Colecciones fotográficas

Siria milenaria

El camino de Damasco

 

   Damasco (Dimashq en árabe, conocida también como Sham) es una de las ciudades más antiguas de Oriente Próximo. De hecho presume de ser la ciudad más antigua del mundo que haya estado habitada de continuo hasta nuestros días, aunque este título se lo disputa también Alepo.
   La capital de Siria está emplazada al sur del país, en un oasis al pie del monte Jabal Qasiyun, no muy lejos del Mediterráneo, a orillas del inmenso secarral del desierto sirio, que ocupa la mayor parte del país.
   Desde tiempos inmemoriales, Damasco ha sido un centro comercial y una etapa caravanera en las rutas de los mercaderes de Oriente Próximo. Fue la capital del primer reino semita, citado en los textos egipcios de la XVIII Dinastía. Aliada por algún tiempo al reino de Israel, fue luego gobernada por los sucesores de Alejandro, los nabateos, los romanos y los bizantinos.
   Los árabes de la dinastía Omeya hicieron de ella su capital, de 661 a 750 d C. Con la expansión de los omeyas se convirtió en una urbe próspera, capital de todo un imperio.
   Hoy la legendaria Damasco es una ciudad superpoblada (más de 6 millones de habitantes en 2007), industrializada y ruidosa, con barriadas y arrabales que trepan desordenadamente por las faldas de la montaña, en un caos urbanístico de difícil solución. Los restos de su pasado esplendor se concentran en el casco antiguo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979, pero con claros síntomas de estar en trance de desaparición. Además de los monumentos y viviendas tradicionales de madera de carácter islámico (o judío), se detectan en sus calles numerosos vestigios de la época romana y bizantina, como el templo de Júpiter (foto37) y las murallas con puertas monumentales. Topónimos como la "Via Recta" dan pistas sobre el trazado clásico de tipo ortogonal en que se estructuraban sus calles.
   Las primeras etapas del cristianismo tuvieron aquí uno de sus escenarios, y aún subsiste hoy un populoso barrio cristiano conviviendo con los musulmanes. Existe una casa de San Ananías y una puerta de Santo Tomás. Hubo una catedral, hoy sustituida por la Gran Mezquita Omeya, que supuestamente custodia la cabeza de San Juan Bautista y tiene un minarete llamado "de Jesús".
Siria  
Gran Mezquita Omeya
   La mezquita aljama de Damasco yergue su inmensa mole en el corazón de la parte vieja. Si Damasco es, como se dice, la más antigua ciudad del mundo, la mezquita omeya ocupa el emplazamiento más antiguo dentro de esta urbe. Según las excavaciones, en este exacto lugar hubo un templo de Hadad, y luego el inmenso santuario romano de Júpiter, cuyo recinto albergó después, juntas, la catedral de San Juan Bautista y la primera mezquita de Damasco, y hoy día contiene grandes porciones de la vieja urbanización intramuros.
   La mezquita es más antigua que la de Córdoba, de hecho una de las más antiguas del islam, pero ha experimentado muchas restauraciones. Tiene un patio rectangular muy amplio (foto27) con mosaicos y mármoles de colores, donde está el templete del 'tesoro' levantado sobre columnas y frisos expoliados del templo de Júpiter (foto25).
   Atravesamos las ruinas del pórtico columnado del templo de Júpiter y el muro de colosales sillares romanos que cerca la mezquita, para salir al patio. Extensos mosaicos cubren el techo del vestíbulo, el intradós de los arcos y varias paredes (foto29). Muestran sin excepción motivos arquitectónicos fantasiosos, en medio de gigantescos árboles y un variado despliegue de ornamentos florales, siempre todo ello sobre un fondo de oro (foto32). Dicen que se trata de una representación del paraíso musulmán. Pero ni una sola figura humana, ni el más pequeño animal, pez o ave se mueve por esas frondas.
   Toda la decoración es anicónica, pese a que la arquitectura es de aire muy bizantino. Esta combinación de arquitectura y vegetación se repite, dos siglos más tarde, en las pinturas murales –lejanas y únicas– de la iglesia de San Julián de los Prados o Santullano, en Oviedo, y podría tener como precedente motivos parecidos de los mosaicos de la cúpula del Baptisterio de los Ortodoxos, en Ravena; o también, si queremos remontarnos más en el tiempo, en las pinturas murales pompeyanas, aquéllas que muestran imágenes frontales y en falsa perspectiva de palacios o proscenios de teatros, enmarcados en una flora siempre lujuriante.
   La sala de oración es de planta basilical de tres naves inmensas, con crucero y techo de madera policromada donde sobresale la cúpula "del Águila". Los mihrabs son de taracea de mármol y nácar, de muy minuciosa ejecución.
   La mayoría de las columnas de la mezquita son corintias reaprovechadas (foto30), y recientes obras han despejado nuevos restos romanos (una columnata en el muro norte). Casi en el centro de la sala de oración se eleva un catafalco de celosías plateadas, sustituto de otro de madera que se quemó en el último incendio sufrido por esta mezquita de accidentada historia; éste alberga un sarcófago que a su vez contiene (¡hela dónde estaba!) la cabeza de san Juan Bautista, la misma, es de suponer, que presentó en bandeja Salomé a Herodes, reliquia que podría ser el único vestigio de la catedral cristiana que hubo justo aquí, venerada hoy –pues también es profeta para los musulmanes– en medio de uno de los más prestigiosos lugares sagrados del islam.
   Otra reminiscencia cristiana de esta inagotable mezquita: el minarete de Jesús. Se llama así, porque en lo alto de él se aparecerá el Día del Juicio el Mesías, para anunciar a los hombres la llegada del fin del mundo.
  
Caravasar de Selim
   Este han o caravasar fue construido en 1516 por el sultán Selim para alojar peregrinos pobres (foto38). Hoy es un conjunto de talleres artesanos (entre ellos, de soplado de vidrio) y tiendas, que ocupan las dependencias en torno a un patio porticado con bóvedas sobre arcos apuntados bicolores con dovelas blancas y grises alternadas.
   En uno de los lados se levanta la sala de oración, coronada de cúpula, con una soberbia puerta de mármoles verdes, blancos y rojos combinados con cerámicas (foto40).
  
Tekkiye Suleymaniye
   Así es llamada una mezquita-madrasa construida en 1554 por el célebre Sinan, el arquitecto de Solimán el Magnífico, que tantas maravillas edificó en Estambul. Con sus dos minaretes gemelos flanqueando la cúpula, enhiestos como misiles apuntando al cielo, da un verdadero toque constantinopolitano a este barrio (foto46). El interior recuerda, sobre todo la qibla y la disposición de la maksura, a la Mezquita Azul de Bursa (Turquía), de comienzos del otomano. El patio está rodeado por las numerosas celdas de estudiantes de la madrasa. Las amplias cocinas estaban destinadas a dar de comer a los peregrinos de La Meca.
   La decoración es notable por utilizar bandas de mármol de colores contrastados alternos. La carpintería, la cerámica y el mármol tallado están trabajados con el preciosismo propio de los artesanos de esta época.
  
Mezquita Oqeya
   Un lugar de peregrinación chií construido hace pocos años en estilo safávida.
   Despliega un lujo exuberante en su decoración interior, con toda la barroca profusión de que son capaces los artesanos chiítas.
   El mausoleo de Oqeya es un catafalco que se yergue en el centro de una sala bajo cúpula, y está realizado con celosías de oro macizo, plata, esmaltes, vidrio, y finísima cerámica de motivos florales a todo color que parece porcelana china, el conjunto iluminado por exuberantes arañas de cristal, las columnas, paredes y suelo tapizados de mármol blanco de Carrara; el pavimento está cubierto de alfombras de Irán.
   Se trata de la tumba de la hija de Hussein, hijo de Ali, el yerno de Mohamed, más conocido entre nosotros por Mahoma. O sea, de su biznieta, descendiente por línea directa del Profeta, y, por tanto, personaje venerado por la rama chiíta del islam, desgajada de la sunnita desde sus mismos comienzos. Hay que tener en cuenta que su padre Hussein y su tío Hassan son los primeros mártires del chiísmo, y el aniversario de su muerte es fiesta nacional en Irán.
   Pasearse bajo las bóvedas es una experiencia onírica: los ojos quedan emborrachados por el caleidoscópico efecto visual de infinidad de espejos poligonales que cubren estalactitas y atauriques concéntricos, creando cielos de diamantes, "cúpulas de abencerrajes" de una alhambra de cristal, efectos hipnóticos en los que el visitante nunca ve su reflejo si no es despedazado en mil fragmentos.

 

 

Las norias de Hama

   Hama, la cuarta ciudad en número de habitantes de Siria, ha sido en 2012, junto a Homs, una de las poblaciones más castigadas por la represión del ejército al mando del dictador Bashar el-Asad, con motivo de las revueltas populares anti-régimen desencadenadas en el marco de lo que se ha dado en llamar "primavera árabe". Hama fue también en 1982 el escenario de otra feroz masacre, en aquel entonces promovida por el dictador Hafez el-Asad, padre de Bashar, para reprimir una insurrección sunní, en la que perdieron la vida más de 20.000 de sus habitantes.
   La ciudad de Hama arrastra a sus espaldas una larga y agitada historia. Situada a orillas del río Orontes, ya existía allí un asentamiento en la Edad de Bronce. Fue gobernada por los asirios en el siglo IX a C, y más tarde estuvo bajo el control de los persas aqueménidas, los macedonios y los seléucidas. Estos últimos la rebautizaron como Epiphanes. Cayó bajo el dominio del imperio romano, y más tarde los bizantinos construyeron allí una importante iglesia cristiana, que fue transformada en mezquita cuando los árabes la conquistaron en el siglo VII. En el siglo XII fue tomada por los cruzados y en el XIII reconquistada por los musulmanes. El terremoto en 1175 provocó una gran destrucción. Ocupada por Saladino en 1118, fue gobernada por los sultanes mamelucos hacia 1300 y por los turcos otomanos a comienzos del XVI.
   Tras la Primera Guerra Mundial pasó a formar parte de la moderna Siria. Hoy es un importante mercado agrícola de algodón, cereales, frutas y verduras, y posee industrias textiles y de fabricación de cemento.
   Hama es especialmente conocida por sus enormes norias de madera (foto57). Aunque por lo perecedero de su material han tenido que ser sucesivamente restauradas a lo largo de los siglos, su estructura y mecanismos se remontan a los tiempos de la dominación romana. Su cometido era recoger el agua del río Orontes, que atraviesa los áridos pedregales del desierto sirio, y donde tuvo lugar la batalla de Kadesh entre los hititas y Ramses II. La corriente del río las impulsa, y por medio de sus palas las aguas se elevan de nivel y abastecen los acueductos destinados a la irrigación de las huertas y vergeles de las riberas del río.

 

 

Bosra, ex-capital de Arabia

   La pequeña y poco conocida ciudad de Bosra, situada al sur de Siria cerca de la frontera con Jordania, en lo que había sido una etapa en la ruta de las caravanas a La Meca, fue en su tiempo nada menos que la capital de la provincia romana de Arabia.
Siria   El nombre de Bosra ya aparece citado en las tablillas de Tell el-Amarna (la ciudad fundada a orillas del Nilo por el faraón Ajenaton, 1379-1362 a C), cuyas inscripciones en escritura acadia cuneiforme constituyen la correspondencia oficial entre los faraones egipcios y los reyes fenicios y amorritas.
   Bosra llegó a ser el bastión septentrional de los reyes nabateos de Petra, y cuando el reino nabateo fue conquistado por los ejércitos de Trajano en 106 d C, tanto Bosra como Petra fueron incorporadas al Imperio Romano. Alejandro Severo concedió a Bosra el título de Colonia. La ciudad podía acuñar monedas.
   En el periodo bizantino, Bosra se convirtió en un importante centro comercial en las fronteras del imperio, adonde acudían las caravanas de mercaderes árabes a abastecerse. Sus obispos tomaron parte en el Concilio de Antioquía. Con la expansión del islam a principios del siglo VII d C, Bosra fue la primera ciudad bizantina que cayó en poder de los árabes.
   Hoy Bosra es una población venida a menos, desolada y polvorienta, en la que solo sobreviven algunos vestigios de su pasado esplendor (foto53). Sobre todo el magníficamente conservado teatro romano, pero también ruinas paleocristianas, bizantinas y omeyas, la mayor parte todavía por descubrir en su subsuelo, aunque el lugar es objeto desde hace años de continuas campañas de excavaciones arqueológicas.
   De la época romana quedan también en Bosra las ruinas de una muralla con sus puertas, una gran calle columnada, termas, un mercado, cuatro grandes aljibes, un campamento romano, un hipódromo y un templo a Júpiter.
   La catedral de Bosra, con restos de la basílica del siglo VI d C dedicada a los mártires Sergio, Baco y Leoncio, es un edificio de planta central de notable importancia en la historia del cristianismo primitivo. La mezquita Al-Omari y la madrasa Mabrak al-Naqua son dos de los más antiguos edificios del islam que queden todavía en pie. La ciudad antigua de Bosra fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1980.
  
Teatro romano
   El monumento más impresionante que nos ha llegado de la época de romanización de Bosra es el teatro del siglo II d C, que se conserva prácticamente íntegro y sea quizás, junto con el de Aspendos en Turquía y el de Orange en Francia, el teatro romano más entero y mejor preservado de todo el mundo antiguo. No solo se mantienen en pie la cavea (foto50) y el muro de proscenio (foto52), sino también la galería superior y todos los pasillos abovedados interiores.
   Fue construido probablemente bajo Trajano, y remodelado en diversas ocasiones entre 481 y 1251 d C, con vistas a convertirlo en una fortaleza para defender este punto clave del camino de Damasco.

 

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FotoCD103
   
Siria milenaria

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Fotografías: Eneko Pastor
Ilustraciones: Miguel Angel Eugui

   


 

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