Colecciones fotográficas

El zoo del faraón

Zoología y zoolatría

 

   Aunque el Egipto confina con la Libia, no abunda mucho en animales; pero los que hay, sean domésticos o no lo sean, son todos tenidos por sagrados.
   Quien mata una de estas bestias, si voluntariamente, sufre pena de muerte; si involuntariamente, paga la multa que fijan los sacerdotes. Quien mata un ibis o un gavilán, voluntaria o involuntariamente, muere sin falta.
   Herodoto. Los nueve libros de la historia, II, 65

El zoo del faraon

 

   En el grandioso complejo de templos de Karnak (actual Luxor, Egipto) hay una sala llamada 'jardín botánico', que data de la época de Tutmosis III (1504-1450 a C). Esta estancia era utilizada para albergar ejemplares exóticos de plantas y animales, en una suerte de herbolario que podría considerarse a la vez un pequeño parque zoológico. Los muros de la sala están decorados con bajorrelieves de árboles, arbustos y flores de especies ajenas al ecosistema del valle del Nilo, algunas de ellas traídas de Siria y del Líbano tras las campañas guerreras de expansión del imperio egipcio en Oriente Próximo. Entre los árboles se alternan relieves de aves y mamíferos raros en Egipto, como por ejemplo una gacela buchona persa (foto25). El 'jardín botánico' de Karnak es una muestra de la trascendencia que daban los reyes a la importación de especies exóticas, que se esforzaban en aclimatar al país, así como del interés que prestaban los antiguos egipcios al estudio y conservación de la naturaleza vegetal y animal. 

   Tenemos otra prueba de ello en los motivos pictóricos análogos que podemos contemplar en el templo funerario de la reina Hatshepsut (1503-1482 a C) en Deir el-Bahri, en los que se describe la famosa expedición marítima al país del Punt, promovida por dicha reina, de donde se trajeron, además del árbol del incienso, cuantiosos presentes que incluían marfil, pieles de leopardo y animales salvajes. Otros faraones del Imperio Nuevo importaron de Nubia diversas especies de fauna etíope (jirafas, guepardos, babuinos, macacos...). 
   Tal interés por la flora y la fauna venía de muy antiguo, pues se detecta ya en la época predinástica. En 2009 se descubrió en Heriacónpolis durante unas excavaciones arqueológicas la más antigua colección zoológica conocida de la historia de Egipto, datada hacia el 3500 a C. Entre los restos de animales encontrados en ese 'zoo' de los tiempos remotos había hipopótamos, elefantes, antílopes, babuinos y gatos monteses.
El zoo del faraon   No debemos deducir por ello que esa atención al mundo vegetal y animal tuviera un propósito 'científico', inducido por el humano afán de desentrañar los arcanos de la naturaleza –que también–, sino que respondía ante todo a una cosmovisión de índole religiosa. Pues los antiguos egipcios consideraban a los animales como encarnaciones de las fuerzas divinas. Muchos de los animales que pululaban por el Egipto de tiempo de los faraones no solo eran sagrados, como nos informa Herodoto, sino que eran teofanías, manifestaciones en el mundo terrenal de los mismos dioses. Así el halcón era Horus, el hijo de Isis y Osiris. El ibis era Tot, el dios de la sabiduría. El chacal era Anubis, el dios que presidía los embalsamamientos. La vaca era Hathor, la diosa de la alegría y la música... Algunos de estos animales tenían un centro principal de culto en determinadas ciudades: el halcón-Horus en Edfú, el gato-Bastet en Bubastis, el cocodrilo-Sobek en el Fayum, etc.
    A diferencia de lo que afirma Herodoto sobre la escasa abundancia de animales en Egipto, lo cierto es que los estudios realizados a partir de los escritos, dibujos, relieves y esculturas referentes a la fauna local que nos han llegado de la era faraónica testimonian la extraordinaria biodiversidad de que disfrutaba el país de las pirámides. La variedad de especies animales y vegetales era inabarcable.
   Los artistas egipcios eran buenos observadores de la naturaleza. Las imágenes pictóricas y escultóricas que realizaban de los animales son, a pesar de su esquematismo y estilización, de una prodigiosa exactitud, lo que permite a los expertos estudiar con todo detalle la fauna del antiguo Egipto. El cuidado naturalismo con que están dibujadas facilita la exacta identificación y diferenciación de cada una de las especies de cuadrúpedos, aves, peces o insectos mostradas en las pinturas y relieves. Otro tanto ocurre en lo que respecta a la flora. A ello hay que añadir la gran cantidad de restos de animales momificados que han sido hallados en diversas necrópolis, que ha hecho posible complementar toda esa información y profundizar en las investigaciones.
El zoo del faraon   Esta abundantísima iconografía animal que se ha conservado en el arte egipcio faraónico posibilita identificar incluso las especies extinguidas o desaparecidas hace tiempo en Egipto. Por ejemplo las imágenes de elefantes y jirafas, o las escenas de caza con arpón de hipopótamos en el río, solo aparecen en artefactos del periodo predinástico o en las tumbas del Imperio Antiguo y no en los periodos posteriores. Lo mismo sucede con muchos animales del desierto egipcio como el órice, el adax, el licaón, la gacela blanca, la cabra salvaje nubia (una variedad de íbice) o el asno salvaje nubio.

    El Nilo es un puente entre el mar Mediterráneo y el África central. Con sus 2.000 km de cauce surcando los tórridos desiertos egipcios, este río creaba una franja de verdor que era zona de asentamiento o vía de tránsito para numerosas especies de animales, tanto silvestres como domesticados. Era también una de las rutas principales de migración de las aves de paso procedentes de Europa. 
   Además de criar animales domésticos, como bueyes, asnos, cerdos, cabras, corderos y ocas, los egipcios capturaban en sus cacerías, y los custodiaban vivos después en sus parques y jardines, gacelas, ciervos, antílopes, íbices, linces africanos e incluso hienas. En las pinturas con escenas de caza también se ven dibujados mamíferos de menor tamaño, como el puerco-espín, el erizo, la liebre, el zorro o la comadreja rayada. El dromedario, hoy ubicuo en Egipto, solo era conocido en la zona oriental del Delta, y no aparece en la iconografía. Fue introducido en el valle del Nilo recientemente: hace solo 2.000 años.
El zoo del faraon   La representación de animales en el arte de África nororiental se produjo ya desde la prehistoria (en la foto adjunta, un grabado rupestre del neolítico rescatado de la inundación de la Baja Nubia provocada por la presa de Asuán). En la época predinástica (IV milenio a C), antes de los primeros faraones registrados por la historia, se fabricaban ya toda clase de objetos manufacturados para uso cotidiano que estaban decorados de motivos zoomorfos: cuencos de cerámica con dibujos de cocodrilos; vasijas de piedra en forma de ibis, pez o tortuga; recipientes de ungüentos en forma de hipopótamo; mangos de cuchillo con figuras de cigüeñas y elefantes; paletas rituales de cosméticos con animales totémicos, jirafas, leones, hienas, ciervos...
    Esta tradición prosiguió y se acentuó durante los tres milenios de la era dinástica (desde aproximadamente 3100 a C hasta la dominación romana, en el 30 d C). Las imágenes de animales se multiplicaron hasta el infinito y se hicieron omnipresentes en todas las creaciones artísticas y artesanales de ese prolongado periodo histórico. Mencionaremos los altares con cabezas de leones de la III Dinastía; los tronos reales con forma de león; las joyas y pectorales con halcones (foto30), cobras, buitres; las jarras con un asa en forma de cabra salvaje; las cajitas para perfumes con ánades; los sellos de funcionario con forma de escarabajo... Las cabezas y cuerpos de animales formaban parte integrante de toda clase de objetos, como las fichas de los juegos de mesa, los animales de juguete de madera con la mandíbula articulada, las estatuillas de cerámica que servían de exvotos, las empuñaduras de los bastones...
El zoo del faraon   También tenían forma de animal (escarabajo, serpiente, halcón, chacal, babuino...) los amuletos para propiciar el bienestar y la felicidad, o para proteger del mal de ojo y las influencias maléficas. Eran portados por los vivos y se colocaban entre las capas de las vendas de los difuntos momificados. 
    El diseño de los muebles de los palacios reales y de los hogares de las familias pudientes obedecía a la misma tónica. Los sillones estaban rematados con cuatro patas de león o de bovino. Los taburetes más lujosos tenían patas que acababan en una cabeza de ánade. Las camas tenían cabezas de león en sus travesaños salientes. 
   Las embarcaciones reales portaban estandartes de esfinges y cobras. Las piraguas llevaban como mascarón de proa una cabeza de cabra de Egipto. 

   Disponemos de otra importante fuente de información sobre la flora y fauna del antiguo Egipto en las tumbas de los personajes prominentes de la sociedad, ya sean mastabas (en el Imperio Antiguo) o hipogeos (en épocas posteriores). Las paredes de las salas, capillas y pasadizos de los complicados interiores de estos sepulcros eran decoradas, sobre todo a partir de la V Dinastía, con bajorrelieves y huecorrelieves policromados, o con pinturas murales, que reproducían con agudo sentido de la observación escenas de labores agrícolas, pastoreo y cría de ganado, así como las prácticas de la cacería y la pesca. Su propósito era más pragmático que decorativo, pues estaban encaminadas a garantizar a perpetuidad el suministro de los alimentos, bebidas y bienes materiales necesarios para la manutención ultraterrena del difunto titular de cada mausoleo. De este modo la tumba se convertía en una residencia para el Más Allá, donde el doble o 'ka' del fallecido podía disfrutar indefinidamente de los placeres que había conocido en vida, saborear los mismos manjares y disponer de los mismos objetos de que había estado rodeado en su estancia terrenal. Y, sobre todo, ser beneficiario de culto post-mortem por parte de sus familiares, que honraban su memoria aportando ofrendas para su vida de ultratumba.  
El zoo del faraon   Son pinturas y relieves de excelente factura, llenos de movimiento, dotados de vivo colorido, diseñados con un gran sentido del realismo. Y de una variedad de temas inagotable. Repartidos en frisos superpuestos en distintos registros, cubriendo muros, jambas, dinteles, pilares y corredores de las tumbas, describen plásticamente multitud de episodios que proporcionan una ingente cantidad de información visual sobre los usos y costumbres de la sociedad egipcia del tiempo de los faraones. Sabemos por ellos cómo los primitivos egipcios laboraban los campos, qué tipo de cosechas recogían, qué tipo de ganado poseían. Conocemos sus distintas técnicas de caza y pesca. Un examen atento permite descubrir mil detalles de su vida doméstica y familiar. Con qué se alimentaban, cómo cocinaban, cómo ordeñaban las vacas (foto07) o pastoreaban las cabras, cómo trillaban los cereales en las eras con burros, cómo recolectaban la miel de las colmenas, cómo amasaban el pan, elaboraban el vino y la cerveza, qué vestidos, peinados, joyas y calzados usaban. 
   Si bien es cierto que se trata de escenas idealizadas haciendo referencia sólo a personajes de las capas altas de la sociedad, también aparecen en ellas de rebote otros personajes más humildes, anónimos, pertenecientes a los varios estratos sociales en que estaba articulada la población, como campesinos, pastores, artesanos, braceros, sirvientes... Vemos siervos enjaulando aves de corral para llevarlas al mercado, vaqueros vadeando con el ganado un arroyo, pescadores exorcizando los cocodrilos desde la barca, matarifes sacrificando toros.
El zoo del faraon   Un rito esencial del culto funerario era la donación de carne al titular de la tumba. Por medio de esta ofrenda se transferían al difunto las fuerzas vitales de los animales sacrificados, siendo el corazón y el muslo las partes con un efecto especialmente revitalizador. La mayor cantidad de estas viandas provenía de la ganadería, en especial del ganado vacuno. En muchas de las tumbas se muestran escenas de la matanza de reses, de vívido realismo, donde en una sucesión de episodios se ve a los matarifes abatiendo la res, desangrándola, degollándola, descuartizándola y extrayéndole el corazón (foto52). 
   Los egipcios practicaban la ciencia veterinaria con sus animales: en un fresco se ve a un hombre introduciendo un instrumento en la garganta de un buey, acompañado de la inscripción 'curando a un buey joven'. 
    En todas las pinturas y relieves en que aparecen, las reses son robustas y se las ve mejor alimentadas que los mismos campesinos que las cuidan, pintados en ocasiones con un aspecto escuálido y esquelético. 
El zoo del faraon   También la caza era una pródiga fuente de suministros para las ofrendas funerarias: gacelas, antílopes, gansos, patos y palomas. Hay dos escenarios principales para la práctica cinegética: las marismas y el desierto. En las marismas y humedales del valle del Nilo y del Delta se capturaban aves con red o se pescaba. En el desierto se cazaban animales salvajes.
   
   En la cultura del antiguo Egipto un animal podía ser un dios, la manifestación de una energía, un talismán, un jeroglífico, y el mismo animal en sí. Su mera imagen podía incluso designar un nombre propio, como los de algunos monarcas anteriores a la I Dinastía: el rey Serpiente, el rey Escorpión...
    El halcón hace acto de presencia en la iconografía religiosa desde las primeras dinastías. Se trata de Horus, dios del sol, hijo de Isis y Osiris, que libró batalla contra Set, el asesino de su padre. En los jeroglíficos más antiguos, el halcón-Horus está posado sobre el nombre del faraón, subrayando su origen divino. 
   La cobra es Uadjet, la diosa del norte, emblema del Bajo Egipto (la zona del Delta). El buitre es Nejbet, la diosa del sur, emblema del Alto Egipto. Ambos animales aparecen emparejados en el ureo, la insignia que portan en la frente los faraones y los dioses (foto29). El icono del disco con alas, que tantas veces aparece situado sobre entradas y puertas, simboliza a estas mismas diosas y protege del mal.
El zoo del faraon   Una variedad de carnero con los cuernos horizontales enroscados y orientados hacia los lados sirvió de modelo para el dios Jnum. La variedad con cuernos enroscados en espiral fue desde el Imperio Medio la imagen de Amón, dios supremo de Tebas. 
   El ibis blanco y el babuino cinocéfalo son dos manifestaciones de Tot, el dios de la sabiduría, patrón de los escribas, que inventó la escritura jeroglífica. El chacal es la encarnación de Anubis, el dios que guiaba a los difuntos a los reinos ultraterrenos.
   La diosa Hamhit, descrita en una estela como 'el ojo del sol, la señora del cielo, reina de todos los dioses', es pintada con un pez sobre la cabeza.
   Muchas veces los animales se combinan entre sí y se combinan con el ser humano para engendrar seres híbridos. Deidades con cuerpo de hombre o mujer y cabeza de animal, o, al revés, cuerpo animal con cabeza humana, como es el caso de las esfinges. La diosa Hathor tiene rostro de mujer con orejas de vaca. La diosa Tueris tiene cuerpo de hipopótamo, patas de león y cola de cocodrilo. En los mitos de ultratumba aparecen serpientes con dos cabezas, una en la parte frontal y otra en la cola. En la época grecorromana, de la fusión de Osiris y el buey sagrado Apis surgió un nuevo dios, Serapis, cuyo principal santuario estaba en Alejandría.
   Cuando se embalsamaban los cadáveres, entre la XVIII y la XXVI Dinastías, se retiraban las vísceras y se introducían en cuatro jarras con tapa (de alabastro, piedra, madera, cerámica o terracota), llamados canopos o vasos canópicos. La palabra viene erróneamente de Canope, una ciudad en una de las desembocaduras del Nilo, donde se veneraba a Osiris bajo la forma de una vasija antropomorfa. La tapa de cada vaso canópico tiene forma de cabeza, siendo las de los cuatro hijos de Osiris. A su vez los canopos hacen referencia a los cuatro puntos cardinales. El de cabeza humana (Amset), el sur, contenía el hígado. El de cabeza de babuino (Hapi), el norte, contenía los pulmones. El de cabeza de chacal (Duamutef), el este, contenía el estómago. El de cabeza de halcón (Kebeshenuef), el oeste, contenía los intestinos. Los cuatro canopos se colocaban junto a los sepulcros agrupados en una caja de madera.
El zoo del faraon    Los antiguos egipcios no solo embalsamaban a los humanos, sino también a los animales. Tanto a los que simbolizaban a los dioses (ibis, halcón, gato...), como a los que estaban consagrados a algún dios. Se han encontrado así momias de toros, antílopes, chacales, monos (foto37), cocodrilos, mangostas, erizos, murciélagos, musarañas, ranas, sapos, escorpiones, escarabajos, serpientes, y de los peces lato, oxirrinco y siluro. En el templo dedicado al dios-cocodrilo Sobek en Kom Ombo se podían ver hasta hace poco momias de cocodrilos almacenadas en una cámara. Un enorme número de momias de gatos fue hallado en Bubastis, la ciudad donde se adoraba a Bastet, la diosa-gato. En Saqqara, que es el nombre con que se conoce actualmente a ese inmenso campo de ruinas que fue la necrópolis de los reyes y altos dignatarios de Menfis, los arqueólogos han excavado dos cementerios de momias de ibis, uno de gatos, uno de babuinos y uno de bueyes Apis.
   Se momificaba a los animales sobre mesas de embalsamamiento, como ésta (foto60, época saíta, s. VI a C), tallada en un bloque monolítico de alabastro de unas 5 toneladas de peso. Está ornada en los laterales con relieves de leones con el cuerpo estirado hasta abarcar toda la longitud de la mesa. Dispone de un orificio en la parte superior para evacuar la sangre. Sobre ella se embalsamaban en Menfis los bueyes sagrados conocidos como Apis. 
   Los bueyes Apis eran inhumados en enormes sarcófagos, como los encontrados en las galerías del Serapeum de Saqqara. Otros animales momificados eran colocados en pequeños ataúdes, a veces con la forma del animal que contenían. Por ejemplo los ataúdes de felinos podían tener forma de gato con ojos de obsidiana. Los ibis se colocaban en jarras de barro. Los halcones tenían sus propios ataúdes con forma de palacio en cuyo tejado se posa una figura de Horus. Los peces y serpientes se vendaban y enterraban en hoyos.
El zoo del faraon  
   Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.
   Jorge Luis Borges. El Golem

   También los animales son personajes de la literatura, tanto secular como religiosa, registrada por lo general en papiros, pero también en estelas e inscripciones parietarias. Tienen un papel protagonista en relatos alegóricos a la manera de las fábulas de Esopo, donde satirizan las costumbres humanas. Participan en mitos como el juicio de Osiris o el viaje subterráneo del dios-sol Ra durante las horas nocturnas.
   Pero además de motivos literarios, los animales son vehículos de la misma escritura. Las representaciones gráficas de determinados animales son signos jeroglíficos. Constituyen letras, palabras, sonidos, ideas. 
   En el antiguo Egipto, todos los seres y cosas de la tierra, objetos, plantas, animales y humanos, todas las expresiones de la existencia, animadas o inanimadas, eran susceptibles de convertirse en jeroglíficos. Según Champollion, el propósito de los jeroglíficos era describir "todas las clases de seres que abarca la creación". Así podemos ver en los jeroglíficos diferentes astros y manifestaciones de la naturaleza, las actividades humanas, mamíferos, aves, reptiles, peces, insectos, vegetales, minerales y los más diversos objetos y herramientas (por ejemplo arados, hoces, aperos de labranza e instrumentos relacionados con la cría de animales, como la soga para transportar reses).
   Los jeroglíficos (etimológicamente 'textos sagrados') se componen de una combinación de fonogramas e ideogramas. Un determinado icono puede ser una letra, una sílaba, parte de una palabra y una palabra completa. Puede expresar también un objeto, un símbolo o una idea abstracta.
   Así, por ejemplo, la figura de un buitre percnóptero es la letra A y es también una plasmación simbólica del faraón. La lechuza es la letra M y hace referencia a 'lo interior'. El león es la letra L y transmite el concepto de 'vigilancia'. El pato es la sílaba SA y a la vez significa 'hijo'. El polluelo de codorniz es la letra U. La víbora cornuda es la letra F.
   Existen también jeroglíficos que muestran solo partes de animales. Así, la parte delantera de un león significa 'jefe'. Un muslo de buey significa 'poder'.
El zoo del faraon   Las imágenes jeroglíficas son palabras, o fonemas que combinados entre sí construyen otras palabras, o determinativos que concretan el significado de las palabras. Son también ideas y conceptos que se asocian entre sí para generar con sus múltiples combinaciones una infinidad de matices semánticos. Los jerogíficos se escriben indistintamente de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, en horizontal o en vertical. No existe la ortografía: una misma palabra se puede escribir con diferentes glifos. Pero es muy importante la caligrafía, entendida como un encaje de todos los signos jeroglíficos que conforman un texto en una composición de conjunto equilibrada y armoniosa. Véase como ejemplo esta inscripción (foto15) al pie de un obelisco de Karnak; obsérvese la cuidada proporción entre los tamaños de los signos, y el sabio uso de los espacios vacíos. Se diría que los antiguos egipcios estaban versados en diseño gráfico, tal como lo entendemos hoy día.
   Estamos ante el poder de la palabra. Los jeroglíficos son escrituras sagradas. Su mera lectura, su pronunciamiento en voz alta despierta fuerzas que influyen en la realidad a la manera de los conjuros y sortilegios. Todo lo que puede ser nombrado, puede existir. Todo lo que puede ser escrito, es decir, reproducido en un grafismo, cobra vida en el mundo real y adquiere los mismos atributos que la persona, animal u objeto retratados. Por eso en las inscripciones y pinturas de las tumbas las serpientes son a veces dibujadas con el cuerpo partido en dos, o decapitadas, o con cuchillos clavados. Se trata de neutralizar y contrarrestar sus poderes malignos. El nombre es el arquetipo de la cosa. 
   Examinemos otro ejemplo. En los relieves policromados de la expedición al país del Punt en el templo de Deir el-Bahri (Tebas occidental), se ven barcos de vela que navegan por el Mar Rojo, y bajo las naves se distinguen siluros, langostas, calamares y otros peces y moluscos que viven en las profundidades marinas. Fijémonos (foto23) en cómo está reflejado el mar: se representa gráficamente con un fondo de líneas paralelas en zigzag. Tal es la forma convencional con que se dibuja siempre el agua en el arte del antiguo Egipto. Pero resulta que una línea en zigzag es uno de los signos del alfabeto jeroglífico: se pronuncia N y significa 'agua'. (¿No es casualidad que la letra N de nuestro alfabeto latino sea también un zigzag, y que sea la inicial de Nilo?). De modo que la cosa dibujada es la misma palabra que la designa, y la palabra se convierte en la cosa. En las letras de rosa está la rosa y el Nilo entero en la palabra Nilo.

 

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FotoCD124

El zoo del faraón
Fauna del antiguo Egipto

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Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Egipto

 


 

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