Exposiciones fotográficas

Paisajes de las cavernas

Amaya o las cuevas en el siglo XIX (3)

 

Indice  
1.  Las montañas de los vascones
2.  De Armenia a Vasconia. Orígenes bíblicos de la 'misteriosa raza éuscara'
3.  De los pasos que dió Teodosio en busca del brazalete de Amaya
4.  De cómo la cueva no era empresa para Teodosio de Goñi
5.  En que se dice quién era el Basajaun y qué significa su nombre  
6.  En que la historia obliga a decir más de lo que quisiera
7.  De cómo principió la reconquista de España
8.  De la visita que tuvo el solitario de Aralar
9.  El dragón sale de la cueva
10.  De los orígenes del reino de Pamplona
11.  San Miguel de Excelsis, el santuario sobre la gruta
12.  Amaya (o 'el fin')
Bibliografía

 

10.  De los orígenes del reino de Pamplona

   "La repentina aparición de Teodosio en la Burunda, con el inmenso prestigio de santo penitente y la fama del milagro de Aralar, acabó de sublimar el entusiasmo en las huestes, cada vez más numerosas de García."  

   El ejército de García Jiménez entra en batalla y repele la invasión de Tárik y Muza, que no llegan a alcanzar Pamplona. 

   "Los árabes y berberiscos huyeron espantados, precipitándose en desorden por los valles y puentes de barcas, que se hundían al paso de los fugitivos."  

   Es hecho prisionero, sin embargo, el obispo Marciano, que acaba siendo decapitado y por ello convertido en mártir. 
   García, a instancias de Teodosio, es proclamado rey, siendo alzado sobre un escudo y armado con una espada bendecida. 

   "–No la he recibido de vosotros, sino de quien me ha dado la victoria; y así quede establecido para mí y para mis sucesores.  
   Y así quedó: así lo hicieron siempre los reyes y señores de aquella tierra.  
   La gente que lo oyó, murmuraba diciendo:  
   –Había nacido para ser rey.  
   Los ancianos le hicieron jurar sobre los Santos Evangelios (...) las cláusulas siguientes, obligatorias para todos los reyes de Navarra:  
   Que tendría sus pueblos a derecho, manteniéndolos en tranquilidad y justicia;  
   Que les había de mejorar, y no empeorar sus fueros;  
   Que los defendería de las fuerzas o violencias;  
   Que partiría los bienes de la tierra entre los naturales (...); y, por último,  
   Que no haría paz ni guerra, ni otro hecho granado, ni ejercería el poder judicial, sin consejo de los Doce ricos hombres, ancianos o sabios de la tierra.  
   Tales fueron los principios de aquella monarquía, fuerte al propio tiempo y popular (...).  
   En seguida fué levantado sobre el escudo, y por tres veces gritaron los ancianos:  
   –¡Real, real, real!" 

   Amaya, la descendiente de Aitor, termina desposándose con el rey García Jiménez, y en el transcurso de una solemne ceremonia proclama: 

   "Ese es el tesoro que Aitor ha legado a los reyes: la tradición y la cruz."  

   Con lo que el Mac Guffin hitchcockiano que mueve a los personajes de 'Amaya o los vascos...' --el secreto del tesoro de Aitor, oculto en una cueva de Euskal Herria-- se transforma en el símbolo de la perpetuación del cristianismo en el pueblo vasco. Del objeto material (el tesoro, o más bien el brazalete que cifra su paradero) no se sabe más, y su contenido se desvanece en la nada, pues, como buen Mac Guffin,  no consiste más que en un pretexto para catalizar la acción, y no posee en sí mayor importancia. 
   Permítasenos una digresión con el fin de ilustrar el concepto, dejando que sea el mismo Alfred Hitchcock quien nos explique qué es el Mac Guffin:  

   "Es un rodeo, un truco, una complicidad, lo que se llama un 'gimmick'. 
   Bueno, esta es la historia completa del Mac Guffin. Ya sabe que Kipling escribía a menudo sobre los indios y los británicos que luchaban contra los indígenas en la frontera de Afghanistán. En todas las historias de espionaje escritas en este clima, se trataba de manera invariable del robo de los planes de la fortaleza. Eso era el 'Mac Guffin'. 'Mac Guffin' es, por tanto, el nombre que se da a esta clase de acciones: robar... los papeles, --robar... los documentos--, robar... un secreto. En realidad, esto no tiene importancia y los lógicos se equivocan al buscar la verdad del 'Mac Guffin'. En mi caso siempre he creído que los 'papeles', o los 'documentos', o los 'secretos' de construcción de la fortaleza deben ser de una gran importancia para los personajes, pero nada importantes para mí, el narrador. 
   (...) lo que importa es que he conseguido aprender a lo largo de los años, que el 'Mac Guffin' no es nada. Estoy completamente convencido, pero sé por experiencia que resulta muy difícil convencer a los demás." (François Truffaut, 'El cine según Hitchcock').  

   Recordemos que en "39 escalones" (The Thirty-nine Steps) el Mac Guffin no era sino una fórmula matemática; en "Alarma en el expreso" (The Lady Vanishes), una cancioncilla que memorizaba la anciana que desaparece misteriosamente; en "Extraños en un tren" (Strangers on a train), un encendedor; en "Cortina rasgada" (Torn curtain), una fórmula de física nuclear, etc. etc. Pretextos para mover la acción, sin verdadera importancia intrínseca. 
   Pero aunque Hitchcock le negara relevancia alguna, hubo un Mac Guffin que involuntariamente cobró una importancia inesperada, el de su film "Encadenados" (Notorious). He aquí como Hitchcock se lo explicaba a Truffaut, en su célebre libro-entrevista: 

   "Cuando empezamos a escribir Notorious e inicié mi trabajo con Ben Hecht, buscamos el 'Mac Guffin' y, como ocurre a menudo, comenzamos de una manera titubeante y emprendimos caminos demasiado complicados. El principio del film estaba ya establecido: la heroína, Ingrid Bergman, debía dirigirse a América Latina acompañada por el hombre del F.B.I., Cary Grant, y debía penetrar en la casa que utilizaba como cuartel general un grupo de nazis, para descubrir su actividad. 
   (...) adoptamos un 'Mac Guffin' muy simple, pero concreto y visual: una muestra de uranio disimulado en una botella de vino. 
   (...) Ben Hecht y yo continuamos hablando, desarrollamos la historia y entonces introduje el 'Mac Guffin-uranio', cuatro o cinco muestras, bajo la forma de una especie de arena, en botellas de vino. El productor interviene entonces: 'Por el amor del cielo, y ¿qué es eso?' A lo que yo contesté: 'El uranio, que debe servir para fabricar una bomba atómica.' Él añade: '¿Qué bomba atómica?' Esto ocurría en 1944, un año antes de Hiroshima. De todo ello, yo no tenía más que una leve indicación, una débil pista. (...) El productor estaba escandalizado. Esta historia de la bomba atómica le parecía demasiado absurda para servir de base a una historia. Le dije: 'No es la base de la historia, no es más que el Mac Guffin', y entonces le expliqué lo que era el 'Mac Guffin' y la poca importancia que convenía darle. Finalmente le dije: 'Si no le gusta el uranio, partamos de diamantes industriales cuya necesidad se supone es vital para los alemanes; por ejemplo, para tallar instrumentos. (...)' 
   El hecho es que no conseguí convencer al productor, que terminó 'revendiéndonos' dos semanas después a la R.K.O.: Ingrid Bergman --Cary Grant, el guión-- Ben Hecht y yo, todo ello empaquetado. 
   Ahora conviene que le cuente el final de la historia del 'Mac Guffin-uranio', que sucede cuatro años después del estreno de Notorious. Viajo en el 'Queen Elizabeth' y me encuentro con un socio del productor Hal Wallis, un tipo que se llama Joseph Hazen. Me dijo: 'Siempre he querido preguntarle cómo se le ocurrió la idea de la bomba atómica un año antes de Hiroshima. Cuando nos ofrecieron el guión de Notorious, nos negamos a comprarlo pensando que era la cosa más idiota para servir de base a una película.' 
   Volvamos hacia atrás, de nuevo, pues debo contarle un episodio que sucedió antes del rodaje de Notorious. Ben Hecht y yo fuimos a la Escuela Politécnica de Pasadena, para entrevistarnos con el doctor Milliken, que en aquel entonces era el sabio más importante de América. (...) La primera pregunta que le hicimos fue la siguiente: 'Doctor Milliken, ¿cómo sería de grande una bomba atómica?' Nos miró detenidamente: '¿Quieren ustedes ser detenidos y quieren que me detengan a mí también?' Y, durante una hora, nos explicó hasta qué punto era imposible fabricar una bomba atómica y ésta fue su conclusión: 'Sólo con que se pudiera controlar el hidrógeno, sería ya algo.' Cuando nos marchamos, Milliken pensaba habernos convencido, pero supe luego que, después de esta visita, el F.B.I., me estuvo vigilando durante tres meses. 
   (...) Entonces yo le contesté (al señor Hazen): 'Esto demuestra hasta qué punto estaban equivocados al creer que el 'Mac Guffin' era importante. La historia de Notorious consistía simplemente en un hombre enamorado de una muchacha que, en el curso de una misión oficial, se ha acostado con otro hombre y se ha visto obligada a casarse con él. Esta era la historia. ¿Se da usted cuenta ahora del error que cometieron y que les ha hecho perder tanto dinero, pues la película, que había costado dos millones de dólares, ha conseguido ocho de beneficios limpios?'" (François Truffaut, op. cit.).

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11.  San Miguel de Excelsis, el santuario sobre la gruta

   Volvamos al último capítulo (la 'Conclusión') de 'Amaya': 

   "Teodosio de Goñi se reunió con su mujer, que había llevado vida no menos santa y admirable que la suya. (...) la hacienda de Goñi se acrecentó sobremanera. 
   Rico Teodosio, pudo emprender y llevar a cabo en breve tiempo la construcción de dos templos en honor de San Miguel Arcángel: el uno a corta distancia de su casa, en el hayedo donde se desprendió el primer eslabón de la cadena; el otro, en la cumbre del monte Aralar, en que la cadena cayó repentina y milagrosamente rota. 
   Aun subsiste esta pequeña iglesia tal como fué edificada por Teodosio; pero convertida hoy en capilla de la gran basílica que se construyó a principios del siglo XII, y encerrada en medio de ella, como el coro bajo de algunas catedrales. En el angosto y sencillo pórtico de esta primitiva ermita se ve también colgada, al cabo de once siglos, la cadena que ciñó por algunos años el cuerpo del venerable penitente." 

   Merece la pena que consultemos algunos libros para contrastar lo afirmado en este último párrafo. En 'Mitología Vasca', el padre José M. de Barandiaran, sacerdote y pionero de la paleontología y antropología vascas, hablando de Lur, el Genio de la Tierra, toca uno de los temas recurrentes en 'Amaya' el de la búsqueda de tesoros en cuevas (práctica que por lo que se ve continúa hoy día), y se refiere también a la transformación de grutas en ermitas: 

   "La Tierra contiene tesoros, según creencia muy extendida. Se señalan las montañas y las cuevas en las que está guardado un pellejo lleno de oro; pero las coordenadas del lugar exacto donde se halla tal depósito no se precisan nunca. ¡Cuántas veces los campesinos excavaron inútilmente en Urrezulo de Atáun, en la cueva de Mairulegorreta, en el alto de Maruelexa (Narvaniz) y en la cima de Larrune! Y en las cuevas de Balzola (Dima), de Iruaxpe (Goronaeta) y de Putterri! 
   El tesoro --campana de oro, devanadera de oro-- se halla en la sierra de Urbasa, en paraje donde diariamente pasan las ovejas. Casi a flor de tierra, la pezuña de la oveja que pace encima, lo toca y lo pondrá al descubierto en cualquier momento. 
   En Munoeta (...) había oro enterrado. Sobre él se hallaba una espada, pero ésta desapareció y el oro no puede ser localizado ahora. 
   Se halla igualmente un tesoro en el monte Larte, dando frente a la iglesia de Berástegui; en un sitio del monte Udalatx, sobre el cual caen derechos los rayos del sol a las 12 del día; en el monte Ereñusarre, en el de Goikogane (Arrancudiaga), en Igozmendi (Aulestia); en la colina de Iruña (despoblado romano); en la sierra de Aralar; en la montaña de Ariz (Leiza); en una cueva de las montañas de Oyarzun, de cuya boca se oye el canto del gallo del caserío Berdabio; en un paraje del monte Saibei, cerca de Urquiola, de donde se ve la luz de la lámpara del santuario, etc... 
   La codicia de quienes desean hacerse ricos desenterrando tales tesoros no logra sus designios. Se trata de un Tabú cuya observancia es obligada por el genio de la Tierra, como ocurrió en los montes de Irukutzeta y de Auza y en los campos de Arranzelai (Echalar). 
   Al genio de la Tierra se dirigían, sin duda, las preces de muchos devotos que antiguamente depositaban sus ofrendas (monedas, principalmente) en las cavernas con objeto de lograr de aquél algunos favores. Y con este culto estuvieron, al parecer, relacionados en su origen algunas ermitas erigidas en cuevas o algunas cuevas convertidas en ermitas, así como la práctica de recitar oraciones en la entrada de algunos antros del país. En el Santuario de San Miguel de Aralar, a la derecha del altar, existe un hueco que, según es fama, comunica con la sima sobre la cual está construída aquella iglesia. Los peregrinos introducen allí la cabeza mientras recitan un Credo. Dícese que esto los preserva de males de cabeza." (J. M. de Barandiaran, "Mitología Vasca").  

   En 'El arte románico en Navarra' (1936), D. Tomás de Biurrun y Sotil, "doctor en Sagrada Teología y cura párroco de Peralta", preguntándose si existe arte prerrománico en Navarra, desmiente a Madrazo y otros estudiosos anteriores, que creen distinguir restos carolingios en los muros de San Miguel de Aralar, fechables en siglo tan temprano como el IX: 

   "(...) se ha pretendido añadir la iglesia interior de San Miguel de Excelsis, a los edificios latino-bizantinos o visigóticos, y un tiempo anterior al arte románico que campea en la iglesia de tres naves del Santuario, construída en el siglo XI. Es igualmente inexacto; aquella especie de 'cella' o Sancta Santorum, encerrada como reliquia en su relicario, en el templo construído en tiempo del rey de Navarra y de Aragón D. Pedro Sánchez, es otro edificio románico en un siglo posterior a la iglesia costeada por este monarca. Hubiera sido de extraordinario interés el poder contemplar la iglesia primitiva levantada en los tiempos a que se remonta la tradición acerca del caballero D. Teodosio de Goñi, pero esta iglesia, sencilla y pequeña, desapareció con el transcurso del tiempo, y en su lugar se levantó la que hoy contemplamos, obra de hacia 1200, de puro sabor románico, en sus puertas, bóveda y exterior, y testimonio fehaciente de que antes hubo allí otra iglesia, conmemorando el suceso acaecido, y que hubo de ser reemplazada, cuando lo deleznable de su construcción, la hizo inservible para el culto." 

   Más adelante, Biurrun se centra en analizar esta pequeña iglesia construída en el interior de la gran iglesia de tres naves "como reliquia en su relicario", y que se supone sustituye a la que edificó Teodosio de Goñi sobre su gruta: 

   "La forma rectangular, (...) y una puerta rústica y sin carácter en la parte meridional, dió margen durante mucho tiempo, a la creencia de que se trataba de un templo visigótico de principios del siglo IX, el mismo que levantó D. Teodosio, bien sea por mandato del Romano Pontífice o bien por indicación del Arcangel protector. No son bastantes esos títulos para atribuirle estilo y procedencia visigótica. El conjunto del edificio acusa otro estilo, pero no por eso pierde fundamento la interesante tradición del Caballero de Goñi; antes bien, la existencia de este templo la robustece y avalora. Es una curiosa iglesita o capilla, colocada allí a manera de Sancta Santorum, indicando existir en aquel paraje alguna cosa digna de especial mención. 
   (...) la iglesia subsistente en nuestros días es una construcción de estilo románico, y cuando este se hallaba en todo su desarrollo y madurez de fines del siglo XII. (...) tanta identidad ofrece con la de Zamarce, que no sería ligereza sostener la afirmación de que fueron los mismos, y en una misma época los constructores de la una y de la otra. (...) 
   ¿Parecerá anacronismo la existencia de una iglesia de fines del siglo XII dentro de otra construída un siglo antes? En manera alguna; en su interior se abre la cueva donde se guarecía y donde salió el espantoso dragón causa ocasional del prodigio obrado por el cielo en D. Teodosio de Goñi. 
   En su interior se ha conservado siempre la veneranda imagen del glorioso San Miguel. En su ingreso se hallan pendientes las enigmáticas cadenas, de indiscutible autenticidad, y una vetusta y pesada cruz, que bien pudiera ser reproducción exacta de la que llevó D. Teodosio sobre sus hombros en los siete años de áspera penitencia. (...) Lejos de ser un anacronismo o contrasentido la existencia de esta capilla dentro de la otra, es la demostración más elocuente del suceso providencial, y confirma una sólida tradición, que jamás se ha interrumpido. 
   Edificar una iglesia dentro de otra en forma tan desusada, perjudicando tanto a la vista y a la capacidad del templo, solo puede atribuirse a la obligación en que se veían los reyes, los monjes y los devotos de San Miguel, de respetar siempre la iglesia que D. Teodosio erigió cumpliendo el mandato que le impusiera, bien el Romano Pontífice, o bien el Príncipe de los Angeles buenos. Allí debió permanecer desde el siglo VIII, rústica y sencilla, quizás, como la de Aguiri; allí se conservó después de la edificación de fines del siglo XI; y, bien sea por sus deterioros, inherentes e inevitables, o ya por dotarla de una decoración más artística, la reemplazaron por la actual un siglo después de consagrada la mayor que, como el relicario o joyero, fué destinada a guardar la joya del venerable D. Teodosio, no sometida a ampliaciones ni reformas sustanciales." (D. Tomás de Biurrun y Sotil, "El arte románico en Navarra") 
  
   Curioso texto, en el que pese al aparente rigor científico del autor, se mezclan argumentaciones de tipo teológico, donde en ningún momento se pone en duda la autenticidad de la aparición de un espantoso dragón y un salvador arcángel. 
   Veamos otro libro que estudia el arte románico en Navarra ("Navarra románica", de ediciones Zodiaque), aunque en este caso se centra en la mayor joya románica de Aralar: el maravilloso frontal de esmaltes que se exhibe en el altar mayor, robado en 1979 y posteriormente recuperado casi intacto. Sobre la iglesia dice lo siguiente: 

   "El templo de San Miguel in excelsis sin ser, al menos en su estado actual, de gran calidad artística, encierra muy curiosos problemas arqueológicos. (...) 
   En el interior de esta iglesia se señalan dos detalles notables. El primero es la presencia de un pórtico o nártex al pie del templo (...). El segundo es la existencia de un pequeño santuario interior, con su cubierta de dos aguas, situado en el tercer tramo de la nave central. Está construido encima de la gruta que recoge la primitiva tradición de San Miguel de Aralar. Este pequeño edificio parece de fecha posterior a la iglesia. (...) se le puede atribuir una antigüedad de fines del siglo XII." 

   También este tratado, más actual y se supone por ello más exacto, menciona la famosa gruta de Teodosio. Pero, ¿quién ha visto esa gruta? ¿Se halla realmente debajo de la iglesia? 
   La "Gran Enciclopedia Navarra" no añade información sobre esta enigmática capilla, ya que parece basarse en el mismo texto: 

   "(...) es sobresaliente la existencia de un pequeño santuario interior de planta rectangular, con cubierta a dos aguas, situado en el tercer tramo de la nave central. Se levanta sobre la gruta en la que según la tradición, se apareció San Miguel. Su cronología es posterior a la del templo, y atendiendo a la decoración (...), puede ser fechado a finales del siglo XII." 

   Pero sí aporta un dato significativo: 

   "El 'Libro de los milagros' recoge la leyenda del noble García Arnaut, penitente solitario fundador del primer templo en tiempo de Sancho Ramírez, y del dragón que habitaba en una sima próxima, alimentándose con animales y hombres. Estos y otros elementos contribuirán a recrear el relato de la aparición del Arcángel a Teodosio de Goñi, parricida y penitente." (Mercedes Jover Hernando).  

   Más explícito es el "Catálogo Monumental de Navarra": 

  "Este santuario, situado en lo alto 'in excelsis' del monte Aralar, término de Huarte Araquil, tiene sus orígenes envueltos en leyendas y tradiciones mas, en contrapartida, los datos históricos conocidos, son más bien escasos y de difícil interpretación. (...) sería Íñiguez Almech quien, después de una restauración, reconociera restos prerrománicos, carolingios, en la parte inferior del ábside mayor y ventanas de herradura del mismo. Estos problemáticos hallazgos le hicieron pensar en un origen remoto del santuario, que fija en el siglo IX. No obstante la primera mención documental de San Miguel de Excelsis no aparece hasta 1032, año en el que Sancho el Mayor otorga el tercer privilegio en el que se delimita la diócesis de Pamplona. (...) 
   La leyenda se mezcla con la historia en San Miguel de Aralar. La leyenda de Teodosio de Goñi es semejante a la de San Julián el hospitalario que corrió por tierras navarras del camino de Santiago y sus orígenes se han situado a fines de la Edad Media o comienzos de la Moderna. El Padre Burgui (1774) se hizo eco de ella y contribuyó en buena medida a su difusión y finalmente la novela histórica de 'Amaya o los vascos en el siglo VIII' de Navarro Villoslada la popularizó en nuestros días. Cuenta la leyenda que don Teodosio, caballero del pueblo de Goñi, abandonó su casa en tiempos de Witiza para guerrear contra los godos y en el camino se encontró con un ermitaño, que algunos han identificado con el diablo, que le informó sobre la falsa infidelidad de su esposa. Regresó precipitadamente a su casa y confundido, mató a sus propios padres en el lecho. Al reconocer su error, el obispo de Pamplona le mandó a Roma para que fuera el Papa quien le impusiera la pena que consistió en hacer penitencia de vida solitaria con una cadena de hierro atada a la cintura hasta que ésta se rompiese en cuyo lugar debería levantar un templo dedicado a San Miguel. Pasados siete años, hallándose junto a una cueva en el monte Aralar, salió de aquélla un dragón amenazante que fue abatido por San Miguel que apareció llevando la cruz sobre la cabeza según la iconografía propia de Aralar. En aquel instante se le cayeron las cadenas y don Teodosio erigió el templo cumpliendo así el mandato del Papa. (...) 
   Los orígenes del santuario de San Miguel de Aralar son probablemente muy antiguos en consonancia con otros santuarios en alto dedicados al arcángel a raíz de la aparición de San Miguel en el monte Gárgano (Manfredonia) en el siglo IV. Carlomagno impulsó su culto considerándolo patrón y jefe del imperio de las Galias. Sustituyó así a otros cultos paganos como el del dios Wotan cuyos atributos guerreros lo asemejan a San Miguel, o Mercurio, divinidad también asociada a las alturas. Su culto fue también impulsado por los visigodos recientemente convertidos al catolicismo. Como arcángel guerrero fue venerado por los cristianos resistentes a la Reconquista. Famosos son los templos dedicados al arcángel como San Miguel de Lillo, San Miguel de Escalada, San Miguel de Cuxá y San Miguel de Pedroso (759). En Navarra, San Miguel de Villatuerta (S. X) y San Miguel de Izaga se cuentan entre los templos más antiguos. 
   Con todo resulta problemático reconocer en el edificio actual los restos prerrománicos que han sido señalados por Íñiguez y que formarían parte de una iglesia carolingia del siglo IX." ("Catálogo Monumental de Navarra".Tomo V: Merindad de Pamplona) 

   También debe de resultar difícil encontrar la famosa gruta, de la que no aparece el menor trazo ni indicación en plano alguno del santuario, ni siquiera en el más antiguo que se conserva, el del padre Burgui (1774), fielmente diseñado por el arquitecto pamplonés Silvestre Soria. 
   Queda claro, al final, que nada queda claro. Dejemos por ello el paradero de la caverna de Teodosio sumido en el misterio, perdido en las brumas de la leyenda, pues al fin y al cabo no ha sido más que el Mac Guffin, el pretexto para el texto, el secreto inaprensible que nos ha conducido en busca de cuevas y de tesoros por las fragosas montañas de Aralar, y que nos ha hecho conocer por añadidura la trágica vida de Teodosio de Goñi. La meta era quimérica, el secreto seguirá siendo secreto, pero el viaje habrá merecido la pena.

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12.  Amaya (o 'el fin')

   La novela 'Amaya o los vascos en el siglo VIII' concluye definitivamente con los siguientes párrafos: 

   "Cuidando del templo, y de los piadosos y peregrinos que acudían a venerar el sitio y los instrumentos del milagro, Teodosio y Constanza, después de haber hecho votos monásticos, vivieron largo tiempo. 
   De los demás personajes de nuestra historia poco nos resta ya que decir. De muy avanzada edad murió Teodomiro, sucediéndole por elección, en el reino de Aurariola, el opulento y pródigo magnate Atanagildo. También a Pelayo sucedió su hijo Favila en Asturias, e Iñigo García Arista a su padre García Jiménez en el reino de Vasconia. 
   No tuvo este nombre en los principios. Dedúcese de algunas palabras del libro de los Fueros que se llamaba reyno de España. Igual denominación debió de tener el de Pelayo, como en señal de que entrambos iban encaminados a la unidad católica, pensamiento dominante, espíritu vivificador y sello perpetuamente característico de la monarquía española." 

   Así se escribe la historia. O al menos así se escribían algunas novelas 'históricas' hace ciento y pico años. Pero la práctica de reinventarse los hechos históricos a conveniencia y mezclarlos alegremente con doctrinas religiosas, mitos y leyendas, con la excusa de la 'novela histórica', tuvo seguidores en las postrimerías del siglo XIX, con el auge de los nacionalismos. 
   Ejemplo significativo es el de Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista Vasco, quien, según el historiador García de Cortázar, 

   "en 1892 publicaba su primera e inequívoca obra Bizcaya por su independencia, pequeño libro-manifiesto con el relato legendario de cuatro victorias de los vizcaínos sobre los invasores castellanos a lo largo del medievo. Los antepasados habían cumplido con sus deberes nacionales hasta morir (y sobre todo matar) por la patria mientras que los vizcaínos de finales de siglo faltaban vergonzosamente a ellos. Arana cree con fe ciega en lo que escribe y no juzga necesario verificar documentalmente los episodios descritos, a pesar de lo difícil que resulta exhumar conflicto alguno entre vascos y castellanos, dada la colaboración de ambos grupos en el desarrollo histórico de Castilla." (Fernando García de Cortázar, 'El inventor de un mito', cuadernillo 'Documentos. Sabino Arana 1865 / 1903' en 'El Mundo', 25 noviembre 2003). 

   Para responder a este tipo de objeciones los defensores del nacionalismo suelen alegar que es necesario 'contextualizar' a sus autores, cuyas ideas ya superadas serían producto de la época. Ocurre que estos ideólogos, por uno de esos típicos deslizamientos semánticos provocados por el double-speak, el 'doble lenguaje' orwelliano característico de la política, confunden con demasiada frecuencia 'contextualizar' con 'justificar'. 
   Pero sigamos su consejo. 'Contextualicemos' a Navarro Villoslada, es decir, situémoslo en su contexto. Y en el contexto del año 1877 en que publicó 'Amaya', si nos restringimos a los ámbitos artísticos y literarios, podemos constatar, por poner un ejemplo, que Benito Pérez Galdós había ya comenzado a dar a luz sus 'Episodios Nacionales' (cuya primera serie abordaba la historia de España durante las invasiones napoleónicas, un periodo mal estudiado por los historiadores españoles, pero que Galdós consideraba explicativo de la situación de España en la década de 1870). El enfoque liberal de Galdós, que denunció a lo largo de su vida y obra la hipocresía del poderoso y ubicuo clero hispano, contrasta vivamente con el clericalismo a ultranza de su coetáneo colega Navarro. Y se trata del mismo contexto. ¿O no? 
   En la literatura española de aquel siglo ya había habido un Larra. Pero si ampliamos el 'contexto' más allá de los Pirineos, nos encontraremos con que hacia 1877 habían fallecido hacía poco en la vecina Francia Dumas padre y Baudelaire, que Verlaine y Rimbaud andaban haciendo de las suyas, que un anciano Victor Hugo todavía vivía y estaba activo. Las comparaciones son odiosas, pero nos salen al paso si examinamos la época. 
   Si nos vamos hasta Alemania, surge un paralelismo curioso con algunos temas de 'Amaya' en el mundo de la música: el de Richard Wagner, gran impulsor del nacionalismo alemán, que acababa de rematar tras veinte años de trabajo su tetralogía operística "El anillo de los nibelungos", monumental obra de catorce o quince horas de duración, que trata del robo y recuperación del 'oro del Rin' y donde tanto relieve adquiere el mundo subterráneo en el que los nibelungos forjan las armas de los dioses germanos, y donde dragones, valquirias y gigantes campan por sus respetos. En la tercera parte de la tetralogía, es estremecedor el momento del despertar del dragón Fafner en su cueva al oír los acordes del cuerno tocado por Sigfrido, poco antes de que ambos se enzarcen en feroz combate y Sigfrido clave su espada y dé muerte al monstruo. La potencia dramática del episodio deja pálido por comparación el relato del choque entre San Miguel y el dragón en la que debería ser escena cumbre de 'Amaya', para el que constituiría, por cierto, una buena música de fondo. 
   Por seguir con más ejemplos de la cultura alemana, tenemos por aquellos años a un Nietzsche, gran admirador y amigo de Wagner, y más tarde su detractor al considerar que con 'Parsifal' había caído en las trampas de la moral convencional cristiana. Contumaz desenmascarador de las imposturas que se esconden bajo la capa superficial de la compasión, el sacrificio y los 'buenos sentimientos' del cristianismo europeo, no podemos imaginar qué hubiera dicho o hecho (si no es carcajearse) de haber tenido la ocasión y la paciencia de leer 'Amaya'. 
   Pudiera parecer injusto juzgar críticamente textos de fines del siglo XIX con una visión del siglo XXI, pero esa visión es la única que tenemos y podemos tener. Nuestra perspectiva es desde aquí y ahora: hemos perdido la inocencia, y no podemos ya ser tan ingenuos como para tragar sin rechistar tanta doctrina camuflada, tanta ñoñería curil. Tampoco podemos achacar a los excesos del romanticismo la inverosimilitud y endeblez argumental de las peripecias narradas en 'Amaya', pues la novela ni siquiera es romántica, sino más bien tardorromántica. Un mamotreto decimonónico, que despide fuerte olor a sotana y sacristía, que estaba ya apolillado desde la hora de su nacimiento. 
   La mayoría de sus personajes son de cartón-piedra. Entran y salen en escena como por los foros y forillos de un escenario teatral; más que dialogar, declaman. Tal como los describe la novela, no podemos visualizarlos mentalmente sino como hombretones corpulentos y greñudos, de mirada feroz, con pobladas barbas y espesas cejas postizas, y a las mujeres, frágiles y con melindres de delicada doncella, al igual que si fuesen actores de una película de antes del cine sonoro (Orson Welles afirmaba que todo el cine mudo se basaba, en su estilo, lenguaje narrativo y puesta en escena, en el teatro del siglo XIX). 
   El único personaje que no nos parece tan acartonado, tan de una pieza, es precisamente el de Teodosio de Goñi, héroe contradictorio y movido por las pasiones, que encierra un doctor Jekyll y un mister Hyde en sus entrañas, y que rompe un poco con el maniqueísmo de la novela, pues perteneciendo al bando de los 'buenos' (los vascones), termina por ser el que comete más atrocidades. Las páginas que se centran en sus andanzas nos parecen hoy las menos aburridas de la novela, y por eso las hemos sacado aquí a colación. Salvamos también de la quema las vívidas descripciones de las montañas, los bosques y las cuevas que Navarro Villoslada intercala en la narración, y que evocan perfectamente los paisajes de Navarra y del País Vasco. 
   Han sido unos pocos ejemplos tomados a botepronto, pero que nos hacen pensar que el contexto no es tan determinante en la ideología que transpira cualquier obra literaria. Un autor es fruto de su época, pero también de su propia voluntad, de la elección que haga entre las distintas opciones que le ofrece esa misma época. En España se habían dado ya a fines del siglo XIX tres guerras carlistas; había conservadores y había liberales; había también, con las debidas excepciones, un atraso secular con respecto a las ideas renovadoras europeas traídas por la Ilustración y la Revolución Francesa. 
   Semejante contexto no impidió que a los pocos años aparecieran nuevas mentes y nuevas voces que iban a denunciar ese atraso, y a proponer una regeneración de los más diversos ámbitos de la sociedad española, una renovación profunda de las costumbres y los modos de pensar, desde la enseñanza a la política, desde la filosofía a la literatura y las artes. Hablamos de un Unamuno, que profundizó en las esencias del cristianismo y las transcendió con sus dudas hasta el punto de que alguna de sus obras fue incluída por la Iglesia católica en el Índice de los Libros Prohibidos. Hablamos de un Pío Baroja, buen conocedor de la historia del siglo XIX, que desde su insobornable actitud ácrata y sin pelos en la lengua, no dejó títere con cabeza en sus críticas a políticos, militares, caciques, curas y prohombres de aquella rancia España finisecular. Podríamos seguir mencionando a Pérez de Ayala, Ortega, Azorín... pero basten los dos escritores vascos citados, por circunscribirnos estrictamente al entorno geográfico en el que nació 'Amaya', para sugerir que dentro de un mismo contexto nada está predeterminado y que puede darse entre sus protagonistas, en igualdad de circunstancias, la más antitética pluralidad de visiones. 
   Si la labor desmitificadora de un Pío Baroja tuvo continuidad, en el campo del ensayo, por parte de su sobrino Julio Caro Baroja y otros muchos estudiosos, etnólogos, antropólogos e historiadores de altura, tal labor no parece haber tenido un paralelo entre los sectores más reaccionarios del nacionalismo vasco (los de 'derechas' y los auto-etiquetados de 'izquierdas'), que se diría siguen mamando para conformar sus ideas de los mitos y patrañas de una pseudo-historia distorsionada e idealizada a la propia medida, y que proviene precisamente de esta época, fines del XIX, en que estaban tomando fuerza los nacionalismos europeos, impregnado todo ello de los más rancios dogmas del nacional-catolicismo. De aquellos polvos, vienen estos lodos, y así hoy día, en el País Vasco, y dentro del analfabetismo militante que tenemos que padecer los ciudadanos, hemos podido ver cómo, por ejemplo, se decapita la estatua de Unamuno en Bilbao para arrojar su cabeza al río, y cómo el PNV erige solemnemente una estatua a Sabino Arana, personaje ultracatólico y lleno de prejuicios étnicos, cuyos escritos racistas son impresentables. Consuela al menos saber que éstas no son más que meras anécdotas y que no es esto lo peor que nos puede pasar. 

Indice

 

 

Amaya o las cuevas en el siglo XIX

Bibliografía consultada: 

- Barandiaran, José M. de. Mitología Vasca (Ediciones Minotauro, Madrid, 1960) 
- Biurrun y Sotil, D. Tomás. El arte románico en Navarra, o las órdenes monacales, sistemas constructivos y monumentos cluniacenses, sanjuanistas, agustinianos, cistercienses y templarios (Editorial Aramburu, Pamplona, 1936) 
- Cháfer Reig, Gonfran. Tipología del Arte Prehistórico en Navarra (Trabajos de arqueología navarra / 12. Años 1995-1996. Gobierno de Navarra. Departamento de Educación y Cultura. Pamplona, 1995-96). 
- Lojendio, Luis María de. Navarra. Volumen 7 de la serie La España Románica (Ediciones Encuentro, 1989) 
- Navarro Villoslada, Francisco. Amaya o los vascos en el siglo VIII (Obras completas, Ediciones Fax, Madrid, 1947) 
- V.V.A.A. Catálogo espeleológico de Navarra. Trabajos del Grupo de la 'Institución Príncipe de Viana', 1953-1979. (Diputación Foral de Navarra. Institución Príncipe de Viana. Pamplona, 1980) 
- V.V.A.A. Catálogo Monumental de Navarra. Tomo V: Merindad de Pamplona. Adiós-Huarte Araquil (Gobierno de Navarra, Departamento de Educación y Cultura Institución Príncipe de Viana. Arzobispado de Pamplona. Universidad de Navarra. 1994) 
- V.V.A.A. El Mundo Subterráneo en Euskal Herria. Geografía del karst. Cultura. Criptopaisajes (Editor: Txomin Ugalde, Editorial Ostoa, S.A., Lasarte-Oria, 1997)

 

 

FotoCDA3

Paisajes de las cavernas (3)
Exposición colectiva

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Fotografías: 
© Luis Moreno 
© Fidel Moreno 
© Agustín Gil
© Eneko Pastor
Realizadas en diversas cuevas de Navarra, Álava, Lapurdi, Soria y Marruecos