Colecciones fotográficas

Yemen de norte a sur

Sitios históricos del Yemen

 

Saná, la capital de Sem
  
   La capital del Yemen está cerca de alcanzar los dos millones de habitantes. Situada a 2.300 m de altitud, en una altiplanicie con los montes Nuqum y Ayban cortando el horizonte, la ciudad de Saná ha permanecido viva durante más de 2.500 años.
   Saná fue durante muchos siglos el principal centro religioso, político y económico de las Tierras Altas del Yemen.
Yemen   La ciudad ocupa el emplazamiento de la antigua fortaleza preislámica de Ghumdan, del siglo II a C. Su fundación mítica se atribuye popularmente a un personaje del Génesis: sería el hijo primogénito del patriarca Noé, Sem, quien fundó la ciudad de Saná, y de ahí procedería su sobrenombre de 'Sam City'. Los historiadores en cambio remontan sus orígenes al siglo VI a C, a la época del fastuoso reino de Saba. Más tarde llegaría a ser sucesivamente capital del reino de los hymyaritas (que sustituyó al de los sabeos) y del virreinato etíope.
   Pocos son los vestigios arqueológicos de estas arcaicas eras conservados en la ciudad. Sin embargo, los hay: podemos ver, además de los que guarda el museo, las columnas monolíticas preislámicas reutilizadas en las salas de oración de la Mezquita Mayor, que proceden del antiguo palacio de Ghumdan. En 570 la ciudad fue conquistada por los persas sasánidas, en las fases finales de expansión de su imperio.
   Según la tradición, los habitantes de Saná fueron convertidos al islam por Ali, el yerno de Mahoma y cuarto califa, en una fecha tan temprana como el 632 d C. En los siglos VII y VIII Saná, que continuaba siendo sede del gobierno, se convirtió en un importante centro de propagación del islam. Su Mezquita Mayor rivalizaba con la de La Meca.
   Los gobernantes de Saná tuvieron como principal enemigo al imanato de los zaidíes, imanes heterodoxos que controlaban el norte del país y cuya principal capital fue Sa'da. Este imanato duró desde 860 hasta 1962.
   En los siglos XII al XV Saná entró en decadencia, al trasladar los sucesivos conquistadores del Yemen la capitalidad del país a otras ciudades. La dinastía tahirí, sin embargo, embelleció la ciudad a finales del siglo XV, dotándola de un buen número de hermosas mezquitas y medersas.
   En 1517, los mamelucos invadieron el Yemen, pero tras su derrota ante los otomanos, el país cayó en manos de los turcos. Aunque oficialmente Saná estaba bajo la soberanía otomana, en realidad estuvo controlada por los imanes hasta 1872. Fue entonces cuando los turcos consiguieron someter la ciudad, en la segunda ocupación otomana del Yemen. Los conflictos entre los turcos y los imanes fueron constantes hasta que acordaron un tratado en 1913 en el que se otorgaba a estos últimos una total autonomía, y que convertía a Saná en capital del Yemen independiente.
   Durante siglos hubo en Saná un ghetto judío. Se llamaba Qa'al-Yahud (o Tierra Baja de los Judíos). Era un barrio extramuros donde los artesanos fabricaban joyería y labores de bordado con metales preciosos como el oro y la plata, trabajos considerados por los musulmanes como de categoría inferior. En 1949-50 casi todos los judíos que habitaban en Saná abandonaron la ciudad para asentarse en el recién fundado estado de Israel.
   Bajo el imán Ahmed (que rigió el país de 1948-62), la capital fue trasladada a Taizz, pero con el advenimiento del régimen republicano en 1962, Saná fue de nuevo la capital del Yemen del Norte y luego del Yemen reunificado, estatus que mantiene hasta hoy.
Yemen  
   La ciudad antigua de Saná fue clasificada en 1986 como patrimonio cultural de la Humanidad, e incluida en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. Su casco urbano se compone de un armonioso conglomerado de casas-torre de gran altura y muy apretadas entre sí, construidas en piedra, adobe y ladrillo, y perforadas por un sinnúmero de pintorescas ventanas, ventanucos y celosías de gran variedad y fantasía (foto210). La decoración de sus fachadas, abundante en marcos, frisos, cornisas y remates de yeso con adornos geométricos, confiere a los paisajes urbanos de Saná una atmósfera marcadamente orientalizante, y no es ningún tópico afirmar que esta ciudad constituye el perfecto escenario para los cuentos de Las Mil y Una Noches, como bien lo supo ver Pasolini.
   El núcleo principal de la urbe empezó a construirse en el siglo XI, aunque sus edificios han sido desde entonces objeto de continuas restauraciones y añadidos –al igual que sucede en la inmensa mayoría de los cascos antiguos de las ciudades y pueblos del Yemen–, y la mayor parte de las casas no tiene más de dos siglos, siendo las más antiguas del XVI.
   Saná (escrito también Sana'a = 'La Plaza Fuerte') está rodeada, haciendo honor a su topónimo, de una gruesa muralla de 6 a 9 m de alto, que se puede franquear por varias puertas. La puerta más singular desde el punto de vista arquitectónico es Bab al-Yaman (construida por los otomanos hacia 1870 en un estilo que nada tiene que ver con el yemení, foto181). En el centro del recinto amurallado se levanta el Palacio de la República, antes Palacio del Imán.
   Se han contabilizado en la parte vieja de Saná 103 mezquitas, 64 minaretes, 29 medersas, 14 hammams y más de 6.000 casas antiguas. La mayoría de las casas están construidas en ladrillo, sobre basamentos de piedra. Son casas-torre de cuatro, cinco y seis pisos, con un predominio de las líneas verticales sobre las horizontales, pues la escasez de terreno se suple construyendo en altura. Gran cantidad de las mansiones y edificios públicos de Saná sufrió severos daños en la guerra civil de 1962-70.
 
   La Mezquita Mayor, o Jami al-Kabir, tiene prohibida la entrada a los no-musulmanes. Custodia en su interior, instalada en el patio, una pequeña réplica local de la kaaba: una capilla sagrada de forma cúbica que antaño rivalizó con la kaaba de La Meca en la veneración zaidí. Las distintas fases de construcción de la mezquita abarcan desde el siglo VII hasta el XVII.
   Las fuentes islámicas más antiguas afirman que esta mezquita fue proyectada por el profeta Mahoma, que designó el emplazamiento y las dimensiones requeridas para su construcción. La pequeña mezquita primigenia fue embellecida por los omeyas y los abbasíes, y sucesivamente transformada y ampliada a lo largo de su historia hasta alcanzar sus dimensiones actuales –que ocupan el equivalente a una gran manzana de casas en el mismo centro de Saná–, pero resulta imposible determinar, mientras no se realicen prospecciones arqueológicas, cuáles son las partes antiguas pertenecientes a la mezquita original. Los techos son de los siglos XI y XII, mientras que los arcos de medio punto son sustentados por columnas preislámicas reaprovechadas (foto027). Tiene dos salas de oración; la principal, de cinco naves separadas por arquerías, presenta la qibla orientada al norte: y efectivamente, La Meca, ciudad santa de Arabia Saudí, está situada al norte del Yemen.
   La mezquita de Al-Bakkiriya, construida por el gobernador otomano Hassan Pashá, es el más importante monumento de época otomana de la ciudad (finales del siglo XVI, foto228). Es un amplio complejo techado con once cúpulas de estilo turco, cuya sala de oración está cubierta por una gran cúpula central sobre pechinas. El mihrab y mimbar (o púlpito) de mármol están importados de Estambul. El minarete de ladrillos es, en cambio, de estilo yemení: una interpretación local del diseño típico de los alminares egipcios.
Yemen   Al exotismo arquitectónico de las calles de Saná hay que añadir el colorido y la algarabía de sus mercados. Los principales zocos antiguos de Saná están en la parte oriental del casco viejo. El Suq al-Melj (= Zoco de la Sal, foto214 y siguientes) ocupa una de las arterias principales y se ramifica por cuarenta callejuelas, cada una dedicada a las actividades de un gremio determinado: verduras, especias, ferretería, chatarrería, cerámica, tejidos, calzados, joyas, yambías...
   El Suq al-Qat (= Zoco del Qat, foto146) está en cambio circunscrito en un recinto vallado, y su actividad comercial no se limita, pese a su nombre, a la venta de qat, sino que abarca toda clase de mercancías, desde animales vivos hasta pipas de agua (foto145).
   En el Yemen, como en tantos países, familias de campesinos tratan de escapar de las duras condiciones de vida de sus humildes poblados rurales, emigrando a la gran ciudad en busca de oportunidades de supervivencia. Nuevos arrabales y urbanizaciones van creciendo, como consecuencia, alrededor de Saná. Barriadas residenciales sin carácter y bloques de viviendas-colmena de mediocre construcción ya rodean por completo el casco antiguo y multiplican por diez el área de la ciudad, realzando, por contraste, la belleza de la arquitectura tradicional de la parte vieja.
   Además de su función de centro comercial del país, Saná posee una incipiente industria en sus cercanías, estimulada por inversiones en gran parte extranjeras. China inauguró en 1966 una importante fábrica textil de algodón, y construyó la carretera que, salvando el desnivel de la altiplanicie a la costa, conecta Saná con al-Hudaydah, el mayor puerto marítimo del Yemen.
  
  
Wadi Dhahr
  
   En los montes al noroeste de Saná se abre entre los farallones rocosos tallados por un río el bucólico valle de Wadi Dhahr. En un paraje salpicado de diminutas aldeas de casas de adobe rodeadas de vegetación destaca, dominando el valle, el palacio llamado Dar al-Hajar, un edificio de varios pisos que se yergue enhiesto sobre la punta de un afilado peñasco (foto332 y siguientes). Construido en 1786 por el imán Mansur Ali Bin Mahdi Abbas, este célebre complejo palaciego constituye un ejemplar muy representativo de la arquitectura clásica yemení. En los años treinta del siglo XX fue utilizado como residencia de verano por el imán Yahya Hamid al Din. Hoy está habilitado para su visita.
   Más al norte, cerca de la aldea de Qaryat al-Qabil, se puede contemplar, inciso en los paredones verticales de un acantilado, un conjunto de grabados prehistóricos, con motivos humanos y de animales de caza y pastoreo (fotos 313 y 314). Entre los animales se distinguen, por su peculiar cornamenta, las figuras de unos íbices.
  

  
Zabid, centro de irradiación del islam
  
   En la plana y calurosa Tihama, la llanura costera del Yemen bañada por el Mar Rojo que parece una prolongación del Africa negra en la península arábiga, se despereza soñolienta la ciudad histórica de Zabid.
   Zabid fue refundada sobre un antiguo asentamiento en 820 d C por Muhammad ibn Ziyad, un emisario del califa abasí Al-Mamun, que creó allí un reino independiente. Sus sucesores –la dinastía ziyadí– reinaron sobre una amplia parte de Arabia Sudoccidental. En 1173, tras la conquista del Yemen por los ayyubíes, bajo el mando de Turan Shah (hermano de Saladino), la capital fue trasladada a Taizz.
Yemen   Zabid fue de nuevo la capital del Yemen de los siglos XIII al XV, y alcanzó su máxima prosperidad a finales del XV, bajo la dinastía tahirida, cuyos soberanos construyeron gran número de edificios públicos, incluyendo mezquitas y medersas (o escuelas coránicas). La mezquita al-Asha'ir fue transformada en una prestigiosa universidad, centro de enseñanza de la doctrina shafa'i, secta del islam sunní que predominó en la costa del Yemen, marcando diferencias con la secta zaidí, cuyo imán controlaba las Tierras Altas.
   La universidad islámica de Zabid adquirió renombre en todo el mundo árabe y ejerció una gran influencia en la transmisión del islam, permaneciendo en funcionamiento hasta el siglo XVIII. Además de enseñanzas teológicas, las disciplinas impartidas incluían historia, gramática, poesía y matemáticas. Un maestro zabidí llamado Ahmad abu Musa al-Jaladi inventó un sistema matemático que denominó al-Jabr, del que deriva la palabra 'álgebra'.
 
   A vista de satélite, la ciudad antigua de Zabid presenta una planta de conjunto de forma ovalada, casi redonda. Está circundada por una robusta muralla, que encierra en su interior un intrincado laberinto de estrechas calles y callejuelas abiertas entre casas de ladrillo cocido. Las viviendas se caracterizan por el contraste entre la extrema austeridad de sus exteriores y el refinado lujo de sus interiores, con las fachadas de las salas que dan al patio central primorosamente ornamentadas con complejas labores de yeso y estuco (foto239), tanto más elaboradas cuanto mayor es la fortuna de la familia residente y mayor el número de sus miembros. El núcleo principal de cada vivienda lo compone la murabba, una estancia rectangular que asoma al patio y que se utiliza como sala de recepción, estando ricamente amueblada y decorada con nichos en sus muros y techos artesonados.
   En sus años de apogeo, Zabid contaba con 236 mezquitas, de las que han sobrevivido 86. De ellas, 14 son antiguas medersas reconvertidas en mezquitas, que se remontan a tiempos de los rasúlidas (1216-1429), dinastía que impulsó en todo el Yemen la propagación de las doctrinas musulmanas. La principal sigue siendo la mezquita al-Asha'ir, sede central de la antigua universidad islámica de Zabid, y que ocupa un vasto recinto donde se mantiene el culto y se siguen impartiendo las enseñanzas coránicas, estando prohibido el acceso a los no-musulmanes.
   La mezquita de Mustafa Pashá, conocida también como Mezquita Baishiya (foto229), es de origen turco, y toma su nombre del primer gobernador otomano de la Tihama (siglo XVI). Sus doce cúpulas encaladas de blanco destacan en las afueras de Zabid, donde la mezquita ha quedado exenta y aislada en un descampado tras la desaparición de las casas que la rodeaban.
   La mezquita Iskandar, con su alminar de 60 m de alto, se alza en medio de las ruinas de la ciudadela fortificada adyacente a la plaza central de la antigua ciudad. Fue erigida durante la primera ocupación otomana del Yemen, y su nombre deriva de su supuesto constructor, el turco Alexander Ramoz. Uno de los claustros todavía conserva restos de la primitiva decoración a base de inscripciones caligráficas y dibujos afiligranados, realizados en estuco (foto233).
   Incorporada en 1993 a la Lista del Patrimonio Mundial, hoy Zabid es una pequeña ciudad sumida en la decadencia y su casco antiguo sobrevive en un precario estado de conservación. Cerca del 40% de las casas de la ciudad han sido destruidas y reemplazadas por edificios de hormigón, mientras que otras casas y el antiguo zoco padecen un acelerado proceso de deterioro y abandono.
   Aunque Zabid había sido antaño un importante centro textil de algodón y de trabajo de cuero, con abundantes tintorerías (teñidos de color índigo) y curtidurías, sus industrias artesanales no han podido competir con la implantación de los tejidos fabricados con telares mecánicos.
   El gobierno yemení solicitó ayuda a la Unesco para facilitar la conservación de Zabid, y en el 2000 la ciudad fue incluida en la Lista del Patrimonio Mundial en peligro.
  


 
Los rascacielos de Shibam de Hadramaut
Yemen
   Es una tarde de Ramadán. Los únicos seres vivos que se ven por las calles son niños que juegan a las canicas, y cabras que se pasean en busca de una rama de palmera que masticar (foto249).
   Por lo demás la ciudad parece desierta. Ni una casa abierta, ni un tenderete. Puertas y ventanas cerradas a cal y canto. Calles silenciosas y estrechas, y oscuras como profundos desfiladeros que se abrieran entre las altísimas casas-torre que no dejan entrar la luz del sol. La ciudad está encerrada en el interior de una potente muralla que la ciñe por completo (foto246), y que tiene sólo una puerta de acceso. La muralla está a su vez rodeada de palmerales y más allá de los palmerales se divisan por todo horizonte los acantilados y murallones de roca que delimitan el cañón del Hadramaut, acentuando aún más la sensación de aislamiento del lugar.
   Estamos en Shibam del Hadramaut, una de las ciudades antiguas mejor conservadas del Yemen, y una de las que muestran de forma más subyugante el carácter singular y la exótica belleza de la arquitectura yemení tradicional.
   El Valle del Hadramaut discurre por el fondo de un ancho y largo cañón que se abre como una inmensa cicatriz en las mesetas del Yemen meridional, ramificándose en todas direcciones por innumerables gargantas, foces y barrancos. El mismo río que excavó el cañón es el que se encarga de irrigar el lecho del valle, convirtiéndolo en un prolongado oasis de huertas y palmerales cuyo verdor contrasta fuertemente con los colores terrosos, ocres y rojizos de los farallones circundantes. Este valle fue antaño una importante ruta de paso de caravanas a través del sur de Arabia, cuyos mercaderes traficaban con tejidos, dátiles y especias, pero sobre todo con incienso y mirra, dos tipos de resinas muy apreciadas en el mundo antiguo, cuya producción era (y es) una de las fuentes de riqueza de esta región. Tras la destrucción de Shabwa, la primitiva capital del Hadramaut, hacia 300 d C se fundó Shibam, que pasó a ser capital de la región y una etapa clave en las rutas caravaneras.
Yemen 
   Constreñida por la muralla, con una planta de conjunto casi rectangular (foto258), la ciudad entera no ocupa más de medio kilómetro cuadrado, y sus habitantes no llegarán a diez mil. La única puerta monumental que perfora la muralla por el lado sur se levanta sobre un promontorio rocoso que domina la vega del río. Intramuros, unas quinientas casas-torre de gran altura se apiñan estrechamente adosadas unas a otras. El trazado de las calles y plazas es laberíntico. Shibam conserva también entre sus muros dos antiguos palacios de sultanes, tres edificios administrativos y cinco mezquitas.
   Una de sus mezquitas más antiguas es la del Viernes, que data del siglo X, de tiempos del califa bagdadí Harún al-Rashid, y ha conservado en lo esencial su estructura original, por lo que proporciona una idea del aspecto que debían tener las mezquitas de Arabia del sur en los primeros siglos del islam, con sus elementos decorativos de inspiración sasánida y sus altas columnas en la sala de oración rematadas con capiteles de palmetas que derivan de prototipos helenísticos.
   Aunque el origen de la ciudad es muy antiguo, los actuales rascacielos de barro de Shibam no datan de antes del siglo XVI, de cuando la urbe fue destruida por una inundación del río. La riada, que se produjo en 1524, causó la muerte a 15.000 personas, y arrasó Shibam, dejando su casco urbano reducido a la mitad. Al poco, con el fin de protegerla de futuras avenidas, fue rodeada de una muralla de 6 m de altura. Siglo tras siglo se han ido reparando muralla y casas, relevantando las torres de hasta siete y ocho pisos, modificando el skyline de la ciudad. Se puede observar que los portales de las casas están elevados respecto al nivel de la calzada (foto257), accediéndose a ellos por escaleras: una medida de precaución ante posibles riadas.
   Según la Unesco, Shibam es uno de los mejores ejemplos de antigua planificación urbana basada en el principio de la construcción vertical. En 1982, esta ciudad fue incorporada a la Lista del Patrimonio Mundial.
  

  
Islas de Socotra
  
   En 2008 la Unesco ha incorporado el archipiélago de Socotra, perteneciente administrativamente al Yemen, a su catálogo del Patrimonio Mundial, en la categoría de bienes naturales objeto de conservación. Situadas en el océano Indico, cerca del Golfo de Adén, estas islas constituyen geográficamente una especie de prolongación del Cuerno de Africa. El archipiélago comprende una gran isla, tres islas menores y dos islotes rocosos. Su visita está restringida y requiere de permisos de las autoridades.
   Socotra (Socotora, Suqutra) es un hábitat de importancia universal por su biodiversidad, y por los endemismos de su flora y fauna. El 90% de sus especies de reptiles y el 95% de sus caracoles terrestres no existen en ningún otro lugar del mundo.
   Se han detectado allí 192 especies de pájaros, algunas en peligro de extinción. La vida marina es también muy diversificada, con 253 especies de corales de arrecifes, 730 especies de peces costeros y 300 especies de crustáceos.
   (Fuente: Unesco, Lista del Patrimonio Mundial)

 

   Además de los lugares declarados patrimonio mundial por la Unesco, en el Yemen subsisten un buen número de ciudades, pueblos y yacimientos arqueológicos, que a lo pintoresco de sus paisajes urbanos y rurales añaden su relevancia histórica. Seleccionamos tres de estos lugares:
  

  
Marib y la reina de Saba
  
    (Los sabeos) se desviaron. Entonces desencadenamos sobre ellos la inundación de las presas, y les cambiamos sus jardines por otros con tamariscos, lotos y frutos amargos.
   (El Corán, Sura XXXIV, de Saba o de la ciudad de Saba, 16)
  
   Este aldeorro que vemos aquí, este agrupamiento de casas desvencijadas y torres en ruinas en medio de un páramo reseco, era hace más de dos mil años el emplazamiento de la gran ciudad de Marib, la capital del legendario reino de Saba.
   Hay otro país que disputa al Yemen el rango histórico de haber sido la antigua Saba: Etiopía (ver en fotoAleph colección Lalibela. Etiopía rupestre). No es descartable que, dada la cercanía geográfica (sólo les separaba el estrecho de Bab el-Mandeb), y las similitudes en flora y clima, el dominio de los monarcas sabeos comprendiera ambos territorios, el arábigo y el africano. Así puede desprenderse de un escrito del jesuíta español Páez, uno de los primeros occidentales que llegaron a ver Marib en el siglo XVI, en este caso porque había sido llevado prisionero: "Si es cierto que ésta es la ciudad de la reina de Saba, es posible que su reino no sólo abarcara Etiopía, sino también Arabia".
Yemen   Los hallazgos arqueológicos efectuados en el lugar parecen confirmar que la antigua Marib fue la segunda capital, tras Sirwah, de los reyes del floreciente país conocido como Saba. Aunque, por su carácter bíblico-legendario, pueda ponerse en entredicho la historicidad de la figura de Bilqis, nombre de la fabulosa reina de Saba, es significativo que los lugareños llamaran al sitio Mahram Bilqis (= santuario de Bilqis). En cualquier caso, la arqueología todavía tiene mucho que descubrir y que decir sobre las ruinas preislámicas que yacen en el olvido, reutilizadas o semienterradas por doquier en este remoto y peligroso paraje. Marib todavía puede deparar sorpresas.
   Hoy Marib no es sino un poblado de tribus beduinas que pastorean sus rebaños de ovejas, cabras y dromedarios en una llanura fluvial donde aún asoman retazos de vegetación entre los arenales. La existencia de petróleo en la zona ha traido movimiento al lugar, camiones que van y vienen levantando polvaredas, pero no parece que haya repercutido en la prosperidad del pueblo.
   Los extranjeros que se aventuren en esta atormentada región se verán obligados a pedir un permiso a la policía para visitarla, y se les organizará el viaje en una caravana de jeeps custodiada por una tanqueta del ejército pertrechada de metralletas; a cada viajero se le asignará un escolta armado que no le quitará ojos el resto de su excursión, haciendo bastante incómodo cualquier intento de contemplar al libre albedrío las ruinas de la legendaria presa y de los templos sabeos, o los restos del pueblo viejo de Marib, cuyas esbeltas casas-torre de adobe continúan en ruinas tras los bombardeos de la última guerra civil.
   En esta zona se producen cada cierto tiempo, por parte de elementos incontrolados de las tribus locales, secuestros de turistas o personalidades, que luego son utilizados como rehenes para exigir al gobierno de la nación, más que rescates pecuniarios, la concesión de determinadas reivindicaciones sociales.
   En julio de 2007 un atentado suicida con coche-bomba se cobró la vida de once viajeros (ocho de ellos vascos y catalanes) que volvían de una excursión a Marib. Masacre, la primera de este tipo en el Yemen, que fue enérgicamente repudiada por la población yemení en multitudinarias manifestaciones, pero que desgraciadamente no fue la última.
  
   La civilización preislámica de los sabeos alcanzó su apogeo entre los siglos VII y II a C, a partir de que los reyes-sacerdotes traspasaran su poder a monarcas autócratas, y finalizando cuando los himyaritas tomaron el control de la región. La ciudad fortificada de Marib se hallaba entonces en medio de un fértil oasis irrigado por las aguas embalsadas por una gran presa, una colosal obra de la ingeniería antigua de la que aún subsisten impresionantes restos, y que contribuyó a la prosperidad agrícola de la región. Al mismo tiempo, Marib era una etapa clave en las rutas de caravanas del sur de Arabia, y se benefició del comercio del incienso y la mirra, mercancías muy apreciadas que, provenientes del valle de Hadramaut, eran transportadas al Mar Mediterráneo (Gaza), al Creciente Fértil y a Egipto.
   La Gran Presa de Marib, conocida en árabe como Sadd Marib, fue levantada para controlar las aguas del Wadi Saba (foto265), que pasó desde entonces a llamarse Wadi Sadd (el Río de la Presa), en el punto donde el río perforaba por un desfiladero la última barrera montañosa para penetrar en la llanura y terminar filtrándose en las arenas del Rub' al-Khali, el abrasador desierto sudarábigo que todavía no ha sido atravesado por ningún ser humano.
   La presa tenía más de 500 metros de largo, quizá llegó a los 700, y su dique estaba construido en doble terraplén de mampostería recubierta de sillares de buena factura. Estaba provista de sistemas de esclusas y compuertas para regular el caudal del agua, que regaba, circulando valle abajo por una red de canalizaciones, una extensa comarca agrícola densamente poblada. La escasez de lluvias obligaba a administrar cuidadosamente el agua del embalse.
   La progresiva acumulación de sedimentos de limo en la parte alta de la presa obligó en varias ocasiones a elevar la altura del dique. En algunos de los sillares de las esclusas aún se identifican inscripciones en lengua sabea (foto266), cuyo contenido hace referencia a las distintas obras de mantenimiento y recrecimiento que fueron llevadas a cabo en la presa.
   Las sucesivas dinastías regentes (después de los sabeos, a partir del II a C reinaron en Saba los hymyaritas) fueron las encargadas de agrandar y perfeccionar la presa cada cierto tiempo, con lo que su funcionamiento llegó a durar más de mil años. Con la decadencia económica derivada de la desaparición de las rutas caravaneras del incienso, sustituidas por vías marítimas, se descuidó el mantenimiento de la presa, que sufrió continuos desperfectos hacia los siglos V y VI d C, hasta que se desplomó en 570 d C, provocando el éxodo de sus habitantes y la desertización de la antaño próspera comarca. Su destrucción definitiva fue tal vez debida a un terremoto (siglo VII d C). El Corán evoca esta catástrofe, que quedó grabada en la memoria colectiva de los musulmanes interpretada como un castigo divino infligido a los habitantes de Saba por su impiedad.
 
   El siglo XX ha construido una nueva presa río arriba, que por sus descomunales dimensiones deja pequeña a la antigua Gran Presa de Marib, originando un pantano grande como un lago rodeado de un circo de montañas peladas.
   La ciudad fortificada de Marib estaba emplazada a doce kilómetros de la presa, y su larga muralla, reforzada a intervalos por contrafuertes, tenía ocho puertas. Sobreviven también en Marib otras ruinas de monumentos de los tiempos del reino sabeo:
   El Templo de la Luna (llamado en árabe Arsh Bilqis = Trono de Bilqis, foto267), situado extramuros a 2 km al sudoeste de Viejo Marib, estaba consagrado al dios luna Almaqah. Era un edificio religioso constituido por un recinto amurallado al que se accedía por un pórtico monumental con un techo sostenido por pilastras monolíticas, de forma prismática y de caras lisas. Cada pilastra estaba rematada por una especie de capitel cúbico con una decoración muy sobria formada por dentículos cuadrados. Hoy sólo quedan en pie cinco de estas pilastras, y el fragmento de una sexta. Las ruinas del templo siguen en proceso de excavación y consolidación.
   El Templo del Sol (o Mahram Bilqis = Templo de Bilqis, conocido también como Awwam, foto268) está situado cerca del anterior y es de características similares. Fue objeto de excavaciones sistemáticas a comienzos de los años cincuenta por parte de la American Foundation for the Study of Man, pero, pese al más de medio siglo transcurrido, aún sigue en fase de prospección. Las dunas de arena, arrastradas por los vientos, han vuelto a enterrarlo. Por lo que se puede entrever, el templo constaba de una gran área al aire libre rodeada de un grueso muro de planta ovalada, con ejes de 75 x 100 m. Se entraba en el recinto oval por un gran pórtico, que era un edificio con un peristilo formado por hileras de pilastras prismáticas monolíticas. De la arena brotan ocho pilastras, perfectamente alineadas y muy juntas entre sí. Su construcción ha sido fechada en el siglo IV a C.
   Ya de época islámica, el pueblo conocido como Viejo Marib, drásticamente destruido por la guerra civil de la década de 1960, era un montículo erizado de casas-torre de adobe sobre basamentos de piedra (foto269). Para la piedra se utilizaron a menudo los sillares y otros elementos arquitectónicos de la antigua civilización sabea (foto274). Columnas monolíticas de época preislámica fueron utilizadas para instalar cobertizos para el ganado (foto275). Hoy se pueden ver incrustados en las paredes o desparramados por los arenales circundantes buenos bloques de piedra tallada, con las ornamentaciones características del arte del reino de Saba (foto273), o con inscripciones en alfabeto sabeo. Todo ello en estado de abandono y olvido, pero a nadie parece preocuparle: la región padece otros problemas más graves.
  

  
Jibla y la reina Arwa
  
   Arwa es el nombre de la segunda mujer que reinó en el Yemen además de Bilqis, la legendaria reina de Saba.

   Su sede de gobierno estuvo radicada en Jibla, hoy una pequeña ciudad del sudoeste del Yemen próxima a Ibb, situada a 2.200 m de altitud.
Yemen   A mediados del siglo XI la región estaba dominada por la dinastía de los sulayhidas, de credo fatimí (rama ismailí de la secta chiíta), fundada por Ali as-Sulayhi en 1046, que creó un estado independiente. Le sucedió su hijo Mukarram, pero tras su fallecimiento fue su viuda la reina Arwa bint Ahmad quien asumió las funciones de jefe de estado, trasladando su residencia a Jibla, que fue capital de las Tierras Altas del Yemen de 1067 a 1138, y alcanzó un notable grado de desarrollo y prosperidad.
   La reina Arwa, renombrada por su inteligencia y sabiduría, invirtió los recursos del estado en beneficio de su pueblo, mandó construir mezquitas, y creó infraestructuras para el mejor aprovechamiento de las tierras cultivables, como acueductos para el regadío y el sistema de terrazas que todavía puede verse en los montes circundantes. Tras su muerte, a los 92 años, sin haber tenido descendencia, el reino sulayhida se desintegró, pero la influencia de la personalidad de esta soberana perduró durante siglos.
   Jibla es en la actualidad una pintoresca población que se encarama por la falda de una montaña basáltica (foto277), cortada por las gargantas de dos ríos. Dos grandes puentes de piedra permiten el acceso a la ciudad, cuya belleza es indisociable del entorno natural en que está integrada, un buen ejemplo de paisaje cultural con aterrazamientos de huertas y jardines.
   El casco urbano de Jibla está compuesto por casas-torre de piedra sillar (foto285), entre las que se intercalan numerosos monumentos de la época fatimí. Sus callejas pavimentadas, inaccesibles a los automóviles, trepan entre los bloques escalonados de viviendas que cuelgan de la colina, adornadas éstas por relieves y motivos decorativos en estuco, y puertas de madera tallada que lucen inscripciones coránicas. Algunas de estas calles están ocupadas por el zoco, siempre animado y bullicioso, y muy auténtico en su carácter (foto281).
   La Gran Mezquita, construida en 1088 bajo el reinado de Arwa, reemplazando una mezquita anterior, es una de las más antiguas y hermosas del Yemen, con sus bajorrelieves en estuco y sus espléndidos techos artesonados. Situada en el centro de Jibla y rodeada de zocos, su recinto principal mide 36 x 40 m y su trazado responde al esquema árabe tradicional, con cuatro naves paralelas al muro de la qibla, y una nave central de techos más elevados. De sus dos minaretes, el del sudeste luce una hermosa decoración de influencia fatimí, que se asemeja mucho a la que exhiben las fachadas de las casas (foto284). Las almenas tienen un perfil de triángulo escalonado, una variante del estilo de Samarra, introducido en el Yemen probablemente a través de Egipto (foto283). La mezquita alberga en su interior, en una estancia que da al patio, el mausoleo de la reina Arwa.
   Destaca también en Jibla otra mezquita, más pequeña pero no menos hermosa: la llamada Qubbat Bayt az-Zum (foto286).
   Del vasto edificio del Palacio de la Reina, hoy medio en ruinas en la cima de la colina, dice la leyenda que poseía 365 habitaciones, una para cada noche del año. Un acueducto, construido también por la reina Arwa, suministra todavía a Jibla de agua procedente de las montañas.
   Por su importancia histórica y cultural, la ciudad de Jibla y sus alrededores fueron incluidos por la Unesco en la lista de candidatos a la categoría de Patrimonio de la Humanidad.
  

  
YemenTaizz, segunda capital del Yemen


   Situada a 1.400 m de altitud a los pies del monte Sabir, Taizz es una ciudad relativamente moderna, pero que conserva barrios antiguos de fuerte sabor yemení, salpicados de imponentes mezquitas de la época rasúlida, y con un populoso mercado central al que acuden con sus mercancías campesinos de toda la región.
   Se desconoce la fecha de su fundación, pero se sabe que la ciudad ya existía cuando el ayubbí Turan Shah, un hermano de Saladino, conquistó el Yemen en 1173 y trasladó la capital de Zabid a Taizz, instalando allí su sede de gobierno. Taizz continuó siendo la capital cuando el sur del Yemen cayó bajo el poder de los rasúlidas, que reinaron de 1229 a 1454, expandiendo su imperio hasta La Meca y Omán. Bajo su mandato, la ciudad creció y alcanzó gran prosperidad, edificándose un buen número de mezquitas, fortificaciones y acueductos, y convirtiendo a Taizz en un importante centro comercial. Posteriormente la urbe fue conquistada por distintas fuerzas invasoras, entre ellas los turcos otomanos.
   Taizz volvió a ser capital del Yemen durante un corto periodo del siglo XX, cuando el imán Yahya fue asesinado en 1948 por un grupo de rebeldes de Adén. El hijo de Yahya, Ahmad, derrotó a los rebeldes con apoyo de Arabia Saudí, se autoproclamó imán del Yemen y estableció su residencia en Taizz. Al poco de su fallecimiento, se produjo el golpe de estado revolucionario de 1962, y la capitalidad retornó a Saná.
   La mezquita-medersa Al-Ashrafiya domina imponente, a media ladera de una montaña, el centro histórico de Taizz, luciendo su cegadora blancura en contraste con las oscuras edificaciones de su entorno (foto290). Su estilo arquitectónico es una interpretación libre de los estilos ayyubí y mameluco.
   Fue construida en dos fases: la primera por al-Ashraf I (1295-1296) y la segunda por al-Ashraf II (1377-1400). Su sala de oración consta de una gran cúpula central flanqueada por ocho cúpulas más pequeñas, todas ellas decoradas con ornamentación de estuco (foto377). En las esquinas del lado sur del patio se levantan los dos imponentes minaretes casi gemelos, con pequeñas diferencias en su diseño, de planta poligonal articulada con nichos y coronados de pequeñas cúpulas (foto291). Una logia descubierta con arquerías al exterior rodea tres lados de la mezquita, siendo el cuarto el correspondiente a la qibla.
   La mezquita Al-Mu'tabiya destaca también por su blancura en medio de la barriada sur de la ciudad, que trepa por la montaña Jabal Sabir (foto293). Fue construida por los turcos otomanos en el siglo XVI, aunque su estilo revela más bien influencias de Egipto. Posee una gran cantidad de cúpulas, pero ningún minarete.


Al-Janad

   A pocos kilómetros de Taizz, se levanta la mezquita de Al-Janad (foto382). Su afilado alminar de 70 m de alto (foto383) se divisa de lejos como un faro plantado en medio de un villorrio de pocas y modestas casas. Aunque ha sido reconstruida y modificada a lo largo de los siglos hasta alcanzar considerables proporciones, la pequeña mezquita primitiva que se edificó en este lugar dataría de antes de 632 d C, todavía en vida del profeta Mahoma, fundador del islam.
   Si esto es cierto, la mezquita de Al-Janad sería la más antigua del Yemen, aunque este rango se lo disputa la Mezquita Mayor de Saná, de la que se dice fue trazada y fijada en su en su emplazamiento por el mismo Mahoma. En cualquiera de los casos, se trata de dos de las mezquitas de origen más antiguo en todo el mundo islámico.

 

 

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Yemen de norte a sur

Bibliografía consultada

- Anónimo. Las Mil y Una Noches (Edición íntegra. Ediciones 29, Barcelona, 1980)
- Frishman, Martin. Khan, Hasan-Uddin. The Mosque. History, Architectural Development & Regional Diversity (Thames and Hudson, Londres, 1994)
- Maigret, Alessandro de. Marib. El puerto del desierto (Arqueología de las ciudades perdidas. Salvat, S.A. de Ediciones, Pamplona, 1988)
- Michell, George. La arquitectura del mundo islámico (Alianza Editorial, Madrid, 1985)
- Unesco. El Patrimonio Mundial (Incafo/Ediciones San Marcos)

 

 

FotoCD66

Yemen de norte a sur

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Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Yemen    

 


 

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