Exposiciones fotográficas

Fez. Un viaje al medievo musulmán

Tesoros artísticos de Fez

 

   Los monumentos islámicos más antiguos del Magreb datan del siglo IX, y basan su estilo en las formas arquitectónicas y decorativas tanto del oriente abbasí como de la España musulmana (entonces bajo los omeyas). Tras las invasiones almorávide y almohade, se yuguló el intercambio con las tradiciones orientales y Marruecos quedó integrado en la órbita cultural de Al-Andalus. Las sucesivas migraciones de España a Marruecos y la dominación de parte de la Península Ibérica por los imperios norteafricanos propiciaron un estrecho contacto artístico entre ambos países. Marruecos, resguardado por las cordilleras del Atlas, nunca cayó bajo la dominación turco-otomana.
   Bajo los almorávides y almohades la arquitectura norteafricana alcanzó su propio estilo, de gran monumentalidad, cuyo principal rasgo distintivo son las grandes puertas de arco triunfal, polilobuladas y enmarcadas en complicadas tracerías. Se utilizó la piedra tallada para puertas y alminares, y el ladrillo estucado para las estructuras interiores de mezquitas, madrasas y mausoleos. Se hicieron omnipresentes los característicos voladizos de mocárabes de madera, que aparecen en cúpulas, arcos y nichos. La madera preferentemente utilizada era la de cedro, valiosa materia prima de la que Fez estaba bien provista gracias a los extensos bosques de cedros gigantes que crecen en las cercanas montañas del Atlas Medio.
Fez   Las siguientes dinastías (meriní y saadiana) promocionaron una arquitectura de dimensiones más modestas, si bien los revestimientos decorativos continuaron evolucionando hasta alcanzar un nivel inusitado de complejidad. En Fez y Marrakesh las principales realizaciones arquitectónicas monumentales son de carácter religioso: mezquitas, madrasas (o escuelas de enseñanza coránica) y zauias (o mezquitas sepulcrales).
   La decoración se basa siempre en combinaciones de tres materiales: estuco, madera y cerámica, trabajado cada cual con sus propias técnicas. El estuco cincelado, la marquetería de madera de cedro y el mosaico de loza vidriada (alicatado) desarrollan diferentes diseños florales, geométricos y caligráficos tallados en ligero bajorrelieve, a veces con una labor de trepanado que convierten los paneles de marquetería o estuco en auténticas celosías. Las diferentes superficies de los muros, vanos y arcadas, los espacios en torno a los arcos, las franjas y cenefas que sobresalen, los diseños que se entrecruzan y solapan, forman una unidad perfecta, y crean con las luces directas e indirectas bellos efectos de claroscuro. Albercas y fuentes centrales en los patios, y atractivos jardines, refrescan el ambiente.
  

  
Pervivencia del arte arábigo-andalusí
  
   Tras la expulsión de los musulmanes en 1492, la producción de arte islámico en la Península Ibérica sufrió un colapso y derivó hacia nuevas formas, en los estilos agrupados bajo la denominación de 'arte mudéjar' (arte cristiano realizado por artífices musulmanes). Sin embargo la tradición del arte arábigo-andalusí mantuvo su continuidad en el norte de Africa.
   En todo Marruecos, y particularmente en Fez, podemos admirar mezquitas y madrasas de la época meriní (como las madrasas Attarin y Bu Inania, o la zauia de Mulay Idris II) cuya espléndida decoración de alicatado, yesería y artesonado recuerda poderosamente a la andalusí. La dinastía saadiana prosiguió en el siglo XVI desarrollando las formas estilísticas creadas en Al-Andalus en el siglo XIV, como puede comprobarse en la madrasa de Ben Yussef y las tumbas saadianas de Marrakesh, o en la mezquita Qarauin de Fez.
   Hoy en día el arte y la artesanía de estilo arábigo-andalusí se mantienen vivos en Marruecos. El mismo esquema decorativo de alicatado-yesería-marquetería se aplica al interiorismo de muchas construcciones modernas, que aspiran a perpetuar la tradición de los modelos artísticos generados en la Edad Media en el norte de Africa y en Al-Andalus. Un ejemplo conspicuo sería la faraónica mezquita de Hassan II en Casablanca, pero lo dicho se podría asignar también a gran cantidad de edificaciones actuales de los países musulmanes, tanto de arquitectura religiosa como civil, incluyendo hoteles, restaurantes (foto66), bancos, museos y edificios oficiales. De hecho existen países, como Egipto, que, habiendo perdido su propia tradición de artesanía local, se ven abocados a contratar artesanos marroquíes para trabajar en la decoración de sus nuevas realizaciones arquitectónicas.
   También la enseñanza de la música medieval arábigo-andaluza se ha transmitido de maestros a discípulos y de generación en generación, hasta nuestros días. Recordemos que la música árabe tradicional carece de partituras y da preponderancia a la improvisación. En ciudades del Magreb como Fez, Tetuán, Tánger, Orán o Argel existen buenas orquestas de música andalusí, que interpretan con sus laúdes, rabeles, cítaras y violines las sinuosas cadencias de los nubas medievales. Fez es también sede del Festival de Músicas Sacras del Mundo, que se celebra anualmente con intención de promover, a través de la música, el acercamiento entre pueblos y religiones.
  

  
Alicatado: el arte del azulejo
Fez  
   El mosaico de azulejo o alicatado (zelig), del que los edificios meriníes de Marruecos y nazaríes de Granada nos ofrecen abundantes y bellos ejemplos, constituyen un componente esencial de la decoración de la época (alcanzando su cénit en el siglo XIV).
   En el norte de Africa y la España islamizada los azulejos en alicatado se reservan principalmente a las zonas inferiores de las paredes (el zócalo) y son de diseño sobre todo geométrico (foto52). Se juega con el contraste entre los colores claros y oscuros, y con los brillos, con el fin de producir coloridos dibujos y efectos ópticos de gran vistosidad (fotos 53 y siguientes).
   El alicatado es una técnica muy distinta a la del mosaico clásico grecorromano: mientras en éste los elementos básicos son las teselas (pequeños trozos prismáticos de mármol, más o menos similares en forma e intercambiables), el mosaico alicatado se compone de piezas cerámicas minuciosamente recortadas a mano en distintos perfiles y tamaños (pueden tener forma de estrella, ser hexagonales, octogonales, trapezoidales, onduladas...), que encajan entre sí como un inmenso tangram para recubrir muros y fustes de columnas, con un grado de complejidad y una visión de conjunto-detalle que revelan un profundo conocimiento matemático y geométrico por parte del diseñador.
   Las líneas que el alicatado dibuja en los zócalos se entrecruzan regularmente en todas direcciones. Sigamos una de las líneas con la mirada: después de muchos quiebros y zigzags regresa al punto de partida para volver a enlazarse en nuevas tracerías (foto58), configurando en su camino un entramado de figuras poligonales entrelazadas con el motivo de 'telaraña' que recubren las superficies bajas de las paredes con caleidoscopios de colores. La ciencia de la geometría al servicio de las bellas artes.
   Los artesanos (foto65) tallaban sus piezas en placas de azulejo usando cincel, regla y patrones de papel. Luego las colocaban sobre un enlucido de yeso con el dibujo previamente abocetado, o bien directamente sobre el muro, o sobre grandes planchas que luego se trasladaban al muro. Estas técnicas sobrevivieron transmitidas de maestros a discípulos, y todavía se practican en el Marruecos de hoy.
  

  
Caligrafía: la belleza de las palabras
  
   Desde que la escritura del Corán –considerada como de procedencia divina, admirada por su belleza estilística y su riqueza de inflexiones– se convirtió en el canon de la lengua árabe clásica, comenzó paralelamente a desarrollarse la caligrafía, una de las artes mayores del Islam. En la ciudad de Kufa (en Iraq) nació la caligrafía 'cúfica', de rasgos rectilíneos y angulares, que fue utilizada con mano maestra en la decoración de monumentos, como podemos ver en un sinfín de ejemplos en las fachadas y muros de mezquitas, madrasas y mausoleos, siendo la caligrafía desde entonces un elemento decorativo preferente en la arquitectura monumental islámica.
   Al mismo tiempo se desarrollaron otros tipos de caligrafía de estilo cursivo, que idealizaban los curvilíneos trazos de la escritura manuscrita, entrelazando entre sí los propios rasgos tipográficos del alfabeto árabe para crear mil filigranas, que a su vez se conjugan e interactúan, cinceladas en finos bajorrelieves, con los restantes diseños florales y geométricos de la decoración (foto51). Los caracteres caligráficos compiten en afiligranamiento con las volutas, hojas, flores, espigas y zarcillos de los motivos vegetales, hasta confundirse la tipografía con la vegetación en un intrincado y denso diseño que, sin embargo, se estructura sobre ordenados patrones geométricos de fondo.
   A la infalibilidad de sus contenidos y a la armonía de su estilo, hay que añadir, pues, la belleza visual intrínseca de las letras, palabras y versículos del Corán. Son las mismas letras las que diseñan, decoran y embellecen los espacios arquitectónicos. Los edificios se convierten así en soportes del Mensaje. La palabra de Dios se hace visible.
  

  
Mezquita Qarauin
Foto44
  
   Almorávide y de otras épocas (859, 956, 1135 y siglo XVII).
   La mezquita-universidad de Qarauin, la más grande de Fez, adquirió sus dimensiones actuales y su aspecto decorativo general cuando los almorávides ampliaron las naves de la mezquita original del siglo IX. Un nuevo minarete se construyó en 956. El recinto queda perfectamente integrado en el tejido urbano preexistente, y estaba englobado dentro de la célebre universidad, la más antigua del mundo.
Fez   En 1135 se prolongó la mezquita hacia el muro de la qibla (orientado a La Meca) con la adición de tres arquerías transversales, y se añadió un nuevo mihrab. El mimbar data de 1144 y fue probablemente traído de Córdoba. Hoy el cuerpo principal del edificio consiste en un extenso bosque de columnas que sostienen bóvedas y cúpulas nervadas, junto al que se abre un patio rectangular rodeado de arcadas, con la fuente de abluciones en el centro. En la época saadiana (siglo XVI) se incorporaron dos pabellones a ambos extremos del patio, en una disposición muy semejante a la del Patio de los Leones de la Alhambra de Granada. Los techos de naves y pabellones están cubiertos con tejados de tejas verdes, el color del islam.
   El acceso a la mezquita está vedado a los no-musulmanes, al igual que ocurre en todas las mezquitas de Marruecos (con la sola excepción de la mezquita-mausoleo de Mulay Ismail en Mequínez).
  
   Durante los siglos XIII y XIV llegó de Oriente un nuevo modelo de escuela religiosa, la madrasa (o medersa), que se prodigó por todo el norte de Africa y desempeñó un papel fundamental en el enraizamiento y propagación de la cultura islámica.
   Las madrasas meriníes eran escuelas a modo de internados donde los estudiantes se alojaban en pequeñas celdas, distribuidas en torno a un patio central. Una de sus principales características son las galerías porticadas construidas con frisos, dinteles y voladizos de madera tallada en una primorosa labor de marquetería, con una distribución general que revela marcadas influencias orientales.
   Las enseñanzas impartidas en estos reductos de sosiego y aislamiento se basaban sobre todo en tres disciplinas: teología, derecho y retórica. Los alumnos eran preparados para trabajar en funciones públicas, judiciales y religiosas.
  

  
Madrasa Attarin
Fotos 45 y siguientes
    
   Periodo meriní (1323).
   Esta madrasa, escondida en el corazón de la medina antigua, cerca de la mezquita Qarauin, es una de las joyas arquitectónicas de Fez.
Fez   Construida bajo el sultán Abu Said, es un edificio de dimensiones relativamente reducidas, pero bien proporcionado y de gran riqueza decorativa. Se entra por una puerta monumental con batientes de entrelazados cincelados en bronce y, tras franquear otra puerta abierta en una mampara-celosía de madera, se accede al patio, refrescado por una fuente central o cisterna de abluciones (foto47), cuyas aguas caen en pequeñas cascadas sobre un suelo de mosaico alicatado. Una escalera a la derecha del vestíbulo lleva a las habitaciones de los estudiantes, que están en el primer piso. Otra a la izquierda conduce a los cuartos de baño.
   Al fondo del patio se abre un gran arco de estalactitas que da entrada a una sala de oración cuadrangular con un mihrab en el muro de la qibla y una galería en el muro de enfrente. Este oratorio era utilizado por maestros y estudiantes, y el acceso hoy está vedado a los no-musulmanes.
   En las esquinas del patio, delgadas columnas de alabastro de fuste cilíndrico y capiteles coronados de complicados cimacios sostienen a la vez arcos de estalactitas y arcos de madera de cedro tallada (foto48). El resto de la doble arquería superpuesta se sustenta sobre gruesos pilares cuadrados, revestidos de mosaicos alicatados y bajorrelieves de estuco, revestimientos decorativos que, combinados con la marquetería, se aplican a la totalidad de la superficie de los muros del patio, sin dejar un solo espacio vacío. Dos largas franjas caligráficas en relieve de estuco recorren todo el perímetro del recinto, transcribiendo versículos del Corán (foto51). La decoración es un prodigio de virtuosismo y refinamiento, tanto en los detalles como en el juego de proporciones del conjunto.
  

  
Madrasa Bu Inania
Fotos 56 y siguientes
  
   Periodo meriní (1345-50).
   La más monumental de todas las madrasas o escuelas coránicas de Fez, ocupa un gran bloque cuya fachada delantera da a la Talaa Kabira y la trasera a la Talaa Seghira, las dos arterias principales de la vieja medina de Fez. Es también la mayor y más completa madrasa entre las que han sobrevivido en el Magreb.
   Fue construida bajo el reinado del último sultán meriní, Abu Inan. Además de ejercer de centro de instrucción religiosa, tiene también la función de mezquita aljama, con su mimbar y su minarete. Un carillón medieval, colgado a cierta altura en la fachada frente a la puerta de la madrasa, es un extraño artilugio consistente en trece campanas bulbosas de bronce sostenidas por ménsulas de madera de cedro. En su tiempo marcaba las horas de oración y el ritmo de la vida religiosa de Fez.
   Las proporciones del edificio son armoniosas y equilibradas. Una entrada con doble escalera conduce al patio, de suelo pavimentado de mármol, en cuyo centro se halla la pila de abluciones (foto56). La decoración de las arcadas circundantes tiene toda la complejidad de las realizaciones de la época meriní. Los enormes arcos abrazan los pisos superior e inferior. Los pilares están revestidos con labor de alicatado (mosaicos de loza vidriada) y paneles de estuco cincelado. Las ventanas, rematadas por mocárabes, se apoyan en dinteles de madera de cedro tallada. Las puertas y los parapetos en forma de celosías son también de madera, y separan el patio de los pasillos que dan acceso a las celdas de los estudiantes.
   Un canalillo de agua corre por el suelo separando el patio de la sala de oración, como para recordar a todo aquél que entre que previamente ha de purificar su cuerpo con las preceptivas abluciones. La sala de oración consta de dos naves separadas por una arquería de cinco arcos. El intradós del arco de entrada está decorado con delicadas rosetas de estuco cincelado (foto57).
   En dos laterales opuestos del patio se abren dos puertas monumentales que conducen a sendas salas de planta cuadrada coronadas con cúpulas de nervios de madera, que eran las aulas. Tal distribución es propia de la arquitectura de origen irano-mameluco. Otras entradas llevan a la mezquita, al minarete y a los cuartos de aseo.
  

  
Dar Batha
Fotos 62 y siguientes 
  
Periodo alauí. Siglo XIX.
   Este palacio, construido en el XIX por los alauitas, aunque de época tardía reproduce, sin embargo, las formas arquitectónicas características del Fez medieval meriní. Hoy alberga el Museo de las Artes y las Tradiciones, con salas especialmente dedicadas a la cerámica y el bordado, y una colección de astrolabios antiguos. Se exhiben también puertas de bronce del siglo XII procedentes de la mezquita Qarauin.
   En el recinto del palacio se puede disfrutar de un sombreado jardín de estilo andaluz (foto62), un remanso de paz donde poder abstraerse por una horas del bullicioso ajetreo de la medina de Fez.
  
  
  
  



  

  
Mulay Idris, ciudad santa
Fez  
   No se puede hablar de Fez sin mencionar otra población marroquí que se levanta a unos 50 km de distancia: Mulay Idris.
   Este pintoresco pueblo (foto68), cercano a las ruinas de Volubilis –la mayor ciudad que construyeron los romanos en el territorio del actual Marruecos (la provincia romana conocida como Mauritania Tingitana)–, es lugar muy venerado por los marroquíes debido a que alberga la tumba de Idris I, el fundador de Fez.
   Descendiente de Alí, yerno de Mahoma, Idris escapó de las persecuciones de los abbasíes de fines del siglo VIII para refugiarse en occidente, en el Magreb, concretamente en un lugar que los nativos llamaban Ualili, corrupción de Volubilis. Con el tiempo logró convertir al islam a los bereberes de las montañas, que le reconocieron como jefe. Murió en 791, un año después de la fundación de Fez. Su único descendiente, Idris II, fue hijo póstumo, dado a luz dos meses después de la muerte de su progenitor, pero se convirtió en su sucesor. Había nacido la dinastía idrisí, la primera dinastía islámica de Marruecos, que impulsó el crecimiento de Fez y creó el primer reino de importancia en el Magreb occidental desde la caída del Imperio Romano.
   Mulay Idris está habitada sólo por musulmanes. No se encuentran en sus calles ni hoteles ni posadas para foráneos. La visita al interior del Mausoleo de Idris I está reservada también solo a quienes profesan la religión de Mahoma. Una enorme viga transversal de madera a la entrada del recinto marca el límite que los no-musulmanes no pueden traspasar, y obliga a los fieles a inclinarse antes de entrar, en señal de sumisión. El edificio actual fue mandado construir por el sultán Mulay Ismail a principios del siglo XVIII sobre el emplazamiento del primitivo mausoleo, y fue ampliado por Mulay Abderrahman en el XIX.
   En Mulay Idris se celebra cada año el gran mussem, la concentración religiosa más importante de Marruecos. El festival atrae a miles de peregrinos, que plantan sus tiendas alrededor del pueblo para participar durante varias semanas en los festejos y ceremonias.

 

 

Fez
Un viaje al medievo musulmán
  
Bibliografía consultada
  
- Burckhardt, Titus. Fez, ciudad del Islam (Terra Incognita, José J. de Olañeta, Editor. Mallorca 1999)
- Frishman, Martin. Khan, Hasan-Uddin. The Mosque. History, Architectural Development & Regional Diversity (Thames and Hudson, Londres, 1994)
- Michell, George. La arquitectura del mundo islámico (Alianza Editorial, Madrid, 1985)
- Unesco. El Patrimonio Mundial (Ediciones San Marcos)

 

 

FotoCD80
   
Fez
Un viaje al medievo musulmán

© Agustín Gil Tutor
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Fotografías: Eneko Pastor / Agustín Gil
Realizadas en Fez (Marruecos)

  


 

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