Exposiciones fotográficas
El amanecer del budismo
Arquitectura rupestre budista
Reseñamos a continuación siete ejemplos de los primeros complejos rupestres que se esculpieron en el amanecer del budismo, entre los aproximadamente mil doscientos que existen en distintos parajes de la India.
Bhaja
Foto100 y siguientes
Complejo monástico rupestre del budismo hinayana, los acantilados de Bhaja (no lejos de los complejos rupestres de Karla, Bedsa y Kondane, en Maharashtra) están perforados con 18 cuevas artificiales. Datan del siglo II a C, época del dominio de la dinastía shatavahana, y se consideran las más antiguas de la India, después de las de Barabar Hills.
El chaitya de Bhaja es el primer edificio que se conoce de estas características. Aunque la fachada de carpintería ha desaparecido, todavía preserva gran parte de su estructura interna, semejante a una gran cueva que se abre en los paredones rocosos de la montaña. Su arquitectura es un facsímil en roca de los santuarios construidos en madera en aquella época, de los que no quedan vestigios. El interior rectangular, prolongado en un ábside, está subdividido por una columnata que recorre su perímetro, rodeando el stupa central monolítico tallado en la roca del suelo (foto102). Las columnas son de fustes de sección octogonal, sin capiteles ni basas, y están inclinadas a la manera de los postes de madera de las estructuras análogas realizadas en carpintería. El conjunto es muy austero en su ornamentación, pero el frontispicio que rodea la boca de la 'cueva' despliega ya los componentes estilísticos (arcos-chaitya, vedikas o balaustradas, celosías, etc.) que van a hacerse omnipresentes en la arquitectura budista de los siglos posteriores (foto101). El techo de roca está tallado como una bóveda de medio cañón, que a su vez está apuntalada por una trama de vigas curvadas como costillas y solivos transversales que copia estructuras semejantes de las bóvedas de madera, aunque resulta totalmente innecesaria en una bóveda monolítica. Estas vigas están hechas en madera y en su mayor parte son originales, como las del chaitya de Karla, y cuentan entre los vestigios más antiguos que quedan en la India de labores de carpintería.
A uno y otro lado de la entrada, el chaitya está flanqueado por dos viharas adyacentes. Un poco más allá hay tallada en el acantilado una sala rupestre cuyo interior está literalmente colmado con un grupo de soberbios stupas monolíticos, algunos de los cuales tocan el techo con su harmika o remate.
Las esculturas rupestres más antiguas de la India son, después del friso de elefantes de Lomas Rishi en Barabar Hills, los bajorrelieves de una pared lateral en el porche de un pequeño vihara de Bhaja (nº 4). Habitualmente son interpretados como representaciones del dios de la lluvia Indra montado en su elefante Airavata y el dios-sol Surya galopando en su carro de caballos, que aplasta a un genio, personificación de las tinieblas; pero otros estudiosos creen que son ilustraciones de las aventuras del mítico emperador Mandhata. Resulta evidente que estos relieves no son imitaciones de prototipos de madera, como sucede en los relieves del stupa de Bharut (s. II a C), sino más bien reflejan una tradición de escultura en terracota, de la que hay abundantes ejemplos en la India del norte. La influencia del trabajo en terracota se detecta en las formas elongadas y amorfas de los relieves, y en las finas estrías usadas para decribir los pliegues de los vestidos y los ornamentos, técnicas apropiadas para el modelado de la cerámica húmeda.
Por sus similitudes estilísticas con el stupa de Bharut –las posturas y los contornos planos de los cuerpos– se puede deducir que esta fase incipiente de la escultura de la India occidental tuvo lugar hacia el siglo II a C.
Bedsa
Foto104 y siguientes
En la siguiente fase evolutiva de la escultura rupestre de la India ya no se aprecian influencias del trabajo en terracota. Esto se puede comprobar en los ejemplares escultóricos de los chaityas de Bedsa y de Karla. Las esculturas de estos sitios poseen grandes afinidades con las del Gran Stupa de Sanchi, el importante centro budista de Madhya Pradesh, coetáneo de estos complejos rupestres, pero construido en piedras sillares.
La fachada del chaitya de Bedsa está precedida por una veranda o vestíbulo porticado con cuatro columnas de capiteles de influencia persepolitana, con un motivo campaniforme coronado de un cojinete, un ábaco en forma de pirámide escalonada invertida, y, rematando el conjunto, un grupo escultórico formado por ninfas que cabalgan sobre elefantes o caballos (foto105), a la manera de los capiteles de Karla. La calidad de estas esculturas ya no tiene nada de balbuciente y delata una mano de maestro.
Uno de los viharas de Bedsa está tallado con bóveda de medio punto (foto108) y tiene una planta rectangular prolongada en el fondo por un ábside semicircular: un caso muy inhabitual en este tipo de residencias monásticas.
Karla
Foto109 y siguientes
Karla o Karli, a 50 km al oeste de Puna, en el estado de Maharashtra, es famoso por ser el emplazamiento de un singular complejo rupestre del budismo hinayana, anterior a la era cristiana.
Además de los consabidos viharas, Karla es notable por poseer el chaitya más grande de la India: 37,8 m de largo, 15 m de ancho y 15 m de alto.
El mayor logro artístico de esta región y época, y uno de los mayores de toda la escultura india, reside en los grandes paneles encuadrando altorrelieves de maithunas o parejas amorosas, ubicadas en el vestíbulo del chaitya de Karla. El arte arcaico de la India alcanza aquí una de sus cumbres, mostrando robustas figuras masculinas y femeninas llenas de vigor y vida, un tanto desproporcionadas de anatomía, ataviadas con joyas, tocados, el torso desnudo, cubiertas de cintura para abajo con exóticos atuendos (fotos112, 113 y 114). Es evidente el parecido con la decoración escultórica del Gran Stupa de Sanchi, aunque las estatuas de Karla son de mayor tamaño y poseen un más acusado sentido de la monumentalidad. Las paredes laterales del vestíbulo están talladas en el nivel bajo con dos grupos de tres voluminosos elefantes que antaño lucían colmillos de marfil (foto110); los niveles superiores están recubiertos por rangos superpuestos de elementos arquitectónicos budistas, como vedikas o balaustradas, arcos-chaitya y ventanas ciegas con falsas celosías (foto109). Se puede penetrar en la nave por tres puertas.
Franqueado su umbral, la nave del chaitya de Karla sobrecoge por su desnuda esbeltez y su pureza de líneas, que evocan la austeridad de la arquitectura cisterciense (foto115). Las vigas de madera en forma de costillas que simulan sostener el techo cóncavo como si fuera la carena de una embarcación invertida recuerdan a los nervios de bóveda de una catedral. Filas de columnas, con magníficos capiteles historiados (foto116), dividen el interior de la nave y rodean el stupa del ábside, conformando un corredor de circunvalación. Todas las líneas, todas las perspectivas confluyen en un punto focal ocupado por el stupa, el objeto de culto principal del santuario. La luz es tamizada por el enrejado de madera de la ventana-chaitya que perfora la fachada como un rosetón y tiñe todo el interior con la extraña luminosidad de una caverna, creando un ambiente de semipenumbra totalmente irreal. No sabríamos describir este mágico efecto mejor que como lo hizo Percy Brown:
De la gran abertura de la ventana de la fachada depende todo el sistema de iluminación, y la interna está producida con el mismo principio que un túnel que tuviera uno de los extremos cerrados –sólo podría ser iluminado en una dirección–. Pero el método con que fue manejado el extremo abierto para obtener tales condiciones demuestra no poco ingenio y habilidad. El objetivo del diseñador era desviar la deslumbrante luz exterior del sol a través de esta abertura para ser distribuida, modificada y atenuada, de forma que fuera proyectada no tanto como luz, sino como una refulgencia, hacia todas partes. Era, por tanto, fragmentada por el enrejado de madera de la ventana solar como si atravesara un mirador con parteluces, para caer por fin uniformemente sobre el mismo stupa como un delicado manto de luz, bordeándolo además de una sombra negra. Desde este elemento central se dispersaba imperceptiblemente entre los pilares circundantes en modulados medios tonos, para perderse en la relativa oscuridad de los pasillos laterales, transmitiendo así la impresión de una caverna insondable que penetra indefinidamente en las profundidades de la montaña. Hay pocos efectos de luz más solemnemente bellos que la suave atmósfera luminosa difuminada de esta manera por la ventana solar de Karli. (Percy Brown, Indian Architecture)
La columnata, con muy poco espacio entre columna y columna, recorre el perímetro del recinto absidal, creando dos naves laterales y una especie de girola o deambulatorio en torno al stupa. Esta disposición facilita el pradaksina o circunvalación ritual, efectuada por los devotos siempre en el sentido de las agujas del reloj. Las columnas, con fustes de sección octogonal, descansan sobre unas basas en forma de gatha o vasija, a las cuales corresponden, justo debajo de cada capitel, otras vasijas acanaladas e invertidas (campaniformes). Encima hay un cuádruple ábaco sobre el que se asientan las esculturas del capitel, ejecutadas con gran refinamiento y muy bien conservadas pese a lo delicado de su talla. Representan pares de elefantes arrodillados o en reposo, sobre cada uno de los cuales hay montada una pareja de hombre y mujer (foto117). En la parte de atrás de los capiteles, escondidos en la oscuridad de los pasillos laterales, apenas puede distinguirse que en vez de elefantes las parejas montan sobre toros. Los capiteles están tan próximos entre sí que en conjunto crean el efecto visual de un friso continuo que recorriera las paredes de la sala.
La carpintería de madera en forma de costillas que parece sustentar la bóveda es en su mayor parte original. ¡Vigas de madera de hace más de dos mil años! La madera era un material profusamente utilizado en los edificios rupestres de la India, como complemento a las estructuras de roca viva, aunque en su mayor parte haya desaparecido con el tiempo. Se usaba en las fachadas, en las celosías de las ventanas, en las galerías para músicos, en la falsa viguería del techo (como quedan en Bhaja y Karla, cuya función no es estructural, pues no tienen que soportar ningún empuje de la bóveda tallada), etc. También en el parasol del stupa central, como puede apreciarse en el de Karla, formado por un disco de madera original, tallado con una decoración de flor de loto.
Junnar
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Junnar es un pequeño pueblo de Maharashtra, situado en un punto antaño estratégico, pues estaba en el camino entre Oratishtana, la capital del reino de los shatavahana (ss II a C - III d C), y el puerto de Kalyan, en la costa oeste de la India, que mantenía relaciones comerciales con los romanos. Es una región donde el budismo hinayana dejó su impronta con más de un centenar de grutas artificiales, excavadas entre el siglo I a C y el siglo II d C. Junnar es también el lugar de nacimiento de Shivaji (1630-1680), el gran héroe de Maharashtra, fundador del imperio maratha.
Los complejos budistas rupestres de Junnar se abren en las colinas de las proximidades.
En las escarpaduras de Manmodi Hill, semiocultos por la vegetación, hay tres grupos de edificios monásticos rupestres, muy poco visitados, si no es por algunos campesinos que trepan la colina para depositar ofrendas. Antiguas inscripciones incisas en los monumentos afirman que éstos fueron esculpidos gracias a la generosidad de mercaderes, artesanos y cofradías de profesionales.
El grupo Budh Lena comprende un chaitya inacabado y varios viharas bien conservados (siglo I d C). La fachada del chaitya es de características únicas, pues la puerta, enmarcada por un arco-chaitya, posee una suerte de tímpano tallado con relieves que representan un semi-loto de siete pétalos (foto120). En el pétalo central aparece la imagen de Gajalakshmi, diosa de la felicidad y la riqueza, flanqueada en los pétalos contiguos por dos elefantes que vierten sobre ella libaciones con sus trompas. Los budistas comparten con los hinduistas esta imaginería, pues Lakshmi es también consorte de Vishnu. En los restantes pétalos se muestran figuras de yaksas y yaksis, espíritus de la naturaleza masculinos y femeninos, omnipresentes tanto en el arte budista como en el hindú. Sobre el arco-chaitya se sostienen en pie dos nagas (semidioses-serpientes) blandiendo sendos penachos espantamoscas, entre dos relieves de stupas. Sobre ellos penden del techo enormes panales de avispas.
El grupo Amba-Ambika posee un chaitya y seis viharas (siglo II d C). El chaitya, reconstruido en parte con labor de mampostería (foto122), está provisto de una veranda con columnas de gruesos bulbos en forma de ghatas o vasijas (boca arriba las de las basas, boca abajo las de los capiteles).
El grupo Bhima Skandar se compone de un chaitya y ocho viharas (siglo II d C). El chaitya posee también una veranda con columnas ornadas de ghatas, en este caso rematadas por un ábaco en forma de pirámide escalonada invertida (foto125). Las columnas descansan sobre un parapeto tallado como una balaustrada y sostienen un balcón a la altura de la ventana-chaitya.
A 5 km al norte de la localidad de Junnar se levanta la colina de Lenyadri Hill, en cuyos acantilados, a considerable altura, se divisa desde lejos un numeroso grupo de cavidades rupestres excavadas en los siglos I y II d C, que se abren adyacentes y alineadas a todo lo largo del farallón roquero (foto126). Este conjunto monástico es más popular y visitado que los anteriores, ya que algunos de sus santuarios mantienen vivo el culto. Los peregrinos ascienden al lugar por una empinada escalera de piedra, contratando a veces el servicio de un palanquín acarreado a hombros por dos porteadores. Destaca el chaitya llamado Ganesh Lena, de fachada inacabada mas no así su interior, de reducidas dimensiones (15 m de largo) pero de admirables proporciones, y, aunque comprimida en un espacio pequeño, de gran riqueza decorativa. El estilo apunta al siglo I d C como probable fecha de ejecución. Las cinco columnas a cada lado de la nave están talladas con el mismo perfil y casi el mismo preciosismo que las de Karla, que son mucho mayores. Sin embargo, el motivo de los capiteles de Karla a base de jinetes sobre elefantes ha sido aquí sustituido por figuras meramente zoomorfas, como parejas de tigres, elefantes y animales fantásticos. Las vigas en forma de costillas que aparentan sustentar la bóveda, aunque igualmente superfluas desde un punto de vista estructural, ya no son de madera sino de piedra. La planta no es absidal, sino rectangular.
Los grupos rupestres de Tulja Hill y del paso de Nanaghat están mucho más arruinados, aunque hay que mencionar en Tulja un chaitya de planta circular con un stupa en el centro bajo una cúpula, una disposición diferente a la de cualquier otro chaitya que quizá derive de una tipología muy antigua.
Aurangabad
A media ladera de un monte de las afueras de esta populosa ciudad de Maharashtra existe un complejo rupestre budista, dividido en dos grupos de cuevas artificiales.
El grupo occidental se compone de un santuario o chaitya de la época del budismo hinayana (siglo II d C), y cuatro recintos monacales o viharas excavados en el acantilado rocoso en la época mahayana (siglos VI-VII d C). El grupo oriental se compone de cuatro viharas mahayana más una enigmática gruta artificial donde convive una imagen de Buda con una imagen de Ganesh: budismo e hinduismo en un mismo santuario, un claro ejemplo del sincretismo que a menudo se produce en las religiones de la India.
El único chaitya hinayana del complejo está muy dañado, y carece de toda ornamentación escultórica (foto129). La presencia del Buda está insinuada por el pequeño stupa en medio del ábside. La bóveda reproduce en piedra las vigas curvadas de las techumbres de las construcciones de madera.
Entre los múltiples y excelentes relieves que embellecen los interiores de las grutas, el vihara nº 7 del grupo oriental custodia una joya: el grupo escultórico de una bailarina que danza al son de la música de una orquesta de mujeres. El cuerpo de la bailarina se contornea con la triple flexión (tribhanga), que es una postura canónica en la escultura clásica de la India.
Ajanta
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Cerca del pueblo de Ajanta (distrito de Aurangabad, Madhya Pradesh) se ubica uno de los complejos rupestres más grandes y fastuosos de la India, el conjunto de cuyos chaityas y viharas budistas ocupa por méritos propios un lugar único en la historia del arte universal. Ajanta supone un nexo de continuidad en la tradición de la arquitectura rupestre de la India occidental, pero desarrollándola hasta un nivel difícil de superar en perfección y magnificencia.
Los edificios rupestres de Ajanta fueron excavados en los acantilados de 22 m de altura de un cañón del río Vaghora, que traza un pronunciado meandro entre verticales paredones de roca similar al basalto, en un espectacular paisaje de agreste belleza. Hay 30 cavidades artificiales en Ajanta, alineadas a lo largo de una de las curvadas orillas del cañón, algunas sin acabar, de las que cinco son santuarios o chaityas y el resto residencias monacales o viharas. Fueron talladas en dos épocas diferentes, separadas por un intervalo de unos tres siglos.
Las cavidades de la primera época están datadas poco antes del comienzo de la era cristiana y pertenecen a la rama hinayana (o 'pequeño vehículo') del budismo. Tras la decadencia del budismo hinayana a partir del II d C, parece haber un hiato de varios siglos en el que la actividad constructiva en el medio rupestre prácticamente se paraliza en la India, hasta que en los siglos IV y V se produce una revitalización del budismo, asentado en un nuevo corpus doctrinal conocido como mahayana (o 'gran vehículo').
Las cavidades de la segunda época de Ajanta fueron perforadas cuando en el país reinaban las dinastías vakataka y gupta (siglo V y VI d C) –periodo considerado como la edad de oro del arte de la India–, y pertenecen a la rama mahayana del budismo. Se caracterizan por ser de una escala mucho más ambiciosa, por la profusión de su escultura, y por estar decoradas con excelentes pinturas murales.
El arte y la cultura fueron especialmente florecientes en toda la India en esta época. Se inicia aquí una fase de la arquitectura rupestre que no se contenta con la mera imitación de la construcción en madera sino que aporta nuevas soluciones estructurales y estilísticas, emparentadas con las arquitecturas de sillería o ladrillo –cuyos espacios interiores son traducidos al lenguaje de la roca–. Innovaciones que a la larga conducirían a la realización de los monumentales y elaboradísimos templos que surgen en la India del siglo VIII en adelante.
En los chaityas de la época mahayana de Ajanta aparece una novedad: la imagen del Buda en el stupa central. Los budas se multiplican y hacen acto de presencia por todos los rincones, de pie o sentados en distintas posturas y mostrando las manos en diferentes ademanes o mudras. El Buda es retratado también yacente en el chaitya 26 –el último construido en Ajanta–, en los momentos últimos de su vida, previos a alcanzar el estado de paranirvana o extinción total.
El icono del bodhisattva se prodiga (foto132), junto a las omnipresentes imágenes del Buda. Las fachadas, vestíbulos, columnas, salas y capillas de chaityas y viharas se van superpoblando de una multitud de estatuas de yaksas, yaksis, nagas, naginis, ninfas celestiales, enanos, leones, elefantes y todo un bestiario de animales reales y fantásticos relacionados con la teogonía budista. Su estilo es una síntesis del arte clásico gupta con influencias de la delicada y sensual escultura de Amaravati.
La extraordinaria calidad y refinamiento de la decoración escultórica de Ajanta denota que los monjes disponían de abundantes recursos financieros, sobre todo durante la segunda ocupación del sitio, en la época mahayana. Los monasterios recibían donaciones de mercaderes que contribuían con sus riquezas a la realización de las obras arquitectónicas, escultóricas y pictóricas, poniendo así de manifiesto su profunda devoción a la fe búdica, y esperando recibir a cambio beneficios espirituales.
Aunque la escultura, particularmente la rica ornamentación de los chaityas, es deslumbrante, la mayor gloria de Ajanta reside en sus pinturas murales (las más antiguas que han sobrevivido en la India, si consideramos aparte las prehistóricas).
Las pinturas más arcaicas que se pueden ver en Ajanta son algunas a duras penas conservadas en los chaityas 9 y 10, datando de los dos primeros siglos antes de Cristo, con un estilo que recuerda al de los relieves de Sanchi.
Las pinturas, ejecutadas por distintos talleres de pintores, cubren paredes y techos de los monasterios y santuarios. Están realizadas al temple sobre superficies alisadas y enlucidas con yeso. Fueron realizadas en su mayor parte en los siglos V y VI de nuestra era, en plena expansión del budismo mahayana.
Son pinturas de inspiración profundamente religiosa. Sus motivos principales son narrativos y giran en torno al Buda, la vida del Buda y los jatakas o vidas anteriores del Buda, con participación de una pléyade de seres divinos, semidivinos, humanos y animales de la mitología budista. En conjunto componen una especie de catecismo ilustrado con ayuda del cual los monjes impartían sus enseñanzas a los laicos. Los jatakas o relatos sobre las vidas previas del Maestro, anteriores a su última reencarnación como el Buda histórico Siddharta Sakyamuni, están ambientados en diversos escenarios de romántica belleza: palacios, cortes principescas, jardines, bosques y montañas. Por estos paisajes áureos transitan reyes, nobles, cortesanos, sabios, santos, monjes, ascetas, y corretean toda clase de animales. Los atuendos son tan variopintos como lo era la sociedad india de su tiempo: hombres y mujeres insignes van ataviados con exquisitos tocados y joyas, los monjes con túnicas, los campesinos y pescadores con taparrabos, los ascetas desnudos.
Muchedumbres de personajes conviven en armonía en abigarradas composiciones que cubren por completo las superficies de los muros en una suerte de horror vacui. Las figuras son a la vez realistas e idealizadas, adoptan sensuales posturas y muestran una exuberancia y una vitalidad sin parangón en el arte de la India. Se aprecia en el pintor una mano suelta y segura: las gradaciones de colores, los juegos de luces y sombras, moldean las redondeces del cuerpo y le confieren relieve.
Los techos están cubiertos con ricos motivos de aves, animales y vegetación. Proliferan las representaciones de la flor de loto, planta cargada de profundo simbolismo en la cosmovisión budista (e hindú).
Tras su decadencia, los santuarios y monasterios de Ajanta quedaron sumidos en el abandono e invadidos por la vegetación. Fueron redescubiertos por militares británicos en 1819.
El complejo rupestre de Ajanta posee la categoría de Patrimonio de la Humanidad (según la Unesco) desde 1983.
Ellora
El abrumador complejo rupestre de Ellora, el más grande de la India, reúne templos y monasterios pertenecientes a las tres grandes religiones nacidas en este país: budismo, hinduismo y jainismo. Estamos ante la obra cumbre de la arquitectura rupestre de la India, y posiblemente del mundo.
Son 34 'cuevas' artificiales, cavadas entre los siglos V y XIII en los acantilados basálticos de unos 200 m de altura que dominan una planicie de cultivos cercana a Aurangabad (Maharashtra), y alineadas adyacentes entre sí a lo largo de dos kilómetros.
A diferencia de los de Ajanta, los edificios rupestres de Ellora (conocida antiguamente como Elapura) nunca fueron abandonados. Los habitantes del pueblo vecino iban a cobijarse al interior de los templos en las temporadas monzónicas.
El conjunto de templos y edificaciones rupestres de Ellora fue incorporado a la Lista del Patrimonio Mundial por la Unesco en 1983. Se divide en tres grupos:
Grupo budista: edificios 1 a 12. Siglos VI-VII d C (época del budismo mahayana).
Grupo hinduista: edificios 13 a 29. Siglos VII-X d C.
Grupo jainista: edificios 30 a 34. Siglos X-XIII d C.
La comunidad budista de Ellora fue probablemente influida por las creencias de la secta vajrayana (o 'Vehículo de Diamante'), una modalidad de budismo tántrico caracterizada por la práctica de ritos mágicos de origen popular y por un misticismo de corte erótico, en la época en que el budismo mahayana era preponderante. El icono del bodhisattva se prodiga, junto a las omnipresentes imágenes del Buda, y aparecen por todas partes multitud de figuras masculinas y femeninas, yaksas, yaksis, nagas, naginis, maithunas o parejas de amantes y apsaras o ninfas de los cielos.
El santuario nº 10 es el único chaitya del grupo y recibe el nombre de templo de Vishvakarma (dios védico, maestro de las artes manuales) o Sutar-ki-Jhopari (= 'la cabaña del carpintero'). La composición de la fachada constituye un salto evolutivo en la tipología del santuario búdico, que se hace evidente en la ventana-chaitya, de un diseño mucho más abarrocado y con relieves de apsaras volando a ambos lados (foto150). El santuario guarda una gran estatua sedente del Buda en su interior, flanqueado por los bodhisattvas Avalokitehvara y Manjushri (Señor de la palabra y la sabiduría).
Los viharas o alojamientos monacales destacan por sus enormes dimensiones. El llamado Teenthal es una construcción de tres pisos precedida de un amplio patio, en cuyos laterales se abren otras capillas. Imágenes de budas, bodhisattvas y restante elenco del panteón budista pueblan sus interiores.
Más fotografías de arquitectura rupestre de la India en la colección:
India rupestre. Los comienzos del arte budista e hindú
El amanecer del budismo
Bibliografía consultada
- Barua, Dipak K. Buddha Gaya Temple. Its History (Buddha Gaya Temple Management Committee, Bodh Gaya, 1981)
- Brown, Percy. Indian Architecture (Volume I: Buddhist and Hindu Periods. D. B. Taraporevala Sons & Co, 1976)
- Harle, J. C. Arte y arquitectura en el subcontinente indio (Cátedra, Madrid, 1986)
- Mackenzie, Simon P. M. Ajanta. Los monasterios rupestres de la India (versión de Javier Gómez Rea. Orbis/Montena, Madrid, 1985)
- Rivière, Jean Roger. El arte de la India (Summa Artis, vol. XIX. Espasa-Calpe. Madrid, 1980)
- Saddhatissa, H. Introducción al Budismo (Alianza Editorial, Madrid, 1979)
- Sivaramurti, C. El arte de la India (Editorial Gustavo Gili, 1975)
- Unesco. El Patrimonio Mundial (Incafo)
- Volwahsen, Andreas. India (Arquitectura universal. Ediciones Garriga, Barcelona, 1971)
- VV.AA. Buda (Colección "Protagonistas de la civilización", Debate/Itaca, Madrid, 1983)
FotoCD143
El amanecer del budismo
Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en India
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