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Marrakesh. La puerta al corazón del Magreb

Marrakesh. Breve historia


Cronología de las dinastías reales del Magreb occidental
   
Periodo idrisí:  789 - 926 d C
Periodo rustamí:  777 - 909
Periodo almorávide:  1056 - 1147
Periodo almohade:  1130 - 1269
Periodo meriní:  1196 - 1465
Periodo wattasida:  1472 - 1554
Periodo saadiano:  1511 - 1659
Periodo alauita:  1631 - presente
   

   En el extremo occidental del mundo islámico, las poblaciones Lamtunah de los bereberes nómadas Sanhajah –los 'hombres velados' de Mauritania y Senegal–, movidos por las predicaciones de Abdalah ibn-Yasin, un legislador sunní maliki (que se basaba en la doctrina del maestro Malik ibn Anas), se adhirieron a su reforma religiosa y lucharon por su implantación. Hacia 1058 atacaron el reino negro de Ghana, al sur del Sahara, y entre 1054 y 1059 conquistaron la parte meridional de Marruecos, donde establecieron una nueva capital, Marrakesh (Marrakush, en bereber literalmente 'márchate rápido'), como base de operaciones para su futura expansión.

   Se llamaban a sí mismos al-Murabitun, es decir, 'la gente del ribat' (ribat = fortaleza de monjes-soldados en un puesto fronterizo), de donde derivó la palabra española 'almorávides'.
   Marrakesh fue fundada en 1062 por Yusuf ibn Tashfin, un gran líder almorávide que en los treinta años siguientes se apoderó del norte de Marruecos y extendió su dominio hasta Argel. La ciudad permaneció como capital del imperio hasta 1147. Los almorávides impusieron su estricto sunnismo militante a los nativos del Magreb occidental, que habían seguido en su mayoría el kharijismo, el chiísmo, u otras herejías específicamente bereberes preexistentes en la región. El emir almorávide declaraba reinar en nombre del califa abbasí de Bagdad.
   En 1086 Ibn Tashfin invadió con tropas bereberes la España musulmana para apoyar a los reinos de taifas, que habían caído en la anarquía tras el hundimiento del califato de Córdoba y eran incapaces de resistir por sí mismos a la ofensiva de los cristianos comandados por el rey castellano Alfonso VI. En España los almorávides descubrieron los restos de una antigua y refinada civilización musulmana, heredada de los omeyas, que les sedujo por su lujo y esplendor. De allí importaron administradores, arquitectos, eruditos y músicos andalusíes a Marruecos.
Marrakesh  
   Hacia 1117, el bereber Ibn Tumart, fundador del movimiento almohade, volviendo de una larga estancia en Oriente, viajó al sur de Marruecos, su país natal. Imbuido de fervor religioso, anunciaba un doble mensaje: la estricta adhesión a la doctrina de la unicidad de Dios (de ahí su nombre de almohades o al-Muwahhidun, 'unitarios') y una escrupulosa observación de la ley islámica. Abd al-Mumin escuchó las prédicas de Ibn Tumart y se convirtió en su más ferviente discípulo. Ibn Tumart y al-Mumin encontraron sus seguidores en las montañas del Alto Atlas, no lejos de Marrakesh, donde fundaron un pequeño estado almohade centrado en el pueblo de Tinmal. Todavía hoy se pueden ver en este agreste lugar las ruinas de la espléndida mezquita que construyeron los almohades en 1153, donde se halla enterrado el santo fundador.
   Proclamado al-Mumin el sucesor de Ibn Tumart, emprendió la guerra contra los almorávides. Reclutó sus tropas entre los habitantes de las montañas del Atlas y el Rif y en 1147 atacó Marrakesh, masacrando a sus habitantes almorávides. Destruyó el palacio y las mezquitas, que según el credo almohade habían sido construidas por seguidores de la herejía malikista, pero mantuvo Marrakesh como capital de su nuevo reino, que a los pocos años se expandió por Argelia, Tunicia, Libia y Al-Andalus. Abd al-Mumin llegó así a ser el califa almohade más influyente, forjador de un imperio islámico que incluía buena parte de España y del norte de Africa, y que constituyó el apogeo del islam bereber.
   Bajo sus sucesores Abu Yaqub Yusuf (1163-84) y Yaqub al-Mansur (1184-99), el imperio almohade se afianzó, logrando perdurar más de medio siglo. Marrakesh prosperó en esta época de un modo excepcional: su recinto urbano creció con nuevos barrios y la kasba fue fortificada.
   Personalidad destacada de esta época es el cordobés Averroes (Ibn Rushd, 1126-1198), que llegó a ejercer de físico de corte al servicio de los califas almohades de Marrakesh.
   La derrota frente a los cristianos españoles en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) marcó el principio del fin de la hegemonía almohade, que empezó a declinar hasta su desintegración.
  
   Hacia 1268 la dinastía bereber de los Banu Marin (llamados también benimerines, meriníes o merínidas) se hizo con el poder tras derrotar a los almohades, y su imperio, con capital en Fez, se extendió por gran parte del Magreb, abarcando por el este Argelia y parte de Tunicia. En 1269 tomó posesión de Marrakesh, iniciándose un periodo de luchas internas y de retroceso en el esplendor de la ciudad, que nunca llegó, sin embargo, a extinguirse. Con el fin de controlar el tráfico comercial del estrecho de Gibraltar, los meriníes declararon la guerra santa a los cristianos y ocuparon las ciudades de Rota, Algeciras, Gibraltar y Tarifa. También ejercieron a partir de 1275 una marcada influencia en la política del Reino de Granada, adonde enviaron grandes contingentes de tropas.
   De 1428 a 1459, los sultanes meriníes de Marruecos fueron cayendo bajo la protección de un linaje de visires (los Banu Wattas o wattasidas) que finalmente los reemplazaron en el poder en 1472. Esta nueva dinastía, débil desde sus comienzos, era obedecida solo en partes del Marruecos septentrional. Fue ésta la época en que se dieron las primeras incursiones de los portugueses contra las costas marroquíes.
   Posteriormente, en los siglos XVI y XVII, Marrakesh fue controlada por los saadíes o saadianos (de Bani Zaydan), un clan procedente del valle del Draa que afirmaba descender del profeta Mahoma por la línea de Alí y Fátima, bajo los cuales se produjo un renacimiento artístico y la ciudad fue continuamente restaurada y embellecida. El sultán Ahmed al-Mansur (que reinó de 1578 a 1603, apodado 'el Dorado' por sus fabulosas riquezas) se hizo construir un suntuoso palacio en la ciudad, el Bedi, donde recibía a los embajadores europeos con pomposa parafernalia. Los cronistas de la época aseguran que este palacio era la maravilla del mundo musulmán. Al-Mansur dotó también a la ciudad de nuevas mezquitas, madrasas y fuentes. Tras su muerte, el sultanato saadiano entró en decadencia.
   Una nueva dinastía sharifiana (de sharif = persona noble o ilustre) puso fin a la fragmentación anárquica de las tierras marroquíes y las sometió a una sola autoridad: la de los Alawi o alauitas, clan procedente del valle del Tafilalt. Mulay ar-Rashid doblegó a las diferentes tribus locales que se disputaban los territorios y restableció la unidad política del país. Su hermano y sucesor Mulay Ismail se impuso en el poder por la fuerza, demolió el palacio del Bedi y trasladó la capital a Mequínez (Meknes), donde mandó erigir inmensos palacios para disfrute de su corte.
   Bajo esta dinastía, Marrakesh fue dotada con nuevas mezquitas, madrasas y residencias señoriales, perfectamente integradas en el viejo trazado urbano de la ciudad. A fines del XIX, el sultán Mulay Hassan fija aquí su residencia, y bajo su reino y el de su hijo Mulay Abdelaziz se construyen lujosos palacios, como Dar Si Said (hoy Museo de las Artes Marroquíes) y la Bahia.
   Hoy en día los alauitas siguen siendo la dinastía regente en Marruecos, y su sultán ostenta el título de 'Comendador de los Creyentes', con lo que reúne en su persona el poder político y el poder religioso del país.
   La Ciudad Nueva de Marrakesh, conocida como Gueliz, se planificó durante el Protectorado francés (1912-1956). Los urbanistas franceses decidieron con acierto construirla apartada al oeste de la ciudad antigua, que quedó así prácticamente intocada.

 

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FotoCD90 
   
Marrakesh
La puerta al corazón del Magreb

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Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Marrakesh (Marruecos)

   


 

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