Exposiciones fotográficas

Marrakesh. La puerta al corazón del Magreb

La ciudad roja

 

   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...
   (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)


   Vi una ciudad roja encerrada en una muralla roja rodeada del verde oscuro de un palmeral. Las nieves del Atlas levantaban otra muralla, allá en el horizonte.
   Mis ojos se adentraron en sus calles, que eran mercados, a veces oscuros, a veces de un sol cegador, y vagaron en un laberinto de luces y colores que parecía no tener salida ni principio ni fin. Que se desdoblaba y ramificaba en pasadizos entre tinajas de barro y calderos de cobre, entre alfombras voladoras y joyas bereberes, artículos de brujería e instrumentos musicales, talleres de carpinteros y fábricas de antigüedades.
   Vi Marrakesh, la fabulosa Marrakesh, medina viva del medievo islámico, puerta a las rutas del Sahara, exótica joya del oriente engarzada en el occidente.

 

   Marrakesh es la mayor ciudad del sur de Marruecos y la tercera más poblada del país, después de Casablanca y Rabat.   Cronológicamente es la segunda ciudad imperial de Marruecos (siendo Fez la primera, y las posteriores Rabat y Mequínez), al haber sido sede central de un reino que, en el siglo XI, dominó gran parte del Magreb y el sur de España.
   Del término 'Marrakesh' (también escrito Marrakech) derivan los topónimos con que se conoce al país (cuyo nombre oficial es 'Al-Magreb') en los distintos idiomas europeos: Marruecos, Maroc, Morocco...
   La ciudad de Marrakesh se asienta en la zona media de la fértil llanura de Hauz, al sur del ued Tensift. Encrucijada de caminos, comunica el norte y la costa con las montañas del Atlas y el Sahara. De Marrakesh parte la única carretera que atraviesa el Alto Atlas para conectar con el valle del Draa. Otra ruta lleva directa al valle del Sus y al Anti Atlas. Essaouira, la antigua Mogador, en la costa atlántica, está a solo 170 km.
Marrakesh   A Marrakesh acuden con regularidad los habitantes de todo el sur de Marruecos. Los campesinos llevan sus verduras, frutas y hierbas raras a vender en los zocos. Los artesanos traen tejidos hechos a mano y cacharros de alfarería para la venta ambulante. Con los residentes se mezcla una población flotante de gentes venidas del Atlas, del Anti Atlas, del valle del Sus, del Sahara, convirtiendo a Marrakesh en un activo nudo de intercambios comerciales.
   Los primeros aromas del Sahara nos llegan cuando avistamos el tupido palmeral que ciñe con su verde cinturón la muralla que rodea la medina antigua de Marrakesh. Sus cien mil palmeras no son autóctonas: las plantaron los almorávides cuando hicieron de Marrakesh su capital. En el horizonte se yergue el murallón de la cordillera del Alto Atlas, con sus montañas de 3.000 y 4.000 m de altura, la mayor parte del año nevadas. Resulta sumamente sugestivo el contraste entre las palmeras que vemos en primer término y la nieve de los escarpados picos que se dibujan en el telón de fondo. Los dromedarios que merodean por Bab Jdid, una de las puertas de la muralla, acentúan la discordancia.
   Las murallas almenadas de Marrakesh, construidas en 1126, reforzadas cada cierto tramo con robustos torreones cuadrados y perforadas por diecinueve puertas monumentales, rodean por completo la medina antigua, alcanzando los 10 kilómetros de perímetro. Con una extensión de 700 hectáreas, la medina de Marrakesh es llamada la 'ciudad roja' por el color predominante con que están enlucidos sus edificios y murallas de adobe (foto02). Quienes contemplen esta exposición de fotos podrán confirmar con sus propios ojos lo apropiado del epíteto.
  
   El corazón de Marrakesh es la célebre plaza de Jmaa el-Fna, un pintoresco mercado al aire libre que va cambiando de fisonomía conforme transcurren las horas del día (foto01). A su lado este se levanta la mezquita Kutubia, del siglo XII, cuyo minarete de 69 m de alto (foto63), construido por cautivos españoles capturados por los almohades, rivaliza en majestuosidad con la Giralda de Sevilla.
   Desde la plaza se penetra en los zocos de la ciudad, un abigarrado mundo de extraños olores y vivos colores, un dédalo de pasadizos llenos de quiebros, revueltas y oscuros recovecos, donde se exponen 'pour le plaisir des yeux' todos los artículos que una persona puede necesitar en su vida cotidiana, más algunos que ni se imagina.
   La medina de Marrakesh esconde también en lo profundo de su laberinto verdaderas obras maestras de la arquitectura arábigo-andalusí. Citemos la magnífica madrasa de Ben Yussef, que aunque de época saadiana (siglo XVI) se inspira para su decoración en los inigualables logros que alcanzaron las madrasas meriníes de Fez. Citemos también las tumbas saadianas, auténticas obras maestras de la ornamentación hispano-morisca.
   Las ruinas del gran palacio del Bedi son hoy el marco del Festival Nacional de las Artes Populares de Marrakesh, que se celebra todos los años durante dos semanas de julio. Las danzas y cánticos representados, los instrumentos musicales que se tocan, los atuendos, joyas y maquillajes de los participantes, son los mismos que se utilizan en las festividades religiosas o familiares de los pueblos rurales del Magreb.
   El mausoleo Sa'di (siglo XVI), el palacio Dar el-Beida (s. XVIII), la residencia real Bahia (s. XIX) son otros testimonios arquitectónicos que reflejan el crecimiento histórico de la ciudad en las últimas centurias. El Palacio Real es un extenso complejo de edificios con jardines interiores y un mechuar o gran patio de audiencias, que sigue siendo hoy residencia privada de la Casa Real alauita (foto60). La ciudad de Marrakesh está amenizada con extensos parques, situados extramuros, especialmente el olivar de la Menara y los jardines amurallados del Agdal, de 400 hectáreas.
   La medina de Marrakesh fue incorporada al Catálogo del Patrimonio de la Humanidad en 1985.

 

Inmersión en la medina >>

 

 

FotoCD90
  
Marrakesh
La puerta al corazón del Magreb

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Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Marrakesh (Marruecos)

   


 

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