Exposiciones fotográficas

Asuán. La puerta de África

La primera catarata del Nilo


   La primera catarata del río Nilo era y es un punto de crucial importancia en la geografía de Egipto. Situada a 850 km al sur del Cairo, esta 'catarata' –llamada así por los griegos, aunque se trata más bien de una sucesión de rápidos– interrumpe la navegación río arriba, y los viajeros que se dirijan al sur navegando por el Nilo deberán en este 

Asuanpunto cambiar de embarcación. Más adelante habrán de salvar otras cinco cataratas que jalonan el cauce del Nilo entre Asuán y Jartum, discurriendo por la tierra desértica que antaño se conocía como país de Kush y hoy es la Nubia, la mitad norte del actual Sudán.
    Durante el Imperio Antiguo de la civilización faraónica (2686-2175 a C), la primera catarata marcaba la frontera sur de Egipto. A partir de aquí comenzaba el país de los nubios, etnias africanas de tez más oscura. En este lugar el Nilo se precipitaba en forma de pequeñas cascadas entre un laberinto de peñascos graníticos y penetraba en Egipto justo antes de la isla Elefantina, una isla fluvial que desempeñaba una función similar a una aduana fronteriza, y donde se rendía culto a Jnum, dios de la creación. Frente a esta isla, en la orilla oriental del Nilo, había una ciudad llamada Sunt o Suan (topónimo que significaba 'centro comercial'), que los griegos conocían como Siena (nada que ver con la Siena de Italia).
   La actual ciudad egipcia de Asuán ocupa el emplazamiento de la antigua Siena, que en su tiempo era capital del nomo (unidad administrativa territorial en las que estaba dividido el Egipto faraónico) más meridional de Egipto. Siena era un sitio clave para la vigilancia de la catarata, ya que allí confluían las expediciones comerciales por vía fluvial que venían del norte y las caravanas del desierto que venían del sur. 
   Por ello esta localidad siempre estuvo controlada por los sucesivos soberanos de Egipto, que tenían permanentemente instalada en el lugar una guarnición de soldados nativos y mercenarios. Los nomarcas de Siena/Elefantina, cuyos poderes abarcaban tanto el ámbito administrativo como el militar, se enriquecieron con el tráfico de mercancías y se hicieron construir lujosas tumbas en la orilla occidental del Nilo, a la manera de los faraones.
Asuan   Otro factor que hizo de Siena un enclave neurálgico en la antigua civilización egipcia era la abundante presencia en su región de rocas graníticas de gran dureza y excelente calidad. Se trata de afloramientos precámbricos de rocas de granito y granodiorita, de múltiples variedades y colores, que eran extraídas en grandes cantidades mediante la explotación de canteras de la zona. Desde estas canteras –esta actividad está documentada ininterrumpidamente desde el comienzo de la historia de Egipto– los faraones mandaban transportar en barcas por el Nilo enormes bloques de granito de color rosáceo, llamado 'sienita', para ser utilizados como material noble en muchas de sus realizaciones arquitectónicas y escultóricas (pongamos como unos pocos ejemplos el Templo de Granito de Giza, el obelisco de Hatshepsut en Karnak o los colosos de Ramses II en Menfis y Tebas). La sienita era muy apreciada por su gran consistencia, la belleza de su color y el brillo que adquiría cuando se pulimentaba (foto47). A partir de la dominación romana la sienita comenzó a exportarse a todo el imperio.
    Nubia era el país que suministraba a Egipto oro, marfil, pieles de animales y otras materias primas usadas para fabricar artículos de lujo. En la antigüedad este país era conocido por los egipcios con el nombre de Kush. Los griegos lo llamaban Etiopía ('país de los negros').
   Egipto ya había organizado expediciones comerciales a Nubia en el Imperio Antiguo, y la había ocupado parcialmente en el Imperio Medio, como queda testimoniado por las abundantes fortificaciones fronterizas y centros comerciales establecidos por los egipcios en la región. 
   En sucesivas campañas de conquista, los faraones del Imperio Nuevo (1567-1085 a C) expandieron sus dominios territoriales ocupando los países limítrofes a Egipto. Kush fue finalmente anexionado a Egipto en el Imperio Nuevo por Tutmosis I, que nombró un virrey cuyo principal cometido era recaudar los tributos de los nubios. De este modo la región de Asuán quedó integrada en lo que pasó a ser la provincia de Nubia. 
    La posterior segregación de los territorios nubios hizo retroceder la frontera sur de Egipto de nuevo hasta la primera catarata. En el periodo Saíta (664-525 a C) la isla Elefantina era otra vez una fortificación fronteriza.
Asuan   En el siglo V a C Siena albergaba una de las más importantes colonias judías de Egipto. Aunque no hay la menor referencia en fuentes egipcias a personajes como Moisés o acontecimientos como el éxodo bíblico, la presencia de los hebreos en Egipto está históricamente constatada a partir del siglo VI a C, gracias a unos papiros en arameo de la época de la dominación persa descubiertos al sur de Elefantina. Éstos relatan que durante el reinado de Darío II se produjeron brotes de fanatismo contra los judíos de Siena por parte de egipcios hostiles al exclusivismo de la religión de la colonia. Los sacerdotes de Jnum sobornaron al comandante persa del lugar para que enviara tropas egipcias a destruir la sinagoga judía (en 410 a C).
   Tras la anexión de Egipto como provincia de Roma, la primera catarata del Nilo marcó el límite sur del Imperio Romano en África. El emperador Augusto estableció legiones romanas en numerosas ciudades de Egipto, entre otras en Elefantina, que volvió a ser una guarnición de vigilancia de fronteras. En 23 a C el prefecto Cayo Petronio emprendió desde allí un avance militar sobre Napata, como reacción a los ataques de los meroítas en la región de Asuán.
   En la época cristiana Siena fue sede de uno de los primeros obispados coptos. Siglos más tarde Asuán, y más en concreto la isla Elefantina, continuaría funcionando como una guarnición fronteriza, tanto bajo el dominio de los turcos otomanos como de los colonizadores británicos.
   
   Antiguas tradiciones afirmaban, contra toda evidencia, que en este paraje estaban las fuentes del Nilo, y así lo recoge Herodoto en sus escritos. Al viajero y padre de la Historia le intrigaba sobremanera el extraño comportamiento del Nilo, que crecía en la estación seca y menguaba en la estación húmeda: 
   "Sobre la naturaleza del río nada pude alcanzar, ni de los sacerdotes, ni de ningún otro. Yo estaba deseoso de averiguar de ellos estos puntos: por qué el Nilo crece y se desborda durante cien días a partir del solsticio de verano, y cuando se acerca a este número de días, se retira y baja su corriente, y está escaso por todo el invierno, hasta el nuevo solsticio Asuande verano. (...) qué poder posee el Nilo de tener naturaleza contraria a la de los demás ríos." (Herodoto. Historia, II, 19). 
   Para resolver el enigma, Herodoto investigó y especuló sobre las fuentes del Nilo, sin llegar a conclusiones. 
    "En cuanto a las fuentes del Nilo, ninguno de cuantos traté, egipcio, libio o griego, declaró conocerlas, salvo el escriba del tesoro sagrado de Atenea en la ciudad de Sais en Egipto. Y me pareció que bromeaba al afirmar que las conocía puntualmente. Decíame que había dos montes cuyas cumbres acababan en picos, situadas entre la ciudad de Elefantina y la de Siena, en la Tebaida; esos montes se llamaban Crofi el uno y Mofi el otro, y las fuentes del Nilo, de insondable profundidad, manan en medio de ellos; la mitad del agua corre hacia el Egipto, cara al viento Norte, y la otra hacia Etiopía y al viento Sur. De que las fuentes tengan insondable profundidad, decía, hizo la prueba el rey Psamético, quien mandó trenzar un cable de millares y millares de brazos, lo soltó y no llegó al fondo. Pero este escriba, si lo que contaba había sucedido de veras, demostraba (en mi concepto) que en ese lugar hay violentos remolinos, con flujo y reflujo, por precipitarse el agua contra los montes, de suerte que la sonda echada no puede irse al fondo." (Herodoto. Historia, II, 28)
   No obstante, en época de Estrabón (siglo I a C) ya se barajaban teorías correctas para explicar el origen y causa de las periódicas inundaciones del río. Teorías que fueron confirmadas en la época moderna, cuando se exploraron las fuentes del Nilo Blanco y el Nilo Azul, que, por estar situadas en el África subsahariana, se nutrían con un régimen de lluvias distinto al del Mediterráneo.
    De los dos grandes ramales en que se bifurca el Nilo remontándolo río arriba, el Nilo Blanco es el más largo, pero el Nilo Azul es el más caudaloso. Mientras que el Nilo Blanco hasta Jartum es un río de caudal casi constante, el Nilo Azul –que nace en el lago etíope de Tana– es el que mayormente contribuye a las crecidas anuales del Nilo, que se producían en Egipto de julio a septiembre como resultado de las lluvias estacionales de Etiopía.
Asuan
   Asuán, la Siena de los autores clásicos, es un lugar relacionado con la ciencia astronómica, pues su emplazamiento ayudó a la medición, por primera vez en la historia, de la circunferencia de la Tierra. 
    Había en Siena un pozo cuyas paredes internas eran iluminadas verticalmente por los rayos del sol el día del solsticio de verano, debido a su proximidad a la línea del Trópico de Cáncer (37º 26' N). Mil kilómetros al norte, uno de los más eminentes ciudadanos de Alejandría, el matemático, geógrafo y astrónomo Eratóstenes, comprobó que en el mismo día y a la misma hora la luz del sol caía en esta ciudad con un ángulo de unos 7º con respecto a la vertical. 
   Eratóstenes suponía acertadamente que la distancia al Sol era tan grande que sus rayos de luz incidirían paralelos cuando llegaran a la Tierra. Por entonces ya se sabía que nuestro planeta es una esfera, y se conocía también la distancia entre Siena y Alejandría, que había sido calculada por diversos viajeros: "Ahora indicaré qué distancia hay desde el mar hasta Tebas tierra adentro: seis mil ciento veinte estadios, y desde Tebas hasta la ciudad llamada Elefantina hay mil ochocientos estadios." (Herodoto. Historia, II, 9) 
   Manejando todos estos datos, el sabio Eratóstenes fue capaz en 240 a C de calcular la circunferencia de la Tierra (unos 40.000 kilómetros) con un notable grado de aproximación.
   
   Asuán es en nuestros días una ciudad apacible y cosmopolita, muy apreciada como lugar de vacaciones por la belleza de su entorno y el templado clima de su invierno. Asuán es también un destacado centro comercial, sede de un pujante y bullicioso mercado donde se mezclan los productos egipcios con mercancías venidas de Sudán y Etiopía. 
   El nombre de Asuán es asociado por todo el mundo a la mastodóntica presa que en los años 60 del siglo XX se construyó en sus cercanías, justo encima de la primera catarata, para frenar las crecidas del Nilo, generar energía hidroeléctrica y mantener todo el año un caudal constante que contribuyera a estabilizar la producción agrícola de Egipto. Pero Asuán es mucho más que una presa. Es un paraje de extraordinaria belleza natural que atesora en sus Asuanalrededores un buen número de yacimientos arqueológicos, monumentos artísticos y lugares de interés. 
   Al poco de atravesar la primera catarata, el Nilo pasa por Asuán ancho y remansado, abrazando por su camino varias islas fluviales. A un par de kilómetros río arriba está la isla de Sehel. Frente al casco urbano de la ciudad, emergen paralelas en medio del río las islas Kitchener y Elefantina. Asuán se extiende a lo largo de la orilla oriental del Nilo, sus casas trepando por una colina. La orilla occidental es ya el desierto. Detrás de una ribera verdecida de palmeras y tamarices sobresalen las primeras dunas (foto02). A media altura de un cerro arenoso se divisan las bocas de las tumbas de la necrópolis de Qubbet el-Hawa (foto52), donde eran enterrados los notables de la antigua Elefantina.
   El tránsito de una a otra orilla y entre las islas se lleva a cabo en diversos tipos de embarcación. Transbordadores, lanchas a motor, botes de remos y falucas van y vienen y se cruzan en un intenso tráfico acuático, al que hay que añadir las embarcaciones utilizadas por los cruceros turísticos del Nilo, que mueren todos en Asuán por un motivo de fuerza mayor llamado primera catarata. Sus grandes barcos (dahabeya) de varios pisos de camarotes pernoctan atracados en los muelles de la corniche, haciendo las veces de hoteles flotantes, y alternando con gabarrones transformados en restaurantes.
  Las esbeltas falucas (o falúas), con sus altísimas velas en forma de triángulo, tachonan de pinceladas blancas el paisaje nilótico de Asuán y confieren a la ciudad uno de sus rasgos visuales más definitorios (foto03 y siguientes). Navegan tan silenciosamente y se deslizan por el agua con tal suavidad que el pasajero tiene a veces la sensación de que no se mueven. Solo las perturba cada cierto tiempo el balanceo de las olas generadas por el paso de los enormes barcos de crucero. 
   Mientras que las aguas del Nilo fluyen en Asuán de sur a norte, el viento en esta zona sopla por lo general de norte a sur. Esto permite a las falucas navegar sin motor tanto a favor de la corriente como en sentido contrario. Cuando los vientos no son favorables y hay que maniobrar para dar media vuelta, el capitán de la faluca manipula hábilmente el velamen tirando de maromas para captar cualquier ráfaga de viento y poder así, avanzando en zigzag, remontar el río a contracorriente.

 

 

 

 

 

La isla Elefantina

   
   A partir de Elefantina hacia el interior viven ya los etíopes, que pueblan también la mitad de la isla; la otra mitad, los egipcios.
   Herodoto. Historia, II, 29

   
   Gezirat Asuan (= 'Isla de Asuán') es el topónimo árabe con que se conoce hoy a la que era llamada por los griegos Isla Elefantina, una de las islas fluviales que emergen en medio del Nilo frente a la ciudad de Asuán.
Asuan   En el Imperio Antiguo egipcio la isla Elefantina era la 'puerta del sur', el punto de partida para las expediciones comerciales a África. Su estratégica ubicación como puesto fronterizo y etapa obligada en la ruta entre Egipto y la Nubia hizo de Elefantina un próspero centro mercantil donde se almacenaban e intercambiaban productos africanos y mediterráneos. El nombre de Elefantina aludía probablemente a su condición de emporio comercial del marfil nubio. Si visitamos la tumba del nomarca de Elefantina Sarenput II, en la cercana necrópolis de Qubbet el-Hawa, podremos ver pintado el inhabitual signo jeroglífico de un elefante, el animal emblemático que simbolizaba la isla (foto60).
   Elefantina es una isla alargada, semejante a una nave que estuviera surcando el Nilo, de 1.500 m de eslora por 500 m de manga en su parte más ancha. Cubierta de un verde manto de vegetación donde predomina la palmera datilera, entre sus bosques se guarecen dos pueblos nubios con casas pintadas de murales populares (foto31) y rodeadas de huertas.
   En la zona de 'popa', por así decir, yacen las ruinas de la antigua ciudad de Yeb ('Ciudad de los Elefantes'), que estuvo habitada ininterrumpidamente desde la prehistoria. Ésta era la ciudad más meridional de Egipto y en la época faraónica fue capital administrativa del primer nomo del Alto Egipto. 
   Durante el Imperio Antiguo la ciudad de Yeb ocupaba una superficie de 1,6 hectáreas y estaba cercada por una muralla ovalada con una pequeña puerta de acceso al embarcadero. En el Imperio Medio ya había alcanzado una extensión de 80 hectáreas, también fortificada con murallas. Las canteras locales suministraban abundante granito para la construcción de sus edificios.
    El faraón Merenre (2283-2278 a C), hijo y sucesor de Pepi I, tiene registrada una visita a la frontera sur de Egipto, más concretamente a Elefantina, donde recibió homenaje por parte de los jefes nubios. La política exterior de la VI dinastía fomentó el desarrollo del comercio con Nubia. El consiguiente florecimiento económico impulsó la ascensión de los nomarcas de Elefantina al rango de gobernadores del Alto Egipto, con poderes excepcionales sobre los nomos meridionales del país y con la misión encomendada de conducir expediciones a Nubia. El comercio con Nubia proporcionaba marfil, incienso, maderas nobles, aceite y pieles de animales. Más tarde también oro. Pero las expediciones a Nubia eran azarosas, y las caravanas necesitaban protección. Por ello, el gobierno del Alto Egipto reclutaba tropas y mantenía en Elefantina una guarnición preparada para abordar emergencias.
Asuan   La isla Elefantina era por otra parte el principal centro de culto al dios Jnum, "Señor de las fuentes del Nilo", divinidad venerada en todo el Alto Egipto. Jnum era el dios de la creación y la procreación. Su iconografía lo representa como un carnero o como un hombre con cabeza de carnero, de cuernos extendidos y ondulados (foto43). Con el sobrenombre de 'el modelador', su atributo más característico era el torno de alfarero, con el que modelaba en arcilla el cuerpo y alma de los hombres y de los dioses. En su calidad de "artista que da la vida" y "padre de los padres, madre de las madres", Jnum desempeñaba un importante papel en los mammisi o casas de nacimiento de los dioses.
   Como la tradición aseguraba que las fuentes del Nilo surgían en la región de la primera catarata, se atribuyó a la voluntad de Jnum el origen de las beneficiosas crecidas del río. Si se diera el caso de que este dios no fuera debidamente atendido, ello podría ocasionar una situación de miseria, un "periodo de vacas flacas", en todo el país. Los textos jeroglíficos de la "estela del hambre", en la isla de Sehel, documentan una de estas hambrunas.
   Una de las esposas de Jnum era Satet, señora de la isla de Sehel. Esta diosa también intervenía en el nacimiento del Nilo y era representada con una corona con cuernos de antílope. El culto de Satet en la isla Elefantina es tan antiguo como el de Jnum.
  
   Las ruinas de la ciudad de Yeb en la isla Elefantina componen un caótico amasijo de piedras sillares, cascotes, ladrillos y barro (foto41), residuos de los sucesivos asentamientos que hubo en el lugar, que datan desde el periodo tinita (ca 3100-2686 a C) hasta principios del periodo islámico (VII d C). Las capas del tell (montículo urbanizado) de este yacimiento sobrepasan los 30 m de altura, y proporcionan a la arqueología valiosa información sobre el proceso evolutivo de la estructura de las viviendas del antiguo Egipto.
    Las excavaciones del sitio se llevan a cabo desde hace más de cuatro décadas, a cargo del DAI (Instituto Alemán de Arqueología), cuyos investigadores han sacado a la luz (y reconstruido parcialmente) los restos de diversos templos, viviendas y necrópolis. Han detectado que en tiempos de las primeras dinastías ya había allí una fortaleza.
Asuan   Los faraones de la XVIII y XIX dinastías construyeron un templo consagrado a Jnum y a sus consortes Satet y Anuket, diosas tutelares de la cercana isla de Sehel. El templo de Jnum fue reconstruido por Nectanebo II y ampliado por los Ptolomeos y los romanos. Entre sus ruinas se han hallado algunos bloques desmantelados y utilizados de relleno en construcciones posteriores que se han recolocado en sus emplazamientos originales. Cerca del templo se ha desenterrado una necrópolis de carneros sagrados, símbolos de Jnum. Los sarcófagos están todavía in situ (foto44).
   Ha sido especialmente relevante el descubrimiento reciente de los restos arquitectónicos de varios templos de la diosa Satet, construidos unos sobre otros, que han permitido constatar que el santuario estuvo en funcionamiento prácticamente sin interrupción desde la prehistoria hasta el Imperio Nuevo. Las excavaciones han puesto de manifiesto la evolución de su santuario en Elefantina a lo largo de más de 3.000 años. Su lugar de adoración más antiguo (de tiempos de la I y II dinastías) era una modesta construcción de ladrillo acondicionada en una oquedad natural entre tres rocas de granito.
   Se ha exhumado también en Yeb un templo del Imperio Medio (XI-XIII dinastías) con numerosas estatuas y estelas, consagrado a Heqaib, un destacado nomarca de la VI dinastía, del que se ha identificado una tumba en la necrópolis de Qubbet el-Hawa. Erigido por los sucesores de Heqaib para divinizar su figura, está compuesto de varias pequeñas capillas-naos construidas en arenisca nubia en torno a un patio al aire libre. Cada una de estas capillas albergaba una o dos estatuas, entre ellas la de Heqaib.
   Otros edificios despejados en las ruinas de Yeb son los templos de Mentuhotep II y Sesostris I. Se puede ver asimismo una gran naos monolítica de granito gris, volcada y quebrada (foto45), en el interior de la cual se distingue, abocetada en pintura roja, una escena de adoración del rey Nectanebo II ante Jnum.
   En la punta sur de la isla hay instalada una pequeña capilla ptolemaica enteramente reconstruida en ladrillo, donde se han colocado diversos fragmentos arquitectónicos procedentes del pequeño santuario descubierto entre los cimientos del templo de Kalabsha, cuando fue desmontado para su traslado fuera del alcance de las aguas del lago Nasser.
   Junto a la entrada a las ruinas de Yeb hay un museo arqueológico habilitado en una villa de estilo colonial que fue residencia del ingeniero constructor de la primera presa, donde se exhiben hallazgos efectuados en diversos yacimientos de Asuán y la Baja Nubia.

Asuan  

El Nilómetro de Elefantina

  Los antiguos egipcios celebraban con alegría y grandes festejos la llegada anual de la inundación del Nilo, la puntual y beneficiosa crecida que tenía lugar todos los años hacia el mes de julio (anunciada por la estrella Sirio cuando despuntaba por el horizonte) para irrigar sus campos y abonar sus tierras con fértil limo rojo. A este fenómeno debemos, en el fondo, el origen y el esplendor de la antigua civilización egipcia. Casi toda la economía del Egipto de los faraones dependía del Nilo y estaba regulada por el Nilo y sus crecidas, por lo que era de vital importancia conocer el nivel alcanzado por las aguas en cada inundación, que se registraba mediante un pozo de medidas llamado nilómetro.
   Los nilómetros, aún presentes en numerosos yacimientos faraónicos a lo largo del Nilo egipcio, son instalaciones de piedra con forma de pozos o galerías descendentes que se hunden por debajo del nivel de la capa freática. En las paredes de estas galerías hay incisas series de marcas paralelas que componen escalas. Dependiendo del nivel alcanzado por las aguas que penetraban en el nilómetro, medido con estas escalas, se fijaban los tributos en especies que los campesinos debían entregar a la Casa Real. (No está de más precisar que los recaudadores de impuestos estaban autorizados a recurrir a apaleamientos para forzar el cobro de los tributos o castigar a los defraudadores).
   En el antiguo muelle de piedra al sudeste de la isla Elefantina se puede ver un nilómetro de época romana, mencionado por el geógrafo griego Estrabón. Consiste en un pozo en rampa con una escalera acodada de 90 peldaños que se sumerge en el Nilo. Una escala graduada del periodo imperial romano (s. I d C) y otra posterior (1870) sobre losas de mármol fijadas a las paredes reflejaban en cifras la altura de la crecida anual en Elefantina (foto49). La medida ideal era de 16 varas: por debajo implicaría una reducción de la superficie de cultivo con el consiguiente periodo de escasez alimentaria. Por encima provocaría la destrucción de los poblados y de las instalaciones de irrigación.

 

 

 

 

 

 

 

 

  

Una presa con polémica

   Tradicionalmente se conoce como Nubia a la antigua región de África nororiental que comprende la porción de Egipto al sur Asuán y la mitad norte del actual Sudán. Es una tierra predominantemente desértica, con parecidas características físico-climáticas a las del Egipto meridional y cuya población estaba vertebrada a lo largo de una de Asuanlas escasas zonas cultivables del país: la fértil cuenca del río Nilo. Geográficamente se dividía en la Baja Nubia (los territorios entre la primera y segunda catarata) y la Alta Nubia (entre la segunda catarata y Jartum, la actual capital de Sudán, punto donde el Nilo Blanco y el Nilo Azul confluyen para formar un solo Nilo).
   En un intento de regular las crecidas del Nilo para mantener todo el año un caudal constante, en 1902 se construyó una presa cerca de Asuán, un poco más arriba de la primera catarata, que trajo como consecuencia la desaparición bajo el pantano resultante (foto40) de numerosos núcleos de población nubios y de muchos de los sitios arqueológicos de la Baja Nubia. Nuevos pueblos fueron construidos un poco más arriba de las tierras inundadas para realojar a los nativos que habían quedado sin viviendas.
   Pero este plan hidrológico se reveló al cabo de unas décadas insuficiente para abastecer a las necesidades del superpoblado valle del Nilo. Fue el carismático líder árabe Gamal Abdel Nasser quien, tras nacionalizar el Canal de Suez, promovió en 1956 el ambicioso proyecto de construir una nueva y más grande presa en un lugar más alto de la cuenca.
   La construcción de la Gran Presa de Asuán (Sadd el-Ali), que contó con la ayuda financiera y técnica de la Unión Soviética, implicaba la práctica desaparición de la Baja Nubia tragada por las aguas del vasto lago artificial que se generaría.
   La Gran Presa de Asuán supera con creces las dimensiones de la vieja presa: 111 metros de altura, 980 m de espesor en la base y una longitud en la cima de 3.600 m. Un canal de derivación alimenta una central hidroeléctrica con una potencia de 2 millones de kilovatios.
Asuan   A la postre la regulación del caudal del Nilo ha demostrado ser más perjudicial que beneficiosa para el desarrollo agrícola de Egipto. Si bien es cierto que ha permitido la irrigación continuada de los campos a lo largo de todo el año, mitigando las sequías, una de las consecuencias indeseadas es que la presa retiene el limo que desde tiempos inmemoriales fertilizaba las tierras del Valle del Nilo con las crecidas del río. Lo que ha llevado a un empobrecimiento de los terrenos y a que los labriegos egipcios hayan de recurrir a abonos artificiales para fertilizar sus campos y huertas, y a pesticidas para combatir las nuevas plagas surgidas tras el brutal impacto medioambiental sobre la flora y fauna de Egipto y la Baja Nubia, con lo que a largo plazo se prolonga y agudiza el problema. El Delta del Nilo ha sufrido un proceso de salinización, al penetrar tierra adentro las aguas saladas del Mediterráneo. Pero el mayor perjuicio ha sido para los habitantes de la Baja Nubia, que han perdido sus casas y sus medios de vida.
   El inmenso pantano que se generó en la parte nubia de la cuenca del Nilo tiene 500 kilómetros de largo, de los que 150 caen en territorio sudanés. Su superficie es de 5.000 kilómetros cuadrados y almacena 157.000 millones de metros cúbicos de agua, siendo el segundo lago artificial más grande del mundo después del de Kariba en el río Zambeze. Fue bautizado como Lago Nasser.
   La inundación de la Baja Nubia por el lago Nasser supuso un nuevo desplazamiento de sus habitantes, cuyos pueblos y aldeas quedaron totalmente sumergidos bajo la masa de agua a muchos metros de profundidad. Esta vez los nativos fueron trasladados a poblados de nueva construcción en las cercanías de Kom Ombo (al norte de Asuán), que fueron bautizados con los nombres de los pueblos originales, añadiéndoles el epíteto de 'Nuevo'. Los nubios realojados en estos asentamientos se quejan de la escasez de agua, la aridez del terreno y la precariedad de medios con que viven en sus nuevas aldeas. Muchas canciones populares nubias que se escuchan hoy en el sur de Egipto lamentan en sus letras la devastación de Nubia y expresan la nostalgia por aquella tierra perdida.
   El lago Nasser hubiera supuesto la destrucción definitiva de los antiguos templos nubio-egipcios, si no fuera por la intervención de la Unesco, que, dentro de su campaña de salvamento de los templos de Abu Simbel y la Baja Nubia en los años 60-70, trasladó piedra por piedra los templos a islas no inundables y a otros lugares.
   Los veinticuatro templos salvados de las aguas fueron reinstalados en cinco zonas y, en la medida de lo posible, acondicionados en entornos naturales similares a los de origen.
Asuan   En Abu Simbel, los templos rupestres de Ramses II (foto79) y de Nefertari (foto80) fueron desplazados 60 m más arriba, para dejarlos fuera del alcance de las aguas.
   A un kilómetro al sur de la Gran Presa, se reunieron en una isla, rebautizada como Nueva Kalabsha, los templos de Kalabsha, Qertasi (foto78), Beit el-Wali y una pequeña parte del templo de Gerf Hussein.
   El templo de Isis en la isla de Filé (foto76) fue trasladado a otra isla cercana (Agilkia), situada en el embalse encajonado entre las dos presas de Asuán.
   En el nuevo emplazamiento de Sebua, a 2 km del antiguo sitio, se reubicaron los templos de Wadi es-Sebua, el-Dakka y el-Maharraqa.
   En el nuevo emplazamiento de Amada, a 2,5 km al norte del antiguo sitio, fueron reedificados el templo de Amada, el speos de el-Derr y la tumba rupestre de Pennut (un dignatario de Ramses VI) en Aniba.
   Cuatro de los templos recuperados fueron donados por el gobierno egipcio a países extranjeros, como reconocimiento por la ayuda aportada en las obras de salvamento:
   - el speos de el-Lesiyya, donado a Italia, exhibido en el Museo Egizio de Turín;
   - el templo de Tafa, donado a los Países Bajos, reinstalado en el Museo de Leiden;
   - el templo de Debod, donado a España, reconstruido en el Parque del Oeste en Madrid;
   - el templo de Dendur, donado a los Estados Unidos, que se exhibe en el Museo Metropolitano de Nueva York.
   Un portal reconstruido del templo de Kalabsha fue a parar al Museo Egipcio de Berlín.
   Desgraciadamente, no todos los templos nubios se pudieron salvar. Algunos, como el speos de Gerf Hussein, un templo semirrupestre erigido en tiempos de Ramses II por el virrey de Kush, han quedado sumergidos para siempre, profanados por las aguas de ese lago sacrílego al que Nasser dio su nombre.
   Los antiguos monumentos de Nubia, de Filé a Abu Simbel, fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979.

 

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FotoCD138
  
Asuán.
La puerta de África


Fotografías: Eneko Pastor

 

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