Exposiciones fotográficas

El amanecer del budismo

El árbol de la iluminación

 

   "Mi mente quedó emancipada. La ignorancia fue disipada, la sabiduría surgió; la oscuridad fue disipada, la luz surgió"
   Buda Siddharta Gautama

 

   Su nombre personal era Siddharta Gautama. Nació hacia 563 a C en Kapilavastu, en el lugar del actual Rummindei, en la frontera entre India y Nepal, y murió hacia 483 a C en Kusinagara, actual Kasia, en la India.
El amanecer del budismo   Fue el fundador del budismo, una de las grandes religiones de la historia y a la vez un sistema filosófico que produjo una floreciente cultura, con su propio arte, pintura, escultura, además de una abundante literatura en los idiomas pali, sánscrito, chino, tibetano y otras lenguas.
   El apelativo de Buda significa 'el Iluminado' o 'el Despierto'. No es un nombre propio, sino más bien un título. Por ello, el término debería ir acompañado de un artículo, como 'el buda' o 'un buda', que encaja mejor con la creencia de que existirán miles de budas en el futuro, como los hubo en el pasado. Hecha esta precisión, cuando en este escrito utilicemos el término 'Buda' se entiende que nos estamos refiriendo al Buda por antonomasia, el príncipe Gautama, fundador del budismo.
   Los antiguos textos en pali y en sánscrito proporcionan un registro, a veces simbólico, a veces legendario, pero siempre muy gráfico, sobre la vida, enseñanzas y actividades del Buda histórico Siddharta Gautama Sakyamuni.
   Según los relatos tradicionales, era el hijo de los monarcas del reino de los Sakyas, pertenecientes a la casta regente de los guerreros. Su padre era el rey Suddhodana  y su madre la reina Mahamaya. Varias leyendas narran su nacimiento y formación.
   Se cuenta que su madre Mahamaya tuvo un sueño premonitorio en el que vio un hermoso elefante blanco como la plata que penetraba en su vientre por un costado. Se pidió a unos brahmanes que interpretaran el sueño, y éstos predijeron el nacimiento de un hijo que sería o bien un monarca universal o un buda. Mahamaya dio a luz en la luna llena del mes de Vesakha (mayo) en Lumbini (hoy Rummindei). En el lugar todavía se levanta un pilar conmemorativo de Ashoka, del siglo III a C.
    Nada más conocer el alumbramiento, el sabio Asita (también conocido como Kala Devala), que era instructor y consejero religioso del rey Suddhodana, fue a visitar al recién nacido. Por las señales auspiciosas de su cuerpo, el sabio pronosticó que el niño sería un buda en el futuro. Le pusieron de nombre Siddharta, que significa 'Aquel cuyo objetivo será cumplido'. 
   El joven príncipe fue criado en un ambiente palaciego, rodeado de lujos, y su padre procuró influirle a favor de llevar una vida mundana. A los 16 años, Siddharta contrajo matrimonio con su prima, una princesa de 15 años llamada Yasodhara. El momento crucial de su vida fue a los 29 años, cuando tomó conciencia de que los hombres están sometidos a la vejez, la enfermedad y la muerte, y que la vida humana es sufrimiento.
El amanecer del budismo   Entonces decidió poner en práctica la 'Gran Renuncia'. Abandonó su vida principesca y se convirtió en un asceta errante. Partió de su palacio, dejando atrás a su esposa e hijo pequeño, con el fin de hallar una solución al problema del sufrimiento. Se dirigió al sur, hacia el reino de Magadha, y llegó a su capital Rajagriha (actual Rajgir), donde florecían centros de enseñanza y disciplina espiritual, en busca de maestros que le mostraran el camino a la verdad. Con uno de ellos (Alara Kalama) alcanzó el elevado estado místico de 'no-cosa', y otro (Uddaka Ramaputta) le instruyó sobre cómo alcanzar la esfera de 'ni percepción ni no-percepción'. Pero aún insatisfecho con estas altas disciplinas, continuó buscando la verdad. 
   Se unió a cinco ascetas en un hermoso bosque cercano a Uruvela, donde, durante unos seis años, llevó una vida de severa austeridad y extrema auto-mortificación. Cuando sufrió un desfallecimiento a causa de la debilidad, abandonó la vida ascética para seguir su propio sendero hacia la Iluminación. Esto aconteció cuando estaba meditando sentado en postura de loto bajo un árbol, una higuera pipal (Ficus religiosa), donde tomó la determinación de no levantarse hasta alcanzar la sabiduría. Comenzó entonces la mayor lucha que hubo de librar Siddharta. El demonio Mara, señor del mundo de la pasión, se propuso derrotarle y se dirigió hacia él con sus hordas de espíritus malignos. Siddharta, sin embargo, permaneció impasible en su meditación, ayudado solo por las diez paramitas ('grandes virtudes') que había perfeccionado durante sus innumerables vidas pasadas como bodhisattva ('futuro buda'). 
El amanecer del budismo   Mara fue vencido y huyó con sus tropas. Siddharta pasó el resto de la noche bajo el árbol en profunda meditación. Al comienzo de la noche pudo conocer todas sus vidas previas. A medianoche alcanzó el 'ojo divino sobrehumano', es decir, el poder de contemplar el ciclo de las reencarnaciones y el devenir del mundo. A última hora de la noche se concentró en la eliminación de las corrupciones y el conocimiento de las 'cuatro nobles verdades'.
   "Mi mente quedó emancipada (...). La ignorancia fue disipada, la sabiduría surgió; la oscuridad fue disipada, la luz surgió" (Palabras registradas del Buda).
   Fue así como Siddharta, a la edad de 35 años, alcanzó la iluminación, el despertar a un nuevo estadio de conciencia, en la noche de luna llena del mes de Vesakha (mayo), hacia el año 528 a C.
   El lugar donde Siddharta Gautama se convirtió en un buda supremo se conoce hoy como Bodh-Gaya
   Tras su iluminación, el Buda pasó seis semanas en Uruvela, meditando sobre diversos aspectos del dhamma ('verdad') que había conocido, sobre todo en la más importante y difícil de las doctrinas: la de las relaciones de causa-efecto, que ve todas las cosas como relacionadas e interdependientes, y enseña que no existe una sustancia eterna, imperecedera, permanente o absoluta como el alma o el ego, ni dentro ni fuera del ser humano.
   El Buda decidió entonces enseñar a otros hombres lo que había descubierto sobre las 'cuatro nobles verdades' y la 'cadena de la causalidad'. Su primer sermón, llamado 'la puesta en marcha de la rueda de la ley', lo pronunció cerca de Benares, en el Parque de los Ciervos de Isipatana (lugar hoy conocido como Sarnath). Esta doctrina defiende en esencia que el hombre que haya abandonado su hogar no debe caer en los dos extremos de la auto-indulgencia y la auto-mortificación. Evitando estos dos extremos, el hombre de conocimiento sigue 'el camino del medio' que conduce a la calma, al despertar y al nirvana. El camino del medio equivale al Noble Óctuple Sendero (la recta visión, el recto pensamiento, la recta palabra, la recta acción, el recto modo de vida, el recto esfuerzo, la recta atención y la recta concentración). Las 'cuatro nobles verdades' son las siguientes:
El amanecer del budismo   1. La verdad de que existe el sufrimiento.
   2. La verdad de que ese sufrimiento tiene una causa.
   3. La verdad de que el sufrimiento puede cesar.
   4. La verdad del camino que conduce al cese del sufrimiento.
   
   Con sus primeros discípulos, el Buda fundó una comunidad o sangha ('orden'), el número de cuyos miembros fue creciendo poco a poco, y envió a sus discípulos a propagar por el mundo su mensaje de paz, compasión y sabiduría.
   El Buda y sus enseñanzas se hicieron tan populares, que se construyeron monasterios para su sangha en casi todas las ciudades importantes del valle del Ganges, y el número de sus seguidores creció rápidamente entre toda clase de gentes. Se instituyó también una orden de monjas.
   Tras pasar el resto de su vida errando por tierras indias para predicar sus enseñanzas y ganar adeptos, el Buda cayó enfermo a la edad de 80 años. Fue entonces cuando exhortó a su principal discípulo Ananda: "Por tanto, Ananda, vivid haciendo de vosotros una isla, haciendo de vosotros, y no de otros, un refugio; haciendo del dhamma vuestra isla, del dhamma vuestro refugio, de nada más vuestro refugio".
   Los últimos meses de la vida del Buda, antes de su ingreso en el nirvana, están registrados con detalle en el Mahaparinibbanasutta, "La grande y total extinción".
   El Buda, sabiendo que sus días tocaban a su fin, llegó con Ananda y otros discípulos a Kusinagara (la actual Kasia) y se instaló entre dos árboles de sal en el parque Upavattana. El día de luna llena del mes de Vesakha (mayo) "se recostó sobre uno de sus costados, con una pierna descansando sobre la otra, consciente y dueño de sí mismo". Esta postura es comúnmente representada en la iconografía budista con el nombre de paranirvana. Ananda preguntó al Buda qué debían hacer con sus restos. Éste le contestó que no debían preocuparse en honrar sus restos mortales, sino mantenerse firmes en su propio desarrollo espiritual. "No te lamentes, Ananda. ¿No te he dicho ya que es inevitable la separación de todos nuestros seres próximos y queridos? Todo lo que nace, que es producido o condicionado, contiene dentro la naturaleza de su propia disolución. No puede ser de otra manera".
   Tras su fallecimiento, su cuerpo fue incinerado en Kusinagara. De común acuerdo, sus reliquias fueron divididas en ocho porciones y repartidas entre los delegados de varios reinos que las reclamaban. Sobre estas reliquias se construyeron stupas. Y se celebraron grandes festejos en honor al Buda.
   El primer punto al que hay que prestar atención para evitar confusiones al discutir sobre Budismo es que Buda en ningún momento pretendió ser otra cosa sino un ser humano. Su enseñanza gira alrededor de problema del sufrimiento humano e indica un camino que, siguiéndolo, asegura al hombre la solución de este problema, sin ayuda de fuerzas sobrenaturales o exteriores a él. (H. Saddhatissa).

 

 

 

 

El arte budista primitivo

   En la India se da la paradoja de que siendo el país donde nació y vivió el Buda Siddharta Gautama Sakyamuni, y donde se fundó el budismo, el porcentaje de adeptos a esta fe es hoy muy minoritario con respecto a otras grandes religiones como el hinduismo o el islam. Y por contraste con otrosEl amanecer del budismo países por los que se expandió el budismo, como Sri Lanka, Nepal, Tibet, Indochina, Corea, Japón... donde la inmensa mayoría de sus habitantes la profesan. Se calcula que en la actualidad hay más de 500 millones de budistas en el mundo.
   Si el budismo llegó a ser un credo mayoritario en el Indostán a partir del emperador Ashoka (siglo III a C), con el paso de los siglos terminó siendo absorbido de nuevo por la religión brahmánica, de la que había nacido como reforma, y tanto es así que hoy, para un hinduista, el Buda no es sino otro 'avatar' o encarnación de Vishnu. Subsisten, sin embargo, comunidades minoritarias de fieles budistas en la India, que podrían rondar en torno al 1% de la población, sin contar a los refugiados tibetanos. 
   El norte de la India es la 'tierra sagrada' del budismo. Para los budistas de todo el mundo, los lugares que fueron hollados por los pies del Buda son santos. La ciudad donde nació y decidió su 'Gran Renuncia' (Kapilavastu); los sitios donde vivió en su peregrinar por el Bihar y tierras aledañas (Rajagriha, Ayodhya...); el emplazamiento del árbol de Bodhi, bajo el cual alcanzó la iluminación (Bodh-Gaya); la ciudad donde murió (Kusinagara). A estos lugares, de los que a veces no quedan sino unas exiguas ruinas de tiempos del Iluminado, acuden peregrinos de todos los países budistas, muchos de los cuales efectúan generosas donaciones a sus monasterios. 
   En todos los centros conectados con la vida de Buda fueron gradualmente creciendo a lo largo de más de un milenio grandes complejos de edificios, compuestos de stupas, capillas, templos, colegios y monasterios, construidos de ladrillo y estuco, que se iban acumulando dentro de un vasto espacio cercado. Estos complejos, dedicados a la vida religiosa, eran habitados por miles de monjes, y han sido calificados como verdaderas ciudades universitarias, que proliferaron por toda la llanura del Ganges entre los siglos V y XII. La en su tiempo afamada universidad budista de Nalanda sería un buen ejemplo de este tipo de congregaciones. 
El amanecer del budismo
   A mediados del siglo III a C ocurrió un hecho que marcó un antes y un después en la historia de la India. El poderoso emperador Ashoka, de la dinastía maurya, se convirtió al budismo y el año 255 a C elevó esta fe al rango de religión oficial de su imperio (que abarcaba gran parte del norte de la India). Ello fue consecuencia de la experiencia traumática sufrida por el emperador cuando fue testigo de la espantosa masacre desencadenada por la guerra que había emprendido para conquistar el reino de Kalinga (nordeste de la India). Ashoka, profundamente arrepentido, se dedicó desde entonces a propagar el budismo por toda Asia, construyendo monumentos en los lugares santos relacionados con la vida del Buda y erigiendo en puntos clave columnas monolíticas exentas, que llevaban inscritos en el fuste los llamados 'edictos de Ashoka', textos en los distintos idiomas (incluido el griego) hablados en cada lugar, en los que se defendía la filosofía búdica del ahimsa o no-violencia y se propugnaban valores como el amor, la verdad y la tolerancia. 
   Las columnas de Ashoka estaban coronadas con elaborados capiteles de motivos zoomorfos (leones, toros...) que, a juzgar por los pocos que se han conservado, eran verdaderas obras maestras de la escultura. El soberbio capitel de Sarnath es hoy escudo y emblema de la India. Sorprende en estos capiteles su madurez estilística en una época tan temprana. En su estilo se detectan influencias del arte de la Persia aqueménida, e incluso del arte helenístico (recordemos que los reinos de Bactria y Gandhara, al noroeste del Indostán, habían experimentado un proceso de helenización a partir de la incursión colonizadora de Alejandro Magno).
El amanecer del budismo   El budismo fue creciendo en adeptos, si bien convivió en un clima de tolerancia con el hinduismo, el jainismo y demás credos de la India. Cobró gran fuerza el movimiento monacal, de larga tradición en la India, cuna de ascetas, y numerosas órdenes de monjes se establecieron en monasterios y eremitorios convenientemente alejados del ruido mundanal de las ciudades, aunque no tan lejos como para quedar privados de los recursos económicos que gracias a la devoción de los fieles afluían con regularidad a las comunidades monásticas. Donaciones que les reportaron notables riquezas, y por consiguiente gran influencia, y que les permitieron contratar a maestros canteros, arquitectos, escultores y artesanos para construir y embellecer sus templos y monasterios. 
   La cosmovisión budista suponía una reforma del hinduismo védico y generó una iconografía específica que marcó pautas muy concretas en el arte y la arquitectura del subcontinente.
   El budismo primitivo o hinayana (= 'pequeño vehículo', llamado también theravada = 'enseñanza de los ancianos'), que en la India duró hasta el siglo II d C, no admitía ninguna imagen figurativa del Buda histórico, fundador de su religión (de forma parecida a como ocurre en el islam, que proscribe las imágenes del profeta Mahoma). La presencia del Maestro se deja notar, sin embargo, en las esculturas que adornan los edificios búdicos. Era invocada por medio de representaciones de objetos alegóricos que simbolizaban al Buda: las huellas de sus pies (foto059), el árbol de Bodhi (foto054), la rueda de la ley, el stupa, el trono vacío, el escabel, el parasol, etc. Cuando en estos edificios veamos una figura humana del Buda, podemos estar seguros de que fue añadida en la posterior época del budismo mahayana (en torno al siglo V d C).
   Tras la decadencia del budismo hinayana a partir del II d C, en los siglos IV y V se produce una revitalización del budismo, asentado en un nuevo corpus doctrinal conocido como mahayana (o 'gran vehículo').
El amanecer del budismo   La doctrina mahayana fue arraigando como un movimiento de reforma que buscaba restablecer el espíritu original del budismo, proponiendo una enseñanza que podía guiar colectivamente a todas las personas hacia la iluminación, en contraste con las tradiciones hinayana, que aspiraban sólo a la salvación individual. El mahayana hace énfasis en la figura del bodhisattva, un ser humano que sigue el camino del Buda en pos de la suprema iluminación, y la consiguiente liberación del ciclo de las reencarnaciones, pero que, a punto de lograrlo, decide por compasión seguir reencarnándose en este mundo para ayudar a otros seres humanos a alcanzar el estado de budeidad. Imágenes figurativas (y no alegóricas como hasta entonces) del Buda Sakyamuni y de los bodhisattvas (principalmente Avalokiteshvara, el bodhisattva de la compasión) son incorporadas a la iconografía, y en lo sucesivo aparecen con prodigalidad en todas las manifestaciones del arte budista, tanto en la India como en los restantes países de Asia por donde se expandió el budismo mahayana (ver, por ejemplo, Angkor).
   Existen antecedentes en la India de representaciones figurativas del Buda histórico. Una de las contribuciones más significativas de la prominente escuela escultórica de Mathura (ciudad de la actual Uttar Pradesh donde nació el dios Krishna, avatar de Vishnu) fue el desarrollo del culto a la imagen del Buda, que había sido anteriormente representada por signos anicónicos, meramente alusivos al Maestro. Parece ser que la escuela de Gandhara, con Taxila (actual Pakistán) como centro de irradiación, desarrolló de forma paralela e independiente la imaginería figurativa del Buda, en un estilo lejanamente derivado del arte grecorromano (ver fotos del arte greco-búdico de Taxila en Vislumbres de Pakistán). Todo esto acontecía en los primeros siglos de nuestra era.
   Las estatuas sedentes del Buda suelen estar orientadas hacia los cuatro vientos del Cielo. Todas muestran al Iluminado meditando con las piernas cruzadas en postura de loto (padmasana), pero las manos muestran en cada una diferentes posiciones que transmiten significados específicos. Estas posturas de las manos se denominan mudras. Podemos distinguir hasta seis mudras diferentes, que siguen una secuencia armónica:
El amanecer del budismo

Mudras. El lenguaje de las manos de Buda
   
   - Bhumisparça-mudra. La izquierda yace sobre el regazo con la palma hacia arriba y la derecha se apoya sobre la pierna derecha con la palma hacia abajo. Simboliza que el Buda convoca a la Tierra como testigo de su Iluminación.
   - Wara-mudra. Es idéntica a la anterior, pero con la mano derecha mostrando su palma hacia arriba. Significa la Caridad.
   - Dhyana-mudra. Las dos manos se juntan en el regazo con las palmas hacia arriba, el dorso de la derecha sobre la palma de la izquierda. Es el gesto de Meditación.
   - Abhaya-mudra. La mano derecha se alza y muestra su palma al espectador, en gesto de protección. Significa la Ausencia de Miedo.
   - Witarka-mudra. Semejante a la anterior, sólo que la mano derecha junta los dedos índice y pulgar formando un anillo. Significa el Razonamiento.
   - Dharmachakra-mudra. Los dedos de la mano izquierda forman un círculo, mientras el dedo anular de la mano derecha toca el de la izquierda (foto137). El Buda adoptaría esta postura en su primer sermón en Sarnath y significaría la puesta en funcionamiento de la Rueda de la Ley (dharmachakra), que implica el aprendizaje de las 'cuatro nobles verdades’ del budismo.

    
   El stupa es el monumento más típico de la fe budista. Esencialmente consiste en un montículo en forma de cúpula (foto022) dentro del cual se guardan reliquias budistas. Es decir, una especie de relicario monumental, que funciona como objeto de culto y meta de peregrinaciones. Su origen es anterior al budismo y se remonta a los túmulos funerarios levantados sobre los restos de los difuntos.
El amanecer del budismo   Se dice que el Buda bosquejó el esquema de un stupa de la siguiente manera: hizo unos pliegues en su túnica de pordiosero, situó su cuenco de mendigar boca abajo sobre la tela y completó el conjunto con un palo vertical. El Buda sugirió con esto la representación plástica de las tres partes principales de un stupa, a saber: una base cuadrada, una semiesfera y un pináculo. El perfil de conjunto está premeditado para aludir al monte Meru, montaña situada en el centro del universo y meta de peregrinación para budistas e hinduistas. El simbolismo de un stupa es polivalente: centro mágico, eje del mundo, representación del universo visto desde el exterior, tumba, cenotafio, relicario, monumento conmemorativo, recordatorio de hechos milagrosos o edificantes... Puede ser también levantado como exvoto o como afirmación de fe. Sustituye al concepto de altar y puede considerarse como imagen arquitectónica del Buda, cuya esencia penetra todo el universo. 
   Los stupas que se conservan en el mundo son de formas y dimensiones extremadamente variadas, y pueden ir desde las réplicas en miniatura al stupa-montaña, cuyo más espectacular ejemplo es Borobudur, en la isla de Java. El stupa budista adoptó un canon arquitectónico regular a partir del imperio maurya: la cúpula hemisférica era coronada por un parasol rodeado de una pequeña balaustrada, el montículo se levantaba sobre una plataforma, y el conjunto era circundado por una amplia balaustrada a modo de parapeto realizada con postes y vigas entrecruzados, con una disposición reminiscente de la artesanía de madera y bambú.
El amanecer del budismo   Con el tiempo, los stupas se fueron haciendo más grandes y elaborados. Los stupas primitivos de ladrillo eran recubiertos y agrandados con sillares de piedra hasta obtener dimensiones colosales, como en Bharut, Sanchi o Amaravati, y, más adelante, ya en época gupta, el stupa Dhamekh (en Sarnath). Así, un stupa puede esconder en sus entrañas otros stupas más antiguos. A las balaustradas (vedikas) que los rodeaban se les fueron añadiendo pórticos monumentales (toranas) de profusa decoración escultórica, consistentes en postes verticales sosteniendo tres arquitrabes que sobresalen por los lados, formas que imitaban los pórticos de madera y bambú, y que tuvieron derivaciones posteriores cuando el budismo se expandió por otros países de Asia, como China y Japón.

   La madera, el bambú, el adobe y la paja eran los principales materiales constructivos en la India del primer milenio antes de nuestra era. Con tales elementos los indios llegaron a crear un tipo de arquitectura que alcanzó con el tiempo un grado de sofisticación inusitado.
   Por lo perecedero de sus materiales, poco ha sobrevivido de esta arquitectura a los rigores del clima y al paso de los siglos. No obstante, podemos hacernos una idea muy precisa de la tipología arquitectónica que predominaba en aquellos tiempos gracias a dos fuentes indirectas: por las representaciones de edificios que se pueden ver en los bajorrelieves de monumentos como los de Bharut, Sanchi, Mathura y Amaravati, y por los numerosos y notables ejemplos que han llegado hasta nosotros de arquitectura rupestre, cuyas realizaciones más antiguas imitan fielmente la construcción en madera en todos los detalles. De modo que aunque los edificios originales de madera se han perdido, sus copias exactas permanecen, plasmadas en roca cual fósiles petrificados, proporcionándonos una información visual impagable sobre cómo era la antigua arquitectura de madera en la India.
   Sabemos así que en el I milenio a C la mayor parte de la población de la India vivía en pueblos y aldeas de cabañas de adobe crudo, madera y bambú levantadas en apretada aglomeración en los claros de los bosques. Sus recursos se basaban en la agricultura, la ganadería, la artesanía y el comercio. 
El amanecer del budismo   Para protegerse y proteger sus pertenencias, los habitantes rodeaban sus aldeas de un tipo específico de vallado o empalizada, consistente en una sucesión de postes verticales que se entrecruzaban con series de tres barras horizontales formando en conjunto un parapeto. Con el paso del tiempo este modelo particular de empalizada (llamada vedika) se convirtió en símbolo de protección, y se utilizó no sólo para cercar los pueblos, sino también para vallar los campos de cultivo, para decorar las casas con balaustradas y, en última instancia, para proteger simbólicamente cualquier cosa de naturaleza sagrada. La vedika se transformó en un elemento decorativo que aparece como leitmotiv en todas las realizaciones del arte búdico de la India, y también en las obras de arte jainistas.
   Las técnicas de carpintería y el arte de la talla de madera fueron aplicándose con cada vez mayor pericia al ámbito de la construcción, llegando a configurar un modelo de arquitectura de rasgos estilísticos muy acusados. Elaboradas residencias de varios pisos y pabellones con distintos tipos de cúpulas se mezclaban ahora con las sencillas cabañas de techo de paja. Característica sobresaliente de estas arcaicas construcciones de madera es la profusa utilización de arcos en puertas y ventanas, y de bóvedas de medio cañón en los techos, apuntaladas con vigas curvadas en forma de costillas. Los arcos eran sobrepasados, con un perfil parecido al del arco de herradura. Las ventanas tenían enrejados de madera a modo de celosías. Los balcones eran adornados con balaustradas.
   Muchas de estas formas pervivieron como ingredientes básicos en la estética de la arquitectura india de los siglos venideros. Los principios de la construcción en madera determinaron en gran medida los estilos arquitectónicos posteriores y afectaron al trabajo en otros materiales, como la piedra, influyendo en su estilo. 
   También se usaba el ladrillo cocido, no sólo en la extinta civilización del Valle del Indo, sino, a partir del siglo VI a C, en el resto de la India, particularmente en la llanura del Ganges, rica en buenas arcillas. Aunque el material es más duradero que la madera, pocos edificios de ladrillo de antes del siglo V d C han sobrevivido. Podemos ver algunos en Sarnath y Nalanda.




Arquitectura rupestre
   
   En la misma época en que las comunidades budistas de sitios como Sanchi, Bharut o Bodh-Gaya estaban construyendo stupas de sillería, otro tipo de arquitectura muy diferente empezó a ser practicado en otras partes de la India. Se trataba de establecimientos monacales compuestos de estancias de considerables dimensiones y gran ambición arquitectónica, pero no construidas en madera o piedra sillar a la manera tradicional, sino labradas en la roca viva de los acantilados por medio de picos y cinceles.
El amanecer del budismo   En estos complejos rupestres de la India, la arquitectura en madera era copiada literalmente en piedra. Sus espacios interiores se calcaban ahuecando las masas rocosas de los acantilados y tallándolas de forma que reprodujeran hasta en sus menores detalles sus elementos constitutivos, incluyendo pilares, vigas, cabezas de viga, zapatas, ménsulas, celosías... que al ser rupestres, al estar esculpidos en el macizo de la montaña, no tenían en este caso una función estructural sino de pura mímesis de la arquitectura de madera.
   Se pueden distinguir dos tipos de edificios rupestres budistas: los chaityas (o templos propiamente dichos) y los viharas (o monasterios). Ambos edificios estaban relacionados entre sí y se esculpían alineados adyacentemente en cada acantilado, a cada chaitya correspondiendo uno o varios viharas.
    El chaitya es una gran sala destinada a congregaciones y ceremonias, de planta rectangular oblonga terminada generalmente en un ábside, y dividida en una nave central y pasillos laterales por una columnata que recorre el perímetro, conformando un deambulatorio (foto102). En el centro del ábside se levanta un stupa, monolítico y macizo, que es el objeto central de culto. Se crea así un pasillo que permite la circunvalación ritual alrededor del stupa. El techo tiene forma de bóveda de medio cañón. Se accede a la sala a través de un porche o vestíbulo porticado que da a una fachada a modo de pantalla provista de una o varias puertas. La fachada posee en lo alto una amplia ventana encajada en un arco curvilíneo característico, llamada 'ventana de chaitya', que permite la entrada de aire y luz, e ilumina el interior como un gran rosetón de iglesia. La morfología de esta ventana tiene sus antecedentes en los edificios de El amanecer del budismomadera del tipo de Lomas Rishi en las colinas Barabar, y es muy semejante al perfil de una hoja del árbol de Bodhi, la higuera pipal bajo la que el Buda alcanzó la iluminación: uno de los símbolos sagrados del budismo. Este elemento formal (llamado también gavaksa y kudu) se repite y se multiplica en la decoración escultórica de todos los edificios budistas, adoptando mil variantes: ventanas, ventanucos, bóvedas, arcos, arquillos ciegos... Su juego de curvas cóncavas y convexas rematadas por un pináculo evoluciona a lo largo del tiempo hacia una cada vez mayor complejidad, siendo recogido también por la arquitectura brahmánica y persisitiendo a través de los siglos hasta nuestros días, como constante recuerdo de las formas de madera que subyacen en sus orígenes. Esta evolución estilística ayuda a datar cronológicamente los distintos edificios de la arquitectura budista e hindú. Hay otras claras similitudes con la arquitectura de madera, como las nervaduras en forma de costillas que aparentemente sustentan las bóvedas, por lo general imitadas en piedra, pero a veces realmente de madera, como en los casos de Bhaja (foto102) y Karla (foto115). Las columnas son casi siempre de fuste octogonal, con basas en forma de jarrón y capiteles con animales unidos por el dorso reposando sobre un loto campaniforme, una imaginería derivada de la tradición maurya, que a su vez está influida por la persepolitana.
   Un vihara es un monasterio, un alojamiento de monjes. El edificio se articula alrededor de una sala central, por lo general cuadrada y de techo plano, tres de cuyas paredes están horadadas por puertas que comunican con las celdas individuales donde pernoctaban los eremitas (foto103), y la cuarta se abre a un vestíbulo porticado (o veranda) que da al exterior. La sala central funciona como un patio para reuniones. Las celdas de los monjes eran pequeñas y muy austeras, desprovistas de toda decoración, y a menudo albergaban una cama adosada a la pared. Las puertas de las celdas eran de batientes de madera, como lo demuestra la presencia de agujeros que hacían de quicios para encajar los goznes. En el exterior de los viharas suele haber cisternas talladas en la roca del suelo, que recogen y almacenan el agua de lluvia, conducida hasta allí mediante canalizaciones incisas en el acantilado. Los viharas suelen ser de un piso, pero los hay de dos (Udayagiri-Khandagiri) y tres pisos (Ellora). La decoración de muros, frisos, arcos, columnas, puertas y ventanas combina los habituales elementos formales propios del budismo: arco-chaitya, balaustradas, stupas, celosías... todos ellos procedentes de la arquitectura en madera.
   Conviene tener en cuenta que lo que vemos de los chaityas y viharas no es sino el esqueleto pétreo de lo que hubo, pues todo el mobiliario y los objetos de culto han desaparecido con el tiempo, y asimismo se han desvanecido las partes arquitectónicas resueltas en carpintería –que también las había, ensambladas con las esculpidas en piedra–, como fachadas, aleros, celosías, plataformas, balconadas, etc.

 

 

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El amanecer del budismo

Bibliografía consultada

- Barua, Dipak K. Buddha Gaya Temple. Its History (Buddha Gaya Temple Management Committee, Bodh Gaya, 1981)
- Brown, Percy. Indian Architecture (Volume I: Buddhist and Hindu Periods. D. B. Taraporevala Sons & Co, 1976)
- Harle, J. C. Arte y arquitectura en el subcontinente indio (Cátedra, Madrid, 1986)
- Mackenzie, Simon P. M. Ajanta. Los monasterios rupestres de la India (versión de Javier Gómez Rea. Orbis/Montena, Madrid, 1985)
- Rivière, Jean Roger. El arte de la India (Summa Artis, vol. XIX. Espasa-Calpe. Madrid, 1980)
- Saddhatissa, H. Introducción al Budismo (Alianza Editorial, Madrid, 1979)
- Sivaramurti, C. El arte de la India (Editorial Gustavo Gili, 1975)
- Unesco. El Patrimonio Mundial (Incafo)
- Volwahsen, Andreas. India (Arquitectura universal. Ediciones Garriga, Barcelona, 1971)
- VV.AA. Buda (Colección "Protagonistas de la civilización", Debate/Itaca, Madrid, 1983)

 

 

FotoCD143
   
El amanecer del budismo
    

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