos billetes eran quemados para calentar comida." 

 

La anulación de la individualidad

   Los jemeres rojos, llevando la colectivización a casi todos los rincones y rendijas de la vida social y personal, politizaron cada acción y cada pensamiento de cada individuo. Los slogans y adagios del Angkar abarcaban todos los aspectos de la vida privada, social, económica y política: era una ideología que todo lo penetraba, no dejando vacío ningún espacio de la vida humana. La esfera pública había crecido como un tumor canceroso que devoraba a todo ser humano. Esto era mortal por esencia; cualquier transgresión de las reglas del Angkar, cualquier conato de oposición, y cualquier falta de entusiasmo por la línea revolucionaria, tal como estaba definida por el Comité Ejecutivo de Phnom Penh, era considerado un error político y castigado severamente.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
Obediencia ciega
  
   "¡Mantén la disciplina del Angkar!"
   "Cuando el Angkar da órdenes, ¡cúmplelas al pie de la letra!"
   (Consignas de los jemeres rojos)
  
   Las órdenes perentorias del Angkar habían de ser ejecutadas incluso cuando eran totalmente irracionales, o incluso cuando el que las ejecutaba estaba muy débil, por enfermedad o hambre.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)

 

La depuración de los enemigos

   El que protesta, es un enemigo. El que se opone, es un cadáver.
   (Slogan de los jemeres rojos)
  
   Esta fue una contribución específicamente polpotiana a las reglas comunistas del bloque del Este: el poder sin rostro del Angkar podía también ser conferido a un grupo de dirigentes locales que siguieran celosamente las órdenes del Partido. Ellos podían arrestar, torturar y 'destruir' a todos los oponentes –reales, potenciales o imaginarios–. De hecho, eran forzados a hacerlo. Si no lo hacían, podían ser sospechosos, y podían, igualmente, ser arrestados y ejecutados. Hubo también casos aislados de mandos que decían hablar y actuar en nombre del Angkar cuando querían matar a un 'enemigo' o simplemente obligar a cualquier pobre campesino a tiro de escopeta a realizar alguna faena.
  
   En la caza de los enemigos del Angkar, reales o supuestos, los jemeres rojos no sólo arrestaban a 'los culpables', sino también a sus mujeres e hijos. Los hijos eran a menudo encarcelados y/o masacrados junto a sus padres. Sus mentes habían sido irreparablemente corrompidas por ellos, pensaban los revolucionarios; los torturadores temían además que algún día estos niños pudieran vengar a sus padres.
  
   Toda acción dudosa y gesto equívoco y palabra sospechosa tenía que ser denunciada a las autoridades, siguiendo el orden jerárquico estrictamente prescrito. Todos espiaban a todos (...). Los jemeres rojos, en esencia, utilizaban a niños, así como a soldados adolescentes, llamados chhlops o 'milicia', para espiar. Los últimos (...) eran los ojos del Angkar en las comunas populares.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
   ¡Observa discretamente hasta los más mínimos actos y gestos de todos a tu alrededor!
   (Consigna de los jemeres rojos)
  
   Esto permitía a los cuadros locales no tener que vigilar a la gente todo el rato durante las horas de trabajo, ya que se alentaba sistemáticamente la denuncia de unos a otros, con su estela de venganzas y odios personales. Durante estos mítines nocturnos se esperaba de todos que informaran de los fallos en la disciplina del Angkar de que hubieran sido testigos ese día.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
   ¡Informa de todo al Angkar!
   (Consigna de los jemeres rojos)
  
   Paradójicamente, los ciudadanos corrientes –y particularmente los del '17 de abril'– tenían que saber también cuándo permanecer callados cuando eran testigos, o víctimas, de equivocaciones o abusos de los dirigentes, tales como tráfico ilícito, robos, relaciones sexuales prohibidas, o incluso violaciones.
  
   Los ciudadanos corrientes debían hacerse ciegos y sordos ante las numerosas formas de mala conducta respecto a las normas revolucionarias por parte de los cuadros –como comer a escondidas comida 'socialista', almacenar para uso personal cachivaches 'imperialistas' (como aparatos de radio, relojes, perfumes y joyas), o peor, cometer violaciones. Esos comportamientos desviados debían ser ignorados.
  
   Si eras testigo involuntario de un arresto o un acto de violencia, mejor hacer creer que no habías visto nada en absoluto.
  
   Especialmente para los '17 de abril' esto era esencial, si no querían atraer la atención de las autoridades hacia ellos mismos. Además, tenían que saber cómo ocultar su pasado, especialmente si no habían sido ni granjeros ni simples obreros. Algunos, de hecho, deben su misma supervivencia al hecho de que fingieron ser mudos.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
   ¡Sé sincero con el Angkar!
   (Exhortación interminablemente repetida por los torturadores jemeres rojos a sus víctimas)
  
   Tenías que decir todo sobre tu pasado y presente al Angkar, con la máxima sinceridad. Aquellos que no tenían el correcto 'pedigrí' social o profesional se enfrentaban a un dilema sobre cómo salvar sus vidas cuando eran interrogados y torturados: ¿era mejor decir la verdad o mentir?
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)        

 

El opio del pueblo

   En su deseo de obtener un dominio absoluto sobre la naturaleza y la población, los revolucionarios no soportaban ninguna autoridad rival. En el plano social, las pagodas (o templos budistas) desempeñaban un papel fundamental en la unidad y el funcionamiento interno de los pueblos: la construcción de una pagoda representaba la constitución de una verdadera comunidad económica y mística entre los campesinos de un mismo pueblo. Invertían los excedentes de las cosechas en la construcción de una pagoda, y después en el mantenimiento de los monjes a fin de conciliarse con las potencias celestes, y asegurar así la prosperidad del pueblo (...) La pagoda puntuaba el ritmo de vida de los aldeanos por su ciclo de fiestas, servía de centro social, movilizaba las El holocausto camboyanoenergías locales. Casi todos los jóvenes del pueblo pasaban una temporada más o menos larga en la pagoda como monjes, donde adquirían una filosofía común de la existencia y del mundo gracias a la enseñanza del budismo, el recitado de plegarias, los consejos y sermones de los monjes más ancianos (...) Las pagodas constituían un verdadero contrapoder. Las pagodas representaban una oposición potencial, otra jerarquía de valores, otro lenguaje, otras autoridades y otros lugares de encuentro que se escapaban de la autoridad del Angkar. En el pasado, las pagodas efectivamente sirvieron a menudo de punto de partida de rebeliones campesinas contra el poder establecido. (...)
   Era por tanto lógico para los revolucionarios jemeres suprimir las pagodas y su clero: esta supresión atomizaba la sociedad campesina, no conservando ya los aldeanos lazos orgánicos y espirituales entre ellos. El budismo en cuanto tal estaba apenas armado para resistir al poder totalitario de los jemeres rojos (...) La tolerancia y rechazo de la violencia dejaba a los budistas desarmados ante los jóvenes revolucionarios armados, formados para matar, poco preocupados por la opinión nacional o internacional, originarios en su mayoría de muchas zonas periféricas donde el budismo había penetrado poco.
   En la lógica de una refundación de la sociedad y de sus valores, se debía reservar a los bonzos un tratamiento particularmente riguroso, el de la 'clase especial', donde eran puestos en el mismo rango que las prostitutas.
   Más allá de las razones particulares de la sociedad jemer, a los revolucionarios no les faltaban argumentos clásicos inspirados en el pensamiento de Marx sobre la alienación religiosa. Más que ninguna otra religión, el budismo se prestaba a ser tratado como el 'opio del pueblo'.
   (François Ponchaud, Cambodge, année zéro, II parte)
  
   Palabras de Duch (Kaing Eav Kiev), jefe de la prisión S-21, dirigidas a François Bizot, miembro de la Escuela francesa de Extremo Oriente, autor de Le Portail, que fue hecho prisionero por los jemeres rojos ya durante la guerra civil (1971), y posteriormente, tras la caída de Phnom Penh, designado como intérprete del Comité de seguridad militar de la capital:
   "El budismo embrutece a los campesinos, mientras que el Angkar quiere glorificarlos y construir sobre ellos la prosperidad de nuestro amado país (...) El budismo es el opio del pueblo. ¡Y no veo por qué íbamos a tomar nuestra inspiración de un pasado capitalista que, por el contrario, queremos abolir! Cuando hayamos desembarazado a nuestro país de la plaga que infecta los espíritus –prosiguió–, cuando lo hayamos liberado de este ejército de cobardes que envilece el pueblo, entonces reconstruiremos una Camboya solidaria, unida por verdaderos lazos de fraternidad y de igualdad. Ante todo necesitamos construir nuestra democracia sobre bases sanas que no tienen nada que ver con el budismo. La podredumbre se ha inflitrado por todas partes, incluso en las familias".
   (François Bizot, Le Portail
  
   La noción de que la religión es el opio del pueblo, y de que el clero explota la credulidad del pueblo, para vivir de él, no debería sorprendernos. Lo que era nuevo era la distorsión radical otorgada a la aplicación literal de este concepto marxista.
   Una represión aplastante cayó sobre el budismo. Primero, los monjes más reverenciados fueron aniquilados, excepto unos pocos individuos que fueron capaces de refugiarse en la jungla. Los monjes fueron despojados de sus hábitos y puestos a trabajar como todos los demás. Las pagodas fueron cerradas al culto. Los monjes que rehusaban aceptar el nuevo orden cívico fueron llevados a prisión, donde muchos fueron liquidados. El número de clérigos que sobrevivió a los casi cuatro años del régimen de los jemeres rojos fue, desde luego, muy pequeño.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
   De un documento de evaluación distribuido por el Centro el 22 de septiembre de 1975:
   Los monjes budistas "han desaparecido de un 90 a un 95 por ciento", respecto a los restantes "no hay nada de qué preocuparse".
  
   Ante todo, se debe recordar que durante el gobierno republicano y la guerra civil, 1970-75, muchas pagodas ya habían sufrido varios grados de destrozo, debido a los bombardeos de los americanos y los 'lon-nolianos', porque los luchadores de la guerrilla a menudo se refugiaban allí. Tras el 17 de abril, prácticamente todos los objetos religiosos y las estatuas de Buda fueron destruidos. Muy raramente la gente fue capaz de salvarlos y enterrarlos. Sin embargo, la mayor parte de los edificios religiosos (pagodas, escuelas, dormitorios, refectorios y salas de reunión) fueron aprovechados para otros usos. Como lugares estratégicamente situados, las pagodas sirvieron a menudo de oficinas para la nueva administración o de cuarteles para el ejército, o los servicios de seguridad. Los edificios fueron utilizados como graneros o pocilgas. Sin embargo, muchos fueron convertidos en prisiones, o munty santebal, es decir, 'oficinas de seguridad interna'.
   Esto ofrecía una doble ventaja. La primera era práctica: si bien las pagodas tenían muchas puertas, a menudo tenían pocas ventanas. Una vez cerradas las puertas de madera, nadie podía observar qué es lo que realmente estaba ocurriendo en el interior. Los herreros de los pueblos instalaban redes de barras y anillos (khnohs) para encadenar a los prisioneros. Los prisioneros rotaban a ritmo rápido: día y noche, eran llevados a cámaras de interrogatorios y torturas, ejecutados y enterrados. Hoy, un buen número de pagodas están rodeadas de osarios, y no está claro todavía cuántos desgraciados están enterrados en estas fosas comunes. La segunda ventaja era simbólica: los jemeres rojos, en su frenesí profanador, estaban sin duda contentos de transformar estos lugares de serenidad, tradición y cultura en templos de odio, horror y muerte.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
   Para Henri Locard, los Chams, minoría musulmana de origen malayo residente en Camboya, no fueron objetivo específico de los castigos por el hecho de pertenecer a una comunidad que compartía ciertas características esencialmente religiosas en su naturaleza.
   Si, desde luego, sufrieron más a manos de los jemeres rojos que el resto de la población, fue porque ofrecieron más resistencia al nuevo régimen. Ellos, en particular, a duras penas aceptaron que en adelante ya no tenían el derecho al culto diario –un derecho también negado a la minoría católica, por ejemplo–. No siempre fueron, sin embargo, forzados a comer cerdo; además, generalmente, había poca o ninguna comida en los almuerzos colectivos. Y se servía cerdo sólo en las fiestas del Partido: allí, los Chams, como el resto de la población, podían lanzarse sobre esta carne prohibida como perros hambrientos –prueba de cómo el hambre se había convertido en la mayor obsesión de la gente.
  
   Es interesante recalcar que el polpotismo, una creencia virulentamente atea, funcionaba como una especie de forma pervertida de la religión. ¿No es ésa la verdadera definición de ideología?

   El Angkar se hacía pasar por un sustituto del dios omnisciente de las grandes religiones, y era el centro de todo poder. Entendemos así mejor por qué el régimen no podía tolerar el menor vestigio de creencia o religión. Era una cuestión de eliminar al competidor.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
   Recordamos haber leído en algún lugar las palabras que dirigió un monje budista tibetano a los soldados chinos del ejército maoísta que estaban ocupando por la fuerza el Tibet en 1959:
   "No penséis ni por un momento que cien años de marxismo van a acabar con dos mil quinientos años de budismo".
   Hoy, treinta años después de la caída del régimen de los jemeres rojos, Camboya ha recuperado la libertad de culto, y el budismo ha vuelto con fuerza a influir en diversos aspectos de la vida y la cultura de la sociedad camboyana (ver fotos en El pueblo camboyano).

 

El rey Sihanuk

   Los líderes del movimiento (revolucionario), y sus razones, permanecieron encubiertos. Para el mundo exterior, Camboya todavía estaba ostensiblemente regida por el gobierno del Frente Unido, fundado en Pekín en 1970 cuando el príncipe Norodom Sihanuk, jefe de Estado de Camboya, fue derrocado por un golpe de estado incruento mientras estaba en el extranjero, reemplazado por un gobierno que planteaba una alianza con los Estados Unidos. El príncipe había sido la cabeza visible de la resistencia en Pekín. Hacia 1972 los jemeres rojos controlaban la resistencia, pero en aras al respeto internacional continuaron operando tras la fachada de la coalición de Sihanuk.
   La pantomima continuó el resto de 1975.
   (David Chandler, Brother Number One. A political biography of Pol Pot)
  
   Palabras de Duch (Kang Kek Ieu), jefe de la prisión S-21, dirigidas a François Bizot, miembro de la Escuela francesa de Extremo Oriente, hecho prisionero por los jemeres rojos durante la guerra civil (1971):
   "Sihanuk no es para nosotros más que un símbolo. Por eso lo utilizamos. Nosotros los jemeres sabemos dar pruebas de astucia para defender nuestra dignidad".
   (François Bizot, Le Portail)
  
    Incluso antes de que los jemeres rojos alcanzaran el poder, ya usaban slogans en su propaganda para ganarse el corazón y la mente del pueblo camboyano –sobre todo, a las gentes del interior, para quienes era obligado decir: el príncipe Norodom Sihanuk es la encarnación del rey-dios. Izar alto la bandera del anterior soberano contribuyó significativamente a la victoria de los revolucionarios. La alianza era puramente táctica (...) De hecho, casi ningún camboyano, especialmente los del campo, tenía la más ligera idea del significado de la jerga marxista de los revolucionarios.
   (Henri Locard, Pol Pot's Little Red Book)
  
   De una entrevista a Chhit Do, un ex-mando de los jemeres rojos, para un documental televisivo emitido en la región de Angkor, donde destapa que engañar a Sihanuk era una política deliberada del Partido:
   "Los líderes jemeres rojos nos dijeron que los cuadros importantes como nosotros éramos comunistas, pero que el pueblo creía en Sihanuk. Dijeron que los que nos habíamos unido al partido no debíamos creer en él. (...) Ninguno debíamos tener fe en Sihanuk, pero debíamos todavía dejar al pueblo creer en él. Ya lo ve, había educación pública y educación encubierta. Si todavía creíamos en Sihanuk, explicaron, no tenía ningún sentido hacer la revolución. Sihanuk y la revolución, nos dijeron en secreto, eran enemigos mutuos.
   Si en cierto momento los jemeres rojos no se hubieran aliado con Sihanuk, hubieran sido incapaces de continuar con la lucha, no hubieran sido capaces de desafiar a Lon Nol. Por eso se aliaron con Sihanuk y le pusieron de fachada. Le pusieron como fachada porque sus súbditos lo habían admirado y respetado durante mucho tiempo".
  
   De un documento de evaluación distribuido por el Centro el 22 de septiembre de 1975:
   "También controlamos a Sihanuk, y él no tiene nada en absoluto" (...) "Ha de estar totalmente bajo nosotros, material y políticamente" (...) "Lo tenemos todo, todo depende de nosotros, incluso el palacio. Es nuestro palacio".
  
   Declaración oficial del príncipe Norodom Sihanuk (2 abril 1976), en la que proclamó su renuncia al trono de Camboya en favor del nuevo régimen de los jemeres rojos:
   El 20 marzo 1976, el pueblo de Kampuchea ha tenido la gran dicha y el gran orgullo de celebrar elecciones generales, procediendo democráticamente a la elección de los representantes que deben  presidir el seno de la Asamblea Popular de Kampuchea.
   Esta Asamblea soberana, cuyos miembros han sido elegidos por el pueblo en razón de su patriotismo y de su importante contribución al éxito total de la lucha de liberación nacional y de la revolución de Kampuchea, procederá a su vez a la elección de los patriotas que deberán componer el gobierno de Kampuchea Democrática, por una parte, y de la presidencia del Estado de Kampuchea Democrática, por otra.
   Así tendrá lugar la completa implantación de los organismos e instituciones políticas del Estado, conforme a las disposiciones de la Constitución de Kampuchea Democrática, obra magistral de los heroicos luchadores y luchadoras del ejército revolucionario de Kampuchea, de los campesinos y campesinas, de los obreros y obreras y demás trabajadores patriotas, a los cuales Kampuchea debe su liberación total de las garras del imperialismo U.S. y del régimen de los traidores, su revolución y su auténtica democracia.
   En lo que a mí concierne, estoy extremadamente orgulloso y feliz de haber podido, desde marzo 1970, acompañar al pueblo de la amada Kampuchea en este prestigioso e histórico 'viaje' que culmina hoy con la entrada de Kampuchea en una nueva era donde el pueblo será en lo sucesivo el verdadero y único dueño de sus destinos y de los destinos de la nación y de la patria; una nueva era que será, sin ninguna duda, la más radiante y más gloriosa de nuestra historia nacional bimilenaria.
   (...)
   Así pues, todos mis deseos más queridos han sido realizados. Mejor todavía, nuestra Kampuchea, gracias a sus héroes y heroínas revolucionarios, ha realizado hazañas que se inscriben entre las más grandes de la historia de la humanidad, por ejemplo: ser la primera en vencer totalmente y por primera vez en la historia al orgulloso y sedicente 'invencible' imperialismo U.S., el más poderoso, el más cruel, el más obstinado imperialismo del mundo y de todos los tiempos.
   En lo que me concierne personalmente, inmediatamente después de la liberación, nuestro pueblo, nuestro Angkar revolucionario, nuestro ejército revolucionario, me han rendido solemne homenaje como patriota resistente y me han renovado espontáneamente el mandato de Jefe del Estado de Kampuchea; a continuación, me han invitado a volver oficialmente a Kampuchea y me han reservado, como ya habían hecho en plena guerra, en marzo 1973, una acogida solemne, extremadamente cordial y calurosa, y ofrecido una hospitalidad llena de afecto, de respeto y de atenciones, mostrándome, con orgullo, ¡oh, qué justificado!, sus maravillosas, innumerables y muy importantes realizaciones, de las que las más admirables son los nuevos sistemas de irrigación que van a hacer, con toda seguridad, que nuestro país sea uno de los más avanzados y desarrollados en materia de agricultura.
   Habiendo estado a la cabeza del Estado camboyano desde el año 1941, reúno hoy treinta y cinco años de servicio.
   (...)
   Desde estos sentimientos, y convencido de la comprensión fraterna, para conmigo, de nuestro pueblo y de nuestro Angkar revolucionario, les pido tengan la bondad de permitirme, a partir de hoy, retirarme, dando por seguro que permaneceré siempre, en todos los lugares y todas las circunstancias, como un ferviente 'partidario' del pueblo de Kampuchea, de la revolución, de la Asamblea Popular, del gobierno, de la presidencia del Estado, del Angkar revolucionario y del ejército revolucionario Moha Aschar de Kampuchea Democrática.
  
   Declaración oficial del gobierno de Kampuchea Democrática, dos días después, en respuesta a la declaración de Norodom Sihanuk pidiendo su retirada:
   Tras haber tenido conocimiento de la declaración del Jefe de Estado Samdech Norodom Sihanuk, de fecha de 2 abril 1976, pidiendo su retirada, el Consejo de ministros se ha reunido el 4 abril 1976, bajo la presidencia de Samdech Norodom Sihanuk, Primer Ministro, para proceder a un examen minucioso de la cuestión.
   El Consejo de ministros estima que Samdech Norodom Sihanuk es un príncipe eminentemente patriota, que ha tomado parte activa en la lucha de liberación nacional contra la guerra de agresión extremadamente bárbara de los imperialistas americanos y de sus lacayos. (...) Sin embargo, Samdech ha expresado el deseo de retirarse para consagrarse a su vida familiar tras treinta y cinco años de actividades políticas.
   El Consejo de ministros ha expresado su pesar ante esta petición de retirada de Samdech Norodom Sihanuk. Pero respetando su alto deseo, el Consejo de ministros ha decidido aceptar esta petición y, al mismo tiempo, el Consejo de ministros ha decidido proponer a la Asamblea de los representantes del pueblo lo siguiente:
   1º) (...) conceder a Samdech Norodom Sihanuk el título de 'gran personalidad patriota'. Al mismo tiempo, el Consejo de ministros propone la erección de un monumento en homenaje a los servicios prestados por Samdech Norodom Sihanuk;
   2º) el gobierno de Kampuchea Democrática asegurará enteramente los medios de existencia de Samdech y de su familia, dignos de su título de antiguo Jefe de Estado y antiguo presidente del Frente Unido Nacional de Kampuchea. Al mismo tiempo, el gobierno de Kampuchea Democrática propone asignar a Samdech una pensión de retiro trimestral de 2.000 dólares, o sea, 8.000 dólares al año.
   El gobierno someterá las antedichas propuestas al examen y acuerdo de la Asamblea de representantes del Pueblo de Kampuchea.
   Phnom Penh, el 4 abril 1976.
   El Gobierno de Kampuchea Democrática.
   (Textos recogidos por François Ponchaud en Cambodge, année zéro)

 

1984 llegó en 1975 >>

 

FotoCD50
   
El holocausto camboyano

© fotoAleph
© Copyright fotoAleph. 
All rights reserved 

www.fotoaleph.com
   
Fotografías: Eneko Pastor 
Realizadas en Camboya
Nota.  Las fotografías (refs. 40650001 a 40650102) mostradas en nuestro sitio-web bajo el título de 'El holocausto camboyano' no están sujetas a comercialización por parte de fotoAleph.