Exposiciones fotográficas

Alejandría. El faro que perdió su luz

Despojos de un pasado de gloria

 

   Hoy quedan pocos vestigios arqueológicos de la antaño floreciente Alejandría grecorromana, aunque los muchos escritos que nos han llegado de autores clásicos que la describieron nos permiten reconstruir mentalmente su pasado esplendor.
Alejandria   La influencia de la cultura y la religión egipcias en las mentes helenísticas fue sin duda más profunda que la influencia inversa. Los ptolomeos y luego los romanos construyeron por todo Egipto templos en el arcaico estilo faraónico. Véase como ejemplo (foto26) el templo de Taposiris Magna, a 50 km de Alejandría, pero podríamos mencionar también los de Dendera, Esna, Edfú, Kom-Ombo o Filé. Adoptaron muchos de los dioses autóctonos, asimilándolos a las propias divinidades de su panteón: así, Amón era Zeus, Horus era Harpócrates, Min era Pan y Neith era Atenea. Anubis era visto como un guerrero romano. De la fusión de Osiris y el buey sagrado Apis surgió un nuevo dios, Serapis, cuyo principal santuario estaba en Alejandría. Isis, la ancestral diosa-madre de los egipcios, era la divinidad más venerada de la ciudad y estaba considerada como protectora de los navegantes. El culto a Isis y Serapis llegó hasta Roma y se expandió por todo el imperio romano.
   Sepultados por el desorbitado crecimiento urbano de los últimos siglos, apenas quedan trazas de los suntuosos templos a Isis o Serapis que jalonaban Alejandría, y ni rastro de edificios como el Museo, la Biblioteca o los palacios imperiales. Los dos antiguos obeliscos egipcios llamados las Agujas de Cleopatra, que antaño se levantaban a orillas de la bahía, fueron trasladados en el siglo XIX a Londres y Nueva York. Del antiguo Faro se conoce al menos el emplazamiento, ocupado desde el siglo XV por el fuerte del sultán mameluco Qaytbay (foto05), aunque si se bucea por los alrededores se pueden ver en el fondo del mar enormes bloques de piedra labrada y fustes de columnas que en su tiempo formarían parte de la torre y se desplomaron con los terremotos.
   Aparte de los restos sumergidos en la bahía, lo poco que sobrevive de la Alejandría clásica se oculta en el subsuelo de la ciudad moderna, y va saliendo parcialmente a la luz en prospecciones arqueológicas llevadas a cabo en distintos puntos del centro, en medio de la vorágine urbanística y el caótico tráfico de vehículos que todo lo invaden.
   El teatro romano de Kom ed-Dik ha sido despejado y reconstruido con los elementos originales (foto29), y su entorno acondicionado como un jardín. Se trata más bien de un auditorium (o según algunos estudiosos, un bouleuterion, un edificio para asambleas cívicas), con un graderío de doce escalones de mármol que permitía un aforo de unas 800 personas. Las columnas son de mármol cipolino importado de Asia Menor y de granito rosa de Asuán. Fue edificado en el siglo II d C y rehabilitado tres siglos más tarde para darle un uso religioso entre la población cristiana. A ello se debe que estuviera todavía intacto cuando se produjo la conquista árabe.
   Bajo una enorme masa de escombros que fue en ciertas épocas utilizada como cementerio por los musulmanes, han sido descubiertos los restos de unas grandes termas romanas, con bellos mosaicos de la época de Tiberio (foto32).
   En la parte meridional de la ciudad se yergue aislada la columna llamada de Pompeyo (en realidad la erigió Diocleciano), de 30 m de alto incluyendo el pedestal, en el lugar que ocupaba el Serapeum principal (templo al dios greco-egipcio Serapis), que es el punto más alto de Alejandría (foto33). La columna, de granito rosa, debió formar parte del Serapeum, y junto a ella se ha instalado una esfinge androcéfala de época ptolemaica (foto34), descubierta en 1906, también en granito rosa, la cabeza cubierta con un nemes o tocado faraónico.
  
    Cerca están las catacumbas de Kom el-Shoqafa, que son las más complejas de las necrópolis helenísticas y romanas excavadas en la ciudad. Descubiertas en 1892, estas catacumbas (así llamadas por su similitud con las catacumbas cristianas de Roma) están datadas en el siglo I y principios del II d C, época de la dominación romana. Es probable que fueran en origen un enterramiento privado, convertido después en cementerio público. Las sepulturas más lujosas de Alejandría, como es el caso de ésta, se construían extramuros de la ciudad, y en cada una de ellas eran inhumados todos los miembros de una familia. Se componían generalmente de varias salas, con un triclinio o sala de banquetes funerarios y cámaras conectadas por pasillos en cuyas paredes se abrían los loculi, o huecos que habían de albergar los cuerpos de los difuntos. AlejandriaLas de Kom al-Shofaqa son rupestres, es decir, totalmente talladas en la roca madre del subsuelo, sistema 'constructivo' de larga tradición en la tierra de los faraones. Están distribuidas a tres niveles, encontrándose el más profundo inundado. Los diversos pasadizos concurren en una capilla central con una tumba de gran riqueza decorativa (foto35), antecedida por un vestíbulo cuya puerta está flanqueada por dos columnas con capiteles de haces de papiros, y protegida por pares de serpientes coronadas y medallones de medusas (foto36). La capilla está rodeada de tres grandes nichos, horadados sobre zócalos. En cada nicho hay un sarcófago cincelado en la misma roca y sus paredes están talladas con escenas funerarias en relieve (foto37). Observemos que la mayor parte de los dioses pertenecen al panteón egipcio (Horus, Anubis, Tot...); algunos motivos, personajes y vestimentas son, en cambio, grecorromanos (fotos 38 y 39). Los elementos arquitectónicos y decorativos (que incluyen también pinturas murales, foto40) son de tradición faraónica, interpretada a su manera por los romanos. He aquí una de las últimas muestras de decoración escultórica del Antiguo Egipto, aunque realizada con las técnicas iconográficas propias del arte clásico, ejemplo muy ilustrativo del sincretismo que se dio entre las dos culturas.
   No todas las ruinas de la Alejandría clásica son subterráneas. Las hay también subacuáticas. Desde mediados de los años noventa se vienen realizando investigaciones arqueológicas en las aguas de la bahía de Alejandría y las costas aledañas para detectar los restos de los edificios que desaparecieron tragados por el mar a causa de las inundaciones y hundimientos provocados por las sacudidas sísmicas que sufrió la región a lo largo de la historia. Bajo la dirección de Franck Goddio, un equipo especializado de arqueología submarina está llevando a cabo un plan integral de prospecciones, asistido por las últimas tecnologías, para cartografiar el fondo marino de la costa de Alejandría y sus monumentos sumergidos. Se han identificado así en la bahía los restos del palacio de Cleopatra en Antirhodos, y, en la costa cercana, la antigua ciudad de Heraclión, con su templo de Amón, y parte de la antigua Canope, con su templo de Serapis. Se han encontrado bajo las aguas pavimentos intactos, filas de columnas, capiteles, esfinges, estatuas, ánforas, diques y numerosos bloques sillares de granito. Algunas de estas piezas han sido rescatadas y devueltas a la superficie.
   El Museo Greco-Romano, uno de los más prestigiosos de Alejandría, alberga una valiosa colección de antigüedades de la Alejandría clásica y sus alrededores halladas en distintas excavaciones. Destacan por su gran número, calidad y variedad las obras de arte escultórico, que hacen gala de un gran refinamiento estilístico: las estatuas en mármol de dioses y diosas se alternan con bustos y retratos de ciudadanos y personajes de la vida corriente, lo que nos brinda la oportunidad de poder contemplar los rostros de los antiguos alejandrinos (foto46). Son muy peculiares las estatuillas funerarias de terracota pintada procedentes de las necrópolis de Alejandría, representando mujeres ricamente vestidas (fotos 50 y 51), bailarinas, músicos, niños y animales grotescos; todas estas estatuillas han sido halladas en tumbas de niños, adolescentes o mujeres. La interesante sección de numismática del museo exhibe más de 7.000 monedas ptolemaicas y romanas acuñadas en Alejandría.

  
  
  

  
  
Canope, la ciudad de los placeres
Alejandria  
   Conocida también como Kanopos o Canobus, era una antigua ciudad egipcia ubicada a 24 km de Alejandría en un cabo de la costa occidental del Delta del Nilo, en la desembocadura llamada Boca Canópica, hoy totalmente obstruida por el tenaz proceso de sedimentación aluvial que experimentaron las tierras del Delta a lo largo de los siglos.
   La localidad era en su día un centro de recreo para los habitantes de Alejandría, al que podían trasladarse navegando por el canal que conectaba la capital con el río Nilo. Estrabón escribió que durante las panegirias, o grandes festividades, las muchedumbres descendían de Alejandría a Canope por el canal, surcado día y noche por embarcaciones repletas de hombres y mujeres que, al son de la música, se libraban sin descanso a las danzas más lascivas. Y que en Canope, los albergues que bordeaban el canal ofrecían a todos los recién llegados el doble placer de la danza y la buena comida.
   El lugar se llama en nuestros días Abukir y ya no es sino un pueblo de pescadores con algunas instalaciones balnearias y una playa. Su puerto está abarrotado de pequeños buques pesqueros (foto53) decorados con pinturas populares de vivos colores (foto54).
   En las orillas y bajo las aguas del mar sobreviven los escasos restos de la antigua ciudad, entre los que se ha podido identificar el trazado de algunas calles, unas termas públicas y una tumba subterránea helenística. Los principales edificios, sin embargo, han desaparecido: entre ellos se contaban los templos a Amón, Osiris, Isis y, sobre todo, el renombrado templo de Serapis, mencionado por Estrabón como santuario de gran prestigio en todo el país por las 'curas maravillosas' que en él se producían.
   Osiris era venerado en Canope bajo la insólita forma de una vasija con cabeza humana. Este hecho dio pie a que se aplicara inadecuadamente por parte de los arqueólogos del siglo XIX la denominación de 'vasos canopes' o 'canópicos' a las características vasijas funerarias de época faraónica halladas en tantas tumbas, cuyas tapas reproducen cabezas humanas y animales, y en cuyo interior se conservaban las vísceras de los cadáveres tras la momificación.
   El patriarca Teófilo mandó destruir a finales del siglo IV los templos de Canope, al igual que hizo con el Serapeum de Alejandría, y sustituirlos por monasterios. A principios del siglo V, el patriarca Cirilo transportó a Canope los restos de los santos mártires Ciro y Juan, que estando enterrados en Alejandría, habían adquirido fama de hacer curaciones milagrosas (Ciro había sido en vida médico). La veneración a estos santos cristianos reemplazó en Canope al culto pagano de Isis y Serapis.
   
  
  

  
  
  
  

 
  
Abu Mena, la ciudad de los milagros
Alejandria 
   El ingente patrimonio arqueológico de la época faraónica que atesora el Valle del Nilo ha relegado a un segundo término las manifestaciones artísticas de la época paleocristiana, de las que sobreviven numerosos vestigios en todo Egipto.
   Un ejemplo significativo lo constituye Abu Mena, hoy un campo de ruinas, antaño una ciudad santa donde supuestamente descansaban los restos del mártir cristiano San Menas de Alejandría (muerto en 296), uno de los más venerados santos de Egipto –y de las iglesias orientales– debido a los muchos milagros que se atribuyen a su intercesión. Menas era un soldado alejandrino que llegó a oficial del ejército de Diocleciano, pero rehusaba matar a los cristianos en las batallas. Declaró públicamente su fe cristiana, y animó a otros cristianos a seguir su conducta, razón por la que fue martirizado. La leyenda dice que el cuerpo de Menas fue trasladado en camello desde Frigia y fue enterrado en Egipto, en el lugar donde el camello se detuvo y no quiso continuar su camino. En aquel paraje surgía agua abundante de una fuente, que permitía cultivar olivos y vides, por lo que el lugar se llama localmente Karm Abu Mina ('los viñedos de San Menas'). Las propiedades milagrosas de las aguas de esta fuente empezaron a atraer devotos. El sitio se convirtió así en complejo monástico y meta de peregrinación, y pronto fue erigida una iglesia, que fue ampliada por el emperador Arcadio (395-408). Durante los siglos V y VI continuó creciendo gracias a las donaciones de los patriarcas de Alejandría y los emperadores de Bizancio.
   El mártir San Menas era representado de pie entre dos dromedarios, en una composición parecida a la tradicional de Daniel entre los leones. Podemos ver un relieve en mármol en el Museo Greco-Romano de Alejandría. Su estilo no tiene ya nada de egipcio: evoca más bien el arte paleocristiano de Europa y Asia Menor.
   El yacimiento se halla a 45 km al sudoeste de Alejandría, cerca de Wadi Natrum, en las lindes del palmeral del Delta con el desierto. Con un área de 1 km², contiene restos de basílicas, monasterios, edificios públicos, calles, casas y talleres, aunque la mayor parte de estas edificaciones solo subsiste a nivel de los cimientos, todavía a medio despejar de las masas de tierra y escombros que los sepultan (foto57). El mármol fue utilizado con profusión, y a menudo hay ornamentaciones de mosaicos y mármoles incrustados. Por todas partes se ven tallas e incisiones en forma de cruz griega.
   En el centro se levantaba un conjunto arquitectónico formado por dos iglesias y un baptisterio: la iglesia funeraria con la tumba de San Menas y la iglesia cruciforme de los peregrinos. La Basílica de Arcadio, del siglo V, medía 60 x 27 m y sus tres naves con transepto se cubrían con un techo sostenido por 56 columnas de mármol. Es el más antiguo monumento cristiano de Egipto del que se conozca la fecha exacta. El baptisterio está situado en el extremo occidental de la basílica, con esquinas semicirculares y nichos de mármoles polícromos, siendo el único monumento que muestra estas características en la arquitectura copta primitiva. La Basílica Termal se utilizaba para almacenar las aguas terapéuticas usadas en las piscinas de agua caliente que la rodeaban. Los peregrinos se llevaban de la basílica ampollas de cerámica llenas de agua, marcadas con el sello de San Menas, de las que han sido hallados ejemplares en lugares tan alejados entre sí como Alemania, Sudán y Jerusalén.
   Tras las invasiones árabes, Abu Mena dejó se ser meta de peregrinaciones y el lugar fue progresivamente abandonado y expoliado. En el siglo IX un gobernador musulmán se apoderó del tesoro del santuario, lo que precipitó la ruina definitiva de la ciudad. El yacimiento fue redescubierto en 1905 por el arqueólogo alemás C. M. Kaufman. En sus cercanías fueron construidas en el siglo XX una nueva catedral dedicada a San Menas y un nuevo monasterio, Deir Meri Mina, de estilo neobizantino, que alberga actualmente una nutrida congregación de monjes coptos.
   El sitio arqueológico de Abu Mena fue declarado por la Unesco Patrimonio Mundial en 1979, e inscrito en 2001 en la lista del Patrimonio Mundial en peligro, debido a que sus estratos más profundos están siendo inundados de agua por el ascenso de la capa freática.
   
  
  
  


  
Alejandria
Rosetta, algo más que la piedra
   
   Rosetta (deformación del árabe Rashid) es la ciudad donde se descubrió en 1799 la célebre piedra de Rosetta, cuya inscripción trilingüe proporcionó a Champollion la clave para descifrar la antigua escritura jeroglífica egipcia y arrojar así luz sobre muchos de los misterios que oscurecían la historia del país de las pirámides.
   Aunque el nombre de Rosetta es mundialmente conocido gracias a este feliz hallazgo, lo cierto es que poco más se sabe a nivel popular de esta histórica población egipcia, raras veces visitada por los viajeros modernos, que durante la Edad Media superó a Alejandría en importancia y fue hasta el siglo XIX el principal puerto de Egipto.
   Fundada por los califas abasíes en el siglo IX, probablemente sobre las ruinas de un asentamiento más antiguo, Rashid/Rosetta está ubicada a orillas de la rama occidental del Nilo, a 12 km de su desembocadura en la antaño llamada Boca Bolbitina, y a 65 km al nordeste de Alejandría. Un punto estratégico que permitía controlar una de las principales vías de acceso a Egipto, y que alcanzó prosperidad como puerto comercial gracias al monopolio del arroz que crecía en el Delta. La ciudad estaba dotada de dos fuertes defensivos y un gran número de mezquitas, así como iglesias coptas y greco-ortodoxas, el conjunto rodeado de murallas que se conservan aún en todo su perímetro. Su apogeo llegó en los siglos XVII y XVIII, y más tarde declinó coincidiendo con el resurgimiento de Alejandría.
   La arquitectura popular de Rosetta es inhabitual en Egipto. Consiste en casas altas de muros de ladrillos reforzados con entramados de vigas y con los pisos superiores asomando en saledizos, perforados de ventanas que despliegan una gran variedad de celosías de madera. Las mezquitas poseen una estructura peculiar, refundidos los cuatro iwanes en una única sala cuadrada cuya techumbre de madera está sostenida por columnas. La mayor es la mezquita Zaghlul, que despliega en la sala de oración todo un bosque de columnas monolíticas: la mayoría de los fustes y capiteles están reaprovechados de antiguos monumentos de la época clásica (foto58).
   Aunque Alejandría le ha arrebatado el primer puesto como ciudad portuaria, Rosetta, con sus molinos de arroz, su industria pesquera y sus animados zocos (foto59), sigue manteniendo hoy en día una relevante función comercial en la costa mediterránea de Egipto.

 

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FotoCD115
   
Alejandría
El faro que perdió su luz

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