Exposiciones fotográficas

Asuán. La puerta de África

La isla Elefantina

   
   A partir de Elefantina hacia el interior viven ya los etíopes, que pueblan también la mitad de la isla; la otra mitad, los egipcios.
   Herodoto. Historia, II, 29

    
   Gezirat Asuan (= 'Isla de Asuán') es el topónimo árabe con que se conoce hoy a la que era llamada por los griegos Isla Elefantina, una de las islas fluviales que emergen en medio del Nilo frente a la ciudad de Asuán. 
Asuan   En el Imperio Antiguo egipcio la isla Elefantina era la 'puerta del sur', el punto de partida para las expediciones comerciales a África. Su estratégica ubicación como puesto fronterizo y etapa obligada en la ruta entre Egipto y la Nubia hizo de Elefantina un próspero centro mercantil donde se almacenaban e intercambiaban productos africanos y mediterráneos. El nombre de Elefantina aludía probablemente a su condición de emporio comercial del marfil nubio. Si visitamos la tumba del nomarca de Elefantina Sarenput II, en la cercana necrópolis de Qubbet el-Hawa, podremos ver pintado el inhabitual signo jeroglífico de un elefante, el animal emblemático que simbolizaba la isla (foto60). 
   Elefantina es una isla alargada, semejante a una nave que estuviera surcando el Nilo, de 1.500 m de eslora por 500 m de manga en su parte más ancha. Cubierta de un verde manto de vegetación donde predomina la palmera datilera, entre sus bosques se guarecen dos pueblos nubios con casas pintadas de murales populares (foto31) y rodeadas de huertas. 
   En la zona de 'popa', por así decir, yacen las ruinas de la antigua ciudad de Yeb ('Ciudad de los Elefantes'), que estuvo habitada ininterrumpidamente desde la prehistoria. Ésta era la ciudad más meridional de Egipto y en la época faraónica fue capital administrativa del primer nomo del Alto Egipto.  
   Durante el Imperio Antiguo la ciudad de Yeb ocupaba una superficie de 1,6 hectáreas y estaba cercada por una muralla ovalada con una pequeña puerta de acceso al embarcadero. En el Imperio Medio ya había alcanzado una extensión de 80 hectáreas, también fortificada con murallas. Las canteras locales suministraban abundante granito para la construcción de sus edificios.
    El faraón Merenre (2283-2278 a C), hijo y sucesor de Pepi I, tiene registrada una visita a la frontera sur de Egipto, más concretamente a Elefantina, donde recibió homenaje por parte de los jefes nubios. La política exterior de la VI dinastía fomentó el desarrollo del comercio con Nubia. El consiguiente florecimiento económico impulsó la ascensión de los nomarcas de Elefantina al rango de gobernadores del Alto Egipto, con poderes excepcionales sobre los nomos meridionales del país y con la misión encomendada de conducir expediciones a Nubia. El comercio con Nubia proporcionaba marfil, incienso, maderas nobles, aceite y pieles de animales. Más tarde también oro. Pero las expediciones a Nubia eran azarosas, y las caravanas necesitaban protección. Por ello, el gobierno del Alto Egipto reclutaba tropas y mantenía en Elefantina una guarnición preparada para abordar emergencias.
Asuan   La isla Elefantina era por otra parte el principal centro de culto al dios Jnum, "Señor de las fuentes del Nilo", divinidad venerada en todo el Alto Egipto. Jnum era el dios de la creación y la procreación. Su iconografía lo representa como un carnero o como un hombre con cabeza de carnero, de cuernos extendidos y ondulados (foto43). Con el sobrenombre de 'el modelador', su atributo más característico era el torno de alfarero, con el que modelaba en arcilla el cuerpo y alma de los hombres y de los dioses. En su calidad de "artista que da la vida" y "padre de los padres, madre de las madres", Jnum desempeñaba un importante papel en los mammisi o casas de nacimiento de los dioses.
   Como la tradición aseguraba que las fuentes del Nilo surgían en la región de la primera catarata, se atribuyó a la voluntad de Jnum el origen de las beneficiosas crecidas del río. Si se diera el caso de que este dios no fuera debidamente atendido, ello podría ocasionar una situación de miseria, un "periodo de vacas flacas", en todo el país. Los textos jeroglíficos de la "estela del hambre", en la isla de Sehel, documentan una de estas hambrunas.
   Una de las esposas de Jnum era Satet, señora de la isla de Sehel. Esta diosa también intervenía en el nacimiento del Nilo y era representada con una corona con cuernos de antílope. El culto de Satet en la isla Elefantina es tan antiguo como el de Jnum. 
   
   Las ruinas de la ciudad de Yeb en la isla Elefantina componen un caótico amasijo de piedras sillares, cascotes, ladrillos y barro (foto41), residuos de los sucesivos asentamientos que hubo en el lugar, que datan desde el periodo tinita (ca 3100-2686 a C) hasta principios del periodo islámico (VII d C). Las capas del tell (montículo urbanizado) de este yacimiento sobrepasan los 30 m de altura, y proporcionan a la arqueología valiosa información sobre el proceso evolutivo de la estructura de las viviendas del antiguo Egipto.
    Las excavaciones del sitio se llevan a cabo desde hace más de cuatro décadas, a cargo del DAI (Instituto Alemán de Arqueología), cuyos investigadores han sacado a la luz (y reconstruido parcialmente) los restos de diversos templos, viviendas y necrópolis. Han detectado que en tiempos de las primeras dinastías ya había allí una fortaleza. 
Asuan   Los faraones de la XVIII y XIX dinastías construyeron un templo consagrado a Jnum y a sus consortes Satet y Anuket, diosas tutelares de la cercana isla de Sehel. El templo de Jnum fue reconstruido por Nectanebo II y ampliado por los Ptolomeos y los romanos. Entre sus ruinas se han hallado algunos bloques desmantelados y utilizados de relleno en construcciones posteriores que se han recolocado en sus emplazamientos originales. Cerca del templo se ha desenterrado una necrópolis de carneros sagrados, símbolos de Jnum. Los sarcófagos están todavía in situ (foto44). 
   Ha sido especialmente relevante el descubrimiento reciente de los restos arquitectónicos de varios templos de la diosa Satet, construidos unos sobre otros, que han permitido constatar que el santuario estuvo en funcionamiento prácticamente sin interrupción desde la prehistoria hasta el Imperio Nuevo. Las excavaciones han puesto de manifiesto la evolución de su santuario en Elefantina a lo largo de más de 3.000 años. Su lugar de adoración más antiguo (de tiempos de la I y II dinastías) era una modesta construcción de ladrillo acondicionada en una oquedad natural entre tres rocas de granito.
   Se ha exhumado también en Yeb un templo del Imperio Medio (XI-XIII dinastías) con numerosas estatuas y estelas, consagrado a Heqaib, un destacado nomarca de la VI dinastía, del que se ha identificado una tumba en la necrópolis de Qubbet el-Hawa. Erigido por los sucesores de Heqaib para divinizar su figura, está compuesto de varias pequeñas capillas-naos construidas en arenisca nubia en torno a un patio al aire libre. Cada una de estas capillas albergaba una o dos estatuas, entre ellas la de Heqaib.
   Otros edificios despejados en las ruinas de Yeb son los templos de Mentuhotep II y Sesostris I. Se puede ver asimismo una gran naos monolítica de granito gris, volcada y quebrada (foto45), en el interior de la cual se distingue, abocetada en pintura roja, una escena de adoración del rey Nectanebo II ante Jnum. 
   En la punta sur de la isla hay instalada una pequeña capilla ptolemaica enteramente reconstruida en ladrillo, donde se han colocado diversos fragmentos arquitectónicos procedentes del pequeño santuario descubierto entre los cimientos del templo de Kalabsha, cuando fue desmontado para su traslado fuera del alcance de las aguas del lago Nasser.
   Junto a la entrada a las ruinas de Yeb hay un museo arqueológico habilitado en una villa de estilo colonial que fue residencia del ingeniero constructor de la primera presa, donde se exhiben hallazgos efectuados en diversos yacimientos de Asuán y la Baja Nubia.

Asuan   

El Nilómetro de Elefantina

  Los antiguos egipcios celebraban con alegría y grandes festejos la llegada anual de la inundación del Nilo, la puntual y beneficiosa crecida que tenía lugar todos los años hacia el mes de julio (anunciada por la estrella Sirio cuando despuntaba por el horizonte) para irrigar sus campos y abonar sus tierras con el limo fertilizador. A este fenómeno debemos, en el fondo, el origen y el esplendor de la antigua civilización egipcia. Casi toda la economía del Egipto de los faraones dependía del Nilo y estaba regulada por el Nilo y sus crecidas, por lo que era de vital importancia conocer el nivel alcanzado por las aguas en cada inundación, que se registraba mediante un pozo de medidas llamado nilómetro.
   Los nilómetros, aún presentes en numerosos yacimientos faraónicos a lo largo del Nilo egipcio, son instalaciones de piedra con forma de pozos o galerías descendentes que se hunden por debajo del nivel de la capa freática. En las paredes de estas galerías hay incisas series de marcas paralelas que componen escalas. Dependiendo del nivel alcanzado por las aguas que penetraban en el nilómetro, medido con estas escalas, se fijaban los tributos en especies que los campesinos debían entregar a la Casa Real. (No está de más precisar que los recaudadores de impuestos estaban autorizados a recurrir a apaleamientos para forzar el cobro de los tributos o castigar a los defraudadores).
   En el antiguo muelle de piedra al sudeste de la isla Elefantina se puede ver un nilómetro de época romana, mencionado por el geógrafo griego Estrabón. Consiste en un pozo en rampa con una escalera acodada de 90 peldaños que se sumerge en el Nilo. Una escala graduada del periodo imperial romano (s. I d C) y otra posterior (1870) sobre losas de mármol fijadas a las paredes reflejaban en cifras la altura de la crecida anual en Elefantina (foto49). La medida ideal era de 16 varas: por debajo implicaría una reducción de la superficie de cultivo con el consiguiente periodo de escasez alimentaria. Por encima provocaría la destrucción de los poblados y de las instalaciones de irrigación.

 

 

 

 

 

 

 

 

  

Una presa con polémica

   Tradicionalmente se conoce como Nubia a la antigua región de África nororiental que comprende la porción de Egipto al sur Asuán y la mitad norte del actual Sudán. Es una tierra predominantemente desértica, con parecidas características físico-climáticas a las del Egipto meridional y cuya población estaba vertebrada a lo largo de una de Asuanlas escasas zonas cultivables del país: la fértil cuenca del río Nilo. Geográficamente se dividía en la Baja Nubia (los territorios entre la primera y segunda catarata) y la Alta Nubia (entre la segunda catarata y Jartum, la actual capital de Sudán, punto donde el Nilo Blanco y el Nilo Azul confluyen para formar un solo Nilo).
   En un intento de regular las crecidas del Nilo para mantener todo el año un caudal constante, en 1902 se construyó una presa cerca de Asuán, un poco más arriba de la primera catarata, que trajo como consecuencia la desaparición bajo el pantano resultante (foto40) de numerosos núcleos de población nubios y de muchos de los sitios arqueológicos de la Baja Nubia. Nuevos pueblos fueron construidos un poco más arriba de las tierras inundadas para realojar a los nativos que habían quedado sin viviendas.
   Pero este plan hidrológico se reveló al cabo de unas décadas insuficiente para abastecer a las necesidades del superpoblado valle del Nilo. Fue el carismático líder árabe Gamal Abdel Nasser quien, tras nacionalizar el Canal de Suez, promovió en 1956 el ambicioso proyecto de construir una nueva y más grande presa en un lugar más alto de la cuenca.
   La construcción de la Gran Presa de Asuán (Sadd el-Ali), que contó con la ayuda financiera y técnica de la Unión Soviética, implicaba la práctica desaparición de la Baja Nubia tragada por las aguas del vasto lago artificial que se generaría.
   La Gran Presa de Asuán supera con creces las dimensiones de la vieja presa: 111 metros de altura, 980 m de espesor en la base y una longitud en la cima de 3.600 m. Un canal de derivación alimenta una central hidroeléctrica con una potencia de 2 millones de kilovatios.
Asuan   A la postre la regulación del caudal del Nilo ha demostrado ser más perjudicial que beneficiosa para el desarrollo agrícola de Egipto. Si bien es cierto que ha permitido la irrigación continuada de los campos a lo largo de todo el año, mitigando las sequías, una de las consecuencias indeseadas es que la presa retiene el limo que desde tiempos inmemoriales fertilizaba las tierras del Valle del Nilo con las crecidas del río. Lo que ha llevado a un empobrecimiento de los terrenos y a que los labriegos egipcios hayan de recurrir a abonos artificiales para fertilizar sus campos y huertas, y a pesticidas para combatir las nuevas plagas surgidas tras el brutal impacto medioambiental sobre la flora y fauna de Egipto y la Baja Nubia, con lo que a largo plazo se prolonga y agudiza el problema. El Delta del Nilo ha sufrido un proceso de salinización, al penetrar tierra adentro las aguas saladas del Mediterráneo. Pero el mayor perjuicio ha sido para los habitantes de la Baja Nubia, que han perdido sus casas y sus medios de vida.
   El inmenso pantano que se generó en la parte nubia de la cuenca del Nilo tiene 500 kilómetros de largo, de los que 150 caen en territorio sudanés. Su superficie es de 5.000 kilómetros cuadrados y almacena 157.000 millones de metros cúbicos de agua, siendo el segundo lago artificial más grande del mundo después del de Kariba en el río Zambeze. Fue bautizado como Lago Nasser.
   La inundación de la Baja Nubia por el lago Nasser supuso un nuevo desplazamiento de sus habitantes, cuyos pueblos y aldeas quedaron totalmente sumergidos bajo la masa de agua a muchos metros de profundidad. Esta vez los nativos fueron trasladados a poblados de nueva construcción en las cercanías de Kom Ombo (al norte de Asuán), que fueron bautizados con los nombres de los pueblos originales, añadiéndoles el epíteto de 'Nuevo'. Los nubios realojados en estos asentamientos se quejan de la escasez de agua, la aridez del terreno y la precariedad de medios con que viven en sus nuevas aldeas. Muchas canciones populares nubias que se escuchan hoy en el sur de Egipto lamentan en sus letras la devastación de Nubia y expresan la nostalgia por aquella tierra perdida.
   El lago Nasser hubiera supuesto la destrucción definitiva de los antiguos templos nubio-egipcios, si no fuera por la intervención de la Unesco, que, dentro de su campaña de salvamento de los templos de Abu Simbel y la Baja Nubia en los años 60-70, trasladó piedra por piedra los templos a islas no inundables y a otros lugares.
   Los veinticuatro templos salvados de las aguas fueron reinstalados en cinco zonas y, en la medida de lo posible, acondicionados en entornos naturales similares a los de origen.
Asuan   En Abu Simbel, los templos rupestres de Ramses II (foto79) y de Nefertari (foto80) fueron desplazados 60 m más arriba, para dejarlos fuera del alcance de las aguas.
   A un kilómetro al sur de la Gran Presa, se reunieron en una isla, rebautizada como Nueva Kalabsha, los templos de Kalabsha, Qertasi (foto78), Beit el-Wali y una pequeña parte del templo de Gerf Hussein. 
   El templo de Isis en la isla de Filé (foto76) fue trasladado a otra isla cercana (Agilkia), situada en el embalse encajonado entre las dos presas de Asuán.
   En el nuevo emplazamiento de Sebua, a 2 km del antiguo sitio, se reubicaron los templos de Wadi es-Sebua, el-Dakka y el-Maharraqa.
   En el nuevo emplazamiento de Amada, a 2,5 km al norte del antiguo sitio, fueron reedificados el templo de Amada, el speos de el-Derr y la tumba rupestre de Pennut (un dignatario de Ramses VI) en Aniba.
   Cuatro de los templos recuperados fueron donados por el gobierno egipcio a países extranjeros, como reconocimiento por la ayuda aportada en las obras de salvamento:
   - el speos de el-Lesiyya, donado a Italia, exhibido en el Museo Egizio de Turín;
   - el templo de Tafa, donado a los Países Bajos, reinstalado en el Museo de Leiden;
   - el templo de Debod, donado a España, reconstruido en el Parque del Oeste en Madrid;
   - el templo de Dendur, donado a los Estados Unidos, que se exhibe en el Museo Metropolitano de Nueva York.
   Un portal reconstruido del templo de Kalabsha fue a parar al Museo Egipcio de Berlín.
   Desgraciadamente, no todos los templos nubios se pudieron salvar. Algunos, como el speos de Gerf Hussein, un templo semirrupestre erigido en tiempos de Ramses II por el virrey de Kush, han quedado sumergidos para siempre, profanados por las aguas de ese lago sacrílego al que Nasser dio su nombre.
   Los antiguos monumentos de Nubia, de Filé a Abu Simbel, fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979.

 

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FotoCD138
   
Asuán.
La puerta de África

Fotografías: Eneko Pastor

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