Exposiciones fotográficas

Viajes dentro de la Tierra

Quince viajes por el mundo intraterrestre

 

   Reseñamos a continuación unos breves comentarios sobre las quince cuevas que aparecen en nuestra exposición fotográfica. 

  
Sima de Tximua (sierra de Urbasa-Andía, Navarra)
Fotos 01 y siguientes
  
   Se abre cerca de una bien conservada calzada romana que conectaba Bakaikoa con Estella atravesando el raso de Zalbide, en la falla de Lizarraga, que marca el límite entre las sierras de Urbasa y de Andía. La calzada salva una gran hondonada, y alcanza una considerable altura con sus muros laterales de sillares dispuestos en talud, justo antes de pasar junto a la boca de la sima, hoy en día cercada con dos muretes de piedra concéntricos para evitar caídas accidentales. 
Sima de Tximua (sierra de Urbasa, Navarra)   La entrada es una chimenea vertical de 22 metros, cuyos 10 últimos, tras pasar una ventana abierta en las rocas, caen volando dentro de una enorme sala abovedada sobre un gran cono de derrubios. En esta sala han sido descubiertos restos de osos cavernarios, y otros animales del cuaternario, aunque se halla pendiente de excavación y estudio. 
   A partir de allí se entra en una galería que baja en fuerte pendiente, estrechándose a unos cien metros de profundidad. Atravesando como buenamente se puede un caos de bloques por las rendijas que han quedado entre las rocas se llega a una sala aún mayor que la de entrada, cuyo suelo en pendiente está formado por inmensas coladas de calcitas de un blanco deslumbrante, que caen creando panzas, recodos y terrazas como si fueran las faldas de una montaña. Las coladas están jalonadas por estalagmitas de un tamaño gigantesco, algunas con formas antropomorfas, dando la sensación de hallarnos en medio de una congregación de gigantes. El fondo de la sala está cubierto por las aguas de un hermoso lago, de tres metros de profundidad, en el que se reflejan las tres montañas blancas de coladas estalagmíticas que lo rodean. Lago y montes forman en conjunto un escenario de una belleza inverosímil, que parece sacado de un cuento de hadas o de brujas. 
   Atravesado el lago se trepa con dificultad por una de estas colinas de más de 35 metros de alto, para llegar a una explanada donde se yerguen majestuosas estalagmitas gigantes que casi tocan el techo, y sobre la que cuelgan estalactitas de las más caprichosas formas, como una en todo idéntica a una chimenea de hogar central. La cueva aún continúa. Por un estrecho pozo de varios tramos muy accidentados se baja con ayuda de cuerdas a una última sala, todavía más grande que las anteriores, con una pendiente fortísima que obliga al uso de nuevas cuerdas para llegar a su final a 165 metros de profundidad. 
   La travesía es larga y fatigosa (casi se nos acaba la provisión de piedras de carburo para la iluminación), pero estamos sólo a mitad del viaje, pues queda el camino de regreso, que es aún más agotador. Y como remate a la ascensión no queda otra posibilidad que remontar los 22 metros de sima vertical, para lo que hay que ascender en vacío por la sala hasta lo más alto de su bóveda, y atraversarla por la abertura roquera que hace de claraboya natural. Este paso es complicado: la cuerda roza en los labios de la abertura, y los aparatos de trepar (dos 'yumar' con pedales y un 'croll') se nos atrancan en ese punto, no pudiendo impulsar nuestro cuerpo hacia arriba a causa de que no hay ningún punto de apoyo para los pies. La maniobra en tal caso consiste en bascular el cuerpo hacia atrás y hacia abajo lanzando los pies por encima de la cabeza para posarlos en el techo de la bóveda, cual murciélagos, y así poder impulsarnos hacia un lado a fin de separar la cuerda de la zona de fricción y, despejado el obstáculo, seguir remontando. Un número circense digno de trapecistas, pero sin red. 
  

 
Cueva-sima de Usede (sierra de Urbasa-Andía, Navarra)
Fotos 09 y siguientes
  
   La cueva de Usaide o Usede se abre en los farallones septentrionales de la sierra de Andía (Navarra), y penetra en el macizo por una galería de un centenar de metros con concreciones calcáreas, hasta desembocar en una sima que, tras una rampa de 12 metros, cae en vertical 30 metros más. A partir de entonces la cueva se bifurca en dos galerías en fuerte pendiente, llegando en los niveles inferiores hasta una laguna hundida en una alberca natural, y en los niveles superiores a una zona laberíntica con bellas formaciones estalactíticas y nuevas simas en el suelo, que hemos dejado pendientes para futuras incursiones. 
   Se han encontrado en esta cueva huellas de osos cavernarios (ursus speleus), y se sabe que por su posición estratégica (dominando la carretera que conduce al túnel del puerto de Lizarraga) esta caverna fue escenario de las guerras carlistas. 
  

 
Cueva de Basaura (sierra de Lokiz, Navarra)
Fotos 13 y 14 
  
   La cueva de Basaura nos sigue procurando sorpresas. Serán del orden de quince o dieciséis las veces que hemos organizado expediciones a su interior, y todavía no hemos terminado de explorar sus inacabables laberintos (seis kilómetros de túneles, amén de un río y cinco lagos subterráneos). Pero lo que menos nos esperábamos es que a sus maravillas naturales se sumara una galería con pinturas rupestres, una de las escasas muestras del 'arte' de nuestros antepasados prehistóricos que se conservan en territorio navarro. 
   Descubiertas en 1965 por miembros de la sección de espeleología de la Institución Príncipe de Viana, y parcialmente estudiadas e interpretadas, las pinturas se hallan en proceso de deterioro, debido a la descomposición química de las superficies parietales de toda la galería, cuyas calizas se van transformando en arcillas blandas. 
   A lo largo y a ambos lados de las paredes de esta galería, escondida en los niveles superiores de la caverna, y de difícil acceso, se pueden ver trazos pintados con pigmentos negros de perfiles inidentificables en su mayoría, a excepción de una figura zoomorfa a media altura del muro lateral norte. 
   Esta insólita figura, medio borrada por el paso de los milenios, representa un animal que parece ser un felino caído en una trampa de caza. Se aprecia claramente la cabeza y parte del cuerpo. Plasmado de perfil, con una longitud de 70 cm, en su parte media puede distinguirse lo que sería un arma curva y puntiaguda que le atraviesa el cuerpo en sentido vertical. El animal levanta la cabeza y abre sus fauces con desesperación, como si estuviera emitiendo un rugido de agonía provocado por el dolor de sus heridas. 
   Desconocemos si estas pinturas han sido datadas o clasificadas, pero nos intrigan varios aspectos: lo inusual del tema; el estilo realista del dibujo, que posee hasta expresión y movimiento; la técnica monocroma, que no parece casar con dicho estilo; lo escondido de su emplazamiento (que implica que no podían ser vistas por el común de los mortales); su situación geográfica general (en la sierra de Lokiz, lejos de las zonas donde se han hallado otras pinturas rupestres paleolíticas o neolíticas). Y el hecho de que a lo largo de la galería, sus negras paredes están cruzadas por infinidad de trazos blancos, que son los arañazos producidos por diversos tipos de animales al restregar sus garras contra los muros. Estas huellas pueden estar motivadas por las visitas transitorias o la estancia más o menos prolongada de animales a lo largo del cuaternario, para refugiarse del frío, como podrían ser los osos de las cavernas o algunas especies extinguidas de felinos, de los que se han encontrado vestigios en Basaura. 
   El veterano espeleólogo Isaac Santesteban publicó en 1971 un estudio en la revista 'Príncipe de Viana' ("Pinturas rupestres en Navarra") en la que dejó constancia del grado de abandono y progresivo deterioro de la 'Galería de Pinturas' de Basaura. Reproducimos el último párrafo: 
   "Es conveniente dar un toque de atención para que puedan conservarse este tipo de manifestaciones culturales-artísticas, que forman un verdadero patrimonio en nuestra provincia y que por desgracia bien sean debidos a la ignorancia o la desaprensión van destruyéndose a lo largo de nuestra geografía." 
    Más de tres décadas después el desinterés y el olvido continúan, y uno de los escasísimos ejemplos de los preludios del arte pictórico en nuestras tierras terminará por desvanecerse para siempre, como ya han desaparecido otros (cabras pintadas de la cueva del Cantero, en Echauri). 
  

 
Cueva de Beintza-Labayen (Navarra)
Fotos 15 y siguientes
Cueva de Labayen (Navarra)  
    Las paredes estaban revestidas de magníficos especímenes de mármoles, unos de un gris ágata con venas blancas caprichosamente acusadas, otros de color encarnado o de un amarillo veteado de placas rojas. Más allá, trozos de jaspe de color oscuro, en los que resaltaban los vivos matices de las calizas. 
   (Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, cap. 20)
  
   La cueva de Lezealde, en el término navarro de Beintza-Labayen, es sin duda una de la más bellas de la zona. Una gran boca de entrada lleva a una bifurcación de dos galerías que más tarde se conectan entre sí, para desembocar, tras trepar una alargada chimenea, en una hermosa sala de 30 metros de diámetro, tapizada de concreciones en techo, suelo y paredes. Las estalactitas, estalagmitas, columnas, banderas y coladas son de una belleza inigualable, de un intenso color blanco y una tersura marmórea. 
   El fondo blanco dominante realza aún más los colores rosados, cremas y naranjas de algunas formaciones, que titilan con destellos intermitentes al acariciarlas con los haces de luz. Por todas partes aparecen caprichosas formas que semejan rostros humanos, o animales, desde elefantes hasta pulpos gigantes. Al fondo de la sala predominan las estalactitas excéntricas, que lanzan sus erizadas puntas en todas las direcciones del espacio, desafiando la gravedad. 
  

 
Cueva de Iribas (sierra de Aralar, Navarra)
Fotos 19 y siguientes
  
   La cueva-sima de Lezegalde, que por su dificultad media ha constituido tradicionalmente una escuela de espeleo en Navarra, abre su boca en el fondo de una amplia hondonada en forma de pozo de diez metros de profundidad, a medio kilómetro del pequeño pueblo de Iribas, en las faldas nororientales de la sierra de Aralar. 
Cueva de Lezegalde (Iribas, Navarra)   Unos kilómetros más arriba nace el río Ercilla, afluente del Larraun. Sus aguas surgen del fondo de una gran cueva, horadada como una gigantesca grieta en los acantilados de un circo rocoso, en el paraje conocido como Aitzarreta. El recorrido subterráneo del río está en fase de exploración por especialistas en espeleobuceo. Al mismo tiempo se están realizando prospecciones en las zonas altas con el fin de descubrir la conexión de posibles cuevas con el sistema fluvial subterráneo. En el transcurso de estas pesquisas fue descubierta en 1989, por el grupo espeleológico Satorrak, la cueva de Amutxate, que esconde en su interior una gran sala con su suelo tapizado por un vasto yacimiento de esqueletos fósiles de osos cavernarios (ursus speleus), de entre cuarenta y sesenta mil años de antigüedad. Este osario está desde hace varios años siendo objeto de cuidadosas campañas de excavación, que, a falta de subvenciones institucionales, son llevadas a cabo por la iniciativa privada de diversos expertos, los cuales han dictaminado hallarnos ante uno de los más importantes y mejor conservados yacimientos de fauna cuaternaria de Europa. 
   A partir del nacedero, el río se comporta de forma caprichosa. Tras bajar unos kilómetros por el valle, el cauce forma de pronto un amplio meandro que da un giro de 180 grados, para ser tragado por un sumidero obstruido por un amasijo de troncos y ramas, y desaparecer de la faz de la Tierra. El río sigue hacia su destino por ignotas galerías subterráneas, pero ello no impide que tengamos ocasión de contemplar un tramo de ese itinerario intraterrestre, ya que su caudal irrumpe por una grieta en lo profundo de la cueva de Iribas, alimentando el gran lago que inunda el fondo de la caverna. Este lago o embalse natural, en medio de una inmensa sala, actúa de regulador del caudal del río y es a su vez otro sumidero. Sigue el río aún su curso secreto y vuelve a tener otra surgencia unos kilómetros más abajo, para ya continuar su cauce de forma normal. 
   En época de crecidas, el río rebosa y se sale de su itinerario habitual para correr por la superficie del valle, por lo que las aguas llegan a la cueva de Lezegalde por su boca, se vierten por el pozo de entrada e inundan todas las galerías superiores de la caverna. La existencia de grandes troncos de árbol incrustados a gran altura en las rocas dan fe de ello.


 
Cuevas y minas de Lanz (Navarra)
Fotos 22 y siguientes 
  
   Una nueva visita a las cuevas y minas romanas del monte Ayerdi nos ha permitido explorar nuevas galerías de este fascinante complejo, a la vez natural y artificial. Concretamente, en la llamada Cueva-Mina, que es una enorme cavidad natural prolongada en tiempos de los romanos por un gran número de pasadizos artificiales, que se horadaron en suelo, paredes y techo a la búsqueda de vetas minerales de hierro y cobre. Los vestigios hallados en estos túneles no dejan lugar a dudas: monedas romanas, camafeos, cinceles de hierro y otros instrumentos son testigos de la intensa actividad minera que tuvo lugar en este bello paraje camuflado bajo un bosque de hayas. Cada cierto tramo y en lugares clave se pueden ver pequeños nichos tallados en la pared que serían utilizados para colocar lámparas con las que disipar un poco las densas tinieblas de las profundidades. 
Cueva de Lanz (Navarra)   El sistema forma un intrincado laberinto de galerías que se yuxtaponen a distintos niveles, adentrándose en el seno de la Tierra cada vez a mayor profundidad hasta llegar a no se sabe dónde. El estado ruinoso de los pasillos, los constantes derrumbamientos de cascotes que los taponan, la escasa altura de las bóvedas, que nos fuerzan a avanzar todo el rato agachados, las estrechas gateras que hay que atravesar reptando por el polvo, los hundimientos del suelo de las galerías, que llegan a crear verdaderas simas perforando en vertical varios niveles de túneles horizontales, dificultan en grado extremo su exploración, que puede llegar a ser angustiosa en algunos puntos. No es por ello de extrañar que aún no se haya realizado una cartografía completa de estas importantes minas, agotadas, abandonadas y olvidadas de los hombres desde hace siglos. 
   Esta vez conseguimos penetrar en otra red de túneles del complejo, paralela a las galerías principales, cuya boca se abre a cierta altura en el techo inclinado del gran vestíbulo de la cueva. La colocación providencial de un tronco de árbol a modo de puente entre el suelo y la boca nos dio la oportunidad de acceder a la misma haciendo equilibrios de funambulista. Una vez dentro, nos encontramos con otro gran sistema de galerías superpuestas a distintos niveles, con sus correspondientes derrumbes, obstrucciones y pavorosas simas provocadas por los desfondamientos del firme. La estructura es sumamente inestable, el suelo de los túneles suena a hueco con nuestros pisadas, por todas partes se desprende tierrilla, como presagiando un inminente hundimiento de la ingente masa rocosa que se cierne sobre nuestras cabezas, y el conjunto de esta zona lateral resulta tan inquietante como el resto de la mina. Así lo expresaba una chica que nos acompañó de invitada a la exploración, cuando le vimos mostrar síntomas de no encontrarse bien: 
   –¿Qué? ¿Tienes claustrofobia? 
   –No. Lo que tengo es miedo. 
   Retrocediendo por la galería en sentido ascendente, nos encontramos con una laguna colgada a bastante altura de la mina, al fondo de la cual se abre un túnel inundado que dan ganas de explorar navegando. Como esta vez no habíamos previsto el uso de barcas hinchables, lo dejamos para una futura exploración. Los óxidos de cobre que rezuman las rocas tintan las paredes de colores azul-verdosos, que a su vez se reflejan en las límpidas aguas de la laguna, creando un escenario sugestivo y teñido de irrealidad. 
   Tan irreal como la laguna que se oculta en lo más recóndito de otra de las cuevas de Lanz, y que hemos dado en llamar el 'Lago Azul' debido a los increíbles colores azulados que impregnan las columnas de aragonito allá existentes, que se sumergen y duplican en el espejo de las aguas. Abundan en esta cueva las estalactitas excéntricas, que desparraman sus afilados cristales en todas direcciones como si fueran pólipos o corales. Si añadimos los insólitos colores de los óxidos metálicos que se filtran por las rocas, el resultado es lo más parecido que hay a los fondos de los arrecifes marinos. No conocemos por el momento otra cueva con semejantes características.
  

 
Cueva de Aribe (Navarra)Cueva de Aribe (Navarra)
Fotos 25 y siguientes
  
   Para llegar a la boca de esta cueva hay que empezar escalando una pared de rocas, que sirve de precalentamiento para la exploración. La gran entrada da acceso a una red de galerías que hacen circuito, pudiéndose entrar por un agujero y salir por otro. 
   Un escondido hoyo en el fondo de una sala permite descender por una estrecha chimenea de 10 metros a un nivel inferior de galerías, repletas de columnas y estalactitas de una belleza fantasmagórica. Abundan los murciélagos, que pueden armar un gran revuelo al salir volando todos a la vez en grandes desbandadas, rozándonos las cabezas con sus alas.
  

 
Cueva del Recuenco  (Cárcar, Navarra) 
Fotos 31 y 32
  
   Exhibimos esta cueva en nuestra exposición, pese a sus pequeñas dimensiones, por el hecho de tratarse de una oquedad de características muy distintas a las habituales en las cavernas navarras, debido a estar compuesta principalmente no por rocas calizas, sino por estratos de yesos y arcillas, lo que le confiere un aspecto morfológico totalmente inusual. 
   Situada en la orilla derecha del río Ega, cerca del pueblo, su boca de un metro de altura, abierta en un acantilado terroso, da paso a una espaciosa sala con la bóveda a cuatro metros de alto y un desarrollo de unos cincuenta metros, donde se aprecia perfectamente el juego de estratificaciones de la masa de tierra en que se perfora. Los rellenos arcillosos se alternan con delgados estratos de yesos de tonos claros y reflejos vítreos, como si fueran capas de un inmenso hojaldre. La sala da una amplia curva para terminar en otra pequeña boca de salida. Cuando el río crece, las aguas inundan la cueva y lamen sus paredes, deshaciendo sus minerales y cincelando un cada vez más amplio meandro subterráneo.
  

 
Valle del Irati (Navarra)
Fotos 33 y siguientes  
  
   El valle navarro por donde discurre el río Irati está encajonado en diversos tramos (sobre todo entre Oroz-Betelu y la presa de Itoiz) por los abruptos paredones rocosos de las sierras circundantes, cortados aquí y allá por escarpados barrancos con arroyos que afluyen torrenciales al Irati para aumentar su caudal. En muchos de estos acantilados se abren imponentes cavidades, colgadas a media altura de las paredes, que por lo general son cuevas de corto desarrollo, cuando no covachas o simples abrigos roqueros. 
   Las fotos que presentamos en nuestra exposición no pertenecen a ninguna cueva, aunque tengan cierta relación. Pues se trata de concreciones calcáreas en forma de estalactitas, aunque su peculiaridad consiste en que se dan al aire libre. En un recóndito barranco boscoso cercano al pueblo de Oroz-Betelu se abre otro barranco lateral, por donde corre en temporada de lluvias un arroyo entre un bosque de arbustos de boj crecidos hasta el tamaño de árboles de grueso tronco. Las aguas de este riachuelo tienen la propiedad de arrastrar una disolución calcárea que se deposita y sedimenta por todo su cauce, tropezando con las ramas caídas de los bojes y envolviéndolas literalmente de una gruesa capa calcárea color crema que se va solidificando con el tiempo. Los matojos de hierbas quedan también solidificados por los sedimentos, con las hojas blanquecinas, rígidas y quebradizas. En las zonas donde se acumulan troncos y ramas caídos, la calcificación llega a formar pequeñas presas que obstruyen el recorrido de las aguas y las embalsan en pozas, muy semejantes a los 'gours' o bañeras naturales que se forman en el interior de las cuevas. Bajo las paredes de estos gours se van creando estalactitas, coladas, medusas y las típicas formaciones que acostumbramos a ver en el mundo subterráneo. Pero aquí están al exterior, como si estuviéramos en una cueva a luz del día. Llamamos 'el bosque petrificado' a este desconocido y mágico paraje .   
  

 
Cueva de Harpea (Baja Navarra, País Vasco-Francés)
Foto 36 
Cueva de Harpea (Baja Navarra, Pais Vasco-frances)  
   Aunque se trata de una cueva de pequeño desarrollo, la incluimos en nuestra exposición por la extraordinaria belleza de su boca, y del entorno paisajístico donde se integra. 
   A 975 metros de altitud, no lejos del collado de Organbide, donde se eleva un gran dolmen prehistórico y pasa la frontera invisible entre Navarra y Baja Navarra, que es la de España-Francia, en un perdido rincón entre los montes Errozate y Sayarre, se encuentran la majada y la cueva de Harpea (en vascuence, 'harpea' = 'la cueva'). 
   Un espectacular plegamiento de estratos en sinclinal y anticlinal ha creado esta cavidad en forma de V invertida, que los pastores usan como refugio para el ganado. Se puede ver claramente la prolongación de los estratos trepando monte arriba. 
   En palabras de Luis Pedro Peña Santiago: "El paraje de Arpea, sus txabolas, puente, eskortias, regatas, muga '217', paisaje y cueva, constituye uno de los lugares más singulares de nuestra geografía. Arpea no lleva a ningún sitio, ni coge de paso para nada. Hasta Arpea sólo llegan quienes aman el silencio, la soledad, la belleza, y el viento sobre la cabeza. La leyenda dice que en los atardeceres cálidos del estío las lamias solían salir a la entrada de la cueva, y sentadas en la roca alisaban su larga cabellera con un peine de oro que resplandecía cegadoramente entre los últimos rayos del sol." 
   Sirva esta cita de sentido recuerdo a un maestro y amigo, que amaba como nadie las 'montañas azules y mágicas' de Euskal Herria, y que en ya lejanos días nos mostró caminos olvidados, nos guió por recónditas veredas, y nos descubrió buen número de los tesoros naturales, arqueológicos, etnográficos y artísticos que se ocultan en los rincones más insospechados de nuestro país.
  

 
Sala de La Verna (Zuberoa, País Vasco-Francés)
Fotos 37 y siguientes
 
   Por los relatos de los viajeros, tenía conocimiento de algunas cavernas célebres, pero ninguna de ellas ofrecía tales dimensiones. 
   (Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, cap. 30) 

   La grandiosa Sala de La Verna es una de las cavidades abovedadas que se integran dentro de la red subterránea del río San Martín, en el macizo kárstico de Larra (Zuberoa, País Vasco-Francés). De 150 metros de alto en su parte central, y 250 x 200 metros de superficie, se trata de una de las salas cavernarias más grandes del mundo. 
   En 1950 se descubrió por casualidad una profunda sima abierta en los roquedales calizos del lugar conocido como Pierre Saint-Martin, en la frontera entre Francia y España, cerca del collado de Ernaz, donde cada año tiene lugar el ancestral 'Tributo de las Tres Vacas'. Esta sima es un pozo vertical de 317 metros de profundidad, bautizado como sima Lepineux, en homenaje al primer espeleólogo que descendió hasta su fondo. En su momento era la sima más honda del mundo. Posteriormente se han descubierto otras aún más profundas en distintos puntos del planeta, una de ellas en el mismo macizo de Larra, no lejos del complejo de San Martín, concretamente la conocida como BU-56 o Ilaminako Ateak. 
   Los primeros exploradores del sistema descubrieron un río subterráneo que corría durante decenas de kilómetros bajo tierra, salvando un desnivel de más de 1.400 metros (el cuarto mayor del mundo), y formado por un laberinto de interminables galerías que atravesaban un rosario de salas gigantescas, la más monumental de las cuales es la Sala de La Verna, descubierta en 1954. 
   La existencia en su interior de una potente cascada de 80 metros de caída indujo a la E.D.F. (la compañía estatal francesa de electricidad) a perforar en los años sesenta un túnel artificial de 830 metros para acceder horizontalmente a la sala, con el fin de explotar los recursos hidroeléctricos de la caída de agua. Se emplearon varios años en construir una presa en lo alto de la cascada, y se instalaron aparatos de medición del caudal, para concluir que el proyecto no era rentable debido a los periodos de estiaje anuales del río. Finalmente la empresa fue abandonada. 
   La perforación del túnel fue bastante accidentada, realizándose varias intentonas en direcciones fallidas, una de las cuales logró conectar con el sistema cavernario de Arphidia, una angosta y tenebrosa galería en diaclasa que no tiene conexiones con la red principal de San Martín, ni salidas naturales al exterior. El túnel facilitó las exploraciones espeleológicas, y pronto se descubrió a partir de la Sala de La Verna la continuación río abajo de la corriente subterránea del San Martín (galería Aranzadi), que desciende más de 1.400 metros de desnivel. Cartografiados más de 50 kilómetros de desarrollo, las exploraciones continúan. Hoy sabemos que el río San Martín forma parte de un ingente complejo de cinco río subterráneos, con numerosos afluentes, ramales y galerías fósiles, que terminan por emerger en diversas surgencias en los lados francés y español del macizo de Larra. 
   La Verna contiene en su interior un monte de 80 metros de alto, formado por la acumulación de grandes bloques clásticos caídos del techo. Por un lateral de la sala cae la cascada despeñándose por entre el caos rocoso en numerosas colas de caballo, hasta terminar por desaparecer en un sumidero rodeado de una amplia playa de arena y cantos rodados. 

   En aquella playa ligeramente inclinada, (...) terminaban los contrafuertes de las enormes rocas que se elevaban, ensanchándose, a una inconmensurable altura.  
   (Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, cap. 30) 

   Cuando paseamos por la Sala de La Verna, no tenemos la sensación de estar dentro de una cueva, sino de estar haciendo una excursión por un monte rocoso en una noche muy cerrada, sin luna ni estrellas. Todo a nuestro derredor son impenetrables tinieblas, y nuestros focos de luz a duras penas llegan a la bóveda del techo. Los sistemas de iluminación que llevamos, que en otras grutas son suficientes, aquí se nos quedan cortos, por lo que resulta muy difícil hacerse una idea cabal de las gigantescas dimensiones de la sala, de la que sólo vemos en cada momento una muy pequeña porción, y nunca el conjunto. Solemos bromear con que el nombre de La Verna le viene de que no se puede "ver ná". 

  

 
Minas de Arditurri (Peñas de Aya, Guipúzcoa)
Fotos 40 y siguientes

   Veinte minutos más tarde hallábamos una excavación tan vasta que hube de reconocer que la mano del hombre le era ajena, pues las bóvedas hubieran debido ser apuntaladas, ya que se mantenían en equilibrio por milagro. 
   (Jules Verne, Viaje al centro de la Tierra, cap. 20) 

   Desde el punto de vista geológico, las Peñas de Aya en Guipúzcoa son excepcionales. Mientras la mayoría de los montes del País Vasco son el resultado de la elevación orogénica de suelos compuestos por rocas sedimentarias, los escarpados espolones de estas peñas están originados por un empuje de magma que más tarde se transformó en granito. La incrustación de los bloques graníticos en las capas sedimentarias ocasionó la aparición de vetas metalíferas a ras de suelo. 
   Fueron los romanos los primeros en detectar y explotar estos filones de galena, plomo, cobre y cinc, perforando numerosas minas a todo lo largo del flanco sur de las peñas. Los materiales extraídos eran transportados al cercano puerto de Oiasso (actual Irún), y de allí embarcados a distintos puntos del imperio. Muchos de los filones quedaron agotados, y las minas fueron abandonadas en su mayor parte, aunque algunas han seguido siendo explotadas hasta épocas recientes, como lo prueban los numerosos restos de raíles e instrumental minero que se ven diseminados en sus profundidades. 
   Algunas de estas minas son de proporciones gigantescas. Una sucesión de aberturas da acceso a una red de galerías paralelas superpuestas a distintos niveles, que se comunican entre sí por hundimientos del terreno. Las galerías más profundas están inundadas por el agua, formando un extenso lago. Los cinco pisos superiores se abren en lo que parece una enorme falla o diaclasa natural, cuyo paredón lateral, de fuerte inclinación, es apuntalado por una serie de potentes arcos de piedra dispuestos de forma ritmada a modo de arbotantes. La luz natural penetra desde las aberturas externas como por altísimas claraboyas, se refleja y brilla en las paredes húmedas, y se difumina en una tenue penumbra al llegar al fondo. 
   La iluminación y el ambiente de conjunto son absolutamente fantásticos. Hay que hacer un esfuerzo de imaginación para comprender que este grandioso paraje es un enclave artificial, y no natural. Si Peter Jackson hubiera sabido de estas minas, no hubiera dudado en utilizarlas como escenario para las secuencias de las Minas de Moria en 'El señor de los anillos'. 

  

 
Cueva del Jabino (Soria)
Fotos 45 y siguientes
  
   Pequeña cueva situada en la parte baja del puerto de la Galiana, en el cañón del Río Lobos, casi a la misma altura que la extraordinaria cueva de La Galiana (ver fotos en Paisajes de las cavernas-2). La boca se halla oculta entre matorrales. 
   Una galería en rampa con bellas formaciones estalactíticas, abierta entre las juntas de estratificación del terreno, da paso a dos salas sucesivas, una con grandes bloques, y otra, a nivel superior, con un promontorio de arcilla en el centro de su suelo horizontal, que ha sido utilizado como peana para una estatuilla de la Virgen. 
  
  

 
Cueva de la Galiana Alta I (Soria)Cuevas de la Galiana Alta (Soria)
Fotos 49 y siguientes
  
   No por ser muy conocida y visitada tiene menos interés la cueva de la Galiana Alta I. Su gran boca de 8 x 10 metros se abre en lo alto del puerto de la Galiana, dominando el agreste paisaje del Cañón del Río Lobos. Justo debajo de esta entrada se abre otra pequeña gruta con una cerca, que se utilizaba para guardar ganado. 
   La depredación de las estalactitas y los numerosos graffiti llevados a cabo por visitantes desaprensivos no restan un ápice de belleza a la caverna, que posee en sus zonas más inaccesibles magníficas columnas y formaciones litogénicas que, aunque en proceso de descalcificación, están a la altura de las más hermosas cuevas. Casi al fondo se accede a una amplia sala circular iluminada por un lucernario natural perforado en lo alto de la cúpula. Bajo este agujero se levanta un gran cono de derrubios. 
   La cueva de la Galiana Alta II se encuentra adyacente a la anterior, con una entrada en forma de balcón al que hay que acceder trepando. Esta cueva no es tan fácil de visitar, debido a la sima que se hunde en medio de la galería principal a pocos metros de la boca.
  
  

 
Cueva-sima de Los Candelones (Soria)
Fotos 57 y siguientes
  
   En el término soriano de Santa María de las Hoyas existe un paraje llamado el Montecillo que está literalmente horadado por un sinnúmero de simas que abren sus negras bocas en el mismo suelo del terreno boscoso, haciendo honor al topónimo de 'las Hoyas' que ostenta el pueblo. 
   Uno de estos pozos es la cueva-sima de Los Candelones I. Cae ocho metros en vertical, y en un lateral de su fondo se abre una enorme sala que es el vestíbulo de una cueva en su mayor parte horizontal. Siguiendo la galería, ornada de curiosas concreciones rojizas que recuerdan a grandes cirios o 'candelones', se pasa bordeando un pozo de 14 metros para llegar a una gran sala con fuerte pendiente entre un caos de grandes bloques, que forman un falso piso debajo de ellos. Al final de esta gran sala nos encontramos con una sima de gran diámetro y unos 30 metros de profundidad, que constituye el fondo de la caverna.

 

Las lecciones de abismo del profesor Verne >>

(La novela 'Viaje al centro de la Tierra' a la luz de la espeleología)



Viajes dentro de la Tierra
Fotografía espeleológica

Bibliografía consultada

- Angulo, Miguel. Parajes secretos del País Vasco (Elkar, Donostia-San Sebastián, 1987)
- Peña Santiago, L. P. 100 cumbres y rincones de la montaña vasca (Elkar, Donostia-San Sebastián, 1990)
- Santesteban, Isaac. Pinturas rupestres en Navarra (Revista 'Príncipe de Viana', Institución Príncipe de Viana. Editorial Aranzadi, Pamplona, 1971)
- Verne, Jules. Viaje al centro de la Tierra (traducción y prólogo de Miguel Salabert Criado, Alianza Editorial, Madrid, 1975)
- V.V.A.A. Catálogo espeleológico de Navarra (Trabajos del Grupo de la 'Institución Príncipe de Viana', 1953-1979. Diputación Foral de Navarra. Institución Príncipe de Viana. Pamplona, 1980)
- V.V.A.A. El Mundo Subterráneo en Euskal Herria. Geografía del karst. Cultura. Criptopaisajes (Editor: Txomin Ugalde, Editorial Ostoa, S.A., Lasarte-Oria, 1997)
- V.V.A.A. Las cavidades del Cañón del Río Lobos (Soria-Burgos). (Agrupación Espeleológica GET, Madrid, 1997)
- V.V.A.A. 20 años de Espeleología en Navarra (Trabajos del Grupo de Espeleología de la Institución 'Príncipe de Viana' 1953-1974. Diputación Foral de Navarra. Institución Príncipe de Viana. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Pamplona, 1976)

 

Una exposición colectiva y abierta

   Esta muestra de fotos espeleológicas que exponemos virtualmente en fotoAleph no es sino una mínima selección de imágenes de cuevas en su mayor parte ubicadas en Navarra y Soria, obtenidas por varios fotógrafos. Las cuevas exhibidas no son ni las más importantes ni las más representativas de sus respectivas zonas. Algunas son más conocidas, otras menos, pero todas tienen sin duda su duende, su encanto único e intransferible. 
   Como no queremos fomentar la visita indiscriminada y masiva a las cuevas, sino sólo dar una ligera idea de los tesoros que tenemos cerca y poca gente conoce, hemos eludido conscientemente proporcionar información sobre los emplazamientos exactos de las cavidades, limitándonos a mencionar de forma genérica los macizos montañosos en que se hallan ubicadas, sin más referencias para su localización. Los verdaderos aficionados a la espeleología ya sabrán dónde preguntar para encontrarlas. 
   Como criterio de selección de las fotos primamos siempre los aspectos visuales, el intento de captar la singular belleza de los criptopaisajes, por encima de otros aspectos de tipo científico o didáctico, que serían más propios de otro lugar. 
   Se trata de una colección con ánimo de crecer. Está abierta a otras colaboraciones. Nuestra intención es que esta página sea el germen de una exposición colectiva permanente, que se vaya poco a poco enriqueciendo con aportaciones de más fotógrafos, incorporando imágenes de otras cuevas de no importa qué lugares o qué países, ya que el mundo subterráneo no tiene fronteras. 
   Animamos desde aquí a todos los fotógrafos con temas semejantes que deseen exhibir sus trabajos en internet, a sumarse a la idea. Usted pone las fotos, nosotros la plataforma técnica para poder enseñarlas al mundo. Para conocer las condiciones, infórmese enviando un e-mail a fotoAleph: info@fotoaleph.com

 

FotoCDA4

Viajes dentro de la Tierra
Fotografía espeleológica

© fotoAleph 
www.fotoaleph.com
   
Fotografías: 
© Luis Moreno 
© Fidel Moreno 
© Agustín Gil 
© Carlos Cardesa 
Realizadas en diversas cuevas de Navarra, Guipúzcoa, Baja Navarra, Zuberoa y Soria  (2004)