Exposiciones fotográficas

Alejandría. El faro que perdió su luz

Donde Egipto se asoma al mar



   Siempre pervive Alejandría. A poco que camines
a lo largo de su avenida que culmina en el hipódromo,
verás palacios y monumentos que te asombrarán.
Aun cuando sufrieran daños por las guerras,
aun cuando hubieren menguado, siempre será un lugar maravilloso.
  
   C. P. Cavafis. Refugiados

 

   El topónimo Alejandría, en árabe Al-Iskandariyah (de Iskander = Alejandro), hace referencia a un buen número de ciudades fundadas por Alejandro Magno en el transcurso de su campaña militar de Asia del 334 al 323 a C. Algunos ejemplos serían Alejandría Troas, cerca de Troya; Alejandría de Cilicia, la moderna Iskenderum o Alejandreta, en Turquía; Alejandría de los Arios, actual Herat, Afganistán; Alejandría de los Aracosios, actual Ghazni o Kandahar, Afganistán; Alejandría Escate ('Última'), en Sogdiana, actual Tayikistán; Alejandría del Indo, en el actual Pakistán; Alejandría en Gedrosia, en Beluchistán (Irán); Alejandría del Golfo Pérsico...
   De todas ellas, la Alejandría egipcia, favorecida por su excelente situación geográfica próxima a una de las desembocaduras del Nilo (la Boca Canópica), fue, con diferencia, la que más creció y prosperó. Su puerto era la puerta de entrada a Egipto, y por esa puerta penetró la cultura griega al país de los faraones.
Alejandria   Alejandría está ubicada en una franja de tierra entre el mar Mediterráneo y el lago Mareotis, en el extremo occidental del Delta del Nilo. Frente a la línea costera emergía en tiempos de Alejandro una isla de alargado perfil que resguardaba la orilla de los embates de las olas: la isla de Pharos. Los hombres de Alejandro fueron conscientes de las idóneas condiciones que ofrecía el sitio para acoger un puerto. Si se conectara la isla a tierra firme por un dique, se conformarían a uno y otro lado dos bahías que servirían de refugio a las embarcaciones.
   La ciudad fue fundada en 332 a C, y al poco Alejandro Magno prosiguió con su expedición, de la que no iba a volver con vida. No pudo por tanto presenciar, ni siquiera llegó a intuir, la gloria que iba a irradiar la urbe a la que dio su nombre.
  
Y de esta sorprendente expedición panhelénica,
victoriosa, resplandeciente,
afamada, gloriosa
como nunguna otra lo fue, surgimos nosotros,
un nuevo mundo griego, inmenso.
Nosotros: alejandrinos, antioquenos,
seléucidas y los otros
griegos incontables de Egipto y de Siria,
y los de Media y Persia, y tantos otros.
   C. P. Kavafis. En el 200 a. C.
  
   Tras la desintegración del imperio de Alejandro, los territorios conquistados por sus ejércitos fueron divididos entre varios de sus generales. Egipto fue asignado a Ptolomeo I (hijo de un general macedonio llamado Lagus), que asumió el título de rey. Dio así comienzo la dinastía lágida, o ptolemaica, la última de las dinastías reales del antiguo Egipto, que duró casi tres siglos (del 323 al 30 a C) y durante cuya regencia Alejandría no solo adquirió el rango de capital de Egipto, sustituyendo a las históricas Menfis y Tebas, sino que creció en poder y riqueza hasta constituirse en el mayor emporio comercial del Mediterráneo. Los ptolomeos fomentaron el cultivo de las artes y las ciencias, y Alejandría se convirtió en el más influyente centro cultural del mundo helenístico.
  
    Mientras las viejas ciudades egipcias se sumían en un letargo provinciano, Alejandría continuó desarrollándose durante el dominio romano, para llegar a ser, por su tamaño, prosperidad y relevancia cultural, la segunda metrópolis del imperio después de Roma. Ciudad cosmopolita, punto de encuentro entre oriente y occidente, acogía entre sus habitantes a tres comunidades étnicas permanentemente asentadas (egipcios, griegos y hebreos), y por sus puertos y calles debió transitar un gran número de mercaderes, estudiantes, soldados, peregrinos y viajeros procedentes de todo el Mediterráneo.
Alejandria   Muchos fueron los autores de la antigüedad que visitaron y dejaron testimonios escritos sobre esta ciudad, ponderando su grandeza y su belleza. Así describe la Alejandría clásica Diodoro Sículo, que la conoció en el siglo I a C:
  
   La forma que (Alejandro) dio a la ciudad es aproximadamente la de una clámide, con una gran calle que divide la ciudad casi en su centro, una maravilla tanto por sus dimensiones como por su belleza. Se extiende de un lado a otro en una longitud de 40 estadios (unos 7 km) y en una anchura de un plectro (= 30 m) y está adornada, en toda su extensión, con edificios suntuosos, casas y templos. Alejandro mandó construir asimismo un palacio: este grande y majestuoso edificio es también una maravilla. Después de Alejandro, casi todos los reyes de Egipto, hasta nuestra época, han engrandecido el palacio con edificios suntuosos. En pocas palabras, la ciudad ha alcanzado con el tiempo tal extensión que muchos la consideran la primera ciudad del mundo. De hecho, por su belleza, dimensiones, la riqueza de sus rentas y todo lo que tiene relación con el placer, supera con mucho a todas las demás. En la época en que desembarcamos en Egipto, los que llevaban el registro de la población afirmaban que el número de los hombres libres era superior a 300.000 y que el rey obtenía de Egipto una renta superior a los 6.000 talentos.
   Diodoro de Sicilia (Bibliotheca Historica, XVII, 52, 45)
  
   El centro urbano de Alejandría estaba cercado por una muralla de 15 km de perímetro. Su red viaria era de trazado ortogonal, en forma de damero, articulada por siete calles en sentido este-oeste (la principal llamada Vía Canópica) y quince perpendiculares a las anteriores, que conectaban el lago Mareotis con los dos puertos de la ciudad, separados por el dique que se construyó para unir Alejandría con la isla de Pharos. El proyecto de estructura urbana fue confiado a Dinócrates de Rodas, aunque el propio Alejandro Magno participó en la planificación. Dinócrates se las ingenió para orientar las calles de modo que fueran barridas por los vientos del norte.
    Se construyó un canal para comunicar Alejandría con Canope, villa portuaria situada en una de las desembocaduras del Delta, de forma que las aguas del Nilo llegaban a Alejandría, y desde la ciudad se podía penetrar navegando en la principal arteria del país.
    En su periodo de mayor opulencia, Alejandría era una ciudad rebosante de templos y palacios de deslumbrante mármol, donde el urbanismo, la arquitectura y las artes helenísticas rozaron el cénit de su refinamiento. Había, al menos, dos templos consagrados al dios greco-egipcio Serapis. En el Emporium se levantaba el templo de Poseidón. El Cesareum era un templo fundado por Cleopatra en honor de Marco Antonio, que fue acabado por Octavio y consagrado al culto del emperador como dios viviente. En el portus magnus, acondicionado en la bahía occidental de Alejandría, se ubicaban los palacios reales. Cleopatra hizo erigir su palacio en el islote de Antirhodos. Marco Antonio mandó construir el suyo en el Timonium, una península artificial frente al palacio de Cleopatra. La ciudad estaba dotada de termas, teatros, auditorios y demás edificios de uso civil característicos del urbanismo griego, y engalanada con jardines en parte botánicos y en parte zoológicos.   
    Alejandría albergaba la más famosa biblioteca de la antigüedad. Formaba parte integrante del Museo (o templo en honor a las Musas) fundado por Ptolomeo I en el siglo III a C. Fue mantenida como la biblioteca real de Egipto por sus sucesores, y continuó existiendo bajo el gobierno romano hasta el siglo III d C.
   La Biblioteca era al mismo tiempo un museo, una escuela y un centro de investigación pedagógica. En ella se coleccionaba, clasificaba y editaba la que llegó a ser la mayor compilación de textos griegos existente en el mundo clásico. A la Biblioteca de Alejandría se debe no solo la conservación de escritos antiguos, sino gran parte de los conocimientos necesarios para su interpretación.
Alejandria   Pero el edificio más emblemático de la ciudad fue, sin duda, el Faro de Alejandría, construido bajo Ptolomeo II en la isla de Pharos, de la que tomó el nombre. En su tiempo fue calificado como una de las Siete Maravillas del Mundo, y se le considera el antepasado y prototipo de todos los faros.
   Los brillos de la riqueza de Alejandría atrajeron su maldición. La historia de Alejandría desde la antigüedad hasta su resurgimiento en la era contemporánea fue sumamente turbulenta, siendo la capital asediada, invadida y destruida en múltiples ocasiones. Señalemos la ocupación de Julio César en 47 a C, en el curso de la cual se produjo el primer gran incendio de la Biblioteca. Y la de Octavio en 30 a C en su guerra contra Marco Antonio y Cleopatra. La masacre general ordenada por el emperador Caracalla contra la población alejandrina en 216 d C. Las sucesivas invasiones de la reina Zenobia de Palmyra en 269; de los emperadores romanos Aureliano en 272 y Diocleciano en 295; de la emperatriz bizantina Teodora en 536; del rey persa sasánida Cosroes II en 619; y de Amr Ibn el-As, general del califa Umar, en 642. Por otra parte reyertas y tumultos estallaban periódicamente entre la población hebrea, que se sentía discriminada respecto al resto de los ciudadanos.
   A todo ello hay que sumar la furia destructiva de los movimientos sísmicos, que, además de derribar los principales edificios, provocaron transformaciones geográficas como el hundimiento en el mar de los complejos palaciegos de la bahía de Alejandría y las cercanas ciudades de Heraclión y Canope.
   
   Alejandría decayó durante la Edad Media hasta quedar reducida a una simple población pesquera, en la que las culturas clásica y cristiana prácticamente desaparecieron para dejar paso a la nueva fe musulmana, con la consiguiente islamización del modo de vida y costumbres de sus habitantes.
   El renacer de Alejandría no iba a producirse hasta el siglo XIX, gracias a las políticas de modernización de Egipto emprendidas por el virrey otomano Mehmet Ali. En 1882 fue ocupada, junto al resto del país, por las fuerzas británicas, que implantaron un régimen colonial orientado a defender sus intereses comerciales.
   A principios del siglo XX Alejandría era la segunda ciudad más poblada de Egipto, y el principal puerto marítimo del país. Una ciudad multiétnica y multicultural, con barrios europeos, egipcios y judíos, cuyo ambiente de modernidad estaba impregnado de un aura de decadencia y un sentimiento de nostalgia por su pasado esplendor. Tal es la atmósfera que se respira en la poesía de Cavafis, el más reconocido de los poetas alejandrinos contemporáneos. Allí residió también el escritor inglés Lawrence Durrell, autor del Cuarteto de Alejandría, donde dejó dicho: "Una ciudad se convierte en un mundo cuando uno ama a uno de sus habitantes".
   Aunque Alejandría alojaba por entonces un considerable número de extranjeros (griegos, italianos y británicos), después de la Segunda Guerra Mundial éstos ya solo constituían un 10% de la población. Posteriormente ha continuado la emigración de minorías y la progresiva arabización de las costumbres sociales. Muchos judíos abandonaron la ciudad tras la fundación del estado de Israel. Los griegos, tras el golpe de estado militar de 1952 y los decretos de nacionalización de las empresas extranjeras, que afectaban negativamente a sus intereses. Del puerto de Alejandría zarpó aquel año rumbo al exilio el yate del depuesto rey Faruk. Las minorías europeas fueron abandonando el país tras la ocupación del Canal de Suez en 1956. Al final quedó en Alejandría una minoría foránea de apenas el 2%.
   En cuanto a la población autóctona, sin dejar de tener en cuenta las evidentes desigualdades de clases, endémicas en un país tan superpoblado como Egipto, las mayores diferencias sociales se dan hoy en el terreno de la religión, entre los egipcios musulmanes (85%) y los egipcios cristianos coptos.
Alejandria   El área al sur y sudeste de Alejandría ha sido invadida en las últimas décadas por una tupida red de complejos industriales, incluyendo manufacturas de algodón, papeleras, fábricas de asfalto, refinerías de petróleo y empresas de procesamiento y envasado de alimentos. Por el puerto de Alejandría pasa el 90% de las exportaciones e importaciones de Egipto. El producto más exportado y rentable es el algodón crudo, seguido de los cereales, frutas y verduras, así como artículos textiles, de madera y de plástico.
   Los habitantes de Alejandría se dedican en su mayoría al comercio y transporte de mercancías, a la pesca, o a trabajos en el puerto y las fábricas. Sin embargo, y al igual que en el resto del país, la intensa actividad empresarial no impide que se generen entre la población grandes bolsas de desempleo e indigencia. La inmigración constante de los fellahin o campesinos desde sus míseras aldeas a la ciudad, y su hacinamiento en barriadas apresuradamente construidas sin el más mínimo criterio de urbanismo, no hacen sino agravar el problema.
   Así describía su encuentro con la ciudad el periodista Manu Leguineche, que pasó por Alejandría en 1965, en su viaje de vuelta al mundo:

   Pronto nos asalta el trajín de esta ciudad, fundada hace más de dos mil años por Alejandro Magno, la de la biblioteca, la del faro famoso, pero también la de los ladrones y estafadores públicos. Alejandría es la cueva de Alí Babá. A los escasos segundos de bajar del coche, la corte de los milagros avanza hacia nosotros. Cambistas de dinero, mercaderes de todo lo imaginable, vendedores de kif y otras drogas, ropa, cuchillas de afeitar, condones, corbatas, afrodisíacos, absinta, extracto de esperma de ballena, mujeres, niñas vírgenes, hombres experimentados, fotos pornográficas, espectáculos de las mayores perversiones sexuales. Todo ello lanzado en múltiples idiomas –inglés, francés, alemán, griego, hebreo– y al mismo tiempo.
   Manuel Leguineche. El camino más corto
  
   Densamente urbanizados, hoy los barrios de Alejandría tienen ya poco de europeo y van adquiriendo cada vez más el aspecto característico de una ciudad egipcia, con mezquitas que erizan sus minaretes entre las aglomeraciones de casas de estilo impersonal, destartaladas y ajadas por el salitre, y, como contrapunto, el vivo colorido de los mercados callejeros a manera de zocos, abarrotados siempre de transeúntes.
   No solo por el número de sus habitantes, sino por su importancia económica y su poso cultural de milenios, la Alejandría del siglo XXI sigue ostentando el orgullo de ser 'la segunda capital de Egipto'.

 

Continuar:  Despojos de un pasado de gloria >>

 

FotoCD115
  
Alejandría
El faro que perdió su luz

© fotoAleph

© Copyright fotoAleph. Todos los derechos  reservados.
www.fotoaleph.com

 


 

Otras exposiciones de fotos de Egipto en fotoAleph
El Cairo
Entre la gloria y el caos

   
Cairo
El oasis de Siwa
   
El oasis de Siwa 
El oasis de Kharga
   
Oasis Kharga
 
El tiempo teme a las pirámides
   
Piramides
Abu Simbel
y otros templos salvados de las aguas

   
Abu Simbel
Cien puertas a Tebas
   
Tebas
El zoo del faraón
Fauna del antiguo Egipto

   
El zoo del faraon
Asuán
La puerta de Africa

   
Asuan
 
El otro Egipto
Murales populares en el Valle de los Nobles
   
El otro Egipto
La carne y el Corán
Carnicerías de los países islámicos

   
La carne y el Coran