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Alejandría. El faro que perdió su luz

Alejandría. Breve historia


   Alejandría fue fundada por Alejandro Magno cuando pasó el invierno de 332-331 a C en Egipto. En su campaña militar contra el imperio persa, tras la victoria en la batalla de Isos y el sometimiento de las ciudades costeras fenicias y de Gaza, los ejércitos de Alejandro entraron en el país del Nilo. Alejandro fue recibido por los egipcios como liberador del yugo persa aqueménida al que habían estado sometidos –con una breve interrupción de sesenta años– desde la conquista de Cambises. Recibió en Menfis el rango de rey del Alto y del Bajo Egipto. Visitó el oráculo de Amón en el oasis de Siwa, que le confirmó como hijo del dios. "Dijo al rey con palabras categóricas que él era un hijo de Zeus" (Estrabón). En su viaje rumbo al oráculo por la costa mediterránea se percató de la idoneidad que ofrecía la isla de Pharos para crear un puerto.

 

Fundación mítica de Alejandría
   
   Después de apoderarse del Egipto, quiso edificar en él una ciudad griega, capaz y populosa, a la que impusiera su nombre. Ya, por consejo de los arquitectos, iba a medir y circundar el lugar, cuando, por la noche, al dormirse tuvo una visión maravillosa: parecióle que un varón de cabello cano y venerable aspecto, puesto a su lado, le recitaba estos versos:
   En el undoso y resonante Ponto
   hay una isla, a Egipto contrapuesta,
   de Faro con el nombre distinguida.
   Levantándose, pues, marchó al punto a Faro, que entonces era isla, situada un poco más arriba de la boca del Nilo llamada Canópica, y ahora está unida al continente por un terraplén. Cuando vio aquel lugar tan ventajosamente situado –porque es una lengua de tierra llana que a manera de istmo separa ligeramente, de una parte, el gran lago (Mareotis), y de otra, el mar que remata en el anchuroso puerto–, no pudo menos de exclamar que Homero, tan admirable en todo lo demás, era al propio tiempo un habilísimo arquitecto, y mandó que le trazaran el plano de la ciudad acomodado al sitio. Carecían de tierra blanca; pero con harina, en el terreno, que era negro, describieron un gran círculo, cuya circunferencia interior limitaban dos bases rectas, de forma que resultaba la figura de una clámide (prenda de vestir macedonia que usaba Alejandro). 
   Cuando el rey estaba sumamente complacido con este diseño, aves en inmenso número y de toda especie acudieron repentinamente a aquel sitio a manera de nube y no dejaron ni señal siquiera de la harina; de manera que Alejandro concibió pesadumbre con este agüero; pero los adivinos le calmaron diciéndole que la ciudad que trataba de fundar abundaría de todo y daría el sustento a hombres de diferentes naciones; con lo que dio orden a sus encargados para que pusieran manos a la obra, y él emprendió viaje al templo de Amón.
   Plutarco. Vidas paralelas (V, 26)
      

   Alejandro ocupó la isla de Pharos, y mandó construir una muralla en tierra firme que englobara la vieja aglomeración urbana de Rakotis, situada en la desembocadura más oriental del Nilo en el Delta (hoy cegada por la sedimentación) a la que anexionó un barrio occidental llamado Neapolis, que pretendía suplantar a Naucratis (un emporio griego instalado en el Delta desde al menos el siglo VII a C), convirtiéndolo en una base naval. 
Alejandria   Unos meses más tarde Alejandro abandonó Egipto para proseguir su incursión conquistadora en tierras de Asia, y ya solo volvió como cadáver para supuestamente ser inhumado en Alejandría. El conquistador macedonio murió en 323 a C, a los 33 años, en Babilonia. Las fuentes literarias no están de acuerdo sobre la historia del traslado del cuerpo de Alejandro a la ciudad que fundó en Egipto, ni sobre la ubicación de su sepulcro.
   ¿Y dónde está o estuvo el mausoleo de Alejandro Magno? Su localización sigue siendo hoy objeto de controversia. En un primer momento el cuerpo podría haber sido enterrado en Babilonia, la ciudad donde murió. Luego pudo ser inhumado en Menfis, la capital de Egipto, o en Macedonia, su país de origen. Algunos arqueólogos aseguran que tiene que estar en la misma Alejandría, concretamente en el Soma, o necrópolis de los reyes sucesores de Alejandro, todavía por descubrir en el subsuelo de la ciudad. Otros afirman que la tumba de Alejandro se halla en el lugar donde fue confirmado como hijo de dios: en el oasis de Siwa, emplazamiento del oráculo de Zeus-Amón en el desierto líbico.
   
  
Periodo ptolemaico
  
   En los acuerdos sobre la repartición de la herencia de Alejandro, Egipto pasó a manos del general Ptolomeo, hijo de Lagus, primero como gobernador y más tarde con título real, con el nombre de Ptolomeo I Sóter. Cleomenes, virrey de Alejandro, continuó con el programa de construcción de Alejandría.
   Teniendo muy en cuenta que el precedente reinado de los aqueménidas, derrocado por Alejandro, había despertado en la población egipcia una actitud general de hostilidad hacia la ocupación persa, los nuevos soberanos reorganizaron el sistema político de Egipto e hicieron de Alejandría su capital. Griegos y macedonios conformaron la nueva clase dominante y ocuparon los cargos directivos del gobierno, la economía y el ejército. El griego se convirtió en la lengua de la administración.
Alejandria   Con los macedonios también llegaron a Egipto numerosos mercenarios de las comarcas de Grecia, Asia Menor y los Balcanes que habían militado en las tropas de Alejandro, y que se establecieron con sus familias en Alejandría como fuerzas de reserva. También había sectores de población de origen persa, sirio y judío, que vivían en barrios separados. Ptolomeo I asignó a la colonia judía un barrio al este de la capital.
    Heredando el comercio de la ciudad fenicia de Tiro y convirtiéndose en el principal centro del tráfico mercantil entre Europa y Oriente, en menos de un siglo Alejandría superó en tamaño y poderío económico incluso a Cartago.
   Nuevas técnicas de regadío posibilitaron una agricultura más intensiva, y con el incremento de los tributos agrícolas los ptolomeos llegaron a ser, de entre todos los reyes que sucedieron a Alejandro, la dinastía más poderosa y opulenta. En el siglo III a C controlaban, además del Valle del Nilo, una amplia franja de la costa norteafricana, las costas fenicias y de Asia Menor, Chipre y varias islas griegas.
   De la mano de la prosperidad económica de Alejandría se produjo paralelamente un extraordinario auge de la cultura. Los soberanos ptolemaicos promovieron en su capital las artes, las letras y las ciencias y financiaron múltiples instituciones relacionadas con el saber. Centro del helenismo y también de la enseñanza semítica, Alejandría devino el punto focal del conocimiento griego en su más avanzada fase de desarrollo. Allí los ptolomeos fundaron el Museion, un templo consagrado a las Musas, el Museo que dio nombre a todos los museos, y que era en esencia un centro de actividad pedagógica y científica. "Posee un paseo, una exedra y una enorme casa en la que se celebran los banquetes en común de aquellos que toman parte en las discusiones de los filósofos del museo" (Estrabón, XVII, 1, 8).
   El Museo albergaba una inmensa Biblioteca de más de 500.000 volúmenes, que atrajo a grandes estudiosos de todo el mundo griego (como Teócrito, Calímaco y Apolonio de Rodas), y se hizo legendaria en la historia como símbolo y compendio del saber humano. Inspirándose, según Estrabón, en la biblioteca de Aristóteles, fue planeada por Ptolomeo I Sóter y construida por Ptolomeo II Filadelfo (308-246 a C), con la colaboración de su consejero Demetrio de Falero. Su propósito era recopilar el corpus total de la literatura griega, en las mejores copias disponibles y ordenadas de forma sistemática para una mejor consulta. Entre los más ilustres eruditos y sabios griegos que dirigieron la Biblioteca figuran el poeta Calímaco, el matemático Eratóstenes, el filósofo Aristófanes de Bizancio y el filólogo Aristarco de Samotracia. Aquí se redactó dos siglos antes de Cristo la Septuaginta, la primera de las traducciones al griego del Antiguo Testamento.
Alejandria   Alejandría era también un foco de investigación científica. El gran matemático y astrónomo Eratóstenes llevó a cabo sus experimentos y redactó allí su obra en el siglo III. Se dice que la escuela de matemáticas de Alejandría fue fundada por Euclides. Hacia el 300 a C se había creado una prestigiosa escuela de medicina, en la que enseñaron maestros como Herophilo, autor de uno de los primeros tratados de anatomía, y Erasistrato, considerado por algunos como fundador de la psicología.
    En las artes plásticas sobresalieron pintores como Apeles y Antiphilos. Alejandría era el mayor centro de producción de mosaicos del mundo helenístico, y destacó también por la belleza de sus cerámicas y por sus innovadores talleres de artesanía de vidrio.
   La mayoría de estas instituciones mantuvieron su actividad durante el periodo romano, hasta que el Museo y la Biblioteca fueron destruidos durante la guerra civil del siglo III d C. Una segunda biblioteca fue incendiada por los cristianos en 391 d C, a instigación del patriarca Teófilo.
  
   
Periodo romano y cristiano
  
   Bajo los reyes ptolomeos Alejandría se había convertido en el puerto más importante del Mediterráneo. Los ingresos por tasas portuarias eran ya enormes cuando Ptolomeo XI entregó en el 80 a C la antigua ciudad a los romanos. Bajo la pax romana Alejandría, puerta de entrada al granero del imperio que era Egipto y que monopolizaba el tráfico de especias con la India, llegó a ser el emporio comercial más grande del mundo, y objeto de ambición de los emperadores.
   Como polis griega independiente, Alejandría tuvo su propio senado en tiempo de los romanos, y adquirió el estatus virtual de segunda capital del imperio tras Roma.
   En Alejandría Julio César fue cortejado por Cleopatra VII, que intentaba atraerle a su bando en sus luchas por la sucesión al trono contra su hermano Ptolomeo XIII (que había asesinado a Pompeyo). Ptolomeo XIII perdió la guerra, que tuvo como 'daño colateral' el primer incendio de la Biblioteca de Alejandría. Marco Antonio la reconstruyó en el Serapeum, y la enriqueció con 200.000 volúmenes que hizo traer de la biblioteca de Pérgamo.
    Tras el asesinato de Julio César, Alejandría fue uno de los escenarios de los amores entre Cleopatra y Marco Antonio, que mandaron construir suntuosos palacios en la ciudad y los alrededores. Ambos fueron derrotados el año 31 a C en la batalla de Actium por Octavio (el futuro César Augusto) y se refugiaron en Egipto, donde acabaron suicidándose, llegando así la dinastía lágida a su fin. El hijo de Julio César y Cleopatra, Cesarión, fue asesinado para abortar cualquier pretensión dinástica. Octavio se proclamó emperador en Roma, y asumió el poder de Egipto, que fue declarado propiedad particular de los emperadores romanos. Fundó una ciudad rival en las cercanías para restringir las funciones de Alejandría en la exportación de grano al imperio. Alejandría, sin embargo, prevaleció en el envite.
Alejandria    El primer obelisco egipcio que se llevó a Roma fue trasladado por orden de Augusto para hacer las funciones de gnomon en un gigantesco reloj solar y –tal dice la inscripción en su base– como símbolo de la 'sumisión de Egipto al poder del pueblo romano'.
   Caracalla perpetró una masacre general contra los habitantes de Alejandría en 216 d C, como represalia por haber sido su persona objeto de sátiras por parte de la población, y dividió después la ciudad en varias zonas separadas por murallas y torres.
  
   Según la tradición, San Marcos bautizó a los primeros cristianos en Alejandría hacia el año 45, marcando este hecho el comienzo a una nueva fase en la historia de la ciudad. Con la cristianización del imperio romano, Alejandría adquirió nueva importancia como un centro de teología y como sede de gobierno de la iglesia. A mediados del siglo II d C se fundó la 'Escuela de Alejandría', conocida también como Didascaleo, la primera institución cristiana de enseñanza superior, que, además de impartir teología cristiana, enseñaba la ciencia y filosofía griegas. Entre sus maestros podemos mencionar a los padres de la iglesia Clemente y Orígenes. Esta Escuela fue un importante centro de difusión del método alegórico de interpretación bíblica, que intentaba un acercamiento entre la cultura griega y la fe cristiana, por contraposición al método literal de interpretación defendido por la Escuela de Antioquía.
    Hacia el siglo IV, la religión cristiana había arraigado profundamente entre la población de Egipto. El copto, idioma nativo, con una nueva escritura basada en el alfabeto griego, transmitió la Biblia y los textos de los padres de la iglesia a los campesinos. La política de tolerancia con el cristianismo del emperador Constantino dio impulso a la fundación de una iglesia egipcia independiente, que pronto rivalizó con la de Constantinopla.
    Los patriarcas ortodoxos alejandrinos a menudo se opusieron a sectores de la población de Egipto que tendían a abrazar enseñanzas cristianas heterodoxas (como el arrianismo y el monofisismo). Por añadidura, en todo el país se produjo un movimiento eremítico, donde grandes personalidades, empezando por San Antonio, se retiraban a los desiertos de la región conocida como la Tebaida a hacer vida de anacoretas.
Alejandria 
   Los creyentes también discrepaban en su manera de vivir. Unos veían la virtud en aplicar su credo a la vida cotidiana, sometiéndose a las leyes del Imperio romano. Otros rechazaban esa organización y vivían en comunidad de bienes, con supresión de lujos e igualdad entre todos. Algunos pretendían extender estos principios a la sociedad entera, propugnando la distribución de las riquezas, la sustitución de toda autoridad y poder por la fraternal solidaridad y la supresión de armamentos y soldados a fin de instaurar una paz definitiva; no vacilando en perseguir tales objetivos –era el caso de los llamados 'terroristas'– mediante la misma violencia utilizada por sus perseguidores, con tal de destruir el orden social del imperio. Por último, los menos, se refugiaban en desiertos o retiros para resolver individualmente la contradicción entre sus principios y el sistema establecido, fundando los primeros eremitorios donde imperaban el ascético silencio y las mortificaciones que, junto con el ardor espiritual, reducían el cuerpo de aquellos hombres al nivel de la más frágil subsistencia. Cada doctrina esgrimía frente a las demás sus argumentos teológicos, proclamando su verdad frente a las opuestas herejías, y los odios eran terribles; se aborrecía más al hermano discrepante que al romano, judío o egipcio todavía no tocado por la luz de algún evangelio.
   José Luis Sampedro. La vieja sirena
  
   El arrianismo fue proclamado por primera vez en Alejandría. Se trataba de una doctrina teológica formulada por Arrio en el siglo IV, que sostenía que la naturaleza de Cristo era humana y no divina. Más tarde se propagó el monofisismo, que defendía la unidad de las naturalezas humana y divina de Cristo.
   San Atanasio, obispo de Alejandría (296-373), combatió el arrianismo y otras 'herejías', logrando implantar la línea ortodoxa, y neutralizó la reacción de los paganos al cristianismo. A partir de la condena absoluta del paganismo por el edicto de Teodosio (392) se sucedieron la destrucción del templo de Serapis, el saqueo de la Biblioteca, la clausura de templos y su transformación en iglesias. El golpe de gracia al paganismo lo asestó el edicto de Justiniano de 551, que ordenaba cerrar todos los templos y escuelas.
   No podemos dejar de invocar aquí la figura de la célebre Hipatia, filósofa de la escuela neoplatónica que enseñó en Alejandría astronomía y matemáticas, y falleció en 415 linchada por una turba de seguidores del obispo Cirilo. Con su muerte murió también la cultura griega en Alejandría.
   Hoy día esta ciudad sigue siendo sede del patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Alejandría, una religión cristiana de corte ortodoxo-oriental independiente de Roma y segunda en rango honorífico tras la Iglesia de Constantinopla. El patriarca de Alejandría es considerado como el sucesor del evangelista San Marcos y cabeza de la Iglesia Ortodoxa de África.
  
  
Periodo islámico
Alejandria  
   Para el resto de los habitantes de Egipto, Alejandría siempre había representado una cultura foránea. Con el declive del imperio romano se debilitó su influencia sobre el interior del país, perdiendo gran parte de su importancia comercial y disminuyendo su población.
   En 616 fue tomada por los persas sasánidas (Cosroes II) en la que fue la máxima expansión de este imperio. El dominio sasánida fue efímero y pronto sustituido por los bizantinos. En 642-646 la ciudad fue conquistada por los árabes, bajo el mando de Amr Ibn el-As, general del califa Umar, que recibió el cargo de gobernador. El resto de Egipto cayó al poco tiempo sometido a sus riendas. Se atribuye erróneamente a Amr la quema de los libros de la Biblioteca de Alejandría obedeciendo órdenes del califa, quien habría sentenciado: "Si estos libros contradicen el Corán, son peligrosos; si lo confirman, son inútiles". Lo cierto es que la Biblioteca había sido destruida por los cristianos siglos antes de la llegada de los musulmanes.
   El establecimiento de una nueva capitalidad en Fustat (cerca del sitio donde iba a crecer El Cairo) y la preferencia de los árabes del desierto por las rutas terrestres contribuyeron a la decadencia de Alejandría, que quedó reducida a una mera base naval.
   Durante la Edad Media, el asentamiento musulmán estuvo confinado en una pequeña fracción de la superficie que antes ocupaba la ciudad romana amurallada. Hacia 875 Ibn Tulun hizo derribar las antiguas murallas. La ciudad experimentó, no obstante, algunos periodos de revitalización. Primero cuando se tomó conciencia del papel estratégico de la costa mediterránea con motivo de las incursiones de los cruzados en el siglo XII y las campañas marítimas de los mamelucos en el siglo XIII. Y luego al beneficiarse del creciente interés de las potencias europeas por el tráfico de especias de Oriente, sobre el que Egipto mantuvo el monopolio hasta finales del siglo XV.
   El ocaso definitivo de la fortuna de Alejandría sobrevino cuando los portugueses descubrieron en 1498 una nueva ruta marítima a las Indias circunnavegando el continente africano. A la debacle económica que ello supuso para una ciudad que había sido puerta de entrada al Índico y a Asia, se añadió en 1517 la conquista de Egipto por los turcos. El viejo asentamiento amurallado quedó abandonado y se construyó una nueva 'ciudad turca' en el istmo que se había formado por sedimentación entre la isla de Pharos y la tierra firme. El canal que unía Alejandría con Canope fue descuidado y terminó por cegarse, y como consecuencia la ruta comercial del Nilo fue desviada a Rosetta (Rashid), que creció económicamente a expensas de Alejandría.
   Abu Al-Abbas Al-Mursi, un maestro sufí nacido en Murcia en 1219, impartió sus enseñanzas en Alejandría. Está enterrado en la mezquita Al-Mursi, que es la más grande de la ciudad, construida en 1775 por devotos magrebíes sobre la tumba del santo (foto08).
   En el siglo XVIII Alejandría era una pequeña ciudad pesquera que iba a ver todavía reducida su importancia en las guerras entre los franceses, los británicos y los mamelucos desencadenadas en 1798 por Napoleón a raíz de su campaña de Egipto.
  
  
Periodo contemporáneo
Alejandria  
   El renacimiento de Alejandría llegó de la mano de Mehmet Ali Pasha, virrey otomano de Egipto de 1805 a 1848, que ambicionaba la modernización del país del Nilo. Alejandría era el único punto de Egipto donde podía instituirse una marina. Mehmet Ali restauró el canal que conectaba Alejandría con el Nilo, y por tanto con el resto del país, con lo que Alejandría adquirió ventaja sobre Damieta o Rosetta. Construyó nuevos muelles y un arsenal en el puerto occidental, e implantó industrias en la periferia. Se hizo erigir un palacio en la isla de Pharos, desde donde supervisaba las obras.
   Su política de desarrollo fue continuada durante el virreinato del jedive Ismail (1863-1879), que abrió nuevas vías de comunicación y promovió un urbanismo a la europea. Tras la construcción de la vía de ferrocarril que conectaba Alejandría con Suez vía El Cairo y la posterior apertura del Canal de Suez (1869), la ciudad creció rápidamente y atrajo a comerciantes extranjeros que se aprovecharon de las facilidades legales para explotar el tráfico con la India y la exportación a Europa de algodón egipcio.
   En 1882 la urbe, que había crecido hasta más de 200.000 habitantes, fue bombardeada e invadida por los británicos, dando comienzo a un régimen colonial que duró más de 50 años, en el que Alejandría se mantuvo como un bastión de los intereses comerciales extranjeros en Egipto.
   Alejandría se constituyó como municipalidad en 1895, cincuenta años antes que El Cairo, si bien en aquel momento sus estructuras administrativas estaban controladas por organizaciones de comerciantes europeos.
   En la céntrica plaza que lleva su nombre se levanta la estatua a Saad Zaghlul, político nacionalista (1859-1927) que luchó por la independencia de Egipto, considerado como uno de los padres de la patria.
   Ya en el siglo XX, entre las dos guerras mundiales, Alejandría sufrió junto al Cairo un desmedido crecimiento demográfico e industrial, superando el medio millón de habitantes. A finales de los años cuarenta ya había alcanzado el millón. Las fuerzas de ocupación británicas abandonaron la ciudad en 1946. A mediados de los años 70 la población se había duplicado.
   En 1942 fue fundada en Alejandría la Universidad Faruk I, con ocho facultades y cuatro institutos afiliados; su biblioteca conserva 1.200.000 volúmenes. Otra prestigiosa institución de la ciudad es el Hospital Muassah, uno de los mejor equipados de Oriente Próximo.
   Aunque veteranas instituciones culturales europeas, como el Ateneo, van extinguiéndose en una lenta agonía, hay que constatar como hecho positivo que la Biblioteca de Alejandría ha resucitado de sus cenizas en el siglo XXI. La comunidad internacional, por convocatoria de la Unesco, ha financiado el proyecto de recreación de la antigua Biblioteca de la ciudad, que se tenía por perdida para siempre. La nueva Bibliotheca Alexandrina está dotada de las últimas tecnologías digitales, posee un centro de conferencias, un museo de ciencias, un planetario, un centro de estudios y un instituto caligráfico. Su edificio, de estilo futurista, en cuyos muros externos se han grabado inscripciones en todos los alfabetos del mundo, ocupa un área de 85.000 m² y conserva 8 millones de libros, 100.000 manuscritos antiguos y 10.000 libros raros, además de material electrónico, audiovisual y bases informáticas de datos.
   Alejandría continúa siendo la segunda capital de Egipto, el mayor puerto y uno de los más pujantes núcleos empresariales del país. Su cinturón industrial está provisto de oleoductos y complejos petroquímicos. Los nuevos barrios, barriadas y arrabales han desbordado con creces los límites de la Alejandría clásica y se expanden más allá del lago Mareotis, parcialmente desecado. La costa hacia el oeste se va urbanizando con hoteles y apartamentos de playa. La población de Alejandría (más de 4 millones en 2006) sigue creciendo con la inmigración de campesinos.
  
  
  
Cuando de pronto, a medianoche, se oiga
pasar invisible un báquico cortejo
con músicas maravillosas, con vocerío––
tu fortuna flaqueante, tus obras
fallidas, los sueños de tu vida
que salieron todos vanos, no los llores inútilmente.
Como dispuesto desde hace tiempo, como un valiente,
despide, despide a Alejandría que se aleja.
Sobre todo, no te engañes, no digas que fue
un sueño, que tu oído te engañó;
no te acojas a tan vanas esperanzas.
Como dispuesto desde hace tiempo, como un valiente,
como te cabe a ti, que de una ciudad te mereciste el honor,
acércate resuelto a la ventana
y escucha conmovido, mas sin
súplicas ni lamentos de cobarde,
como goce postrero los sones,
los maravillosos instrumentos del místico, báquico cortejo
y despide, despide a la Alejandría que tú pierdes.
   C. P. Kavafis. El dios abandona a Antonio

 

Alejandría
El faro que perdió su luz

  
Bibliografía consultada
  
- Cavafis, C. P. Poesía completa (Alianza Editorial, Madrid, 1982)
- Eggebrecht, Eva. El antiguo Egipto (Plaza & Janés, Barcelona, 1984)
- Leguineche, Manuel. El camino más corto (Argos Vergara, Barcelona, 1981)
- Pesando, Fabrizio. Arqueología de las ciudades perdidas (Vol. 2. 'Alejandría. La leyenda de una fundación real'. Salvat, Pamplona, 1986)
- Sampedro, José Luis. La vieja sirena (Destino, Barcelona, 1991)
- Unesco. El Patrimonio Mundial (Incafo. Ediciones San Marcos)

 

 

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