Exposiciones fotográficas

Córdoba. Encrucijada de culturas

La ciudad-palacio de Medina Azahara

 

   El palacio más suntuoso entre los construidos por los omeyas en Córdoba fue el de Abderramán III, en Medina Azahara (Madinat az-Zahra, topónimo que derivaría, según una versión popular, del nombre de la favorita del califa). Hasta entonces los soberanos omeyas habían residido en el Alcázar de Córdoba. La población de la capital había crecido tan desmesuradamente que, a los pocos años de asumir el título de califa, Abderramán III decidió por motivos de seguridad trasladar su residencia oficial fuera de Córdoba. El emplazamiento elegido estaba a 7 km de la ciudad, en la Sierra de Córdoba, en las faldas meridionales del monte de la Novia, dominando la vega del Guadalquivir (foto80). Aunque el palacio se empezó a construir en 936, las obras no fueron concluidas hasta el reinado de Alhakén II (961-976), hijo y sucesor de Abderramán.
Cordoba   El palacio no llegó a durar en pie ni un siglo, pues fue destruido y saqueado en 1013 por las tropas berberiscas que apoyaban a los sucesores de Almanzor, que se rebelaron al sentirse marginadas del poder, en el transcurso de las guerras civiles que se desencadenaron tras el colapso del califato omeya. Resulta paradójico que mientras dos monumentos emblemáticos como la Mezquita de Córdoba y la Alhambra de Granada fueron (en su mayor parte) respetados por los cristianos, el palacio de Medina Azahara fuera totalmente arrasado a manos de musulmanes.
   Las ruinas del vasto complejo palaciego de Medina Azahara están cercadas por una muralla rectangular de 750 x 1.500 m. Pese a las irregularidades y desniveles del terreno, el conjunto de estructuras arquitectónicas y áreas ajardinadas del complejo se ajusta a un trazado esencialmente ortogonal, que se descuelga por la ladera del monte en terrazas a distintos niveles (foto81). Todos los edificios están orientados al sudeste, mirando al Guadalquivir, con la significativa excepción de la mezquita, cuya alquibla, a diferencia de lo que ocurre en la Mezquita de Córdoba, está correctamente orientada en dirección a La Meca. Por tal motivo la mezquita conforma un acusado ángulo con respecto a todas las demás estructuras del palacio.
   Varios de los edificios del nivel superior, correspondiente a la zona residencial, son cuadrangulares, con patios porticados mediante arcadas y embellecidos con albercas ornamentales. En el punto más elevado se sitúa la Casa Real, la residencia íntima del califa y su familia, suntuosamente ornamentada en sus fachadas e interiores con arcos de herradura de dovelaje bicolor y arabescos tallados en placas de piedra (foto83). La Casa Militar es un edificio de planta basilical con cinco naves longitudinales y una transversal rematada por pequeñas salas, con una gran plaza al sur, que conserva prácticamente íntegro su pavimento original de ladrillo (foto82). 
   La distribución del complejo palaciego contiene recintos específicos que se repetirán siglos más tarde en otros palacios de la Persia de los safávidas o la India de los mogoles, como la Sala de Audiencias Públicas (Diwan i-Am), la Sala de Audiencias Privadas (Diwan i-Khas), y los jardines divididos en cuatro espacios cuadrados por dos ejes que se cruzan perpendicularmente, alzándose un pabellón real en el centro rodeado de cuatro estanques. Este esquema de jardín sigue la tradición persa del Char Bagh (= 'cuatro jardines'), que pretendía ser una representación terrenal del paraíso de Alá. Podemos ver otros ejemplos en Isfahan (Irán) o Shalimar (Pakistán). En su tiempo este Char Bagh era un auténtico vergel sombreado por árboles y emparrados, donde se cuidaban aves y animales exóticos. Era refrescado por fuentes y albercas, abastecidas por aguas de manantiales de la montaña transportadas al palacio por un acueducto.
  
   Décadas de pacientes excavaciones han permitido recuperar gran número de piezas de un puzzle descomunal compuesto por los innumerables fragmentos de relieves decorativos en mármol y estuco (foto84) que quedaron desparramados por tierra tras la destrucción y saqueo del palacio, que son poco a poco restituidos y ensamblados en sus emplazamientos originales. La parte mejor reconstruida es la lujosa sala de audiencias privadas conocida como Salón Rico (foto89), que era utilizada por el califa como salón del trono, para celebrar fiestas y ceremonias palatinas, y para la recepción de embajadores. Esta sala era el centro focal, el eje en torno al que se articulaban los principales edificios y jardines del palacio.
   Se accede al Salón Rico por un vestíbulo transversal abierto por un pórtico de arcos de herradura que da a los jardines (foto87). De 20 m de ancho, la estancia está dividida en tres naves por dos arcadas de arcos de herradura sostenidos por columnas de fustes monolíticos en mármol de diversos colores (foto88). Como en la Mezquita de Córdoba, las dovelas son de colores rojos y claros alternados, según la técnica conocida como ablaq. Las dovelas de color claro están ornadas con afiligranados arabescos de estuco. Los muros están revestidos con paneles de mármol tallado con relieves de arabescos vegetales (foto85) idénticos a los de la macsura de la Mezquita de Córdoba.
   Se dice que en su tiempo el salón tenía tejados de oro, plata y cristal, y en medio del suelo había instalado un estanque lleno de mercurio. Así lo podemos leer en un texto del geógrafo andalusí del siglo XII al-Zuhri que describe el Salón Rico, al que denomina al-Qalbaq:

   "Su techumbre era de oro y grueso y puro cristal, lo mismo que sus muros; sus tejas eran de oro y plata. En el centro tenía un estanque lleno de mercurio y a cada lado del salón se abrían ocho puertas, formadas por arcos de marfil y ébano que reposaban en columnas de cristal coloreado, de forma que los rayos del sol, al entrar por esas puertas, se reflejaban en su techumbre y en sus paredes, produciéndose entonces una luz resplandeciente y cegadora. Cuando al-Nasir (Abderramán III) quería sorprender a los presentes o recibía la visita de algún embajador, hacía un gesto a sus esclavos y éstos removían ese mercurio, con lo que el salón se llenaba de sobrecogedores fulgores semejantes al resplandor del rayo, creando a los que allí se hallaban la impresión de que el salón giraba en el aire mientras el mercurio seguía en movimiento. Algunos dicen que el salón giraba para estar enfrentado al sol, siguiendo su curso, mientras que otros afirman que estaba fijo, sin moverse alrededor del estanque. Ningún otro soberano, ni entre los infieles ni en el Islam, había construido antes nada parecido, pero a él le fue posible hacerlo por la abundancia de mercurio que allí tenían."
   (Al-Zuhri)
  
   Otro historiador andalusí contemporáneo, Ibn Bashkuwal, abunda en el tema:
  
   "Fue la abundancia de mercurio en España lo que dio a al-Nasir la idea para este mecanismo que hacía que la habitación pareciera girar sobre sí misma, como en un eje. Parecía seguir el movimiento del sol. El califa estaba tan interesado por este mecanismo, que solo permitió a su hijo Alhakén que supervisara el mantenimiento."
   (Ibn Bashkuwal)
  
   No sabemos qué parte hay de realidad y qué parte de fantasía en estos relatos, cuyos autores no fueron testigos directos de los prodigios descritos, pero es posible que en Medina Azahara existiera alguna clase de artilugio cosmológico capaz de girar mediante un mecanismo accionado por el mercurio, que estaría destinado a observar y medir el movimiento del sol y demás astros. Hay que tener en cuenta que los soberanos de Al-Andalus concedían gran importancia a la astrología, y solo tomaban sus decisiones políticas tras auscultar los buenos o malos augurios de los astrólogos. En cualquier caso, lo que parece evidente es que la corte no reparaba en medios a la hora de exaltar la figura del califa, utilizando la arquitectura, la decoración e incluso la ingeniería para crear un deslumbrante escenario aúlico en el que el soberano pudiera impresionar a sus visitantes y mostrar su persona en todo su esplendor.

 

 

Córdoba
Encrucijada de culturas

Bibliografía consultada

- Stierlin, Henri. Islam. Early architecture from Baghdad to Cordoba (Vol. I. Taschen, 1996)
- Unesco. El Patrimonio Mundial (Incafo. Ediciones San Marcos)

 

 

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