Exposiciones fotográficas

Córdoba. Encrucijada de culturas

La Gran Mezquita de Córdoba

 

   El monumento más impresionante que los musulmanes legaron a Córdoba es la Gran Mezquita. Fue fundada en 784 por el emir Abderramán I, en el emplazamiento de una basílica visigótica dedicada a San Vicente, la cual había sustituido a un templo romano consagrado a Jano.
    Algo parecido ocurre con la Gran Mezquita de los Omeyas de Damasco, que fue erigida en 705 en el emplazamiento de la catedral bizantina de San Juan Bautista, construida ésta dentro del inmenso santuario romano de Júpiter (ver foto), que a su vez había sido levantado en un lugar sacro donde en su día hubo un templo dedicado al dios asirio Hadad.
Cordoba   Ya hemos comentado que Abderramán I era miembro de la dinastía de los omeyas, la que reinaba en Damasco a comienzos de la era islámica. No es así de extrañar que los elementos arquitectónicos y decorativos de la Mezquita de Córdoba se inspiraran en los de la Gran Mezquita Omeya de Damasco (ver fotos en la colección de fotoAleph 'Siria milenaria'), si bien fueron desarrollados hasta alcanzar cotas artísticas que superaron todos los modelos precedentes. Entre estos antecesores podemos mencionar también la mezquita de Amr en El Cairo (fundada en 642) y la Gran Mezquita de los Aglabíes en Kairuán, Tunicia (fundada en 670).
   La mezquita de Córdoba, cuya primera fase de construcción concluyó hacia 790, se componía en un principio de una sala de oración de 11 naves (la central más ancha) con arcadas perpendiculares a la alquibla (el muro donde se sitúa el mihrab, nicho en dirección al cual se orientan los fieles cuando oran), y un patio anexo con su fuente de abluciones (donde los fieles han de lavarse cabeza, brazos y pies antes de entrar en el santuario). Todas las estructuras quedaban en conjunto englobadas en una planta rectangular, obedeciendo a un esquema de distribución que había sido fijado con la mezquita de Medina, la primera que se construyó en la historia.
   El edificio experimentó a lo largo del tiempo sustanciales ampliaciones en longitud y anchura, hasta llegar a convertirse en la mayor mezquita de occidente y una de las más grandes construcciones sagradas del mundo islámico.
   La primera ampliación tuvo lugar en 832, bajo el emir Abderramán II. La segunda, en 929, bajo el califa Abderramán III, que hizo también erigir en el patio un alminar de 34 m de altura. La tercera en 961, bajo Alhakén II (Al-Hakam, hijo y sucesor de Abderramán III), fase de la que datan el mihrab y la macsura; en este periodo se construyeron también las puertas más suntuosas de la mezquita (foto59). Finalmente en 987 Almanzor (Abu Amir al-Mansur), ministro del califa Hisham II, ordenó añadir al edificio una extensión de 8 naves por el lado oriental, que aumentó el tamaño de la mezquita en casi un tercio sin alterar su unidad estilística, aunque el mihrab quedó descentrado. El patio, llamado 'de los Naranjos', fue también recrecido en la misma proporción y se instalaron en él cuatro grandes fuentes de abluciones. Todas estas ampliaciones dan prueba de la versatilidad del sistema hipóstilo de construcción, y de su adaptabilidad a los distintos condicionamientos de espacio mediante la aplicación repetida de la fórmula inicial.
  
   La planta definitiva de la mezquita consiste esencialmente en un extenso rectángulo de 180 m de norte a sur y 130 m de este a oeste, con una sala de oración dividida en 19 naves por 44 pilares y 544 columnas de mármol que sustentan arcos de herradura (foto58). Lo más innovador es que estos arcos son dobles, están superpuestos en dos niveles para elevar la altura del techo de madera y aligerar de tal forma la excesiva horizontalidad del vasto espacio de la sala de oración, solución arquitectónica sin precedentes en la arquitectura árabe (foto67). Para encontrar algo parecido hay que remitirse al acueducto romano de los Milagros, en Mérida (ver foto).
   El dovelaje de estos arcos es bicolor, alternándose las dovelas de color claro con las de color oscuro (rojo en este caso). Se trata de la fórmula decorativa conocida como ablaq, muy característica de la arquitectura islámica, que tiene probablemente sus orígenes en Siria. Podemos ver otros ejemplos en los edificios mamelucos de El Cairo. El ablaq se convertirá en uno de los rasgos de estilo de la arquitectura omeya cordobesa, y aparecerá en otros muchos edificios de la época (como el palacio de Medina Azahara) y posteriores.
Cordoba    La repetición y multiplicación sistemáticas de esta alternancia de colores provoca en el visitante un efecto visual caleidoscópico. Miremos hacia donde miremos, inmersos en el bosque de columnas de la sala de oración, se extenderán ante nuestros ojos largas y profundas perspectivas formadas por columnas que se alinean a lo largo, lo ancho y en diagonal, y por arcos rojiblancos que parecen disminuir de tamaño con la distancia, y que se desvanecen gradualmente en la penumbra (foto68), propiciando una sensación de infinitud.
    Las columnas pertenecientes a la primera fase de construcción de la mezquita son en su mayoría romanas con capiteles de orden corintio, reaprovechadas de antiguos yacimientos clásicos del Mediterráneo español y norteafricano. Hay unas pocas visigóticas. Algunas fueron traídas de Constantinopla. Los fustes son monolíticos, en mármol de diferentes colores y veteados.
   La altura relativamente escasa de las columnas reutilizadas fue el factor que probablemente condicionaría la adopción del sistema de dobles arcos superpuestos para dar más altura a la sala. En las ampliaciones sucesivas de la mezquita se hicieron réplicas estilizadas de los capiteles corintios, hasta que aparecieron los capiteles de 'nido de abeja', ya más propios de la arquitectura islámica.
   Además de su sistema de construcción, uno de los más destacables aspectos de la mezquita de Córdoba es su excepcional riqueza ornamental, particularmente en la amplia y profusamente decorada zona del sancta-sanctorum, donde se sitúa el mihrab, construido en tiempos del califa Alhakén II, y considerado como uno de los más eximios logros del arte islámico primitivo. Vemos aquí un ejemplo temprano del desarrollo que había adquirido el modelo de la mezquita de Medina, perpetuado con los siglos, en el que se daba el máximo énfasis al muro de la alquibla.
   Consiste el mihrab de la Mezquita de Córdoba en un nicho u hornacina poligonal de ocho lados revestido con mármoles y mosaicos dorados que se hunde en la alquibla, flanqueado a uno y otro lado por sendos mihrabs secundarios. El principal está coronado con una cúpula en forma de concha de molusco (o venera, un motivo que aparece en el arte romano imperial y que se adoptó más tarde como símbolo del Camino de Santiago), sustentada por seis arquillos lobulados sobre pequeñas columnas. El nicho está enmarcado por un gran arco de herradura semejante a una puerta, con las dovelas revestidas de mosaicos polícromos de motivos florales sobre fondos rojos, azules y dorados (foto74), muy parecidos en estilo a los mosaicos de la Gran Mezquita de Damasco (ver foto), aunque sus motivos tienden más a la abstracción. De hecho sus artífices fueron cristianos procedentes de Constantinopla, enviados por el emperador bizantino Nicéforo II Focas (963-969). Hubo una fértil colaboración artística entre los califas omeyas y los emperadores bizantinos, a pesar de las diferencias políticas y religiosas. El arco está encuadrado por un alfiz, moldura cuadrangular característica de la arquitectura islámica, y el alfiz a su vez está enmarcado por bandas caligráficas hechas de mosaicos, que transcriben azoras del Corán en una doble línea de caracteres cúficos de color dorado sobre fondo azul. Las enjutas (la superficie entre el alfiz y el arco) están cubiertas de arabescos o atauriques en relieve tallados en mármol con motivos vegetales muy estilizados.
Cordoba   El mihrab es el espacio más sagrado de una mezquita y el punto hacia el que los fieles se orientan para la oración. Tradicionalmente está orientado en dirección a la Kaaba en La Meca. El caso del mihrab de la mezquita de Córdoba es una excepción a esta regla, pues el muro de la alquibla está orientado hacia el sudeste y no hacia el este, como sería preceptivo. Esta anomalía se debe probablemente a que, al seguir al pie de la letra la mezquita de Córdoba el modelo constructivo de la de Damasco, se le dio la misma orientación que tenía esta última, cuya alquibla sí estaba correctamente orientada hacia La Meca, ciudad de la península arábiga situada al sudeste de Damasco.
  
   En la macsura (un recinto frente al mihrab reservado al califa) de la mezquita de Córdoba aparecen por primera vez bóvedas califales (foto70), que tuvieron gran influencia en la arquitectura española posterior. Se compone la macsura de una triple sala acondicionada en tres de las naves de la mezquita. Tres cúpulas gallonadas revestidas de mosaicos dorados se apoyan sobre bóvedas de nervios que se intersectan, y estas a su vez son soportadas por un original entrelazamiento de arcos polilobulados que alternan las dovelas de color oscuro con otras decoradas con filigranas de estuco (foto71). El juego de arcadas que se cruzan crea un efecto espacial parecido al de un claustro.
   La sala central de la macsura, la que da al mihrab principal, está coronada por una cúpula que es un prodigio de composición y virtuosismo ornamental. Se trata de una cúpula gallonada apoyada sobre ocho arcos con nervaduras que se entrecruzan, inscrita en una planta octogonal (foto72). Los nervios están cruzados como si fueran dos cuadrados que se intersectan en un ángulo de 45º: se trata del mismo esquema de planta de la Cúpula de la Roca de Jerusalén, la primera mezquita monumental de la historia del islam (siglo VII). Este sistema de abovedamiento es un claro precedente de las bóvedas de crucería que se emplearían siglos más tarde en la arquitectura gótica. Las superficies interiores de la cúpula están completamente revestidas de preciosos mosaicos con motivos vegetales, caligráficos y geométricos sobre fondo dorado (foto73), de indudable estilo bizantino: sus artistas fueron también constantinopolitanos.
   La triple macsura está precedida por una antecámara con lucernario, llamada capilla de Villaviciosa, que responde a la misma estructura de arcos polilobulados que se entrelazan, y que luce una ornamentación semejante, a base de lienzos de yesería tallada, arabescos encuadrados por bandas caligráficas de caracteres cúficos, vigas policromadas y revestimientos de mosaicos de estilo bizantino.
    El recinto general de la mezquita está cercado por una masiva muralla reforzada por gruesas torres cuadradas entre las que se abren las puertas de acceso al santuario. El lado sur limita con el río Guadalquivir. En su zona norte se extiende al aire libre el Patio de los Naranjos (foto62), rodeado de un muro almenado, tres de cuyos lados disponen de pórticos de columnas (foto65) destinados en su tiempo a acoger a las mujeres. En medio del patio, entre naranjos, se extiende el gran aljibe de Almanzor, ornado en época barroca con cuatro fuentes en las esquinas (foto64). En su lado norte se encastra el alminar o minarete, de planta cuadrada, transformado en un campanario barroco (foto61). A sus pies se abre la Puerta del Perdón, mudéjar del siglo XIV, con sus batientes y aldabones de bronce repujado (foto60).
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   Tras la captura de Córdoba por las fuerzas de la reconquista, en 1236 la Mezquita fue reconvertida en catedral cristiana, aunque su estilo morisco apenas fue alterado. Se cerraron con muros las naves que daban al patio. En 1258 se habilitó una parte de la sala de oración para instalar la Capilla Real (foto75), que fue realizada en estilo mudéjar por artistas moros al servicio de Alfonso X. Hacia 1384, al agrandar la Capilla Mayor, se hicieron desaparecer algunos arcos y columnas, que fueron reemplazados por arcos y bóvedas ojivales (foto77). En 1523 el edificio sufrió una transformación más drástica, suprimiéndose una parte importante de la zona central de la sala de oración, que fue sustituida por una estructura renacentista con un altar central elevado y un coro cruciforme (foto79), que posteriormente albergó una sillería barroca del escultor Pedro Duque Cornejo y dos púlpitos de caoba y mármol. El alminar quedó embutido dentro de un campanario de 100 metros de altura. A pesar de la excelsa calidad artística desplegada por los arquitectos de la escuela de Hernán Ruiz el Viejo en la remodelación, se dice que cuando Carlos V visitó las obras, exclamó: "Si yo tuviera noticia de lo que hacíades, no lo hiciérades; porque lo que habéis labrado hállase en muchas partes, pero lo que aquí teníades, no lo hay en el mundo".
   Vista por fuera, la catedral cristiana sobresale por encima de la cubierta de tejados a dos aguas de la mezquita (foto76), rompiendo con sus verticales paredes la horizontalidad general del santuario musulmán, como si lo aplastara con su mole y lo aferrara con sus arbotantes: una evidente simbolización del triunfo del cristianismo sobre el islam. Titus Burkhardt escribe que "fue plantada dentro del claro bosque de pilares y arcos como una enorme araña en medio de su tela", y el símil no es desacertado si uno se imagina los arbotantes como si fueran las patas de la araña.
   Es de resaltar, sin embargo, el cuidado con que se integraron los añadidos cristianos a las estructuras islámicas previas. La sala de oración mantiene en su mayor parte los efectos de perspectiva de su bosque de columnas y sus dobles arcos rojiblancos. La transición entre los arcos árabes y las bóvedas de tracería tardogóticas se efectúa con gran delicadeza, quedando perfectamente fusionados ambos estilos en una aparente unidad estructural. La Capilla Real, del siglo XIV, se cubre con yeserías mudéjares que armonizan con el conjunto. Era una catedral, pero en esencia seguía siendo una mezquita.
   El proceso es comparable al que experimentó la Alhambra de Granada, en cuyo recinto Carlos V mandó construir un palacio renacentista, sin dejar por ello de respetar y mantener intacta la mayor parte del complejo palaciego nazarí (ver fotos en la colección de fotoAleph 'El embrujo de la Alhambra'.
   Además de la Gran Mezquita, en tiempos de los musulmanes existían en Córdoba otras muchas mezquitas. Aunque la mayoría han desaparecido, subsisten de ellas algunos alminares islámicos, transformados en campanarios, en las iglesias de Santiago y San Lorenzo y en los conventos de Santa Clara y las Esclavas del Sagrado Corazón (foto57).
   La Gran Mezquita de Córdoba fue declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1984, categoría que en 1994 se hizo extensiva a todo el centro histórico de Córdoba.

 

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